Regreso
a una nueva normalidad?
Oscar
Yescas Domínguez
16
de mayo 2,020
Salir
o quedarse en casa? El falso dilema actual.
El
concepto de normalidad social
La
normalidad social antes del covid
El
concepto de bienestar social
La
nueva normalidad después de la pandemia del covid-19
Conclusiones
Salir
o quedarse en casa? El falso dilema actual.
Después
de cerca de dos meses de aislamiento social, propiciado por la
implementación del programa “quédate en casa” por parte de las
autoridades sanitarias en varios países, en este momento álgido de
la pandemia que corresponde a los días de mayor contagio, las
autoridades de salud se enfrentan ante dos criterios que responden a
diferentes intereses pero que coinciden en la demanda de levantar la
cuarentena y regresar a la vida social
Por
un lado se encuentra el criterio económico que intenta “salvar la
economía” abriendo las puertas de empresas, negocios particulares, restaurantes, etc., argumentando la necesidad de que fluya el
consumo, conservar fuentes de empleo y evitar “mayores daños
económicos”. Dueños de grandes empresas, coinciden con
propietarios de pequeñas y microempresas para demandar que se
levante la cuarentena, se proceda a abrir comercios, que funcionen de
nuevo fábricas y empresas y que todo vuelva “ a la normalidad”.
Por
otro lado, se encuentra una parte de la población que muestra crisis
de ansiedad al no poder soportar más el encierro que implicó un
cambio repentino en sus hábitos al no poder salir, al irse a la cama
en la madrugada y no dar descanso debido a sus cuerpos, que
experimentan deseos incontrolables de salir de sus casas y volver a
la normalidad de socializar con otras personas. Algunas personas ya
bajaron la guardia y salen de sus casas sin precauciones algunas para
realizar compras o visitar familiares como sucedió este pasado día
10 de mayo en el cual se festeja el día de las madres.
Por
si esto fuera poco otras personas se niegan a reconocer la tragedia
que viven los familiares de los fallecidos, manteniendo la idea de
que la pandemia del covid-19 es una conspiración gubernamental para
ejercer un mayor control social de la población y arengan a otros a
no quedarse en casa para seguir con su vida cotidiana. No se dan
cuenta de que el mundo cambió, que la vida cotidiana de antes ya no
volverá y que nuestra realidad será otra a partir de que termine
esta pandemia.
Mientras
tanto, por medio de redes sociales, prensa y televisión se informa
que aumenta el número de afectados a nivel global con una
impresionante cifra de más de 4 millones de contagiados y cerca de
300 mil fallecidos en el mundo entero y los números van aumentando
cada día que pasa.
Es
innegable que la muerte ronda a nuestro alrededor, en estos días ha
aumentado el anuncio de fallecimientos de personas cercanas o
conocidas, algunos mueren por diferentes motivos y otros oficialmente
por covid-19, pero el hecho real es que no pasa una semana sin que
nos enteremos de varios fallecimientos.
Es
importante mencionar que el estado de estrés, temor y angustia
generado por este “enemigo invisible” provoca un aumento en las
complicaciones de salud al grado de que puede provocar infartos a
algún otro padecimiento que lleva a algunas personas a su propia
muerte. No todos fallecen por covid-19 oficialmente, pero creo que de
manera indirecta se vieron afectados por la amenaza del mismo.
En
el caso de México, tenemos la fortuna de que las políticas de salud
pública y de contención de la pandemia están bajo la
responsabilidad de verdaderos científicos especialistas en
epidemología, que han implementado estrategias que mantienen como
prioridad proteger la salud de la población.
Pero
quienes representan a nuestro gobierno en la lucha contra la
pandemia, enfrentan fuertes intereses económicos que presionan por
levantar el programa quédate en casa, abrir comercios y empresas.
Enfrentan también la ignorancia de aquella parte de la población
que se rebela contra las autoridades en forma irracional y también
enfrenta los intereses oscuros de defensores del antiguo régimen de
corrupción e impunidad que intentan desestabilizar al nuevo gobierno
de Andrés Manuel López Obrador que les quitó la gallina de los
huevos de oro que tenían al usurpar el poder político y desviar
grandes cantidades de finanzas públicas en actos de corrupción.
A
estas fuerzas se suman comportamientos colectivos que reflejan
verdaderas adicciones, consideradas como “costumbres culturales”
como lo que sucede en el Estado de Sonora, cuando las autoridades
decidieron disminuir el contagio prohibiendo la venta de cerveza que
ha tenido efectos contrarios, porque la venta clandestina de este
producto se ha disparado y cuando se autoriza temporalmente su venta,
se han formado largas filas afuera de los comercios sin que las
personas guarden la sana distancia mientras esperan durante horas
para adquirir el líquido ambarino.
La
situación actual se puede resumir en el hecho de que en el contexto
de la pandemia se encuentran fuerzas que representan intereses
distintos luchando entre sí para decidir si se continúa la lucha
contra el covid-19 aplicando el programa Quédate en casa o si se
declara levantado el control sanitario y se intenta seguir el ejemplo
de países europeos de lograr una”inmunidad comunitaria” que
consiste en vivir en contacto social con el riesgo de adquirir el
virus, alimentando la esperanza de que el contagio colectivo
desarrolle un tipo de inmunidad de manera natural.
