En busca de la política
Oscar Yescas Domínguez
14 de abril del 2022
En busca de la política
Un mundo lleno de contradicciones
La perversión de la política
El sentido de la política
Conclusiones
Introducción
Desde hace varias décadas hemos estado viviendo en un Estado de crisis, la letra “E” escrita en mayúsculas no es un error, fue un acto intencional, porque no me refiero a un estado de cosas, sino que hago referencia a los Estados- Nación que surgieron después de que cayó la Monarquía como sistema social de gobierno durante las inolvidables jornadas de lucha de la revolución francesa que tuvo lugar del 5 de mayo de 1789 al 9 de noviembre de 1799. Aquellos diez años de lucha que se dieron enarbolando la consigna Libertad, igualdad y fraternidad, lograron lo que parecía imposible: terminar con un sistema de gobierno desigual e injusto.
La libertad para vivir libremente, sin opresión alguna dentro de una sociedad democrática, la igualdad buscaba que cada persona fuera tratada igual ante la ley y la fraternidad contenía el mensaje de que todos debían ser amables y solidarios con los demás, ya que en aquellos momentos todos eran socios en la construcción de un nuevo orden social en el que se buscaba seguridad, libertad y justicia social.
Después de esos largos años de lucha finalmente la Monarquía fue eliminada como sistema de gobierno y con ella cayeron las instituciones que apuntalaban la Monarquía como sistema de gobierno, entre ellas la Iglesia católica que legitimaba la desigualdad social utilizando la religión para manipular y hablar en nombre de Dios afirmaban que la nobleza tenía sangre azul y su linaje era bendecido por Dios.
Desde el momento que cayó la monarquía, hombres y mujeres conquistaron su libertad y dejaron de obedecer a la nobleza y a los sacerdotes, para empezar a construir un nuevo sistema de gobierno que tardó varios años en configurarse, tiempo durante el cual la sociedad estuvo en un estado de interregno, que significa un vacío de poder, porque el viejo sistema de la Monarquía no desapareció de un momento a otro, los Monarcas ya no gobernaban y el nuevo sistema social que se estaba construyendo como forma de gobierno social, todavía no terminaba de ser construido para tomar el lugar que la Monarquía dejó como sistema social de gobierno.
Fue en aquellos tiempos cuando surgió el Estado-Nación como forma de gobierno y su construcción se logró gracias a la participación de miles de ciudadanos que colaboraron en crear acuerdos sociales mediante la creación de nuevas leyes y nuevas instituciones que actuarían en armonía entre sí para colaborar en lograr la misión principal del nuevo gobierno: La defensa del bienestar social de la población.
Para evitar que prevaleciera la anarquía como forma de gobierno y que se desatara una guerra de todos contra todos, surgió la idea de crear un contrato social, basado en la obra de Jean-Jacques Rousseau (1762) quien fue un precursor de la Revolución francesa y cuyo pensamiento central consistió en que el contrato social es voluntario, el individuo cede parcialmente sus derechos, poder y propiedad, pero a cambio recibe de vuelta mucho más. Bajo estas premisas se procedió a la construcción de un Estado que estuviera formado por instituciones que garantizarían la paz social, la democracia, la justicia y toda la población aceptó ser parte de un nuevo sistema de gobierno, respetar las leyes, normas y reglas sociales contempladas en las constituciones elaboradas en cada Estado-Nación, a eso se le llamó Estado de derecho.
Esta idea se inspiró en el libro de Thomas Hobbes: El Leviatán (1651) en el cual analizó la naturaleza del ser humano como un ser social y concibió la figura de un gigante, con rostro inexpresivo reflejando una sensación de frialdad, llevando en una mano una espada. La imagen del Leviatán muestra una enorme figura humana que representa al gobernante soberano, compuesto de numerosos cuerpos. Esta figura simboliza que el poder del Leviatán es tan grande que la libertad del individuo desaparece en él.
Este gigante metafórico se alimentaba de la participación social de los ciudadanos que aceptaban el nuevo orden social y sus cuerpos pasaban a alimentar y dar fuerza a este Leviatán. El Estado moderno surgió entonces con la institución que tenía el monopolio de la coerción lícita para castigar a los infractores de las leyes que fueron creadas para garantizar la seguridad, democracia, justicia y la igualdad social.
Pero en años recientes algunos autores nos advirtieron de que nuestra sociedad estaba desapareciendo, que se acercaba a su fin, así lo hizo Alain Touraine y Zygmunt Bauman, argumentando la ruptura entre la economía y la política, es decir, el divorcio entre el poder corporativo y el poder político, que aumentó la crisis económica y política que estamos padeciendo. La pérdida de contenido de las instituciones sociales y de los sistemas de control social y gubernamental en el contexto de la economía de libre mercado. Esta situación fue interpretada por Alain Touraine como el fin de las sociedades (2,016).
El surgimiento de naciones como potencias económicas quebrantó la armonía en el escenario internacional al configurar una nueva geopolítica y aprovechando la globalización para difundir una economía de libre mercado que despojó de gran parte de la soberanía a los Estados-Nación que hoy ven movilizados por fuerzas exteriores y determinados en la elección de las políticas a seguir, limitando la participación democrática de sus ciudadanos en la toma de decisiones y afectando su función de guardián del bienestar social de la población.
El día de hoy (abril del 2022) enfrentamos nuevamente el final de una era con el surgimiento de la guerra entre Rusia y Ucrania, un conflicto bélico en el que están involucrados varios países y que amenaza prolongarse y expandirse con la intervención directa de otras naciones, como la acción de Alemania de expropiar el gas ruso y las acciones de países miembros de la OTAN de congelar bienes y cuentas bancarias de ciudadanos y gobierno ruso, violando con ello acuerdos y leyes internacionales.
Estamos siendo testigos del surgimiento de un nuevo orden mundial, en cuya creación solo participan las élites políticas, financieras y corporativas que sólo buscan sus beneficios particulares y en este proceso los más afectados que son la población de diferentes países, cuya ciudadanía no tienen participación alguna. En el nuevo orden mundial no hay conocimiento público de la estructura que tendrá y las consecuencias que tendrá para la población mundial y por ello podemos afirmar que nos encontramos nuevamente en un estado de interregno a nivel mundial, ya que la incertidumbre hacia el futuro es lo que caracteriza al momento histórico que estamos viviendo.
A la crisis social y económica del sistema capitalista que se ha prolongado durante décadas y a la desigualdad social que ha provocado la economía de libre mercado, se agrega el día de hoy el temor de que la guerra se expanda a otros países y provoque efectos negativos en la economía mundial y lo que es peor, existe el temor fundamentado de que utilicen armamento nuclear para disuadirse entre sí los países participantes, lo cual traería consecuencias negativas inimaginables, para nuestros pueblos y para nuestro planeta.
Otra consecuencia negativa del momento que estamos viviendo es que surge la posibilidad de que los gobiernos que fueron elegidos en forma democrática, se conviertan en regímenes totalitarios y terminen con la democracia como estilo de vida a nivel mundial al plegarse a los intereses de las grandes potencias mundiales, lo cual representaría un grave retroceso en la construcción de la democracia y de las conquistas obtenidas por movimientos colectivos en el pasado.
