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lunes, 8 de junio de 2020


¿Adiós Susana distancia? El aprendizaje social en tiempos de pandemia.
Oscar Yescas Domínguez
08 de junio del 2,020
El comportamiento social en tiempos de crisis
¿Salvar la economía o proteger vidas?
Consideraciones sobre el aprendizaje social
¿Qué hemos aprendido de la pandemia?
Conclusiones

El comportamiento social en tiempos de crisis
El ser humano evolucionó al desarrollar su capacidad de racionalizar, es decir, cuando aprendió a pensar y dio un gran salto en la evolución humana cuando inventó el lenguaje para comunicarnos en forma oral y escrita, dejando a un lado las señas, golpes de pecho, brincos y gritos.
Somos la especie que no está condenada a aprender solamente a través de la experiencia, ya que podemos observar las experiencias de los demás y aprender de ellas, pero además podemos comunicarnos entre nosotros y esta capacidad de comunicación aumenta nuestra capacidad de aprender por otras vías y no sólo por la experiencia directa.
Pero parece que en este momento histórico estamos viviendo un gran retroceso en el aprendizaje social y en nuestra capacidad para comunicarnos porque desde el principio de la crisis sanitaria del covid-19 se nos informó de la gravedad de la misma y que ante la falta de vacuna la única forma de reducir los costos en vidas humanas sería a través de un aislamiento temporal, que reduciendo la movilidad social podríamos aplanar la curva que en otros países se encontraba en niveles muy altos porque no hubo contención social, a excepción de China y Corea del sur.
En México tenemos la ventaja de contar dentro de las autoridades de salud con expertos en epidemiología que utilizando metodología y conocimientos científicos nos han estado informando diariamente sobre la evolución de la cifra de contagios y fallecidos, insistiendo una y otra vez que el aislamiento era la mejor alternativa para aplanar la curva. En ese contexto surgió la figura mítica de Susana distancia representada por una figura femenina vestida como superhéroe, que simbolizaba el programa oficial impulsado por las autoridades de salud llamado “Quédate en casa”.
Pero un gran sector de la sociedad ignoró este llamado y continuó circulando en las calles, de manera anticipada estoy consciente de la desigualdad social desde hace muchos años y he intentado combatirla por todos los medios y sé que por esa razón muchas personas se vieron obligadas a salir de casa y no pudieron quedarse en su interior. Pero también observé que muchas personas sin estar con condiciones de extrema marginación, sin vivir en condiciones de pobreza, salieron de sus casas simplemente porque así lo decidieron, sin importarles arriesgar sus vidas, ni exponer la salud de sus familiares.
Hubo reportes a las autoridades y en redes sociales sobre la realización de fiestas en plena pandemia, gente interactuando sin tomar medidas preventivas (usar cubrebocas, guardar distancia, usar guantes, gel antibacterial,eetc.), con lo cual reflejaban no sólo imprudencia, irresponsabilidad social e ignorancia de que estaban arriesgando sus vidas y las de los demas al no respetar las normas sanitarias.
Algunos fueron más allá al dejarse llevar por creencias de índole irracional y conspiracionistas como el pensar que el covid-19 no existe, que es un mito inventado por el gobierno para controlarnos, etc.
La derecha en México, aquellos beneficiados por la corrupción que hoy está desapareciendo, quienes perdieron la gallina de los huevos de oro al triunfar Morena y AMLO en las pasadas elecciones, intentan aprovechar la crisis sanitaria para desestabilizar el nuevo régimen y reducir la credibilidad en el mismo, generando un clima de temor y pánico sobre una crisis sanitaria, para la cual “el gobierno mexicano no estaba capacitado”.
Muchos de aquellas personas que dicen que “no les interesa la política”, que prefieren no saber nada de política porque “todos los políticos son iguales”, fueron presa de su analfabetismo político al caer en la manipulación de fuerzas oscuras que alentaban a salir de nuestras casas pregonando la inexistencia del coronavirus. Lamentablemente, como era de esperarse, varios de ellos ya forman parte de las estadísticas de fallecidos y contagiados, una lista cuya velocidad de aumento se incrementó en el mes de mayo pasado y que continúa ascendiendo sin aparente control.
