¡Algo
está pasando y usted no sabe que es!
(alborotando consciencias tranquilas)
Oscar
Yescas Domínguez
25
de julio del 2,020
Prólogo
La
generación del cambio social
Algo
está pasando y usted no sabe que es
El
mundo en la era del posmodernismo
El
fin de la Historia moderna
El
empoderamiento de las comunidades
El
impacto social del covid-19
Conclusiones
Prólogo
Hace
algunas semanas facebook bloqueó mi cuenta por quinta ocasión, al
intentar indagar los motivos del bloqueo sólo obtenía como
respuesta que algunas de mis publicaciones infringían las normas de
facebook, sin especificar cuáles normas fueron violadas. Cabe
mencionar que desde hace décadas decidí utilizar la palabra escrita
como instrumento de lucha para participar en la guerra ideológica
que se libra diariamente en la dinámica de la sociedad en que
vivimos.
Con
esa intención en mente empecé a utilizar redes sociales y escogí
inicialmente como tribuna a Monografías.com, lugar donde logré
publicar 49 artículos, todos con un fuerte contenido de crítica
social. Algunos de estos artículos los utilicé como material de
discusión en mi labor como profesor universitario, logrando destacar
con esta acción por ser de los pocos profesores universitarios que
escribían, publicaban y utilizaban sus escritos como materiales
didácticos para ser utilizados como material de discusión en temas
académicos, acción que facilitó grandemente el aprendizaje de mis
alumnos.
Algunos
colegas profesores me criticaron por asignar a mis alumnos como tarea
escolar, la lectura y discusión en clase de escritos de mi autoría
acusándome de autoreferenciarme, otros compañeros docentes llegaron
al extremo de prohibir a sus estudiantes que citaran mis artículos
con el argumento que no estaban redactados con el formato APA.
Eso
no me importó porque en lo personal jamás he usado el APA y mi
intención original era ir más allá de escribir un texto académico
dirigido a estudiantes universitarios, lo que en realidad intento con
mis publicaciones es socializar el conocimiento científico de tal
forma que partiendo de la Psicología social realizo análisis de
problemas sociales utilizando un discurso que fuese entendido por
cualquier persona, por lo que evito evitar utilizar tecnicismos
complejos o abstracciones teóricas muy elevadas y con esa finalidad
desarrollé un estilo de escribir comprensible para cualquier
persona.
Más
adelante abrí un blog personal que es mi actual plataforma de
difusión, lugar donde publico mis artículos y les doy difusión.
Hasta el momento llevo publicados 212 artículos en este blog y me
causa gran placer ver que el mismo es visitado por personas de más
de 20 países y suman ya cerca de 33,000 las visitas a este lugar.
Estos mismos artículos los comparto en mi muro personal de facebook
y en los muros de facebook que abrí para estar en contacto virtual
con mis alumnos en las materias que impartí durante mas de 33 años.
La
primera ocasión que facebook me bloqueó experimenté algo así como
la “ansiedad del adolescente”, una sensación de malestar
por “no estar conectado”, lo que me llevó a reflexionar acerca
del grado de mi dependencia hacia el teléfono celular en particular
y hacia las redes sociales en general.
En
esta última ocasión el castigo duró diez días y volví a ser
conectado de nuevo, pero mi actitud hacia facebook cambió, ya había
recuperado el control de mi tiempo y de mí mismo. Había reaprendido
a estar “desconectado” sin experimentar ansiedad y de ahí en
adelante disminuí el tiempo dedicado a “feisbukear” y aumenté
el tiempo para realizar mis lecturas pendientes. Sin embargo, esta
experiencia de censura en facebook fortaleció mi perspectiva de
concebir a esta plataforma virtual como una tribuna educativa y
tratar de generar una influencia social positiva en el sentido de
usar la crítica social en todo tipo de publicaciones a compartir en
el futuro.
Con
esas intenciones en mente decidí iniciar el proceso de escribir un
nuevo libro que elegí bautizar con el provocador título
“Alborotando consciencias tranquilas” (idea que me dio mi amigo
Manuel Santillana, cuando comenté que facebook me había
bloqueado por quinta ocasión y él me respondió que eso me sucedía
por ser un “alborotador de consciencias tranquilas”, esa
forma de describirme me pareció que reflejaba mi motivación para
escribir y publicar de manera constante, por lo que decidí elegir
ese nombre como título secundario al presente escrito.
La
generación del cambio social
Pertenezco
a aquella generación que vivió su juventud en la década de los
setentas, al sector juvenil de aquellos tiempos que intentó hacer
realidad nuestro sueño de construir un mundo mejor basados en un
romanticismo revolucionario, inspirados por la gran influencia que
obtuvimos de la música y de la lectura en tiempos donde no existía
internet ni redes sociales, de tal forma que dedicar tiempo
considerable a la lectura y a escuchar música se convirtieron en
hábitos que formaron parte de nuestras vidas en forma permanente.
Recuerdo
muchos rostros de aquella generación que intentó cambiar el mundo,
algunos quedaron en el camino víctimas de la represión de la
violencia institucional de un Estado autoritario al ser encarcelados,
otros desaparecidos o asesinados.
Otros
claudicaron en la lucha, abandonaron la rebeldía temporal propia de
la juventud, varios fallecieron por causas diversas, algunos se
tornaron en aquello en contra de lo que estábamos luchando, llegando
a formar parte del sistema que estábamos combatiendo y sólo unos
pocos de aquellos miles permanecemos todavía firmes en la lucha el
día de hoy en pleno siglo XXI, convertidos en veteranos de varias
luchas sociales y guiando todavía nuestro comportamiento con los
mismos principios y valores de nuestra juventud de antaño y hemos
llegado a un punto en el que alcanzamos a comprender que la lucha no
sólo continúa una tras otra, sino que hemos entendido que la lucha
por la transformación de nuestra realidad social es en realidad una
lucha continua.
Mirando
hacia atrás creo que aquella generación que creció alejada de la
televisión a la que llamábamos “caja idiota”, que vivíamos sin
internet, sin teléfonos celulares y mucho menos con redes sociales,
logramos desarrollar un alto grado de crítica social gracias a la
lectura y a la música que ayudaron en gran medida para una toma de
consciencia social e influyeron en el desarrollo de nuestra
personalidad psicosocial para filtrar con ojos críticos la
percepción de la realidad social circundante.
