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jueves, 8 de agosto de 2019


En defensa de las mujeres:
Oscar Yescas Domínguez
8 de agosto del 2,019

Antes de leer este artículo quizá más de una persona se pregunte: ¿Puede un hombre escribir un artículo en defensa de las mujeres? Yo respondería esa hipotética pregunta afirmando que sí ya que no es una cuestión de género observar cada día la desaparición, asesinato, violación y violencia hacia “nuestras” mujeres: madres, esposas, hermanas, primas, tías, sobrinas, hijas, nietas, cuñadas, compañeras, vecinas, amigas, etc. La violencia hacia las mujeres no sólo afecta a ellas, sino que nos afecta a todos en general y estamos en un punto en el que ya es imposible ser indiferente, fingir que no pasa nada, que todo “es normal”.
Ahora, el título de este artículo no intenta introducir una connotación machista en ningún momento, las mujeres pueden defenderse por sí mismas y la historia ha mostrado muchos ejemplos de valentía, determinación y coraje que ha demostrado las mujeres para defender sus derechos y cambiar la historia. De hecho sin la participación de las mujeres no habríamos tenido los grandes cambios que registra la historia.
Elegí este título porque pienso que la cultura patriarcal está tan arraigada en varios hombres al grado de que muchos hombres menosprecian la voz de las mujeres y ponen más atención a la voz de un hombre, a ese grado hemos llegado.
Dicho lo anterior, entramos directamente al tema que deseo destacar para llamar la atención pública sobre un problema social no reconocido por todos los que integramos nuestra sociedad contemporánea.
Diariamente leemos en la prensa, vemos en la televisión o nos enteramos por medio de nuestra principal fuente de información actual que son las redes sociales, acerca de numerosos casos de mujeres abandonadas, maltratadas, golpeadas, violadas, asesinadas, descuartizadas, decapitadas, etc., y poco a poco va desapareciendo en nuestro interior aquella sensación de que ese tipo de tragedias no nos tocaría a nosotros o a las mujeres que son parte de nuestra familia.
En un pasado no muy lejano pensábamos que ese tipo de tragedias sólo le pasaría a gente desconocida, pero en los últimos años y de manera paulatina hemos perdido la tranquilidad que gozábamos porque estamos viendo que los ataques a las mujeres suceden con mayor frecuencia cada vez y cada día conocemos casos de gente cercana que ha sufrido algún caso de violencia a la mujer, por lo que la sensación de inseguridad crece cada día tanto para hombres como para mujeres, porque los padres nos preocupamos cada vez que nuestras hijas salen de noche o nuestras esposas tardan en llegar, nuestras hermanas se encuentran fuera de casa, etc.
Solo quien no quiere ver lo que está enfrente de nuestros ojos, o sea, la violencia hacia las mujeres, puede permanecer indiferente ante la angustia, temor y pánico que experimentan cientos de miles de mujeres al caminar solas por las calles de nuestras ciudades y colonias, sentimientos que experimentan ya sea porque están conscientes de los múltiples casos de desapariciones de mujeres, de secuestros, violaciones, asesinatos, acoso sexual, o porque en su historia personal han atravesado alguna vivencia de este tipo.
Si todavía se piensa que el problema no es tan grave, acudamos a ver las cifras de casos de violencia hacia la mujer. Internet está a nuestro alcance y cualquier buscador nos proporciona información sobre este tema.
México despunta en las cifras. Según cifras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia física o sexual, principalmente a manos de una pareja sentimental siendo el abuso más generalizado de los derechos humanos. Las estadísticas oficiales del Sistema Nacional de Seguridad Pública confirman un alarmante crecimiento del feminicidio en el 2,019, sobre todo en estos últimos tres meses (mayo, junio y Julio). Ante este panorama imparable de asesinatos Amnistía Internacional en México, ha lanzado una campaña #JuntasHastaLaVida, que busca colocar los asesinatos de mujeres en el centro de la agenda pública del país.
