domingo, 29 de julio de 2018

El club de los privilegiados


El club de los privilegiados
Oscar Yescas Domínguez
27 de julio de 2,018

Desde hace muchos años tengo plena consciencia de que pertenezco a una especie de grupo en extinción, a un agrupamiento de élite que se reduce cada vez más y que tiende a extinguirse en la medida de que no incorpora a nuevos miembros con el mismo ritmo con el que sus integrantes van desapareciendo con el paso del tiempo.
Me refiero a que desde hace 33 años ocupo una plaza como Maestro de tiempo completo en la Universidad de Sonora, con el cargo de Profesor Titular. Esto me hizo en forma automática, miembro del selecto grupo de profesores Titulares y/o Maestros de Tiempo Completo que existen en forma cada vez más reducida no sólo en las universidades mexicanas, ya que están en proceso de extinción no solo en nuestro país sino en todas las universidades que existen en el mundo entero y esto sucede por la toma de las universidades por el neoliberalismo que busca privatizar la educación y destruir contratos colectivos y sindicatos universitarios.
En mi caso particular puedo decir que tuve la fortuna de estar en el lugar correcto en el momento correcto y hacer lo que tenía que hacer para lograr estar donde me encuentro. Es decir, tuve la fortuna de coincidir en tiempo y espacio cuando se sometieron a concurso dos plazas de profesores titulares en el departamento de psicología y Comunicación de la Universidad de Sonora en 1985: una para ocupar el puesto de Maestro de tiempo completo como Jefe del Área de Psicología Clínica y otra para ocupar el puesto de Maestro de tiempo completo como Jefe del Área de Psicología Industrial.
Participé en forma simultánea en ambos concursos y puedo decir que gané en ambos procesos por lo que tuve el privilegio de elegir una de las dos plazas que me garantizaban la estabilidad laboral de por vida en la Universidad de Sonora.
Esta invaluable oportunidad de acceder a una plaza de profesor-investigador de tiempo completo, me permitió entregarme al trabajo de investigación y docencia, desarrollar un sentimiento de pertenencia a la Universidad de Sonora que ha sido mi segunda casas durante décadas porque trabajo mañana y tarde dentro de ella, realizando actividades que me permitieron continuar con mi desarrollo como profesional de la docencia en el campo de la Psicología, actualizar mis conocimientos y programas de seminarios a través de la investigación y fortalecer mi compromiso social al ser miembro de la planta docente de una Universidad pública que se sostiene con el pago de los impuestos de la ciudadanía.
Sin embargo, Este privilegio no me impidió ver a cientos de compañeros maestros que no tuvieron la misma suerte que yo y que desde hace décadas laboran como profesores de horas sueltas sin disfrutar de los derechos y prestaciones que tenemos los profesores de tiempo completo. Recuerdo que en los pocos meses que duré como profesor de horas sueltas, abrumado por presiones económicas, veía a los Maestros de horas sueltas tan relajados, tranquilos porque tenían algo que se ha estado perdiendo por la implementación de políticas neoliberales: estabilidad laboral. Por eso, cuando gané mi plaza de tiempo completo, quise retribuir a la Universidad de Sonora con una entrega total a mis labores de investigación, docenci y difusión.
Muchos de los profesores de horas sueltas deambulan como los define Leonidas Donskis en su conversación con Zygmunt Bauiman en su libro Ceguera moral: “estudiosos itinerantes”, “estudiosos sin puesto permanente” o “estudiosos nómadas”, sin estar vinculados al cien por ciento con las instituciones académicas y por lo tanto, sin experimentar un compromiso real con la institución, ni con la tarea que realizan, sin posibilidades de fortalecerse en un campo de estudio específico y sin desarrollar el sentimiento de pertenencia o compromiso que adquiere un profesor de tiempo completo.
(Zygmunt Bayuman/Leonidas Donskis, 2015)
Los profesores titulares como maestros de tiempo completo tenemos tres funciones sustantivas: la docencia, la investigación y la extensión. Es decir, no nos dedicamos en forma exclusiva a dar clases, porque no somos maestros de horas sueltas.
