Democracia y
educación sexual
Oscar Yescas Domínguez
5/10/18
A lo largo de la historia la búsqueda de la democracia ha
sido el motor principal de varias luchas sociales que han intentado cambiar sociedades
en todo el mundo. Junto a la búsqueda de la democracia se han unido otros
conceptos que aglutinan detrás de sí verdaderos movimientos colectivos que
luchan por institucionalizarlos. Recordemos
que la revolución francesa al luchar en contra de la monarquía
institucionalizada enarbolaba las demandas de “libertad, igualdad y
fraternidad”, en torno a las cuales se aglutinaron los franceses en forma
masiva.
La
lucha por la democracia, la libertad, la justicia, y la igualdad, son demandas
que han reflejado en su momento la
existencia de verdaderas necesidades sociales que la comunidad presenta y busca
a través de la lucha colectiva satisfacer esas necesidades sociales compartidas
para lograr el bienestar social y elevar su calidad de vida.
En
este contexto llama la atención que se incorpora de manera reciente a estas
añejas demandas una nueva petición colectiva, un nuevo reclamo social que no
estaba presente en el pasado reciente y que cada vez gana más adeptos a su
causa, aunque hay que reconocer que ciertos sectores sociales cuando no la
rechazan, todavía la ven con reservas.
Me
refiero a la demanda de educación sexual que exigen los movimientos colectivos
que a nivel internacional luchan contra el feminicidio y la violencia hacia las mujeres, por la despenalización del aborto, por el
reconocimiento del matrimonio igualitario y los derechos de homosexuales y
lesbianas y por una real equidad de género.
En
el transcurso de este año han tenido lugar en varios países movilizaciones
colectivas que demandan la despenalización del aborto y por la visibilización del problema del feminicidio. Podemos recordar las
multitudinarias movilizaciones realizadas en Argentina y las masivas
concentraciones en México en demanda del reconocimiento de que sea la mujer quien
decida qué hacer con su cuerpo.
Estas
movilizaciones han logrado sacudir a la Iglesia católica que en forma
tradicional rechaza la práctica del aborto y condena a las mujeres que lo
practican. Recordemos que estas movilizaciones se dan en un momento histórico
en el que esta institución religiosa está atravesando una seria crisis al ser cuestionada
a nivel internacional por las recientes revelaciones de apoyo brindado a sacerdotes
pedófilos que fueron acusados de haber violado a miles de niños dentro de sus
instalaciones durante décadas.
Por
ello, la credibilidad y aceptación social de la Iglesia católica atraviesa por
uno de sus niveles más bajos en su historia y prueba de ello son las
“renuncias” masivas a la fe católica presentadas en Argentina después del papel
que esta institución jugó para negar la demanda de despenalización del aborto
en aquel país.
Recordemos
también que la Iglesia católica ha jugado un papel represor de la sexualidad a
lo largo de la historia al ubicar la búsqueda del placer sexual como la
expresión del pecado y solo aprobar la práctica de la sexualidad dentro de la
institución del matrimonio y con fines de reproducción.
Pero
ante el izamiento en forma de bandera de lucha de la demanda por una educación
sexual, quizá alguien se pregunte: ¿por qué incluir algo tan privado como la
sexualidad humana dentro de una demanda pública? Recordemos
que fue el aprendizaje que nos legó la llamada revolución sexual de la década
de los setentas, cuando los movimientos feministas y la juventud de aquella época luchaba por la igualdad
de los sexos (lo que hoy se conoce como equidad de género), la libertad sexual,
el derecho al aborto, el derecho al matrimonio entre personas del mismo sexo,
etc.
Su
principal legado legado consistió en enseñarnos que la sexualidad humana es el
ámbito donde confluye lo personal con lo político, lo privado con lo público y
nos demostró que como seres sociales pertenecemos a una sociedad que determina
con sus leyes, reglamentos y constituciones la interacción social de sus integrantes
y el ejercicio de la sexualidad no es la excepción.
