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jueves, 3 de noviembre de 2022

 Mis primeras letras

Oscar Yescas Domínguez
2 de noviembre de 2022

Hace 30 años en un día como hoy, el 2 de noviembre de 1992 nos encontrábamos mis hermanos y gran parte de nuestra familia extensa, en el interior de una funeraria velando el cuerpo de nuestra querida madre Adelina Domínguez de Yescas. Desde entonces de una manera inevitable asocio el día de muertos con la fecha en la que falleció mi compañera de festejo de cumpleaños durante gran parte de mi vida, porque por azares del destino, aparte de que mi madre me dio la vida en la extinta Clínica Obrera de la sección 65 del sindicato de Mineros en Cananea, Sonora, me tocó nacer el día que ella cumplía años, por lo que desde que cumplí el primer año de vida, festejábamos juntos nuestros respectivos cumpleaños.

Ese hecho, sumado al haber nacido el día que ella cumplió 38 años y ser el último hijo, el hijo menor, creó un fuerte vínculo entre ambos, lo cual dicho en otras palabras, me tocó ser el hijo favorito de mi madre. Inclusive según nos contó, me puso el nombre de Oscar, porque para ella, mi nacimiento le provocó gran alegría por ser un embarazo de alto riesgo por estar en edad avanzada, haber nacido en esas condiciones fue para ella como si le hubieran dado un gran premio, como si le hubieran dado un Oscar, el mayor premio que dan en la academia de Hollywood y por eso eligió ese nombre para mí.
Cuando me fui a estudiar Psicología a Veracruz, alejándome más de 3,000 kilómetros de mi hogar, quien más sufrió fue mi madre porque estaba muy apegada a mí, como conseguí trabajo mientras estudiaba mi carrera universitaria, hice una carrera laboral que continuó después de haber terminado mis estudios universitarios, por lo que regresé a Hermosillo después de ocho años de ausencia y me volví a reunir con mi querida madre quien seguía mostrando su gran amor hacia mí, un amor incondicional, de los que duran toda la vida.
Su fallecimiento fue repentino e inesperado, por lo que nos tomó de sorpresa, fue una de esas partidas que rompen el corazón, una de esas heridas que nunca sanan, sólo se aprende a convivir con ella, lo mismo me pasó con el fallecimiento previo de mi padre siete años antes. En los últimos cuatro años, tres de mis hermanos fallecieron: René, Héctor y Javier Humberto, por lo que mi corazón fue golpeado nuevamente en esas tres ocasiones.
Cada quien tiene su forma personal de conmemorar a sus muertos, algunos cumplen el ritual de visitar sus tumbas a llorarlos, llevarles música, flores o alimentos. Otros van a misa, algunos más dedican este día a recordarlos y llegan a caer en estado de depresión, otros prefieren rescatar los bellos recuerdos que mantienen de los ausentes. Yo he optado por esto último, es decir, prefiero mantener vivos a mi madre, padre y tres hermanos fallecidos a través de recordarlos constantemente y homenajearlos actuando como ellos me enseñaron, o como a ellos les habría gustado, privilegiando la sonrisa por encima del llanto, porque estoy convencido de que hubieran preferido ser recordados con una sonrisa y no con un llanto. Recordando los más bellos recuerdos de las gratas vivencias que compartimos juntos, el dilema que enfrento es que si me sumerjo en mis recuerdos, son tantos los momentos gratos que compartimos que me es difícil escoger algunos de ellos, porque fui un afortunado al proceder de una familia integrada que a pesar de vivir con precariedad, las carencias se compensaban con la abundancia del amor que nos unía como familia. Éramos felices a pesar de nuestras limitaciones, porque tuvimos padres que nos enseñaron grandes valores y fueron un modelo a seguir para todos nosotros. Sé que hay personas que no tuvieron la fortuna de tener padres modelo, que sufrieron abusos, abandono o maltrato físico, la verdad, me siento mal por ellos, y saber eso sólo me hace revalorar aún más a mi padre y madre, porque en gran parte gracias a ellos soy lo que soy actualmente. En este punto, lejos de llorarlos por tristeza, sonrío al recordarlos y si llegan a rodar unas lágrimas cayendo por mi rostro, son lágrimas de alegría, de agradecimiento por haber formado parte de esta hermosa familia nuclear que llevó el nombre de Yescas Domínguez. En este 2 de noviembre, elevo mi rostro hacia el infinito y dedico una sonrisa de agradecimiento a la musa que me inspiró a escribir mis primeras palabras en mi tierna infancia: “Amo a mi Mamᔡ

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