Fuimos
la generación que en lugar de traer teléfonos celulares, portábamos
libros en nuestros bolsillos, aquellos libros pequeños impresos en
el tamaño adecuado para caber en los bolsillos traseros de nuestros
pantalones de mezclilla o simplemente los que no cabían en nuestros
bolsillos los portábamos en las manos o morrales y prestábamos
nuestros libros con la confianza de que nos serían devueltos al
corto tiempo, lo cual invariablemente sucedía porque existía algo
que hoy ya no se ve: el respeto a las personas y sus objetos
personales, prestar un libro era como prestar un espejo de tu vida,
ya que los libros contenían partes subrayadas que marcábamos porque
habían despertado nuestro interés y eso revelaba lo que nos parecía
más importante, el acto de subrayar develaba nuestros gustos e
intereses por lo que nos desnudaba psicológicamente.
No
había marcatextos en aquel entonces y yo acostumbraba utilizar una
pluma de tinta roja para subrayar párrafos enteros de las partes que
me parecían interesantes. No sucedía lo que hoy es práctica común
de que la gente considera “inapropiado” subrayar algún
libro porque los libros son muy caros o que prestas alguno de tus
libros favoritos y jamás lo vuelves a ver de regreso porque hasta el
que consideras tu mejor amigo se queda con tus mejores libros.
Algunas personas confunden la nobleza y generosidad con la ingenuidad
o la candidez y con estas acciones sólo contribuyen a que surja la
desconfianza entre las amistades.
A través de nuestras lecturas y discusiones grupales tomábamos
consciencia de que vivíamos una época de grandes convulsiones
sociales y buena parte de la juventud de aquellos tiempos éramos los
protagonistas del cambio por lo que queríamos cambiar el mundo para
terminar con un autoritarismo asfixiante que encontrábamos en
nuestras escuelas, al interior de nuestras casas, en las calles y en
lugares de trabajo.
Padecíamos
un sistema social en el que predominaba el autoritarismo como
sistema de liderazgo y la antidemocracia como forma de control social
ya que se impedía la libertad de expresión, por ello luchábamos
protestando en contra de una educación cuya misión central era el
adiestramiento, la domesticación, la sumisión y la adaptación
social, es decir, nos manifestábamos contra una educación y un
destino que nos habían asignado que tenía como finalidad la
obediencia social.
Luchábamos
de múltiples formas, éramos rebeldes con causa, expresábamos
nuestra rebeldía usando los hombres el cabello largo, las mujeres
minifalda y ambos sexos usando pantalón de mezclilla (que era
símbolo de trabajador asalariado o de ser un obrero y de rebeldía
ante la formalidad en la vestimenta como sinónimo de éxito
económico). Con nuestra simple apariencia causábamos escándalo y
rechazo por parte de quienes vestían con ropa formal, y actuaban
“con entera normalidad” adaptados socialmente.
Nuestra
rebeldía la manifestábamos en nuestra apariencia, vestimenta, forma
de hablar y de caminar, pero también participando en nuestras
clases cuestionando en base a nuestras propias lecturas los
contenidos de la enseñanza, el desempeño de nuestros profesores y a
la sociedad misma.
Era
una rebeldía que cuestionaba el autoritarismo vigente y exigíamos
libertad, democracia, igualdad social, respeto a los derechos de las
mujeres, de homosexuales y lesbianas. Protestábamos en contra de la
guerra de Vietnam, del racismo en Estados Unidos de Norteamérica y
del golpe de Estado que encabezó Augusto Pinochet en Chile y que
derivó en el asesinato de Salvador Allende, Víctor Jara y miles de
ciudadanos chilenos.
Éramos
jóvenes ingenuos, nos inspiraba un romanticismo revolucionario, tan
ingenuos que no nos dábamos cuenta de que no estábamos solos,
pensábamos que nuestra lucha era local o sólo nacional e
ignorábamos que en realidad en ese momento éramos parte de millones
de jóvenes que se movilizaban en el mundo entero enarbolando las
mismas banderas de lucha, libertad, igualdad, justicia, democracia,
amor y paz.. Estábamos cambiando el mundo sin saberlo, pensábamos
que con sólo la imaginación, paz y amor tomaríamos el poder,
queríamos tomar el mundo para cambiarlo y lo queríamos ahora y Jim
Morrison fue uno de varios músico de rock que nos representó
perfectamente cuando gritaba cantando en sus conciertos “We want
the world and we want it NOW”.
La
década de los setentas fue el marco donde se consolidó el inicio de
una serie de cambios sociales que se iniciaron en la segunda mitad de
los años sesenta y los jóvenes de aquella época nos rebelábamos
contra el autoritarismo, fue cuando surgió el movimiento feminista,
la lucha por los derechos de homosexuales y lesbianas, la lucha en
contra de la guerra en Vietnam, las protestas en contra del golpe de
Estado en Chile, el movimiento de liberación sexual, etc.
Todo
eso y más estaba pasando, el mundo entero presentaba convulsiones
sociales, teníamos la experiencia previa de la primavera de Praga en
enero de 1968, el movimiento de mayo del 1968 en París, la represión
estudiantil en México el 2 de octubre de 1968 por el ejército
mexicano, etc., millones de jóvenes nos encontrábamos en pie de
lucha participando en un movimiento colectivo a escala internacional,
estábamos empezando a cambiar el mundo, pero en ese momento no
sabíamos que lo estábamos haciendo, sólo sentíamos que “Algo
estaba pasando y no sabíamos que era”.
Debido
a esas vivencias puedo confirmar que sí es cierto que hay libros que
contribuyeron a cambiar nuestra percepción de la realidad social,
cambiaron nuestra percepción de los demás e inclusive modificaron
la percepción que teníamos acerca de nosotros mismos, ya que esas
lecturas dejaron una marca en nuestra existencia porque las leímos
en alguna etapa vital de nuestro desarrollo psicosocial como puede
ser nuestra adolescencia, juventud e inclusive en la vida adulta, o
en momentos que presentaron algún acontecimiento histórico
relevante y contribuyeron de esta manera a formar nuestra
personalidad psicosocial, es decir, nuestra manera de pensar, sentir
y actuar.
Para
hablar con lenguaje claro, quisiera definir la personalidad
psicosocial como “una determinada forma de pensar, sentir y
actuar que es el resultado de la interinfluencia que hemos tenido con
figuras significativas en los distintos grupos sociales a los que
pertenecemos o hemos pertenecido”. Sólo agregaría a esta
breve definición: “y resultado también de los libros que hemos
leído y la música que hemos escuchado”. En esta línea de
pensamiento podríamos entonces comprender que pedir a alguien que
mencione un libro que lo haya influido podría ser fácil para
algunas personas, pero para otros sería una tarea muy compleja
porque han sido varios libros los que contribuyeron a nuestra
formación.