En México se registra un promedio diario de nueve feminicidios, esto quiere decir que cada dos horas y media una mujeres es agredida en nuestro país. Puede ser cualquier mujer, una desconocida, una amiga o algún miembro de nuestra familia, pero cabe destacar que el mayor número de casos de violencia hacia la mujer se registra en segmentos poblacionales con mayor marginación social y económica.
El feminicidio es la forma más extrema de violencia hacia la mujer, es la expresión de la violencia de género, de un género a otro, de hombres hacia mujeres y este problema social ha crecido de manera sostenible desde 2,015, al grado de que en 427 municipios en 17 Estados del país se ha decretado la alerta de género, lo cual no ha impedido que siga incrementándose el número de mujeres asesinadas por manos de hombres.
Para tomar consciencia del problema de la violencia hacia las mujeres, tan sólo basta darle voz a ellas, preguntarles cómo se sienten, qué opinan sobre estos problemas, si han sido objeto de algún tipo de agresión y en verdad les digo, los hombres nos sorprenderemos con las respuestas que recibamos de las mujeres.
En la clase de educación sexual que impartía en la Universidad de Sonora antes de obtener mi jubilación, discutíamos temas como el acoso sexual callejero y solicitaba a mis alumnos (la mayoría eran mujeres), que describieran alguna experiencia personal relacionada con el acoso sexual callejero. Al leer sus trabajos quedé impactado y realmente conmovido por la descripción de sentimientos de rabia, impotencia, temor, angustia y coraje que las mujeres estudiantes reflejaban al describir una vivencia de ese tipo.
Todas mis alumnas sin excepción habían sido objeto de acoso sexual, un buen porcentaje de ellas había sufrido algún tipo de violencia sexual en el pasado o en la historia reciente y lo mantenían muy oculto dentro de ellas mismas, por lo que el ejercicio fue catártico para varias porque algunas afirmaban que con la discusión grupal habían descubierto que no era normal ser objeto de este tipo de agresiones como la gente cercana les había dicho en su momento (madres, abuelas, tías, etc.), al pedirles que guardaran silencio, que no dijeran nada, que “ a todas las mujeres les pasa”, que “así son los hombres”, etc.
De los múltiples casos de acoso sexual callejero no se dice nada en la prensa o televisión y la mayoría de las mujeres sufre en silencio esta violación a sus derechos porque si llegan a protestar de inmediato enfrentan una tendencia social de culpabilización de la mujer de las acciones de acoso sexual del hombre ya que les dicen que ella es la que está provocando con su vestimenta o forma de caminar el que los hombres se le acerquen con intenciones sexuales.
Por ese motivo miles de mujeres no denuncian las agresiones de que son objeto, es lo que se conoce como la “cifra negra” de la violencia hacia la mujer.
Acerca de los asesinatos de mujeres nos enteramos principalmente a través de las redes sociales porque la prensa, radio y la televisión guardan un cómplice silencio, y como buenos mercaderes solo priorizan aquellas notas informativas “que sí venden”, es decir, aquellas noticias que les puedan generar aumentos en su rating de lectores o televidentes.
Una mujer desaparecida no es noticia alarmante piensan algunas personas, quizá se fugó con su amante dicen las autoridades ante la denuncia que hacen sus familiares sobre su desaparición, el cadáver de una mujer apareció, quizá ella se lo buscó intentan justificar su homicidio, etc. Terribles y aberrantes justificaciones que intentan victimizar a la mujer a toda costa y evitar la investigación de las causas reales de su desaparición o asesinato.
La insensibilidad, la indiferencia y la impunidad ante la violencia que reciben las múltiples formas de violencia hacia las mujeres nos ha llevado a un punto en el que tenemos el triste privilegio de que México encabece la lista en el continente americano como el país que tiene el mayor número de mujeres asesinadas al año.
El incremento de asesinatos de mujeres en México deberían reconocerse como casos de feminicidio y por lo tanto, procedería la implementación de una alerta de género por parte de las autoridades en varios Estados de nuestro país, pero eso no sucede de manera eficiente y oportuna por lo que nuestras mujeres siguen corriendo riesgos cada día y cada hora que salen de sus casas.
