Oscar
Yescas Domínguez
Fecha
de publicación: 09/07/2,018
Partiendo
de la premisa de que toda interacción social constituye una experiencia de
aprendizaje que se traduce en posteriores cambios en el comportamiento
individual y social, debemos darnos margen para analizar y comprender que fue
lo que pasó este primero de julio en México.
Honestamente
creo que los primeros sorprendidos con los resultados obtenidos en las pasadas
elecciones presidenciales en las que ganó Andrés Manuel López Obrador, fuimos
aquellos más de 30 millones de mexicanos que votamos por él y por los
representantes de Morena dentro y fuera del país.
No
teníamos duda de que la elección la ganaría AMLO de una manera clara y
contundente, pero también éramos muchos los que en nuestro interior pensábamos
que era un año decisivo en la historia de México que enfrentaba dos posibles
escenarios:
1.-
El primer escenario contemplaba el triunfo de Morena a nivel nacional y en este
año 2,018 se daba inicio a un proceso de transformación social del país. La
“cuarta transformación nacional” como lo llama AMLO.
2.-
La segunda opción era menos atractiva: seríamos víctimas de un nuevo fraude descomunal,
patético por su evidencia, que sería la chispa que convertiría en violencia
todo el hartazgo, inconformidad e insatisfacción social que se respiraba en el
medio ambiente.
En
cualquier caso la urgencia de un cambio social en México era ya una necesidad
evidente e innegable percibida y anhelada por millones de mexicanos. El cambio tenía
que darse en este año 2,018 ya sea por la
vía pacífica o a través de la lucha armada como lo anunciaban la creación de
diferentes grupos de civiles armadas en diferentes puntos de la república.
Soportar
otros seis años de prianismo no era opción para millones de mexicanos, el
hartazgo social era demasiado. Pero aún con esa inconformidad generalizada, antes
de las elecciones no teníamos idea del enorme poder que poseemos como seres
sociales y que podemos construir un
nuevo mundo cuando actuamos en forma organizada y colectivamente.
Las
elecciones se caracterizaron por una campaña sucia de parte del sistema en el
poder, utilizando todos sus medios para infundir temor hacia el cambio,
sobornar consciencias manipulando necesidades básicas para comprar el voto,
calumnias, robo de urnas, etc.
Mientras
que por el lado de Morena se realizó un trabajo realmente comunitario,
acudiendo a realizar proselitismo político y tareas de concientización social
en nuestras comunidades.
Todo
lo que hicieron quienes estaban enquistados en el poder no les funcionó ya que
gracias al poder informal que creamos al participar todos unidos y organizados
en la búsqueda de una meta común: echar abajo al PRIAN y votar masivamente por
Morena.
Esta
meta común se basada en las consignas “Ni un solo voto al Pri, ni al Pan”,
“Voto masivo para Morena”, “Cinco de cinco para Morena” fue compartida por
millones de mexicanos.
De esta manera lo que se veía venir en tiempos
de campaña al ver las enormes concentraciones de gentes en los actos de Morena
y las miles de manifestaciones de apoyo a AMLO en redes sociales, se
materializó en forma aplastante creando un tsunami de votos a favor de Morena.
Millones de votos para Morena fluyeron en
todas las casillas electorales del país de tal forma que el partido del
Movimiento de Regeneración Nacional con tan sólo cuatro años de existencia, se
estrenó tomando el poder político en todo el país, pasando a convertirse en la
primer fuerza política en México y tomando el poder tanto de la Presidencia, como
de las Cámaras de Senadores, y de Diputados, así como en los Congresos
Estatales al lograr mayoría en más de casi todos los Estados de la república.
El
llamado al voto masivo para Morena encontró eco en millones de mexicanos que sin
dudarlo contribuyeron con sus votos a un ejercicio de democracia electoral que
no sólo dio el triunfo a Morena, sino que logró revitalizar la idea de la
democracia en sí misma ya que ésta agonizaba por las continuas acometidas de
autoritarismo impulsadas por la implementación de políticas neoliberales.
Algunos
llegaron a pensar que el acto de votar era inútil y promovieron o cayeron en la
trampa de invalidar el proceso electoral o anular el voto, avalando con esta
acción el fraude electoral al contabilizar sus votos anulados como parte de
votos emitidos.