Atendiendo las lecciones del pasado, cuando mediante un esfuerzo colectivo se construyó el Estado moderno que hoy agoniza en el contexto de la economía de libre mercado, se requiere un despertar social de los ciudadanos que se refleje en un aumento en su participación en la discusión colectiva en ámbitos públicos, de los problemas que afectan a nuestras comunidades, una toma de consciencia de la necesidad de participar en la toma decisiones colectivas que permitan solucionar estos problemas, a esto se le llama una democracia participativa. Ante la amenaza del regreso del totalitarismo, debemos construir y reforzar la democracia participativa que implica la participación de la población en asuntos de interés local, nacional e internacional, para que quienes nos representan en las debilitadas instituciones del Estado moderno, voten tomando decisiones que realmente representen a quienes dicen representar. Hoy más que nunca debemos dejar atrás la democracia representativa y evitar que sigan votando a nuestro nombre tomando decisiones que afectan a la mayoría de la población, en este siglo XXI surge la necesidad de construir un moderno Leviatán que simbolice el empoderamiento ciudadano y la manera de lograrlo es a través de la participación de la ciudadanía en política nacional e internacional actuando en forma unida, organizada y colectiva.
En busca de la política
Durante algunos años acostumbraba decir al inicio de cada año “sorpréndeme año nuevo”, pero dejé de hacerlo porque la realidad nos ha golpeado con sorpresas que son realmente inaceptables, inesperadas e indeseadas y por esos motivos dejé atrás esa costumbre. La última vez que lo hice fue al inicio del 2020 cuando dije luciendo una amplia sonrisa: “sorpréndeme 2020” y la sorpresa no tardó en llegar con la llegada de la pandemia del covid que dejó millones de muertos en el mundo entero y que nos obligó a encerrarnos en nuestras casas por temor al contagio y provocó un apagón total del sistema económico y comercial internacional.
En el inicio del 2021 debida a la experiencia anterior y porque los pronósticos para ese año señalaban que la pandemia continuaría, guardé un prudente silencio pero eso no impidió que el mundo entero viera con gran sorpresa la toma del Capitolio por parte de una multitud de simpatizantes de Donald Trump, quienes arengados por éste último se lanzaron sobre el emblemático edificio gubernamental como si fuera el enemigo a combatir e ingresaron escalando paredes, rompiendo ventanas, puertas y derribando todo lo que se atravesaba a su paso para lograr el objetivo de impedir la reunión que ratificaría el triunfo de Joe Biden y la derrota de Donald Trump. Los irresponsables llamados de Trump a sus seguidores para que tomaran el edificio dejaron como saldo una persona muerta por un disparo de guardias de seguridad y un país dividido entre aquellos que piensan que se cometió un fraude electoral y los que defienden la legalidad de los comicios presidenciales.
En este año 2022, nuevamente hice mutis y evité solicitar sorpresas al año nuevo, pero en el inicio de este año la realidad nos golpea duramente y pone a prueba nuestra capacidad de asombro, ahora con el estallido de una guerra entre Rusia y Ucrania. Una guerra provocada, alentada y anunciada con anticipación por ´los medios de comunicación occidentales, porque semanas previas al estallido de la guerra, Estados Unidos y los países miembros de la Otan enviaron a Ucrania toneladas de armamento con valor de miles de millones de dólares y alentaron al Presidente de Ucrania para que solicitara su ingreso como país miembro de la Otan, a pesar de que sabían que Rusia se opondría porque comparte frontera con Ucrania y al ingresar a la Otan, Estados Unidos estaría en condiciones de colocar una base militar en suelo ucraniano. Con el surgimiento de esta guerra en Europa se introduce un nuevo elemento en la situación mundial que trae consigo consecuencias que no podemos imaginar en estos días.
Como cualquier persona con orientación humanista, condeno la guerra en todos sus aspectos porque no hay justificación alguna para asesinar personas y menos en forma colectiva como sucede en las guerras, pero como escritor, como pensador autónomo e independiente, lo que más condeno es el asesinato de la verdad, el uso de la mentira y del engaño para manipular la opinión pública como lo están haciendo los medios de información occidentales que brindan información parcial y descontextualizada para provocar reacciones de rechazo a Rusia.
Pero no debemos olvidar que esas mismas voces que hoy se alzan para condenar a Rusia por invadir Ucrania, guardaron un cómplice silencio durante la guerra que realizó Estados Unidos en contra del pueblo de Irak, de Afganistán y de otros países. Muestran con ello una doble moral, esta doble moral que muestran quienes hoy exigen mayores sanciones hacia Rusia no sólo les quita autoridad moral para emitir juicios sobre lo que está sucediendo en Ucrania, sino que favorecen a la industria armamentista que aumenta sus ventas porque los países miembros de la OTAN aumentan su presupuesto militar y llaman a una unidad nacional en contra de la guerra a Ucrania, permitiéndoles desviar la atención para evitar la sublevación de sus propios pueblos en contra de las consecuencias de la crisis mundial del sistema en que vivimos, que se manifestaron en el 2019 con el estallido de revueltas, rebeliones y movimientos colectivos que lucharon contra la implementación de políticas neoliberales que violaban derechos humanos y laborales.
Pero no es mi intención debatir sobre la guerra entre Rusia y Ucrania, retomo esa horrible experiencia que están viviendo miles de personas en aquella parte del mundo para alertar sobre la posibilidad de que éste conflicto no sólo se prolongue durante años, sino que existe el peligro de que se amplíe con la participación de otros países que tienen armamento de última generación con mayor capacidad de destrucción y cuentan con arsenal nuclear que de usarse nos llevaría a la aniquilación de buena parte de la humanidad, por lo que no debemos repetir el error que cometimos con la pandemia del covid-19 en sus inicios, cuando pensábamos que jamás llegaría a nuestras tierras y olvidamos que el mundo es cada vez más chico y existe una interdependencia e interinfluencia a nivel mundial, de tal forma que lo que pase en el otro lado del mundo, tarde o temprano llegará a afectarnos.
Este es un peligro que debe mantenernos en estado de alerta porque debemos tener presente que la guerra significa entre otras cosas, el fracaso de la política, representa el fracaso de la política diplomática entre los países involucrados y sobre todo el fracaso de los organismos internacionales que fueron creados para evitar el surgimiento de nuevos conflictos bélicos y hoy están siendo utilizados de manera parcial en este conflicto.
Pero también debemos estar conscientes de que con el surgimiento de esta guerra nos encontramos en un momento que pasará a la Historia como el fin de una era unipolar, con el final de la época en la que Estados Unidos tenía la supremacía sobre el resto de naciones en del mundo y en estos momentos deja de ser el policía mundial, Estados Unidos deja de ser el país que dirige la economía mundial y esto se refleja en el hecho de que el dólar tiende a dejar de ser la moneda de cambio internacional y lo estamos viendo ante la exigencia de Rusia que se niega a recibir el dólar y el euro como forma de pago de su petróleo y exige que se pague en rublos.