Algunos podrán decir que la violencia que padecemos en México y el alto número de mujeres asesinadas no es un problema de género ya que los hombres también son secuestrados, asesinados, mutilados, y desaparecidos porque la violencia social se ha incrementado de manera incontrolable y nos afecta a todos los mexicanos sin importar si se es hombre o se es mujer. Otros más, se van al extremo de hablar de un “masculinicidio” cuando afirman que miles de hombres también son asesinados.
Tienen algo de razón quienes así piensan, pero olvidan tres datos muy importantes: los hombres que son asesinados en nuestro país, la gran mayoría han encontrado la muerte a manos de otros hombres, ellos no sufren violaciones múltiples antes de ser asesinados como suele suceder con las mujeres y los hombres no son asesinados por ser hombres, como sucede con las mujeres que son víctimas de violencia y homicidio, por el simple hecho de ser mujer. Los hombres tampoco sufren acoso sexual callejero, ni son secuestrados para ser violados por parte de otros hombres por el simple hecho de caminar solos por la calle.
Debemos reconocer que tan solo por su condición femenina las mujeres en nuestra sociedad contemporánea se colocan en un riesgo constante de ser objeto de violencia de todo tipo, en cualquier lugar ya sea público o privado, porque la violencia doméstica y sexual también es alarmante ya que los casos de abuso sexual son cometidos en su mayor porcentaje por algún miembro de la familia o cercano a ella.
Pero ¿Cuál lugar no es conflictivo y peligroso para las mujeres? Los espacios públicos representan un riesgo para las mujeres que caminan solas sin un guardián masculino que “las proteja”, pero también los espacios privados han sido escenarios de violencia hacia las mujeres: lugares de trabajo (acoso sexual laboral), escuelas y universidades (acoso sexual de maestros), el hogar (los principales violadores son algún familiar o alguien cercano a la familia).
Como Psicólogo social de profesión, siempre he combatido la idea predominante en el conocimiento popular que afirma que cada persona “tiene su propia realidad social” y que cada quien construye su destino. Evidentemente todos formamos parte de un sistema social en el cual coexisten diversos fenómenos sociales que se encuentran interconectados debido a procesos de interinfluencia social en la que lo social determina lo individual.
Desde la perspectiva marxista los hombres y las mujeres entablamos relaciones sociales en función de nuestra adscripción a un medio de producción, estos medios de producción se encuentran regidos por un modo de producción que en nuestro caso es el sistema capitalista, donde existe la propiedad privada sobre los medios de producción.
No importa si se es hombre o si se es mujer, ambos géneros sufren la desigualdad social y son objeto de exclusión económica si no son propietarios de algún medio de producción. Desde este enfoque la realidad es la misma para todos los que pertenecemos a la sociedad contemporánea, una realidad excluyente, que promueve una desigualdad económica, enriqueciendo a los propietarios de los medios de producción a través de la explotación laboral de los trabajadores.
Pero sumado a esta desigualdad social debemos reconocer que existe otro tipo de opresión y desigualdad que afecta sólo a la mitad de nuestra población, es decir, afecta sólo a las mujeres, esta desigualdad es de tipo sexual. Cuando nos adentramos en el terreno de la sexualidad humana es cuando nos percatamos de que nos encontramos con una condición social diferente en ambos géneros. En pleno siglo XXI en la sociedad contemporánea, los hombres son percibidos de una manera diferente a la forma como son percibidas las mujeres, la realidad social se percibe y se vive de manera diferente por parte de hombres y mujeres. Esa diferencia es la que marca la desigualdad sexual, es lo que se conoce como inequidad de género.
Este es el motivo por lo cual he llegado a un punto en el cual debo aceptar que existen realidades diferentes para los hombres y para las mujeres, ya que en nuestra sociedad contemporánea no es lo mismo ser hombre que ser mujer, pues existen realidades sociales distintas para cada género porque se recibe un trato social diferente para cada uno.
