Pensamientos sobre el socavamiento y necesidad del rescate de la democracia en México
Oscar Yescas Domínguez
08 de julio de 2023
A lo largo de mi existencia he experimentado sentimientos de pertenencia y exclusión social en los diferentes ámbitos de convivencia social a los que he pertenecido. Como toda persona contemporánea, he incurrido en la construcción de diferentes identidades sociales basadas en la creación de un sentimiento de pertenencia a las diferentes organizaciones académicas, laborales, políticas y ciudadanas de las que he formado parte. Identidades que van desapareciendo en la medida en que dejo de pertenecer a tales organizaciones, por lo que mirando hacia atrás veo detrás de mis pasos un auténtico funeral de identidades.
Como resultado de varias experiencias he logrado comprobar en carne propia, que la existencia de la envidia en las organizaciones y su impacto negativo en la productividad y calidad del funcionamiento organizacional, no es una leyenda urbana sino que es una terrible realidad, porque quienes se entregan con pasión a su trabajo y logran destacar al brillar como estrellas en ascenso, no tardan en sufrir los efectos de acciones de denostación e intentos de degradación de su imagen por parte de aquellos compañeros de trabajo o personas cercanas que ven con envidia los logros de uno de sus colegas.
Puedo decir con gran convicción que siempre he pertenecido a la inmensa mayoría que se encuentra de este lado de la gran brecha que nos separa del 1% de la población mundial que acapara la riqueza que se produce socialmente, en otras palabras podría decir que siempre he tenido consciencia de clase, claridad acerca de mis orígenes de la clase obrera y esta visión de la realidad me permitió desarrollar valores, principios y convicciones que guían mi comportamiento orientado con un fuerte compromiso social, por lo que gran parte de mi vida la he dedicado a contribuir a lograr un cambio social que termine con la enorme desigualdad social que padecemos. Quienes me conocen desde hace décadas pueden corroborar que esta inquietud y compromiso social ha sido una característica constante y permanente de mi comportamiento social que en todo momento ha reflejado congruencia entre el discurso y la acción, al mantener la sensibilidad de indignarme ante la injusticia aún cuando esta sea ajena.
Pero, aún estando de este lado de la brecha social donde se encuentra una inmensa mayoría de marginados por el determinismo económico que estrangula al punto de desaparecer la igualdad social, también he sentido que algo me separa de los demás y que pertenezco a un segmento muy reducido que no comparte la forma de pensar, sentir y actuar de la gran mayoría de personas que conforman nuestra sociedad, en la cual se observan comportamiento de conformismo generalizado y obediencia social y que se reduce aún más cuando unos cuantos nos atrevemos a ejercer la crítica social.
Desde muy temprana edad, como hijo de un minero de Cananea, Sonora, pude vivir la existencia de una tremenda desigualdad social, por lo que mi mirada de la realidad siempre fue crítica debido a que podía ver la existencia de austeridad y pobreza de un lado y por otro de privilegios y lujos de unos cuantos.
Motivado por ese compromiso social que experimenté desde mi temprana juventud, decidí estudiar Psicología para formarme como agente de cambio social y en la medida que avanzaba en mis estudios, veía con placer que aumentaba mi capacidad para seguir viendo con ojos críticos la realidad social, porque mi mirada social se nutría de los contenidos teóricos a los que obtuve acceso en mi formación como psicólogo social.
Tuve el privilegio de trabajar 33 años como profesor investigador en la Universidad de Sonora, enseñando Psicología social formando agentes de cambio en varias generaciones de psicólogos, en un ambiente académico en el que me encontraba rodeado de colegas de Psicología que abrazaron la corriente conductista y enseñaban una Psicología centrada en el individuo, lo cual de manera inevitable me llevó a confrontarlos porque en mis seminarios ejercía la libertad de cátedra y promoví la construcción de una Psicología socialmente sensible que atendiera las necesidades sociales y contextualizara la intervención psicológica en el marco de la crisis social que hemos estado padeciendo.