Quienes
abogan por ésto último olvidan que los niveles de nutrición,
alimentación y servicios de salud son muy diferentes a los que
tiene acceso la población mexicana que presenta cifras altas en
obesidad, diabetes, hipertension, desnutrición y el sistema de salud
en México se encuentra en proceso de recuperación después de
décadas de saqueo del prianismo que en su afán de aplicar políticas
neoliberales abandonó a los hospitales públicos para dejarlos caer
y favorecer la privatización del sector salud. El día de hoy vemos
que aquellos que ayer apoyaban las políticas de privatización de la
salud y abandono de los hospitales, son quienes con mayor fuerza
reclaman que sea el Estado mexicano quien cubra los gastos de
atención médica de miles de mexicanos.
El
incremento de las cifras debe llevarnos a aceptar
el criterio
médico-científico que busca reducir al máximo el número de
contagiados del covid, llamando a mantener el confinamiento en el
hogar, aceptando que por el momento el quedarse en casa es la única
alternativa para proteger la salud de la ciudadanía.
¿Cómo ignorar este
llamado si me llega la información de que en el Hospital Chávez se
detectaron 6 casos positivos del covid en el personal del enfermería?
Junto a esta información se me informa que en el Cias centro del
Isssteson se detectaron 7 casos positivos, 2 enfermeras y 5 personal
administrativo. La pesadilla es real, no debemos menospreciar las
advertencias.
¿Salir
o quedarse en casa? Sigue siendo el falso dilema por el que muchos
ponen en riesgo sus vidas y la de los demás al no respetar el
llamado del confinamiento en nuestros hogares, sobre todo en los días
que se anunciaron como los que tienen mayor probabilidad de contagiar
a más personas.
En
medio de estas fuerzas que pugnan por mantener cerradas o abrir las
puertas de casas, negocios y empresas, junto a aquellas que busca la
desestabilización social, se encuentran millones de personas en el
mundo entero que están viviendo una de las experiencias más
aterradoras que haya conocido la humanidad. Una buena parte de los
millones de habitantes de nuestro país (y en el mundo entero) ya
desean que la normalidad regrese. Es más en algunos países, incluidos México, ya abrieron parcialmente negocios, fábricas,
industrias, etc. Prevaleció el criterio económico por encima del
criterio de proteccón de la salud de la población. Quienes desean
que regrese la normalidad previa al covid-19 reflejan con este deseo
que no han aprendido la principal lección que debemos extraer de
esta pandemia. ¿A qué normalidad desean regresar? Vendría bien
hacer un alto en el camino y reflexionar sobre lo que entendemos por
normalidad.
El
concepto de normalidad social
El
principal legado de esta pandemia del coronavirus es que ha desnudado
y visibilizado aquello que era invisible: La desigualdad social.
Durante décadas investigadores sociales, pensadores contemporáneos,
académicos universitarios y otras personas insistían en poner en la
mesa de discusiones el tema de la desigualdad social.
Nadie
hacía caso, se seguía ignorando un problema que crecía cada día,
con la globalización se disparó el crecimiento de la desigualdad
social al priorizar la maximización de las ganancias por encima del
bienestar social. El covid vino a demostrar que la democracia no
existía en la sociedad occidental, ni siquiera la muerte es
democrática nos dice Byung Chul-han, porque con el programa Quédate
en casa como medio de protección al contagio, los ricos se fueron a
sus casas de campo o de playa, mientras que los pobres quedaron
indefensos en sus casas, sin alimentos, con altos niveles de
desnutrición, padeciendo diversas enfermedades, sin atención
hospitalaria.
La
normalidad social previa al covid era en verdad una anormalidad
social. Veamos porqué: La palabra normal y normalidad se ha hecho
de uso común y manejo popular, se da por sentado que todo mundo sabe
su significado, pero por cuestión de procedimiento en la definición
de “la nueva normalidad social” que vendrá después de la
pandemia del covid debemos definir el concepto de “normalidad”.
En
este punto es pertinente retomar algunos planteamientos de George
Cangilhem en su libro “Lo normal y lo patológico”, cuando
escribió lo siguiente: “El término normal pasó a la lengua
popular y se naturalizó en ella a partir de los vocabularios
específicos de dos instituciones, la institución pedagógica
(Escuela) y la institución sanitaria (Hospital), que fueron
reformadas durante la revolución francesa.
Estas
reformas intentaban dar respuesta a la exigencia de racionalización
en tiempos de crisis y coincidieron con la exigencia en política que
resultó del surgimiento de la primera revolución industrial que
resultó de la creación de la máquina de vapor en el proceso de la
producción, que hizo surgir las primeras fábricas que desplazaron
a los talleres artesanales y empezó la producción en serie de
artículos al utilizar la banda transportadora.
En
aquellos tiempos de luchas sociales de cambio de sistema social,
cuando desapareció la monarquía y surgió la república, fue cuando
surgió el Estado moderno, el poder ciudadano que sustituyó al poder
jerárquico. Thomas Hobbes lo ejemplificó ejemplarmente en su libro
El Leviatán que representaba la figura de un gigante que crecía
alimentándose de cuerpos de ciudadanos, que simbolizaban que a
través de la participación social se crearía una fuerza imparable
que dejaría a trás a la monarquía y construiría a un nuevo Estado
moderno y soberano.
Las
exigencias de la normalización de la salud, de la educación
igualitaria, inclusive el aumento en el proceso de producción,
provenían de expresiones colectivas que buscaban lograr un bienestar
social en momentos de agonía de un sistema social y el surgimiento
de uno nuevo.
Lo
normal se convirtió entonces en el término mediante el cual se
designaría al prototipo escolar y al estado ideal de salud orgánica.
