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domingo, 21 de febrero de 2021

 

En defensa de la sociedad

Oscar Yescas Domínguez

21de febrero de 2,021

En defensa de la sociedad
Introducción

¿Qué es la sociedad?

Sociopatologia de la sociedad contemporánea

En defensa de la sociedad

La lucha internacional por la construcción de un mundo nuevo

Conclusiones


Introducción

En verdad lamento iniciar este artículo con una frase que ya he escrito en otras ocasiones en algunos de mis artículos previos y que muy probablemente quien lea estas líneas habrá escuchado o leído en otras fuentes: “vivimos tiempos difíciles”, pero en verdad me fue imposible empezar estas reflexiones personales de otra manera, porque mientras más lo pienso, veo que cada vez es más difícil vivir en nuestra sociedad contemporánea, debido a que continuamos inmersos en una crisis social sin precedentes, que se agudizó con la pandemia del covid y con ella aumentó el grado de dificultad para vivir en nuestra sociedad. Es difícil aceptar que en el el segundo mes del 2,021, han fallecido por covid en el mundo entero 2,461,436 personas y más de 111,114,777 están padeciendo este mal en varios países y si esto no es suficiente, vemos el surgimiento de mutaciones del covid que originaron nuevas cepas más peligrosas de este virus, por lo que no es exagerar el decir que la consigna del día en todo el mundo se resume en una sola palabra: sobrevivir.

Estos dramáticos momentos que estamos viviendo en materia de salud, economía y política, generan un estado de confusión, ansiedad y angustia colectiva y nos impiden predecir lo que pasará en el futuro a corto plazo. En estos momentos históricos que estamos viviendo a nivel global caracterizados por una prolongada incertidumbre social, se resiente con mayor peso la ausencia de los grandes pensadores contemporáneos que dejaron de existir en años recientes, porque hoy más que nunca se necesitan voces que contribuyan con su opiniones fundamentadas teóricamente a iluminar los oscuros momentos que estamos viviendo.

Se necesitan nuevas voces que usen la crítica social para ayudar a comprender lo que está sucediendo y podamos encontrar formas de superar el conformismo generalizado que todavía se observa en una gran mayoría de la población que vive sus vidas cotidianas sin tener siquiera una idea de qué es lo que está sucediendo, porque en forma contradictoria observamos que en la era de la información, predomina la ignorancia social, debido a que en la fuente principal de información contemporánea que son las redes sociales, circula información falsa que sólo contribuye a generar una mayor confusión social y predomina una fuerte tendencia hedonista en el comportamiento social.

Por esos motivos, es necesario que los académicos, investigadores y científicos sociales cumplamos con el compromiso social que la historia nos ha conferido de aportar algo de luz a la oscuridad que nos rodea y la manera de hacerlo es voltear a mirar con ojos críticos la realidad social que estamos viviendo, reconocer la existencia de la crisis multidimensional en que nos encontramos que no podrá ser resuelta por una sola disciplina social, por lo que será necesario compartir públicamente nuestros puntos de vista acerca de cómo la percibimos, expresar nuestra opinión como simples ciudadanos y contribuir a la creación de una visión integral del estado actual de nuestra sociedad para estar en condiciones de generar los cambios sociales que sean necesarios y lograr en forma colectiva, unida y organizada, una transformación planeada de esta realidad compleja en la que estamos viviendo y construir un mundo mucho mejor que éste en el que nos encontramos.

Quizá el título de este artículo suene ambicioso pero creo que refleja la esencia de los anhelos que experimenta una inmensa mayoría de la población que habita este sistema económico-social en el momento histórico en el que nos encontramos. Una gran parte de la población mundial resiente los efectos de una desigualdad social que se muestra como una de las principales característica de la sociedad contemporánea y ha llegado a niveles que ya nos resulta imposible seguir ignorando, porque provoca una violación masiva de derechos humanos, un sufrimiento colectivo y una muerte colectiva a nivel mundial por causa relacionadas con hambre, enfermedades mal atendidas, falta de medicamentos, etc. En consecuencia, podemos decir que se percibe en el pulso social una demanda implícita de ayuda de parte de aquellos amplios sectores de la población que viven en condiciones de marginación, pobreza y miseria.

La defensa de la sociedad no es sólo obligación o compromiso de aquellos que tuvimos el privilegio de acceder al conocimiento científico, sino que también implica a todos aquellos ciudadanos que actualmente formamos parte integral de la sociedad contemporánea y que perciben que algo está mal y desean contribuir a la construcción de un cambio social. Debemos tener claro que defender a la sociedad no es una prerrogativa de un reducido sector de intelectuales favorecidos con títulos académicos, o de un grupo de individuos que participan en política, pues a estas alturas es una responsabilidad social compartida, en la que cada ciudadano puede aportar su granito de arena al desarrollar cambios en su comportamiento individual y aumentar su participación social en la discusión de asuntos públicos de tal forma que logremos concretar en nuestra realidad la democracia participativa y llevarla del terreno del discurso político y construir un escenario de acción participativa en forma colectiva.

Antes del covid, en varias partes del mundo se dieron revueltas populares en protesta por la implementación de políticas neoliberales que afectaban derechos consagrados en las constituciones de varios países. Estas movilizaciones tuvieron que suspenderse por el surgimiento de la pandemia del covid que trajo consigo largos meses de confinamiento social, sufrimiento y temor en la mayoría de los países del mundo, dejando una estela de muerte y dolor durante el 2,020 y que sigue aumentando en este 2,021. Terminó el año en el que surgió la pandemia, pero la pandemia continúa entre nosotros y todo indica que seguiremos este año con pandemias intermitente y con la agudización de la crisis social y más muertes.

Defender la sociedad es el nombre de la primera lección del curso que Michel Foucault dirigió en 1975-1976, un título muy original, pero que es necesario decir que el contenido de aquel seminario no reflejó el análisis y discusión de las convulsiones sociales que estaban teniendo lugar en varias partes del mundo en la convulsionada década de los setentas. El silencio sobre la guerra de guerrillas, los movimientos de liberación nacional y los golpes de Estado que interrumpieron la vida democrática en Latinoamérica, sólo reflejó una ausencia de contextualización inmediata del momento histórico en el que ese curso estaba teniendo lugar.

No deseo ser malinterpretado, no es mi intención cuestionar a uno de los más grandes pensadores contemporáneos, sólo deseo retomar el título de la primera lección del curso impartido en aquella ocasión por considerarlo acertado para describir la tarea que enfrentamos todos en este 2,021 que empieza continuando una profundización de la crisis económica y política que hemos venido arrastrando durante años y que ha provocado un incremento inusitado de la desigualdad social en el mundo entero. Recordemos que a esa crisis económica y política se sumó una crisis ecológica provocada por la implementación de políticas económicas que privilegiaban un desarrollo económico basado en la producción masiva de productos y un consumo masivo de los mismos, lo cual trajo como resultado una daños al medio ambiente por la explotación de recursos naturales y la contaminación producida por el alto consumo.