Algo
está pasando y usted no sabe que es
He
leído algunas publicaciones en facebook que piden que escribamos el
título de un libro que nos haya marcado la vida y la verdad he
ignorado esta petición (no porque me parezca una pérdida de tiempo
ya que esta iniciativa de mencionar libros y la forma como marcaron
nuestra vidas me parece mucho más productivo que publicar selfies o
fotos de alimentos que consumimos), porque me colocan en una difícil
posición al tener que elegir uno solo de tantos libros que he leído
en mi existencia y que han dejado honda huella en mi vida personal.
Pero
en un intento de participar en esta petición de nombres de libros
que ejercieron gran influencia en mi persona, puedo decir que hace
algunos días recibí un paquete por Correos de México (sí, leyeron
bien, aún cuando no lo crean, en este año 2,020 todavía existe
esta dependencia paraestatal que se llama Correos de México, es de
las pocas que todavía no han desaparecido para privatizar sus
servicios).
El
asunto es que este paquete contenía un libro que compré y leí a la
edad de 20 años en 1975 y que marcó mi existencia al ampliar la
visión que tenía de la realidad social de aquella época. Este
libro formó parte de mis tesoros literarios que llevé conmigo
cuando viajé miles de kilómetros para estudiar psicología
cargando una maleta y una caja llena de libros (del noroeste de
México al sureste del mismo, es decir, de Sonora a Veracruz).
Durante
mi estancia en aquel bello Estado de la república (¡sólo Veracruz
es bello chico¡) este libro que recibí por servicio de paquetería
se lo presté a mi amigo Manuel Emilio Ossorio Méndez (qepd)
aproximadamente en el año de 1983 y al siguiente año regresé a
Sonora por lo que ya no volví a ver a mi amigo, ni saber más de él
hasta que me localizó 30 años después por facebook y reanudamos
contacto, ahora de manera virtual y mantuvimos comunicación
frecuente por este medio.
En
una de nuestras charlas virtuales le informé que viajaría a
Veracruz, a visitar algunos familiares tomando un vuelo de Hermosillo
a la ciudad de México y del aeropuerto me trasladaría a la terminal
de autobuses de oriente para tomar un camión rumbo a Veracruz.
Ambos teníamos una fuerte amistad y como era de esperarse me dijo
que estaría esperándome en el aeropuerto para vernos aún cuando
fuera solo unos minutos y saludarnos después de mas de 30 años sin
vernos.
Así
sucedió efectivamente, al salir del área de pasajeros en tránsito
allí estaba recibiéndome con su característica principal como todo
buen jarocho: una amplia sonrisa y ojos que reflejaban alegría.
Después del pertinente y prolongado abrazo fraternal se ofreció a
llevarnos a mi esposa y a mí en su auto a la terminal de autobuses
de Oriente para tomar un camión rumbo a Veracruz.
Pero
en el trayecto mientras platicábamos como adolescentes enfiestados
haciendo alguna travesura, nos invitó a mi esposa y a mí a que lo
acompañáramos a su casa para pasar junto con su esposa la noche
platicando, bebiendo y ponernos al día de todo lo que habíamos
hecho de nuestras vidas durante los últimos treinta años que
teníamos sin vernos. Para cuando respondí que dije sí aceptaba su
invitación, soltó una gran carcajada y fue cuando me di cuenta de
que en realidad ya estábamos en la carretera saliendo de la ciudad
de México rumbo al Estado de México donde radicaba y la Estación
de autobuses de Oriente desde hacía rato había quedado atrás.
En
algún momento de la larga conversación que tuvimos en esas horas
que compartimos en su casa y que realmente disfrutamos, se me ocurrió
preguntarle por aquel libro que le había prestado hacía más de 30
años y me sorprendió cuando recibí como respuesta que todavía lo
tenía pero tendría que buscarlo y que en ese momento prefería
disfrutar mi compañía pero me aseguró que después me lo regresaría
porque sabía que ese libro tenía un gran significado para mí, es
más, hasta se comprometió a entregarlo en persona porque prometió
visitarnos unos meses adelante en mi casa de Hermosillo.
Lamentablemente
la muerte le sorprendió antes y no pudo cumplir su promesa de
visitarnos y cuando me enteré de su muerte el libro ya no me
importaba porque sentía el dolor de haber perdido a uno de los
mejores amigos que he tenido en mi vida, honestamente lloré su
partida porque sentía por él algo más que amistad, era como un
hermano de siempre para mí y lo que más me dolía fue el haber
dejado pasar más de 30 años sin haberlo buscado antes.
Mucho
tiempo después de su muerte aprovechando que tengo contacto con su
hijo a través de facebook, me atreví a pedirle localizara este
libro y que me hiciera el favor de enviármelo, petición que hizo
con prontitud y gran gentileza cumpliendo la promesa que su padre me
hizo de regresar ese libro a mis manos, lo cual agradezco
profundamente ¡Gracias Emiliano Ossorio¡
Cuando
recibí el paquete y saqué el libro, lo primero que observé era su
estado de deterioro físico, el libro venía prácticamente en dos
piezas ya que se despegaron sus páginas desde la mitad del mismo. De
inmediato realicé una práctica en la que me he convertido en
especialista: la restauración de libros, procedí a ensamblarlo de
nuevo utilizando cinta y lo dejé en condiciones de ser leído sin
problema alguno.
Experimentando una doble
satisfacción: recuperar este apreciado libro, tenerlo en mis manos
de regreso y haberlo reparado de una manera eficiente, procedí a
releer parte de su contenido y al hacerlo fue como si viajara al
pasado, como si viviera lo que estaba sucediendo hace 45 años pero
con toda la experiencia y conocimientos que ahora tengo a mis 64
años.
El
libro del cual estoy hablando tiene un título que encaja
perfectamente en los tiempos actuales: “Algo
está pasando y usted no sabe que es”,
este
inusitado nombre del libro atrapó mi atención en los años setentas
porque así me sentía en aquel entonces a mis 20 años como todos
los miembros de la juventud de aquella época, los tiempos están
cambiando nos decía Bob Dylan, sabíamos que algo estaba pasando en
aquellos momentos de la historia, pero no sabíamos qué era.
