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martes, 8 de enero de 2019


El agente de cambio social
Oscar Yescas Domínguez
8 enero 2,019

     En la literatura especializada en ciencias sociales y en la información contemporánea aparece con gran frecuencia el término “cambio social” y se habla del mismo como algo que se presenta en forma inevitable, pero al mismo tiempo como algo ajeno a nosotros y que sucede sin que podamos tener control sobre el mismo. La sola idea del cambio suele generar cierta resistencia al mismo porque tendemos a preferir lo conocido sobre lo desconocido, de manera reiterada la ciencia y el conocimiento popular han comprobado esto último, tan sólo recordemos la frase popular: "Más vale malo conocido, que bueno por conocer". Sin embargo, cuando pensamos así llegamos a olvidar que todos y cada uno de nosotros somos seres cambiantes que estamos evolucionando todos los días.
El psicólogo venezolano Alberto Meran fue mucho más claro cuando nos habló de que la humanidad como especie tenemos una doble evolución: ontogenética y filogenética. Es decir, evolucionamos como individuos cuando transitamos de una etapa de desarrollo psicológico a otra sin darnos cuenta (infancia, pubertad, adolescencia, juventud, adultez, vejez). Junto a estos cambios individuales que suceden sin que nos percatemos de ellos, también pasamos una evolución permanente como especie, en la medida de que los cambios de la historia, es decir, los cambios sociales nos afectan como especie, como humanidad.
Por mencionar un solo ejemplo, México en este mes de enero del 2,019 es muy diferente al México que existió en enero del 2,018, en la medida de que sus pensamientos son diferentes, sus sensaciones han cambiado, y su percepción social es distinta a la de hace un año por los cambios políticos registrados en los últimos 12 meses. Con la derrota de la dictadura prianista que funcionó como una "dictadura perfecta" durante más de 70 años y el ascenso al poder de Andrés Manuel López Obrador y Morena al poder, terminó una era de corrupción, de impunidad y poco a poco la justicia social se está reconstruyendo en México.
Lo anterior debe darnos una idea de que somos seres cambiantes, de que queramos o no, estamos cambiando en forma constante e inevitable y nos ayudar a la creación de una actitud en la que concibamos al cambio como algo que podemos controlar, que no es suficiente con reconocer que vivimos tiempos de cambio y tampoco lo es el que tengamos que adaptarnos a los mismos, sino que, en realidad nosotros somos quienes estamos creando esos cambios y en consecuencia, nosotros podemos dirigir los mismos.
        Sin embargo, hay amplios sectores de la población que siguen resistiéndose a cambiar sin darse cuenta de que cada día cada mes, cada año, estamos cambiando de manera inevitable. Este tipo de reflexiones acostumbraba  compartir con mis alumnos de Psicología en la Universidad de Sonora cuando tocábamos el tema del aprendizaje que tendría lugar en los seminarios que conducía, ya que partía de la definición del aprendizaje como el cambio relativamente permanente en el comportamiento de una persona, después de atravesar por una serie de experiencias de aprendizaje. Les decía que ellos aprenderían durante el semestre y que ese aprendizaje se manifestaría en cambios en su comportamiento. Para ejemplificarlo les recordaba aquella expresión popular que suele usarse entre los mexicanos cuando decimos “fulano tiene la N del nopal pintado en la frente”, para hacer referencia al origen mestizo de nuestra raza de bronce y que por más que queramos ocultar nuestro origen cambiando nuestro aspecto físico o pintando nuestro cabello de rubio, nuestro genotipo nos delata, somos una raza mestiza.
        Algo similar sucede con el proceso de cambio, después de mencionar el nopal en la frente, les decía que deberíamos actuar como si tuviéramos la "C" de cambio pintada en la frente, porque todos somos seres cambiantes y que una actitud proclive al cambio era fundamental en el proceso de aprendizaje que estábamos iniciando en el nuevo ciclo escolar, ya que el aprendizaje que lograríamos consistiría en lograr cambios relativamente permanentes en sus comportamientos individuales, grupales y sociales.
        En los seminarios de Psicología Organizacional y Psicología social que impartía en la Universidad de Sonora (me siento raro hablar en tiempo pasado de mi actividad como docente porque estoy recién jubilado) incluía como parte de sus contenidos teóricos una unidad denominada “El agente de cambio social” en el cual se describía un perfil ideal que debe cumplir toda aquella persona que desee dedicarse a realizar intervenciones psicológicas en grupos y organizaciones y comunidades con el objetivo de generar un cambio planeado en las mismas que la conduzca a un mejoramiento continuo de sus procesos. Como los grupos, las organizaciones y las comunidades la constituyen las personas, no los edificios ni los activos de la organización, la intervención psicológica está orientada a generar cambios en el comportamiento de las personas.