Al mismo tiempo lo normal seguía siendo la extensión y la
exhibición de una norma, lo cual no quiere decir que lo normal sea
un concepto estático o específico, sino más bien un concepto
dinámico y polémico.
No
ha existido en la historia de la humanidad algún momento de la
experiencia humana normalizada sin que haya una representación de
normas vinculadas en la consciencia con la tentación de romper esa
norma. En ese sentido, cobra sentido la afirmación de que “lo
normal es el efecto obtenido por la ejecución de un proyecto
normativo, lo normal es la norma exhibida de hecho” (Canguilhem).
En
Psicología, podemos ver con claridad como en el campo de la
Psicología clínica se utilizan términos que han sido retomados del
campo de la Medicina: salud, enfermedad, diagnóstico, tratamiento,
patología, etc. Esto sucedió por la reducción del objeto de
estudio de la Psicología a la conducta. Se partió de la analogía
de considerar que la salud significa una adaptación al medio
ambiente y la adaptación implica un comportamiento normal.
Todo
organismo biológico busca adaptarse al medio ambiente y cuando no lo
logra se enfrenta a un problema.
En
ciencias naturales la salud es sinónimo de adaptación y la
adaptación es sinónimo de normalidad, de manera desnaturalizada se
asocia en Psicología el concepto de enfermedad con el de
inadaptación y se empieza a hablar de “conducta inadaptada” o “
conducta anormal” señalando que quien no se adapta no está sano,
quien no es normal es un “anormal”.
Se
extrae el término “conducta” de la biología y se le lleva al
campo de la Psicología para que se utilice como medida de adaptación
social. La naciente industria necesitaba de una ciencia que ofreciera
técnicas que permitieran incrementar la producción, la reproducción
y el consumo. La teoría conductista ofrece técnicas de “control
del comportamiento humano”, disfrazadas de ciencia que legitiman el
uso de esas técnicas que permiten controlar la conducta humana.
Una
conducta inadaptada, según la Psicología conductista es una
conducta anormal. Se espera que los individuos se adapten a las
circunstancias sociales, que se adapte a las expectativas de los
diferentes grupos y organizaciones a los que pertenecen, si desea ser
aceptado.
Recordemos
que la palabra normal proviene de un origen estadístico, la manera
como se comporta la mayoría de la población es “lo normal”, o
sea la norma estadística. Aquellos que se comportan de una manera
diferente a la mayoría son los “anormales”, o sea, los desviados
de la norma.
Pero
usar estos términos para decir que unos están sanos y otros están
enfermos constituye un gran error, que a lo largo de la historia ha
causado dolor, sufrimiento y víctimas.
La
normalidad social antes del covid
Lo
primero que debemos recordar es que el sistema de gobierno en el
mundo occidental se encontraba en crisis permanente, en los hechos
vivíamos en un Estado de crisis que no era transitoria ni temporal,
sino que más bien era el síntoma de un cambio profundo que afectaba
el conjunto del sistema económico y social.
Esta
crisis social se manifestaba en una crisis económica prolongada,
también en una crisis política y nos encontrábamos al borde de una
crisis ecológica. Las principales instituciones de nuestra sociedad
se encontraban afectadas por la crisis, no hablo sólo de
instituciones gubernamentales o empresariales, sino también de
aquellas instituciones como el matrimonio, el noviazgo la virginidad,
es decir, aquellos comportamientos colectivos socialmente aceptados
que empezaron a perder validez social.
El
Estado-Nación perdió soberanía con la globalización, fuimos
testigos y víctima del divorcio entre el poder económico y el poder
político. La liberación de las fronteras y el aumento del comercio
internacional provocó una guerra comercial. Con la desaparición de
la guerra fría surgió la globalización y ésta provocó una nueva
guerra de tipo comercial en la que el pez más grande se come al pez
más chico.
Las
grandes compañías transnacionales atravesaron nuestras fronteras y
se instalaron en nuestra tierra compitiendo en forma desleal con las
pequeñas y microempresas regionales, surgiendo lo que hoy se conoce
como el poder corporativo que
se formó como delincuencia organizada corrompiendo y sumando a sus
fuerzas y objetivos de debilitamiento del Estado y privatización de
sus servicios a Presidentes de varios países, Legisladores,
Dirigentes de Partidos políticos, Dirigentes de organismos
financieros internacionales, directivos de medios masivos de
comunicación, Gobernadores, etc.
Este poder corporativo logró
la modificación de las constituciones en varios países imponiendo
reformas que eliminaban derechos laborales, prestaciones sociales,
seguridad en el empleo, etc. El poder económico se imponía al poder
político forzando al Estado a abandonar su misión de protector
social y olvidarse del bienestar social de la población.
En
esas condiciones la normalidad antes de la pandemia del covid
consistía en que las personas se adaptaran a sus condiciones de
vida, a sus condiciones de trabajo en sus organizaciones, en que
producieran eficientemente sin protestar, que no sintieran ganas de
protestar y mucho menos despertar las protestas de los demás. No
importaba que la jornada de trabajo fuese excesiva, tampoco que los
salarios fuesen demasiado bajos, que las condiciones de contratación
tuviesen en la indefensión a millones de trabajadores.
La
normalidad social previa al covid consistía en ignorar o aceptar sin
protestar a la gran desigualdad social que sumía en condiciones de
pobreza a millones de personas en nuestro país y en el mundo entero.