A esas tres crisis: económica, política y ambiental se sumó en el 2,020 una crisis de salud por la irrupción de la pandemia global del coronavirus, cuyo impacto vino a profundizar la brecha social, al aumentar la desigualdad social por el cierre de empresas, despido de miles de trabajadores y por golpear a los sectores de la población más desprotegidos. Este es el contexto en el que nos encontramos dentro de un sistema social basado en la producción masiva y consumo masivo, que no tiene respeto alguno para la naturaleza ni para la vida humana y nos conduce por un camino que sólo nos lleva a la destrucción de nuestro planeta y a la destrucción de la humanidad entera, por lo que la demanda que surge a nivel mundial es la defensa de nuestra sociedad para garantizar la sobrevivencia de la humanidad y ésta defensa sólo podrá darse a través de un cambio estructural del sistema social en el que vivimos, este sistema que prioriza la maximización de las ganancias y prefiere salvar la economía, por encima de la defensa de la salud pública, de la vida humana y de la recuperación de la naturaleza nos está conduciendo a una segura autodestrucción. Necesitamos encontrar otro tipo de modelo social en el que exista respeto por la naturaleza, por la vida, por el medio ambiente y por la condición humana de todos los que integramos la sociedad contemporánea.

¿Qué es la sociedad?

Con frecuencia hemos escuchado expresiones como defender la familia, defender la patria, defender la economía, pero no ha sido lo mismo con la expresión “defender la sociedad”. Estas tres palabras juntas generan de entrada una serie de interrogantes: ¿Qué es la sociedad?, ¿necesita ser defendida la sociedad?, ¿Quién puede o debe defender la sociedad?, ¿de qué amenaza debe ser defendida la sociedad?, ¿Quién y cómo puede defenderse a la sociedad?, etc.

Para defender la sociedad necesitamos tener un previo conocimiento sobre la realidad social basado en información verdadera, un análisis objetivo de los problemas sociales que ocurren en su interior, de tal forma que este conocimiento nos ayude a comprender qué es lo que está sucediendo y el único conocimiento verdadero que nos permite lograr este objetivo es el conocimiento científico, el cual nos permite analizar y comprender objetivamente los acontecimientos sociales y el contexto social donde tienen lugar. Para obtener este tipo de conocimiento tenemos necesidad de recurrir a las aportaciones que las ciencias sociales han desarrollado a lo largo de su desarrollo histórico como disciplinas particulares y que en su conjunto han logrado construir un enfoque sistémico, holístico, integral, que nos permite ver la realidad como un todo, como un sistema social con dimensiones interdependientes, donde cada fenómeno social está vinculado con otrs fenómenos sociales, aplicando esta perspectiva podemos construir un enfoque multidisciplinario de la sociedad en que vivimos.

Sólo si actuamos así estaremos en condiciones de describir el estado actual de nuestra realidad social, para reconocer sus fortalezas y debilidades y crear propuestas de cambio social planeado que conduzcan de manera eficaz a un mejoramiento de nuestra sociedad. Realizar una tarea de esta magnitud, es una tarea que no se puede lograr con las aportaciones de una sola disciplina porque de hacerlo caeríamos en un reduccionismo científico que limitaría nuestra visión, por lo que es imprescindible utilizar un enfoque integral en la misma para comprender tanto la naturaleza humana como la sociedad misma.

Debemos tomar como punto de partida que las ciencias sociales surgieron para encontrar respuestas y soluciones a diversos problemas sociales que surgieron en su momento, bajo esta premisa debemos considerar que las diferentes ciencias sociales son disciplinas de ayuda que se complementan mutuamente y permiten construir el camino para mejorar nuestra sociedad o para construir una sociedad nueva.

También debemos considerar que describir la realidad es una tarea realmente compleja por lo que es pertinente recordar lo que nos decía Zygmunt Bauman cuando hablaba de que describir la realidad es algo similar a pedirle a un grupo de pintores que dibujen un lienzo de la realidad y lo que tendríamos serían diferentes imágenes de un mismo objeto de estudio, es decir, cuadros con pinturas diferentes que reflejarían la visión personal de la realidad de cada pintor, por lo la complejidad de la tarea, nos obliga a utilizar un enfoque integral, sistémico y multidisciplinario en la realización de este objetivo. En el desarrollo de esta tarea debemos tener presente también lo que decía Pierre Bourdieu acerca de la disyuntiva a la que nos enfrentamos cuando logramos conocer la realidad social desde una perspectiva científica:

Por un lado, podríamos darle un uso cínico al conocimiento científico que proporcionan las ciencias sociales partiendo de la premisa de que ya que el mundo es como es, podríamos pensar en una estrategia que nos permita explotar sus reglas para aprovecharnos y obtener un beneficio personal (tal como lo hacen algunos pseudointelectuales que escriben para favorecer intereses particulares), sin siquiera contemplar un compromiso personal para generar un cambio social.

Por otro lado, podríamos dar un uso clínico al conocimiento científico de nuestra realidad, utilizando esta información para actuar como agentes de cambio social planeado y decir la verdad de los problemas sociales que afectan a una inmensa mayoría de la población, señalando todo aquello que consideremos injusto, incorrecto, dañino o socialmente inmoral.

Es algo en lo que coincide con el Psiquiatra italiano Franco Basaglia cuando sentaba las bases del movimiento de la antipsiquiatría generado en los setentas en su libro La institución negada y nos decía que el científico social llega a un momento en el desarrollo de su trabajo en el que se enfrenta a una disyuntiva: actuar como funcionario del consenso, distorsionando el origen de los problemas sociales y buscando construir un consenso social de aceptación al status quo, o actuar como agente de cambio social, revelando la verdadera causa de los problemas sociales y contribuyendo a la construcción de una nueva realidad social.

Obviamente, la inclinación por la segunda opción en los planteamientos de ambos autores es lo que inspira la redacción de las presentes líneas porque este escrito intenta dar respuesta a la demanda implícita de ayuda que plantean amplios sectores de nuestra sociedad que viven en condiciones de marginación, pobreza y exclusión, mismas que se agudizan en la medida que aumenta la desigualdad social y el número de muertes provocado por la misma.

La verdad es que el conocimiento por sí mismo no determina el modo en que se utiliza, dependerá de quien tenga acceso al mismo el uso que le dé, pero lo que sí es cierto es que sin el conocimiento científico de nuestra realidad social no tenemos ni siquiera posibilidad de elección alguna para lograr una transformación social. Cuando contamos con el conocimiento científico acerca del modo como funciona nuestra realidad social es entonces cuando tenemos la oportunidad de ejercer nuestra libertad para actuar como sujetos históricos y tomar en nuestras manos el destino y la historia de la humanidad.

De manera muy simplificada podemos decir que entenderemos por sociedad aquel conjunto de personas que comparten el mismo sistema económico y político en un espacio geográfico determinado. En este caso estamos hablando de la sociedad como un modo de producción que en el momento histórico que estamos viviendo se encuentra globalizado, de manera más específica estamos hablando del sistema de producción capitalista en su fase neoliberal que se ha expandido por la mayor parte del mundo gracias a la globalización. Este modo de producción configura el contexto social en el cual vivimos nuestra realidad social contemporánea.