        Este tema del agente de cambio formaba parte también de los objetivos de aprendizaje de mi curso de  Estudios especiales/Educación en sexualidad humana, porque en el caso del aprendizaje sobre sexualidad, primero necesitamos deconstruirnos a nosotros mismos, para construir nuevas identidades basadas en nuevas figuras de lo que es ser hombres y lo que es ser mujer en nuestra sociedad contemporánea. Como este curso tenía lugar dentro de una Escuela de Psicología, construir la identidad de un agente de cambio era fundamental para promover la educación sexual integral en los diferentes ámbitos de intervención en los que realizaran sus intervenciones como profesionales de la Psicología, por lo que de manera inevitable deberían actuar como agentes de cambio social.
        En cada uno de los grupos iniciaba mis cursos diciéndoles que actuaría como agente de cambio planeado con ellos retomándolos como un grupo de personas que pertenecen a una organización (en este caso a la Universidad de Sonora), y que aplicaría un conjunto de actividades y técnicas que tenían como objetivo modificar hábitos, valores, actitudes y comportamientos para generar un aprendizaje individual y grupal, que ellos mismos evaluarían al fin el del semestre.

        Partía de la premisa de que para que el aprendizaje sea efectivo, debe ser de forma ideal, lo cual se logra con la fusión del aprendizaje formal que incluye adquisición de nuevos conocimientos, con el aprendizaje informal derivado de la interacción con otras personas. Para ilustrar de mejor manera esto debo mencionar que aprende el niño, aprende el joven, aprende el adulto, aprende al anciano, etc. El aprendizaje informal es el cúmulo de experiencias de aprendizaje que tenemos desde que nacemos hasta que fallecemos. Aprendemos en cualquier lugar, con cualquier persona y en cualquier momento.
De esta forma es cuando adquiere sentido la definición de aprendizaje que manejamos en Psicología; El cambio relativamente permanente en el comportamiento de las personas después de atravesar por una serie de experiencias de aprendizaje. El aprendizaje en las escuelas debe incluir nuevos conocimientos, pero también debe contemplar cambios de actitudes, de valores, de autoimagen, etc., que se traduzcan en cambios en el comportamiento. El aprendizaje no debe limitarse a la asimilación de nueva información o nuevos conocimientos, necesariamente debe incluir el cambio de actitudes, de valores y de percepciones.
        Con esa intención dedicaba buena parte del tiempo de mi clase a la creación de un ambiente de apertura en la comunicación mediante el desarrollo de ejercicios grupales que generaban un autoconocimiento y un conocimiento de los demás a través de experiencias estructuradas de aprendizaje y el entrenamiento en el uso de la retroalimentación.
        La meta que se pretendía lograr era el aprendizaje del trabajo en equipo mediante la construcción de comportamientos auténticos entre los integrantes del grupo, lo cual se iba logrando de manera progresiva clase tras clase y en verdad me sorprendía la rapidez con la que mis alumnos modificaban sus comportamientos dejando atrás actitudes de reserva y de no participación para sustituirlos por comportamientos en los cuales manifestaban abiertamente sus sentimientos y pensamientos con progresiva libertad, mostrando con ello cambios en su forma de pensar, sentir y actuar en la medida que se entrenaban en el uso de la técnica de la retroalimentación.
        A lo largo de las primeras semanas del semestre desarrollaron cambios en su autoimagen al reconocer su pertenencia a un grupo social, crearon cambios en su interacción con los demás al dejar de interactuar con el reducido número de amigos de siempre y ampliar su interacción con la mayor parte de miembros del grupo, mejoraron su comunicación interpersonal al utilizar la retroalimentación positiva y negativa como base fundamental de su comunicación.
        Ampliaron su identidad psicológica al rebasar el ámbito individual y construir una identidad grupal reconociéndose a sí mismo como individuos pertenecientes a un grupo, es decir, como seres sociales, con lo cual construyeron una identidad grupal y en la práctica aprendieron lo que en psicología conocemos como concepto de grupo:
        “Es la reunión más o menos permanente de varias personas que interactúan realizando un conjunto de actividades que les permiten alcanzar objetivos comunes, en una interacción en la cual los individuos se reconocen a sí mismos como miembros del grupo y reconocen a los demás como miembros del grupo también.”