Estamos presenciando el surgimiento de un nuevo orden mundial, ya que se están presentando grandes cambios en la geopolítica internacional, en la cual surgen nuevas voces provenientes de gobiernos de diferentes países y continentes que rechazan la hegemonía estadunidense en la economía y política internacional y esto lo confirma el propio Joe Biden, quien declara que está surgiendo un nuevo orden mundial e insiste en que este nuevo orden debe ser liderado por Estados Unidos.
En la construcción de este nuevo orden mundial se percibe una lucha por el poder mundial que trae consigo la amenaza de un regreso del autoritarismo como forma de gobierno en varios países. Por todos es sabido que en las guerras hombres y mujeres jóvenes salen a pelear contra otros hombres y mujeres jóvenes de otros países, que no se conocen entre sí y que pelean arriesgando sus vidas porque siguen órdenes superiores de políticos y militares. Pero cabe hacer una pregunta pertinente: ¿Quiénes deciden ir a la guerra? No son los pueblos quienes deciden tomar las armas para pelear con otros pueblos, las guerras son decididas por unos cuantos en un proceso autoritario y antidemocrático.
A pesar de que afirman que viven en sociedades democráticas, los líderes de los gobiernos que participan en las guerras no acostumbran consultar a su ciudadanía acerca de si aceptan participar una guerra en contra de otro país, simplemente toman decisiones que afectan a millones de personas en forma directa o indirectamente, ya sea por provocar su muerte con el uso de armas de destrucción masiva o por los recortes a presupuestos de salud, educación, vivienda, pensiones, etc, para desviar grandes cantidades de presupuesto público para fines militares. Por estas y otras razones, las guerras representan un acto de alto grado de autoritarismo y que pone en peligro la democracia como estilo de vida en los países que se involucran en las guerras.
Aquellos que dejan sus vidas por pelear en las guerras jamás participaron en tomar la decisión de iniciar una guerra, simplemente fueron enrolados en un conflicto que no provocaron y llevados al frente de batalla mediante el uso de la mentira y del engaño, tal y como está sucediendo en esta guerra entre Rusia y Ucrania, ya que la primera baja antes de que iniciara el conflicto fue la verdad que fue sustituida por el uso de la mentira y esto se puede comprobar en las diferentes versiones que se contradicen al intentar explicar los actos de genocidio que están ocurriendo en aquella nación de Europa.
Los únicos beneficiados de las guerras son dueños de las compañías transnacionales que se dedican a la producción de armamento y las compañías que se dedican a “seguridad y recuperación” de zonas dañadas, porque lo que podemos afirmar que las guerras son un espectacular negocio en el cual se invierten miles de millones de dólares y también significa “oportunidades de trabajo” para miles de mercenarios de diferentes países que tienen como modo de vida ser contratados para asesinar gente en varios países.
Vivimos tiempos peligrosos en los que el mundo entero enfrenta la posibilidad de la expansión de la guerra entre Rusia y Ucrania, del surgimiento de nuevas guerras en el mundo entero, lo cual representa un verdadero peligro para la humanidad, porque las grandes potencias mundiales cuentan con armamento nuclear por lo que con este nuevo escenario y la amenaza de su expansión surge el temor de que los conflictos escalen al grado de que alguno de los contendientes se incline por usar armas nuclear como ya lo hizo Estados Unidos dos veces en el siglo pasado.
La situación internacional representa también un peligro para la democracia y la libertad como estilo de vida, para ser sustituidos por el surgimiento de regímenes totalitarios que usando la mentira y el engaño convoquen a una “unidad nacional” en la que la existencia de ciudadanos bien informados que ejerzan sus derechos a usar la crítica social sean vistos como un “peligro social” y se impidan aquellos ejercicios de democracia participativa que impulsen a sus gobiernos a impedir que el fantasma de la guerra y sus consecuencias económicas, políticas y ecológicas continúe creciendo.
La sola existencia de una guerra afecta a millones de personas en el mundo entero, quienes ya han sufrido los efectos de una prolongada crisis económica internacional, que los ha sumido a vivir en el marco de una enorme desigualdad social y el discurso de la guerra les impedirá alzar la voz para luchar por la recuperación de sus derechos que les han sido eliminados por la implementación de políticas neoliberales.
Desde hace décadas hemos estado padeciendo otro tipo de guerra en nuestras vidas cotidianas, una guerra no declarada por el poder corporativo y permitida por el poder político de nuestros países que consiste en una constante ofensiva en contra de los trabajadores y población en general, al eliminar derechos y prestaciones a trabajadores y jubilados lo que representa una escalada de violación a derechos humanos, laborales y sexuales y nos exige asumir una posición definida a favor de quienes son objeto de tales violaciones.
Recordemos que desde hace varios años los trabajadores del mundo entero están enfrentando una ofensiva sin precedentes en todos los países del mundo occidental contra todas las conquistas de la clase obrera afectando los derechos a la salud que garantizaban los sistemas de salud en cada país y el derecho a la jubilación que garantizaban la supervivencia de los trabajadores en su vejez, poniendo en riesgo las vidas de millones de trabajadores activos y jubilados en el mundo entero.
Este nuevo orden mundial que se está configurando y decidiendo en las altas esferas del poder tendrá consecuencias que en este momento no podemos imaginar, pero lo que sí podemos predecir es que si continúa la guerra y llega a escalar con el involucramiento de otros países, se dará un retroceso en las libertades y derechos sociales que hoy disfrutamos y que fueron conquistados a través de grandes luchas sociales, porque esta tendencia hacia un modelo autoritario representa un peligro para la consolidación de la democracia en todo el mundo, principalmente en aquellos países que recientemente dejaron atrás gobiernos autoritarios como sucedió en México, en Bolivia, en Chile y está sucediendo en Colombia, países cuya población eligió la democracia por la vía electoral como herramienta para lograr un cambio social a través del respeto al voto participando en jornadas electorales.
Con los elementos anteriores enfrentamos un escenario preocupante en el cual debemos tener presente que las guerras no solo representan el fracaso de la política, sino la ausencia total de la misma, y el surgimiento de otra guerra en el ámbito internacional permite que se fortalezca el totalitarismo como forma de gobierno que representa una amenaza para la democracia como forma de vida, por lo que es cada vez más imposible permanecer indiferente o neutral ante el surgimiento de este nuevo orden mundial, lo que nos obliga a asumir una postura definida sobre la situación internacional y nacional, para lograr esto, lo que tenemos que hacer es analizar el significado real de la política y la promesa que ésta contenía desde el momento de su surgimiento.
La incertidumbre que hemos padecido desde hace varios años aumenta en nuestros días con el surgimiento de la guerra en el escenario internacional. No sabemos lo que nos espera en el futuro, la única certeza que tenemos es que lo que suceda en el corto plazo dependerá de nosotros porque estamos enfrentando la disyuntiva de aceptar pasivamente que quienes manejan la política internacional y nacional, sigan decidiendo por nosotros, manteniéndonos en una tendencia que aumenta la precariedad en nuestras condiciones de vida y conduciéndonos por un camino que solo nos lleva a la destrucción, o aceptamos que tenemos libertad de pensamiento y usamos esa libertad para actuar con autonomía para construir una identidad como sujetos activos que participan en política para defender y recuperar derechos violados.
