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domingo, 29 de julio de 2018

El juego de las sillas


El juego de las sillas
Oscar Yescas Dominguez
10/06/2,018
     Los mexicanos nos encontramos en un momento del tiempo que quedará registrado en la historia nacional como un momento de cambio social de gran magnitud. Por ello mismo debemos darnos tiempo de reflexionar acerca del momento histórico que estamos viviendo.
     México se encuentra de nuevo en un período electoral, en esta ocasión para elegir Presidente de la república, Diputados y Senadores en varios Estados del país.
Cabe mencionar que en cada elección presidencial en nuestro país, se invierten miles de millones de pesos que son destinados para “gastos de campaña” de los diferentes partidos políticos registrados y la actual campaña presidencial no ha sido la excepción miles de millones de pesos invertidos en el juego electoral.
     Esto nos ha llevado a la contradictoria y penosa situación de que las elecciones presidenciales en México son las más caras del mundo entero, pero al mismo tiempo son las elecciones que tienen menos credibilidad a nivel nacional e internacional por la ausencia de imparcialidad de las mismas, desigualdad en la distribución de recursos financieros y por la corrupción demostrada por todo tipo de autoridades involucradas, principalmente de las electorales.
En un acto de sinceridad puedo decir que nunca he sido partidario de considerar a la vía electoral como la forma de lograr el cambio social que necesita nuestro país, mucho menos ahora en estos momentos de gran desigualdad social que genera un gran sufrimiento colectivo.
Esta reticencia hacia el sistema electoral mexicano se basa en dos motivos principales:
En primer lugar, quiero decir que  experimento una actitud de reserva, que raya en la desconfianza, hacia las instituciones electorales y gubernamentales que participan en el juego de la “democracia electoral”. Esta desconfianza en el sistema electoral no ha sido gratuita, ha ido creciendo por las experiencias vividas en este terreno que me enseñaron a desconfiar de las instituciones responsables de garantizar la democracia electoral en México, al observar que su participación ha contribuido a burlar la voluntad popular.
Al igual que millones de mexicanos durante décadas he sido testigo-víctima de engaño tras engaño en cada período electoral, he visto con verdadera impotencia la manipulación de finanzas en grandes cantidades, de la distorsión en cifras de votos para imponer fraudes cada vez más descarados para imponer al candidato oficial que mantendrá el sistema de explotación económica y social de la población mexicana y la entrega de recursos naturales al capital privado nacional y extranjero.
El fraude y decepción después de cada elección es una historia que se repite en forma constante en México, y ese ha sido el principal motivo por lo que miles de mexicanos prefieren abstenerse de votar, o prefieren anular su voto en el momento de las elecciones porque no son elecciones “limpias”.
La más reciente forma de burlar la voluntad popular es el perverso “juego de las sillas” que han estado jugando en los últimos años el Pri y el Pan para alternarse en el poder, pero siguiendo la misma política de saqueo de las riquezas de nuestro país, el desmantelamiento de nuestro país en favor del capital privado nacional y extranjero, la explotación laboral, la  eliminación de derechos y prestaciones sociales,.
Este juego de las sillas ha sido utilizado para simular un acto de democracia electoral basado en la falsa democracia representativa que ha funcionado como pantalla para legitimar  la continuidad de un sistema político y económico excluyente, que solo ha logrado aumentar la cantidad de millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza extrema y del otro lado, el enriquecimiento inmoral de quienes ocupan posiciones de poder político y económico.
Somos víctimas del fracaso de esa democracia representativa que consiste en participar en elecciones de funcionarios que tomarán decisiones relevantes a nuestro nombre y representación. Este tipo de democracia ha demostrado su inoperatividad al observar la traición de nuestros “representantes” al no solo ignorar a sus representados en la toma de decisiones de gran relevancia, sino también en que estas decisiones representan serias agresiones a los derechos humanos, laborales y sociales de quienes los llevaron al poder con su voto.
En segundo lugar, la problemática social que se observa en el México contemporáneo se caracteriza por una gran diversidad de problemas que son de índole estructural y por lo mismo no serán satisfechos con tan solo el cambio de un partido a otro, o de un presidente a otro, por lo cual la alternativa del cambio electoral no es garantía  absoluta de un cambio social real.