Pero
hoy podemos decir que gracias a los votos de mas de 30 millones de habitantes
no sólo evitamos el fraude electoral, sino que también ganamos la elección
presidencial, el país se tiñó de rojo color Morena, conquistamos mayoría en
casi todo el país, logramos hacer que desaparecieran 5 partidos políticos
registrados que eran un verdadero lastre económico y político para los
mexicanos.
Los
segundos sorprendidos con los resultados de estas elecciones fueron las huestes
del PRIAN que de la noche a la mañana dejaron de ser aquel gran dinosaurio que
nos dominaba con un poder invencible con el uso de sus trucos sucios y que hoy quedó
pulverizado y convertido en un ratón que deambula en estado catatónico sin
entender que fue lo que pasó pero dentro de su confusión discute con quienes lo
rodean (otros pequeños ratones), tratando de retener algún hueso que roer del
presupuesto público ya que estamos en “año de Hidalgo”.
El
origen de nuestra sorpresa inicial de incredulidad hacia los resultados de
estas elecciones de 2,018 se encontraba en la actitud de reserva y desconfianza
que teníamos acerca de todo, inclusive hasta de nosotros mismos y que funcionaba
como una venda que cubría nuestros ojos, nos detenía para reaccionar al ver lo
que estaba sucediendo y nos impedía
involucrarnos a través de una participación social.
Pero
la campaña electoral fue en verdad una campaña de politización, de toma de
consciencia, de desarrollo de una sensibilidad que ya existía en forma
individual (impotencia, frustración, coraje, insatisfacción, etc), pero que al
manifestarla en público dejo de ser problema individual ya que la
insatisfacción era compartida por una
enorme colectividad, convirtiéndose en sensibilidad social.
El
estado de sopor e indiferencia fue siendo rebasado por expresiones de posturas
cada vez más definidas orientadas hacia la necesidad de un cambio social, ayudó
grandemente sin duda alguna, la continua enumeración de actos de corrupción e
impunidad a lo largo y ancho del país, sin que las instituciones responsables
hicieran su trabajo.
Los
mexicanos hemos logrado imponer en ejercicio de democracia que fueron las
elecciones, en el contexto de un sistema cuyas autoridades se inclinan por el
ejercicio del autoritarismo en el ejercicio del poder.
El
siglo XX es conocido como el siglo “de las multitudes”, porque ha sido el siglo
en el que los grandes cambios sociales, desde revoluciones y defensa colectiva de derechos políticos,
laborales, sexuales y sociales, han sido realizados por verdaderos movimientos
colectivos. Multitudes que se manifiestan y se movilizaron en defensa de sus
derechos y en conquista de otros.
En
su libro La Era de las multitudes, el psicólogo social francés Serge Moscovici
nos describe como las masas movilizadas que llegan a conquistar el poder,
entregan el mismo a un pequeño grupo de individuos conformados en un Comité con
representatividad organizacional, este Comité deposita el poder en las manos de
un solo individuo, regularmente es quien lo preside y éste último lo ejerce de
tal manera que puede considerar o no los puntos de vista de la colectividad o
no.
En
nuestro caso, hemos caído en el error de actuar en base a una “democracia
representativa”, es decir, sentimos el derecho y obligación de acudir a
elecciones para designar a nuestros presidentes, gobernadores, senadores,
diputados y presidentes municipales. Pero hemos limitado nuestra participación
en política al solo acto de votar. Una vez pasadas las elecciones volvemos a
nuestras rutinas y nos olvidamos de nuestros representantes y mucho menos les
exigimos hagan bien su trabajo. Antes de esta elección ellos han actuado
libremente y sin restricciones. No les importó traicionarnos avalando cambios
en la Constitución mexicana que perjudicaron intereses de las grandes mayorías.
De
hecho, la tendencia mundial de la historia reciente, sobre todo de inicio de
este siglo XXI, se ha caracterizado por inclinaciones hacia la derecha en el arte de gobernar,
inclinaciones que en última instancia tienden a ser determinadas por los
vaivenes del mercado. El modelo neoliberal privilegia las “necesidades del
mercado” como la ruta a seguir en la administración de un país.
Como
no todos somos mercado porque la gran mayoría somos asalariados y no somos
sujetos de crédito para algunas empresas, las políticas orientadas a beneficiar
al mercado tienden a favorecer los intereses de las grandes compañías
comerciales, (por lo regular transnacionales) y van perjudicando a la población
en general por aumentos de precios, adelgazamiento del Estado eliminando empresas
paraestatales que proporcionaban servicios y productos a la población como
parte de sus programas de bienestar social y con la promoción de un exagerado
consumo.