Debido a esa diferencia epistemológica, buena parte de mi carrera laboral la pasé como lobo estepario, porque mis críticas a la Psicología académica enfocada en el individuo no fueron bien aceptadas por varios de mis colegas, por lo que enfrenté actitudes de rechazo e intentos de denostar mi autoridad como académico que no tuvieron resultados porque no tenían fundamento y esta situación de marginalidad se agudizó aún más al negarme a formar parte de alguna de las diferentes pandillas académicas que se conformaron para buscar posiciones de poder administrativo.
De manera adicional a lo anterior, durante mi carrera universitaria fui uno de los pocos docentes que escribía y publicaba artículos donde cuestionaba la enorme brecha salarial que existe entre las autoridades universitarias, académicos y trabajadores universitarios. Mientras escribía y publicaba artículos siempre me preguntaba ¿porqué los demás profesores-investigadores no escriben y publican artículos en los cuales analizaran desde el enfoque de sus disciplinas la situación de corrupción de las autoridades universitarias y las embestidas neoliberales que mutilaron nuestro Contrato Colectivo de Trabajo en la Universidad de Sonora en cada revisión contractual?
Al negarme a formar parte de alguna de las diferentes pandillas académicas que todavía existen dentro de la Universidad de Sonora, tuve la libertad de criticar el desempeño tanto de las autoridades administrativas como de los dirigentes sindicales en los procesos de revisión contractual y salarial, mientras luchaba por lograr que los derechos laborales de los cuales disfrutaba en mi condición de miembro del club de privilegiados que son los maestros universitarios que tienen una plaza de tiempo completo, fueran extensivos para los maestros que tenían décadas trabajando con el sistema de horas sueltas.
Hoy en día en mi condición de jubilado, experimento nuevamente esa sensación de pertenecer a una minoría, cuando veo que una gran parte de la población mexicana ha aceptado las reglas del juego propuesto por el Consejo Nacional de Morena, para elegir a quien representará a la alianza Morena, Partido del Trabajo y Partido Verde en las elecciones presidenciales del 2024, aún cuando el método elegido representa un evidente retroceso en la construcción de la democracia, al decidir usar una encuesta para seleccionar al abanderado de esta coalición, en lugar de aprovechar la oportunidad para fortalecer al partido en el poder realizando elecciones internas, lo cual permitiría construir una democracia realmente participativa.
Si miramos hacia el pasado reciente, recordaremos que en las elecciones del 2021, Morena utilizó la encuesta para elegir candidatos a puestos de elección popular por primera vez y lo hizo de manera sorpresiva, sin consultarlo con sus militantes que exigían elecciones internas y fueron ignorados por la dirigencia de este partido, lo que provocó protestas de militantes en varios Estados del país, protestas que se convirtieron en fricciones y en un franco abandono de Morena de varios de sus militantes, debido al autoritarismo e inflexibilidad que mostró la dirigencia de ese partido al no escuchar las voces de quienes protestaban.
Las renuncias a Morena de cientos de militantes fueron acompañada por una creciente decepción popular de este partido, porque al darse a conocer los resultados, se encontraban dentro de los favorecidos por el fraude electoral llamado encuesta para ocupar puestos de elección popular, a personas con una evidente trayectoria prianista, a familiares de funcionarios del gobierno de Morena y otros personajes que mostraron gran incapacidad para gobernar cuando estuvieron en el poder y se ganaron el rechazo de la población.
Un ejemplo de esto último, fue el conocido caso de la ex-Presidenta de la capital sonorense Célida López, a quien Morena apoyó para que contendiera en un intento de lograr su reelección, pero lo que Morena obtuvo fue un voto de castigo de la ciudadanía hermosillense que no aceptó esta falta de respeto a su voluntad y le provocó una aplastante derrota a Célida López y a Morena como partido, creando el precedente de ser la primera derrota electoral de Morena, después de que llegó al poder.