En esa línea de pensamiento, la sociedad somos todos los habitantes de los países que conforman la sociedad occidental que comparten la economía de libre mercado y que estamos dentro del área de influencia de la globalización. No importa en qué país nos encontremos, mientras compartamos los efectos de la globalización contemporánea, somos integrantes de una misma sociedad. Obviamente, hay diferencias culturales en este conjunto de países, pero en el marco de la globalización es más lo que nos une que lo que nos separa, porque en última instancia estamos siendo objeto de una cultura mundial que se basa en la sociedad de consumo que busca mantener el equilibrio entre una producción masiva lograda a través de la aplicación de la ciencia y tecnología a los procesos de producción, con un consumo masivo estimulado por los medios masivos de difusión y estrategias mercadológicas que dan como resultado campañas publicitarias de extrema eficacia. Entonces cuando hablamos de sociedad estamos haciendo referencia a nosotros mismos ya que la sociedad somos todos, nosotros, tú y yo, él, ella, ellos y aquellos, con quienes podemos tener diferencias raciales, culturales, ideológicas, económicas, etc., pero estamos unidos por un fuerte vínculo que es la ideología del consumo. Además de que compartimos la construcción mundial de una cultura del consumo, nos une es el hecho de que estamos viviendo un mismo momento histórico en el que el mundo está inmerso en una gran transformación social, nuestra sociedad está cambiando radicalmente y los cambios que enfrentamos no son muy halagadores que digamos, porque ponen en peligro nuestra propia existencia y la existencia del mundo y del planeta mismo.

Sociopatologia de la sociedad contemporánea

¿Qué es lo que está mal en nuestra sociedad? ¿Qué está pasando en nuestra sociedad? ¿porqué tenemos que defenderla'? Intentaré dar respuestas a estas preguntas, solo le pido paciencia al lector porque responder a las mismas no es una tarea fácil de realizar.

Desde la segunda mitad del siglo pasado en medio de la oleada de cambios sociales que iniciaron en aquel momento histórico, varios pensadores sociales alertaron sobre los efectos de la transformación que estaba experimentando la sociedad humana, la cual empezaba a presentar los síntomas de una evidente sociopatología, es decir, un mal funcionamiento que afectaba la salud mental y física de sus integrantes. Podríamos comenzar retomando a Erich Fromm quien señalaba hace 50 años en su texto Psicoanálisis de la sociedad contemporánea al incremento del número de suicidios en los países desarrollados como un indicador que mostraba una sociopatología emergente en las sociedades occidentales, comparaba las estadísticas de suicidios en países con gran desarrollo económico con las cifras observadas en países menos desarrollados y encontraba que en éstos últimos, las cifras de suicidio eran más bajas y resaltaba este hallazgo como un síntoma de que algo no estaba funcionando en la sociedad moderna de aquellos tiempos, que algo estaba mal, porque a pesar de tener acceso pleno a bienes de consumo, alimentación asegurada y necesidades básicas satisfechas, las personas se suicidaban más en los países ricos que en los países pobres. Reafirmaba esta postura en varios de sus textos, particularmente en su otro libro Tener y ser en el cual describía el surgimiento de una tendencia en el comportamiento social que se dirigía a valorar más la acumulación y posesión de objetos materiales que a las personas cercanas o al desarrollo de actividades que contribuyeran a una realización personal y esto provocaba un vacío afectivo y emocional en millones de personas.

Recordemos que en las décadas de los sesentas y setentas, la sociedad industrial iniciaba su desarrollo y crecimiento con la aplicación de la ciencia y la tecnología a los procesos de producción que lograron significativos aumentos en la producción en fábricas y la introducción del concepto de mercadotecnia en la conducción de las organizaciones permitía garantizar un aumento en las ventas, porque los estudios de mercado permitían elaborar perfiles psicográficos de segmentos del mercado que permitían la producción de artículos que estaban dirigidos a satisfacer las necesidades, deseos y expectativas de los consumidores de una manera eficaz.

Otros autores coincidían en la afirmación de que algo estaba pasando y trataban de aportar su opinión para contribuir a construir una respuesta y saber qué era lo que sucedía. Este es el caso de Herbert Marcuse, quien señalaba en su libro El hombre unidimensional, que el capitalismo americano estaba construyendo una “sociedad cerrada” porque tendía a disciplinar e integrar todas las dimensiones de la vida humana en una sola dimensión: el consumo. A través de la sociedad de consumo, mencionaba dicho autor, se lograba asimilar las fuerzas opositoras al capitalismo incorporándolas a la dinámica consumista, el consumo los hacía socialmente manejables, logrando domesticar el poder de las fuerzas negativas, convirtiéndolas en factores de cohesión y afirmación del equilibrio social entre producción y consumo. Con el poder del consumo, el capitalismo demostraba que usando el nombre de la democracia se puede lograr mayor dominación social, que usando la fuerza absoluta para reprimir a las fuerzas disidentes.

Esa sociedad cerrada de aquel entonces, se ha abierto hacia el exterior en las últimas décadas mediante una expansión económica, política y militar, exportando un modo de vida, el “modo americano de vida” que ponía énfasis en el consumo como parte importante en la necesidad de logro de las personas y como una meta importante para lograr la felicidad personal. Un estilo de vida que ha sido internacionalizado hoy en nuestros días por la globalización y consolidado en el contexto de una economía de libre mercado.

Hoy en día podemos confirmar las predicciones de Herbert Marcuse cuando se observa que en la sociedad contemporánea millones de personas de diferentes países ven las mismas series de televisión, consumen las mismas prendas de vestir y asimilan simultáneamente una cultura mundial, esta cultura es la cultura de la sociedad de consumo. Esta predicción realizada en la década de los setentas se ve reflejada en el abandono por parte del ser humano de su condición de homo sapiens y la adopción acrítica de su condición de homo consumens, el individuo contemporáneo que vive para consumir, que busca la felicidad en el consumo, aunque para lograrlo se convierta en un esclavo de las políticas neoliberales que obligan a trabajar largas jornadas, recibiendo bajos salarios y viviendo permanentemente endeudado.

Para lograr el objetivo de vender en forma masiva lo que se estaba produciendo masivamente, por lo que faltaba dar un paso más para obtener el equilibrio entre producción masiva y consumo masivo. Faltaba construir al tipo de ciudadano que necesitaba la naciente sociedad de consumo: el homo consumens, el consumidor compulsivo que piensa que la felicidad se encuentra en el interior de las grandes tiendas y centros comerciales. Es el tipo de ser humano que necesita la sociedad capitalista neoliberal para mantener el equilibrio entre producción masiva y consumo masivo.

Es la moderna esclavitud, el endeudamiento permanente del hombre contemporáneo que vive para trabajar y trabaja para consumir. Es el hombre unidimensional del cual hablaba Marcuse, es el homo consumens contemporáneo que encuentra su liberación a través de la satisfacción de sus necesidades consumiendo los mismos productos y servicios junto a millones de personas que actúan de forma similar. Esta “libertad de consumo” gira en torno a un mundo pacificado por una enajenación social construida gracias al desarrollo de una ideología individualista que induce a ver con ojos acríticos la vida cotidiana y a la pérdida del vínculo social y de los espacios públicos

La globalización y el capitalismo neoliberal han permitido la exportación de un modo de vida que se intenta lograr que sea universal y tenga como base la economía de libre mercado y la sociedad de consumo. A través de la promoción de un modelo ideal de vida basado en el consumo, se logró confundir la naturaleza humana, al concebir la expresión “una buena vida” como sinónimo de felicidad, esta “buena vida” es aquella que se caracteriza por un alto consumo, un estilo de vida en el cual se establecen relaciones libidinosas con las mercancías, al desarrollar afecto hacia las mismas y que se bloquean las manifestaciones de afecto en las relaciones interpersonales, llenando el vacío afectivo que se intenta compensar a través del consumo.