Con
la relectura del libro vinieron a mi memoria toda una serie de
recuerdos de vivencias de aquellos años tan lejanos, pero en un
momento dado experimenté una especie de Deja Vú al pensar que en
pleno 2,020, es decir, aquí y ahora, en plena era de la información,
hay millones de personas de todas las edades que están
experimentando en forma permanente aquella sensación que yo tuve
hace 45 años: esa sensación de que “Algo
está pasando y usted no sabe que es”.
El
libro en cuestión traía una fotografía provocadora, totalmente
irreverente para la moral hipócrita y conservadora de aquel
entonces, era la figura de un hombre semidesnudo en su portada. En la
primera parte de su contenido titulada La crisis inicia con el
poema Aullido de Allen Guinsberg, quien junto con Jack
Kerouak, William Burroughs y Gregory Corso formarían el grupo Beat
que daría inicio a la generación Beat, que tuvo enorme
influencia ideológica para los jóvenes de aquella década.
La
primera frase de este poema era impactante y estremecedora: “Vi a
las mejores mentes de mi generación destruidas por la locura,
hambrientas, histéricas y desnudas, arrastrándose por las calles de
los negros al amanecer en busca de un colérico pinchazo...”
Este
poema-denuncia social era seguido por un artículo de Erich Fromm
titulado “nuestra forma de vida nos hace desdichados”, donde de
manera profética define la “patología de la normalidad” vigente
en aquella época, denunciando que nuestro sueño de bienestar
material no conduce a la felicidad y que es solo eso, una ilusión.
Retomo sólo una parte del mismo que me parece relevante: “los
filósofos humanistas de los siglos XVIII y XIX opinaban que la
finalidad de la vida radicaba en el pleno desarrollo de las
potencialidades de la persona; lo importante era la persona que es
mucho, no la que tiene
mucho...Cada sociedad crea su tipo de personalidad de acuerdo a su
manera de educar a los hijos dentro de la familia, sus sistemas de
enseñanza, sus valores afectivos, es decir,, aquellos valores se
recompensan y no solamente se predican”.
En
este momento, releyendo este viejo y profético libro y utilizando
una visión retrospectiva, ahora sé que no era el único en sentirse
así, fuimos millones de jóvenes en el mundo entero los que
sentíamos que algo estaba pasando y no sabíamos qué estaba
sucediendo, sabíamos que estábamos cambiando el mundo y sentíamos
que el mundo que conocíamos estaba desapareciendo, para dar lugar a
un mundo diferente, pero ese nuevo mundo era desconocido para
nosotros en aquel entonces.
Este mundo nuevo con una cauda
permanente de cambios sociales empezó a tomar forma después de la
caída del muro de Berlín, que derivó en la desaparición de la
antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y la
consecuente desaparición del conflicto Este vs. Oeste, es decir, el
espionaje mutuo y constantes amenazas de guerra que existía entre
Estados Unidos Y la URSS. Todos estos cambios sociales se fueron
sucediendo al grado de transformar la geopolítica del mundo entero
y crear un mundo diferente en el cual surgió la globalización de la
economía como motor principal.
Cabe mencionar que en este
momento histórico que estamos viviendo en el año 2,020, vivimos la
continuidad de aquella cauda de cambios sociales que iniciaron en los
sesentas, se agudizaron en los setentas, arreciaron en los ochentas,
se incrementaron en los noventas y en los primeros 20 años del siglo
veintiuno, continúa esta imparable oleada de cambios sociales.
Una cauda de cambios sociales
expresada en cambios tecnológicos, económicos, políticos,
culturales, etc. La velocidad de estos cambios es tal que estamos
viviendo una era de incertidumbre debido a que lo único que no
cambia es la premisa de que todo está cambiando.
Pero diferencia de los años
setenta, en base a mi experiencia, conocimientos y vivencias, ahora
sí sé que es lo que está pasando. Comprender lo que está
sucediendo me costó muchas lecturas, muchas horas sentado, leyendo,
estudiando y escribiendo. Muchas vivencias y muchos años de arduo
trabajo como profesor-investigador universitario, desarrollando un
trabajo intelectual para poder estar en condiciones de saber qué es
lo que sucede en nuestra sociedad contemporánea.
Si
alguien me pregunta qué
está pasando en el mundo el día de hoy,
a diferencia de hace 45 años , el día de hoy tengo elementos para
aportar una respuesta, una opinión como un ciudadano más, pero que
está basada en décadas de experiencia como trabajador de la
educación, realizando actividades como trabajador intelectual y que
me permiten aportar una opinión desde mi perspectiva personal sobre
lo que está sucediendo hoy en la década del 2,020.
El
mundo en la era del posmodernismo
Lo
que hoy está sucediendo es que nos encontramos en un momento
histórico en el que estamos presenciando la emergencia de un nuevo
poder mundial que funciona a la manera de un cártel de delincuencia
organizada que opera a nivel internacional de acuerdo a la
globalización que estamos viviendo y este es el que se conoce como
poder
corporativo.
Esta
nueva organización que opera de manera informal y que está tomando
el control de nuestro mundo está integrada por los Directivos de los
grandes organismos financieros internacionales tales como el Fondo
Monetario Internacional (FMI), el Banco Mundial (BM), la Organización
de Estados Americanos (OEA), etc, quienes dictaminan las políticas
financieras a nivel mundial, otorgan préstamos a países bajo
condiciones que les obligan a aplicar políticas de corte neoliberal,
reduciendo la estructura de los Estados-nación, desapareciendo
instituciones que ofrecían servicios sociales de manera gratuita,
para permitir la privatización de esos servicios en perjuicio de la
población.
Junto
a ellos se encuentran los directivos de las grandes corporaciones
transnacionales que ante la expansión de la economía de libre
mercado a nivel internacional, han creado una dictadura del mercado
en la que los necesidades sociales pasan a un segundo plano y los
intereses de las grandes compañías transnacionales son los más
favorecidos por la globalización.
A
estos directivos se han sumado Presidentes de varios países que
aceptan firmar acuerdos y aplicar reformas estructurales que
modifican las constituciones de sus países, a través de las cuales
eliminan derechos laborales, prestaciones sociales y dejan en estado
de indefensión a la clase trabajadora y población en general, todo
a nombre de favorecer al mercado.
Los
Presidentes y representantes de partidos políticos en las Cámaras
de Legisladores de diferentes países, también forman parte de esta
delincuencia organizada al obedecer las instrucciones de promover y
aprobar iniciativas de leyes que desmantelan las constituciones
eliminando leyes que consagraban derechos laborales y prestaciones
sociales que fueron aprobadas después de grandes luchas sociales,
traicionando así a quienes dicen representar en su trabajo como
legisladores.