No
entendíamos que en nosotros estaba la solución, que nosotros éramos los únicos
que podíamos cambiar la situación social si lo queríamos. Lo que nos impedía
ver que el triunfo estaba a nuestro alcance se debió en parte al hecho de que
nos habían robado tanto, que hasta nos quitaron la confianza en nosotros
mismos.
Nos
vendieron inseguridad, conformismo, apatía, individualismo e indiferencia
social. Pero sobre todo convirtieron a millones de mexicanos en analfabetas
políticos, con sus estrategias de distribución desigual de recursos
gubernamentales generadoras de una gran desigualdad social que produjo millones
de mexicanos viviendo en condiciones de miseria
e ignorancia supina.
Con
la intención de hacernos sentir bien nos educaron en la idea de que éramos
libres, que podíamos hacer lo que quisiéramos con nuestra libertad, pero paradójicamente
nos convencieron de que nada podíamos hacer para cambiar la situación social de
nuestro país y redujeron nuestra
capacidad de cambiar a la libertad de elección del tipo de prendas de vestir y
demás productos que podíamos consumir.
Con
ello nos empujaron a pensar que debíamos descartar la idea de reunirnos con
nuestros vecinos, amigos y compañeros para pensar en un mundo diferente por lo
cual muchos abandonaron la idea de esforzarnos para construir un nuevo mundo ya
que el actual era imposible cambiarlo, pero en cambio teníamos una gran
libertad de consumo.
Este
incremento en la libertad individual se acompañó de una ideología
individualista, desprovista de compromiso e indiferencia social que generó una
impotencia colectiva para actuar con otros en defensa de nuestros derechos
laborales, sociales o sexuales.
Con
la fragmentación social perdimos la visión de totalidad y con ello la capacidad
de vincular nuestras vidas privadas con la vida pública, es decir, la respuesta
a nuestros problemas estaba frente a nosotros, porque no veíamos que nuestros
problemas individuales eran en realidad colectivos y a todos nos unía un
sufrimiento colectivo que tenía causas políticas y que podríamos retomarlo como
causa pública al identificar los problemas que nos fueran similares.
Pero
el conformismo social estaba muy generalizado y por lo mismo se dio un grado de
insignificancia a la política que prevaleció por décadas y que ha tenido un
costo muy alto: el sufrimiento de una gran mayoría marginada y el
enriquecimiento ilícito de unos cuantos.
Poco
a poco nos robaron el sentimiento de pertenencia a los diferentes grupos a los
que pertenecemos, a las organizaciones que nos rodean y a las comunidades en
las que vivimos. Afectaron con ello el débil tejido social que nos une como
compañeros de grupo y de trabajo, como miembros pertenecientes a una
colectividad que padece problemas comunes.
De
manera progresiva en la medida que se incrementaba la participación social en
actos de política y en redes sociales, se fue construyendo una identificación
de unos con otros, comenzó a fortalecerse un sentimiento de pertenencia a un
grupo de mexicanos que coincidíamos en expectativas o ideologías similares.
Este
grupo fue creciendo y a lo largo y ancho del país actuó en forma unánime, a la
manera de una figura como la de un moderno Leviatán mexicano (Leviatán es el
nombre tomado de la Biblia que describe
a un monstruo gigante conformado por infinidad de cuerpos humanos retomado por
Thomas Hobbes en su libro del mismo
nombre: Leviatán o la materia, forma y poder
de una república eclesiástica y civil que usó para designar a la naciente
República o al Estado emergente posterior a la monarquía), es decir, despertó un
gigante integrado por millones de mexicanos dotado de identidad individual y
colectiva a la vez y actuando como un solo hombre conformado por una enorme colectividad, emitió en un
solo día más de 30 millones de votos, para favorecer a Andres Manuel López
Obrador como el próximo Presidente de México por los siguientes seis años y
ubicándolo en la historia de México como el presidente que más votos ha
obtenido en una contienda electoral.
Hoy
México está de fiesta, estamos diría el que esto escribe ya que comparto con millones de mexicanos un sentimiento de euforia,
alegría y satisfacción por los resultados obtenidos en las elecciones del
pasado primero de julio.