Pero los efectos psicológicos de tal promoción consistieron en el surgimiento de una enajenación social que generaba una cosificación de las personas en el sentido de que los seres humanos eran valorados en función de sus posesiones materiales y la aparición de una personificación de los objetos que conducía a valorar más a un objeto por encima de otras personas.

En la medida que avanzaba el tiempo y con ello evolucionaban los cambios sociales se presentaban otro tipo de efectos sociales de la sociedad en proceso de industrialización. Uno de ellos era una creciente pérdida de significado de valores, instituciones y cosas, tal como lo señaló oportunamente el filósofo griego Cornelius Castoriadis en su texto El avance de la insignificancia. Una de las características que se observa en nuestra sociedad es una insatisfacción permanente que experimenta un grueso de la población, provocada por un vacío afectivo o por la incapacidad para funcionar como buen consumidor, esta insatisfacción es el origen de varias adicciones contemporáneas: alcoholismo, drogadicción, teleadicción, ludopatía, sexoadicción, nomofobia o adicción excesiva al uso de teléfonos celulares, etc.

Lamentablemente, estas advertencias no fueron escuchadas y la sociedad industrial siguió creciendo al aplicar la ciencia y la tecnología a los procesos productivos de tal forma que se logró generar una producción masiva de artículos diversos, cuyo ritmo sólo podría mantenerse si lograba fomentarse un consumo masivo de tales productos. Para lograrlo, el sistema capitalista representado por los propietarios de las grandes corporaciones lograron cambiar el comportamiento de consumo eliminando la calidad de homo sapiens, al construir una cultura de la imagen promovida en medios masivos de difusión, principalmente la televisión, que eliminó la necesidad de pensar para la distracción cotidiana, dando lugar al homo videns descrito con perfección por Giovanni Sartori en La sociedad teledirigida, el tipo de ser humano que no necesita pensar, que sólo se conforma con ver en las pantallas de su televisión, computadora o teléfono las imágenes para sentir que forma parte de la sociedad moderna, el homo videns abandona el habito de la lectura, reduce la capacidad de pensamiento y contribuye a la expansión de la ignorancia colectiva en el contexto de una sociedad en la que cualquier tipo de información está disponible para todas las personas.

En defensa de la sociedad

Antes de que me hunda, en el gran sueño, quiero escuchar, quiero escuchar, El grito de la mariposa”, nos cantaba Jim Morrison, el inolvidable vocalista del famoso grupo The Doors en la década de los setenta en su canción When the music´s over, quienes lo escuchamos percibimos que él veía algo que nosotros no veíamos y algunos especularon que las drogas lo mantenían a un nivel más elevado que nosotros. Otros músicos utilizaron el mismo tipo de lenguaje metafórico, como Emerson, Lake and Palmer en su magistral canción Tarkus cuando preguntaban “¿Has hablado con el viento alguna vez? Al igual que ellos otros grupos musicales dieron grandes muestras de creatividad y talento artístico en sus producciones musicales. A través de la música quienes vivimos nuestra juventud en la década de los setentas, aprendimos la necesidad de participar en política para defender nuestras libertades y conquistar el derecho a ser nosotros mismos y no el individuo consumidor que pretendían lograr hacer de nosotros. Pero los seguidores del naciente movimiento de amor, música y paz, éramos unos cuantos, el resto de la sociedad nos veía con cierto rechazo por ser diferentes a ellos, una diferencia que no sólo era de vestimentas, del largo del cabello o lo corto de la falda, sino que llegamos a desarrollar pensamientos autónomos, diferentes a los de la mayoría conformista, silenciosa y obediente.

Hoy en día parece suceder un problema similar de comunicación cuando unos cuantos insistimos en hablar de la necesidad de discutir la desigualdad social como tema principal en la política moderna y sólo recibimos como respuesta el silencio de la mayoría de las personas que parecen no escuchar. Una parte importante de quienes forman parte de nuestra sociedad actúan como si vivieran en una realidad aparte, sin darse cuenta de que ellos mismos son objeto de políticas económicas que los convierten en víctimas de una creciente desigualdad social que viola sus derechos humanos y que para miles esta desigualdad significa la diferencia entre la vida y la muerte. Esta desigualdad social aumenta de manera progresiva al grado de que la clase media está desapareciendo y pasando a formar parte del precariado, al observarse que la riqueza social que se produce se concentra cada vez más en manos de unos cuantos, mientras que aumenta en forma escandalosa la cantidad de personas que pasan a vivir en condiciones de pobreza y miseria económica.

Al igual que en la década de los setentas los jóvenes nos rebelábamos al autoritarismo, gritábamos nuestra inconformidad y rebeldía, pero sólo encontrábamos una respuesta de indiferencia en buena parte de la sociedad, hoy en día millones de personas en el mundo entero gritan ante la destrucción de sus vidas humanas provocada por el capitalismo neoliberal, es un grito de horror, de rabia y de rechazo a las condiciones de explotación, miseria y pobreza en las que viven. Pero este grito es como el grito de la mariposa que nos decía Jim Morrison, parece ser un grito silenciosos porque no es escuchado por una inmensa mayoría de habitantes de la sociedad contemporánea, aún cuando forman parte de los excluidos y marginados, millones prefieren no despertar, no sobresalir, no protestar y conformarse con la vida frustrante que llevan. Este grito de protesta sólo lo escuchan quienes han atravesado por una tragedia, por quienes son víctimas de violación de sus derechos, o por personas fuera de serie que tienen todavía una sensibilidad social que les permite ver el sufrimiento ajeno, en un mundo donde prevalece la ceguera moral, donde la colectividad padece una adiaforización de la vida cotidiana (adiáfora es el término creado por Zygmunt Bauman para designar la ausencia de evaluaciones y obligaciones morales en el comportamiento social).

Este grito colectivo y silencioso puede provenir de la experiencia directa de aquellos que sufren explotación laboral, de quienes sufren injusticias y violaciones de sus derechos humanos, de aquellos que están sin empleo, de otros a quienes les niegan sus derechos laborales, de aquellos a quienes les quieren quitar parte de las pensiones que disfrutan en su jubilación, de los familiares de víctimas de feminicidio, de los millones de personas que viven en condiciones de pobreza y marginación social. Pero también puede provenir de una experiencia indirecta, de aquellos que se suman al grito de protesta social motivados por sentimientos de solidaridad y empatía social. Los primeros pueden ser millones de gentes gritando su inconformidad contra el sistema capitalista sin ser escuchados, los segundos, cuando mucho serán unos cuantos de miles, porque el grito en contra de la desigualdad social no es escuchado por una gran mayoría de personas que prefiere continuar viviendo en su zona de confort, aún cuando ésta se vea reducida cada día que pasa.