        La discusión sobre estrategias de cambio social planeado incluía la asimilación del grado de influencia que tenemos sobre otras personas y la necesidad de construir una autoimagen de cada uno de ellos como agentes de cambio social cuya intervención rebasara el ámbito organizacional e incidiera en el ámbito social al ubicar a las organizaciones como un sistema social abierto cuyo funcionamiento estaba determinado por la influencia proveniente del medio social, es decir, el conjunto de sistemas con los cuales la organización mantenía contacto (fuerzas políticas, económicas, tecnológicas, etc.).
        Con la misma metodología, pero con diferente contenido ocurría lo mismo con mis grupos de Educación en sexualidad humana y Convivencia social.
        En el caso del grupo de estudiantes de educación en sexualidad humana la primera actividad era construir una atmósfera de apertura en la comunicación para generar comportamientos auténticos y clarificar el contenido del contrato psicológico desde el inicio del curso incluyendo dentro del mismo la regla de la discreción que consistía en que lo pasara dentro del grupo, se quedara dentro del grupo y no compartir lo acontecido con personas ajenas al mismo. La adopción de esta norma creó un ambiente de apertura en la comunicación desde el inicio del curso.

Esta regla permitió romper las defensas psicológicas para estar en condiciones de compartir experiencias personales relacionadas con el aprendizaje y actitudes hacia la sexualidad, lo cual no es fácil de lograr, pero es posible hacerlo, siempre y cuando se logre construir un ambiente de confianza y apertura en la comunicación acerca de lo acontecido al interior del grupo.
El aprendizaje en este grupo se caracterizaba por tener un mayor nivel de profundidad psicológica, ya que el tema central era la sexualidad humana y esto implicaba avanzar en un proceso de autoconocimiento y autoaceptación como ser sexual. Al mismo tiempo se avanzaba en el estudio de la historia de la sexualidad humana y en el conocimiento de un modelo integral de sexualidad que permitiera reconocer que la sexualidad va mucho más allá que el sexo.
La discusión sobre los temas relacionados con el ejercicio de la sexualidad en un contexto histórico social determinado nos permitía retomar aquella gran lección de los movimientos feministas y de liberación sexual de la década de los setentas de que “lo personal es político”. La orientación de la discusión hacia la existencia de derechos humanos y sexuales que están siendo violados de manera constante fomentaba en mis alumnos el interés de actuar como agentes de cambio social.
En la medida que avanzaba el semestre, los cambios en el comportamiento de mis estudiantes del grupo de sexualidad eran muy evidentes y bastante explícitos: mayor seguridad en sí mismos(as), mayor participación grupal, mejor estabilidad emocional, mayor manejo de información teórica sobre el tema de la sexualidad, mayor integración grupal, ambiente de camaradería y confianza, etc.

Al final del curso surgían comentarios de mis alumnos en el sentido de que todas las personas deberían tomar un curso de educación sexual, porque la ausencia de ésta es el común denominador de varios problemas sociales (feminicidios, violencia hacia la mujer, violaciones, delitos sexuales, acoso sexual callejero, embarazo en adolescentes, abuso sexual infantil, etc.).
En ese sentido, parte de mis intervenciones en la discusión grupal iban en el sentido de llagar a la conclusión  de que todos los que participaron en el curso de educación en sexualidad humana podían y debían actuar como agentes de cambio social promoviendo el aprendizaje obtenido sobre la sexualidad humana con las personas cercanas en su círculo social.
Finalmente, en el caso de mis alumnas de Intervención Psicológica en Convivencia social, se aplicaban los mismos procedimientos grupales, es decir, la posición del grupo en círculo, aplicación de ejercicios grupales para creación de atmosfera de apertura en la comunicación, etc., pero como el objetivo general presentado en el programa del seminario era formar a las estudiantes como agentes de cambio social, la tarea aumentaba su complejidad porque se partía de una contextualización de la realidad utilizando la crítica social utilizando materiales de lectura de Psicología, Sociología y Filosofía que nos permitieran lograr una descripción de las principales problemáticas sociales que afectaban a nuestras comunidades sociales, de tal forma que de manera natural surgía como conclusión de la discusión grupal la necesidad urgente de implementar un cambio social que contribuyese a disminuir la desigualdad social imperante, el sufrimiento colectivo, incentivar la participación social, avanzar en la recuperación del bienestar social y para lograrlo se requería de manera inevitable de la intervención de agentes de cambio social.

