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viernes, 25 de septiembre de 2020

 

La desigualdad social y la tozudez al desnudo

Oscar Yescas Domínguez

25 de septiembre de 2,020



Algo que aprendí durante los 33 años que trabajé como profesor-investigador de tiempo completo en la Universidad de Sonora es que para ser científico no es suficiente la imagen estereotipada del “intelectual” que usa lentes (como muestra del desgaste visual por tantas horas dedicadas a la lectura), rostro con barba y uso de bata blanca.

Ser científico es realmente una actitud hacia la vida que requiere estar en una constante “alerta epistemológica” como lo plantea Gastón Bachelard en su libro La formación del espíritu científico. Esta alerta epistemológica se da en diferentes niveles, el primero de ellos es el mantener una actitud vigilante y reconocer en los hechos de nuestra vida cotidiana los problemas sociales que afectan a nuestra comunidad. Hechos que para la mayoría podrían pasar desapercibidos o considerados como “normales” pero que representan los síntomas de un verdadero problema social.

El segundo nivel de la alerta epistemológica es elegir adecuadamente las fuentes de información que nos ayudan a reconocer el entorno social en el que nos encontramos. Este nivel adquiere una gran importancia debido al tsunami de información que recibimos todos los días a través de redes sociales, twitter, televisión, prensa, radio, etc.

Un tercer nivel de la alerta epistemológica sería elegir adecuadamente los métodos de investigación para abordar el problema social y realizar una intervención que contribuya a generar consciencia del problema detectado y contribuir su solución.

La epistemología estudia los fundamentos y métodos del conocimiento científico y nos ayuda a reconocer los conocimientos no científicos de los conocimientos científicos, considerando los aspectos histórico, social y psicológico. Partiendo de las premisas anteriores y considerando que la observación es una de las técnicas que forman parte de los métodos de investigación, quiero compartir lo siguiente:

Hoy salí de mi casa a recoger unas medicinas del Hospital Isssteson, en la entrada de la farmacia del nosocomio se encuentra un joven con una carreta en la que vende miel de abeja y productos derivados de la misma. Cada vez que voy lo encuentro en ese lugar y siempre en la misma posición, sentado, encorvado, sin usar cubrebocas, mirando su celular completamente abstraído del lugar donde se encuentra. Sólo si alguien se acerca a pedirle un producto es cuando sale de su abstracción, aparentemente el mundo no existe a su alrededor.

Todos los días de la semana está en su puesto de venta, firme como un soldado, sin quejarse, abstraído en su teléfono celular, sin importar las altas temperaturas como las de hoy que llegaron a los 43 grados centígrados, sólo protegido de los rayos del sol por las sombras del árbol junto al cual colocó su puesto de ventas. Anteriormente estaba otro joven en ese mismo puesto, con aquél me hice su cliente y regularmente le compraba miel de abeja que me encanta, aún cuando soy diabético. Ahora está este chico que luce aún más joven e inexperto, hoy que fui por medicinas al Hospital Chavez, al verlo el día de hoy recordé a la cantante argentina Mercedes Sosa cantando a mi oído “En este momento, hay un niño en la calle".



Por las recientes lluvias en Hermosillo se elevaron las temperaturas y llegaron a hoy a los 43 grado centígrados por lo que hacía un calor insoportable. Quizá para la mayoría no sea algo notable o digno de comentario alguno ver a este joven, porque hay miles como él o mas bien, millones como él trabajando porque no les queda de otra. ¿qué tiene de extraordinario si por las calles de nuestras ciudades hay cientos o miles como él?

Desde una perspectiva psicosocial representa una imagen de la desigualdad social que aún sigue siendo invisible para millones de personas en pleno siglo XXI, algo que en lo personal considero inaceptable y me niego a que sea parte de la “normalidad” de nuestras vidas, porque representa una violación a los derechos humanos de nuestra juventud.

De manera inevitable la imagen me hizo recordar cuando trabajaba como profesor universitario y les decía a los alumnos que tomaron mis seminarios, que ellos eran unos jóvenes privilegiados que disfrutaban de la oportunidad de asistir a la Universidad a estudiar, una oportunidad negada a millones de jóvenes en nuestro país y en el mundo entero y que sin embargo, veía a algunos de ellos que perdían su tiempo y desaprovechaban esa oportunidad al no tomar en serio su condición de estudiantes universitarios, al ver que algunos se presentaban a clases sin haber leído los materiales o al no entregar las tareas asignadas.