Este grito a veces es estridente, lastimero e impactante, pero se estrella con el muro de la indiferencia social que se observa hoy en día, pero aumenta de tono en la medida que aumenta la brecha entre ricos y pobres a nivel mundial. Poco a poco quienes gritan toman consciencia de que los problemas que les afectan no son fenómenos aislados, sino que están intervinculados con otros problemas sociales, de tal forma que quienes gritan se dan cuenta de que sus problemas, los horrores de la vida cotidiana son creados por un sistema económico y político que está funcionando mal, que actúa en contra suya al marginarlos y excluirlos de un desarrollo económico, tecnológico y social. Es entonces cuando el grito expresa el rechazo hacia un discurso lleno de mentiras que se contradicen con los hechos de la vida cotidiana. El grito colectivo es la expresión de un rechazo hacia un mundo que actúa creando desigualdad social al priorizar la maximización del beneficio económico en lugar de satisfacer las necesidades sociales. Es el grito en contra del capitalismo financiero neoliberal que se fortalece en la medida que aumenta la desigualdad social.

Ese grito de protesta aumenta ante las evidencias que señalan que el Estado moderno, que surgió hace 200 años después de la monarquía, que se consolidó a través del mecanismo de elecciones democráticas y que tenía como misión principal garantizar el bienestar social de la población, está siendo reconfigurado para convertirse en el defensor de los intereses del capital privado y de la oligarquía corporativa para eliminar derechos laborales y maximizar el beneficio económico corporativo aún cuando esto implica profundizar la explotación humana y la explotación irracional de los recursos naturales para mantener el equilibrio entre producción masiva y consumo masivo. La premisa que guía la política y la economía contemporánea es la obtención de una maximización del beneficio económico de la oligarquía corporativa promoviendo una sociedad de consumo que genera una gran desigualdad social, al excluir del desarrollo social a quienes no forman parte del mercado y se convierten en “consumidores defectuosos”, por lo que aumenta la población mundial de personas que viven en condiciones de pobreza, mientras que se reduce el porcentaje de la población mundial que concentra la mayor parte de la riqueza social que se produce.

El neoliberalismo contribuye a aumentar la desigualdad social a nivel global y genera un gran sufrimiento colectivo, porque la desigualdad social significa la violación de múltiples derechos humanos y pone en riesgo vidas humanas, termina con ecosistemas y nos conduce por una senda que sólo lleva a nuestra autodestrucción. De mantener el nivel de consumo que se observa en varios países desarrollados, la humanidad corre el peligro de acabar con nuestro planeta y con ello, terminar con la vida humana a mediano plazo.

Es en este contexto que el grito colectivo toma sentido político y de manera natural se observa el surgimiento de fuerzas sociales que se oponen rebelándose a las políticas económicas que conducen a la extinción del Estado del bienestar, por lo que puede decirse que la sociedad actual es un verdadero campo de batalla en el que se libran luchas entre fuerzas antagónicas, en las cuales unas luchan por la transformación de la realidad social y lograr que que el Estado recupere su misión de proteger el bienestar social y otras fuerzas pugnan por privilegiar la defensa de intereses privados con el uso de recursos públicos.

La globalización fortaleció al capitalismo neoliberal al lograr la desregulación del comercio internacional en beneficio del capital financiero, pero eso no le es suficiente al poder corporativo ya que intenta poner el Estado a su servicio, al servicio de intereses particulares, en detrimento del bienestar público. En eso consiste la reconfiguración del Estado, en ponerlo al servicio del gran capital, abandonar la misión de procurar el bienestar social y reducir su función a la condición de recursos públicos para beneficio del poder corporativo.

En este momento histórico en el que nos encontramos, vivimos un contexto atroz nos dice Boaventura De Souza Santos, por la agudización de la crisis económica, política y ecológica al sumarse la crisis sanitaria provocada por la pandemia del covid, debido a que se detuvo parcial y momentáneamente la economía, al cerrar sus puertas miles de pequeñas y medianas empresas, que al no soportar el confinamiento se fueron a la quiebra y esto implicó el despido de miles de trabajadores que pasaron a vivir en condiciones de pobreza.

La pandemia ha limitado la movilización social y ha dejado a millones de personas en condiciones de sobrevivencia diaria, redujo la participación social en las diferentes luchas sociales que se libran en diferentes sectores sociales en nuestras comunidades. La restricción de la libertad de movimiento por motivos sanitarios ha contribuido al fortalecimiento de un mayor control social y al mismo tiempo a una mayor desigualdad social por el cierre de empresas y despido de miles de trabajadores que quedan en estado de indefensión en tiempos de crisis, por lo que el grito de rebeldía aumenta cada día y ya es imposible ignorarlo.

“La muerte en tiempos del covid no es democrática” nos dice Byun Chul Han y las estadísticas comprueban que los más afectados por contagio y muerte son los que viven en los cinturones de miseria, los excluidos, los inmigrantes y marginados del “progreso social y la modernización de nuestra sociedad”. Las víctimas del covid son mayoritariamente gente pobre, porque la desigualdad social minó sus sistemas inmunológicos al padecer desnutrición y ser blanco fácil del coronavirus. El desempleo aumentó drásticamente en esta pandemia, la pobreza se incrementó de igual forma, mientras que en forma contradictoria aumentó la riqueza de un selecto grupo de privilegiados que se han enriquecido con el sufrimiento de la mayoría de la población.

La pandemia ha generado tal incertidumbre que los gobiernos, los ciudadanos y los científicos sociales no sabemos lo que puede pasar en el futuro a corto plazo. Lo que sí es cierto es que el siglo XXI será recordado por dos acontecimientos de grandes repercusiones sociales: el surgimiento de de un poder corporativo que actúa como fuerza mundial que intenta tomar el control económico y político a nivel mundial y la pandemia del covid que provocó un apagón mundial del sistema capitalista y con ello exhibió la crudeza de un sistema que se basa en la creación de una desigualdad social creciente y se mantiene con vida siguiendo un camino que sólo conduce a la destrucción de la humanidad, de la naturaleza y del planeta entero.

Vivimos tiempos que configuran un contexto brutal para millones de personas en el mundo entero, en pleno siglo XXI cuando el desarrollo de la tecnología puede lograr una producción masiva de alimentos, una amplia franja de la población sufre hambre, vive en condiciones de miseria y padece los efectos mortales de una desigualdad social en tiempos de pandemia. El sistema capitalista basa su existencia en dos pilares que la sostienen y que muestran señales de desgaste prematuro y amenazan con su extinción: la explotación laboral provocada por la implementación de políticas neoliberales y la explotación irracional de recursos naturales.

El obsceno interés de maximizar el beneficio económico intenta mantener un equilibrio entre una producción masiva y un consumo masivo que no sólo desgasta a la clase trabajadora, sino que provoca la destrucción de ecosistemas y la contaminación de mares, ríos y lagunas por la enorme cantidad de basura producida por la sociedad de consumo. El planeta no tiene la cantidad de recursos naturales para seguir manteniendo este equilibrio de producción y consumo y la amenaza de destrucción del mundo en que vivimos se materializa poco a poco en varias partes del planeta, con la desaparición de bosques enteros, reducción de selvas, desertificación de suelos, contaminación de suelos, mares, ríos y lagunas.

