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sábado, 4 de agosto de 2018

El Leviatán mexicano



El Leviatán mexicano: Esto apenas comienza
Oscar Yescas Domínguez
Fecha de publicación: 09/07/2,018
Partiendo de la premisa de que toda interacción social constituye una experiencia de aprendizaje que se traduce en posteriores cambios en el comportamiento individual y social, debemos darnos margen para analizar y comprender que fue lo que pasó este primero de julio en México.
Honestamente creo que los primeros sorprendidos con los resultados obtenidos en las pasadas elecciones presidenciales en las que ganó Andrés Manuel López Obrador, fuimos aquellos más de 30 millones de mexicanos que votamos por él y por los representantes de Morena dentro y fuera del país.
No teníamos duda de que la elección la ganaría AMLO de una manera clara y contundente, pero también éramos muchos los que en nuestro interior pensábamos que era un año decisivo en la historia de México que enfrentaba dos posibles escenarios:
1.- El primer escenario contemplaba el triunfo de Morena a nivel nacional y en este año 2,018 se daba inicio a un proceso de transformación social del país. La “cuarta transformación nacional” como lo llama AMLO.
2.- La segunda opción era menos atractiva: seríamos víctimas de un nuevo fraude descomunal, patético por su evidencia, que sería la chispa que convertiría en violencia todo el hartazgo, inconformidad e insatisfacción social que se respiraba en el medio ambiente.
En cualquier caso la urgencia de un cambio social en México era ya una necesidad evidente e innegable percibida y anhelada por millones de mexicanos. El cambio tenía que darse  en este año 2,018 ya sea por la vía pacífica o a través de la lucha armada como lo anunciaban la creación de diferentes grupos de civiles armadas en diferentes puntos de la república.
Soportar otros seis años de prianismo no era opción para millones de mexicanos, el hartazgo social era demasiado. Pero aún con esa inconformidad generalizada, antes de las elecciones no teníamos idea del enorme poder que poseemos como seres sociales y que podemos construir  un nuevo mundo cuando actuamos en forma organizada y colectivamente.
Las elecciones se caracterizaron por una campaña sucia de parte del sistema en el poder, utilizando todos sus medios para infundir temor hacia el cambio, sobornar consciencias manipulando necesidades básicas para comprar el voto, calumnias, robo de urnas, etc.
Mientras que por el lado de Morena se realizó un trabajo realmente comunitario, acudiendo a realizar proselitismo político y tareas de concientización social en nuestras comunidades.
Todo lo que hicieron quienes estaban enquistados en el poder no les funcionó ya que gracias al poder informal que creamos al participar todos unidos y organizados en la búsqueda de una meta común: echar abajo al PRIAN y votar masivamente por Morena.
Esta meta común se basada en las consignas “Ni un solo voto al Pri, ni al Pan”, “Voto masivo para Morena”, “Cinco de cinco para Morena” fue compartida por millones de mexicanos.
 De esta manera lo que se veía venir en tiempos de campaña al ver las enormes concentraciones de gentes en los actos de Morena y las miles de manifestaciones de apoyo a AMLO en redes sociales, se materializó en forma aplastante creando un tsunami de votos a favor de Morena.
 Millones de votos para Morena fluyeron en todas las casillas electorales del país de tal forma que el partido del Movimiento de Regeneración Nacional con tan sólo cuatro años de existencia, se estrenó tomando el poder político en todo el país, pasando a convertirse en la primer fuerza política en México y tomando el poder tanto de la Presidencia, como de las Cámaras de Senadores, y de Diputados, así como en los Congresos Estatales al lograr mayoría en más de casi todos los Estados de la república.
El llamado al voto masivo para Morena encontró eco en millones de mexicanos que sin dudarlo contribuyeron con sus votos a un ejercicio de democracia electoral que no sólo dio el triunfo a Morena, sino que logró revitalizar la idea de la democracia en sí misma ya que ésta agonizaba por las continuas acometidas de autoritarismo impulsadas por la implementación de políticas neoliberales.
Algunos llegaron a pensar que el acto de votar era inútil y promovieron o cayeron en la trampa de invalidar el proceso electoral o anular el voto, avalando con esta acción el fraude electoral al contabilizar sus votos anulados como parte de votos emitidos.