En su calidad de seminario, el programa incluía un fuerte aprendizaje teórico porque la construcción del marco teórico requería rebasar el reduccionismo psicológico en la interpretación de la realidad circundante, y como primera meta, se planteaba la necesidad de romper con la acriticidad de la vida cotidiana que nos hace ver como “algo normal” los acontecimientos que observamos cada día.
Esta ruptura se lograba con la realización de la crítica de la vida cotidiana y poner en discusión que los problemas cotidianos en nuestra vida privada no son “normales” y que son resultado de la aplicación de políticas instrumentadas desde el ejercicio del poder formal. A través de la discusión llegábamos a la conclusión de que lo privado en última instancia es político y que, en consecuencia, era necesario abordar la discusión de la política para generar los cambios considerados pertinentes y necesarios.
Me place decir que no sólo contribuí a generar en mis alumnos una consciencia de la necesidad de impulsar un cambio social, sino que también contribuí a la construcción en cada uno de ellos de una identidad como agentes de cambio social. Como dijo una de mis alumnas: sembré la semilla para inspirar la construcción de una identidad como agente de cambio social en cada una de ellas. 
En mi cuenta de Youtube tengo videos que registraron las intervenciones de mis alumnos cuando participaron en la evaluación grupal del aprendizaje obtenido en la última reunión de cada semestre. Confieso que no sólo disfruté mucho mi labor como agente de cambio en cada uno de mis grupos de estudiantes, sino que también generé cambios en mi persona producto de mi interacción con cada uno de ellos porque ellos también influyeron en mí. De cada uno de los grupos de alumnos con los que trabajé como profesor universitario a lo largo de 33 años, creo que aprendí de ellos mucho más de lo que les enseñé. Terminaba cada semestre fortalecido teóricamente, con un mayor aprendizaje vivencial por la participación de mis alumnos en las discusiones y sobre todo con una gran sensación de logro al escuchar de voz de mis alumnos lo que aprendieron durante el semestre, lo cual era comprobado por mi persona a través de la observación individual y grupal.
La descripción de todo lo anterior me permite centrarme en el punto principal que quiero destacar con la redacción de este artículo. En mis aportaciones teóricas en cada grupo les explicaba como los estudios del proceso de comunicación interpersonal la concebían en un principio como un proceso lineal en el que el emisor (E) enviaba un mensaje (M) al receptor (R) y que en un principio se pensaba que todo terminaba ahí. Pero los estudios en Psicología social demostraron que el receptor (R) no se quedaba indiferente al mensaje recibido, sino que actuaba como emisor (E) enviando una respuesta (R) hacia el emisor (E) quien la recibía en calidad de receptor (R).
La conclusión era que la comunicación era un proceso circular y no lineal ya que todos actuábamos como emisores y receptores simultáneamente y que eso nos permitía hablar de una interinfluencia interpersonal presente en todos los grupos de los cuales formamos parte. Para entender mejor este proceso, intentaba dar ejemplos diciéndoles que el simple aspecto físico de una persona nos proporciona una sensación de aceptación y de no aceptación y que nuestra aceptación o falta de ella hacia otras personas se basaba en el predominio de estereotipos y prejuicios hacia los demás.
Sobre esas bases teóricas les comentaba que ellos se veían influidos por mi persona, se influenciaban unos a otros y yo también me veía influenciado por cada uno de ellos al formar parte del grupo. Ligando esta información con el aprendizaje, les comentaba que en eso consistía el aprendizaje social informal, aprendemos en cualquier lugar (no sólo en la escuela, también en la calle, en la casa, en el trabajo, en la Iglesia, etc.), con cualquier persona (no sólo con un maestro, también aprendemos de nuestros padres, de nuestros hijos, hermanos, tías, tíos, vecinos amigos, etc.), en cualquier momento (en la mañana, en la tarde, en la noche, en la madrugada) y a cualquier edad (aprende el niño, el joven, el adulto, el anciano).
La vida es un constante aprendizaje y la escuela no es el único lugar donde aprendemos y no solo aprendemos, sino que también enseñamos sin ser maestros ya que al mismo tiempo que aprendemos, estamos enseñando a los demás, estamos influyendo a los demás, gracias al proceso de interinfluencia interpersonal. No se necesita ser maestro para enseñar, no se requiere aprendizaje universitario para asumir una identidad de agente de cambio social.
Reconocer esta capacidad que tenemos de recibir influencia de los demás al mismo tiempo que los influimos, nos debe dar la oportunidad de desarrollar un empoderamiento personal en el sentido de reconocer que tenemos el poder para contribuir a la generación de cambios en las personas que nos rodean, en los grupos y organizaciones a las que pertenecemos y en las comunidades de las que formamos parte. En pocas palabras, podemos contribuir a la generación de cambios sociales a través de nuestra participación social.
