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domingo, 19 de abril de 2020


Reflexiones en tiempos de cuarentena
Oscar Yescas Domínguez
19 de abril de 2,020

Quizá sea que durante más de 30 años mi actividad principal como profesor universitario fue la de leer, estudiar, investigar dentro de un pequeño espacio que me fue asignado como cubículo de trabajo, lo que me permite estar encerrado en casa sin experimentar sensación alguna de ansiedad, desesperación o el impulso incontenible de salir de casa. Reconozco que soy afortunado por tener las condiciones de vida que tengo, pero no olvido que toda mi vida he trabajado para llegar al punto en el cual me encuentro.
De hecho después de laborar toda mi vida durante más de 45 años al recibir mi jubilación, tampoco experimenté lo que algunas personas llaman “la crisis del jubilado” en la que algunas personas caen en depresión, tristeza y ansiedad. Al contrario, por mi parte celebré el ya no tener que despertar temprano y disponer de mi tiempo con entera libertad.
Muchas veces fueron las ocasiones en las que anhelaba tener tiempo libre para dedicarme a hacer lo que quisiera con el mismo. Dediqué mucho tiempo a trabajar y como muchos miembros de mi generación priorizamos en varias ocasiones las obligaciones del trabajo por encima de nuestros compromisos o vínculos familiares, a nombre de que “alguien tiene que trabajar para traer comida a casa”.
Pero una cosa es disfrutar los descansos y el ocio por propia voluntad y ejerciendo el libre albedrío y otra es tener que quedarse encerrado en casa y no tener la libertad de salir, visitar familiares, amigos o simplemente disfrutar una caminata vespertina y ver la caída del sol.
Tiene varias semanas que nos encontramos en cuarentena por la amenaza de un enemigo invisible que está matando personas sin distinción de raza, posición económica, grado de escolaridad, etc. Bueno, sí hay que reconocer que las cifras de bajas mortales son más altas en personas que han vivido en condiciones de desigualdad económica y social, al no contar con sistemas inmunológicos sanos por vivir en precariedad económica.
Pero lo que quiero destacar en estas líneas es el hecho de que el encierro en el que nos encontramos depende de nosotros si lo sufrimos y padecemos o lo aprovechamos para sacar lo mejor de nosotros mismos y lo usamos en forma productiva y placentera.
Partamos de la premisa de que este aislamiento no tiene una fecha de terminación precisa, es decir, no sabemos si sólo faltan semanas para poder salir a las calles o continuaremos durante algunos meses más encerrados porque no existen las condiciones de seguridad que garanticen que no pasemos a engrosar los números de las estadísticas de contagiados o fallecidos. Las autoridades nos informan que lo peor de la pandemia en México será entre el 2 y el 8 de mayo próximo por lo que debemos seguir encerrados en nuestras casas.
Si sufrimos o disfrutamos lo que resta del aislamiento social depende de la actitud con la que enfrentemos estos tiempos de nuestra vida cotidiana bajo techo y encerrados en las paredes de nuestras viviendas.
Si nos ponemos a pensar en lo que nos falta, estaremos sufriendo, pero si descubrimos lo que tenemos frente a nosotros y lo revaloramos, sin duda alguna podremos soportar e inclusive disfrutar el estar sin salir de casa. Aquellos que somos afortunados y tenemos familia a nuestro lado, debemos tener buena actitud y disponernos a disfrutar estos días en su compañía reforzando el vínculo afectivo que une a la pareja, a padres con sus hijos, a hermanos entre sí, a nietos y abuelos.
Podemos realizar una redecoración y limpieza del lugar en que vivimos, podemos leer buenos libros, podemos disfrutar series de televisión con nuestra familia, podemos realizar ejercicios y fortalecer nuestros cuerpos, podemos comer sanamente, podemos hacer muchas cosas en este encierro. Lo que no debemos hacer es sufrir innecesariamente.
Nuestra vida cotidiana antes del covid-19 estaba dominado por las prisas, por la ansiedad, por el estrés de la rutina que nos obligaba a dejar la cama desde temprano para salir y cumplir con nuestros roles sociales (trabajar, estudiar o lo que sea). La rutina nos impedía disfrutar la interacción social al 100%. Eran los días que anhelábamos los fines de semana y nos alegraban los días viernes porque venían dos días (sábado y domingo) en los que tendríamos tiempo para nosotros y nuestras familias. Nuestro egoísmo nos impedía ver con claridad que nuestros seres queridos (pareja, hijos, padres, etc.) sólo deseaban pasar tiempo con nosotros y con el pretexto de estar cansados (lo cual era verdad, pero no siempre), ignorábamos las peticiones de nuestros hijos pequeños para que actuáramos como sus compañeros de juegos.
Pensábamos que con dinero se resolvía todo y trabajábamos como esclavos para conseguir dinero para comprar cosas costosas con las cuales creíamos que expresábamos nuestros sentimientos (mientras más caros los regalos más fuerte era el amor, creíamos ilusa y tontamente). Con esas compras intentábamos compensar las constantes ausencias y falta de atención hacia quienes nos expresaban su amor.
Esas compras, al contado o a crédito, nos endeudaban más, por lo que teníamos que trabajar más ya que el dinero no alcanzaba para pagar deudas y comprar comida y seguir con nuestro estilo de vida. La rutina se repetía, lo que no se estancaba era el crecimiento de nuestros hijos que de niños pasaron a ser adolescentes, de adolescentes a jóvenes y de repente ya no nos buscaban, ya eran independientes y el recuerdo que tenían de nosotros era borroso, porque nuestra ausencia de casa era mayor que nuestra presencia en la misma y se cansaron de extrañarnos y aprendieron a estar solos.
Todo esto que digo es ficticio no es personal pero es parte de una realidad general que los adultos de mi generación sufrimos porque intentamos evitar que nuestros hijos sufrieran lo que padecimos nosotros en nuestra niñez e intentamos “darles lo mejor”, una “mejor vida”, confundiendo la felicidad con la acumulación de objetos materiales (buena casa, buena ropa, buena comida y falta de compañía).