Pero hoy podemos decir que gracias a los votos de mas de 30 millones de habitantes no sólo evitamos el fraude electoral, sino que también ganamos la elección presidencial, el país se tiñó de rojo color Morena, conquistamos mayoría en casi todo el país, logramos hacer que desaparecieran 5 partidos políticos registrados que eran un verdadero lastre económico y político para los mexicanos.
Los segundos sorprendidos con los resultados de estas elecciones fueron las huestes del PRIAN que de la noche a la mañana dejaron de ser aquel gran dinosaurio que nos dominaba con un poder invencible con el uso de sus trucos sucios y que hoy quedó pulverizado y convertido en un ratón que deambula en estado catatónico sin entender que fue lo que pasó pero dentro de su confusión discute con quienes lo rodean (otros pequeños ratones),  tratando de retener algún hueso que roer del presupuesto público ya que estamos en “año de Hidalgo”.
El origen de nuestra sorpresa inicial de incredulidad hacia los resultados de estas elecciones de 2,018 se encontraba en la actitud de reserva y desconfianza que teníamos acerca de todo, inclusive hasta de nosotros mismos y que funcionaba como una venda que cubría nuestros ojos, nos detenía para reaccionar al ver lo que estaba sucediendo y  nos impedía involucrarnos a través de una participación social.
Pero la campaña electoral fue en verdad una campaña de politización, de toma de consciencia, de desarrollo de una sensibilidad que ya existía en forma individual (impotencia, frustración, coraje, insatisfacción, etc), pero que al manifestarla en público dejo de ser problema individual ya que la insatisfacción era compartida  por una enorme colectividad, convirtiéndose en sensibilidad social.
El estado de sopor e indiferencia fue siendo rebasado por expresiones de posturas cada vez más definidas orientadas hacia la necesidad de un cambio social, ayudó grandemente sin duda alguna, la continua enumeración de actos de corrupción e impunidad a lo largo y ancho del país, sin que las instituciones responsables hicieran su trabajo.
Los mexicanos hemos logrado imponer en ejercicio de democracia que fueron las elecciones, en el contexto de un sistema cuyas autoridades se inclinan por el ejercicio del autoritarismo en el ejercicio del poder.
El siglo XX es conocido como el siglo “de las multitudes”, porque ha sido el siglo en el que los grandes cambios sociales, desde revoluciones y  defensa colectiva de derechos políticos, laborales, sexuales y sociales, han sido realizados por verdaderos movimientos colectivos. Multitudes que se manifiestan y se movilizaron en defensa de sus derechos y en conquista de otros.
En su libro La Era de las multitudes, el psicólogo social francés Serge Moscovici nos describe como las masas movilizadas que llegan a conquistar el poder, entregan el mismo a un pequeño grupo de individuos conformados en un Comité con representatividad organizacional, este Comité deposita el poder en las manos de un solo individuo, regularmente es quien lo preside y éste último lo ejerce de tal manera que puede considerar o no los puntos de vista de la colectividad o no.
En nuestro caso, hemos caído en el error de actuar en base a una “democracia representativa”, es decir, sentimos el derecho y obligación de acudir a elecciones para designar a nuestros presidentes, gobernadores, senadores, diputados y presidentes municipales. Pero hemos limitado nuestra participación en política al solo acto de votar. Una vez pasadas las elecciones volvemos a nuestras rutinas y nos olvidamos de nuestros representantes y mucho menos les exigimos hagan bien su trabajo. Antes de esta elección ellos han actuado libremente y sin restricciones. No les importó traicionarnos avalando cambios en la Constitución mexicana que perjudicaron intereses de las grandes mayorías.
De hecho, la tendencia mundial de la historia reciente, sobre todo de inicio de este siglo XXI, se ha caracterizado por inclinaciones  hacia la derecha en el arte de gobernar, inclinaciones que en última instancia tienden a ser determinadas por los vaivenes del mercado. El modelo neoliberal privilegia las “necesidades del mercado” como la ruta a seguir en la administración de un país.