Lamentablemente estas diferencias no solo son de percepción, son en realidad diferencias de trato social, que llegan al extremo de aumentar la desigualdad social en perjuicio de las mujeres que tienen menos privilegios y derechos que los hombres, por lo que sufren una doble opresión y exclusión: son víctimas de la desigualdad económica imperante en el capitalismo que afecta a hombres y mujeres y al mismo tiempo son víctimas de una desigualdad sexual en función de su pertenencia al género femenino.
Esto lo podremos confirmar si tan sólo observamos la forma como nos relacionamos con las personas que nos rodean, especialmente si observamos a las mujeres, en los términos que nos decía John Lennon en su canción Woman is the nigger of the world, if you don´t believe it, take a look at the one you are with. (la mujer es la negra del mundo, si no lo crees mira a la que está contigo).
Ser hombre en nuestra sociedad es garantía anticipada de gozar de múltiples privilegios que las mujeres no disfrutan: mayor libertad sexual, mayor permisividad en el aprendizaje sexual precoz, mayores y mejores oportunidades diversión, estudio, trabajo, son menos juzgados socialmente, no corren riesgo de ser objeto de acoso sexual o violaciones, etc.
En cambio las mujeres son juzgadas y condenadas si tienen un aprendizaje sexual precoz, son estigmatizadas y desvalorizadas socialmente si ejercen con libertad su sexualidad. Si una mujer tiene varias parejas sexuales se le considera una puta, en cambio si un hombre tiene varias parejas sexuales simultáneamente, se le festeja y se le considera que “todo un hombre”, etc.
En cambio, ser mujer es ser objeto no sólo de múltiples restricciones y violaciones a sus derechos como ser humano, también es estar en constante riesgo de violencia sexual, maltrato físico, psicológico y hasta perder la vida por el simple hecho de ser mujer.
El hecho innegable y realmente doloroso es que cada día desaparecen en México, Latinoamérica y en el mundo entero, cientos, miles de mujeres jóvenes, algunas de ellas aparecen después sus cuerpos con señales de violación y golpes. Una gran mayoría desaparece sin dejar rastro, dejando tras de sí el dolor de sus familiares. Otras más son víctimas de la trata de blancas, es decir, secuestradas para ser obligadas a prostituirse.
Nos encontramos entonces ante un grave y gran problema social que no sólo afecta a las mujeres, afecta a la sociedad en su conjunto porque una mujer es la hija de alguien, la esposa de alguien, la hermana de alguien, es decir, las mujeres no están solas, son parte de una familia nuclear y de una familia extensa, pero sobre todo son parte de una comunidad social.
Una comunidad que debería proteger a sus integrantes ante cualquier tipo de agresión que sufran, entonces el problema de violencia hacia las mujeres no es un problema individual que solo afecte a ellas, y tampoco es un problema que solamente les corresponda solucionar a las mujeres.
Algunos podrán decir que la seguridad pública y la prevención de delitos es responsabilidad de las autoridades su atención, castigo y prevención. Pero los feminicidios y en general, la violencia hacia las mujeres es un problema que rebasa el ámbito jurídico ya que tiene un origen cultural.
Es en realidad un problema social en el cual existe una corresponsabilidad social lo que quiere decir que todos sin excepción, tanto hombres como mujeres, debemos tomar la iniciativa y participar en aquellas acciones que conduzcan a eliminar el problema de la violencia hacia las mujeres.
¿Cómo hemos llegado a este punto en el cual por el simple hecho de ser mujer se es objeto de diferentes tipos de agresiones y la mayoría de la población lo toma como algo normal?
¿Cómo podríamos proteger a las mujeres de esta violencia irracional de la que son objeto?
¿Cómo podríamos ayudar en forma individual para garantizar que en un futuro no ocurran agresiones sexuales y asesinatos de mujeres?
¿Qué debe hacerse para cambiar esta situación?
De los factores que han influido para que el problema del feminicidio crezca en forma imparable podríamos señalar en primer lugar, la indiferencia que existe sobre este problema social, una indiferencia que no es exclusiva de las autoridades, sino que también se observa en la sociedad que no reconoce ni acepta la magnitud de este problema.