Pero, al parecer la memoria histórica se borra rápidamente en el imaginario social, porque estamos viendo que la historia se repite en este 2023, cuando el Consejo Nacional de Morena, decide no realizar elecciones internas para elegir a su candidato presidencial y procede a usar la encuesta como método para seleccionar a su candidato presidencial y la persona elegida será aquella que una encuesta diga quien es el más popular, de entre seis candidatos registrados:
Por parte de Morena: el ex-Secretario de Gobernación Adán Augusto López, el ex-Secretario de Relaciones Internacionales Marcelo Ebrard Casaubón, la ex-Jefa de Gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum Pardo, el Coordinador de Morena en el Senado de la República, Ricardo Monreal Ávila. Por parte del Partido del Trabajo, Gerardo Fernández Noroña y por parte del Partido Verde, Manuel Velasco.
Un detalle que nadie parece tomar en cuenta es que en este juego preelectoral, hay una regla aprobada por unanimidad por parte del Consejo Nacional de Morena que es de extrema importancia: “los resultados de la encuesta serán inapelables”. Es decir, una vez publicados los resultados nadie podrá cuestionarlos porque se aceptarán como “verdades sagradas” y los precandidatos que no sean favorecidos por el apoyo popular recogido a través de la encuesta, deberán aceptar su exclusión como candidatos presidenciales.
El contexto de aceptación social del uso de la encuesta en tan delicado asunto, es lo que me hace sentirme excluido de la mayoría de personas, porque veo que ante el anuncio de la encuesta y el arranque de las precampañas de los aspirantes a ser el candidato de la coalición de Morena, PT y PV, en redes sociales circulan abundantes expresiones que afirman con entusiasmo “yo voto por fulano”, “Yo doy mi voto por fulana”, “yo votaré en la encuesta a favor de zutano o perengano”, mientras que en las calles de las ciudades de nuestro país aparecen pintas, bardas y anuncios espectaculares con imágenes de los seis participantes en este juego preelectoral que tiene lugar un año antes de las elecciones presidenciales.
Todo indica que nos encontramos en el contexto de una “precampaña electoral anticipada” en la que se están gastando millones de pesos provenientes del presupuesto público asignado a entidades privadas como lo son los partidos políticos, es decir, el dinero que financia estas precampañas, es dinero del pueblo que bien podría haberse invertido en atender alguna necesidad social.
Pero lo que realmente sorprende desde mi perspectiva, es que parece que quienes así se expresan en redes sociales no alcanzan a comprender que esta precampaña anticipada no incluye votación alguna, porque las expresiones de apoyo y anuncios de votos anticipados a favor de algunos de los contendientes serán ignorados debido a que en una encuesta, sólo se contempla recoger la opinión de una reducida muestra de la población y nada garantiza que el entusiasmo que muestran los fans de alguno de los precandidatos sea registrado como factor determinante para inclinar los resultados.
Durante el tiempo que trabajé como profesor-investigador universitario, tuve oportunidad de actualizar mis conocimientos tomando varios cursos de actualización sobre metodología de la investigación social, diseño de investigaciones, técnicas de muestreo, etc., lo cual me permitió cumplir con mi rol de investigador, al estar en condiciones de diseñar y conducir varias investigaciones sociales y en esas experiencias en el campo algo que aprendí muy bien, es que no existe ninguna técnica de muestreo que garantice el 100% de confiabilidad en sus resultados, ya que siempre presentan un margen de error en el diseño de la investigación y ninguna muestra obtenida estadísticamente, podrá representar de manera confiable las opiniones del total de la población.
Existen muchas razones para objetar el acuerdo tomado en la sesión del Consejo Nacional de Morena, en primer lugar, se puede decir que es políticamente incorrecto porque el uso de la técnica de la encuesta jamás podrá sustituir la participación social en un país donde el gobierno y el partido en el poder hablan de construcción de la democracia, mientras inhiben la participación de los militantes en la toma de una decisión tan relevante como lo es el elegir al candidato a elecciones presidenciales del próximo año.