Como no todos somos mercado porque la gran mayoría somos asalariados y no somos sujetos de crédito para algunas empresas, las políticas orientadas a beneficiar al mercado tienden a favorecer los intereses de las grandes compañías comerciales, (por lo regular transnacionales) y van perjudicando a la población en general por aumentos de precios, adelgazamiento del Estado eliminando empresas paraestatales que proporcionaban servicios y productos a la población como parte de sus programas de bienestar social y con la promoción de un exagerado consumo.
No entendíamos que en nosotros estaba la solución, que nosotros éramos los únicos que podíamos cambiar la situación social si lo queríamos. Lo que nos impedía ver que el triunfo estaba a nuestro alcance se debió en parte al hecho de que nos habían robado tanto, que hasta nos quitaron la confianza en nosotros mismos.
Nos vendieron inseguridad, conformismo, apatía, individualismo e indiferencia social. Pero sobre todo convirtieron a millones de mexicanos en analfabetas políticos, con sus estrategias de distribución desigual de recursos gubernamentales generadoras de una gran desigualdad social que produjo millones de mexicanos viviendo en condiciones de miseria  e ignorancia supina.
Con la intención de hacernos sentir bien nos educaron en la idea de que éramos libres, que podíamos hacer lo que quisiéramos con nuestra libertad, pero paradójicamente nos convencieron de que nada podíamos hacer para cambiar la situación social de nuestro  país y redujeron nuestra capacidad de cambiar a la libertad de elección del tipo de prendas de vestir y demás productos que podíamos consumir.
Con ello nos empujaron a pensar que debíamos descartar la idea de reunirnos con nuestros vecinos, amigos y compañeros para pensar en un mundo diferente por lo cual muchos abandonaron la idea de esforzarnos para construir un nuevo mundo ya que el actual era imposible cambiarlo, pero en cambio teníamos una gran libertad de consumo.
Este incremento en la libertad individual se acompañó de una ideología individualista, desprovista de compromiso e indiferencia social que generó una impotencia colectiva para actuar con otros en defensa de nuestros derechos laborales, sociales o sexuales.
Con la fragmentación social perdimos la visión de totalidad y con ello la capacidad de vincular nuestras vidas privadas con la vida pública, es decir, la respuesta a nuestros problemas estaba frente a nosotros, porque no veíamos que nuestros problemas individuales eran en realidad colectivos y a todos nos unía un sufrimiento colectivo que tenía causas políticas y que podríamos retomarlo como causa pública al identificar los problemas que nos fueran similares.
Pero el conformismo social estaba muy generalizado y por lo mismo se dio un grado de insignificancia a la política que prevaleció por décadas y que ha tenido un costo muy alto: el sufrimiento de una gran mayoría marginada y el enriquecimiento ilícito de unos cuantos.
Poco a poco nos robaron el sentimiento de pertenencia a los diferentes grupos a los que pertenecemos, a las organizaciones que nos rodean y a las comunidades en las que vivimos. Afectaron con ello el débil tejido social que nos une como compañeros de grupo y de trabajo, como miembros pertenecientes a una colectividad que padece problemas comunes.
De manera progresiva en la medida que se incrementaba la participación social en actos de política y en redes sociales, se fue construyendo una identificación de unos con otros, comenzó a fortalecerse un sentimiento de pertenencia a un grupo de mexicanos que coincidíamos en expectativas o ideologías similares.
Este grupo fue creciendo y a lo largo y ancho del país actuó en forma unánime, a la manera de una figura como la de un moderno Leviatán mexicano (Leviatán es el nombre tomado de la Biblia  que describe a un monstruo gigante conformado por infinidad de cuerpos humanos retomado por Thomas  Hobbes en su libro del mismo nombre: Leviatán o la materia, forma y poder  de una república eclesiástica y civil que usó para designar a la naciente República o al Estado emergente posterior a la monarquía), es decir, despertó un gigante integrado por millones de mexicanos dotado de identidad individual y colectiva a la vez y actuando como un solo hombre conformado  por una enorme colectividad, emitió en un solo día más de 30 millones de votos, para favorecer a Andres Manuel López Obrador como el próximo Presidente de México por los siguientes seis años y ubicándolo en la historia de México como el presidente que más votos ha obtenido en una contienda electoral.