El futuro no es muy optimista que digamos, si no se cambia de rumbo económico todos los que abordamos la nave terrícola transitaremos a nuestra autodestrucción más temprano que tarde. El grito de las mayorías marginadas no puede seguir siendo ignorado, porque quienes gritan sienten que están cayendo por un precipicio y si no nos sumamos al grito de rebeldía, pronto seremos todos los que estemos cayendo por el mismo precipicio, debemos recordar que todos formamos parte de esta sociedad y el sistema político y económico en el que vivimos margina, excluye y discrimina a una gran parte de los habitantes de esta sociedad y si no cambiamos de sistema económico y político, toda la humanidad estará dirigiéndose a su autodestrucción.

El capitalismo neoliberal destruye la naturaleza al extraer los recursos para mantener una producción masiva, destruye la vida de los trabajadores al mantenerlos laborando en condiciones cercanas a la esclavitud, destruye ecosistemas con la producción de miles de toneladas diarias de basura por el consumo masivo, la matriz del sistema económico y político en que vivimos se basa en la explotación del trabajo y la explotación de la naturaleza, para mantener el ritmo de producción masiva y consumo masivo.

De aquí proviene la necesidad de defender a la sociedad, que consiste en escuchar y sumarse al grito colectivo de protesta, de rebeldía y de rechazo hacia un sistema que prioriza salvar la economía por encima de la salud y el bienestar de quienes formamos esta sociedad, para empezar la construcción de un nuevo sistema social en el cual las personas puedan relacionarse entre sí como personas y no como cosas, un mundo en el cual las personas puedan decidir su propia vida en libertad, democráticamente y con igualdad social. Defender la sociedad significa defender a la población, defendernos a nosotros mismos, defender la vida y luchar contra la muerte. Defender la sociedad es luchar contra el actual sistema político y económico, porque éste último nos está conduciendo por un camino hacia la autodestrucción.

La lucha internacional por la construcción de un mundo nuevo

La expansión de la economía de libre mercado en la mayor parte del mundo llevó a pensar que el sistema de libre empresa era el máximo nivel de sistema social al que la humanidad podía aspirar. El neoliberalismo se anotó un triunfo al eliminar la esperanza de cambio social después de la caída del muro de Berlín, del colapso de la Unión Soviética y el rápido crecimiento de la globalización generó la idea de que sólo quedaba la opción del capitalismo, que el socialismo fracasó y el capitalismo triunfó.

Se creó una falsa percepción de ausencia de alternativas, surgió un vacío político y el capitalismo se fue consolidando en la medida que la globalización lograba la eliminación de aranceles en la mayoría de los países y la apertura de fronteras para el libre tránsito de mercancías. Junto los cambios económicos y políticos que se presentaron en las últimas tres décadas, se presentó un desarrollo tecnológico que dio origen a internet, a la telefonía celular y a las redes sociales, que fueron las condiciones ideales para que se produjera un divorcio entre la economía y la política, al permitir la movilización de grandes capitales con tan solo clic en los teléfonos celulares. De esta manera, el desarrollo digital en el contexto del neoliberalismo, daba lugar al capitalismo financiero que permite movilizar grandes sumas de capitales con tan sólo oprimir una tecla en un teléfono celular y con esta posibilidad, se consolida la separación del poder político y el poder económico. Los políticos de hoy gobiernan a ciegas, tomando decisiones en un mar de incertidumbre por el predominio de una economía de libre mercado a nivel internacional, las políticas públicas se diseñan en base a los vaivenes del mercado, no de las necesidades sociales.

La globalización permitió el crecimiento y fortalecimiento de grandes corporaciones transnacionales que actúan conquistando mercados por todo el mundo. La ausencia de regulaciones por parte de los Estados-Nación ha permitido la creación de un nuevo poder a nivel mundial: el poder corporativo que ha llegado a crecer al grado de negarse a ser regulado por leyes nacionales utilizando al mercado como instrumento de control de la economía mundial para lograr su objetivo de maximizar el beneficio económico en sus operaciones, sin importar el crecimiento de una desigualdad social nunca antes vista a nivel mundial.

El modelo neoliberal corporativo se basa en un modelo social que intenta mantener un equilibrio entre una producción masiva y un consumo masivo, que implica una explotación irracional de recursos naturales sin precedentes, que afecta la ecología, los ciclos vitales de restauración por la acción de trabajos de minería a cielo abierto, el uso de una agricultura industrial, el desmonte de los bosques, etc., y con ello el desarrollo económico social se basa en la destrucción de nuestro planeta.

Junto a la explotación de la naturaleza se encuentra la explotación laboral a niveles inhumanos, ya que la implementación de políticas neoliberales apoyadas por los organismos financieros internacionales, han logrado el desmantelamiento de las constituciones de varios países con reformas que incluyen la desaparición de derechos laborales, el derecho a la salud y la violación masiva de derechos humanos, porque las políticas neoliberales incluyen una explotación laboral que se manifiesta por el pago de bajos salarios, la eliminación del derecho a la estabilidad en el empleo, postergación o desaparición del derecho a la jubilación, pérdida del derecho a la salud, etc.

El modelo neoliberal ha logrado que unas cuantas compañías dominen el mundo, pasando por encima de la autonomía y soberanía de los Estados nación, imponiendo políticas que obligan al debilitamiento de las instituciones que forman parte del Estado y que son parte fundamental en su misión de procurar el bienestar social, logrando la desaparición de servicios públicos para proceder a su privatización dejando desprotegida a una inmensa mayoría de la población. Sólo se mantienen las instituciones del Estado que pueden ayudar a mantener el control social: Policías, ejército, Tribunales de Justicia, Secretaría de Economía, etc.

El neoliberalismo y su sistema de control político y económico ha logrado aumentar la desigualdad social en los tiempos que vivimos, a niveles que nunca antes se registraron en la historia de la humanidad. A fines del siglo pasado se hablaba de que un 3% de la población concentraba la mayor parte de la riqueza a nivel mundial. Hace diez años la cifra se redujo al 1% de la población mundial y en nuestros días la cifra se reduce al 0.33% de la población mundial que concentra la mayor parte de la riqueza que se produce en el mundo entero.

En este contexto, los problemas locales que afectan a nuestras comunidades tienen un origen global, por lo tanto, la búsqueda de soluciones a las problemáticas locales debe ser utilizando una perspectiva global. Las luchas y las banderas que enarbolan los diferentes movimientos colectivos (demandas de justicia, reparación de violaciones a derechos humanos, laborales, defensa de la salud, en contra del feminicidio, lucha por la equidad de género, defensa del medio ambiente, defensa de espacios públicos, en contra de reformas a la constitución, etc.), deben terminar con la dispersión de esfuerzos y la división en sus luchas y considerar que cada problema social particular que enfrentan los diferentes movimientos en lucha, no se presentan en forma aislada, sino que están intervinculados a otros problemas sociales y que los mismos tienen un mismo origen estructural al estar vinculados al funcionamiento del capitalismo neoliberal que funciona violando derechos humanos y laborales, destruyendo el medio ambiente, generando desigualdad social, reproduciendo modelos de hombre y mujer basados en roles sexuales estereotipados, construyendo relaciones basadas en desigualdad de género.