Esta decisión representa una decisión unilateral tomada en forma vertical sin consulta con las bases, al más puro estilo de la democracia representativa que fue la forma de funcionar del prianismo, cuando los representantes toman decisiones sin consultar a sus representados. Es por esta razón, una decisión antidemocrática que limita la participación de la base de militantes de Morena y al pueblo mexicano a la condición de seguidores, de los cuales se espera que obedezcan las decisiones y se limiten a votar por el candidato que les diga la Dirección Nacional, socava la libertad de decisión, impide la autonomía para elegir de los militantes y contribuye a impedir que se conviertan en ciudadanos autónomos, que son imprescindibles para construir una sociedad que se llame a sí misma “democrática”. Por estas razones, el uso de la encuesta para elegir al candidato presidencial de la coalición Morena, PT y PV representar un verdadero retroceso hacia el autoritarismo, un vaciamiento y un socavamiento de la democracia social.
La mayor parte de los cuestionamientos en el uso de las encuestas se centran en el señalamiento de que la muestra seleccionada no es representativa, porque se relega a un gran porcentaje de la población que corre el riesgo de “no formar parte de la muestra” y que por lo tanto, su opinión no será considerada en la selección del candidato.
No existe una organización que utilice esta metodología que pueda garantizar la confiabilidad en todo el proceso, al contrario, al usar esta técnica para seleccionar a un candidato presidencial se crean las condiciones para que se manipulen los resultados a favor de alguno de los aspirantes, pero, como ya se advirtió “no se admitirán objeciones, ya que los resultados serán inapelables”, en consecuencia, nos encontramos ante un nuevo tipo de fraude electoral realizado desde la cúpula del poder, que utiliza una estrategia que rebasó la imaginación fraudulenta de los gobiernos prianistas y que amenaza con institucionalizarse y replicarse en la elección de aspirantes a puestos de elección popular en cada estado de la república donde Morena tenga presencia.
Esta amenaza representaría un gran golpe para la construcción de la democracia en México, porque con esta decisión del Consejo Nacional de Morena, el pueblo mexicano queda relegado de participar en la elección del candidato presidencial que contenderá en el 2024 y se limitará su participación a la de un “seguidor” que obedece las decisiones tomadas por la dirigencia de Morena que pretende inducir a la población para que voten por quienes ellos digan que resultó favorecido por la encuesta.
De manera contradictoria, en un contexto internacional en el que destaca una creciente movilización de multitudes en Inglaterra, Francia, Alemania y otros países, que exigen la realización de referéndums para decidir si continúa o no el apoyo financiero y militar que sus gobiernos proporcionan al gobierno de Ucrania para que continúe su guerra contra Rusia, en México la Dirección del partido en el poder en México deja pasar la gran oportunidad de consolidar la democracia participativa, mediante una consulta con sus militantes para elegir a quien será el candidato presidencial en las elecciones del próximo año y decide usar la técnica de la encuesta para que “una mano invisible” señale con su dedo flamígero a quien contenderá representando a la coalición de Morena, PT y PV.
Las condiciones actuales permiten predecir que el candidato que surja de esta coalición no tendrá problemas para ganar las elecciones presidenciales, porque la oposición está integrada por partidos políticos que se encuentran en proceso de desaparición en una lenta agonía: PRI, PAN, PRD, MV y los aspirantes que se han registrado para abanderar a la oposición padecen un enorme descrédito político personal, por su pertenencia al prianismo: Santiago Creel y Xóchitl Gálvez.
Pero el Consejo Nacional de Morena debe tener presente que en estas elecciones yo no tendrán a su favor el “efecto AMLO” que favoreció a Morena para llegar al poder y ganar las elecciones del 2018 y 2021. Después de cinco años de gobierno morenista, para la población mexicana es claro que AMLO es algo diferente muy diferente al partido que lo llevó al poder, la simbiosis AMLO-MOrena ha desaparecido al grado de que representan dos cosas diferentes. El pueblo mexicano creó una gran lealtad hacia AMLO, pero no sucede lo mismo con Morena, porque este partido ha perdido credibilidad en poco tiempo, por la invasión de legiones prianistas en las estructuras del partido y dentro del Gobierno federal y gobiernos estatales.
En estos cinco años de gobierno morenista, el partido en el poder ya no es el mismo que el movimiento colectivo que se institucionalizó como partido político y llegó al poder. Podríamos comprender este cambio si recordamos al filósofo griego Heráclito quien acuñó la famosa frase “nadie puede bañarse dos veces al mismo río”, porque aparentemente es el mismo río, pero sus elementos, su cauce, sus aguas, han cambiado. Con este se refería al hecho de que cada situación es única e irrepetible y cada instante ocurre por primera vez.