Influyeron
en el desarrollo de estos pensamientos colectivos la circulación de libros y
autores que empezaron a estudiar el tema de la sexualidad humana como un tema
toral para el desarrollo social y terminaron
por descubrir que dentro de principales cadenas de opresión social no solamente
se encontraban las de índole económica, sino que en realidad la verdadera
opresión eran de índole psicológica.
Las
tesis marxistas fueron retomadas y ampliadas para desmenuzar el proceso de
control social logrado a través de la ideología. El libro de Louis Althousser
Ideología y aparatos ideológicos de Estado jugó un papel determinante para
reconocer este proceso de ideologización social a través del cual se lograba difundir la
ideología de la clase dominante.
Pero
los libros de Wilhelm Reich fueron los que más aportaron para descubrir el
vínculo existente entre la represión de la sexualidad y el control social. Sus
libros la lucha sexual de los jóvenes, La función de orgasmo, Psicología de
masas del fascismo, etc., cuestionaron duramente la moral existente en la
segunda mitad del siglo pasado y su tesis fundamental se resumía en el
planteamiento de que la represión de la sexualidad tenía un fin político de
control social, porque los individuos reprimidos en su sexualidad invertían su
energía en controlar sus impulsos sexuales y de esta manera no tenían energía
para realizar actividades de protesta política.
Mucho
se puede polemizar en torno a estos planteamientos, pero lo que quiero rescatar
en este punto es que los movimientos de liberación sexual del siglo pasado pusieron
en el centro de la atención la vinculación existente entre lo personal y lo
político. Los movimientos feministas de aquellos años nos mostraron con claridad
que la sexualidad humana era el punto donde
confluían lo personal con lo político, lo privado con lo público.
En
consecuencia, la lucha por la despenalización del aborto, la lucha por el
matrimonio entre personas del mismo sexo, la lucha en contra de la violencia
hacia las mujeres y del feminicidio se pueden considerar como luchas políticas.
En
esa línea de pensamiento puede afirmarse que la lucha por la democracia, la
igualdad y la justicia no pueden desligarse de la lucha en contra de la
discriminación sexual, ya que la igualdad social debe incluir una equidad de
género.
La
lucha por un cambio social debe incluir la lucha por cambiar las imágenes que
tenemos acerca de lo que es un hombre y lo que es una mujer. Para construir estas nuevas imágenes de hombre y mujer es necesario destruir aquellas imágenes socialmente aceptadas de lo que es ser hombre y lo que es ser mujer, basadas en rígidos estereotipos que dan como resultado roles sexuales estereotipados, permeados de ideología machista en el contexto de una cultura patriarcal. La construcción de
una nueva sociedad basada en la democracia, igualdad y justicia debe incluir un
desaprendizaje de los roles sexuales que hemos aprendido a lo largo de nuestra
existencia porque éstos perpetúan la discriminación sexual y en consecuencia
debemos construir en esta nueva sociedad nuevos modelos, nuevas figuras de lo
que significa ser hombre y lo que
significa ser mujer, basados en las premisas del respeto interpersonal y equidad
de género.
Toda
persona que lucha por la democracia, la igualdad y la justicia en cualquier
país, debe empezar por aplicar estos principios al interior de su hogar, en su
relación con su pareja, con sus hijos, etc., porque todo cambio social empieza por el cambio individual. No puede lucharse por una democracia social si al interior del hogar existe tiranía patriarcal, machismo y violencia hacia las mujeres.
El
reconocimiento de esta necesidad social es lo que fundamenta la demanda de
educación sexual como una bandera de lucha en la construcción de una sociedad
mejor a la que tenemos actualmente. Una educación sexual que contribuya al conocimiento de los derechos sexuales que toda persona tiene.
No
puede existir un verdadero cambio social y la conquista de la democracia sin
pasar por la exigencia de una educación sexual dirigida a toda la población. La
importancia de la educación sexual radica en el hecho de que en nuestra
convivencia social cotidiana padecemos los efectos de la exclusión social, la
discriminación social, etc., las cuales se une la exclusión por motivos
sexuales, la discriminación sexual basada en cuestiones de género u orientación
sexual, la violencia sexual de la que son objeto las mujeres, las lesbianas y
homosexuales, el autoritarismo masculino que se padece en los hogares
familiares donde el padre es “el jefe de familia” y quien dice la última
palabra, el trato desigual que reciben nuestra niñez y juventud, por su pertenencia a un género determinado, etc.