Hoy México está de fiesta, estamos diría el que esto escribe ya que  comparto con millones  de mexicanos un sentimiento de euforia, alegría y satisfacción por los resultados obtenidos en las elecciones del pasado primero de julio.
En verdad tenemos motivos para estar contentos, en lo particular debo confesar que mis expectativas fueron rebasadas por los resultados obtenidos y digo esto porque me siento orgulloso de ser mexicano, sobre todo porque tomo consciencia de ser parte de esta colectividad de mexicanos que pasará a la historia como aquella que dio una gran lección de democracia al mundo entero al derrocar en forma pacífica a una de las más sangrientas dictaduras en el mundo entero: El PRIAN.
Es realmente muy significativo y aleccionador el ejemplo del pueblo mexicano que actuando en el contexto de un proceso electoral desigual administrado por una institución corrupta como lo es el Instituto Nacional Electoral cuyos directivos ignoraron y no sancionaron varios delitos electorales, enfrentando una serie de estrategias de intimidación (hubo asesinatos de candidatos en estas pasadas jornadas electorales), amenazas y compra de votos, etc.
Aún con todas estas afrentas el pueblo mexicano logró imponer una clara diferencia de votos, con resultados de encuestas que ya anunciaban el triunfo de Morena, a través de un voto masivo para Morena. Tengo mucha experiencia en política, pero esta es la primera vez en mi vida que veo como una consigna bien planteada tiene tan buenos resultados. El voto masivo para Morena se convirtió en avasallante tsunami de votos, que limpio de basura los recintos políticos oficiales y sustituyó a dinosaurios políticos beneficiarios de la corrupción por una nueva oleada de políticos, dentro de los cuales hay algunos que funcionan como el prietito en el arroz.
Estoy convencido de que el cambio democrático que se dio en México repercutirá en América latina ya que es un ejemplo de democracia participativa que condujo a voltear de cabeza el ejercicio del poder en México.
He participado en varias elecciones y es la primera ocasión en la que triunfa el candidato presidencial por el que emití mi sufragio. Décadas de frustración electoral no mermaron mi deseo de seguir luchando en diferentes trincheras para lograr un cambio social en México. Y el día de hoy despierto y veo que el dinosaurio que nos mantenía oprimido está herido de muerte y se ha transformado en un roedor en agonía.
Pero no debemos cantar victoria todavía, lo que estamos viviendo es el cambio de un régimen corrupto y autoritario a través de la vía electoral en México, por otro del cual no se ha definido todavía, pero que apunta a desterrar la corrupción y privilegios, la orientación del gasto público hacia programas de bienestar social y por mejoras a las mayorías desprotegidas.
Es muy pronto para exigir cuentas al próximo gobierno, debemos tomar en cuenta que el inicio formal del nuevo gobierno es hasta el primero de diciembre próximo. Pero el cambio en México ya inició con profundos cambios políticos, con resultados que alimentan el optimismo y la esperanza por un mundo mejor.
Paralelamente a estos cambios políticos, la situación actual exige que realicemos otros tipos de cambios. Yo mencionaré algunos que me parecen relevantes.
Creo que no podría decirlo mejor que como lo hice en mi artículo La revolución de las consciencias parte tres: “ Por ello sigo creyendo que el cambio social en México y en Latinoamérica es posible, creo sinceramente que podemos eliminar la corrupción, la impunidad, la injusticia social, la pobreza y el autoritarismo en nuestros países y estoy convencido de que el primer paso para lograrlo es eliminar gradualmente de nuestro comportamiento individual toda aquella conducta que pueda promover, aceptar o tolerar cualquier acto de corrupción, de injusticia, de discriminación, de intolerancia o de desigualdad social.
Reconozco que el reto es grande pero estoy seguro de que es posible si logramos revolucionar nuestras consciencias en el sentido de que vayamos gradualmente incorporando en nuestra conducta los valores de la solidaridad, generosidad, honestidad, franqueza, tolerancia, humildad, respeto a los demás, etc.
A través de la revolución de nuestras consciencias podremos ir construyendo poco a poco comportamientos auténticos que consisten en el hecho de que cada persona pueda expresar lo que realmente piensa y decir lo que realmente siente, actuando de esta manera en forma inevitable llegará el momento en que no nos quedaremos callados, indiferentes o pasivos cuando seamos testigos de una injusticia, de una imposición, o cualquier acto de corrupción.