Ha influido también una lentitud en el proceso de aplicación de las leyes y sobre todo la presencia de una tendencia a culpabilizar a la mujer de la agresión de la que es objeto, intentando probar que “ella fue la que provocó a los hombres”. Ha habido casos en los cuales algunas mujeres han reportado en varias ocasiones haber sido objeto de agresiones de sus parejas sin recibir apoyo de autoridad alguna y al poco tiempo aparecen asesinadas.
La poca importancia que se le ha dado al problema de la violencia hacia las mujeres se refleja en el hecho de que la atención a esta problemática se hace con recursos limitados en los tres niveles de gobierno. Esto ha propiciado que aumenta la impunidad de los hombres que agreden a las mujeres.
La vigencia de roles sexuales estereotipados que encasillan a la mujer inculcándoles como principal virtud la belleza y como característica principal la obediencia al hombre, también aportan su cuota para lograr estos crímenes generados por la violencia hacia la mujer
Podría extenderme acerca de las causas que originan este problema social, pero hacerlo implicaría extender demasiado este artículo. Sólo me limitaré a señalar que las causas son múltiples y que en los hechos podría afirmarse que el Estado Mexicano no ha cumplido con su responsabilidad de identificar, procesar y sancionar a los responsables de feminicidio y la violencia de género, como tampoco brinda y ofrece un proceso de reparación del daño ni garantía de no repetición.
Para dar una respuesta adecuada a este problema de la violencia hacia la mujer debemos exigir que las autoridades asuman su papel en el castigo y prevención de los delitos evitando culpar a la mujer que es objeto de agresión de cualquier tipo y realmente investigar para sancionar al o los responsables.
El Estado debe proporcionar seguridad pública y estamos ante un grave problema social que no se resolverá emitiendo declaraciones, ya que requiere acciones concretas tales como capacitar al personal responsable de investigar este tipo de delitos.
Se requiere lograr una coordinación entre diferente instancias gubernamentales de los tres niveles de gobierno para lograr la construcción de un modelo de atención integral al problema del feminicidio.
También se requiere la incorporación en las labores de prevención de la violencia hacia la mujer, de académicos, investigadores y sociedad civil, de tal forma que con los esfuerzos conjuntos se logre construir una atención integral que permita la implementación de políticas públicas.
El Estado mexicano debe cumplir con la necesidad de proteger a los ciudadanos mexicanos y en este caso en particular a las mujeres que forman parte de nuestra población y una alternativa urgente es la de promover programas y cursos de educación sexual integral en todos los niveles de educación formal y exigir que éstos formen parte de los programas de capacitación laboral en todas las organizaciones formales de nuestro país. Finalmente, cada ciudadano puede contribuir a defender a nuestras mujeres, lo que es lo mismo, que defendernos a nosotros mismos, cambiando la forma como educamos a nuestros hijos evitando darles mayores libertades y derechos a los hombres, promoviendo una educación igualitaria a hombres y mujeres, enseñando tanto a unos como a otras, a defender sus derechos en cualquier lugar y momento, es decir, practicando la construcción de la democracia en el espacio privado de lo familiar.

Democracia y educación  sexual
Oscar Yescas Domínguez
https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/10/democracia-yeducacion-sexual-oscar.html

La educación en sexualidad humana como contribución al cambio social

Oscar Yescas Domínguez
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Día internacional contra la violencia de género
Oscar Yescas Domínguez
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La construcción social de la equidad de género
Oscar Yescas Domínguez
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La “revolución sexual” de la pornografía
Oscar Yescas Domínguez
https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/09/la-revolucion-sexual-dela-pornografia.html

¿Liberación femenina o liberación social?
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/03/liberacionfemenina-o-liberacion-social.html

Ejercicio grupal Ventajas y desventajas
Feminicidios, cada vez con más saña y violencia: INEGI

2019: Un año que ya se ve marcado por feminicidios en EDOMEX y CDMX
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