Reconocer nuestra capacidad para influir sobre los demás nos permite también crear las condiciones para construir una identidad como agentes de cambio social, como sujetos históricos sociales, que tenemos plena consciencia del momento histórico en el que vivimos y actualmente en nuestro país y en el mundo entero. A nivel nacional vivimos un momento histórico de generación de grandes cambios sociales, cambios que en estos momentos provienen desde arriba hacia abajo, desde el poder formal del gobierno hacia las comunidades, organizaciones y grupos sociales a los que pertenecemos.
Pero estos cambios sociales de los que estamos siendo objeto requieren de la consolidación de los mismos a través de nuestra incorporación, de nuestra participación social, de que veamos que nosotros somos parte activa parte de los cambios sociales y que estos cambios que estamos viviendo implican cambios individuales, cambios de actitudes, de valores, de percepción, de autoimagen, de tal forma que no sólo seamos objetos de cambios, sino que seamos sujetos de cambio social, es decir, que nos convirtamos en agentes de cambio social cada uno de nosotros participando activamente en la dinámica social circundante para dirigir el rumbo de los acontecimientos.
        La participación social es un requisito fundamental en estos momentos clave que estamos viviendo en México y en el mundo entero, debemos incrementarla a través de un proceso de empoderamiento individual, grupal, organizacional y comunitario que incluya la toma de consciencia de que existe un proceso de interinfluencia social, que influimos sobre los demás aun cuando no nos lo propongamos y en ese sentido todos podemos actuar como agentes de cambio social.

        Vivimos tiempos de grandes cambios en México, estamos reconstruyendo nuestro sistema social de interacción. A través de la participación social masiva y organizada dejamos atrás un estilo de conducción del país basado en el autoritarismo, la corrupción, la impunidad, las injusticias, etc.
        En estos momentos el gobierno legítimo que realmente nos representa encabezado por Andrés Manuel López Obrador impulsa grandes cambios en beneficio de las mayorías de nuestro país al luchar contra la corrupción. Estos grandes cambios afectan los intereses particulares de quienes se beneficiaban de la corrupción imperante y empiezan a reaccionar atacando, cuestionando y tergiversando las acciones de nuestro gobierno.
        El tipo de democracia que se requiere en estos momentos es la democracia participativa, en la cual los integrantes de los grupos, organizaciones y comunidades de nuestro país, debemos ampliar nuestra identidad psicológica y reconocernos como ciudadanos mexicanos para defender a nuestro país de los ataques de quienes quieren regresar a los tiempos de corrupción, impunidad e injusticias sociales.       Todos las personas sin exclusión alguna podemos y debemos ser parte de este proceso de cambio social que tiene lugar en nuestro país, asimilando y construyendo una identidad como agentes de cambio social, en la medida de que reconozcamos el proceso de interinfluencia social, nuestra condición de sujetos históricos que podemos construir nuestra historia, a través de un proceso de empoderamiento que nos conduzca a incrementar nuestra participación social.
        Actuando juntos, de manera colectiva y organizada lograremos consolidar al nuevo gobierno defendiéndolo de los ataques de quienes defienden intereses privados y lograremos consolidar acciones que tienden a beneficiar el bienestar social, recuperando los derechos que nos fueron arrebatados y sobre todo el futuro de nuestros hijos. A través del aumento de nuestra participación en los diferentes grupos organizaciones y comunidades a las que pertenecemos podemos influir desde abajo para lograr cambios políticos, económicos y sociales. Pero sobre todo podemos proceder a la defensa colectiva y organizada de nuestros derechos que están siendo pisoteadas por la implementación de políticas neoliberales que están dirigidas a la maximización del beneficio económico para unos cuantos, mientras una gran mayoría cae a vivir en condiciones de pobreza.
        Juntos estamos haciendo historia, la historia no se refiere a hechos pasados, diariamente estamos construyendo la historia. La historia no ha terminado, de nosotros depende como se escriba la historia en el futuro, la invitación es a construir la historia actuando como agentes de cambio social en la defensa del bienestar social colectivo. Actuando juntos, asumiendo el rol de agentes de cambio social, manifestándonos de manera organizada y colectiva, podremos cambiar el mundo, construir una nueva realidad que tenga como prioridad la reconstrucción del bienestar social de sus habitantes.

Yescas, Oscar: Introducción a la Psicología Comunitaria Latinoamericana
Yescas, Oscar: Por una psicología socialmente sensible
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