Necesitamos construir una visión global de los problemas que estamos enfrentando, necesitamos que las personas articulen lo local con lo nacional y con lo global. Antes de la pandemia se presentaron revueltas populares en varias partes del mundo (Francia, México, Ecuador, Chile, Bolivia, etc.), surgieron movimientos colectivos que protestaban masivamente en contra de la implementación de políticas neoliberales impuestas por organismos financieros internacionales que implicaban la eliminación de prestaciones sociales, violación de derechos laborales y mayor empobrecimiento de la población.

Con la pandemia se agudizó la crisis social que se venía presentando en las últimas décadas para dar lugar a una crisis multidimensional: crisis económica, crisis política, crisis ecológica y crisis sanitaria. La muerte masiva de grandes sectores de la población en varios países del mundo entero reveló que quienes estaban falleciendo eran los pobres, los maginados, los inmigrantes, aquellos que no podían darse el lujo de quedarse en casa para cuidar su salud. Con los estragos provocados por el covid19 se evidenció el problema de la desigualdad social de tal forma que ya es imposible seguir ignorándolo. La defensa de nuestra sociedad contemporánea se traduce en una lucha en defensa por la vida que debe darse en todos los países, no puede limitarse a la lucha en un solo país, hacerlo así sería como luchar contra el covid en un solo país, sin tomar en cuenta que estamos frente a una pandemia. La globalización nos obliga a pensar en términos globales, en ese sentido, los diferentes movimientos colectivos que hoy alzan su voz, deben dejar de funcionar como fueguitos aislados y unir sus fuerzas a escala global para lograr una trasformación estructural del sistema social en el que nos encontremos para garantizar la solución a sus demandas.

La verdadera lucha contra esta pandemia es en realidad una lucha contra el capitalismo neoliberal globalizado y en contra de los gobernantes de los Estados que aplican políticas neoliberales que violan derechos humanos, laborales y sociales. En esta lucha se necesita de la unidad en la acción de todos los movimientos colectivos que enarbolan banderas particulares y terminar con la dispersión de fuerzas que buscan un cambio social, para construir una plataforma social en la que se logre construir una lucha mundial, juntando esfuerzos a través de la construcción de frentes internacionales que coordinen movilizaciones y expresiones de protesta en varios países en la que participen comunidades enteras, organizaciones ciudadanas, personas que forman parte del precariado, académicos, intelectuales, hombres y mujeres marchando en forma unida, organizada y colectiva.

Conclusiones

Partiendo de la premisa de que toda experiencia es una experiencia de aprendizaje, debemos ver la pandemia del covid como una experiencia de aprendizaje que nos enseñó que vivimos en una sociedad caracterizada por una enorme desigualdad social en la que millones de personas experimentan un sufrimiento colectivo y que el modelo de desarrollo social basado en una producción masiva y un consumo masivo en el que nos encontramos, nos está conduciendo hacia nuestra autodestrucción como especie y a la destrucción de nuestro medio ambiente y planeta. El neoliberalismo tiende a desaparecer la igualdad social, promueve la desigualdad social porque es uno de los imperativos del Dios Mercado. La economía de libre mercado necesita para sobrevivir que desaparezcan los derechos y las prestaciones sociales para proceder a su privatización y “favorecer al mercado”. Necesita que desaparezcan los contratos colectivos de los trabajadores que contienen cláusulas de protección y bienestar de los trabajadores, para lograr esto, necesita que desaparezcan los sindicatos combativos e independientes para que los trabajadores ya no estén organizados y no puedan defender sus derechos violados, derechos que fueron conquistados a través de grandes movilizaciones colectivas.

De la misma manera que millones de personas vemos las mismas series de televisión en diferentes países absorbiendo una cultura mundial del consumo, también millones de personas somos víctimas de violaciones a nuestros derechos humanos, laborales, sexuales y sociales. Las políticas neoliberales restringen nuestro derecho a la salud, limitan nuestros salarios, limitan el derecho a la educación, afectan nuestro derecho a la alimentación, nos privan del derecho a la vivienda y amenazan nuestro derecho a la jubilación, además de amenazar las pensiones de los que ya están jubilados.

La pandemia del covid-19 nos enseñó que algo anda mal con nuestra sociedad al percatarnos de que no todos pudimos guardar confinamiento durante la pandemia, junto a esta percepción surge otra al percatarnos de que nuestra conducta individual está ligada al comportamiento social, nos dimos cuenta de que formamos parte de una colectividad interdependiente, que estamos conectados de múltiples formas al resto de las personas que forman parte de nuestras comunidades a través de un tejido social y que si actuamos en forma unida , colectiva y organizada podremos no sólo enfrentar la pandemia, sino también cambiar el curso de la historia.

Es el momento en el que nos damos cuenta de que podemos encender la llama de la esperanza de que otro mundo es posible, que al asumir nuestra condición de sujetos históricos, cuando tomamos consciencia de que estamos haciendo historia todos los días a través de nuestra participación en los diferentes grupos, organizaciones y comunidades a las que pertenecemos y que el futuro no es tan incierto ya que podemos cambiar la historia que viene si aumentamos nuestra participación social. Vivimos un momento de la historia en el que todos los indicios apuntan a que si no hacemos nada, la situación empeorará, necesitamos cambiar el modelo social, económico y político en el que estamos viviendo. Para lograrlo, necesitamos asumir una identidad como agentes de cambio social, de tal forma que podamos construir un nuevo mundo en el cual el trabajo contribuya a sostener la vida y no la ganancia de unos cuantos. Una nueva realidad social que se caracterice por una distribución más equitativa de la riqueza social que se produce, que tenga mayor armonía con la naturaleza y que privilegie la defensa de la vida por encima de la defensa de la economía.

La pandemia terminó con la una “normalidad” que nos impedía ver que el bienestar de unos cuantos coexiste junto al sufrimiento colectivo de millones de personas que sufren una violación múltiple de sus derechos humanos. Nos abrió los ojos para ver el grado de deshumanización, enajenación e indiferencia social al que nos ha llevado la sociedad de consumo. No podemos regresar a esa normalidad de explotación laboral, segregación y marginación económica de millones de personas, porque de hacerlo estaríamos regresando a una sociedad de injusticia, de antidemocracia y de gran desigualdad social que afecta a una inmensa mayoría de habitantes de nuestra sociedad contemporánea. El poder corproativo seguirá imponiendo el criterio de que la economía vale más que la salud colectiva, los organismos financieros internacionales seguirán endeudando a países sumergiéndolos en nuevas crisis económicas y políticas. Regresar a la vieja normalidad implica que siga muriendo más gente para mantener los crímenes de una paz social que se basa en la explotación laboral, en el exterminio de los ecosistemas, en la extinción de un número cada vez más alto de especies de animales, en un daño irreversible al medio ambiente y en la una segura destrucción de nuestro planeta.

