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domingo, 29 de julio de 2018

El empoderamiento social de las “benditas redes sociales”


El empoderamiento social de las “benditas redes sociales”
Oscar Yescas Domínguez
20/07/2,018
     El Presidente electo de México Andrés Manuel López Obrador pasará a la historia por varios motivos, uno de ellos es que fue el fundador del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), partido que molió al Pri, al Pan, al Prd y demás partidos paleros con un tsunami de más de 30 millones de votos que les arrebató el poder político a lo largo y ancho del país.
Será recordado también en la historia como el presidente mexicano electo con el mayor número de votos en una elección presidencial, ya que acumuló una votación nunca antes vista en nuestro país.
También será recordado como el iniciador de la cuarta transformación de México, que acabó con décadas de privilegios para la clase gobernante al iniciar un gobierno de austeridad y sin favoritismos.
Ocupará un lugar en la historia como el personaje mexicano que teriminará con décadas de gobiernos basados en la corrupción y explotación ejercida en México por el Pri y el Pan.
Pero también será registrado por algo que aparentemente no tiene importancia como la de ser el autor de la frase: “benditas redes sociales”, que no se había utilizado anteriormente por ningún candidato triunfador en el mundo entero.
Dicha frase la dijo la misma noche de las elecciones en el discurso que dio después de ser informado de que había ganado las elecciones para ser Presidente de México en el período 2,018-2,024 con un amplio margen de votos de diferencia que no dejó lugar a dudas.
     Creo que es el primer candidato que triunfa en elecciones limpiamente y que como agradecimiento menciona a las redes sociales como uno de los factores clave que contribuyeron al éxito de su elección. Con ello, el candidato “de mayor edad” en la pasada contienda electoral, da un ejemplo de madurez política al otorgar un reconocimiento al uso de internet y de las redes sociales como medio eficaz para movilizar masivamente a los integrantes de nuestra sociedad que desean un cambio social.
     ¿Cómo podría no hacerlo si fue precisamente a través de las redes sociales que se organizaron movilizaciones masivas de protesta en contra de la campaña de desprestigio en su contra y de apoyo a su candidatura presidencial, que al final de la misma terminó triunfador con más de 30 millones de votos a su favor?
     Las redes sociales fueron su plataforma de apoyo en todo momento, porque su lucha se asemejó en momentos como la mítica lucha de David contra Goliat, es decir, la lucha del débil en contra del poderoso. Esto se reflejó en el hecho de que cada vez que lo calumniaban aumentaba el porcentaje de su popularidad.
     Mientras denunciaba la corrupción, la injusticia y la impunidad imperante, los otros candidatos presidenciales se unían en su contra al grado de llegar a  parecer una lucha de tres contra uno.
     No hay duda alguna de que el desarrollo tecnológico es parte integrante de nuestra vida cotidiana, debemos aceptar que las redes sociales llegaron para quedarse entre nosotros y mientras más pronto aceptemos esto, estaremos en mejores condiciones para aprovecharlas de manera óptima.
Pero lo cierto es que en realidad no hemos valorado el papel determinante y fundamental que juega en nuestras vidas, aun cuando ya hemos recibido advertencias tal como la que nos aporta en una entrevista realizada en 2,013 el sociólogo Manuel Castells cuando nos dice que “la sociabilidad se da hoy en día en internet”.
En el proceso de socialización del siglo XXI, internet y las redes sociales están posicionándose en términos de influencia como la primera instancia socializante de nuestros tiempos, desplazando a la familia, la escuela, al grupo de amigos y resto de medios masivos de difusión.
          Pero no sólo es solo el predominio de las redes sociales en la interacción social  en nuestros diferentes ámbitos de convivencia social lo que debe llamarnos la atención. También debemos de recordar que la principal causa de accidentes automovilísticos y sus correspondientes daños: defunciones, heridas, pérdidas económicas, etc., lo constituye el uso del teléfono celular mientras se conduce.
Es decir, parte de la situación de las redes sociales en nuestras vidas es que hemos generado una dependencia al teléfono al grado de que Zygmunt Bauman nos dice que la juventud actual (y yo agregaría que no solo ellos) parece que tiene un teléfono celular injertado en su cuerpo. Hemos generado una dependencia que nos hace sentir la necesidad de “estar conectados” desde el momento que despertamos hasta pocos minutos antes de conciliar el sueño.
Pero también la telefonía celular y el uso de redes sociales tienen sus efectos positivos. De la misma manera que el teléfono celular desplazó a la calculadora portátil, la linterna individual, la cámara fotográfica, la grabadora portátil, el uso de enciclopedias y visitas a bibliotecas, etc., las redes sociales han desplazado a los tradicionales medios masivos de difusión (televisión, radio, periódicos, revistas), en el sentido de convertirse en nuestra principal fuente de información y entretenimiento.
Esta independencia de los medios controlados por el Estado y la oligarquía en el poder permitió el inicio de una liberación social, en la medida de que no solo ya no estamos sujetos al baño diario de información falsa que proporcionan, sino que tuvimos oportunidad de confirmar el papel distorsionador que juegan en nuestra sociedad al utilizar las redes sociales para informarnos de los acontecimientos sociales y ver el mismo acontecimiento desde otra perspectiva, o simplemente ver el silencio que guardaron ante eventos que en redes sociales llamaron la atención pública.
     A través de las redes sociales nos hemos enterado de la corrupción que existe a nivel nacional en todas las esferas de gobierno: municipal, estatal y federal. Mediante las redes sociales hemos identificado a los políticos corruptos, nos hemos enterado de una serie de injusticias y la existencia de una enorme red de impunidad en la clase política.
Pero sobre todo lo más relevante fue que nos dimos cuenta de que no somos los únicos inconformes e indignados con la situación que prevalece en nuestra sociedad. Hemos tomado consciencia de que somos millones los que nos vemos afectados por la implementación de políticas neoliberales que sólo buscan beneficiar al mercado mediante la privatización de todo tipo de servicios que antes eran públicos y otorgados por el Estado.
     Las redes sociales se han convertido en verdaderos foros de expresión individual y colectiva, a través de las cuales las personas expresan sus opiniones y empiezan a unirse con otras  de pensamientos e ideologías similares y juntas comienzan a superar sus temores individuales  a través de la construcción de puentes de comunicación horizontal que les permiten desarrollar sentimientos de unidad. Paradójicamente desde la seguridad y anonimato que proporciona el ciberespacio se han construido modernas ágoras a través de las cuales las personas realizan una serie de interacciones sociales que en ocasiones se traduce en coincidencias físicas en el espacio físico urbano.