La toma de consciencia del vínculo que existe entre lo personal y lo político, entre lo público y lo privado, nos permitirá crear un empoderamiento popular que nos permita, no sólo luchar por la defensa y recuperación de nuestros derechos humanos y laborales, sino que también podamos manifestarnos en contra de las guerras y luchar para construir un mundo nuevo en el que realmente exista democracia y justicia social. Nos encontramos en un momento histórico en el cual los temores de la guerra se han concretado y necesitamos comenzar a abrir brecha por un camino que nos conduzca en busca de una verdadera política que esté basada en la democracia participativa, que incluya consultas ciudadanas para garantizar la participación ciudadana en la toma de decisiones de gran relevancia social que contribuyan a solucionar los problemas que afectan a nuestras comunidades.
Un mundo lleno de contradicciones
Aparte del mar de incertidumbre que enfrentamos en nuestras vidas cotidianas, debemos reconocer que vivimos también en un mundo lleno de contradicciones que tienden a negar la naturaleza humana, por ejemplo, podemos ver que mientras en el mundo entero millones de personas padecen hambre y miles de gentes fallecen por enfermedades relacionadas con el cáncer u otras enfermedades que son curables, vemos que por otro lado, se reduce el presupuesto a salud pública, educación pública y el pago de pensiones y jubilaciones.
Esto sucede aún en países como México que no tiene una tradición de militarismo, estamos viendo que el ejército tiene más presencia cada vez más en la sociedad mexicana. En otros países se destina cada vez más una mayor cantidad de presupuesto para la industria bélica, lo cual ha permitido la creación de armamento de última generación con mayor capacidad de destrucción y se ha llegado al extremo de desarrollar armas biológicas que tienen una mayor capacidad para provocar muerte y destrucción masiva.
Podemos constatar que el grado de desarrollo que ha alcanzado la tecnología podría producir alimentos como para terminar con el hambre en el mundo, sin embargo, como vivimos en un sistema capitalista en el cual existe la propiedad privada sobre los medios de producción, millones de personas viven en pleno siglo XXI en condiciones de pobreza extrema porque las grandes empresas prefieren tirar alimentos a la basura antes que regalarlos a quienes padecen hambre, porque realizar esa actividad “contribuiría a bajar los precios de las mercancías y eso significaría pérdidas económicas”, lo que en realidad quiere decir, que disminuirían su porcentaje de ganancias Bajo esas premisas millones de “consumidores defectuosos”, es decir, millones de personas que viven en condiciones de pobreza, son considerados “población prescindible” para la economía de mercado, sufren de exclusión social y abandonados a su suerte.
A nuestra sociedad contemporánea se le ha llamado la “sociedad de la información” porque gracias a internet, redes sociales y telefonía celular, cualquier persona puede acceder a todo tipo de información con el solo clic de un teléfono. Cualquiera puede aprender un nuevo idioma usando su teléfono o computadora, se puede aprender sobre cocina, mecánica, filosofía, psicologia, política e inclusive hasta se puede aprender en internet cómo construir una bomba que podría matar a cientos de personas.
Pero a pesar de estas oportunidades de aprendizaje que nos brinda la tecnología estamos observando que también podría decirse que vivimos en la “sociedad de la ignorancia”, porque la abundancia de información afecta nuestra capacidad de percepción de tal forma que el tiempo dedicado a prestar atención a la información que aparece en las pantallas de nuestros teléfonos, computadoras y televisores, ha disminuido considerablemente desde aquellos “15 minutos de fama” que buscaban las personas en la década de los setentas, a tan sólo unos segundos de atención que prestamos en nuestros días a una nota informativa, un video o un mensaje y después perdemos interés y procedemos a pasar a la siguiente nota.
Vivimos en “la sociedad del espectáculo” en la cual la imagen tiene primacía sobre el mensaje escrito y desde el surgimiento de la televisión hemos visto una reducción de la capacidad de pensar para privilegiar el gusto por la imagen. Diversos estudios antropológicos señalan que cada sociedad promueve una cultura que le permite construir al tipo de individuo que necesita para seguir funcionando y millones de personas están abandonando su condición de “homo sapiens” para convertirse en homo videns, cuya actividad se limita a ver la pantalla del televisor participando en un maratón de series televisivas, fijar nuestra vista y atención a la pantalla de nuestros teléfonos celulares con una actitud pasiva y la perspectiva de que las personas dejen sus teléfonos y televisores para tomar un libro y dedicar un tiempo a su lectura, desaparecen cada día más, por lo que la capacidad de desarrollar un pensamiento autónomo disminuye con el paso del tiempo y la capacidad de ejercer un pensamiento crítico está ausente en millones de personas.
En la sociedad red, tal como se ha definido a la sociedad en la que estamos conectados a través de redes sociales, millones de personas carecen de autoestima, no encuentran sentido a sus vidas, viven una permanente insatisfacción y tratan de cubrir el vacío en sus vidas con algún tipo de adicción. Otras personas se limitan a ignorar los problemas que ocurren en sus comunidades, refugiarse en redes sociales y buscar figuras públicas para tomarlos como modelos a seguir, imitando sus comportamientos, repitiendo lo que otros dicen y lo que en casos extremos obedeciendo lo que otros les piden que hagan. Esta es la razón por la que existen numerosos “influencers” que tienen miles de seguidores en el mundo entero, aún cuando su discurso sea totalmente intrascendente, vacío de contenido y desconectado de una realidad sumergida en una crisis social.
En estos tiempos de guerra entre Rusia y Ucrania que alimenta el temor de una guerra mundial, aumenta el número de personas que está más dispuesta a aceptar que el mundo pueda dejar de existir por el estallido de una guerra nuclear y continúan sin aprender que tenemos la capacidad para cambiar el sistema económico y social en el que vivimos si logramos organizarnos, si actuamos en forma masiva y unida para construir un mundo mejor a través de una verdadera democracia participativa.
Millones de personas ignoran que una pequeña acción individual realizada por miles de personas podría contribuir a cambiar nuestras vidas. Les es imposible aceptar la idea de que podemos construir un empoderamiento colectivo que nos ayudaría a resolver los problemas sociales que enfrentamos en nuestras comunidades.
Parte del problema que enfrentamos es que la mayoría de las personas ignora que tiene derechos humanos que están siendo violados impunemente y no nos damos cuenta de que esto sucede porque lo estamos permitiendo con nuestra pasividad, conformismo e indiferencia social. En la medida que cada persona adquiera consciencia de sus derechos humanos, que tiene capacidad para empoderarse a sí misma, que aumentando su participación social en la discusión de asuntos públicos, puede contribuir a un empoderamiento social, aumentarán las posibilidades para que podamos lograr una verdadera transformación social y construir un mundo mejor al que estamos viviendo en estos momentos.