Los
Gobernadores y Presidentes municipales que promueven y aceptan la
corrupción en el manejo de las finanzas públicas para desmantelar
el Estado y permitir la privatización de servicios públicos juegan
un papel importante al traicionar a la población que los llevó al
poder y actuar en contra de los intereses colectivos para favorecer a
intereses privados.
Finalmente,
los propietarios de los medios masivos de difusión que utilizan los
mismos para distorsionar la realidad, ocultar y tergiversar la
información con la intención de mantener una aceptación social de
las nuevas medidas que favorecen políticas neoliberales, al
criminalizar las protestas sociales y pedir castigo a quienes se
atrevan a protestar por el despojo de derechos laborales y sociales.
Este
es el nuevo escenario que vivimos, es la realidad actual que estamos
viviendo en pleno siglo XXI, un mundo nuevo en el que la
globalización y el neoliberalismo han permitido el surgimiento de
una dictadura del Mercado que hace que nuestros políticos gobiernen
a ciegas y de forma incondicoinal a los intereses del mercado que en
última instancia es a favor de los intereses de los propietarios de
las grandes corporaciones internacionales, un momento histórico en
el cual la desigualdad social ha alcanzado niveles nunca antes vistos
en la historia de la humanidad.
El
siglo XIX presenció la caída de los reyes y el nuevo mundo tardó
en construirse porque incluía desterrar el discurso religioso del
discurso gubernamental y eliminar toda referencia Dios, implicaba
aceptar la idea de que todos los seres humanos somos iguales y que
no existía un ser superior a otro o una raza superior a las demás
en un mundo en el que prevalecía la idea de la existencia de nobles
y plebeyos.
El
siglo XX se convirtió en el siglo de los movimientos colectivos
(sindicalismo, feminismo, acción política, movimientos de
liberación nacional, movimientos antibélicos, etc.), un siglo en el
que a través de las luchas sociales se logró la conquista de
derechos laborales, humanos y sociales que se consagraron en nuestras
constituciones en cada país.
En
los primeros veinte años del siglo XXI, vemos que la sociedad
moderna que combinaba una sociedad industrial con desarrollo
económico y tecnológico, intervenciones del Estado y progreso de la
justicia social, ya se encuentra en un estado de agotamiento
propiciado por el predominio de la dictadura del mercado en nuestras
vidas y por la globalización de la economía que queda fuera del
alcance de las instituciones políticas y sociales. Estamos viviendo
la tragedia del divorcio de la economía y la política, que implica
la pérdida de control de nuestras decisiones más trascendentales.
El
predominio del capital financiero en nuestras vidas nos impacta al
promover una desigualdad social ya que su finalidad principal es la
extracción de sus propias ganancias y las necesidades sociales
quedan sin apoyo gubernamental alguno porque lo social queda fuera de
los objetivos financieros y gubernamentales e inclusive están
ausentes del discurso de la vida cotidiana, ya que la palabra social
tiende a desaparecer del mismo y es el momento en el que la economía
se separa del conjunto de la sociedad y es cuando se presenta el
estallido de lo social.
El
Estado moderno está en una crisis sin aparente solución,
enfrentando problemas locales que tienen un origen global. Desde la
década de los noventas cuando surgió la globalización, los
gobernantes empezaron a gobernar a ciegas, sin rumbo fijo,
determinados por políticas económicas que ellos no definían, sino
que eran decididas por organismos financieros internacionales y las
grandes corporaciones.
Las instituciones
gubernamentales perdieron fuerza y recursos, el Estado abandonó su
papel de guardián del bienestar social de la población que se
encontraba dentro de su territorio y se convirtió en administrador
de los intereses de las grandes compañías transnacionales. Los
sistemas de salud pública fueron abandonados por el sistema de
gobierno, siguiendo las políticas de adelgazar al Estado para
privatizar sus servicio.
El abandono del Estado de la
filosofía del servicio público, se agudizó con el crecimiento de
la corrupción que es una parte estructural del neoliberalismo, las
instituciones estatales vieron reducidas sus finanzas y buena parte
de los recursos financieros se desviaron para enriquecer fortunas
personales.
En
los inicios del 2,020 el mundo continuaba en plena transformación
experimentando una serie de cambios sociales que iniciaron en la
década de los setentas, destacando los cambios tecnológicos,
políticos y económicos. La aplicación de la ciencia y la
tecnología a los procesos de producción permitió generar una
producción masiva cuyo ritmo de mantenimiento exigía un consumo
masivo.
En
los últimos años el mundo posmoderno se encontraba inmerso en una
severa crisis social provocada por el mantenimiento de una producción
masiva de productos y el fomento de un consumo masivo de los mismos.
El mantenimiento de este equilibrio entre producción masiva y consumo
masivo creaba a su vez una grave crisis económica, acompañada de
una crisis política, a la cual se sumaba una irreversible crisis
ecológica que amenaza la destrucción de nuestro planeta por una
explotación irracional de los recursos naturales que provoca
verdaderos ecocidios, mientras que el consumo excesivo genera mucha
basura y contaminación generando un cambio climático que afecta a
gran parte de los países del mundo entero.
El mundo se dirigía a una
inevitable autodestrucción por la explotación irracional de
recursos naturales por parte del sistema capitalista, analistas y
científicos de la ONU pronosticaron que el mundo colapsaría en el
2,050 si se seguía manteniendo ese equilibrio entre producción
masiva y consumo masivo.
El fin de la sociedad
moderna
Estamos presenciando el colapso
de la sociedad moderna cuyas instituciones garantizaban el bienestar
social de los ciudadanos ofreciendo servicios públicos gratuitos de
salud, educación, trabajo, etc. Aquella sociedad que existía
garantizando una jubilación a los 60 años con el 100% del sueldo de
los trabajadores, que defendía los intereses de los trabajadores,
institucionalizando una jornada laboral de ocho horas durante cinco
días a la semana, una estabilidad en el empleo y un salario mínimo
acorde a las necesidades de las familias para poder vivir con decoro
a través del trabajo.
Pero
en este momento las instituciones gubernamentales han perdido
contenido y sentido, se han ido debilitando gradualmente de tal forma
que el Estado moderno se debilita cada vez más ante las fuerzas del
mercado y con esto se avizora la manifestación del fin de una época
de la historia moderna, el fin de la modernidad.