Esa normalidad que implicaba aceptar el predominio del poder
corporativo sobre los Estados modernos que perdieron soberanía ante
el empuje de la globalización y la difusión del modelo neoliberal
por la mayor parte del mundo, que exigía el desmantelamiento de los
servicios públicos que ofrecía el Estado para cumplir su misión de
garantizar el bienestar social.
Esas
políticas neoliberales que tenían como objetivo la privatización
de servicios que antes ofrecía de manera gratuita el Estado y que
llevaron al desmantelamiento de los hospitales públicos que hoy en
día estamos necesitando por la presencia de la pandemia. Vemos la
terrible contradicción de que aquellos que ayer exigieron la
desaparición de escuelas y hospitales públicos, hoy en día exigen
que sea el Estado el que enfrente los costos que genera atender a
miles de enfermos de coronavirus.
Antes
de que nos viéramos encerrados en nuestras casas por la pandemia del
covid, nuestra vida cotidiana nos hacía llevar una rutina en la que
nacíamos, estudiábamos, trabajábamos, consumíamos y fallecíamos.
Trabajábamos para consumir, consumíamos adquiriendo deudas y
pagábamos nuestras deudas trabajando cada vez más.
En
el neoliberalismo todo el mundo está endeudado, el dinero no alcanza
porque nos engañaron diciendo que la felicidad se lograba mientras
más consumiéramos, la felicidad se encontraba detrás del
escaparate de las grandes tiendas en los centros comerciales.
Invertíamos demasiado tiempo en ganar dinero suficiente para comprar
bienes y productos en las tiendas y centros comerciales, en lugar de
invertir tiempo en aquellos bienes que no son comerciales y que nos
proporcionan la felicidad: el amo de la pareja y de la familia, la
amistad verdadera y no interesada, los placeres de la vida hogareña,
la satisfacción de convivir con los seres queridos, el respeto a
quienes nos rodean, etc.
Vivíamos
en un permanente culto a la satisfacción inmediata que nos generaba
un vacío existencial y emocional que padecíamos lo llenabamos con
los productos que comprábamos, vivíamos en un mundo en el que la
ciencia y la tecnología permitía producir diversos artículos en
forma masiva y para mantener ese ritmo de producción, se estimulaba
el consumo masivo. La publicidad nos vendía imágenes ideales de lo
que significaba ser hombre o ser mujer y nos ofrecía los productos
que con su consumo podíamos acercarnos a tener esa figura ideal.
Éramos
objeto de una campaña permanente que nos decía que la felicidad
estaba en el consumo de bienes, si no teníamos dinero no era
problema, nos daban tarjetas de crédito con altas tasas de interés
para consumir y adquirir deudas a largo plazo. La nueva esclavitud en
la era del neoliberalismo era el trabajo agotador y el consumo masivo
que creaban un mayor endeudamiento.
El
valor máximo que se aprendía a través de los medios masivos de
difusión, en programas de televisión, series, películas, etc., era
un valor material: el dinero. Los verdaderos valores humanos
perdieron su importancia y millones de personas tenían como meta
principal en sus vidas el acumulamiento del dinero para comprar lo
que quisieran, ese era el concepto de felicidad, tener dinero
suficiente para comprar lo que se deseara porque “todo tiene un
precio”, inclusive las personas ya que era “normal” que los
hombres se fueran a divertirse en antros donde mujeres jóvenes y
atractivas bailaban en forma sensual y estaban disponibles por una
suma económica. La prostitución se veía como algo normal, algo que
les pasaba a otras personas pero nunca a nosotros.
Igualmente
era “normal” que la prensa informara de mujeres asesinadas por
hombres por el simple hecho de ser mujer, tan normal que sumaban
miles de mujeres que perdieron la vida en feminicidios.
Nos
encontrábamos en la era de la enajenación colectiva de millones de
personas reducidos a la calidad de homo consumens, que se encontraban
buscando el amor y la felicidad de manera permanente pero que vivían
toda su vida infelices, padeciendo altos niveles de insatisfacción
que los llevaban a consumir cada vez más y utilizar el consumo como
terapia, en lugar de pedir ayuda psicológica, preferían acudir a
los centros comerciales a aumentar sus deudas comprando cosas que no
necesitaban. En otros casos, la salida a la insatisfacción social
permanente consistía en crear una adicción: al alcohol, al tabaco,
a las drogas, al juego de azar (ludopatía), al sexo, etc.
La
vida cotidiana antes de la pandemia del covid, incluía ver como algo
“natural” la muerte de miles de personas en México por asuntos
relacionados con el narcotráfico. En ese contexto de pobreza
extrema, de violencia hacia las mujeres, de explotación laboral, de
violencia doméstica y violación de derechos humanos, laborales y
sexuales, los suicidios no eran algo excepcional, sino parte
esporádica de la realidad.
Vivíamos
en la cultura del despilfarro, tan pronto nos aburría alguna prenda
o artículo comprábamos otro nuevo que lo sustituyera para poder
presumir nuestra capacidad de compra ante las demás personas.
La
producción masiva y el consumo masivo nos conducía a la destrucción
de nuestro medio ambiente, la producción masiva exigía una
explotación irracional de nuestros recursos naturales y el consumo
masivo generaba toneladas de basura y contaminación ambiental. La
vida cotidiana, la normalidad antes del covid-19 nos llevaba por un
camino seguro hacia nuestra propia destrucción como humanidad.
Llegamos
a un punto en el cual el ser humano destacó como el ser vivo más
depredador en la historia de la humanidad, como el responsable de la
extinción de diversas especies por la caza excesiva, por la tala
inmoderada de árboles, por la construcción de carreteras y el
crecimiento de las ciudades en áreas naturales.