Nuestra función principal es la docencia, pero no la única, desarrollamos labores como docentes en condiciones favorables porque a diferencia de los profesores de horas sueltas que se les asignan materias diversas cada semestre en condiciones de incertidumbre, los profesores titulares tenemos la gran ventaja de ser titulares de las materias que impartimos, lo que significa que cada año o cada semestre impartimos las mismas materias y eso nos da la oportunidad de especializarnos en un campo de estudio y poder convertirnos en especialistas del conocimiento en un campo determinado del saber.
La impartición durante años y décadas de las mismas materias, nos da la oportunidad de convertirnos en verdaderos expertos en los temas que enseñamos a nuestros alumnos. Claro está, esto sucede si existe real vocación por la docencia del ocupante de una plaza de este tipo, compromiso con la educación y deseos de superación y crecimiento profesional y académico, porque en mi trayectoria de más de tres décadas como docente debo decir que he conocido profesores titulares que no valoraron su condición de privilegiados  y no pasaron de ser unos verdaderos farsantes en su campo y verdaderos expertos en el arte de la simulación.
Aparte de la docencia los profesores titulares (o maestros de tiempo completo), que cubrimos con una carga de horas semana al mes de acuerdo a la categoría que tengamos, tenemos obligación de realizar investigación en el campo disciplinar que trabajamos. Dicha actividad de investigación nos permite mantenernos actualizados en los contenidos teóricos que promovemos en nuestras funciones como docentes al tener la oportunidad de aplicar nuestras teorías y paradigmas con la realidad circundante.
De igual forma, tenemos que cubrir actividades de extensión o difusión del conocimiento, que consiste en difundir el conocimiento científico a través de publicaciones de los resultados de nuestras investigaciones, de impartir conferencias, participar en medios masivos de difusión mediante entrevistas o impartiendo cursos en forma extracurricular.
Por realizar este conjunto de actividades que requieren un alto grado de especialización recibimos una remuneración económica por encima del promedio de otros trabajadores de la educación, bajo el entendido que somos “maestros de tiempo completo”, es decir, no debemos tener otra actividad laboral.
Al mismo tiempo que disfrutamos estabilidad laboral (algo muy raro en estos tiempos de cambios y reformas laborales, dictadas por el mercado), de prestaciones laborales conquistadas a través de luchas sindicales y oportunidades de desarrollo académico que otros trabajadores de la educación no disfrutan.
Algunas de estas prestaciones las vamos perdiendo en el camino como por ejemplo el estímulo a la exclusividad que recibíamos en la Universidad de Sonora y que consistía en una partida financiera que se repartía entre los centenares de maestros de tiempo completo de nuestra Alma Mater sonorense. En realidad no era una gran cantidad porque cada maestro recibía AL AÑO por ser un maestro de tiempo exclusivo en la Universidad de Sonora un promedio de $ 3,000 pesos.
Sin embargo, debo reconocer que los profesores titulares somos individuos privilegiados que ocupamos puestos que muchos colegas, amigos y conocidos desearían tener para ellos.
Lamentablemente es necesario reconocer que no todos los maestros de tiempo completo actúan con el mismo compromiso con la universidad, con la sociedad, con la educación superior y con nuestros alumnos que experimentamos un gran número de maestros de tiempo completo.
Es evidente que en toda regla existen las excepciones. De cualquier forma, en muchos sentidos, los profesores titulares somos un club de privilegiados, un club que es cerrado y excluyente ya que no admite a cualquiera, un club en el cual nos pagan por hacer lo que nos gusta (al menos a mí sí me gusta lo que hago).
Pero es necesario decir que este grupo selecto de privilegiados intelectuales, científicos, académicos, artistas, etc., que formamos la planta de profesores titulares en las universidades estamos en un proceso de reducción numérica irremediable, al grado de que vamos en forma inexorable a nuestra propia desaparición como grupo, un fenómeno que sucede a escala mundial.
En la Universidad de Sonora la planta de Profesores Titulares promedia los 60 años, una gran mayoría estamos en condiciones de jubilarnos y si pudiéramos jubilarnos no exagero al decir que más de 500 profesores procederíamos al retiro laboral.
De manera inevitable nos estamos haciendo viejos, algunos que no se han podido jubilar se están muriendo (ha habido casos de profesores que han muerto frente a sus alumnos mientras impartían sus clases), otros en proceso de jubilación, etc.