Basta con observar que en México se pagan los salarios los salarios más bajos del mundo entero por lo cual los trabajadores mexicanos son los trabajadores peor pagados del mundo, mientras que por otro lado los sueldos de políticos desde Presidente, Ministros de Justicia, Consejeros Electorales, Gobernadores, Senadores, Diputados, Presidentes municipales, Rectores de Universidades, etc., son los más altos en el mundo entero. Vemos una distancia cada vez mayor entre los salarios que perciben los trabajadores de menor nivel y los sueldos que perciben los altos mandos, los directivos de cada organización. Esto da como resultado una creciente precarización de la población mexicana.
Todo esto y mucho más fue  mermando mi expectativa de que el cambio en México se pudiera dar a través de la vía electoral y convenciéndome de que el cambio social real solo puede darse con una democracia que vaya más allá de la democracia representativa (cuando ésta se limita a la participación para elegir representantes y desaparece al terminar las elecciones) y surja en su lugar una democracia participativa en la que la población se involucre en una participación social de carácter permanente, organizada y colectiva, con un gran sentido de responsabilidad social.
 Una democracia participativa no solo nos permitirá concretar un voto masivo hacia los candidatos o el partido que consideremos que realmente nos representará en el futuro, sino que también nos permitirá hacer respetar nuestro voto, y actuar posteriormente en forma organizada y colectiva para trabajar conjuntamente con nuestros representantes en el Congreso de la Unión en la realización de las transformaciones estructurales del sistema socioeconómico necesarias para  defender nuestros derechos humanos, recuperar derechos laborales y sociales perdidos, así como también construir una sociedad donde predomine la justicia.
En el contexto actual vivimos un remedo de democracia representativa que se limita a que la población participe en las elecciones de aquellos representantes quienes son los que tomarán decisiones a nuestro nombre sin consultarnos.
Y digo remedo porque el propio proceso electoral está viciado de origen al incluir en las instituciones responsables de garantizar la democracia en las elecciones a elementos que han dado muestras claras de corrupción en anteriores elecciones, avalando fraudes electorales que han burlado la voluntad popular.
De ahí que los mexicanos enfrentamos dos grandes retos en el futuro inmediato:
1.- Impedir el fraude electoral que ya se está realizando semanas previas a las elecciones a través de la compra del voto y la coerción a votar por el candidato oficial en la población de servidores públicos gubernamentales de los tres niveles en el país.
2.- Reconocer que las elecciones no son el resultado final, sino el principio de un cambio social en nuestro país, que exige la participación y el compromiso de todos los mexicanos, no solo en el acto de votar, de defensa del voto, sino de la reconstrucción de un nuevo país.
Necesitamos realizar cambios en nuestra forma de pensar, sentir y actuar de tal forma que desarrollemos un compromiso social y veamos la conexión que existe entre los asuntos privados y las políticas que se aplican en nuestro país. Dentro de estos cambios se perfila como uno de los más importantes el aumentar nuestra participación en asuntos de interés social y político.
Partamos de la premisa de que sin cambios estructurales en el sistema de producción y en la dinámica social no importará el color, bandera o candidato que surja triunfador en esta elección presidencial porque la desigualdad seguirá creciendo tal como está sucediendo y con ello continuará el sufrimiento social.
Considero que no soy el único mexicano que siente una gran desconfianza hacia el sistema electoral en México, pero esta reserva no debe impedir que participemos en este período electoral ejerciendo nuestro derecho a votar.
Como viejo conocedor de los trucos sucios que utiliza el Pri para manipular las elecciones, tengo plena consciencia de que el Instituto Nacional Electoral está controlado por quienes manipulan los hilos del poder y que están preparados para avalar nuevamente otro fraude y burlar la voluntad popular nuevamente.
Hay suficientes evidencias de ello, tan solo preguntemos ¿porque el INE imprimió más boletas de las necesarias para que participe la población registrada en el padrón electoral?,¿porqué se enviaron miles de boletas electorales a mexicanos que residen en el extranjero sin folio alguno?, ¿porqué el plumón seleccionado por el INE para marcar la boleta electoral se borra fácilmente?, etc.
Pero también creo firmemente que en esta ocasión no será cualquier otro fraude más porque lo que se avecina en este año es, parodiando a Sadam Hussein “la madre de todos los fraudes”, en el sentido de que se necesitará un gigantesco fraude para engañar a una población harta de fraudes, engaños y cansada de que el PriAn esté enquistado en el poder.
