El club de los
privilegiados
Oscar Yescas Domínguez
Desde hace muchos años
tengo plena consciencia de que pertenezco a una especie de grupo en extinción,
a un agrupamiento de élite que se reduce cada vez más y que tiende a
extinguirse en la medida de que no incorpora a nuevos miembros con el mismo
ritmo con el que sus integrantes van desapareciendo con el paso del tiempo.
Me refiero a que desde
hace 33 años ocupo una plaza como Maestro de tiempo completo en la Universidad
de Sonora, con el cargo de Profesor Titular. Esto me hizo en forma automática,
miembro del selecto grupo de profesores Titulares y/o Maestros de Tiempo
Completo que existen en forma cada vez más reducida no sólo en las
universidades mexicanas, ya que están en proceso de extinción no solo en nuestro
país sino en todas las universidades que existen en el mundo entero y esto sucede por la toma de las universidades por el neoliberalismo que busca privatizar la educación y destruir contratos colectivos y sindicatos universitarios.
En mi caso particular
puedo decir que tuve la fortuna de estar en el lugar correcto en el momento
correcto y hacer lo que tenía que hacer para lograr estar donde me encuentro. Es
decir, tuve la fortuna de coincidir en tiempo y espacio cuando se sometieron a
concurso dos plazas de profesores titulares en el departamento de psicología y
Comunicación de la Universidad de Sonora en 1985: una para ocupar el puesto de
Maestro de tiempo completo como Jefe del Área de Psicología Clínica y otra para
ocupar el puesto de Maestro de tiempo completo como Jefe del Área de Psicología
Industrial.
Participé en forma
simultánea en ambos concursos y puedo decir que gané en ambos procesos por lo
que tuve el privilegio de elegir una de las dos plazas que me garantizaban la
estabilidad laboral de por vida en la Universidad de Sonora.
Esta invaluable
oportunidad de acceder a una plaza de profesor-investigador de tiempo completo, me permitió entregarme al trabajo de investigación y docencia, desarrollar un sentimiento de pertenencia a la
Universidad de Sonora que ha sido mi segunda casas durante décadas porque trabajo mañana y tarde dentro de ella, realizando actividades que me permitieron continuar con mi desarrollo como profesional de la docencia en el campo de la Psicología, actualizar mis conocimientos y programas de seminarios a través de la investigación y fortalecer mi compromiso social al ser
miembro de la planta docente de una Universidad pública que se sostiene con el pago de los impuestos de la ciudadanía.
Sin embargo, Este privilegio
no me impidió ver a cientos de compañeros maestros que no tuvieron la misma
suerte que yo y que desde hace décadas laboran como profesores de horas sueltas
sin disfrutar de los derechos y prestaciones que tenemos los profesores de
tiempo completo. Recuerdo que en los pocos meses que duré como profesor de horas sueltas, abrumado por presiones económicas, veía a los Maestros de horas sueltas tan relajados, tranquilos porque tenían algo que se ha estado perdiendo por la implementación de políticas neoliberales: estabilidad laboral. Por eso, cuando gané mi plaza de tiempo completo, quise retribuir a la Universidad de Sonora con una entrega total a mis labores de investigación, docenci y difusión.
Muchos de los profesores de horas sueltas deambulan
como los define Leonidas Donskis en su conversación con Zygmunt Bauiman en su libro Ceguera moral:
“estudiosos itinerantes”, “estudiosos sin puesto permanente” o “estudiosos
nómadas”, sin estar vinculados al cien por ciento con las instituciones académicas
y por lo tanto, sin experimentar un compromiso real con la institución, ni con la tarea que realizan, sin posibilidades de fortalecerse en un campo
de estudio específico y sin desarrollar el sentimiento de pertenencia o
compromiso que adquiere un profesor de tiempo completo.
(Zygmunt Bayuman/Leonidas
Donskis, 2015)
Los profesores titulares
como maestros de tiempo completo tenemos tres funciones sustantivas: la
docencia, la investigación y la extensión. Es decir, no nos dedicamos en forma
exclusiva a dar clases, porque no somos maestros de horas sueltas.