     Por lo regular los encuentros físicos que llegan a darse como resultado de encuentros virtuales en redes sociales  son originados por sentimientos de indignación ante injusticias sociales, la corrupción, impunidad y el cinismo mostrado por quienes están enquistados en el poder. La soberbia y la impunidad alimentan los sentimientos de hartazgo social que son los que unen a las personas y logran transformar aquel miedo individual en una imparable indignación colectiva que los empuja construir la esperanza de un mundo mejor que el actual.
Otro aspecto a considerar al hablar de las redes sociales es que con su desarrollo las personas comenzaron a crear espacios de autonomía libres de todo tipo de control y censura de tal forma que cualquiera que tenga un teléfono puede convertirse de la noche a la mañana en un reportero o comunicador social y expresar su opinión sin censura alguna.
     En este punto podríamos recordar nuevamente al sociólogo Manuel Castells y los planteamientos que hace en su libro “Redes de indignación y esperanza”, cuando nos habla de los movimientos sociales en red como la característica principal de nuestros tiempos.
No le falta razón en sus planteamientos porque podemos ver que en todo el mundo se presentan movilizaciones masivas, convocadas y apoyadas desde y por las redes sociales para manifestarse colectivamente en protesta de algún evento, personaje o situación específica.
     Lo cierto es que los movimientos sociales en red como los denomina Manuel Castells se han extendido por todo el mundo entero y en todos los casos conformaron movimientos colectivos que ignoraron a los partidos políticos, desconfiaron de los medios masivos de comunicación, dependen de internet y son pieza clave en la dinámica social internacional actual.
     Estos movimientos colectivos que utilizan redes sociales son los que construirán las sociedades del siglo XXI y son la característica principal de nuestros tiempos, ya que constituyen un nuevo espacio público interconectado entre el espacio digital y el urbano y sobre todo porque es un espacio de comunicación autónoma.
     Estos movimientos colectivos formados por individuos inconformes con su realidad actual contribuirán a  la construcción de un nuevo mundo porque son fundamentalmente la fuente de un cambio social. Recordemos que la esencia y motor de los movimientos sociales en red es un sentimiento de inconformidad, indignación y deseo de cambiar la realidad circundante.
     Este es el contexto que rodeó a las elecciones presidenciales en México este 2,018 y debemos tener presente que los resultados que obtuvimos se debieron a la vivencia y participación colectiva en el surgimiento de un nuevo modelo de movimiento colectivo basado en el uso de las redes sociales en tierras mexicanas.
     El mundo entero quedo asombrado con los resultados de las elecciones realizadas en México este año. Los mexicanos debemos sentirnos orgullosos porque hemos hecho nuestra aportación al mundo entero acerca de cómo implementar cambios sociales de manera pacífica y sin violencia. Bueno, debo reconocer que si hubo violencia en este proceso electoral, pero fue una violencia proveniente del grupo enquistado en el poder.
     En ese sentido el triunfo arrollador de Morena en México y la llegada al poder político de Andrés Manuel López Obrador, solo tiene sentido si consideramos el papel que jugaron las redes sociales como parte de los factores que permitieron anular las campañas de desprestigio en contra de López Obrador y consolidar un apoyo masivo a su campaña que se tradujo en la materialización de la consigna “Voto masivo para Morena” que logro convencer a más de 30 millones de mexicanos que votaron masivamente por los candidatos incluidos en la fórmula de Morena.
     Las redes sociales han permitido la consolidación de un proceso de empoderamiento social en la población mexicana, en la medida de que se ha construido un sentimiento de unidad colectiva que ha consolidado y reforzado una identidad nacional. La experiencia mexicana viene a reforzar los planteamientos de Manuel Castells en el sentido de que las redes sociales crean comunidad que se basa en el compañerismo, el cual es un mecanismo psicológico que permite superar el miedo individual.
     Hoy en día las redes sociales nos permiten romper el aislamiento físico y conectarnos para reportar cualquier acontecimiento a través de nuestros teléfonos celulares.
     Las redes sociales son utilizadas por los jóvenes de hoy para citarse masivamente en fiestas espontáneas en lugares no permitidos por la ley y terminar las mismas de un momento a otro utilizando el mismo medio
Podemos llamar la atención de una cantidad infinita de personas si nos encontramos en peligro. De igual forma, podemos usar nuestros teléfonos y computadoras para convocar a una reunión de protesta en algún lugar específico.
Esto fue lo que pasó en Sonora cuando la Gobernadora Claudia Pavlovich intentó que los diputados del Congreso Estatal (controlados por ella) aprobaran una ley que le permitiría vetar todo tipo de acuerdos que emanaran de ese recinto con la próxima legislatura que tendrá mayoría morenista.
Gracias a las redes sociales se dieron cita cientos de personas que protestaron ante los diputados. De nada le valió a esta tristemente célebre gobernadora por su canto de sirena moribunda “Pepe, pe pepepe”, el usar mujeres y hombres priistas provenientes de colonias marginales como provocadores y golpeadores. Tampoco le sirvió el enviar la unidad canina con perros amaestrados para intimidar a los manifestantes que se mantuvieron firmes hasta lograr que la propia gobernadora diera instrucciones de que no se tocara el punto de la ley veto.
De ese tamaño es la importancia de las redes sociales, nos proporcionan un poder colectivo que podemos utilizar como contrapoder ante la violencia institucionalizada de los cuerpos represivos del Estado.
Los movimientos sociales en red crean un poder que les permite construirse a sí mismos en primer lugar a través del uso de la comunicación autónoma, totalmente libre del control del Estado y de quienes ejercen el poder.
Las “benditas redes sociales” a las que Andrés Manuel agradeció en su primer discurso al conocer su triunfo, nos proporcionan un poder, un empoderamiento que será nuestra principal arma en el proceso de construcción de una nueva sociedad.

El Leviatán mexicano: Esto apenas comienza



El Leviatán mexicano: Esto apenas comienza
Oscar Yescas Domínguez
09/07/2,018
Partiendo de la premisa de que toda interacción social constituye una experiencia de aprendizaje que se traduce en posteriores cambios en el comportamiento individual y social, debemos darnos margen para analizar y comprender que fue lo que pasó este primero de julio en México.
Honestamente creo que los primeros sorprendidos con los resultados obtenidos en las pasadas elecciones presidenciales en las que ganó Andrés Manuel López Obrador, fuimos aquellos más de 30 millones de mexicanos que votamos por él y por los representantes de Morena dentro y fuera del país.
No teníamos duda de que la elección la ganaría AMLO de una manera clara y contundente, pero también éramos muchos los que en nuestro interior pensábamos que era un año decisivo en la historia de México que enfrentaba dos posibles escenarios:
1.- El primer escenario contemplaba el triunfo de Morena a nivel nacional y en este año 2,018 se daba inicio a un proceso de transformación social del país. La “cuarta transformación nacional” como lo llama AMLO.
2.- La segunda opción era menos atractiva: seríamos víctimas de un nuevo fraude descomunal, patético por su evidencia, que sería la chispa que convertiría en violencia todo el hartazgo, inconformidad e insatisfacción social que se respiraba en el medio ambiente.