Anteriormente
el Estado mantenía regulaciones ante el capital, ponía políticas
que protegían en cierta medida a los ciudadanos de la voracidad de
las transnacionales, pero hoy en día el capital circula libremente
por el mundo entero, gracias a la globalización. Pero todo eso
quedó atrás, poco a poco ha ido desapareciendo la función del
Estado como garante del bienestar social, en varios países se han
hecho reformas a sus constituciones para eliminar la estabilidad en
el empleo, reducir sus prestaciones, eliminar los servicios de salud
pública y educación gratuita, todo esto provocado por lo que se ha
llamado el neoliberalismo
El
Estado moderno ha ido perdiendo soberanía ante la presión de
fuerzas exteriores que lo obligan a imponer políticas económicas
que afectan directamente el bienestar de sus ciudadanos y favorecen
al mercado. Estamos siendo testigos de un cambio en la historia que
consiste en una creciente decadencia del Estado Nación que antes
representaba el sueño de una nación fundada en un sistema de
gobierno.
Aquello
que garantizaba la unidad de una nación era la fuerza del Estado
para asegurar la seguridad y el bienestar social, así como su
capacidad para resolver aquellos conflictos que se fueran presentando. Pero hoy en día, la Globalización despojó al Estado
de los poderes que tenía en el pasado, provocó que los beneficios
que el Estado brindaba a sus ciudadanos se redujeran, fueran
desapareciendo y aumentando la privatización de aquello que antes
eran servicios públicos.
En
estos momentos el sistema social creado por la sociedad moderna, es
decir, el predominio de los Estados-nación, se encuentra agotado sin
posibilidad de influir en la dinámica social por la presión del
poder corporativo que vigila sus intereses, por lo que se puede decir
que nos encontramos en el inicio de una nueva era en el desarrollo de
la humanidad, una nueva era en la que el capitalismo industrial ha
sido reemplazado por un capitalismo global, este nuevo capitalismo da
nueva forma a todos los ámbitos de nuestra convivencia social al
propiciar nuevas formas de comunicación, nuevas formas de consumir y
pagar, al modificar el ejercicio de nuestra sexualidad al elaborar
productos sexuales y la difusión del sexo virtual, etc., e inclusive
al modificar la manera de producir bienes y servicios.
Asistimos
al fin de la era de las sociedades basadas en el predominio del
Estado sobre la economía y la política. El capitalismo global
genera un divorcio entre la política y la economía, dejando a los
políticos inermes ante una sociedad cambiante que está determinada
por una emergente dictadura del Mercado.
Por
todo lo anterior podemos decir que vivimos tiempos de mutación
social y nos encontramos en un período de interregno,
un término acuñado por Antonio Gramsci en su texto Escritos desde
la Cárcel,con el cual describía un estado social en el que el viejo
régimen ha dejado de funcionar y está desapareciendo, sus
instituciones ya no funcionan y el problema se agrava porque el nuevo
régimen, el nuevo mundo no termina de construirse, todavía no
aparece y a diferencia del cambio de Monarquía a un gobierno de
ciudadanos libres cuando tenían una idea clara del nuevo mundo,
nosotros no sabemos todavía qué tipo de sociedad surgirá en el
futuro, por lo que nos encontramos indefensos y en un lugar parecido
al limbo social.
En
el mundo que agoniza, los Estados-nación concentraban los recursos
en manos de un poder central que era tan poderoso que dio impulso a
la economía moderna que incluía el comercio internacional y la
presencia de bancos que financiaban proyectos de desarrollo económico
y el desarrollo de la industria.
Pero
los cambios geopolíticos y económicos posteriores a la caída del
muro de Berlín permitieron el desarrollo de la economía de libre
mercado en la mayoría de los países del mundo y el surgimiento de
la globalización permitió el surgimiento de la dictadura del
mercado y con ello el divorcio entre la economía y la política que
debilitó a los Estados-nación de tal forma que fueron presa fácil
de un naciente poder corporativo que exigió la implementación de
políticas de corte neoliberal que contribuyeron a debilitar aún más
al estado al desaparecer instituciones gubernamentales, privatizar
servicios que antes eran públicos y con ello se produjo un
empobrecimiento de las poblaciones que perdieron derechos laborales y
prestaciones sociales al ser reformadas las constituciones de varios
países.
El
mundo moderno tal y como lo conocíamos se dirigía a su inminente
desaparición en la segunda década del nuevo milenio, así nos lo
advertían grandes pensadores sociales cuando hablaban de El fin de
las sociedades (Alan Touraine, 2,016), o cuando nos decían que
vivíamos en La Sociedad sitiada (Zygmunt Bauman, ,013).
En
nuestro siglo XXI el mundo moderno que inició con la destrucción de
la monarquía y la instauración de la república con Estados
soberanos e independientes bajo el lema de Igualdad, igualdad y
fraternidad, que fue el marco en el cual se desarrolló el
capitalismo con un Estado, ha perdido la igualdad social como una de
sus premisas principales.
Aquel
gigante descrito magistralmente por Thomas Hobbes en su libro El
Leviatán, que tomaba fuerza de la unión de la ciudadanía cuyos
cuerpos se mezclaban en uno solo, empieza a desmoronarse con el
surgimiento de otro gigante que lo está desplazando y debilitando:
El
Mercado
que adquirió gran poder con la globalización, el debilitamiento de
los estados y la imposición de un modelo neoliberal en la mayor parte
del mundo.
El
mundo tal y como lo conocemos agoniza, la figura del Estado Nación
ha perdido fuerza y abandonado su misión principal de proteger el
bienestar social de la población, y todavía no sabemos cual será
el mundo que lo sustituya.
El empoderamiento de las
comunidades
En el transcurso de la segunda
década del sixlo XXI, en el mundo entero existía un totalitarismo
de la vida cotidiana vigente en varios países, la democracia se
perfilaba como una más de las utopías que tendían a desaparecer
con el sistema neoliberal y se predecía que seguiría el mismo
camino que la igualdad social, la justicia y la libertad, es decir,
dejaría de existir. La desigualdad social creció a principios de
este nuevo milenio a niveles nunca antes vistos perjudicando a
millones de personas en el mundo entero y beneficiando a sólo unos
cuantos.