Nuestra función principal
es la docencia, pero no la única, desarrollamos labores como docentes en condiciones
favorables porque a diferencia de los profesores de horas sueltas que se les
asignan materias diversas cada semestre en condiciones de incertidumbre, los
profesores titulares tenemos la gran ventaja de ser titulares de las materias
que impartimos, lo que significa que cada año o cada semestre impartimos las
mismas materias y eso nos da la oportunidad de especializarnos en un campo de estudio y poder convertirnos en especialistas del conocimiento en un campo determinado del saber.
La impartición durante
años y décadas de las mismas materias, nos da la oportunidad de convertirnos en
verdaderos expertos en los temas que enseñamos a nuestros alumnos. Claro está,
esto sucede si existe real vocación por la docencia del ocupante de una plaza
de este tipo, compromiso con la educación y deseos de superación y crecimiento
profesional y académico, porque en mi trayectoria de más de tres décadas como
docente debo decir que he conocido profesores titulares que no valoraron su
condición de privilegiados y no pasaron de ser unos verdaderos farsantes en su campo y
verdaderos expertos en el arte de la simulación.
Aparte de la docencia los
profesores titulares (o maestros de tiempo completo), que cubrimos con una
carga de horas semana al mes de acuerdo a la categoría que tengamos, tenemos
obligación de realizar investigación en el campo disciplinar que trabajamos.
Dicha actividad de investigación nos permite mantenernos actualizados en los
contenidos teóricos que promovemos en nuestras funciones como docentes al tener
la oportunidad de aplicar nuestras teorías y paradigmas con la realidad
circundante.
De igual forma, tenemos
que cubrir actividades de extensión o difusión del conocimiento, que consiste
en difundir el conocimiento científico a través de publicaciones de los
resultados de nuestras investigaciones, de impartir conferencias, participar en
medios masivos de difusión mediante entrevistas o impartiendo cursos en forma
extracurricular.
Por realizar este
conjunto de actividades que requieren un alto grado de especialización
recibimos una remuneración económica por encima del promedio de otros
trabajadores de la educación, bajo el entendido que somos “maestros de tiempo
completo”, es decir, no debemos tener otra actividad laboral.
Al mismo tiempo que
disfrutamos estabilidad laboral (algo muy raro en estos tiempos de cambios y
reformas laborales, dictadas por el mercado), de prestaciones laborales
conquistadas a través de luchas sindicales y oportunidades de desarrollo
académico que otros trabajadores de la educación no disfrutan.
Algunas de estas
prestaciones las vamos perdiendo en el camino como por ejemplo el estímulo a la
exclusividad que recibíamos en la Universidad de Sonora y que consistía en una
partida financiera que se repartía entre los centenares de maestros de tiempo
completo de nuestra Alma Mater sonorense. En realidad no era una gran cantidad
porque cada maestro recibía AL AÑO por ser un maestro de tiempo exclusivo en la
Universidad de Sonora un promedio de $ 3,000 pesos.
Sin embargo, debo
reconocer que los profesores titulares somos individuos privilegiados que
ocupamos puestos que muchos colegas, amigos y conocidos desearían tener para
ellos.
Lamentablemente es
necesario reconocer que no todos los maestros de tiempo completo actúan con el
mismo compromiso con la universidad, con la sociedad, con la educación superior
y con nuestros alumnos que experimentamos un gran número de maestros de tiempo
completo.
Es evidente que en toda
regla existen las excepciones. De cualquier forma, en muchos sentidos, los
profesores titulares somos un club de privilegiados, un club que es cerrado y
excluyente ya que no admite a cualquiera, un club en el cual nos pagan por
hacer lo que nos gusta (al menos a mí sí me gusta lo que hago).
Pero es necesario decir
que este grupo selecto de privilegiados intelectuales, científicos, académicos,
artistas, etc., que formamos la planta de profesores titulares en las
universidades estamos en un proceso de reducción numérica irremediable, al
grado de que vamos en forma inexorable a nuestra propia desaparición como
grupo, un fenómeno que sucede a escala mundial.
En la Universidad de
Sonora la planta de Profesores Titulares promedia los 60 años, una gran mayoría
estamos en condiciones de jubilarnos y si pudiéramos jubilarnos no exagero al
decir que más de 500 profesores procederíamos al retiro laboral.
De manera inevitable nos
estamos haciendo viejos, algunos que no se han podido jubilar se están muriendo
(ha habido casos de profesores que han muerto frente a sus alumnos mientras
impartían sus clases), otros en proceso de jubilación, etc.