Pero esto no sucede porque aceptamos como algo normal vivir en un mundo dividido en el cual existe una una enorme desigualdad social, que por sí misma constituye una gran violación de derechos humanos para millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema, miseria y padecen exclusión social. Mientras aumenta el número de millones de consumidores defectuosos en el mundo entero, vemos que al mismo tiempo disminuye el número de multimillonarios que forman parte de un porcentaje reducido de la población (menos del 1% de la población mundial), quienes incrementan en forma escandalosa sus fortunas y viven una vida de derroche y lujos, porque son quienes se benefician de la desigualdad social que promueve la economía de libre mercado, son aquellas personas vinculadas al poder corporativo quienes maximizan sus ganancias económicas gracias a la privatización de servicios públicos que afecta a la población y que se observa en todo el mundo.
En este contexto podemos decir que la peor contradicción que estamos viviendo en estos tiempos de crisis social a nivel internacional, es que a pesar de que estamos padeciendo una constante precarización de nuestras condiciones de vida (debido a una constante disminución de nuestra capacidad adquisitiva) y de una constante violación de derechos humanos, condiciones que serían motivo suficiente para salir de nuestra zona de confort y luchar por la recuperación de nuestros derechos, somos nosotros mismos quienes nos ponemos una mordaza en nuestras bocas y nos creamos obstáculos que nos impiden luchar por una verdadera transformación social, cuando tomamos acuerdos en los diferentes grupos a los que pertenecemos, en el sentido de “no hablar de política” con el argumento de “evitar divisiones o discusiones interminables”.
Esto se observa principalmente en la mayoría de los grupos sociales, sobre todo en la enorme cantidad de grupos de whatsapp que existen y en la participa una gran mayoría de las personas en los cuales se toma el acuerdo de “no discutir sobre política” en sus contenidos, a nombre de no crear división entre sus integrantes. Esta regla nos afecta considerablemente porque nos impide realizar una discusión de asuntos públicos desde una perspectiva política y con este silencio autoimpuesto y aceptado por la mayoría, se contribuye a aumentar el número de analfabetos políticos, es decir, de aquellas personas que ignoran el sentido de la política y no quieren saber nada de política y que por ello, son más susceptibles a ser objeto de manipulación política en en tiempos de elecciones.
La perversión de la política
Con la aceptación de la regla de “no hablar de política” en los grupos a los que pertenecemos, se acepta la imposición de un candado en la comunicación social que nos impide analizar con un pensamiento crítico la realidad desigual en la que estamos viviendo y sobre todo, se deja afuera la posibilidad de tomar consciencia de que podemos construir un empoderamiento colectivo que sería capaz luchar por un verdadero cambio social y lograr una verdadera transformación social.
Mantener el tema de la política como si fuera un tabú sólo beneficia a quienes siguen aumentando sus riquezas por la enorme desigualdad social que padecemos y son aquellos que forman parte del poder económico, es decir, los dueños de las grandes compañías transnacionales y sobre todo, favorece a quienes se aprovechan de la ignorancia política de la población, aquellos que viven de la política y que han encontrado en su participación en partidos políticos una vía rápida para lograr un enriquecimiento económico participando “en esa política”.
Para comprender este proceso podríamos retomar lo que el psicólogo francés Serge Moscovici (1981) nos plantea en su libro La era de las multitudes, donde nos dice que las masas forman movimientos colectivos para luchar por sus derechos y llegar al poder, se unen a movimientos colectivos y participan masivamente en jornadas electorales para apoyar algún partido político en el que depositan sus esperanzas de cambio social. Ese partido político llega a conquistar el poder político gracias a los votos de gran parte de la población y sus representantes depositan ese poder en un pequeño grupo de personas, quienes terminan cediendo ese poder a una sola persona. Las masas se encuentran cautivas por sus dirigentes y la persona que obtiene el poder termina por dar la espalda a quienes lo encumbraron y ayudaron a llegar al poder, gobernando por su cuenta sin tomar en cuenta las necesidades del pueblo que lo eligió.
Esa misma historia sucedió en varios países de Latinoamérica de forma repetida y en el caso de México no fue la excepción con los diferentes gobiernos del PRI que conformaron una “dictadura perfecta” durante más de 70 años utilizando prácticas de fraude en las elecciones. Las mismas operaciones las realizó el PAN cuando ascendió al poder, dejando al descubierto que el PRI y el PAN eran lo mismo, por lo que en el lenguaje popular se les identifica como “el prianismo”. La historia de nuestro país nos muestra una y otra vez, que la mayoría de quienes se dedican a la política la han usado para llegar a conquistar el poder político y una vez estando en él se olvidan de sus promesas de campaña y se dedican a enriquecer sus fortunas personales.
Los beneficiarios de esta forma pervertida de hacer política se sostenían en el poder cambiando de un puesto a otro en cada cambio de sexenio, aprovechando el alto grado de abstencionismo electoral de buena parte de la población que no veía sentido a votar porque sabía de antemano que se cometería fraude electoral y se daría el triunfo a personajes de dudosa trayectoria. Este abstencionismo electoral era el resultado de la decepción colectiva que provocó el comportamiento de “los políticos”, también era resultado del analfabetismo político imperante en buena parte de la población que “no deseaba saber nada de política”, así como una errónea estrategia para expresar la inconformidad social participando en las votaciones anulando los votos con leyendas, poniendo nombres de personas que no estaban registrados en las boletas electorales y que sólo tuvo como resultado la anulación de esos votos. Lo cierto es que los partidos políticos, el comportamiento de los representantes de esos partidos, los gobernantes emanados de los partidos políticos con registro y los Senadores y Diputados que formaron parte del poder político, contribuyeron a generar una crisis de credibilidad social hacia “la política” en México.
Recordemos que el sistema capitalista en que vivimos se encuentra sumido en una profunda crisis económica, política, ecológica y sanitaria. En la parte de la crisis política se encuentra el origen de esta desconfianza a “la política”. La crisis política significa que las instituciones que son el baluarte de nuestro sistema social atraviesan una grave crisis de credibilidad porque presentan una gran distancia entre el discurso y la acción, para comprender mejor en qué consiste esta crisis, podríamos decir que enfrentamos una crisis en la relación dirigente-dirigido, es decir, una crisis de liderazgo social.
Las instituciones que se encuentran en crisis son las dependencias gubernamentales que han dejado atrás la misión de procurar el bienestar social y han olvidado la filosofía de servicio público que les dio origen y sus dirigentes se han dedicado a desviar el presupuesto público para enriquecer fortunas personales. Los partidos políticos se encuentran sumidos en una grave crisis porque una vez en el poder, se olvidan de aquellos que les otorgaron su voto electoral y participan en actos de corrupción. Los sindicatos de trabajadores atraviesan también por una grave crisis porque sus dirigentes no cumplen con su función de liderazgo en la defensa de los intereses de los trabajadores que representan.