En cualquier caso la urgencia de un cambio social en México era ya una necesidad evidente e innegable percibida y anhelada por millones de mexicanos. El cambio tenía que darse  en este año 2,018 ya sea por la vía pacífica o a través de la lucha armada como lo anunciaban la creación de diferentes grupos de civiles armadas en diferentes puntos de la república.
Soportar otros seis años de prianismo no era opción para millones de mexicanos, el hartazgo social era demasiado. Pero aún con esa inconformidad generalizada, antes de las elecciones no teníamos idea del enorme poder que poseemos como seres sociales y que podemos construir  un nuevo mundo cuando actuamos en forma organizada y colectivamente.
Las elecciones se caracterizaron por una campaña sucia de parte del sistema en el poder, utilizando todos sus medios para infundir temor hacia el cambio, sobornar consciencias manipulando necesidades básicas para comprar el voto, calumnias, robo de urnas, etc.
Mientras que por el lado de Morena se realizó un trabajo realmente comunitario, acudiendo a realizar proselitismo político y tareas de concientización social en nuestras comunidades.
Todo lo que hicieron quienes estaban enquistados en el poder no les funcionó ya que gracias al poder informal que creamos al participar todos unidos y organizados en la búsqueda de una meta común: echar abajo al PRIAN y votar masivamente por Morena.
Esta meta común se basada en las consignas “Ni un solo voto al Pri, ni al Pan”, “Voto masivo para Morena”, “Cinco de cinco para Morena” fue compartida por millones de mexicanos.
 De esta manera lo que se veía venir en tiempos de campaña al ver las enormes concentraciones de gentes en los actos de Morena y las miles de manifestaciones de apoyo a AMLO en redes sociales, se materializó en forma aplastante creando un tsunami de votos a favor de Morena.
 Millones de votos para Morena fluyeron en todas las casillas electorales del país de tal forma que el partido del Movimiento de Regeneración Nacional con tan sólo cuatro años de existencia, se estrenó tomando el poder político en todo el país, pasando a convertirse en la primer fuerza política en México y tomando el poder tanto de la Presidencia, como de las Cámaras de Senadores, y de Diputados, así como en los Congresos Estatales al lograr mayoría en más de casi todos los Estados de la república.
El llamado al voto masivo para Morena encontró eco en millones de mexicanos que sin dudarlo contribuyeron con sus votos a un ejercicio de democracia electoral que no sólo dio el triunfo a Morena, sino que logró revitalizar la idea de la democracia en sí misma ya que ésta agonizaba por las continuas acometidas de autoritarismo impulsadas por la implementación de políticas neoliberales.
Algunos llegaron a pensar que el acto de votar era inútil y promovieron o cayeron en la trampa de invalidar el proceso electoral o anular el voto, avalando con esta acción el fraude electoral al contabilizar sus votos anulados como parte de votos emitidos.
Pero hoy podemos decir que gracias a los votos de mas de 30 millones de habitantes no sólo evitamos el fraude electoral, sino que también ganamos la elección presidencial, el país se tiñó de rojo color Morena, conquistamos mayoría en casi todo el país, logramos hacer que desaparecieran 5 partidos políticos registrados que eran un verdadero lastre económico y político para los mexicanos.
Los segundos sorprendidos con los resultados de estas elecciones fueron las huestes del PRIAN que de la noche a la mañana dejaron de ser aquel gran dinosaurio que nos dominaba con un poder invencible con el uso de sus trucos sucios y que hoy quedó pulverizado y convertido en un ratón que deambula en estado catatónico sin entender que fue lo que pasó pero dentro de su confusión discute con quienes lo rodean (otros pequeños ratones),  tratando de retener algún hueso que roer del presupuesto público ya que estamos en “año de Hidalgo”.
El origen de nuestra sorpresa inicial de incredulidad hacia los resultados de estas elecciones de 2,018 se encontraba en la actitud de reserva y desconfianza que teníamos acerca de todo, inclusive hasta de nosotros mismos y que funcionaba como una venda que cubría nuestros ojos, nos detenía para reaccionar al ver lo que estaba sucediendo y  nos impedía involucrarnos a través de una participación social.
Pero la campaña electoral fue en verdad una campaña de politización, de toma de consciencia, de desarrollo de una sensibilidad que ya existía en forma individual (impotencia, frustración, coraje, insatisfacción, etc), pero que al manifestarla en público dejo de ser problema individual ya que la insatisfacción era compartida  por una enorme colectividad, convirtiéndose en sensibilidad social.
El estado de sopor e indiferencia fue siendo rebasado por expresiones de posturas cada vez más definidas orientadas hacia la necesidad de un cambio social, ayudó grandemente sin duda alguna, la continua enumeración de actos de corrupción e impunidad a lo largo y ancho del país, sin que las instituciones responsables hicieran su trabajo.
Los mexicanos hemos logrado imponer en ejercicio de democracia que fueron las elecciones, en el contexto de un sistema cuyas autoridades se inclinan por el ejercicio del autoritarismo en el ejercicio del poder.
El siglo XX es conocido como el siglo “de las multitudes”, porque ha sido el siglo en el que los grandes cambios sociales, desde revoluciones y  defensa colectiva de derechos políticos, laborales, sexuales y sociales, han sido realizados por verdaderos movimientos colectivos. Multitudes que se manifiestan y se movilizaron en defensa de sus derechos y en conquista de otros.
En su libro La Era de las multitudes, el psicólogo social francés Serge Moscovici nos describe como las masas movilizadas que llegan a conquistar el poder, entregan el mismo a un pequeño grupo de individuos conformados en un Comité con representatividad organizacional, este Comité deposita el poder en las manos de un solo individuo, regularmente es quien lo preside y éste último lo ejerce de tal manera que puede considerar o no los puntos de vista de la colectividad o no.
En nuestro caso, hemos caído en el error de actuar en base a una “democracia representativa”, es decir, sentimos el derecho y obligación de acudir a elecciones para designar a nuestros presidentes, gobernadores, senadores, diputados y presidentes municipales. Pero hemos limitado nuestra participación en política al solo acto de votar. Una vez pasadas las elecciones volvemos a nuestras rutinas y nos olvidamos de nuestros representantes y mucho menos les exigimos hagan bien su trabajo. Antes de esta elección ellos han actuado libremente y sin restricciones. No les importó traicionarnos avalando cambios en la Constitución mexicana que perjudicaron intereses de las grandes mayorías.
De hecho, la tendencia mundial de la historia reciente, sobre todo de inicio de este siglo XXI, se ha caracterizado por inclinaciones  hacia la derecha en el arte de gobernar, inclinaciones que en última instancia tienden a ser determinadas por los vaivenes del mercado. El modelo neoliberal privilegia las “necesidades del mercado” como la ruta a seguir en la administración de un país.