Ver a este joven pasar la mayor parte del día en ese lugar a la intemperie y en esa posición me parece un claro ejemplo de los crímenes de la paz social que nos denunciaba el psiquiatra italiano Franco Basaglia cuando afirmaba que la paz social que disfrutábamos se basaba en el ejercicio de una serie de crímenes sociales que se cometían en su nombre. Enriquecimiento de unos cuantos a costa de la pobreza de millones de miembros de nuestra sociedad, si alguien protesta por el desempleo, bajos salarios, corrupción, antes de llegar al poder Andrés Manuel López Obrador al poder, se criminalizaba la protesta y trataba a protestantes como delincuentes que “alteraban la paz social”.

Pensemos de manera objetiva: ¿Acaso no es un crimen privar a nuestra juventud del derecho a la educación, del derecho a la alimentación, del derecho al deporte, del derecho al esparcimiento, del derecho a un trabajo digno? ¿Para alguien tiene sentido la declaración universal de los derechos humanos?, le pregunto a quienes leen estas líneas ¿conocen sus derechos humanos?

Cuando en mis cursos de educación en sexualidad humana les preguntaba a mis alumnos si conocían sus derechos sexuales, me miraban perplejos como diciendo ¿tenemos derechos sexuales?, luego les preguntaba si conocían sus derechos humanos y sólo unos cuantos atinaban a mencionar agún derecho, pero era evidente que ignoraban la declaración universal de los derechos humanos, algo inconcebible en pleno siglo XXI. https://www.un.org/es/universal-declaration-human-rights/

Si esta ignorancia se observaba en estudiantes universitarios, ¿qué podemos esperar de una inmensa mayoría de los mexicanos que como, el joven de esta imagen, no tuvieron la oportunidad de asistir a una universidad para educarse y se vieron obligados a salir de sus casas para trabajar conseguir dinero y poder subsistir?

La mayoría de las personas utiliza sus teléfonos celulares para navegar y distraerse pero no para educarse o informarse. El resultado es que la ignorancia está presente en un momento histórico en el que a la sociedad en la que vivimos se le llama “sociedad de la información”, triste realidad, pero así es, tenemos toda la información a nuestro alcance pero no somos capaces cambiar nuestra actitud pasiva y desarrollar al investigador que todos tenemos dentro para acceder a ese mundo de información, autoeducarnos, empoderarnos y cambiar la asimetría del poder que nos mantiene en condiciones de opresión social.

Quienes no tuvieron la oportunidad de ir a la universidad, hoy en día pueden estudiar por su cuenta y autoeducarse para desarrollar una visión más amplia, objetiva y crítica de la realidad circundante, de tal forma que tome consciencia de que su condición socioeconómica no es resultado de fallas en su desempeño individual, sino que son fallas del sistema social que aplica políticas neoliberales que tienden a aumentar la desigualdad y exclusión social, generando mayor pobreza social. Si actuamos con una actitud diferente a la mayoría pasiva y conformista y tratamos de hacer la diferencia , al reconocernos como integrantes de una comunidad que enfrenta problemas sociales que podremos solucionar si actuamos en forma organizada y colectiva para lograr un cambio social.

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/serdiferente-la-alternativa-hacia-el.html

El hecho de que para la mayoría de la población les provoque indiferencia el ver a jóvenes como éste que encontré vendiendo miel de abeja, confirma lo que decía Zygmunt Bauman cuando nos habla de la ceguera moral en la que vivimos (en el libro del mismo nombre Ceguera moral), que nos hace indiferentes al sufrimiento ajeno, esta ceguera nos impide darnos cuenta de que nuestra sociedad está enferma y que nos presenta síntomas de que algo está mal, pero no los reconocemos como síntomas de una enfermedad social porque nos enfrentamos a una creciente adiaforización, aquel término que acuñó Bauman para explicar esta indiferencia social: “hacer que el acto y el propósito de dicho acto, se vuelvan moralmente neutros o irrelevantes”. La adioforización nos hace situar ciertos actos sociales (como la pobreza o enriquecimiento ilícito) fuera del eje moral-inmoral, es decir, fuera del universo de obligaciones morales y al margen del ámbito de los fenómenos sujetos a la evaluación moral.

Ver la riqueza ofensiva de ciertos personajes como Carlos Slim, Carlos Salinas de Gortari y muchos más, junto al empobrecimiento colectivo de millones de personas que tienen en común el experimentar un sufrimiento colectivo, son hechos que no debemos ver con indiferencia alguna, si somos seres humanos, debería provocarnos indignación colectiva.