Cada día es más clara la tendencia del voto a nivel nacional hacia “ya saben quién” es decir, Andrés Manuel López Obrador. Los propios esbirros de la cúpula en el poder lo reconocen y no lo pueden ocultar.
Esta tendencia mayoritaria se debe a que la corrupción de los tres niveles de gobierno, tanto en gobiernos priistas como panistas, ha llegado a niveles escandalosos, la desigualdad social ha aumentado y con ella la pobreza ha crecido creando a su vez grandes problemas sociales que afectan a la población como la delincuencia común y la inseguridad pública que son un mal generalizado en nuestro país.
Cada día aumenta e número de personas sin hogar, que deambulan por nuestras ciudades pidiendo limosna o hurgando en los contenedores de basura buscando algo para comer.
Las reformas estructurales realizadas por el panista Felipe calderón y el priista Enrique Peña Nieto, han golpeado profundamente la calidad de vida de la población mexicana y sobre todo han robado el futuro de nuestra niñez y juventud. Esto ha llevado a un despertar social de gran parte de la población tradicionalmente indiferente a la política nacional, ya que las mismas han generado una inconformidad social sin precedentes.
Por esto mismo existe en estos momentos en México un hartazgo social que ha ido creciendo paulatinamente a través de los años, debido a los fraudes electorales, las injusticias por doquier, la corrupción exhibida sin pudor alguno y la increíble impunidad que se vive en México.
En la historia reciente de México se han presentado diversos movimientos colectivos reclamando democracia, justicia, rechazo a las políticas neoliberales y a las reformas estructurales. Podemos recordar los siguientes ejemplos:
 El movimiento social de rechazo al fraude electoral del 2,012 y en contra de la imposición de Enrique Peña Nieto como Presidente
El movimiento estudiantil Yo soy 132, el movimiento en reclamo de justicia para los infantes fallecidos en el incendio de la guardería ABC.
La ejemplar lucha que los maestros mexicanos han dado en contra de la implementación de la reforma educativa,
La movilización masiva y el cerco al edificio del Congreso de la Unión para expresar el rechazo a la aprobación de las reformas estructurales, http://www.monografias.com/trabajos98/tercera-llamada-revolucion-mexico/tercera-llamada-revolucion-mexico.shtml
La movilización nacional en exigencia de la aparición de los 49 estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
El movimiento nacional en contra de los aumentos a la gasolina del año pasado, etc.). Es claro que México es un barril de pólvora a punto de estallar y que se requiere con urgencia un cambio social.
La movilización civil posterior a los sismos de septiembre de 2,017, etc.
Cada uno de estos movimientos ha reflejado un nivel de hartazgo del pueblo mexicano y se observa que éste ha ido creciendo con el paso del tiempo.
Sin embargo, a pesar de su magnitud estos movimientos de protesta no han fructificado en sus demandas por diversas causas y no se ha logrado el ansiado cambio social que algunos hemos esperado durante décadas.
Podemos mencionar que en primer lugar destaca como una primera causa la falta de unidad en la acción de estos movimientos. Cada movimiento colectivo de protesta ha surgido con gran fuerza, pero se han presentado en la forma que nos describió Eduardo Galeano a la tierra vista desde las alturas como “un mar de fueguitos”, es decir, cada movimiento representa una llamarada pero se extingue al poco tiempo y no logra unirse con otra llamarada para convertirse un una llama más fuerte. El hecho real es que no se ha consolidado un movimiento colectivo de protesta a nivel nacional que supere la inmediatez del momento de inconformidad y consolide sus metas encauzadas a lograr un cambio social estructural en nuestro país.
Por otro lado, otra causa que ha influido es que ha prevalecido el activismo social por encima del compromiso social y la militancia política.
La mayoría de quienes han formado parte de estos movimientos contestatarios han sido solo simpatizantes de los mismos, pero no han logrado construir una consciencia crítica y clara acerca del porqué de la situación que se vive y mucho menos han desarrollado una consciencia de clase. Sus demandas son limitadas por lo mismo y ante la falta de respuesta o de logros obtenidos, el entusiasmo se apaga y la participación social disminuye.