Otras personas, han reaccionado de manera diferente, abrumadas por las perturbadoras noticias han optado por abstenerse de “escuchar o leer noticias esperando que pase lo peor” argumentando motivos de salud mental para no aumentar el estrés. Ignorar el problema no hace que éste desaparezca. La actitud correcta es mantenerse en calma, tomar las medidas preventivas dichas hasta el cansancio por las autoridades de salud (Cubrebocas, lavarse manos, no salir de casas, etc.) y estar informado de la evolución de los acontecimientos sin caer en la obsesión o desesperación.
Si las cifras sobre contagiados y fallecidos por el covid-19 proyectadas por las autoridades de salud en México fueron superadas por la realidad que muestran un mayor número de afectados, no es responsabilidad de los científicos que están investidos como autoridades de salud, es resultado de la irresponsabilidad social de una parte de nuestra comunidad, que no hizo caso al llamado de quedarse en casa y se expuso y arriesgó la salud propia y de familiares y amigos cercanos con comportamientos imprudentes e impertinentes en tiempos de crisis, ignorando el llamado al aislamiento social.
Ante el anuncio de la prolongación de la cuarentena del covid-19 varias personas se quejaron de las autoridades sanitarias diciendo: "primero nos dijeron que se levantaría la cuarentena en mayo, después dijeron que en junio y ahora nos dicen que probablemente será hasta agosto el estado de alerta, ¿hasta cuando van a seguir engañandonos?”
Lo que no quieren ver es que el mapa de la república mexicana está cubierto de rojo totalmente indicando un estado de alerta que indica que vivimos los días de máxima peligrosidad en la probabilidad de contagio, mientras que varios hospitales de Sinaloa y Sonora reportan que su capacidad de cupo ya está siendo saturada por pacientes del covid y están desplazando la atención a otro tipo de pacientes.
Aparentemente para mucha gente ya terminó su misión Susana distancia, creen que salir a la calle es seguro porque "una buena parte de la gente" regresó a su vida "normal" y salen a las calles sin cubrebocas, sin respetar distancia y sin considerar que su vida y su salud dependen de la vida y salud de las demás personas.
Con estas acciones demostraron que no aprendieron de la experiencia de otros países, no comprendieron el mensaje de las autoridades, su nivel de percepción social puso una barrera selectiva en la comunicación y menospreciaron las advertencias de las autoridades, que diariamente intentaron educar a la población sobre la necesidad de desarrollar nuevos comportamientos en estos tiempos de crisis sanitaria.

¿Salvar la economía o proteger vidas?
El anuncio de las autoridades de salud del reinicio de labores en determinados ramos como la industria automotriz, minería y construcción en los días en los que estamos en mayor peligro de contagio, sólo viene a complicar más la situación al oficializar permisos para abrir centro de trabajo y lugares donde se permita una mayor interacción social.
En un momento crítico de la pandemia se toma esta medida que sólo puede ser explicada por la presión ejercida por las grandes corporaciones y propietarios de esos medios de producción.
Quienes abogan por “salvar la economía son los mismos que piensan que el lucro y la riqueza son más importantes que la vida de otras personas. Se argumenta que al regresar a sus labores, los trabajadores podrán tener ingresos para poder vivir, pero el regreso al trabajo en plena pandemia lo único que les garantiza es la posibilidad de precipitar su propia muerte y aumentar el número de contagiados por covid-19, porque estamos en los días previos para llegar al pico de la curva. Una curva que no logró “aplanarse” como se pretendía porque la desigualdad social lo impidió, pero también porque la ciudadanía no cooperó en su totalidad.
Quienes salen a trabajar, lo hacen obligados porque los directivos de su lugar de trabajo amenazan con despidos, las autoridades los dejan a su suerte al no ser más firmes en la defensa de las vidas de los trabajadores en período de crisis de salud. Los trabajadores son víctimas de un capitalismo necrófilo al que no le importa condenar a la muerte a sus trabajadores con tal de privilegiar sus beneficios económicos
Nos encontramos ante un capitalismo pandémico que al exigir la apertura de industria y comercios pone en peligro la vida de una gran cantidad de personas. Las autoridades de salud están fallando al permitir el reinicio de labores en un momento crítico de la pandemia, porque la única certeza que puede tenerse en estos momentos es que aumentará el número de contagiados y fallecidos al aumentar el contacto social en momentos de crisis sanitaria.