Esta desigualdad social es el
resultado de la implementación de las políticas neoliberales que
han contribuido a aumentar la desigualdad en la distribución social
de la riqueza socialmente producida y con ello están contribuyendo a
desterrar la idea de igualdad social en nuestra vida cotidiana a
pesar de que fue una de las banderas de lucha que dieron origen al
Estado moderno. La ideología promovida por el neoliberalismo
consiste en señalar el hecho de que no todos somos iguales, porque
el concepto de mercado desde una perspectiva mercadológica
nos dice que “el mercado es el conjunto de personas que comparten
deseos, expectativas y necesidades que desean satisfacer y que
cuentan con los recursos económicos para demandar el producto o
servicio que las satisfará”.
Desde esta perspectiva no todos
somos parte del mercado porque la pobreza y el desempleo han crecido
y millones de personas podrán compartir necesidades, deseos y
expectativas, pero si no cuentan con recursos económicos no podrán
adquirir los productos que satisfarán esas necesidades. Los seres
humanos pierden la igualdad social en el neoliberalismo ya que
promueve una ideología individualista y competitiva, a mismo tiempo
que tiene como prioridad la maximización de las ganancias sin
importar las necesidades sociales y con ello ayuda a la concentración
de la riqueza en unas cuantas manos, mientras que millones de
personas son empujadas a vivir en condiciones de miseria.
El desmantelamiento del Estado,
la desaparición de las instituciones públicas por la implementación
de políticas neoliberales que buscaban privatizar todo tipo de
servicios y el incremento de la desigualdad social con un aumento
considerable de la población viviendo en condiciones de pobreza,
provocó una oleada de revueltas en varios países que dejaban ver
que a nivel internacional se levantaba un gran descontento social a
través de la rebelión de las masas empobrecidas que se oponían a
la violación de sus derechos y a un mayor empobrecimiento en sus
condiciones de vida.
Primero
fue el pueblo mexicano quien en en el año 2,018, logró un cambio
electoral sin precedentes al lograr derrotar a las fuerzas del Pri y
del Pan, pilares del prianismo que mantuvieron durante décadas una
dictadura perfecta, entregando los recursos de la nación al capital
privado nacional y extranjero, manteniendo bajo control policiaco a
la población mientras los políticos se enriquecían con sus
prácticas de corrupción. El hartazgo logrado por una serie de
injusticias, innumerables fraudes y un sinnúmero de actos de
corrupción motivó a más de 30 millones de mexicanos a dar su voto
electoral a un nuevo partido encabezado por Andrés Manuel López
Obrador, quien contendía por tercera ocasión por la sucesión
presidencial.
El
triunfo electoral de López Obrador y del partido Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena) que participaba por primera vez en
una contienda presidencial, repercutió en el ámbito internacional
al demostrar en los hechos que la democracia se construye a partir de
la acción organizada de millones de personas. Este triunfo de la
democracia electoral fue un respiro, una verdadera bocanada de aire
fresco en el ámbito internacional dominado por un totalitarismo que
permeaba en la vida cotidiana de varios países.
Después
de México fuimos testigos del levantamiento popular en Ecuador donde
una mayoría de población indígena se opuso a un paquete de medidas
antipopulares, logrando dar marcha atrás a su implementación y
sentando en la mesa del diálogo a representantes del gobierno con
líderes populares e indígenas.
Le
siguió el ejemplo el pueblo chileno, cuna del neoliberalismo y con
la terrible experiencia de haber tenido un sangriento golpe de
Estado, misma que no le impidió al pueblo chileno manifestarse en
las calles.
El
golpe de Estado en Bolivia orquestado por el poder corporativo a
través de la OEA, recibió el rechazo del pueblo boliviano y de la
opinión pública internacional, pero no fue suficiente para impedir
que la bota militar oprimiera estas manifestaciones de protesta y
consolidar una dictadura militar de corte religioso y racista en
contra del pueblo indígena boliviano.
Vientos de cambio soplaban en
el ambiente internacional cuando de repente, el mundo cambió
drásticamente con el surgimiento de la pandemia del corona virus que
obligó a paralizar el sistema capitalista en prácticamente todo el
mundo.
A
manera de conclusión
Cuando
impartía los seminarios y cursos a estudiantes de Psicología de la
Universidad de Sonora, acostumbraba iniciar cada semestre lectivo
describiéndoles las características de la sociedad contemporánea.
Empezaba diciéndoles que nos encontrábamos en un momento de la
historia en la que la característica principal de nuestra sociedad
es que nos encontrábamos bajo una cauda de cambios sociales ya que
todos los días enfrentábamos cambios económicos, políticos,
tecnológicos, culturales, etc., que no podíamos enfrentar las
nuevas situaciones con las mismas respuestas que habíamos dado en el
pasado porque éstas ya no funcionaban en el nuevo escenario social.
La
dinámica de cambios sociales que estábamos viviendo era tal que nos
encontrábamos en una situación en la que lo único que no cambiaba
era la premisa de que todo estaba cambiando. Los cambios que
estábamos viviendo generaban un ambiente social de incertidumbre
que nos impedía saber lo que pasará al día siguiente por lo que les decía que la
clave del éxito en estos tiempos de cambios que generaban gran
incertidumbre social se encontraba en nuestra capacidad de
desarrollar nuevos comportamientos que nos permitieran adaptarnos y enfrentar con nuevos comportamientos los
nuevos retos que surgían con estos cambios sociales.
Estos
nuevos comportamientos debían ser el desarrollo de nuestras
habilidades sociales para lograr un adecuado autoconocimiento, el
conocimiento científico de nuestra realidad social y el aprendizaje
de una gran bagaje teórico que nos permitiera diseñar adecuadas
estrategias de intervención psicológica en los individuos, grupos,
organizaciones y comunidades que conforman nuestra sociedad.
De
manera un tanto ingenua definía a la globalización como la
apertura de las fronteras y eliminación de aranceles para permitir
el libre paso de las mercancías en nuestros países, con lo cual las
grandes empresas transnacionales venían a nuestros países a
competir con las organizaciones mexicanas en una competencia desleal
y desigual, ya que las transnacionales venían con mayor tecnología,
personal más capacitado y con mayores recursos financieros que les
permitían sostener una guerra de precios con las empresas
latinoamericanas que por lo regular, la mayoría de las empresas en
nuestro país eran micro, pequeñas o medianas empresas que no
contaban con capital suficiente, personal capacitado o recursos
tecnológicos los cual estaba provocando la desaparición de miles de
empresas en nuestros países.
Al
mismo tiempo en diversos países se observaba un crecimiento
inusitado de la desigualdad social ya que aumentaba el número de
personas que eran empujados a vivir en condiciones de pobreza y
miseria. Todo este cuadro social representaba una demanda social de
ayuda psicológica planteada de manera implícita y explícita por
millones de personas que veían como bajaba el nivel de calidad de
sus vidas.