Esa
era la normalidad antes de la epidemia del coronavirus, regresaremos
a esas mismas condiciones? Creo que el regreso a la normalidad debe
ser discutida ampliamente y recordar que la misión del Estado
benefactor que se encontraba en crisis tenía como misión la
consolidación del bienestar social. Pero detengamos un momento la
lectura y procedamos a responder la pregunta: ¿qué es el bienestar
social?
El
concepto de bienestar social
El
bienestar social es un concepto que se ha utilizado con demasiada
frecuencia, tanta que ha llegado a perder su significado. Fue usado
con demasía por políticos corruptos del Prian durante décadas, lo
mismo lo utilizaron articulistas, comentaristas de televisión,
Gobernadores y presidentes de la república.
Se
usó con tanta frecuencia que la población llegó a aceptar su uso
sin comprender realmente su significado, al fin y al cabo, recordemos
que hay tantas cosas que han perdido significado en este mundo
posmoderno, en esta sociedad líquida donde todo pierde sentido,
predomina el absurdo y el significado de las instituciones, de las
ideas, de los valores se diluye con el paso del tiempo. Es parte del
avance de la insignificancia nos advirtió desde el siglo pasado el
filósofo griego Cornelius Castoriadis.
Pero
partiendo de la premisa de que de algo malo puede surgir algo bueno,
creo que esta cuarentena sanitaria nos da la oportunidad de
reflexionar sobre el estilo de vida que teníamos y sobre todo de la
que vendrá después de que se levante la cuarentena sanitaria del
covid-19. Uno de las tareas que podemos realizar en este encierro es
redescubrir el significado del concepto “bienestar social”.
¿Qué
es el bienestar social? Algunos podrán decir que es sinónimo de
Desarrollo social y que significa la satisfacción plena de las
necesidades básicas, económicas y culturales de una comunidad
determinada. Otros dirán que el bienestar social es el conjunto de
factores que se conjugan para que los integrantes de una sociedad
puedan satisfacer sus necesidades fundamentales. Podremos seguir
buscando definiciones y la mayoría coincidirá en la satisfacción
de las necesidades humanas, definiciones vagas y ambiguas en
realidad.
Pero
recuerdo que en mis seminarios de intervención psicológica en
convivencia social III que impartía en la Escuela de Psicología de
la Universidad de Sonora, una de las unidades de estudio era la
Psicología comunitaria y encontré una joya de definición de
bienestar social en el prólogo que escribió Isaac Prilleltensky
para el libro Introducción a la Psicología Comunitaria de la
Psicóloga Venezolana Maritza Montero.
Nos
dice Prilleltensky: “El bienestar social depende del reparto
equitativo de las riquezas producidas en la sociedad y este bienestar
social es el que determina la calidad de vida, la cual está
determinada por las condiciones sociales y políticas. De
manera sorpresiva nos encontramos una definición, un concepto de
bienestar social totalmente diferente de lo que comúnmente circula
redes sociales y en la blibliografía en general.
Prestemos
atención nuevamente a esta afirmación: “El bienestar social
depende del reparto equitativo de las riquezas producidas en una
sociedad”...”y este bienestar social es el que determina la
calidad de vida” ¡Sorpresa! Esto quiere decir que en los últimos
200 años de vida del capitalismo nunca hemos tenido un verdadero
bienestar social porque en los últimos dos siglos no ha existido un
reparto equitativo de los recursos que se producen en una sociedad,
al contrario, ha aumentado la desigualdad social.
Veamos
que más dice Isaac Prilleltensky cuando sorprendió a Maritza
Montero y más gentes al atender la petición de escribir un prólogo
para un libro y terminó escribiendo una verdadera joya de literatura
en ciencias sociales: “Los individuos alcanzan el bienestar social
cuando los tres conjuntos de necesidades son atendidas: personales,
relacionales y colectivas. Las necesidades colectivas son parte
inseparable del bienestar social.
La
teoría del bienestar social concibe al desarrollo humano como la
interrelación de propiedades que refuerzan las cualidades
personales, relacionales y sociales.
El
bienestar social se logra al equilibrar las múltiples fuerzas que
determinan el nivel de satisfacción de las necesidades humanas.
Estas necesidades son las necesidades personales, necesidades
relacionales y necesidades colectivas. La satisfacción de cada una
de ellas es la que proporciona el bienestar social. Mientras mayores
sean las capacidades y oportunidades que tenga un grupo social, mayor
será su posibilidad de avanzar en lograr el bienestar social”.
Cuando
existe un mínimo de satisfacción en los dominios personal,
relacional y colectivo, cuando éstos están balanceados se logra el
bienestar emocional.
Con
su definición de bienestar social, Prilleltensky nos queda claro que
para lograr el bienestar social se requiere de la ausencia total de
explotación económica y ausencia de abuso de los derechos humanos,
algo que no existía antes del covid-19. La calidad de vida basada en
esta definición de bienestar social sólo se puede lograr cuando las
condiciones sociales y políticas están libres de explotación
económica y de abuso de los derechos humanos, laborales, sexuales y
sociales.
La
normalidad social previa al covid-19 no incluía el bienestar social,
lo contradictorio es que la misión del Estado que se fundó después
de la Monarquía, es decir, el Estado moderno, era precisamente
lograr el bienestar social de la población.
La
nueva normalidad después de la pandemia del covid-19
Todos
deseamos recuperar nuestra libertad de movimiento, no estar
encerrados por más tiempo, el aislamiento de manera temporal nos
hace bien, pero aislarnos súbitamente de manera no planeada e
indefinida nos puede hacer perder el control.