La crisis social que padecíamos se expresaba con mayor claridad en la crisis económica que obligaba a los padres a cumplir su rol de proveedores saliendo de casa para trabajar y prolongando su ausencia en el hogar. Pero de un día para otro aquella cotidianeidad desapareció y nos vimos encerrados en casa sin permiso para salir ante el riesgo de contraer el coronavirus, caer enfermos, contagiar a nuestra familia y fallecer.
A la crisis económica, ecológica y social que padecíamos se sumó una crisis de salud, una emergencia sanitaria que nos privó de derecho de salir, de nuestra libertad de movimiento. Este encierro prolongado es vivido de manera distinta por las personas que tienen una relación estable y armonía familiar, que difiere de la forma como lo viven las personas con familias monoparentales, disfuncionales y con carencias afectivas y económicas. De hecho, la crisis no ha detenido los feminicidios, siguen muriendo mujeres a manos de hombres, ha aumentado el maltrato y violencia hacia las mujeres al interior de los hogares.
¿Cómo podemos vivir este encierro sin sentir la desesperación y el impulso de salir a las calles contraviniendo las indicaciones de las autoridades de salud?
Creo que la mejor forma de pasar este tiempo es manteniéndonos informados de lo que está sucediendo sin caer en la obsesión de estar viendo como crece el número de muertos en nuestra localidad y país. También es una excelente oportunidad para regresar a nuestra condición de homo sapiens, empezando por sencillos ejercicios de filosofía y psicología.
Debemos centrar la atención en nosotros mismos y tratar de generar un autoconocimiento, haciendo preguntas como ¿quién soy?, ¿qué espero de la vida?, qué hecho con mi vida?, ¿qué planes tengo para el futuro?, ¿etc.
En ese proceso de estar reflexionando y recordando la inolvidable aportación de René Descartes con su famoso Cogito ergo sum, es decir, Pienso, luego existo, un autor cuya obra fue uno de los pilares de la Filosofía clásica y que forma parte de la historia de la humanidad.
Entonces, si pensando nos damos cuenta de que existimos, la pregunta siguiente sería entonces ¿cuál es el sentido de nuestra existencia? En términos muy generales podríamos decir que el sentido de la existencia de la humanidad es la creación del conocimiento científico sobre la realidad social y compartir ese conocimiento con el conjunto de la humanidad para construir una sociedad mejor cada vez.
Realizando estos pequeños ejercicios podemos ubicarnos como seres sociales y no como individuos aislados. Si pienso y existo, no estoy solo, soy un sujeto social, un individuo que forma parte de una comunidad con la que comparto un espacio geográfico y sobre todo un momento histórico social determinado en el cual compartimos grandes problemas sociales como lo es hoy en día, estar en emergencia sanitaria, ante la presencia de la pandemia más peligrosa que la humanidad ha enfrentado porque es un pandemia global, no exclusiva de un país y que afectará el conjunto de los humanos, aún cuando estén ubicados en la ranchería más aislada geográficamente, precisamente porque somos seres sociales que hoy estamos vivimos en el contexto de la globalización.
El otro día vino mi hijo a casa a recoger un taladro que me pidió prestado, cuando llegó no entró a casa, venía con el rostro cubierto con un cubrebocas puesto en forma correcta, usando guantes. Se paró en la entrada de la cochera, ambos sabíamos lo que teníamos que hacer y cómo actuar, yo lo recibí saliendo a la cochera usando cubrebocas también, en ese momento no traía guantes puestos y agradecí que mi hijo sí los estuviera usando.
Nos miramos unos segundos haciendo contacto visual, tiempo en el que nos dijimos cuánto nos amamos el uno al otro y cuánto lamentábamos no darnos un fuerte abrazo, con cierto dolor por no abrazarlo, pero experimentando alegría por ver a mi hijo después de varios días sin verlos, pero sobre todo sintiendo un gran orgullo por ver su comportamiento responsable que indicaba que se cuidaba a sí mismo, a su familia y a nosotros al no buscar el contacto físico, coloqué a unos pasos de él el estuche del taladro y con los ojos húmedos le dije: “aquí lo tienes, adiós y cuídate”. Tomó el taladro con una mano se despidió y saludó despidió a su madre que lo miraba desde la ventana, subió a su auto y se marchó.
El sólo temor a convertirnos en un número más y la certeza de que lo único que nos puede garantizar el sobrevivir a esta pandemia es el permanecer en nuestras casas sin salir de ellas, debe llevarnos a generar un cambio en nuestra actitud hacia el confinamiento y a la reflexión acerca de cómo nos estamos relacionando con quienes nos acompañan en este encierro (pareja, hijos, padres, etc.), para generar un comportamiento que se caracterice por el respeto, la cortesía y la gentileza.
Debemos tratar a los demás de la misma forma como quisiéramos que los demás nos trataran a nosotros, sin olvidar que la familia es un grupo primario y se le conoce con este nombre porque las relaciones que se establecen a su interior son relaciones primarias, significativas y el vínculo que los une es de tipo afectivo, es decir, se unen por los sentimientos generados en la dinámica familiar.
Estamos todos dentro del mismo barco, en diferente camarote quizá, pero de todos nosotros depende el que se prolongue más esta pandemia si salimos de nuestro encierro “porque ya no aguantamos” y nos juntamos con gente que estuvo contagiada y a través de ellas somos contagiados y contagiamos a nuestros seres queridos, sólo contribuiremos a aumentar nuestro sufrimiento y el de los demás.
Si nos quedamos en casa reduciremos el riesgo de contagio, pero el quedarnos en casa debe ser una oportunidad para mejorar nuestra relación con nuestra familia. El dinero ya no es tan importante hoy en día, lo estamos comprobando al ver todas las cosas que compramos (ropa elegante y de marca, calzado de prestigio, relojes, joyas, etc.), están arrumbadas en un rincón y sólo nos tenemos a nosotros mismos.
De esta crisis debemos salir fortalecidos y con una nueva autoimagen, una imagen que se caracterice por carecer de egoísmo e individualismo, por ser más solidarios y con mayor empatía social. No debemos ser indiferentes al sufrimiento ajeno, aprovechemos estos días para depurar nuestros guardarropas y calzado para regalar tomando las debidas precauciones a quienes realmente lo están necesitando en estos momentos.
Fuerza¡ que de esta crisis saldremos fortalecidos¡