Como no todos somos mercado porque la gran mayoría somos asalariados y no somos sujetos de crédito para algunas empresas, las políticas orientadas a beneficiar al mercado tienden a favorecer los intereses de las grandes compañías comerciales, (por lo regular transnacionales) y van perjudicando a la población en general por aumentos de precios, adelgazamiento del Estado eliminando empresas paraestatales que proporcionaban servicios y productos a la población como parte de sus programas de bienestar social y con la promoción de un exagerado consumo.
No entendíamos que en nosotros estaba la solución, que nosotros éramos los únicos que podíamos cambiar la situación social si lo queríamos. Lo que nos impedía ver que el triunfo estaba a nuestro alcance se debió en parte al hecho de que nos habían robado tanto, que hasta nos quitaron la confianza en nosotros mismos.
Nos vendieron inseguridad, conformismo, apatía, individualismo e indiferencia social. Pero sobre todo convirtieron a millones de mexicanos en analfabetas políticos, con sus estrategias de distribución desigual de recursos gubernamentales generadoras de una gran desigualdad social que produjo millones de mexicanos viviendo en condiciones de miseria  e ignorancia supina.
Con la intención de hacernos sentir bien nos educaron en la idea de que éramos libres, que podíamos hacer lo que quisiéramos con nuestra libertad, pero paradójicamente nos convencieron de que nada podíamos hacer para cambiar la situación social de nuestro  país y redujeron nuestra capacidad de cambiar a la libertad de elección del tipo de prendas de vestir y demás productos que podíamos consumir.
Con ello nos empujaron a pensar que debíamos descartar la idea de reunirnos con nuestros vecinos, amigos y compañeros para pensar en un mundo diferente por lo cual muchos abandonaron la idea de esforzarnos para construir un nuevo mundo ya que el actual era imposible cambiarlo, pero en cambio teníamos una gran libertad de consumo.
Este incremento en la libertad individual se acompañó de una ideología individualista, desprovista de compromiso e indiferencia social que generó una impotencia colectiva para actuar con otros en defensa de nuestros derechos laborales, sociales o sexuales.
Con la fragmentación social perdimos la visión de totalidad y con ello la capacidad de vincular nuestras vidas privadas con la vida pública, es decir, la respuesta a nuestros problemas estaba frente a nosotros, porque no veíamos que nuestros problemas individuales eran en realidad colectivos y a todos nos unía un sufrimiento colectivo que tenía causas políticas y que podríamos retomarlo como causa pública al identificar los problemas que nos fueran similares.
Pero el conformismo social estaba muy generalizado y por lo mismo se dio un grado de insignificancia a la política que prevaleció por décadas y que ha tenido un costo muy alto: el sufrimiento de una gran mayoría marginada y el enriquecimiento ilícito de unos cuantos.
Poco a poco nos robaron el sentimiento de pertenencia a los diferentes grupos a los que pertenecemos, a las organizaciones que nos rodean y a las comunidades en las que vivimos. Afectaron con ello el débil tejido social que nos une como compañeros de grupo y de trabajo, como miembros pertenecientes a una colectividad que padece problemas comunes.
De manera progresiva en la medida que se incrementaba la participación social en actos de política y en redes sociales, se fue construyendo una identificación de unos con otros, comenzó a fortalecerse un sentimiento de pertenencia a un grupo de mexicanos que coincidíamos en expectativas o ideologías similares.
Este grupo fue creciendo y a lo largo y ancho del país actuó en forma unánime, a la manera de una figura como la de un moderno Leviatán mexicano (Leviatán es el nombre tomado de la Biblia  que describe a un monstruo gigante conformado por infinidad de cuerpos humanos retomado por Thomas  Hobbes en su libro del mismo nombre: Leviatán o la materia, forma y poder  de una república eclesiástica y civil que usó para designar a la naciente República o al Estado emergente posterior a la monarquía), es decir, despertó un gigante integrado por millones de mexicanos dotado de identidad individual y colectiva a la vez y actuando como un solo hombre conformado  por una enorme colectividad, emitió en un solo día más de 30 millones de votos, para favorecer a Andres Manuel López Obrador como el próximo Presidente de México por los siguientes seis años y ubicándolo en la historia de México como el presidente que más votos ha obtenido en una contienda electoral.
Hoy México está de fiesta, estamos diría el que esto escribe ya que  comparto con millones  de mexicanos un sentimiento de euforia, alegría y satisfacción por los resultados obtenidos en las elecciones del pasado primero de julio.
En verdad tenemos motivos para estar contentos, en lo particular debo confesar que mis expectativas fueron rebasadas por los resultados obtenidos y digo esto porque me siento orgulloso de ser mexicano, sobre todo porque tomo consciencia de ser parte de esta colectividad de mexicanos que pasará a la historia como aquella que dio una gran lección de democracia al mundo entero al derrocar en forma pacífica a una de las más sangrientas dictaduras en el mundo entero: El PRIAN.
Es realmente muy significativo y aleccionador el ejemplo del pueblo mexicano que actuando en el contexto de un proceso electoral desigual administrado por una institución corrupta como lo es el Instituto Nacional Electoral cuyos directivos ignoraron y no sancionaron varios delitos electorales, enfrentando una serie de estrategias de intimidación (hubo asesinatos de candidatos en estas pasadas jornadas electorales), amenazas y compra de votos, etc.
Aún con todas estas afrentas el pueblo mexicano logró imponer una clara diferencia de votos, con resultados de encuestas que ya anunciaban el triunfo de Morena, a través de un voto masivo para Morena. Tengo mucha experiencia en política, pero esta es la primera vez en mi vida que veo como una consigna bien planteada tiene tan buenos resultados. El voto masivo para Morena se convirtió en avasallante tsunami de votos, que limpio de basura los recintos políticos oficiales y sustituyó a dinosaurios políticos beneficiarios de la corrupción por una nueva oleada de políticos, dentro de los cuales hay algunos que funcionan como el prietito en el arroz.
Estoy convencido de que el cambio democrático que se dio en México repercutirá en América latina ya que es un ejemplo de democracia participativa que condujo a voltear de cabeza el ejercicio del poder en México.
He participado en varias elecciones y es la primera ocasión en la que triunfa el candidato presidencial por el que emití mi sufragio. Décadas de frustración electoral no mermaron mi deseo de seguir luchando en diferentes trincheras para lograr un cambio social en México. Y el día de hoy despierto y veo que el dinosaurio que nos mantenía oprimido está herido de muerte y se ha transformado en un roedor en agonía.
Pero no debemos cantar victoria todavía, lo que estamos viviendo es el cambio de un régimen corrupto y autoritario a través de la vía electoral en México, por otro del cual no se ha definido todavía, pero que apunta a desterrar la corrupción y privilegios, la orientación del gasto público hacia programas de bienestar social y por mejoras a las mayorías desprotegidas.