Después
de dos meses de encierro estamos en un momento de la pandemia del
covid-19 en el cual ya se está hablando del regreso a la normalidad
social, es decir, a la apertura de restaurantes, bares, fábricas,
centros comerciales, escuelas, etc.
Después
de estos dos largos meses de confinamiento algunas personas están
cediendo a la impaciencia y el deseo por salir, pero las presiones
más fuertes provienen de los propietarios de grandes empresas y
centros de servicios que argumentan la necesidad de “salvar la
economía” antes de su debacle. Debemos tener presente que ha
sido una cuarentena que no fue respetada por todos y que por lo
mismo, tendremos rebrotes del covid en los próximos meses
provenientes de aquellos que no siguieron las indicaciones de las
autoridades de salud de quedarse en casa. Aquellas personas que por
diversos motivos no se aislaron, no tomaron las precauciones
necesarias de guardar sana distancia y no usaron cubrebocas, y que
estuvieron en situación de riesgo de contagiarse, probablemente
empezarán a manifestar los síntomas en los próximos meses y la
curva de contagio tendrá un nuevo repunte.
Todos
sabemos que debemos regresar a la convivencia social, la inmensa
mayoría lo desea, pero la pregunta no es ¿cuándo vamos a regresar
a las calles?, más bien, debemos preguntarnos ¿cómo regresaremos a
los espacios públicos?, ¿en qué condiciones de seguridad
regresaremos? ¿cómo será el mundo después de la pandemia?.
Responder a todas estas preguntas depende de la respuesta a la
siguiente pregunta: ¿Qué hemos aprendido de esta crisis sanitaria?
Lo
primero que debemos reconocer es que la humanidad dejó de serlo
cuando permitió la explotación de una gran mayoría para beneficiar
a unos cuantos y es algo que necesariamente debemos corregir. Un gran
porcentaje de la población mundial padece los efectos de una
desigualdad social nunca antes vista en la historia de la humanidad
provocando un sufrimiento colectivo que ya no es posible ignorar por
lo que tenemos que desarrollar nuestra sensibilidad social y
capacidad de indignación ante las injusticias.
La
pandemia nos mostró la crudeza de la desigualdad social, mientras
algunos nos quedamos encerrados en casas sin salir de ellas sin
experimentar un gran problema, una inmensa mayoría no pudo hacerlo,
sufrió por no tener alimentos en casa o simplemente no tenía casa.
El covid-19 dejó en claro que existen diferencias sociales y que
las diferencias socioeconómicas significan la diferencia entre la
vida y la muerte, entre el contagio y la sobrevivencia después del
mismo o la muerte segura. No podemos regresar a vivir en las mismas
condiciones de desigualdad social, de constantes violaciones a los
derechos humanos, de la concentración de la riqueza en manos de unos
cuantos, a costa del empobrecimiento de millones de personas en el
mundo entero.
La
normalidad capitalista fue la causa principal de la masiva expansión
del covid-19, la globalización nos acercó tanto que llegamos al
punto de compartir casi simultáneamente la misma crisis sanitaria,
pero como siempre, los más afectados son los del eslabón débil.
Esta
globalización que se basa en la maximización de las ganancias por
medio de la explotación irracional de los recursos naturales y de la
explotación laboral, nos estaba conduciendo a la destrucción del
planeta y de nuestras propias vidas.
La
voracidad de unos cuantos llevó a buena parte de la humanidad a
confundir el sentido de la vida, el significado de la felicidad y la
naturaleza del amor. La ideología capitalista necesitaba que los
seres humanos dejaran de ser homo sapiens y convertirse en homo
consumens. Mantener el ritmo de producción masiva y consumo masivo
requería de un nuevo tipo de esclavitud que consistía en trabajar,
para ganar dinero, para poder consumir, endeudarnos, trabajar más
para pagar las deudas, explotar en forma irracional nuestros recursos
naturales, contaminación del medio ambiente, etc.
Debemos
asimilar como parte del aprendizaje de esta pandemia que necesitamos
reconceptualizar nuestras ideas acerca de lo que significa vivir el
“arte de la vida” en la nueva normalidad postcovid-19 y reconocer
que la riqueza material no garantiza una vida feliz. Debemos de
reducir el hiperconsumo que caracterizaba a nuestra sociedad, dejando
de consumir aquellos alimentos y productos producidos industrialmente
y que ocasionan daños a nuestra salud.
Debemos
reconocer el fracaso del modelo neoliberal que nos hacía identificar
el consumo de productos y servicios que ofrecen las tiendas como
fuente de felicidad. La felicidad no se encuentra en los centros
comerciales, debemos dejar de ver a la felicidad con el consumo de
etiquetas de marcas de prestigio.
La
felicidad debemos encontrarla primero en nosotros mismos, realizando
un autoconocimiento y una autoaceptación que nos genere una paz
interior, una estabilidad emocional. Una vez lograda esta paz
interior podremos buscar en quienes nos rodean el amor deseado.
Para
reconstruir una nueva sociedad donde realmente alcancemos el
bienestar social en los términos descritos por Isaac Prilleltensky,
tenemos que implementar una serie de cambios:
Debemos
regresar a la vida social valorando como algo prioritario nuestra
salud, reencontrándonos con amistades, compañeros, vecinos, etc,
manteniendo una sana distancia porque el peligro no ha terminado.