Pero
debemos tener cuidado del modelo de educación sexual que elijamos promover en
nuestras comunidades, porque la tendencia que se observa es aceptar programas
de educación sexual pero enfocados dentro de la educación para la salud reproductiva, los cuales solo incluyen contenidos relacionados con la reproducción y formas de evitarla. Refieren factores individuales como los únicos importantes, dejando de
lado los aspectos sociales, culturales e inclusive económicos. El resultado es
la promoción de un modelo de sexualidad androcéntrica, heterosexual y genitalista.
La
sexualidad se equipara a enfermedad como algo que se tiene que curar y se
legitima un solo tipo de relación: el de la pareja heterosexual y monógama,
silenciando la sexualidad femenina, privilegiando la práctica del coito como la
más valiosa.
Los
programas de educación sexual deben evitar la biologización o la
psicologización y la manera de lograrlo es retomar un modelo integral de
sexualidad humana que reconozca los aspectos biológicos, psicológicos y
sociales.
Una
educación sexual integral nos permite reconocer la gran diversidad sexual que existe
en nuestros días y cuando hablamos de diversidad sexual no nos referimos a
homosexuales y lesbianas en forma exclusiva. La diversidad sexual contemporánea incluye a heterosexuales,
homosexuales, lesbianas, transexuales, etc.
Una
educación sexual real debe inducirnos a una reflexión crítica acerca de nuestras
actitudes, creencias y vivencias relacionadas con el ejercicio de nuestra
sexualidad, para lograr un autoconocimiento y autoaceptación que conduzca a un empoderamiento individual y colectivo. Debemos desaprender mucho de lo que nos han enseñado para reconstruir nuevas imágenes de lo que significa ser hombre o ser mujer. Una
educación sexual permite avanzar en el proceso de autoconocimiento y autoaceptación,
además permite una aceptación de los demás dentro de un
marco social establecido.
Una
educación sexual integral se define como un proceso de cambio personal y cambio
social. La verdadera educación sexual integral permite cambios de actitudes y
valores humanísticos. Genera seguridad, propicia la autonomía, el juicio
crítico, la convivencia enriquecedora.
Una
educación sexual integral permite educar a las personas acerca de su condición
de ser humano con derechos sexuales tales como: libertad sexual, autonomía
sexual, privacidad sexual, igualdad sexual, placer sexual, expresión sexual,
asociación sexual, derecho a información sexual y sobre todo el derecho a hacer
elecciones reproductivas y responsables (Declaración sobre los derechos
sexuales. Congreso de la ASOCIACIÓN mundial de Sexología realizado en Valencia,
España en 1997 y ratificada en Hong Kong en 1999).
Este
es el fundamento teórico y legal que impulsa los movimientos actuales que luchan
por la despenalización del aborto a nivel internacional, ya que están en
sintonía con el derecho de toda persona a la autonomía sexual, a la libertad de
tomar elecciones reproductivas libres y responsables, el derecho a decidir qué
hacer con su cuerpo sin dejarse influir sobre los demás.
Detrás
de estos movimientos que demandan educación sexual está una masa de
conocimientos científicos derivados de múltiples investigaciones que han
logrado desmitificar el tema de la sexualidad humana y han concluido en la
redacción de una declaración de derechos sexuales. La
educación sexual integral es hoy una respuesta al derecho sexual de toda
persona de recibir información sexual basada en investigaciones científicas.
La
educación sexual es hoy una demanda social que debe enarbolarse por todo
luchador social (hombre o mujer) que aspire a construir un mundo en donde realmente impere la
democracia, la justicia y la igualdad social. Apoyemos el cambio social
educándonos en sexualidad humana para construir una sociedad basada en un
verdadero respeto hacia todas las personas
sin discriminación alguna.
https://www.uaeh.edu.mx/docencia/VI_Lectura/licenciatura/documentos/LECT101.pdf.
https://sxlgsf.org/declaracion-universal-de-los-derechos-sexuales/
muy interesante, PROF.
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