Es muy pronto para exigir cuentas al próximo gobierno, debemos tomar en cuenta que el inicio formal del nuevo gobierno es hasta el primero de diciembre próximo. Pero el cambio en México ya inició con profundos cambios políticos, con resultados que alimentan el optimismo y la esperanza por un mundo mejor.
Paralelamente a estos cambios políticos, la situación actual exige que realicemos otros tipos de cambios. Yo mencionaré algunos que me parecen relevantes.
Creo que no podría decirlo mejor que como lo hice en mi artículo La revolución de las consciencias parte tres: “ Por ello sigo creyendo que el cambio social en México y en Latinoamérica es posible, creo sinceramente que podemos eliminar la corrupción, la impunidad, la injusticia social, la pobreza y el autoritarismo en nuestros países y estoy convencido de que el primer paso para lograrlo es eliminar gradualmente de nuestro comportamiento individual toda aquella conducta que pueda promover, aceptar o tolerar cualquier acto de corrupción, de injusticia, de discriminación, de intolerancia o de desigualdad social.
Reconozco que el reto es grande pero estoy seguro de que es posible si logramos revolucionar nuestras consciencias en el sentido de que vayamos gradualmente incorporando en nuestra conducta los valores de la solidaridad, generosidad, honestidad, franqueza, tolerancia, humildad, respeto a los demás, etc.
A través de la revolución de nuestras consciencias podremos ir construyendo poco a poco comportamientos auténticos que consisten en el hecho de que cada persona pueda expresar lo que realmente piensa y decir lo que realmente siente, actuando de esta manera en forma inevitable llegará el momento en que no nos quedaremos callados, indiferentes o pasivos cuando seamos testigos de una injusticia, de una imposición, o cualquier acto de corrupción.
Al desarrollar estos nuevos comportamientos utilizando el proceso de interinfluencia que existe en las relaciones interpersonales, de una forma gradual, quizá lenta pero segura y constante, podremos influir para ayudar a cambiar el comportamiento de nuestras gentes más cercanas, a la manera de efecto de mariposa, empezando con nuestras familias, después con nuestros amigos, con nuestros compañeros de trabajo, vecinos, etc., para ir construyendo poco a poco una cultura de tolerancia cero para los actos de corrupción e injusticia.
Con esta nueva actitud lograremos construir una nueva figura del individuo latinoamericano, una nueva figura del hombre y mujer, que se caractericen por una gran sensibilidad social y sobre todo por una gran participación y compromiso social. Una nueva figura basada en una nueva identidad social que incluya un sentimiento de pertenencia a los diversos grupos sociales a los que estamos integrados, así como a las organizaciones formales a las que pertenecemos formalmente.”
En este proceso de cambios sociales que vivimos de los cuales formamos parte activa como sujetos históricos y hemos logrado tomar el control de nuestra realidad y cambiar la conformación del poder político en nuestro país, debemos tomar consciencia de que hemos dejado de ser una sociedad heterónoma que consiste en que vivíamos nuestra vida cotidiana con la aceptación voluntaria de que otros decidían nuestra historia.
Hasta hace unos cuantos días nuestra realidad se caracterizaba por la existencia de una enorme desigualdad social con millones de mexicanos viviendo en condiciones de miseria, actuando pasivamente, sin confianza en sí mismos y con indiferencia a las actividades políticas.
Esta desigualdad social incluía la categorías sociales definidas por las leyes del mercado etiquetando a los pobres posmodernos como “consumidores defectuosos” y a los nuevos ricos como “hombres emprendedores de éxito”.
Lo que tenemos por delante es la construcción de un nuevo tipo de democracia que podemos denominar “democracia participativa” en la que valoremos la importancia de nuestra participación social como miembros de grupos, organizaciones y comunidades.
Debemos ajustar y desarrollar nuestra identidad individual, viéndonos como sujetos históricos, individuos que estamos construyendo la historia y empezamos a construir una sociedad autónoma.
Hemos tomado consciencia de que las instituciones que son la base de nuestra sociedad han sido creación del hombre y no creación divina alguna. Si hemos sido capaces de crear a nuestras instituciones, si tenemos consciencia de que a través de nuestra participación en contextos grupales, organizacionales o comunitarios a los que pertenecemos estamos construyendo la historia, debemos actuar en consecuencia y reformar nuestro comportamiento individual, crear nuevas instituciones o reformar del todo a las existentes y tomemos el timón para dirigir la historia que viene.
En estas elecciones triunfó Andrés Manuel López Obrador y ganó la presidencia, pero detrás de AMLO estamos mas de 30 millones de mexicanos (mas los que no pudieron votar), quienes somos los verdaderos artífices del cambio social.
Iniciemos la construcción de una sociedad autónoma reconociendo desde un principio que una sociedad autónoma solo existe si existen individuos autónomos. La educación juega un papel importante en el desarrollo de esta autonomía.
Pero a la vez debemos tener presente de que hemos logrado un cambio en México, pero los grandes problemas sociales todavía existen, la estructura de la mafia del poder ha sido dañada, pero todavía tienen el poder económico y debemos evitar que el neoliberalismo se fortalezca con las medidas que tome el próximo gobierno.
Tenemos la necesidad de tener presente que las fuentes de la incertidumbre social contemporánea se encuentran más allá de la esfera individual o los límites de nuestra nación, se originan por el libre comercio y los vaivenes en las finanzas del mercado. Este es el reto del próximo gobierno, enfrentar presiones para continuar aplicando políticas neoliberales en territorio mexicano que afectan intereses colectivos y favorecen intereses del poder corporativo.
AMLO no está ni debe estar solo, esto apenas comienza, continuemos empoderándonos aumentando nuestro compromiso y nuestra participación social. Continuemos alimentando con nuestro grano de arena al Leviatan mexicano.

El juego de las sillas


El juego de las sillas
Oscar Yescas Dominguez
10/06/2,018
     Los mexicanos nos encontramos en un momento del tiempo que quedará registrado en la historia nacional como un momento de cambio social de gran magnitud. Por ello mismo debemos darnos tiempo de reflexionar acerca del momento histórico que estamos viviendo.
     México se encuentra de nuevo en un período electoral, en esta ocasión para elegir Presidente de la república, Diputados y Senadores en varios Estados del país.
Cabe mencionar que en cada elección presidencial en nuestro país, se invierten miles de millones de pesos que son destinados para “gastos de campaña” de los diferentes partidos políticos registrados y la actual campaña presidencial no ha sido la excepción miles de millones de pesos invertidos en el juego electoral.