Ver los casos de injusticia social cometida en contra de la población mexicana como la tragedia de la Guardería ABC donde fallecieron 49 niños y van 11 años de impunidad, no podemos tomarlo con una actitud de indiferencia, debería hacernos sentir deseos de luchar por obtener justicia. Igual sucede con otras injusticias sociales, como los feminicidios en México, la desaparición de 43 estudiantes normalistas en Ayotzinapa, Guerrero, la huelga de mineros de Cananea con 13 años de duración, etc.

Sin embargo la sociedad de consumo nos ha hecho tan individualistas que sólo nos preocupa alcanzar nuestra felicidad personal a través del consumo como estilo de vida, indudablemente que el consumo puede lubricar las ruedas de la economía, pero cuando obstaculiza el engranaje del desarrollo de una conducta moral, contribuye al desarrollo de una sociopatología, en la cual tiene más valor un automóvil nuevo que la vida de un niño de la calle. La exclusión social de nuestra juventud en particular y de la población en general es un indicador de que algo no está funcionando bien en nuestra sociedad, como organismo social nuestra sociedad está enferma y nos presenta varios síntomas de mal funcionamiento que tendemos a ignorar pero que debemos hacer algo para remediarlo y no seguir viviendo en una sociopatología en la cual lo normal tiende a ser anormal (adaptación social a las injusticias) y lo anormal es o debería ser, lo normal (rebelarse, indignarse, protestar, etc.).

Caminar al lado de este joven vendiendo miel de abeja fuera del hospital y verlo con una total indiferencia es parte de esa ceguera moral, lo vemos pero no lo vemos, lo miramos pero no nos importa, somos indiferentes totalmente a sus necesidades.

Por otro lado, parte del aprendizaje de la pandemia del covid es que debemos estar conscientes de que que somos seres sociales, no estamos solos, formamos parte de una colectividad al interactuar en diferentes ámbitos de convivencia social, que pertenecemos a una comunidad y que nuestra salud depende del comportamiento de los demás, al igual que la salud de los demás depende de nuestro comportamiento individual.

Pertenecer a una sociedad en la que existe un sufrimiento colectivo por la desigualdad social debe hacernos tomar consciencia de que no podemos ser felices sin habernos quitado esa adioforización que nos hace ver con gran indiferencia los problemas sociales, el sufrimiento por el que atraviesan miles de personas, como el joven vendedor de miel de abeja.

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/07/lafelicidad-personal-y-el-compromiso_29.html

Con la pandemia han aumentado las personas mendigando en la calle, la pandemia desnudó la desigualdad en nuestra sociedad al quitarle el vestido de invisibilidad social, como aquel Rey que posaba desnudo y sus lacayos alababan el color de su vestimenta, el covid contribuyó a visibilizar la pobreza porque ésta aumentó con la desigualdad social al grado de ser inocultable.

Mientras millones de mexicanos privilegiados o gozando de privilegios logrados con toda una vida de trabajo, pudimos quedarnos en casa cómodamente, siguiendo las instrucciones de las autoridades sanitarias de quedarse en casa, guardar distancia, usar gel antibacterial, salir sólo si era necesario y cuando lo hiciéramos usar cubrebocas.

Otros millones de personas como este chico que vende miel afuera del Hospital Chávez, tuvieron que salir porque no tenían lo necesario para quedarse en casa y necesitaban salir a trabajar para conseguir comida. (esto fue lo que permitió visibilizar la desigualdad social, porque el quedarse en casa se reveló como un privilegio de clase, que no todos pudieron realizar.)

Pero también hubo otros millones que se quejaron de no aguantar el encierro desobedecieron las instrucciones de las autoridades sanitarias y salieron antes de tiempo, no usaron cubrebocas, visitaron familiares, los abrazaron, festejaron cumpleaños, celebrando la vida provocando la muerte de varios de ellos mismos por el contagio de aquellos pacientes asintomáticos que por no tomar las precauciones dichas millones de veces en estos últimos seis meses, lograron aumentar las estadísticas de personas contagiadas y lograron contagiar a su familia que se quedó en casa cuidando su salud, pero fueron afectados por sus propios familiares quienes les dieron el beso de la muerte al regresar. Con todos esos comportamiento de gran irresponsabilidad social sólo contribuyeron a aumentar el número de contagios y de muertos por covid y la prolongación innecesaria de la cuarentena.