El problema que se presenta es que por la implementación de políticas neoliberales que tienen en la mira a las universidades públicas y a la educación superior para proceder a su privatización, las plazas de tiempo completo que se van desocupando por estos motivos, van desapareciendo o reduciéndose porque no todas las plazas vacantes se someten a concurso para ser asignadas a nuevos ocupantes. También sucede que las autoridades administrativas al administrar las finanzas se autoasignan sueldos estratosféricos que triplican los ingresos del maestro de tiempo completo de mayor antiguedad y de mayor nivel educativo.
Anteriormente, cuando una plaza de maestro de tiempo completo se desocupaba, ya sea por renuncia, enfermedad o muerte de su titular, se procedía a someter a concurso dicha plaza entre los muchos aspirantes a la misma. Tomemos en cuenta que existen cientos de profesores de horas sueltas que tienen décadas esperando la oportunidad de concursar para ocupar una plaza de tiempo completo. Pero lamentablemente esto parece que no sucederá ya que el presupuesto asignado a estas plazas se reparte para contratar maestros de horas sueltas y así evitar la contratación de nuevos profesores titulares.
Esta toma de las universidades por el neoliberalismo ha impulsado el crecimiento de una enorme burocracia administrativa en sus estructuras internas universitarias, de tal forma que se ha priorizado la contratación de personal administrativo por encima de la contratación del personal académico, afectando la calidad de la educación y la formación profesional de los estudiantes, porque no es lo mismo tomar clases con un maestro de tiempo completo que se ha especializado durante años en su campo, a hacerlo con un profesor de horas sueltas que imparte cualquier materia que le ofrezcan con tal de aumentar sus ingresos y que imparte varias materias diferentes en forma simultánea.
Como ejemplo de la desviación del presupuesto universitario se puede mencionar que en la Universidad de Sonora en los últimos diez años han sido decenas las contrataciones de nuevos profesores de tiempo completo, mientras que las contrataciones de personal administrativo con nombramiento de confianza rebasa el número de 300 plazas.
El crecimiento de la burocracia en las universidades y su transformación en organizaciones que reaccionan a las fluctuaciones del mercado ha destruido la autonomía universitaria y la libertad académica está en proceso de extinción. La crisis de las universidades se debe en gran parte al matrimonio forzoso entre las universidades y la economía de mercado imperante, que convierte a las universidades en universidades empresas y provocan que se olvide formar profesionistas orientados a resolver problemas sociales de la comunidad y en su lugar, se forman técnicos que contribuyan a mejorar el funcionamiento de las organizaciones.
La crítica social es la gran ausente en los contenidos actuales de las materias impartidas por centenares de profesores universitarios que han contribuido con su silencio e incorporación a programas como el estímulo al desarrollo académico, a la desmantelación de las universidades como centros donde se produce el conocimiento científico y se ejerce la crítica social.
En este contexto de inevitable reducción del número de profesores titulares surge un nuevo club de privilegiados: el personal académico que abandona las funciones de docencia, investigación y extensión para ocupar una plaza de confianza desarrollando labores de administración en las universidades, con lo que aumentan sus ingresos al recibir una compensación económica adicional por ocupar ese cargo administrativo,  son los llamados "acadestrativos".
Ante esta situación cabe la interrogante  ¿las universidades sobrevivirán al siglo XXI como las instituciones que hoy conocemos reconocibles por ser centros de investigación, educación y lugares donde se produce el conocimiento científico? La tendencia que se observa es convertir a las universidades en universidades empresas dirigidas por un Gerente que actúa como Rector, con el apoyo de mandos medios, los cuales en su conjunto se llevan una gran tajada del presupuesto universitario por los altos sueldos que se autoasignan aprovechando la "autonomía universitaria", ya que no tienen que rendir cuentas a nadie de la forma como distribuyen las finanzas universitarias.
Los profesores de tiempo completo cada vez son un grupo más reducido, porque su crecimiento se ha detenido y el número disminuye por defunción, jubilación o por aceptar funciones dentro de la administración universitaria. Los que seguimos como miembros activos, seguimos como "el club de privilegiados".

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