     Esto nos ha llevado a la contradictoria y penosa situación de que las elecciones presidenciales en México son las más caras del mundo entero, pero al mismo tiempo son las elecciones que tienen menos credibilidad a nivel nacional e internacional por la ausencia de imparcialidad de las mismas, desigualdad en la distribución de recursos financieros y por la corrupción demostrada por todo tipo de autoridades involucradas, principalmente de las electorales.
En un acto de sinceridad puedo decir que nunca he sido partidario de considerar a la vía electoral como la forma de lograr el cambio social que necesita nuestro país, mucho menos ahora en estos momentos de gran desigualdad social que genera un gran sufrimiento colectivo.
Esta reticencia hacia el sistema electoral mexicano se basa en dos motivos principales:
En primer lugar, quiero decir que  experimento una actitud de reserva, que raya en la desconfianza, hacia las instituciones electorales y gubernamentales que participan en el juego de la “democracia electoral”. Esta desconfianza en el sistema electoral no ha sido gratuita, ha ido creciendo por las experiencias vividas en este terreno que me enseñaron a desconfiar de las instituciones responsables de garantizar la democracia electoral en México, al observar que su participación ha contribuido a burlar la voluntad popular.
Al igual que millones de mexicanos durante décadas he sido testigo-víctima de engaño tras engaño en cada período electoral, he visto con verdadera impotencia la manipulación de finanzas en grandes cantidades, de la distorsión en cifras de votos para imponer fraudes cada vez más descarados para imponer al candidato oficial que mantendrá el sistema de explotación económica y social de la población mexicana y la entrega de recursos naturales al capital privado nacional y extranjero.
El fraude y decepción después de cada elección es una historia que se repite en forma constante en México, y ese ha sido el principal motivo por lo que miles de mexicanos prefieren abstenerse de votar, o prefieren anular su voto en el momento de las elecciones porque no son elecciones “limpias”.
La más reciente forma de burlar la voluntad popular es el perverso “juego de las sillas” que han estado jugando en los últimos años el Pri y el Pan para alternarse en el poder, pero siguiendo la misma política de saqueo de las riquezas de nuestro país, el desmantelamiento de nuestro país en favor del capital privado nacional y extranjero, la explotación laboral, la  eliminación de derechos y prestaciones sociales,.
Este juego de las sillas ha sido utilizado para simular un acto de democracia electoral basado en la falsa democracia representativa que ha funcionado como pantalla para legitimar  la continuidad de un sistema político y económico excluyente, que solo ha logrado aumentar la cantidad de millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza extrema y del otro lado, el enriquecimiento inmoral de quienes ocupan posiciones de poder político y económico.
Somos víctimas del fracaso de esa democracia representativa que consiste en participar en elecciones de funcionarios que tomarán decisiones relevantes a nuestro nombre y representación. Este tipo de democracia ha demostrado su inoperatividad al observar la traición de nuestros “representantes” al no solo ignorar a sus representados en la toma de decisiones de gran relevancia, sino también en que estas decisiones representan serias agresiones a los derechos humanos, laborales y sociales de quienes los llevaron al poder con su voto.
En segundo lugar, la problemática social que se observa en el México contemporáneo se caracteriza por una gran diversidad de problemas que son de índole estructural y por lo mismo no serán satisfechos con tan solo el cambio de un partido a otro, o de un presidente a otro, por lo cual la alternativa del cambio electoral no es garantía  absoluta de un cambio social real.
Basta con observar que en México se pagan los salarios los salarios más bajos del mundo entero por lo cual los trabajadores mexicanos son los trabajadores peor pagados del mundo, mientras que por otro lado los sueldos de políticos desde Presidente, Ministros de Justicia, Consejeros Electorales, Gobernadores, Senadores, Diputados, Presidentes municipales, Rectores de Universidades, etc., son los más altos en el mundo entero. Vemos una distancia cada vez mayor entre los salarios que perciben los trabajadores de menor nivel y los sueldos que perciben los altos mandos, los directivos de cada organización. Esto da como resultado una creciente precarización de la población mexicana.
Todo esto y mucho más fue  mermando mi expectativa de que el cambio en México se pudiera dar a través de la vía electoral y convenciéndome de que el cambio social real solo puede darse con una democracia que vaya más allá de la democracia representativa (cuando ésta se limita a la participación para elegir representantes y desaparece al terminar las elecciones) y surja en su lugar una democracia participativa en la que la población se involucre en una participación social de carácter permanente, organizada y colectiva, con un gran sentido de responsabilidad social.
 Una democracia participativa no solo nos permitirá concretar un voto masivo hacia los candidatos o el partido que consideremos que realmente nos representará en el futuro, sino que también nos permitirá hacer respetar nuestro voto, y actuar posteriormente en forma organizada y colectiva para trabajar conjuntamente con nuestros representantes en el Congreso de la Unión en la realización de las transformaciones estructurales del sistema socioeconómico necesarias para  defender nuestros derechos humanos, recuperar derechos laborales y sociales perdidos, así como también construir una sociedad donde predomine la justicia.
En el contexto actual vivimos un remedo de democracia representativa que se limita a que la población participe en las elecciones de aquellos representantes quienes son los que tomarán decisiones a nuestro nombre sin consultarnos.
Y digo remedo porque el propio proceso electoral está viciado de origen al incluir en las instituciones responsables de garantizar la democracia en las elecciones a elementos que han dado muestras claras de corrupción en anteriores elecciones, avalando fraudes electorales que han burlado la voluntad popular.
De ahí que los mexicanos enfrentamos dos grandes retos en el futuro inmediato:
1.- Impedir el fraude electoral que ya se está realizando semanas previas a las elecciones a través de la compra del voto y la coerción a votar por el candidato oficial en la población de servidores públicos gubernamentales de los tres niveles en el país.
2.- Reconocer que las elecciones no son el resultado final, sino el principio de un cambio social en nuestro país, que exige la participación y el compromiso de todos los mexicanos, no solo en el acto de votar, de defensa del voto, sino de la reconstrucción de un nuevo país.
Necesitamos realizar cambios en nuestra forma de pensar, sentir y actuar de tal forma que desarrollemos un compromiso social y veamos la conexión que existe entre los asuntos privados y las políticas que se aplican en nuestro país. Dentro de estos cambios se perfila como uno de los más importantes el aumentar nuestra participación en asuntos de interés social y político.
Partamos de la premisa de que sin cambios estructurales en el sistema de producción y en la dinámica social no importará el color, bandera o candidato que surja triunfador en esta elección presidencial porque la desigualdad seguirá creciendo tal como está sucediendo y con ello continuará el sufrimiento social.
Considero que no soy el único mexicano que siente una gran desconfianza hacia el sistema electoral en México, pero esta reserva no debe impedir que participemos en este período electoral ejerciendo nuestro derecho a votar.
Como viejo conocedor de los trucos sucios que utiliza el Pri para manipular las elecciones, tengo plena consciencia de que el Instituto Nacional Electoral está controlado por quienes manipulan los hilos del poder y que están preparados para avalar nuevamente otro fraude y burlar la voluntad popular nuevamente.