El semáforo cambió de color y al ponerse amarillo, una gran cantidad de personas sale a las calles, como si salieran de una prisión y lo más lamentable que reflejan que no aprendieron de la experiencia porque varias personas salen sin usar cubrebocas o los usan mal exponiendo su nariz y algunos llegan al extremo de usar el cubrebocas como guardabarbilla, es decir, dejan libre nariz y boca al usarlo debajo de sus mandíbulas.

En varios países que bajaron la guardia y pusieron el semáforo en amarillo se tuvo que retroceder por nuevos rebrotes de contagios por covid y retrocedieron a la etapa de pedir a las personas que se quedaran en sus casas nuevamente.

En México varias personas actúan como si la cuarentena hubiera quedado atrás y no, regresará, se siente la libertad de salir de nuestras casas, se han reanudado las actividades en varios sectores no esenciales y circula más gente por nuestras calles. Aparentemente el peligro ya pasó, la pesadilla ha terminado, pero esto no es cierto, los riesgos están presentes. El hecho de que nos dieran permiso para salir a las calles no significa que volvamos a la normalidad previa al covid.

Podemos salir pero debemos incorporar nuevos comportamientos en nuestra conducta, estos nuevos comportamientos incluyen el permanente uso de cubrebocas (que cubra también la nariz, no solo la boca), el guardar distancia con las personas con las que nos encontremos, el usar gel antibacterial constantemente, evitar acudir a lugares donde exista concentración de demasiadas personas, no realizar reuniones en casa o acudir a otras reuniones donde se encuentren más de 10 personas, etc. Todo esto es ya sabido por todos, sin embargo, al salir de nuestras casas podemos observar en las calles de nuestras ciudades cientos personas sin cubrebocas en la calle, gente que no guarda su distancia en las filas de los bancos, cajeros automáticos, hospitales, oxxos, tiendas, etc.

El Secretario de Salud del Estado de Sonora advirtió que Sonora podría retornar a color rojo en el semáforo de riesgo epidemiológico de covid-19, debido a que diariamente se reciben reportes de centros recreativos llenos, festejos en oficinas y celebraciones con grandes aforos de personas. Esta situación se repite en varios estados de la república y me atrevo a pensar que en varios países también. No hemos aprendido de la experiencia de la pandemia, no hemos incorporado a nuestro comportamiento las conductas de prevención del covid y las posibilidades de rebrotes de la pandemia lejos de alejarse, aumentan cada día.

¿Cómo explicar esta tozudez de algunas personas que teniendo conocimiento de la necesidad de tomar las precauciones básicas para ser contagiado, insiste en ignorarlas? Me recuerda a las personas que violan las leyes de tránsito cuando circulan en sus vehículos, ignorando la luz roja, rebasando el límite de velocidad, conduciendo en estado de ebriedad o aquellas que sabiendo que el consumir tabaco afecta su salud y lo siguen haciendo aún después del covid que afecta las vías respiratorias, miles de personas siguen consumiendo tabaco.

En mis cursos de educación sexual les insistía que la información no es suficiente para cambiar el comportamiento de las personas y ponía el ejemplo de que sabemos que el uso de condones ayuda a prevenir el contagio de enfermedades de transmisión sexual y del sida, pero sin embargo, las estadísticas de varias investigaciones indicaban que la mayoría de las personas no usan condón, argumentando diferentes razones.

En resumen, estamos frente a dos problemas aparentemente sin conexión, pero en ciencias sociales, lo primero que se aprende es que todos los problemas sociales están relacionados entre sí porque son la expresión particular del funcionamiento de un sistema social. Abordarlos desde una perspectiva integral nos permite identificar formas de solucionarlos y en este caso los temas tocados en este breve escrito: desigualdad social y tozudez de algunas personas que se resisten a incorporar a sus comportamientos las medidas de prevención del contagio del covid, sólo pueden ser solucionados a través de la educación.

En el caso de la desigualdad social, la educación política que contribuya a la construcción de identidades sociales, al desarrollo de sentimientos de pertenencia a nuestra comunidad y a la identificación de que nuestros problemas personales tienen un origen en la implementación de las políticas gubernamentales y que por lo tanto, como lo personal es político, debemos realizar un empoderamiento individual y colectivo para participar en política.

La desigualdad social debe estar en el centro de la mesa de debates, los cambios logrados en México con la ascensión al poder de Morena y Andrés Manuel López Obrador han logrado una distribución más horizontal de la riqueza socialmente producida a través de la implementación de nuevas políticas y programas dirigidos a sectores desprotegidos. Son políticas y programas buenas pero realmente insuficientes en la medida de que representan sólo paliativos para disminuir los efectos nocivos de la pobreza, pero no atacan las causas estructurales de la misma ya que la desigualdad continúa presente y en crecimiento. Se necesita una verdadera transformación social en la que los cambios provengan de ambos lados y deje de ejercerse esa asimetría en el poder que fomenta un vínculo de dependencia hacia la autoridad en turno.