Si se intenta imponer una candidatura que no sea del agrado del pueblo mexicano, la posibilidad de que se repita la experiencia de la derrota de Morena en la capital sonorense en las elecciones del 2021, aumentan considerablemente, porque el pueblo mexicano aprendió el valor del voto electoral y lo utilizará según crea conveniente. Por estas razones, cuando escucho a los políticos que nos gobiernan decir que “estamos construyendo la democracia en México”, no puedo evitar percibir la gran contradicción entre el discurso y la acción, porque en los hechos lo que están haciendo es asesinar a la democracia.
Este comportamiento de quienes dirigen el partido en el poder y quienes gobiernan a nuestra nación, debemos ubicarlo en el marco de la agudización de la crisis social que caracteriza el momento histórico que estamos viviendo, una crisis que tiene una dimensión particular que podríamos denominar crisis política que se caracteriza por una falta de credibilidad en los partidos políticos (en este caso, aparte del PRI, PAN, PRD, MC, se incluyen también al partido en el poder Morena, al PT y al PV).
Estamos frente a una crisis política provocada por el descrédito de aquellos personajes que se han dedicado a vivir de la política brincando de un partido a otro, por la incongruencia mostrada entre el discurso y la acción de los políticos que nos gobiernan y que realizaron acciones sumamente cuestionables como el nombramiento de Claudia Pavlovich, ex-Gobernadora de Sonora como Cónsul de México en Barcelona y el nombramiento de Célida López como Jefa del Gabinete del Gobierno de Sonora. Esa contradicción entre el discurso y la acción es lo que ha provocado fisuras en el apoyo social hacia el gobierno mexicano y hacia el partido de Morena y han contribuido a aumentar esa crisis de credibilidad.
Las “corcholatas” como son conocidos los aspirantes a ser candidatos porque “fueron destapados”, hacen pausa en sus actividades para para recorrer el país y realizar labores de proselitismo personal como si estuvieran buscando el voto popular, algunos renuncian a cargos importantes como la Secretaría de Gobernación (que dejó sin resolver conflictos añejos como la huelga de los mineros de Cananea o justicia para padres de la guardería ABC), la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Jefatura de la Ciudad de México, la importancia de tales cargos, reflejan que con esta decisión exhiben que es mayor su ambición de poder que su vocación de servicio público.
Realizan concentraciones masivas en las ciudades para demostrar pulso y capacidad de convocatoria en un ambiente de festejo anticipado, mientras que la población mexicana continúa viviendo el drama cotidiano de vivir en en una realidad en crisis, enfrentando los efectos sociales de la crisis económica: el incremento de la violencia delincuencial, enfrentamiento de miembros de la delincuencia organizada con bandos contrarios o contra efectivos militares o policiacos del gobierno mexicano, la violación de múltiples derechos laborales y humanos por parte de las grandes corporaciones, etc.
Una mirada crítica a la realidad social que estamos viviendo aquí y ahora, nos permite constatar que vivimos en un contexto de desigualdad social creciente, en el que sobran los motivos para ponerse de pie y luchar por la recuperación de derechos que nos están arrebatando, luchar en contra de alguna de miles de injusticias, exigir castigo a los innumerables actos de corrupción, o simplemente para cambiar este mundo por otro mejor donde realmente exista justicia, democracia e igualdad social. Pero esta mirada crítica se pierde cuando la atención colectiva se concentra en el “avance de las encuestas” que van mostrando porcentajes de aceptación popular de los diferentes aspirantes a la candidatura presidencia del Frente de Morena, PT y PV.