Hay suficientes evidencias de ello, tan solo preguntemos ¿porque el INE imprimió más boletas de las necesarias para que participe la población registrada en el padrón electoral?,¿porqué se enviaron miles de boletas electorales a mexicanos que residen en el extranjero sin folio alguno?, ¿porqué el plumón seleccionado por el INE para marcar la boleta electoral se borra fácilmente?, etc.
Pero también creo firmemente que en esta ocasión no será cualquier otro fraude más porque lo que se avecina en este año es, parodiando a Sadam Hussein “la madre de todos los fraudes”, en el sentido de que se necesitará un gigantesco fraude para engañar a una población harta de fraudes, engaños y cansada de que el PriAn esté enquistado en el poder.
Cada día es más clara la tendencia del voto a nivel nacional hacia “ya saben quién” es decir, Andrés Manuel López Obrador. Los propios esbirros de la cúpula en el poder lo reconocen y no lo pueden ocultar.
Esta tendencia mayoritaria se debe a que la corrupción de los tres niveles de gobierno, tanto en gobiernos priistas como panistas, ha llegado a niveles escandalosos, la desigualdad social ha aumentado y con ella la pobreza ha crecido creando a su vez grandes problemas sociales que afectan a la población como la delincuencia común y la inseguridad pública que son un mal generalizado en nuestro país.
Cada día aumenta e número de personas sin hogar, que deambulan por nuestras ciudades pidiendo limosna o hurgando en los contenedores de basura buscando algo para comer.
Las reformas estructurales realizadas por el panista Felipe calderón y el priista Enrique Peña Nieto, han golpeado profundamente la calidad de vida de la población mexicana y sobre todo han robado el futuro de nuestra niñez y juventud. Esto ha llevado a un despertar social de gran parte de la población tradicionalmente indiferente a la política nacional, ya que las mismas han generado una inconformidad social sin precedentes.
Por esto mismo existe en estos momentos en México un hartazgo social que ha ido creciendo paulatinamente a través de los años, debido a los fraudes electorales, las injusticias por doquier, la corrupción exhibida sin pudor alguno y la increíble impunidad que se vive en México.
En la historia reciente de México se han presentado diversos movimientos colectivos reclamando democracia, justicia, rechazo a las políticas neoliberales y a las reformas estructurales. Podemos recordar los siguientes ejemplos:
 El movimiento social de rechazo al fraude electoral del 2,012 y en contra de la imposición de Enrique Peña Nieto como Presidente
El movimiento estudiantil Yo soy 132, el movimiento en reclamo de justicia para los infantes fallecidos en el incendio de la guardería ABC.
La ejemplar lucha que los maestros mexicanos han dado en contra de la implementación de la reforma educativa,
La movilización masiva y el cerco al edificio del Congreso de la Unión para expresar el rechazo a la aprobación de las reformas estructurales, http://www.monografias.com/trabajos98/tercera-llamada-revolucion-mexico/tercera-llamada-revolucion-mexico.shtml
La movilización nacional en exigencia de la aparición de los 49 estudiantes normalistas de Ayotzinapa,
El movimiento nacional en contra de los aumentos a la gasolina del año pasado, etc.). Es claro que México es un barril de pólvora a punto de estallar y que se requiere con urgencia un cambio social.
La movilización civil posterior a los sismos de septiembre de 2,017, etc.
Cada uno de estos movimientos ha reflejado un nivel de hartazgo del pueblo mexicano y se observa que éste ha ido creciendo con el paso del tiempo.
Sin embargo, a pesar de su magnitud estos movimientos de protesta no han fructificado en sus demandas por diversas causas y no se ha logrado el ansiado cambio social que algunos hemos esperado durante décadas.
Podemos mencionar que en primer lugar destaca como una primera causa la falta de unidad en la acción de estos movimientos. Cada movimiento colectivo de protesta ha surgido con gran fuerza, pero se han presentado en la forma que nos describió Eduardo Galeano a la tierra vista desde las alturas como “un mar de fueguitos”, es decir, cada movimiento representa una llamarada pero se extingue al poco tiempo y no logra unirse con otra llamarada para convertirse un una llama más fuerte. El hecho real es que no se ha consolidado un movimiento colectivo de protesta a nivel nacional que supere la inmediatez del momento de inconformidad y consolide sus metas encauzadas a lograr un cambio social estructural en nuestro país.
Por otro lado, otra causa que ha influido es que ha prevalecido el activismo social por encima del compromiso social y la militancia política.
La mayoría de quienes han formado parte de estos movimientos contestatarios han sido solo simpatizantes de los mismos, pero no han logrado construir una consciencia crítica y clara acerca del porqué de la situación que se vive y mucho menos han desarrollado una consciencia de clase. Sus demandas son limitadas por lo mismo y ante la falta de respuesta o de logros obtenidos, el entusiasmo se apaga y la participación social disminuye.
Otro factor que ha influido para evitar el éxito de estos movimientos es que la corrupción domina a las instituciones gubernamentales en México y los movimientos se han enfrentado a una verdadera mafia organizada. Los partidos políticos no son los únicos corruptos, también son parte de la corrupción los consejeros electorales del INE a nivel nacional y en cada uno de los Estados. Igualmente son camaradas de la corrupción los ministros de Justicia que tienen la última palabra acerca de lo que es legal o ilegal y siempre sus fallos favorecen a quien se mantiene en el poder. No en balde estos sujetos perciben sueldos superiores al medio millón de pesos mensuales.
Además de los anteriores, han jugado un papel importante en el mantenimiento del orden social en esta sociedad corrupta, los medios masivos de comunicación como Televisa, Milenio, TV Azteca, etc., que han jugado el rol que incluye la manipulación de la información, la distorsión de los hechos sociales y la criminalización de la protesta social para apoyar la cúpula del poder.
Todos estos elementos inhiben la participación en las elecciones por parte de personas escépticas, jóvenes sin experiencia ni claridad política y personas renuentes a avalar con su voto una vez más un nuevo fraude.
Pero debemos reconocer que tampoco ha servido de mucho el abstencionismo demostrado en elecciones anteriores porque esta falta de participación es lo que les permite tener un camino libre a quienes diseñan, implementan y avalan los fraudes electorales.
De igual forma tampoco sirve la práctica de anular el voto el día de las elecciones poniendo leyendas apócrifas o nombres de personajes no registrados para esas elecciones como medio de protesta, porque sirve en el mismo sentido del abstencionismo, es decir, no ayuda en nada y a los únicos que benefician es a quienes están realizando el fraude porque los votos anulados se contabilizan como votos emitidos y esto le da fuerza al argumento de que las elecciones son legales y democráticas porque participó un “buen porcentaje del padrón electoral.