Gran parte de la población muestra una gran desconfianza hacia los partidos políticos, a los políticos y a la política, porque tienen la errónea percepción de que lo que hacen los políticos es “la política”. La mayoría de las personas cuando piensa en la política la primera palabra que asocia es la palabra corrupción, la existencia de partidos políticos que se movilizan y voltean a ver a nuestras comunidades sólo en período de elecciones para solicitar el voto de los ciudadanos y una vez que conquistan el poder, el comportamiento de los políticos se caracteriza por actos de corrupción, abandono de causas sociales, indiferencia a reclamos de movimientos colectivos y con la mirada puesta en las siguientes elecciones para seguir permaneciendo en el poder y vivir del presupuesto público.
A nivel mundial vemos que la crisis de credibilidad hacia la política surge porque predomina la democracia representativa, que es en realidad una pseudodemocracia que consiste en tener un día de libertad: el día de las elecciones y que por ello, se limita a la democracia electoral que se ejerce cuando la población tiene la oportunidad de elegir a los próximos gobernantes y representantes legislativos. Durante el período electoral los aspirantes a puestos de elección popular en lugar de definir por qué asuntos votar, se limitan a decir en sus campañas “vota por mí”.
La política que impulsan los políticos se dirige a convencer a la ciudadanía de que hay “expertos en política” a quienes deben confiar la solución de sus asuntos públicos y privados. Cuanto más crece el analfabetismo político, más se retira la gente de la actividad política y más se aprovechan los oportunistas de la política para tomar la delantera bajo el argumento de que “la gente no hace nada”, mientras que la gente tiende a pensar “no se puede hacer nada, siempre es lo mismo, más vale no meterse en política”. La perversión de la política trae como resultados que se dé una contraeducación política que pretende que la gente se habitúe a olvidarse de sus responsabilidades como ciudadanos, conformarse con sus condiciones de vida y acostumbrarse a que otras personas decidan en su nombre.
Los oportunistas de la política visitan las comunidades más alejadas, realizan actos públicos para llamar a participar en las elecciones y solicitar el voto popular a su favor. Pero una vez que obtienen el triunfo, jamás vuelven a acudir a las comunidades que visitaron y a quienes les hicieron promesas de cambio social. Una vez en el poder tomaban decisiones a nuestro nombre, sin jamás consultar las opiniones de aquellos que dicen representar, por lo que en la realidad no actúan como los representantes del pueblo ya que su principal objetivo es llegar al poder, permanecer en él y volver a él si acaso lo llegan a perder.
De esta democracia representativa es de la que se han aprovechado los llamados “políticos profesionales”, con sus acciones han pervertido a la política y han reducido el significado de este concepto a la participación electoral, a la toma del poder político y con su comportamiento han decepcionado a la población al dedicarse a realizar actos de corrupción al acceder al presupuesto público y enriquecer sus fortunas personales desviando grandes partidas presupuestales, descuidando con ello la atención a las necesidades sociales que afectan la calidad de vida de la población.
El significado de la política
Los cambios sociales que se han presentado durante las últimas décadas han puesto en evidencia la necesidad de construir nuevos paradigmas que nos permitan comprender la nueva realidad que estamos enfrentando en la construcción de un nuevo orden mundial, necesitamos paradigmas que nos ayuden a identificar a los nuevos actores sociales y a analizar en forma diferente los nuevos conflictos que se están presentando(Alan Touraine, 2,005). La comprensión de la realidad compleja que estamos viviendo debe ser una de las prioridades en nuestras vidas porque enfrentamos la amenaza de la internacionalización de la guerra, el fantasma del autoritarismo que podría representar un grave retroceso en la construcción de una democracia social.
Necesitamos utilizar una perspectiva teórica que nos ayude a comprender la acción humana, porque es la acción vinculada al ejercicio del pensamiento libre, lo que nos permitirá lograr una mejor comprensión de la acción humana, cuando los seres humanos actuamos libremente como sujetos activos y con libertad de pensamiento, es cuando se encuentra el sentido real a la política.
No es fácil lograr una comprensión de la compleja realidad social en la que nos encontramos, porque la sociedad de consumo ha creado una mundialización de la cultura de consumo, promoviendo comportamientos hedonistas en busca del placer efímero y esto ha provocado que se deje atrás al homo sapiens y con ello han mermado nuestra capacidad de pensar por nuestra cuenta ya que estamos viendo hecha realidad la profecía que Herbert Marcuse nos aportó en su libro “El hombre unidimensional”(1975), ya que enfrentamos la mundialización de la cultura del consumo y el desarrollo del homo consumens que actúa siguiendo la corriente del conformismo, de la obediencia y el alejamiento paulatino de la política.
Pero analizar la realidad no es una tarea imposible y se facilita si empezamos a actuar como sujetos libres, empezando por desarrollar un pensamiento autónomo que nos permita ejercer la crítica social, empezando por cuestionarnos a nosotros mismos y los contenidos del contrato psicológico que tenemos con la vida que estamos teniendo. Pero debemos tener presente que realizar la crítica social no es fácil en una sociedad en la que predomina un pensamiento único orientado al fortalecimiento del homo consumens. Pero aún con todas estas dificultades es posible y necesario construir una libertad de pensamiento para llegar a convertirnos en individuos autónomos, en personas que podamos ejercer la crítica social de la realidad en que vivimos y que tengamos la libertad de realizar acciones colectivas que contribuyan a la construcción de un poder social informal capaz de transformar la realidad en que vivimos.
Necesitamos empezar a pensar por nosotros mismos utilizando nuestro criterio personal para lograr una comprensión de lo que sucede a nuestro alrededor y en este proceso llegaremos a reconocer que pensar y vivir son exactamente lo mismo. En ese camino lograremos reconocer el vínculo que existe entre lo personal y lo político, para estar en condiciones de desarrollar nuestra libertad de pensamiento y vincularla a nuestra libertad de acción aumentando nuestra interacción social con quienes nos rodean y padecen los mismos problemas sociales que nos afectan en lo particular a través de la participación social.
A través de la interacción social desarrollamos la pluralidad en el pensar, que es la base del pensamiento crítico y podremos comprender que lo político no se forma sólo desde la acción, sino que la pluralidad de pensamientos es una condición de la acción y una condición del acto de pensar. Aprendemos de los pensamientos y acciones de los demás, al mismo tiempo que les enseñamos nuestros pensamientos y formas de actuar, a esto se le llama interinfluencia social que nos permite comprender que todos aprendemos y enseñamos simultáneamente.
El término política ha perdido su significado real y se utiliza el día de hoy en forma despectiva y su sola mención despierta rechazo en buena parte de la población y la construcción de este rechazo social a la política es lo que permite ocultar la función de liberación social que podría suceder si se revelara su real significado. Este rechazo a la política es el primer obstáculo que se enfrenta en la búsqueda del significado de la política: los prejuicios en contra de ella que están basados en la ignorancia sobre la misma. En lugar de alejarnos de la política debemos clarificar el sentido de la experiencia en política y liberarnos de los prejuicios y juicios previos que en las últimas décadas se han relacionado con la política.
Otra tarea que debemos realizar es evitar confundir la política con la construcción de ideologías (izquierda, derecha, centro), ya que esta confusión inhibe la pluralidad ideológica, reduce la espontaneidad de la acción social al dividirnos unos a otros y con ello se confunde la relevancia política de la pluralidad humana y el valor de la acción política para la construcción de una democracia social en donde coexistan diferentes formas de pensamiento..