Tomar consciencia de este contexto social que presenta una crisis política, nos obliga a realizar una reconceptualización de todo el horizonte político, una crítica social que incluya un cuestionamiento individual, a las instituciones gubernamentales, a los sindicatos, a los partidos políticos, al partido en el poder, al gobierno en turno y visualizar a los diferentes movimientos de emancipación social que han brotado por todo el mundo presentando una resistencia ante el avance de la implementación de políticas neoliberales que intentan adelgazar al Estado y privatizar todos los servicios públicos, como el horizonte de un paradigma emancipatorio, como el surgimiento y construcción colectiva de un nuevo paradigma político en el cual la participación social juega un papel determinante para percibir que la realidad en la que estamos viviendo, está cambiando y estos cambios son gracias a nuestra participación social, porque con ella estamos construyendo la realidad social.
Esa participación en movimientos colectivos es la “otra política”, la política real, la política de transformación de la realidad social y la simulación de elección por encuesta, es “la política de los partidos”, una perversión de la política que nada tiene que ver con las necesidades sociales y está motivada por la ambición de poder de quienes orquestaron este simulacro y quienes aceptaron participar en el mismo.
No se trata solamente de la exhortación de hacer política en una sociedad en crisis, se trata de tomar consciencia de que estamos enfrentando una crisis de la política, porque el partido que llegó al poder en nuestro país usando al consigna “Juntos haremos historia” que logró aglutinar a millones de mexicanos que sintieron que estaban participando en una jornada histórica de cambio social, el día de hoy muestra una gran incongruencia entre el discurso y la acción, al negar la participación de sus militantes en la decisión de elegir al próximo candidato que los representará en las elecciones presidenciales del 2024. Este tipo de incongruencias de los partidos políticos, como de los políticos que nos gobiernan, son las que han provocado un alejamiento de la política de parte de la ciudadanía.
El crecimiento de la desigualdad social está provocando un aumento de la población que vive en condiciones de pobreza, mientras que los altos funcionarios del Gobierno federal y de los Gobiernos de los Estados en los que gobierna Morena, continúan percibiendo los altos sueldos que permitieron el enriquecimiento de los funcionarios del prianismo.
Los altos sueldos que ganan los directivos de la burocracia gubernamental, funcionan como imán para que individuos oportunistas se afilien a Morena, trepen a posiciones cercanas al poder y logren enquistarse en puestos de alto poder de decisión y percibiendo sueldos cuyo monto es inconfesable por su cuantía e indignante porque perciben altos ingresos en instituciones gubernamentales que han sido declaradas en “crisis financiera” y con este argumento se deteriora la calidad de los servicios públicos de salud, educación, empleo, etc.
La situación se complica porque quienes realizan un ejercicio de crítica social hacia el gobierno de Morena, son mal vistos, acusados de conspiracionistas y sus críticas son recibidas como “ataques que provienen de la oposición”. Desde la cima del poder se pretende crear una política de pensamiento único, en el cual el único pensamiento válido es aquel que acepta en forma acrítica las decisiones que provienen del poder. Se llama a cerrar filas en contra de las voces discordantes para darle continuidad a un gobierno que no tiene homogeneidad ni ideología política definida.
En este punto debemos recordar la certera aportación del filósofo griego Cornelius Castoriadis, cuando nos dijo que “la sociedad contemporánea ha perdido la capacidad para criticarse a sí misma”, lo cual vemos reflejado en este momento histórico que estamos viviendo, por lo que debemos rescatar el valor de la crítica social en la construcción de una verdadera democracia y señalar la necesidad de promover el desarrollo de la libertad de pensamiento que permita construir individuos autónomos, que actúen con criterio propio y tomen sus propias decisiones, porque una sociedad democrática requiere de individuos autónomos que puedan ejercer la crítica y la autocrítica, que son el punto de partida para la creación de la democracia, pero lo que hoy estamos presenciando es la desaparición del cuestionamiento social porque predomina la ausencia de autonomía, el predominio del conformismo y una obediencia generalizada.
Este marco social nos lleva a recordar a Erich Fromm cuando nos alertaba en su libro El miedo a la libertad sobre la “aceptación del autoritarismo como un mecanismo de evasión de la libertad que consiste en la tendencia a abandonar la independencia del Yo individual propio, para fundirse con algo, o alguien exterior a uno mismo, a fin de adquirir la fuerza de que el Yo individual carece”.