Con
el paso de los años mi discurso formativo fue cambiando de tal forma
que de la exhortación a desarrollar nuevos comportamientos para
enfrentar los cambios sociales, pasé a explicitar la necesidad de
formarnos como verdaderos agentes de cambio social y cambiar la historia asumiendo nuestra identidad como sujetos históricos para responder a la demanda social de ayuda expresada
en forma explícita e implícita por millones de personas que vivían
en condiciones de pobreza, miseria y marginación, de construir una sociedad donde realmente existiera la igualdad, la justicia y la democracia social.
De
manera frecuente les insistía en la toma de consciencia de que
vivíamos en un mundo en el que los contrastes de poder y riqueza
aumentaban constantemente y que su presencia en las aulas
universitarias debían considerarlo como un privilegio porque
millones de jóvenes mexicanos no pudieron ingresar a las
universidades y que tenían frente a ellos un gran compromiso social
con nuestras comunidades por haberse formado profesionalmente en una
Universidad pública ya que el pueblo pagaba su educación.
El
día de hoy me encuentro con dos cambios de gran relevancia que
cambian mi apreciación de la situación en la que nos encontramos.
En
primer lugar, la presencia de la pandemia del covid-19 que vino a
cambiar el escenario social al paralizar el funcionamiento del
sistema capitalista mediante un apagón total que ayudó a evidenciar
la enorme desigualdad social en la que nos encontramos, una
desigualdad que era invisible para la mayoría, ya que actuaba de tal
forma que con su indiferencia ante el sufrimiento ajeno contribuía
a invisibilizar la pobreza y el sufrimiento ajeno, pero que hoy es
evidente al ver que tan sólo unos cuantos tenemos oportunidad de
guardar cuarentena porque una gran mayoría tiene que salir de casa
para obtener los alimentos diarios.
Al
mismo tiempo esta pandemia nos exhibe las condiciones de explotación
en la que trabajan millones de trabajadores en ambientes de
explotación laboral que se caracterizan por el pago de bajos
salarios, largas jornadas, ausencia de prestaciones sociales e
inestabilidad laboral.
En
segundo lugar, debo decir que mi labor como docente concluyó
hace año y medio debido a que me otorgaron la jubilación como
Maestro de tiempo Completo en la Universidad de Sonora, por lo que ya
no tengo contacto con mis alumnos y los objetivos que persigo con mi
labor de escritor ya no son de índole académico, sino que se han
transformado en objetivos políticos en el sentido de que llamo
abiertamente a incrementar la participación social para lograr una
verdadera transformación social de la realidad en la que vivimos.
Creo
que los educadores, académicos, científicos e intelectuales debemos
manifestar nuestro compromiso social de una manera más abierta
porque los tiempos exigen una definición política en momentos en
los que se presiona para volver a una normalidad social que desde una
perspectiva científica sabemos que aquella normalidad que existía
antes del covid-19 no regresará jamás.
El
sistema capitalista se encuentra dentro de una crisis de carácter
irreversible debido a que se basa en la lógica de producción masiva
y consumo masivo. Esta dinámica era la que nos estaba llevando a la
destrucción de nuestros recursos naturales reservas ecológicas y
ecosistemas, así como a la explotación irracional de la clase
trabajadora. La nueva realidad social que surja después del covid-19
debe ser una realidad distinta a aquella que nos estaba llevando a la
autodestrucción de nuestro planeta y de nuestras vidas como seres
humanos.
La
vida de los seres humanos es mucho más importante que las ganancias
que puedan recibir los propietarios de los medios de producción.
Salvar la economía debe ser un elemento secundario debajo de la
prioridad número uno que debe ser el cuidar de la salud pública y
evitar más muertes por covid-19.
El
cambio social no debe limitarse a un cambio electoral ni continuar
con el sistema de democracia representativa, debemos educar a la
población para que contemple la necesidad de participar en política
y la manera de hacerlo es evidenciar el vínculo existente entre lo
público y lo privado. Debemos vincular la idea del cambio social con
la noción del cambio individual, para cambiar el sistema social se
requiere de una revolución de nuestras consciencias que nos permita
ver la necesidad de cambios individuales y cambios estructurales.
Debemos
clarificar el vínculo existente entre las luchas de las feministas,
grupos de liberación homosexual y lesbianas, grupos ecologistas, grupos indígenas, grupos políticos, etc., con las luchas de los trabajadores
organizados en sindicatos. La lucha política no necesariamente debe
llamarse política, es suficiente con luchar por derechos humanos,
derechos sexuales o derechos ciudadanos o derechos laborales. Todas
estas luchas tienen en común el enfrentamiento que tendrán tarde o
temprano con políticas neoliberales que intentan lograr una
maximización de sus ganancias.
Por
todo lo anterior se requiere de un alto grado de participación de la
comunidad científica y miembros de nuestras comunidades para
discutir acerca del nuevo sistema social que regirá una vez que
salgamos del confinamiento voluntario, debemos tener presente que la
pandemia y las medidas de control sanitario pueden servir de pretexto
para la implementación de medidas de control social que no obedezcan
criterios médicos sino más bien objetivos políticos, por lo que
debemos educar a la población acerca de la necesidad de incrementar
su participación social en la discusión de problemas colectivos
para generar acciones colectivas que contribuyan a su solución.
Por
ese motivo debemos formarnos como agentes de cambio social cada uno
de nosotros, tanto académicos como intelectuales, artistas y
ciudadanos en general para contribuir con nuestra participación
individual en movimientos colectivos al diseño de la nueva realidad
social, de tal forma que podamos recuperar todos los derechos que
perdimos por la voracidad del poder corporativo y lograr un cambio
social hacia una sociedad donde exista realmente una igualdad social,
una justicia social y sobre todo una democracia participativa en la
que todos los integrantes de nuestra sociedad percibamos la
importancia de la participación en política y dejemos de darle el
paso libre a los llamados políticos para que retomemos el control de
nuestros gobiernos y podamos construir un verdadero poder popular que
se oponga al poder corporativo.
El
pueblo mexicano ya dio un gran paso en la construcción de la
democracia electoral, ahora debemos seguir adelante con nuestra
participación social para construir una verdadera democracia social en la que la relación entre Estado y ciudadanía se consolide en base a una simetría del poder en la que ambas partes se vean de igual a igual, esto sólo lo lograremos al empoderarnos a través de la democracia participativa.
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