En la construcción del pensamiento crítico como condición previa a la acción, es importante aceptar la pluralidad en el pensamiento colectivo como un fundamento en la construcción de una democracia social en la cual la política necesariamente debe ser incluyente y no excluyente. Por estas razones, en la construcción de nuestra autonomía individual y de la libertad de pensamiento, debemos cambiar nuestra percepción actual de lo que entendemos por política, dejar atrás aquella percepción limitada de la política como la libertad para participar en elecciones cada tres o seis años y reconocer que podemos construir una nueva concepción de la política a través del aprendizaje obtenido en nuestra participación en las acciones sociales, sobre todo de en aquellas luchas sociales nos permite construir una perspectiva crítica no sólo de la política, sino de la realidad social en la que nos encontramos.
Debemos comprender también que la indiferencia hacia la vida pública, la falta de sensibilidad social o ceguera moral, el desarrollo de una ideología individualista y el creciente analfabetismo político, son las condiciones que favorecen el surgimiento de abusos de autoridad, liderazgo autoritario y crean las condiciones para que se presente la amenaza del totalitarismo. Por estas razones se puede afirmar que en los liderazgos autoritarios y la existencia de actos de corrupción, existe una corresponsabilidad colectiva de la humanidad en la medida que con el abstencionismo, la indiferencia y la inactividad, se impide la participación social y se está contribuyendo a tolerar actos de corrupción, prácticas autoritarias y la amenaza del totalitarismo, tanto en el escenario internacional como en nuestras vidas cotidianas.
La ausencia de un pensamiento libre permite que en un gobierno totalitario las masas siguen ciegamente a sus líderes actuando sin ejercer su capacidad de análisis, exhiben poca tolerancia a la crítica adversa y ante la falta de argumentos reaccionan atacando a quien piense de manera diferente. Un ejemplo de este tipo de reacción lo pudimos observar en los simpatizantes de Trump que tomaron el edificio del Capitolio en Estados Unidos en el inicio del 2,021.
Este es el fundamento en el que se basa el llamado a aumentar nuestra participación ciudadana en la discusión colectiva de los asuntos públicos y construir una nueva política que sea significativamente diferente a “la política que hacen los políticos”. La filósofa alemana Hanna Arendt (2,008) nos describió que la política representaba una promesa para la humanidad en el sentido de que “la política debe ser el esfuerzo colectivo de una gran pluralidad de seres humanos para vivir juntos y compartir la tierra en un ambiente de libertad garantizada”, esta autora señala que es en la acción humana donde la política encuentra su sentido, ya que la experiencia política más importante es la de la acción porque es la mejor forma de aprender de política: aumentando nuestra participación social..
Por su tendencia a la interacción social, por actuar en compañía de aquellos a quienes se reconocen como iguales a uno, por aventurarse en algo nuevo cuyos resultados son todavía desconocidos, la política requiere de un compromiso personal y social de los ciudadanos que desean mejorar sus condiciones de vida. Por eso es que la política se da en el espacio público en forma transparente, porque es en el ágora donde se deben discutir y analizar los problemas sociales que afectan a las colectividades, la política no se discute o se decide en grupos pequeños o en lugares cerrados, la verdadera política se construye en espacios abiertos contando con la participación social y sobre todo con respeto a la pluralidad para garantizar la democracia.
Es en la acción colectiva que se realiza en el espacio público donde debe existir y manifestarse la pluralidad que consiste en aceptar la discusión con diferentes formas de pensamiento político. Es de esta forma como se construye el diálogo social y “el verdadero diálogo se da cuando dos o más personas que piensan de manera diferente, se sientan a dialogar con una actitud de intentar comprender los argumentos que el otro esgrime con la intención de comprender su postura” (Zygmunt Bauman, 2,014). En esa pluralidad de ideologías, libertad de pensamiento y de acción se basa la construcción de la democracia social en donde los seres humanos actuando pluralmente construyen la democracia.
Bajo las anteriores consideraciones, Hanna Arendt aporta su definición de política en los siguientes términos: “El conjunto de condiciones bajo las cuales hombres y mujeres en su pluralidad, en su absoluta distinción los unos de los otros, viven juntos y se aproximan entre ellos para hablar con una libertad que solamente ellos mismos pueden otorgarse y garantizar mutuamente”.
Mientras que el filósofo griego Cornelius Castoriadis pensaba que la “política debe ser entendida como la actividad colectiva lúcida y explícita que se ocupa de instaurar instituciones deseables”, es decir, se trata de la acción de discutir en forma colectiva en el ámbito de lo público a través de la participación ciudadana acerca de cómo debería ser una sociedad donde exista la justicia y la democracia social.
El sentido de la política se encuentra cuando tomamos consciencia de nuestra autonomía individual y colectiva, desarrollamos nuestra libertad de pensamiento y acción, construimos un sentimiento de pertenencia a nuestras comunidades y nos sumamos a la discusión pública de asuntos que afectan a las comunidades, participando en la toma de decisiones colectivas y nos comprometemos a actuar en forma unida, organizada y colectiva en las acciones que tiendan a lograr la solución a los problemas de nuestra sociedad.
En lugar de preguntarnos ¿por qué debe interesarnos la política?, la pregunta obligada sería: ¿por qué no debería interesarme porque es el tema crucial de nuestra existencia, porque define lo permitido y lo prohibido de nuestras conductas, define las relaciones económicas y el sistema de poder en que vivimos, la política es la esencia de nuestras vidas, por lo tanto, debemos preguntar a quienes no están interesados en la política: ¿por qué no le interesa la política. (Michel Foucault, 1971)
Conclusiones
El agotamiento ideológico, la perversión de la política y el analfabetismo político nos impide centrar la atención en lo que es realmente importante: vivimos una crisis mundial sin precedentes que amenaza extenderse con el surgimiento de la guerra en el escenario internacional. La desigualdad social sigue creciendo a nivel mundial, estamos padeciendo un ambiente social de incertidumbre y lo único seguro es que vamos por un camino que nos conduce a una autodestrucción de nosotros mismos y del planeta en su conjunto, ya sea por estar viviendo en un sistema socioeconómico que nos impulsa a vivir en búsqueda de un placer en base a un consumo infinito, en un planeta que tiene recursos finitos, o por la expansión de la guerra a nivel internacional.
La única alternativa que podría salvarnos es el desarrollo de una crítica potente al sistema social en el que vivimos y este ejercicio de crítica social sólo puede provenir de ciudadanos autónomos, de la actividad libre de la gente, del aumento de la participación ciudadana. Esto nos obliga a rediscutir el problema del rol de los ciudadanos y de la capacidad que tienen cada uno de ellos para abandonar el conformismo generalizado, exigir el respeto a sus derechos humanos y cumplir con sus deberes en el contexto de una democracia participativa.