El 7 de febrero de este año, publiqué en mi blog personal un artículo titulado El vaciamiento de la democracia en México, en el cual expresaba mis temores acerca del surgimiento de un termidor al interior de Morena, que se visualiza en la presencia de legiones de prianistas que se incorporaron a Morena y ocupan posiciones de poder tanto dentro del partido como en la estructura del gobierno de México en sus tres niveles y que han desplazado a auténticos luchadores sociales que colaboraron en la construcción del Movimiento de Regeneración Nacional desde su inicio.
Esos temores se han convertido en una realidad al haber sido aprobado el uso de la técnica de la encuesta como método de selección de su próximo candidato presidencial. Con este acuerdo, la premisa que dice todo el poder emana del pueblo y de la soberanía popular, pierde valor e importancia, así como la consigna Juntos haremos historia queda en el olvido, porque militantes, simpatizantes y la población mexicana, quedarán marginados del proceso de selección de dicho candidato y se limitará su participación a seguir el lineamiento que provenga de la Dirección Nacional de Morena.
Cinco años de gobierno de Morena, nos confirman que los cambios estructurales que necesitan realizarse para atender las necesidades sociales, no se realizarán a través del cambio electoral. Por lo que debemos tener presente que la democracia no se limita a la democracia electoral, la democracia debe ser un estilo de vida permanente que se refleje en todos los ámbitos de convivencia social, la democracia hoy en día está ausente en la vida política de México.
La lucha electoral es sólo una parte de una lucha social que realizan miles de personas que participan en diversos movimientos colectivos buscando la transformación del sistema social en que estamos viviendo. Una lucha colectiva que tiene como punto de partida la construcción de un empoderamiento individual y colectivo para lograr un fortalecimiento comunitario que nos permita enfrentar la crisis del sistema social en el que estamos viviendo.
Una verdadera transformación social se logra cuando los integrantes de las comunidades se convierten en actores políticos, que participan en la toma de decisiones que permitirán lograr una transformación social. Necesitamos percibir a la democracia como un proceso participativo que necesariamente involucra a la mayoría de los integrantes de nuestra sociedad, en la construcción de un liderazgo de tipo horizontal y distribuido.
La democracia se construye cuando la mayoría de integrantes de nuestra sociedad participa en el proceso de toma de decisiones en asuntos de relevancia social, por lo que tenemos que dejar nuestra pasividad, superar la indiferencia hacia la política, reconocer que nuestros problemas personales tienen origen en la política y la política debe incluir la participación colectiva en asuntos públicos y cuando sea necesario, realizar movilizaciones colectivas para demandar soluciones a los problemas colectivos.
Es entonces cuando hablamos de Democracia participativa, cuando construimos un sentimiento de pertenencia a nuestra comunidad y hacemos nuestra la idea de que “todos somos uno”, al ver que los problemas individuales tienen un origen social porque son el resultado de la aplicación de políticas neoliberales y la ausencia de políticas de protección social.
No necesitamos esperar a que llegue el día de las elecciones para experimentar el “sentimiento de democracia”, la democracia no es un sentimiento efímero y temporal, debe ser un estilo de vida compartido con los que nos rodean. Con este cambio en la percepción de lo que significa la democracia, podemos crear un empoderamiento comunitario que nos ayude a cambiar la relación que existe entre quienes quienes ocupan cargos de poder político y nuestras comunidades al construir un poder comunitario, porque nos permite evitar que se siga usando el poder en forma asimétrica, desigual, que es lo que suele suceder cuando los representantes de un gobierno se ubican por encima de la ciudadanía y se olvidan de que quienes ocupan puestos en la estructura del gobierno en cualquiera de sus tres niveles son servidores públicos, cuyo sueldo es pagado por los impuestos que paga la ciudadanía y por ello deben priorizar las necesidades de la población y actuar como verdaderos servidores públicos.