Debemos exigir el rediseño de las áreas de trabajo para impedir
acercamientos físicos innecesarios que pondrán de nuevo nuestras
vidas en riesgo.
Debemos
exigir el respeto a los derechos humanos, laborales y sociales,
reclamando jornadas laborales más cortas y salarios más dignos.
El
dinero para reconstruir el nuevo mundo en condiciones que permitan
reducir la desigualdad social puede salir de nuestra exigencia a no
pagar la deuda externa que gobiernos prianistas adquirieron en el
pasado y que nos condenaron a vivir un presente y un futuro en
condiciones de indefensión social y laboral.
Tenemos
que reconstruir el vínculo social y vernos como seres sociales que
pertenecemos a varios grupos simultáneamente, en los cuales ocupamos
diferentes roles y responder a cada con la responsabilidad
correspondiente. Debemos ampliar nuestra identidad psicológica
dejando atrás el individualismo y vernos como miembros de una
pareja, de un grupo familiar, de un barrio, de una colonia, de una
comunidad, de un país, etc.
Debemos
asumir nuestra identidad como seres sociales que pertenecemos a una
comunidad que experimenta problemas colectivos que se reflejan en la
vida privada (inseguridad pública, transporte público deficiente,
falta de espacios públicos, áreas verdes, drogadicción,
contaminación por polvo, alcoholismo, etc.) y que requieren de
acciones colectivas para lograr su verdadera solución.
La
falta de espacios públicos impide la sana diversión y esparcimiento
familiar, debemos recuperar y ampliar los espacios públicos para
utilizarlos como lo hacían los antiguos griegos en El Ágora, donde
aparte de divertirse discutían asuntos colectivos. Debemos unirnos
para defender los pocos espacios públicos que quedan y que intentan
venderse a particulares como lo es el caso del terreno denominado El
Cárcamo y el Parque La Sauceda en la capital del Estado de Sonora.
Por
otro lado, debemos dejar atrás los roles sexuales estereotipados que
nos hacen actuar reforzando la desigualdad sexual, esto implica que
construyamos nuevas imágenes y modelos a seguir de lo que significa
ser hombre y lo que significa ser mujer, con una perspectiva de
equidad de género para terminar con la ola de feminicidios y la
violencia hacia las mujeres.
Necesitamos
reconstruir las relaciones interpersonales dejando atrás la obsesión
por obtener dinero revalorándonos como personas, dejar de vernos
como objetos con valor económico y recuperar los valores perdidos
durante la enajenación materialista, tales como el respeto, la
honestidad, autenticidad, etc.
Salir
de esta pandemia significa no cometer los errores del pasado y
demostrar que hemos aprendido valorando de manera intensa el simple
hecho de estar vivo y en estado saludable. Dejar atrás el
sentimiento de insatisfacción permanente que nos generaba la
sociedad de consumo y que tendíamos a cubrir con un consumo
irracional.
Tenemos
que aprender a ser diferentes a lo que éramos antes del covid-19
para empezar a actuar en la reconstrucción de un nuevo mundo en el
que realmente exista el bienestar social y la humanidad recupere su
misión fundamental de crear el conocimiento científico para
comprender la realidad social, compartirlo de manera colectiva y
lograr el mejoramiento continuo de nuestra sociedad a través de una
transformación social permanente.
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/serdiferente-la-alternativa-hacia-el.html
Conclusiones
Con
el movimiento feminista aprendimos desde la década de los setenta
que lo personal es político, la equidad de género y la igualdad
sexual son derechos que se conquistan con luchas políticas. Lo mismo
sucedió con el movimientos de los homosexuales. el derecho a la
libre orientación sexual, al matrimonio igualitario, se logran
luchando en política.
Todo
acto social es político, el ser humano es un animal político nos
decía el antiguo filósofo griego Aristóteles, pero nos hemos
dejado engañar por décadas de corrupción y nos convencieron que la
política es una actividad mala a la que se dedican sólo los
políticos corruptos. Alguien honesto no puede ser político, porque
nos decían “la política es el arte de comer mierda sin hacer
gestos”.
La
verdad es que la política se encuentra en todas partes, en la vida
pública y en la vida privada, por lo que tenemos que encontrar el
vínculo entre los problemas personales y la implementación de
políticas públicas. Hemos desvinculado la vida pública de la vida
privada y eso nos impide comprender que los problemas privados tienen
causas colectivas y por lo tanto, la solución a los mismos deben
darse en forma colectiva. En el actual contexto de la globalización
debemos reconocer que los problemas locales tienen un origen global
por lo que no podemos seguir tratando de dar soluciones locales a
problemas que tienen causas globales.
El
origen de la apatía e indiferencia hacia la política se encuentra
en el conformismo generalizado que ha crecido en la sociedad de
consumo fortalecida por una ideología neoliberal, es decir,
individualista y con gran indiferencia social.
Debemos reconstruir nuestra autoimagen reconociendo la influencia que
tenemos sobre las personas que nos rodean y que eso nos posibilita
desempeñar un papel como agente de cambio social para lograr
acciones colectivas que conduzcan a la transformación de nuestra
realidad social.
Esta
identidad y el cambio social lo lograremos en la medida de que
cambiemos nuestra visión del poder,
actualmente
la mayoría de las personas piensa que el poder es económico o es
político. Ignora la existencia de un poder social o poder popular
que puede revolucionar el estado de una sociedad. El poder existe en
todos los campos de interacción humana y lo conceptualizamos de
acuerdo a la forma que pensamos acerca de los demás, de la gente con
la cual interactuamos y la forma en que tratamos a los demás.