Se necesita cambiar esta sociedad que se basa en la explotación sin límites de los recursos naturales no renovables de nuestra naturaleza para mantener el equilibrio entre producción masiva y consumo masivo, un consumo que está destinado a un sector de nuestra sociedad que se ve más reducido en la medida que la implementación de políticas neoliberales aumentan la desigualdad social y con ella aumenta el número de “consumidores defectuosos”.

Necesitamos la construcción de un nuevo modelo social que tenga otro enfoque diferente al consumo, un nuevo modelo de desarrollo social que tenga otras fuentes de energía. Un modelo que no contemple la creación de una cultura mundial basada en el consumo, que respete las culturas regionales y nacionales de diferentes países, pero sobre todo necesitamos un nuevo contrato social en el que se construyan las condiciones para crear un nuevo Estado que tenga como prioridad esencial la defensa de la vida y no de la economía como lo hace el actual Estado que deja morir a quienes no pueden consumir.

Para refundar el nuevo Estado necesitamos construir una verdadera democracia social que ayude a terminar con el actual Darwinismo social que caracteriza al capitalismo neoliberal, cuyo camino está regado de cadáveres de aquellos que no pudieron subirse el tren del desarrollo económico. En esta pandemia ha quedado claro que la democracia representativa no es democracia ni garantiza la vida, que los partidos políticos han perdido contacto con los movimientos colectivos al institucionalizarse y sólo buscan permanecer en el poder gobernando en beneficio de intereses privados.

Necesitamos construir una democracia participativa en la que los ciudadanos puedan crear organizaciones autónomas para ser escuchados en el planteamiento de los problemas que los aquejan y en las propuestas de solución a los mismos. Los partidos políticos sólo pueden participar en este proceso de democratización de nuestra sociedad si aceptan convertirse en partidos movimientos, si democratizan su funcionamiento interno y externo sometiendo a voluntad popular la elaboración de programas de acción política y aceptando que sea la ciudadanía quien elija a sus candidatos a puestos de elección popular y no sea la cúpula de dirigentes de los partidos quienes pongan a sus marionetas.

La construcción social de la democracia debe extenderse más allá del ámbito de la política y abarcar el ámbito de lo privado además del ámbito de lo público, es decir, no debemos limitar la construcción de la democracia al escenario político, necesitamos democratizar la dinámica familiar construyendo vínculos más horizontales entre padres e hijos, entre hombres y mujeres, entre alumnos y maestros, entre jefe y subordinados. En el campo de lo público, la construcción de la democracia debe incluir la terminación de cualquier tipo de discriminación por motivos raciales, de nacionalidad, de género. Todos debemos contribuir a la creación de una atmósfera de respeto a la integridad física y psicológica de todas las personas, independientemente de su condición económica, orientación sexual, pertenencia a una etnia o raza determinada. De manera especial debemos garantizar el respeto a la integridad física y psicológica de las mujeres y terminar con la violencia de que son objeto hoy en día.

Defender a la sociedad hoy en día significa defender a la vida, la naturaleza, la salud, la dignidad humana y sobre todo defender los derechos humanos, laborales, sexuales y sociales que están siendo pisoteados por el neoliberalismo en este siglo XXI. Para lograr esta defensa de la sociedad necesitamos revolucionar nuestras consciencias de tal forma que cambiemos nuestra autoimagen y la forma como nos percibimos unos a otros.

Defender a nuestra sociedad implica defender el planeta en que vivimos, que se encuentra herido en sus entrañas por la labor de grandes corporaciones que extraen de las entrañas de nuestra tierra recursos naturales para convertirlos en mercancías y obtener un beneficio económico dejando a su paso muerte y destrucción. Defender nuestra sociedad no es tarea exclusiva de intelectuales o gente de “izquierda”, la vida no tiene etiquetas de izquierda o derecha, la vida es simplemente la vida. El mundo en el que nos encontramos es un barco que navega a la deriva algunos viajan en cubierta, otros en camarotes de primera clase y una inmensa mayoría viaja en los costados afianzado con pequeñas cuerdas que por las corrientes marinas se van desplazando poco a poco a la popa donde soportan por poco tiempo la la presión marina generada por las hélices que impulsan el barco hasta terminar soltándose mientras el barco navega siguiendo los vaivenes del mercado que atraviesa tormentas temporales, manteniendo un rumbo fijo que nos conduce a la destrucción de nuestras vidas y la destrucción de nuestro planeta.

No tenemos alternativa, no hay lugar para la neutralidad política, necesitamos actuar como agentes de cambio social para defender nuestra sociedad y defender nuestra sociedad es defendernos a nosotros mismos, defender a nuestras familias, vecindarios y comunidades. La clave de la defensa de nuestra sociedad se encuentra en el incremento de nuestra participación social.

Bauman, Zygmunt: Cómo se genera un consumidor

https://www.bloghemia.com/2021/01/como-se-genera-un-consumidor-por.html

Boaventura de Souza Santos: El virus es un pedagogo que nos intenta decir algo, el problema es saber si vamos a escucharlo

https://ethic.es/entrevistas/boaventura-de-sousa-santos-coronavirus/?fbclid=IwAR3PsvHaCk6IkHYsBoZbr3GlLyinYzgZKZm4qIYW_MRXgtdkL3ZwAr48-jI

Boaventura De Souza Santos: Las universidades públicas deben desmercantilizarse, descolonizarse y despatriarcalizarse

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Boaventura De Souza, Santos: Las tres salidas de la pandemia

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Byung Chul Han: El violento poder d elo global

https://www.bloghemia.com/2021/01/el-violento-poder-de-lo-global-por-byun.html?fbclid=IwAR33ZgyDhfZ6j1qeXfUg4S3qhAG3pCThpVEp7sWDan-zNbDCngk8k_Gb0os Enero 10, 2,021

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García, Canclini: La dictadura sanitaria por el coronavirus y la vigilancia corporativa generalizada

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La pandemia ha demostrado las consecuencias de 40 años de neoliberalismo

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Touraine, Alan: El fin de las ciudades. Fondo de Cultura Económica. México, 2,016

Sartori, Giovanni: La sociedad teledirigida

El 1% de la poblacion mundial padece psicopatía

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Yescas, Oscar: Algo está pasando y usted no sabe que es¡

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/07/algoesta-pasando-y-usted-no-sabe-que-es.html

Yescas, Oscar: En defensa de la vida

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Yescas, oscar: El castigo de Sísifo en la posmodernidad

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Yescas, Oscar: La transformación social desde una perspectiva científica

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Yescas, Oscar: Poder corporativo contra poder popular

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Yescas, Oscar: La construcción social de la democracia

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/07/laconstruccion-social-de-la-democracia.html

Yescas, Oscar: ¿Regreso a una nueva normalidad?

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Yescas, Oscar: Golpe de Estado en Bolivia

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/11/golpede-estado-en-bolivia-oscaryescas.html

Yescas, Oscar: Chile: de nuevo la pesadilla¡

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/10/chilede-nuevo-en-la-pesadilla.html

Yescas, Oscar: La revolución ecuatoriana

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Yescas. Oscar: El compromiso social del trabajador intelectual

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/05/el-compromiso-social-deltrabajador.html

Yescas, Oscar: ¿Por qué se suicida la gente?

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