En
verdad tenemos motivos para estar contentos, en lo particular debo confesar que
mis expectativas fueron rebasadas por los resultados obtenidos y digo esto
porque me siento orgulloso de ser mexicano, sobre todo porque tomo consciencia de
ser parte de esta colectividad de mexicanos que pasará a la historia como
aquella que dio una gran lección de democracia al mundo entero al derrocar en
forma pacífica a una de las más sangrientas dictaduras en el mundo entero: El
PRIAN.
Es
realmente muy significativo y aleccionador el ejemplo del pueblo mexicano que
actuando en el contexto de un proceso electoral desigual administrado por una
institución corrupta como lo es el Instituto Nacional Electoral cuyos
directivos ignoraron y no sancionaron varios delitos electorales, enfrentando
una serie de estrategias de intimidación (hubo asesinatos de candidatos en
estas pasadas jornadas electorales), amenazas y compra de votos, etc.
Aún
con todas estas afrentas el pueblo mexicano logró imponer una clara diferencia
de votos, con resultados de encuestas que ya anunciaban el triunfo de Morena, a
través de un voto masivo para Morena. Tengo mucha experiencia en política, pero
esta es la primera vez en mi vida que veo como una consigna bien planteada
tiene tan buenos resultados. El voto masivo para Morena se convirtió en avasallante
tsunami de votos, que limpio de basura los recintos políticos oficiales y
sustituyó a dinosaurios políticos beneficiarios de la corrupción por una nueva
oleada de políticos, dentro de los cuales hay algunos que funcionan como el
prietito en el arroz.
Estoy
convencido de que el cambio democrático que se dio en México repercutirá en
América latina ya que es un ejemplo de democracia participativa que condujo a
voltear de cabeza el ejercicio del poder en México.
He
participado en varias elecciones y es la primera ocasión en la que triunfa el
candidato presidencial por el que emití mi sufragio. Décadas de frustración electoral
no mermaron mi deseo de seguir luchando en diferentes trincheras para lograr un
cambio social en México. Y el día de hoy despierto y veo que el dinosaurio que
nos mantenía oprimido está herido de muerte y se ha transformado en un roedor
en agonía.
Pero
no debemos cantar victoria todavía, lo que estamos viviendo es el cambio de un régimen
corrupto y autoritario a través de la vía electoral en México, por otro del
cual no se ha definido todavía, pero que apunta a desterrar la corrupción y
privilegios, la orientación del gasto público hacia programas de bienestar
social y por mejoras a las mayorías desprotegidas.
Es
muy pronto para exigir cuentas al próximo gobierno, debemos tomar en cuenta que
el inicio formal del nuevo gobierno es hasta el primero de diciembre próximo.
Pero el cambio en México ya inició con profundos cambios políticos, con
resultados que alimentan el optimismo y la esperanza por un mundo mejor.
Paralelamente
a estos cambios políticos, la situación actual exige que realicemos otros tipos
de cambios. Yo mencionaré algunos que me parecen relevantes.
Creo
que no podría decirlo mejor que como lo hice en mi artículo La revolución de
las consciencias parte tres: “ Por ello sigo creyendo que el cambio
social en México y en Latinoamérica es posible, creo sinceramente que podemos
eliminar la corrupción, la impunidad, la injusticia social, la pobreza y el
autoritarismo en nuestros países y estoy convencido de que el primer paso para
lograrlo es eliminar gradualmente de nuestro comportamiento individual toda
aquella conducta que pueda promover, aceptar o tolerar cualquier acto de
corrupción, de injusticia, de discriminación, de intolerancia o de desigualdad
social.
Reconozco
que el reto es grande pero estoy seguro de que es posible si logramos revolucionar
nuestras consciencias en el sentido de que vayamos gradualmente incorporando en
nuestra conducta los valores de la solidaridad, generosidad, honestidad,
franqueza, tolerancia, humildad, respeto a los demás, etc.
A
través de la revolución de nuestras consciencias podremos ir construyendo poco
a poco comportamientos auténticos que consisten en el hecho de que cada persona
pueda expresar lo que realmente piensa y decir lo que realmente siente,
actuando de esta manera en forma inevitable llegará el momento en que no nos
quedaremos callados, indiferentes o pasivos cuando seamos testigos de una
injusticia, de una imposición, o cualquier acto de corrupción.