El problema que se
presenta es que por la implementación de políticas neoliberales que tienen en
la mira a las universidades públicas y a la educación superior para proceder a
su privatización, las plazas de tiempo completo que se van desocupando por
estos motivos, van desapareciendo o reduciéndose porque no todas las plazas
vacantes se someten a concurso para ser asignadas a nuevos ocupantes. También sucede que las autoridades administrativas al administrar las finanzas se autoasignan sueldos estratosféricos que triplican los ingresos del maestro de tiempo completo de mayor antiguedad y de mayor nivel educativo.
Anteriormente, cuando una
plaza de maestro de tiempo completo se desocupaba, ya sea por renuncia,
enfermedad o muerte de su titular, se procedía a someter a concurso dicha plaza
entre los muchos aspirantes a la misma. Tomemos en cuenta que existen cientos
de profesores de horas sueltas que tienen décadas esperando la oportunidad de
concursar para ocupar una plaza de tiempo completo. Pero lamentablemente esto
parece que no sucederá ya que el presupuesto asignado a estas plazas se reparte
para contratar maestros de horas sueltas y así evitar la contratación de nuevos
profesores titulares.
Esta toma de las
universidades por el neoliberalismo ha impulsado el crecimiento de una enorme
burocracia administrativa en sus estructuras internas universitarias, de tal
forma que se ha priorizado la contratación de personal administrativo por
encima de la contratación del personal académico, afectando la calidad de la educación y la formación profesional de los estudiantes, porque no es lo mismo tomar clases con un maestro de tiempo completo que se ha especializado durante años en su campo, a hacerlo con un profesor de horas sueltas que imparte cualquier materia que le ofrezcan con tal de aumentar sus ingresos y que imparte varias materias diferentes en forma simultánea.
Como ejemplo de la desviación del presupuesto universitario se puede mencionar que en la
Universidad de Sonora en los últimos diez años han sido decenas las
contrataciones de nuevos profesores de tiempo completo, mientras que las contrataciones de personal
administrativo con nombramiento de confianza rebasa el número de 300 plazas.
El crecimiento de la
burocracia en las universidades y su transformación en organizaciones que reaccionan
a las fluctuaciones del mercado ha destruido la autonomía universitaria y la
libertad académica está en proceso de extinción. La crisis de las universidades
se debe en gran parte al matrimonio forzoso entre las universidades y la
economía de mercado imperante, que convierte a las universidades en universidades empresas y provocan que se olvide formar profesionistas orientados a resolver problemas sociales de la comunidad y en su lugar, se forman técnicos que contribuyan a mejorar el funcionamiento de las organizaciones.
La crítica social es la
gran ausente en los contenidos actuales de las materias impartidas por
centenares de profesores universitarios que han contribuido con su silencio e
incorporación a programas como el estímulo al desarrollo académico, a la
desmantelación de las universidades como centros donde se produce el conocimiento científico y se ejerce la crítica social.
En este contexto de
inevitable reducción del número de profesores titulares surge un nuevo club de
privilegiados: el personal académico que abandona las funciones de docencia, investigación y extensión para ocupar una plaza de confianza desarrollando labores de
administración en las universidades, con lo que aumentan sus ingresos al recibir una compensación económica adicional por ocupar ese cargo administrativo, son los llamados "acadestrativos".
Ante esta situación cabe
la interrogante ¿las universidades sobrevivirán al siglo XXI como
las instituciones que hoy conocemos reconocibles por ser centros de
investigación, educación y lugares donde se produce el conocimiento científico? La tendencia que se observa es convertir a las universidades en universidades empresas dirigidas por un Gerente que actúa como Rector, con el apoyo de mandos medios, los cuales en su conjunto se llevan una gran tajada del presupuesto universitario por los altos sueldos que se autoasignan aprovechando la "autonomía universitaria", ya que no tienen que rendir cuentas a nadie de la forma como distribuyen las finanzas universitarias.
Los profesores de tiempo completo cada vez son un grupo más reducido, porque su crecimiento se ha detenido y el número disminuye por defunción, jubilación o por aceptar funciones dentro de la administración universitaria. Los que seguimos como miembros activos, seguimos como "el club de privilegiados".
muy interesante-colegas!!!
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