Aristóteles se preguntaba y respondía “¿quién es el ciudadano?, es aquel que es capaz de gobernar y ser gobernado”. Aquel que ejerce sus derechos y cumple con sus responsabilidades como ciudadano. Actuar en política presupone dos tipos de habilidades: saber llegar al poder y saber gobernar. Todo mundo es capaz de gobernar, la política no es un asunto de especialistas, no existe una ciencia de la política si partimos de la premisa de que la política y la democracia se basan en un principio mayoritario y se fundamentan en la participación de la ciudadanía.
Los intelectuales de izquierda han eludido durante mucho tiempo el problema de la política y han comulgado con la idea de que el cambio social debe provenir de un salvador de la humanidad o del país, depositando sus esperanzas en un individuo político o en un partido político, pero han dejado ausente la tarea de realizar una educación política dirigida a los ciudadanos en general. La realidad es que son los pueblos quienes deben y pueden reivindicar sus derechos democráticos a través de la unión de esfuerzos, unidad en la acción y actuando en forma organizada.
La construcción de la democracia es un asunto de educación de los ciudadanos, la forma de construirla es participando en política y para lograr esta participación ciudadana, se requiere de una educación política de los ciudadanos y la mejor educación en política es la participación activa en la discusión colectiva de los asuntos de interés público, es decir, a través de las luchas sociales por la defensa o recuperación de derechos violados. Pero este aprendizaje social de las luchas sociales debe incluir como contenidos principales el aprendizaje de la anatomía de la sociedad humana, intentando responder a preguntas tales como: ¿Qué es nuestra sociedad?, ¿en qué modelo social estamos viviendo?, ¿Cómo funciona nuestro sistema social?,¿qué tipo de sociedad queremos?.
En esta educación política aprenderíamos a tomar consciencia de que no vivimos en forma aislada, sino que estamos interactuando con otros dentro de una comunidad y que tenemos libertades y derechos, por lo que debemos aprender a autolimitarnos en forma individual y en forma colectiva. La educación política nos ayudará a comprender que el sistema social en el cual estamos viviendo es un sistema que nos está conduce al abismo, porque no sabe autolimitarse, nos enseña a vivir en una sociedad que promueve el consumo infinito dentro de un planeta que tiene recursos finitos.
En el contexto de un sistema de producción masiva que fomenta un consumo masivo, que se basa en una explotación irracional de los recursos naturales, nos está llevando a la autodestrucción y con el surgimiento de la guerra en el escenario internacional que plantea el surgimiento de un nuevo orden mundial, no se limita a responder a la pregunta ¿Qué debo hacer?, porque no se trata de una existencia individual, ya que debemos plantear nuestra existencia como individuos que formamos parte de una sociedad que está en crisis y el sistema como tal está violando el contrato social ya que las instituciones no están funcionando y existe la amenaza del regreso del autoritarismo. Por esas razones, la pregunta debería plantearse en términos plurales: ¿Qué podemos hacer para evitar nuestra autodestrucción y construir un mundo mejor?
La situación internacional y nacional nos obliga a poner en la mesa de discusión el tema de la política, por lo que debemos dejar atrás actitudes de rechazo a hablar de este tema y comprender la necesidad de analizar la realidad que estamos viviendo para asumir una posición mas comprometida socialmente y aumentar nuestra participación ciudadana en la búsqueda de un cambio social, para crear un empoderamiento colectivo que ayude a evitar que se creen las condiciones para el surgimiento de un sistema totalitario y en su lugar se consolide la democracia como sistema de vida que implica el compromiso individual y colectivo de construir una verdadera democracia participativa.
La solución a nuestros problemas depende de nosotros, nadie vendrá resolver los problemas que nos están afectando, recordemos que una verdadera transformación social se logra cuando los integrantes de las comunidades se convierten en actores políticos, que participan en la toma de decisiones que permitirán lograr una transformación social. Eso es lo que tenemos que hacer, dejar nuestra pasividad, superar la indiferencia hacia la política, reconocer que nuestros problemas personales son políticos, es decir, tienen origen en la política y la política incluye la participación colectiva en asuntos públicos y de ser necesaria realizar movilizaciones colectivas, en forma organizada y unida.
Podemos cambiar esta situación, combatir la desigualdad social y construir una verdadera democracia si construimos una identidad social donde cada individuo se vean a sí mismo como agentes de cambio social, reconociendo el poder que tienen en forma individual al influir sobre otras personas con nuestra presencia y actuación y en forma colectiva, al participar en acciones comunitarias que permitan avanzar en la consolidación de una democracia realmente participativa. Nuestra búsqueda de la política termina al reconocer el significado real de la política y nos ayuda a reconocer el camino a seguir identificando el rol que deben tener los ciudadanos en la lucha por la defensa de sus derechos humanos, laborales y sociales que están siendo violados en varios países del mundo. Este rol deseado es el rol de actores políticos que actúan como agentes de cambio social, de luchadores sociales en defensa de sus derechos participando en forma masiva, organizada y unida en acciones que procuren la defensa del bienestar social. Aceptando nuestra condición de actores políticos, dejaremos de ser ciudadanos sin brújula que actuamos sin encontrar el sentido a nuestras vidas y lograremos construir ese empoderamiento individual y colectivo que se necesita para lograr una verdadera transformación social. La construcción de la democracia entonces es un asunto de ciudadanos, la política es la forma de construirla y se construye a través de la participación activa de los integrantes de nuestras comunidades en los asuntos públicos y la participación social es una necesidad ineludible para todo ciudadano hoy en día. El futuro de la humanidad y de nuestras vidas está en nuestras manos, de nosotros depende el rumbo que tome la historia en el futuro a corto plazo.
Arendt, Hanna: La promesa de la política. Editorial Paidos, Ciudad de México, 2,016
Barcelona, 2,018
Bauman, Zygmunt: En busca de la política. Fondo de cultura económica, México, 2015
Baumant, Zygmunt: Estado de crisis. Editorial Paidós. México, 2016
García Dora Elia: Hanna Arendt, el sentido de la política. Editorial Porrúa, México, D. F. 2007
Birulés, Fina: Hanna Arendt: El orgullo de pensar. Editorial Gedisa, Barcelona, 2018.
Castoriados, Cornelius: Ciudadanos sin brújula. Ediciones Coyoacán, México, 2017.
Castoriadis, Corneluis: Los dominios del hombre: La encrucijada del laberinto. Editorial Gedisa, Barcelona, 2005
Chomsky: la guerra de Rusia contra Ucrania aceleró el reloj del juicio final
Foucault, Michel: ¿Por qué me interesa tanto la política?
Touraine, Alan: Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy. Editorial Paidós. Barcelona, 2,005
Es muy actual el texto y coincido totalmente con sus ideas. SOLO QUE: pienso que se impone una solución práctica y conjunta de Pueblos hay que organizarse, no solo en México también en Cuba. Oscar Yescas
ResponderEliminarLa autonomía en las decisiones de cada grupo, colectivo o comunidad es fundamental para la construcción de la democracia. En México vivimos una pseudodemocracia porque seguimos padeciendo la implementación de políticas neoliberales y agresiones a los derechos de los trabajadores y población en general¡ Saludos hasta la hermana república de Cuba¡
EliminarIncreíble, lo indefenso y vulnerable que somos como humanidad cuando una mayoría sufre de infantilismo social.
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