La
historia ya nos ha dado ejemplos de grandes revoluciones y de grandes
cambios sociales que se lograron gracias a la participación social
en movimientos colectivos. Debemos lograr un empoderamiento
individual, grupal y colectivo para construir el poder popular o
poder ciudadano.
Debemos
realizar una revolución de nuestras consciencias para que
implementemos cambios en nuestra autoimagen y en nuestra percepción
de los demás, en un sentido de vernos como seres gregarios que si
unimos nuestros recursos, nos organizamos y actuamos en forma
colectiva tendremos un poder superior al poder político y al poder
económico.
Hasta
el momento la visión popular del poder ha sido de una visión
asimétrica del mismo, es decir, desigual. Se piensa que alguien
tiene el poder cuando obtiene un puesto público o cargo político,
que se tiene el poder cuando se tiene riqueza y recursos económicos.
Pero no se ha pensado que la inmensa mayoría de las personas de
nuestra sociedad que carecemos de poder político o económico,
podemos construir un poder que rebasaría a ambos si nos organizamos
en comités ciudadanos, discutimos en forma colectiva sobre los
problemas que enfrentamos y si nos movilizamos en forma colectiva y
simultánea tendríamos más poder para paralizar el sistema social
que el poder que ha tenido el covid-19 en estos meses. Podemos lograr una simetría en el poder y confrontar al poder formal (económico o político) viéndolo en igualdad de circunstancias, es decir, de igual a igual.
Cuando
logramos una comprensión política y psicológica del poder, el
bienestar y la justicia, es cuando nos encontramos en condiciones de
cambiar el mundo a nuestro alrededor. El regreso a una nueva
normalidad después del covid-19 requiere de la suma de esfuerzos
para construir una nueva sociedad donde el bienestar social sea una
realidad y no sólo la muletilla de un discurso político proveniente
de un demagogo o funcionario corrupto.
El
Estado-Nación debe recuperar su soberanía y poder que le dio origen en la forma del Leviatán. Necesitamos que despierte el
Leviatán ciudadano para reconstruir la nueva sociedad. México ya lo
hizo varias veces y debemos hacerlo nuevamente en los próximos meses
y años que siguen, porque la lucha no continúa, de hecho la lucha es continua.
Byung
Chul Hang: Viviremos en estado de guerra
12/05/2,020
Bauman,
Zygmunt: El arte de la vida
Bauman,
Zygmunt/Bordoni, Carlo: Estado de crisis. Ed. Paidós, 2,016
Montero,
Maritza. Introducción a la Psicología comunitaria
Yescas,
Oscar: El agente de cambio social
Yescas,
Oscar El Leviatán mexicano. Esto apenas comienza 09/07/2,019
Yescas,
Oscar: La inexorable evanescencia de nuestras vidas en el capitalismo
11/02/2,016
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/la-inexorable-evanescencia-de-nuestras.html
Yescas,
Oscar: La revolución de las consciencias
Yescas
Oscar: La revuelta feminista en México 18/08/2,019
Yescsa,
Oscar: Ser diferente, la alternativa hacia el cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/serdiferente-la-alternativa-hacia-el.html
Muy buena reflexión Oscar, sobre todo por que retoma la Seguridad Social que para muchos de nosotros los trabajadores no se considera como parte de nuestra remuneración salarial, la vivienda, la salud, el derecho a la cultura y recreación, es ahí donde no hemos podido sumar esfuerzos para que a las nuevas generaciones que se incorporan al trabajo, valoren la importancia de la lucha colectiva, que la seguridad social que todavía tenemos aunque muy debilitada es producto de la lucha, de la movilización.
ResponderEliminarMencionas a Cornelius Castoriadis, pero no su planteamiento de Autonomía, donde ubica qué la discusión sobre la crisis Ecológica a principios de los años 80 se debe dar en un contexto más allá de la tecnología.
Con gusto difundiré tu reflexión sobre "el regreso a la normalidad" ?
Muy acertado tu comentario Edmundo, te agradezco hayas tomado el tiempo y esfuerzo de subirlo a mi blog. De eso se trata de unir voces y conjuntar esfuerzos para no seguir siendo "un mar de fueguitos" como decía Eduardo Galeano. Sí, tienes razón, faltó retomar más los planteamientos de Castoriadis, de quien tenemos mucho por aprender, ha y algunos que ni siquiera lo conocen. Pero siempre he recibido la queja de que mis artículos son muy largos. Algunos me dicen que utilice Twitter. Lo he intentado, pero quienes me dicen eso, deberían comprender que lo que hago es análisis crítico no periodismo, pero aún así me quedo siempre que termino y publico algún artículo,con la sensación de que me faltó decir algo más. Ese vacío que siento se llena con comentarios como el que compartes, por lo cual te lo agradezco y mando abrazo grande, acompañado de saludos cordiales¡
EliminarHola mi querido Oscar, nada mas cierto que lo que has escrito, la duda que siempre he tenido, es si la idiosincrasia del mexicano le permitirá hacer el cambio, en lo personal,lo dudo mucho, ya que por estos lares la gente no se solidariza y parece no darle importancia a la situación actual, y eso que Veracruz tiene un rango importante de contagios,(espero equivocarme), pero ni así, sí ha habido respuesta, pero creo, esta es "obligada" ya que el MORENA, rige y tiene bastantes adeptos,,pero la gente no se cuida,, bueno ya lo describes en tu atinado artículo,, felicidades hermano, cuidate mucho, saludos.
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