Consideraciones sobre el aprendizaje social
Cuando se habla de aprendizaje la mayoría de las personas tienden a pensar que sólo se aprende en las escuelas, con los maestros y leyendo libros. Quien diga “quiero aprender” recibe por lo regular una misma respuesta: “ve a la escuela donde se enseña, busca a un maestro que te enseñe y ponte a estudiar en los libros.
Esta es una verdad parcial, efectivamente se aprende en las escuelas, con maestros y leyendo libros, sólo que debemos precisar que estamo hablando del aprendizaje formal, aquello que se aprende dentro de una institución enseña, evalúa y certifica el aprendizaje obtenido otorgando un papel que brinda un status social.
Pero existe otro tipo de aprendizaje que no sucede en las escuelas, es el llamado aprendizaje informal y se refiere a todo lo que aprendemos desde que nacemos y seguimos aprendiendo hasta el minuto antes de nuestro fallecimiento.
Es lo que en Psicología se conoce como proceso de socialización y que consiste en la influencia que recibimos de todas las instancias socializantes que participan en la construcción de nuestra personalidad psicosocial, que podemos definir como “la forma de pensar, sentir y actuar de una persona que la hace única y diferente y que es el resultado de la interinfluencia e interdependencia que hemos mantenido con las figuras significativas de los diferentes grupos a los que pertenecemos o hemos pertenecido a lo largo de nuestras vidas”.
En este proceso de interinfluencia aprendemos de cualquier persona, en cualquier lugar y en cualquier momento. Aprendemos de nuestros padres, hermanos, tíos, vecinos, maestros, compañeros de trabajo, amigos, etc. Aprendemos desde que nacemos y damos nuestra primera respuesta social que es la sonrisa infantil, aprendemos en nuestra pubertad, seguimos aprendiendo en nuestra juventud, continuamos aprendiendo en nuestra madurez y en nuestra vejez.
La vida es un constante aprendizaje, el aprendizaje informal es lo que se conoce popularmente como la escuela de la vida. Pasemos entonces a definir qué entendemos por aprendizaje, en Psicología, la definición más común de aprendizaje es aquella que dice: El aprendizaje es el cambio más o menos permanente en el comportamiento de las personas, después de vivenciar una experiencia de aprendizaje”. Toda experiencia nos deja un aprendizaje.
El aprendizaje puede ser teórico o puede ser práctico, el aprendizaje ideal es el que combina la teoría partiendo de la premisa de que la teoría surge de la práctica y la práctica retroalimenta la teoría. Kurt Lewin decía con frecuencia: “No hay nada más práctico que una buena teoría”. La teoría ilumina el camino del aprendizaje, pero la práctica pone aprueba la validez de la teoría.
¿Qué hemos aprendido de la pandemia?
Partiendo de la premisa de que toda experiencia vivencial es una experiencia de aprendizaje, debemos retomar estos meses de cuarentena como un período de aprendizaje del cual debemos extraer algunas lecciones.
En primer lugar debemos tener en cuenta que vivimos tiempos de cambios sociales que presentan nuevos retos ante los cuales las respuestas que en el pasado funcionaron hoy ya no nos sirven, por lo que necesitamos desarrollar nuevos comportamientos para enfrentar con nuevas respuestas estos retos modernos.
La forma como vivíamos antes del covid, no regresará nunca más, porque necesitaremos desarrollar nuevos comportamientos que reflejen un mayor cuidado en nuestra salud (adoptando medidas preventivas como el uso de cubrebocas, lavado frecuente de manos, uso de gel antibacterial, desinfectar constantemente los objetos que utilizamos como el teléfono, llaves y otros).
Una mejor atención en la calidad de nuestra alimentación (eliminando la comida chatarra, consumo de refrescos, consumir más frutas y verduras, etc.).

Una mayor responsabilidad social en nuestros comportamientos individuales al tener presente que nuestras vidas están sujetas a las vidas de los demás, debemos evitar seguir tomando decisiones sin considerar el impacto que las mismas tengan sobre las personas que nos rodean o encontramos a nuestro paso.