Al
desarrollar estos nuevos comportamientos utilizando el proceso de
interinfluencia que existe en las relaciones interpersonales, de una forma
gradual, quizá lenta pero segura y constante, podremos influir para ayudar a
cambiar el comportamiento de nuestras gentes más cercanas, a la manera de
efecto de mariposa, empezando con nuestras familias, después con nuestros
amigos, con nuestros compañeros de trabajo, vecinos, etc., para ir construyendo
poco a poco una cultura de tolerancia cero para los actos de corrupción e
injusticia.
Con
esta nueva actitud lograremos construir una nueva figura del individuo latinoamericano,
una nueva figura del hombre y mujer, que se caractericen por una gran
sensibilidad social y sobre todo por una gran participación y compromiso
social. Una nueva figura basada en una nueva identidad social que incluya un
sentimiento de pertenencia a los diversos grupos sociales a los que estamos
integrados, así como a las organizaciones formales a las que pertenecemos
formalmente.”
En
este proceso de cambios sociales que vivimos de los cuales formamos parte
activa como sujetos históricos y hemos logrado tomar el control de nuestra
realidad y cambiar la conformación del poder político en nuestro país, debemos
tomar consciencia de que hemos dejado de ser una sociedad heterónoma que
consiste en que vivíamos nuestra vida cotidiana con la aceptación voluntaria de
que otros decidían nuestra historia.
Hasta
hace unos cuantos días nuestra realidad se caracterizaba por la existencia de
una enorme desigualdad social con millones de mexicanos viviendo en condiciones
de miseria, actuando pasivamente, sin confianza en sí mismos y con indiferencia
a las actividades políticas.
Esta
desigualdad social incluía la categorías sociales definidas por las leyes del
mercado etiquetando a los pobres posmodernos como “consumidores defectuosos” y
a los nuevos ricos como “hombres emprendedores de éxito”.
Lo
que tenemos por delante es la construcción de un nuevo tipo de democracia que
podemos denominar “democracia participativa” en la que valoremos la importancia
de nuestra participación social como miembros de grupos, organizaciones y
comunidades.
Debemos
ajustar y desarrollar nuestra identidad individual, viéndonos como sujetos
históricos, individuos que estamos construyendo la historia y empezamos a
construir una sociedad autónoma.
Hemos
tomado consciencia de que las instituciones que son la base de nuestra sociedad
han sido creación del hombre y no creación divina alguna. Si hemos sido capaces
de crear a nuestras instituciones, si tenemos consciencia de que a través de
nuestra participación en contextos grupales, organizacionales o comunitarios a
los que pertenecemos estamos construyendo la historia, debemos actuar en
consecuencia y reformar nuestro comportamiento individual, crear nuevas
instituciones o reformar del todo a las existentes y tomemos el timón para
dirigir la historia que viene.
En
estas elecciones triunfó Andrés Manuel López Obrador y ganó la presidencia,
pero detrás de AMLO estamos mas de 30 millones de mexicanos (mas los que no
pudieron votar), quienes somos los verdaderos artífices del cambio social.
Iniciemos
la construcción de una sociedad autónoma reconociendo desde un principio que
una sociedad autónoma solo existe si existen individuos autónomos. La educación
juega un papel importante en el desarrollo de esta autonomía.
Pero
a la vez debemos tener presente de que hemos logrado un cambio en México, pero
los grandes problemas sociales todavía existen, la estructura de la mafia del
poder ha sido dañada, pero todavía tienen el poder económico y debemos evitar
que el neoliberalismo se fortalezca con las medidas que tome el próximo
gobierno.
Tenemos
la necesidad de tener presente que las fuentes de la incertidumbre social
contemporánea se encuentran más allá de la esfera individual o los límites de
nuestra nación, se originan por el libre comercio y los vaivenes en las
finanzas del mercado. Este es el reto del próximo gobierno, enfrentar presiones
para continuar aplicando políticas neoliberales en territorio mexicano que
afectan intereses colectivos y favorecen intereses del poder corporativo.
AMLO
no está ni debe estar solo, esto apenas comienza, continuemos empoderándonos
aumentando nuestro compromiso y nuestra participación social. Continuemos alimentando
con nuestro grano de arena al Leviatan mexicano.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
coloca tu nombre y correo electronico antes de comentar gracias