Otro factor que ha influido para evitar el éxito de estos movimientos es que la corrupción domina a las instituciones gubernamentales en México y los movimientos se han enfrentado a una verdadera mafia organizada. Los partidos políticos no son los únicos corruptos, también son parte de la corrupción los consejeros electorales del INE a nivel nacional y en cada uno de los Estados. Igualmente son camaradas de la corrupción los ministros de Justicia que tienen la última palabra acerca de lo que es legal o ilegal y siempre sus fallos favorecen a quien se mantiene en el poder. No en balde estos sujetos perciben sueldos superiores al medio millón de pesos mensuales.
Además de los anteriores, han jugado un papel importante en el mantenimiento del orden social en esta sociedad corrupta, los medios masivos de comunicación como Televisa, Milenio, TV Azteca, etc., que han jugado el rol que incluye la manipulación de la información, la distorsión de los hechos sociales y la criminalización de la protesta social para apoyar la cúpula del poder.
Todos estos elementos inhiben la participación en las elecciones por parte de personas escépticas, jóvenes sin experiencia ni claridad política y personas renuentes a avalar con su voto una vez más un nuevo fraude.
Pero debemos reconocer que tampoco ha servido de mucho el abstencionismo demostrado en elecciones anteriores porque esta falta de participación es lo que les permite tener un camino libre a quienes diseñan, implementan y avalan los fraudes electorales.
De igual forma tampoco sirve la práctica de anular el voto el día de las elecciones poniendo leyendas apócrifas o nombres de personajes no registrados para esas elecciones como medio de protesta, porque sirve en el mismo sentido del abstencionismo, es decir, no ayuda en nada y a los únicos que benefician es a quienes están realizando el fraude porque los votos anulados se contabilizan como votos emitidos y esto le da fuerza al argumento de que las elecciones son legales y democráticas porque participó un “buen porcentaje del padrón electoral.
Cabe recordar que en las últimas elecciones la cantidad de votos anulados por contener leyendas o nombres no registrados fue tan grande  que quienes los emitieron bien podrían haber formado un partido político y con ello obtener al menos curules en la cámara de diputados o senadores.
Los ingredientes siguientes que configuran la situación actual en el país permiten predecir que este año 2,018 será el año del cambio social ya sea por la vía electoral o a través de un estallido social.
El PRI enfrenta un rechazo masivo en todo el país ya que existen evidencias suficientes que los vinculan a actos de corrupción, fraude electoral, narcotráfico y desvío de recursos públicos.
Existe una gran pérdida de confianza en las instituciones gubernamentales que raya en la desconfianza hacia las mismas, porque su accionar ha sido totalmente parcial y en contra de los intereses generales de la población. Están invadidas por el cáncer de la corrupción.
Por parte de la población existe un hartazgo general hacia la corrupción y hacia funcionarios corruptos que se han enriquecido desviando recursos públicos y sobre todo se observa una gran insatisfacción popular por la impunidad imperante ya que las instituciones gubernamentales son utilizadas sin excepción alguna en prácticas de corrupción.
Es evidente que se avecina un fraude masivo en las próximas elecciones a través del cual la cúpula en el poder violará todo tipo de leyes y reglamentos para seguir usurpando el poder y saqueando a nuestra nación.
Los diferentes grupos que conforman la delincuencia organizada que tiene secuestrado el poder en México, han olvidado sus intereses particulares y se han unido en un frente único para evitar que Andrés Manuel López Obrador llegue a la Presidencia de la república.
No debemos olvidar que para garantizar que cualquier candidato de este frente llegue al poder esta mafia de individuos disfrazados de servidores públicos aprobaron una Ley de seguridad interior que permite el uso del ejército por parte del delincuente mayor en México que es Enrique Peña Nieto, mismo que será utilizado sin duda alguna en contra de la población mexicana para reprimir las inevitables protestas que surgirán después del fraude bajo el argumento de que el ejército está “para defender al Estado mexicano”, ya no a la población mexicana.
A tan sólo semanas de las elecciones Andrés Manuel López Obrador y Morena aumentan su ventaja cada día más en las preferencias del voto electoral al grado de que rebasan cifras históricas en el apoyo a un candidato presidencial. Nadie lo puede negar y aparentemente nadie lo puede parar, mientras más atacan a AMLO, más fuerte es el apoyo social que recibe.