Las condiciones actuales que están generando una lenta agonía de la democracia en México, nos obligan a situarnos como sujetos sociales críticos, es decir, como personas conscientes de que podemos contribuir a que lo que es hoy, pueda ser de otro modo, no podemos cambiar lo que ha sido, pero sí podemos cambiar nuestra forma de ver las cosas, utilizando una mirada crítica acerca de lo que fue, es y será. Para comprender la necesidad de impulsar un cambio social debemos mirar con ojos críticos la realidad social y reconocer la existencia de una desigualdad social creciente que provoca un sufrimiento colectivo, una incertidumbre social e inseguridad generalizada. Estos problemas sociales son provocados por fuerzas que tienen nombres concretos: globalización comercial, mercados financieros, dictadura del mercado, oferta y demanda, producción masiva y consumo masivo, etc.
En el contexto actual que se vive en México, se observa que los partidos políticos atraviesan por una seria crisis de credibilidad y algunos de ellos están al borde de la agonía por el distanciamiento que sostuvieron con la ciudadanía. Por lo que surge la apremiante necesidad de promover la construcción de un democracia que esté basada en la confrontación de opiniones diferentes entre sí, retomando el espíritu de la doxa, para legitimar la participación social, como parte importante de la democracia, porque representa la respiración de la vida pública.
La discusión colectiva de los asuntos públicos nos permitirá construir una redefinición de lo que es la política, para dejar de creer en la política que hacen los políticos y sus partidos y reconocer que la política es la discusión colectiva en espacios públicos por parte de la ciudadanía que actúa en forma autónoma, analizando los problemas sociales que enfrenta y tomando decisiones colectivas para solucionar los mismos.
Esta nueva forma de hacer política requiere que la ciudadanía impulse la construcción de una democracia participativa basada en la construcción de proyectos de autonomía individual y colectiva para lograr una liberación social, que sólo podrá lograrse a través de la lucha por la emancipación del ser humano y la transformación de la realidad social.
La política debe impulsar un empoderamiento colectivo que permita para crear individuos autónomos y libres que puedan construir una sociedad autónoma y libre. Porque no puede haber democracia en una sociedad donde no existan individuos autónomos. La política busca construir una sociedad democrática que acepte y estimule la libertad de ejercer la crítica social, una crítica en la que la propia sociedad sea cuestionada para mejorar en lo que sea necesario mejorar. Esta crítica solo puede provenir de la actividad de los ciudadanos que abandonaron el conformismo generalizado.
Por lo que todos los ciudadanos debemos dejar atrás el rol de seguidores de algún líder, de algún partido político y asumir un rol de agentes de cambio social y proceder a la construcción de organizaciones ciudadanas que sean realmente representativas que contribuyan a la construcción de un poder popular paralelo al poder político y tener presente que necesitamos unir el poder político con el poder popular para enfrentar al poder corporativo que es el principal responsable de los problemas que nos afectan como individuos y como comunidades.
Recordemos que vivimos en un contexto social globalizado y que a nivel mundial se impulsa un proyecto promovido por el poder corporativo que intenta utilizar el poder económico para tomar el control político en varios países, desapareciendo la función de bienestar social de los Estados, debilitando y desapareciendo instituciones públicas que ofrecían servicios públicos, para proceder a su privatización y maximizar su beneficio económico.
Por esos motivos hoy es más necesario que nunca plantearnos la necesidad de fortalecer la construcción de espacios donde podamos realizar ejercicios democráticos que consoliden una cultura de democracia social, para contribuir al cambio de nuestra realidad social. Este proceso de discusión y concientización permitirá construir una sociedad democrática en la cual la forma de hacer política se caracterice por el funcionamiento de una democracia participativa y la política sea concebida como un proceso de liberación social y no una forma de enriquecimiento rápido e ilícito para unos cuantos.
Estoy consciente de que no todos estarán de acuerdo en las ideas aquí escritas, en realidad no espero tal cosa, lo más probable es que haya más de una persona que difiera con mis pensamientos y eso sería una reacción normal, porque no todos podemos tener un pensamiento único. Lo que sí debemos tener presente es que la democracia se construye dialogando y el verdadero diálogo se construye cuando dos personas que piensan de manera diferente entre sí, se sientan a dialogar con una actitud de escuchar lo que el otro está diciendo, en un claro intento de querer comprender sus razonamientos.
La otra política
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muy interesante, PROF.
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