Cabe recordar que en las últimas elecciones la cantidad de votos anulados por contener leyendas o nombres no registrados fue tan grande  que quienes los emitieron bien podrían haber formado un partido político y con ello obtener al menos curules en la cámara de diputados o senadores.
Los ingredientes siguientes que configuran la situación actual en el país permiten predecir que este año 2,018 será el año del cambio social ya sea por la vía electoral o a través de un estallido social.
El PRI enfrenta un rechazo masivo en todo el país ya que existen evidencias suficientes que los vinculan a actos de corrupción, fraude electoral, narcotráfico y desvío de recursos públicos.
Existe una gran pérdida de confianza en las instituciones gubernamentales que raya en la desconfianza hacia las mismas, porque su accionar ha sido totalmente parcial y en contra de los intereses generales de la población. Están invadidas por el cáncer de la corrupción.
Por parte de la población existe un hartazgo general hacia la corrupción y hacia funcionarios corruptos que se han enriquecido desviando recursos públicos y sobre todo se observa una gran insatisfacción popular por la impunidad imperante ya que las instituciones gubernamentales son utilizadas sin excepción alguna en prácticas de corrupción.
Es evidente que se avecina un fraude masivo en las próximas elecciones a través del cual la cúpula en el poder violará todo tipo de leyes y reglamentos para seguir usurpando el poder y saqueando a nuestra nación.
Los diferentes grupos que conforman la delincuencia organizada que tiene secuestrado el poder en México, han olvidado sus intereses particulares y se han unido en un frente único para evitar que Andrés Manuel López Obrador llegue a la Presidencia de la república.
No debemos olvidar que para garantizar que cualquier candidato de este frente llegue al poder esta mafia de individuos disfrazados de servidores públicos aprobaron una Ley de seguridad interior que permite el uso del ejército por parte del delincuente mayor en México que es Enrique Peña Nieto, mismo que será utilizado sin duda alguna en contra de la población mexicana para reprimir las inevitables protestas que surgirán después del fraude bajo el argumento de que el ejército está “para defender al Estado mexicano”, ya no a la población mexicana.
A tan sólo semanas de las elecciones Andrés Manuel López Obrador y Morena aumentan su ventaja cada día más en las preferencias del voto electoral al grado de que rebasan cifras históricas en el apoyo a un candidato presidencial. Nadie lo puede negar y aparentemente nadie lo puede parar, mientras más atacan a AMLO, más fuerte es el apoyo social que recibe.
En estos momentos la situación electoral es tal que es posible predecir que AMLO triunfará arrolladoramente el día de las elecciones, pero también es de esperar que implementen un nuevo fraude colosal (porque todos esperamos que hagan fraude de nuevo y debemos evitarlo), con nuevas formas de manipulación postelectoral.
De darse el triunfo de AMLO y presentarse el fraude de nuevo con el apoyo de todo el aparato gubernamental, deberá darse un movimiento nacional en defensa del voto que sin duda alguna será reprimido por parte del ejército mexicano convertido en el ejército del presidente ilegítimo de Peña Nieto. Esto puede traer consecuencias funestas al grado de llegar a masacres propias de un Estado de sitio como en el que se quiere imponer en nuestro país, al golpear y reprimir a los maestros de la CNTE que continúan luchando contra la reforma Educativa.
Si lo anterior sucede, si se cancela la vía del cambio social a través de las elecciones, las condiciones para que se dé un estallido social en México están dadas para que surja una revolución armada en nuestro país con el consecuente saldo sangriento para la población mexicana porque el Estado mexicano ha comprado recientemente una gran cantidad de armamento bélico. Si se da el fraude electoral “el tigre despertará” y correrá sangre mexicana.
Creo que la situación actual no permite ambigüedades y exige definiciones de todos los mexicanos porque lo que está en juego es el futuro de nuestro país, el futuro de todos los mexicanos, el bienestar social de nuestras familias.
Necesitamos recuperar los derechos laborales, humanos y sociales que nos han arrebatado con una total impunidad. El cambio social es posible realizarlo a través de la vía pacífica. No estoy de acuerdo en que debemos esperar a que aumente la insatisfacción social para que se dé un estallido social.
Creo que podemos actuar en forma inteligente y utilizar lo que resta de las instituciones a nuestro favor para que se respete el voto popular y lograr echar fuera del poder a esa caterva de delincuentes que están enquistados en el mismo.
Pero para lograrlo es necesario aumentar la participación social en la vida política de nuestro país, desde este momento, a inicios del año, para estar vigilantes de todos aquellos delitos electorales que puedan estar cometiendo, documentarlos utilizando la tecnología (recordemos que los teléfonos celulares pueden filmar, grabar, tomar fotos, etc.).
Debemos iniciar la discusión con nuestros familiares, vecinos, amigos compañeros de trabajo acerca de la necesidad de retomar nuestra responsabilidad cívica de cumplir con nuestros derechos y responsabilidades como ciudadanos y esto incluye la obligación moral de votar en las próximas elecciones.
En esa línea de pensamiento debemos actuar como promotores del voto a favor de AMLO y Morena para garantizar el voto masivo, contundente y apabullante que dificulte al máximo las estrategias a favor del fraude.
Insisto, no soy muy partidario de la idea de que a través de la vía electoral pueda darse el cambio social en México, pero en este año, en estas elecciones debemos utilizar el sistema electoral para incentivar la discusión política y el análisis crítico de la situación actual del país.
Los períodos electorales nos permiten abrir la discusión sobre los grandes problemas nacionales desde una perspectiva crítica. En esta ocasión la situación de crisis social que padece el país nos obliga a abandonar nuestra zona de confort, a superar el conformismo, la obediencia, la diferencia social, y lograr una sensibilización que permite construir un sentido de pertenencia a nuestras comunidades que están siendo agredidas no sólo por las políticas neoliberales que privatizan todos tipo de servicios y eliminan derechos y obligaciones, sino que existe la amenaza real de una represión militar por parte del gobierno mexicano en contra de su propia población.
La situación actual no admite ambigüedades, neutralidades o indiferencia alguna. Exige la participación de todos los mexicanos y el primer paso es impedir el fraude electoral que están preparando, debemos brindar un voto masivo a favor de AMLO y Morena de tal forma que la diferencia de votos haga imposible realizar cualquier fraude.
Con la participación masiva en las elecciones y en la defensa del voto podemos echar fuera del gobierno a quienes están realizando una guerra sucia en contra del pueblo mexicano. Después de las elecciones debemos seguir con ese proceso de discusión y análisis colectivo sobre la situación actual y futura de nuestro querido México.
Con nuestra participación social evitaremos que continúe  el juego de las sillas entre los partidos políticos registrados en México, pero sobre todo lograremos la reconstrucción que nuestro país requiere para la recuperación de nuestros derechos laborales y sociales que nos fueron arrebatados.