La educación para disminuir la desigualdad social empieza desde el ámbito de lo privado, iniciando con romper la acriticidad de la vida cotidiana en la que vivimos, desarrollando un pensamiento autónomo que nos permita observar y analizar críticamente el entorno social y reconocernos como sujetos históricos que podemos cambiar la realidad social si actuamos en forma unida, organizada y colectiva asumiendo una identidad como agentes de cambio social.

Esta educación debe incluir el conocimiento de los derechos humanos que posee toda persona y el reconocimiento de que sus derechos humanos están siendo violados con el crecimiento de la desigualdad social. Si las personas ignoran que tienen derechos, jamás protestarán si sus derechos son violados, pero si reconocen que sus derechos humanos están siendo violados, puede esperarse una reacción distinta.

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/01/el-agente-de-cambio-social-oscar-yescas.html

En el caso de la tozudez que se observa en parte de nuestra ciudadanía, la educación debe incluir los derechos humanos, la necesidad de participación en política y las responsabilidades que todos tenemos al formar parte de una ciudadanía que comparte un espacio geográfico, un espacio histórico y un caudal de problemas sociales que tienen expresiones en nuestras vidas particulares. Todos debemos disfrutar de nuestra libertad y de nuestros derechos, pero debemos reconocer los límites de nuestra libertad cuando convivimos en sociedad con otras personas en ámbitos donde existen normas que fueron diseñadas para ser respetadas y no ignoradas. Estas pueden ser normas o leyes de tránsito, leyes laborales, leyes ciudadanas o normas sanitarias.

Si no existen leyes que sancionen comportamientos de irresponsabilidad social como el no usar cubrebocas o guardar distancia en lugares concurridos, continuará el aumento de cifras de contagiados y fallecidos. Recordemos que las leyes son creaciones humanas, diseñadas para lograr el bienestar colectivo y en tiempos de crisis se requieren medidas de para sancionar a quienes no cumplan una norma que nos protege de perder nuestra salud y nuestra vida. Durante los ochentas cuando se presentó la epidemia del sida que afectó a miles de personas, no había leyes que sancionaran a aquellas personas infectadas del sida que de manera consciente continuaban teniendo relaciones sexuales infectando a otras personas. Esto obligó a la creación de nuevas leyes de responsabilidad penal por la transmisión del VIH.

¿Tendremos que llegar a los extremos de crear leyes que sanciones penalmente a quienes no tomen las medidas de precaución en contra del covid-19? Cuando escribí el artículo Libertad individual vs. Control social

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/06/libertadindividual-vs.html recibí críticas en el sentido de que estaba abogando por la instauración de un control social policiaco. La verdad es que la duración de la pandemia del covid-19 y el alto número de contagiados y fallecidos no fue sólo responsabilidad de las autoridades gubernamentales, también fue responsabilidad de la tozudez humana, esa misma actitud necia que sigue poniendo en peligro la vida de aquellos que sí actúan con responsabilidad ciudadana al respetar las vidas de los demás tomando las adecuadas medidas de prevención.

Debemos tener presente que a estas alturas ya no puede alegarse ignorancia sobre los efectos del covid-19 y las formas de prevención, porque se han repetido hasta el cansancio en todos los medios de difusión. Finalizo diciendo lo siguiente: El peligro de nuevos rebrote de contagio de covid representa un peligro a la salud de nuestras comunidades, una amenaza a nuestras vidas y por ello debemos decirlo claramente: El saber acerca de las medidas de prevención del covid y no hacerlo es peor que la ignorancia y conlleva negligencia criminal.

Yescas, Oscar Poder corporativo vs. Poder popular

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/08/podercorporativo-vs_20.html

Yescas, Oscar: Libertad individual vs. Control social

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/06/libertadindividual-vs.html

Yescas, Oscar : Ser diferente, la alternativa hacia el cambio socialmente

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/serdiferente-la-alternativa-hacia-el.html

Yescas, Oscar: La felicidad personal y el compromiso social

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/07/lafelicidad-personal-y-el-compromiso_29.html

Yescas, Oscar : El agente de cambio socialmente

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/01/el-agente-de-cambio-social-oscar-yescas.html

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