6 comentarios:

  1. Muy buen artículo que nos está haciendo reflexionar sobre la vida que llevábamos, muy apurada, todos podíamos salir, pero ¿qué tan cerca estábamos los unos de los otros?... Reforzar lazos familiares por Internet, porque no podemos visitar a nuestra familia y amigos, por el temor a contagiarnos de un virus desconocido e invisible. Este nuevo movimiento del orden mundial no me termina de cuadrar pero es una realidad. Gracias por compartir Oscar, es un gusto coincidir. Abrazo en la distancia.

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    1. Muchas gracias por tu gentil comentario, lo que estamos viviendo son tiempos de transformación social que dejarán atrás el modo de vía que teníamos. No sabemos como será el mundo después del covid, lo que sí sabemos es que no debemos cometer el error de regresar al mismo mundo contaminante y excluyente que existía antes del covid. Saludos de uelta¡

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  2. Excelente artículo amigo Oscar. Siempre hay que sacar provecho de las crisis, este reencuentro con nosotros mismos, sin duda al salir de esta crisis, debe de dar como resultado que seamos más humano y con mayor compromiso social, si no logramos esto, hemos perdido una gran oportunidad. te mando un fuerte abrazo a la distancia.

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    1. Querido amigo de siempre (desde nuestra adolescencia), las experiencias que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida nos han permitido revalorar la misma desde una perspectiva más humanista, esperemos que de esta crisis se aplique aquella frase que de algo malo surge algo bueno y salgamos de ella siendo mejores personas, solidarias, empáticas y sensibles socialmente. Abrazo grande de vuelta¡

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  3. Excelente!!! Muy bien dicho Maestro, la forma en que nos comportamos de esta realidad que hoy tenemos, dirá mucho a nuestras generaciones futuras, por que sin duda ellos tendrán desafíos más grandes.

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