Al desarrollar estos nuevos comportamientos utilizando el proceso de interinfluencia que existe en las relaciones interpersonales, de una forma gradual, quizá lenta pero segura y constante, podremos influir para ayudar a cambiar el comportamiento de nuestras gentes más cercanas, a la manera de efecto de mariposa, empezando con nuestras familias, después con nuestros amigos, con nuestros compañeros de trabajo, vecinos, etc., para ir construyendo poco a poco una cultura de tolerancia cero para los actos de corrupción e injusticia.
Con esta nueva actitud lograremos construir una nueva figura del individuo latinoamericano, una nueva figura del hombre y mujer, que se caractericen por una gran sensibilidad social y sobre todo por una gran participación y compromiso social. Una nueva figura basada en una nueva identidad social que incluya un sentimiento de pertenencia a los diversos grupos sociales a los que estamos integrados, así como a las organizaciones formales a las que pertenecemos formalmente.”
En este proceso de cambios sociales que vivimos de los cuales formamos parte activa como sujetos históricos y hemos logrado tomar el control de nuestra realidad y cambiar la conformación del poder político en nuestro país, debemos tomar consciencia de que hemos dejado de ser una sociedad heterónoma que consiste en que vivíamos nuestra vida cotidiana con la aceptación voluntaria de que otros decidían nuestra historia.
Hasta hace unos cuantos días nuestra realidad se caracterizaba por la existencia de una enorme desigualdad social con millones de mexicanos viviendo en condiciones de miseria, actuando pasivamente, sin confianza en sí mismos y con indiferencia a las actividades políticas.
Esta desigualdad social incluía la categorías sociales definidas por las leyes del mercado etiquetando a los pobres posmodernos como “consumidores defectuosos” y a los nuevos ricos como “hombres emprendedores de éxito”.
Lo que tenemos por delante es la construcción de un nuevo tipo de democracia que podemos denominar “democracia participativa” en la que valoremos la importancia de nuestra participación social como miembros de grupos, organizaciones y comunidades.
Debemos ajustar y desarrollar nuestra identidad individual, viéndonos como sujetos históricos, individuos que estamos construyendo la historia y empezamos a construir una sociedad autónoma.
Hemos tomado consciencia de que las instituciones que son la base de nuestra sociedad han sido creación del hombre y no creación divina alguna. Si hemos sido capaces de crear a nuestras instituciones, si tenemos consciencia de que a través de nuestra participación en contextos grupales, organizacionales o comunitarios a los que pertenecemos estamos construyendo la historia, debemos actuar en consecuencia y reformar nuestro comportamiento individual, crear nuevas instituciones o reformar del todo a las existentes y tomemos el timón para dirigir la historia que viene.
En estas elecciones triunfó Andrés Manuel López Obrador y ganó la presidencia, pero detrás de AMLO estamos mas de 30 millones de mexicanos (mas los que no pudieron votar), quienes somos los verdaderos artífices del cambio social.
Iniciemos la construcción de una sociedad autónoma reconociendo desde un principio que una sociedad autónoma solo existe si existen individuos autónomos. La educación juega un papel importante en el desarrollo de esta autonomía.
Pero a la vez debemos tener presente de que hemos logrado un cambio en México, pero los grandes problemas sociales todavía existen, la estructura de la mafia del poder ha sido dañada, pero todavía tienen el poder económico y debemos evitar que el neoliberalismo se fortalezca con las medidas que tome el próximo gobierno.
Tenemos la necesidad de tener presente que las fuentes de la incertidumbre social contemporánea se encuentran más allá de la esfera individual o los límites de nuestra nación, se originan por el libre comercio y los vaivenes en las finanzas del mercado. Este es el reto del próximo gobierno, enfrentar presiones para continuar aplicando políticas neoliberales en territorio mexicano que afectan intereses colectivos y favorecen intereses del poder corporativo.
AMLO no está ni debe estar solo, esto apenas comienza, continuemos empoderándonos aumentando nuestro compromiso y nuestra participación social. Continuemos alimentando con nuestro grano de arena al Leviatan mexicano.




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