La responsabilidad social implica tener presente que respiramos el mismo aire, compartimos la misma superficie y no podemos seguir actuando como si nuestras vidas estuvieran separadas totalmente. Somos seres sociales que estamos en constante interacción social con otras personas de manera directa o indirecta al consumir comida, adquirir prendas de vestir, o simplemente al pasear por las calles.
Vivimos en una interdependencia que nos impide decir “ésta es mi vida y a nadie le importa”. La identidad individual siempre tiene un trasfondo social, como dice el Psicólogo español Amalio Blanco en su libro Psicología de grupos “para conocer el interior de un individuo, debemos estudiar el ambiente exterior que lo rodea”.
Nuestro bienestar está asociado al bienestar de los demás, la vida que vivimos nunca es exclusivamente nuestra, siempre hay un “nosotros” detrás del “Yo”, porque todos tenemos una personalidad psicosocial. La vida humana, al ser vida social, siempre es una vida compartida, porque estamos vinculados con otros seres humanos, inclusive con otras formas de vida, si retomamos el concepto de ecosistema de los ambientalistas.
Finalmente, debemos aprender que somos parte de una comunidad social y que nuestros comportamientos individuales, tienen un impacto social. No tenemos que enfermar del covid-19 para decir, “pues sí, es verdad que el covid-19” existe. Aprendamos de esta experiencia de crisis sanitaria desarrollando una actitud de responsabilidad social construyendo nuestra identidad social como miembros pertenecientes a una comunidad donde existe convivencia social.

Conclusiones
Las restricciones que impone la pandemia buscan proteger nuestras vidas y las vidas de los demás y son restricciones temporales. Debemos evitar seguir viendo la libertad individual como un valor que está encima de todos los demás valores. Estamos acostumbrados a tomar decisiones sin considerar a las demás personas y llamamos a eso "libertad". Una falsa libertad exenta de toda ética porque refleja un individualismo exacerbado, una ignorancia sobre la situación real de la pandemia y sobre todo una conducta socialmente irresponsable.
Aprender de la pandemia significa que debemos tener una mirada diferente sobre nosotros, al percibirnos como seres sociales que formamos parte de una comunidad, sobre los demás al ver la interinfluencia e interdependencia que tenemos y que nuestras vidas están sujetas a otras vidas. Lo que yo haga afecta a los demás, lo que otros hacen me afecta a mí porque compartimos el mismo aire, el mismo espacio, la misma superficie.
El principal aprendizaje es que no podemos ver nuestras vidas como algo separado de las vidas de los demás. Cuando hayamos comprendido que no estamos solos, que estamos en interinfluencia e interdependencia podremos cambiar nuestros comportamientos individualistas, por otros que reflejen valores de solidaridad, sensibilidad social, generosidad, autenticidad, pero sobre todo un mayor compromiso social sobre nuestra realidad social.
Cuando hayamos asimilado nuestra condición de seres sociales que pertenecemos a una comunidad en la que existen normas de convivencia social, habremos recuperado el legado de Susana distancia, su misión no ha terminado porque cuidar de la salud pública es responsabilidad colectiva.
Susana distancia no ha muerto porque existe en cada uno de nosotros, en cada uno de aquellos que hemos aprendido de esta pandemia que no estamos solos, sino que estamos juntos en esta cuarentena y que de todos depende que la curva se aplane.
Desaparece la figura mítica de Susana distancia, nos arroja su capa y es nuestra responsabilidad de cuidar de la salud pública.  En su lugar aparece una actitud colectiva de responsabilidad colectiva, de amor por la vida, de cuidado de nuestra salud y la de los demás y sobre todo cuidado del medio ambiente también. Es entonces cuando hacemos válido aquella premisa de que algo bueno puede surgir de algo malo y lo bueno de esta crisis es que aprendamos a desarrollar nuevos comportamientos con responsabilidad social.
La crisis no ha terminado, sigue existiendo la necesidad de mantenernos dentro de nuestras casas y de seguir tomando precauciones, depende de nuestro comportamiento cuanto dure esta crisis y su cuarentena.


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