En estos momentos la situación electoral es tal que es posible predecir que AMLO triunfará arrolladoramente el día de las elecciones, pero también es de esperar que implementen un nuevo fraude colosal (porque todos esperamos que hagan fraude de nuevo y debemos evitarlo), con nuevas formas de manipulación postelectoral.
De darse el triunfo de AMLO y presentarse el fraude de nuevo con el apoyo de todo el aparato gubernamental, deberá darse un movimiento nacional en defensa del voto que sin duda alguna será reprimido por parte del ejército mexicano convertido en el ejército del presidente ilegítimo de Peña Nieto. Esto puede traer consecuencias funestas al grado de llegar a masacres propias de un Estado de sitio como en el que se quiere imponer en nuestro país, al golpear y reprimir a los maestros de la CNTE que continúan luchando contra la reforma Educativa.
Si lo anterior sucede, si se cancela la vía del cambio social a través de las elecciones, las condiciones para que se dé un estallido social en México están dadas para que surja una revolución armada en nuestro país con el consecuente saldo sangriento para la población mexicana porque el Estado mexicano ha comprado recientemente una gran cantidad de armamento bélico. Si se da el fraude electoral “el tigre despertará” y correrá sangre mexicana.
Creo que la situación actual no permite ambigüedades y exige definiciones de todos los mexicanos porque lo que está en juego es el futuro de nuestro país, el futuro de todos los mexicanos, el bienestar social de nuestras familias.
Necesitamos recuperar los derechos laborales, humanos y sociales que nos han arrebatado con una total impunidad. El cambio social es posible realizarlo a través de la vía pacífica. No estoy de acuerdo en que debemos esperar a que aumente la insatisfacción social para que se dé un estallido social.
Creo que podemos actuar en forma inteligente y utilizar lo que resta de las instituciones a nuestro favor para que se respete el voto popular y lograr echar fuera del poder a esa caterva de delincuentes que están enquistados en el mismo.
Pero para lograrlo es necesario aumentar la participación social en la vida política de nuestro país, desde este momento, a inicios del año, para estar vigilantes de todos aquellos delitos electorales que puedan estar cometiendo, documentarlos utilizando la tecnología (recordemos que los teléfonos celulares pueden filmar, grabar, tomar fotos, etc.).
Debemos iniciar la discusión con nuestros familiares, vecinos, amigos compañeros de trabajo acerca de la necesidad de retomar nuestra responsabilidad cívica de cumplir con nuestros derechos y responsabilidades como ciudadanos y esto incluye la obligación moral de votar en las próximas elecciones.
En esa línea de pensamiento debemos actuar como promotores del voto a favor de AMLO y Morena para garantizar el voto masivo, contundente y apabullante que dificulte al máximo las estrategias a favor del fraude.
Insisto, no soy muy partidario de la idea de que a través de la vía electoral pueda darse el cambio social en México, pero en este año, en estas elecciones debemos utilizar el sistema electoral para incentivar la discusión política y el análisis crítico de la situación actual del país.
Los períodos electorales nos permiten abrir la discusión sobre los grandes problemas nacionales desde una perspectiva crítica. En esta ocasión la situación de crisis social que padece el país nos obliga a abandonar nuestra zona de confort, a superar el conformismo, la obediencia, la diferencia social, y lograr una sensibilización que permite construir un sentido de pertenencia a nuestras comunidades que están siendo agredidas no sólo por las políticas neoliberales que privatizan todos tipo de servicios y eliminan derechos y obligaciones, sino que existe la amenaza real de una represión militar por parte del gobierno mexicano en contra de su propia población.
La situación actual no admite ambigüedades, neutralidades o indiferencia alguna. Exige la participación de todos los mexicanos y el primer paso es impedir el fraude electoral que están preparando, debemos brindar un voto masivo a favor de AMLO y Morena de tal forma que la diferencia de votos haga imposible realizar cualquier fraude.
Con la participación masiva en las elecciones y en la defensa del voto podemos echar fuera del gobierno a quienes están realizando una guerra sucia en contra del pueblo mexicano. Después de las elecciones debemos seguir con ese proceso de discusión y análisis colectivo sobre la situación actual y futura de nuestro querido México.
Con nuestra participación social evitaremos que continúe  el juego de las sillas entre los partidos políticos registrados en México, pero sobre todo lograremos la reconstrucción que nuestro país requiere para la recuperación de nuestros derechos laborales y sociales que nos fueron arrebatados.


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