En
defensa de la sociedad
Oscar
Yescas Domínguez
21de
febrero de 2,021
En defensa de la sociedad
Introducción
¿Qué
es la sociedad?
Sociopatologia
de la sociedad contemporánea
En
defensa de la sociedad
La
lucha internacional por la construcción de un mundo nuevo
Conclusiones
Introducción
En
verdad lamento iniciar este artículo con una frase que ya he escrito
en otras ocasiones en algunos de mis artículos previos y que muy
probablemente quien lea estas líneas habrá escuchado o leído en
otras fuentes: “vivimos
tiempos difíciles”,
pero en verdad me fue imposible empezar estas reflexiones personales
de otra manera, porque mientras más lo pienso, veo que cada vez es
más difícil vivir en nuestra sociedad contemporánea, debido a que
continuamos inmersos en una crisis social sin precedentes, que se
agudizó con la pandemia del covid y con ella aumentó el grado de
dificultad para vivir en nuestra sociedad. Es difícil aceptar que en
el el segundo mes del 2,021, han fallecido por covid en el mundo
entero 2,461,436 personas y más de 111,114,777 están padeciendo
este mal en varios países y si esto no es suficiente, vemos el
surgimiento de mutaciones del covid que originaron nuevas cepas más
peligrosas de este virus, por lo que no es exagerar el decir que la
consigna del día en todo el mundo se resume en una sola palabra:
sobrevivir.
Estos
dramáticos momentos que estamos viviendo en materia de salud,
economía y política, generan un estado de confusión, ansiedad y
angustia colectiva y nos impiden predecir lo que pasará en el futuro
a corto plazo. En
estos momentos históricos que estamos viviendo a nivel global
caracterizados por una prolongada incertidumbre social, se resiente
con mayor peso la ausencia de los grandes pensadores contemporáneos que dejaron de existir en años recientes, porque hoy más que nunca
se necesitan voces que contribuyan con su opiniones fundamentadas
teóricamente a iluminar los oscuros momentos que estamos viviendo.
Se
necesitan nuevas voces que usen la crítica
social para ayudar a
comprender lo que está sucediendo y podamos encontrar formas de
superar el conformismo generalizado que todavía se observa en una
gran mayoría de la población que vive sus vidas cotidianas sin
tener siquiera una idea de qué es lo que está sucediendo, porque en
forma contradictoria observamos que en la era
de la información,
predomina la ignorancia
social, debido a que
en la fuente principal de información contemporánea que son las
redes sociales, circula información falsa que sólo contribuye a
generar una mayor confusión social y predomina una fuerte tendencia
hedonista en el comportamiento social.
Por
esos motivos, es necesario que los académicos, investigadores y
científicos sociales cumplamos con el compromiso social que la
historia nos ha conferido de aportar algo de luz a la oscuridad que
nos rodea y la manera de hacerlo es voltear a mirar con ojos críticos
la realidad social que estamos viviendo, reconocer la existencia de
la crisis multidimensional en que nos encontramos que no podrá ser
resuelta por una sola disciplina social, por lo que será necesario
compartir públicamente nuestros puntos de vista acerca de cómo la
percibimos, expresar nuestra opinión como simples ciudadanos y
contribuir a la creación de una visión integral del estado actual
de nuestra sociedad para estar en condiciones de generar los
cambios sociales que sean necesarios y lograr en forma colectiva,
unida y organizada, una transformación planeada de esta realidad
compleja en la que estamos viviendo y construir un mundo mucho mejor
que éste en el que nos encontramos.
Quizá
el título de este artículo suene ambicioso pero creo que refleja la
esencia de los anhelos que experimenta una inmensa mayoría de la
población que habita este sistema económico-social en el momento
histórico en el que nos encontramos. Una gran parte de la población
mundial resiente los efectos de una desigualdad social que se muestra
como una de las principales característica de la sociedad
contemporánea y ha llegado a niveles que ya nos resulta imposible
seguir ignorando, porque provoca una violación masiva de derechos
humanos, un sufrimiento colectivo y una muerte colectiva a nivel
mundial por causa relacionadas con hambre, enfermedades mal
atendidas, falta de medicamentos, etc. En consecuencia, podemos decir
que se percibe en el pulso social una demanda implícita de ayuda de
parte de aquellos amplios sectores de la población que viven en
condiciones de marginación, pobreza y miseria.
La
defensa de la sociedad
no es sólo obligación o compromiso de aquellos que tuvimos el
privilegio de acceder al conocimiento científico, sino que también
implica a todos aquellos ciudadanos que actualmente formamos parte
integral de la sociedad contemporánea y que perciben que algo está
mal y desean contribuir a la construcción de un cambio social.
Debemos tener claro que defender a la sociedad no es una prerrogativa
de un reducido sector de intelectuales favorecidos con títulos
académicos, o de un grupo de individuos que participan en política,
pues a estas alturas es una responsabilidad
social compartida, en
la que cada ciudadano puede aportar su granito de arena al
desarrollar cambios en su comportamiento individual y aumentar su
participación social en la discusión de asuntos públicos de tal
forma que logremos concretar en nuestra realidad la democracia
participativa y llevarla del terreno del discurso político y
construir un escenario de acción participativa en forma colectiva.
Antes
del covid, en varias partes del mundo se dieron revueltas populares
en protesta por la implementación de políticas neoliberales que
afectaban derechos consagrados en las constituciones de varios
países. Estas movilizaciones tuvieron que suspenderse por el
surgimiento de la pandemia del covid que trajo consigo largos meses
de confinamiento social, sufrimiento y temor en la mayoría de los
países del mundo, dejando una estela de muerte y dolor durante el
2,020 y que sigue aumentando en este 2,021. Terminó el año en el
que surgió la pandemia, pero la pandemia continúa entre nosotros y
todo indica que seguiremos este año con pandemias intermitente y con
la agudización de la crisis social y más muertes.
Defender
la sociedad es el nombre de la primera lección del curso que Michel
Foucault dirigió en
1975-1976,
un título muy original, pero que es necesario decir que el contenido
de aquel seminario no reflejó el análisis y discusión de las
convulsiones sociales que estaban teniendo lugar en varias partes del
mundo en la convulsionada década de los setentas. El silencio sobre
la guerra de guerrillas, los movimientos de liberación nacional y
los golpes de Estado que interrumpieron la vida democrática en Latinoamérica, sólo reflejó una ausencia de contextualización
inmediata del momento histórico en el que ese curso estaba teniendo
lugar.
No
deseo ser malinterpretado, no es mi intención cuestionar a uno de
los más grandes pensadores contemporáneos, sólo deseo retomar el
título de la primera lección del curso impartido en aquella ocasión
por considerarlo acertado para describir la tarea que enfrentamos
todos en este 2,021 que empieza continuando una profundización de la
crisis económica y política que hemos venido arrastrando durante
años y que ha provocado un incremento inusitado de la desigualdad
social en el mundo entero. Recordemos que a esa crisis económica
y política
se sumó una crisis ecológica
provocada por la implementación de políticas económicas que
privilegiaban un desarrollo económico basado en la producción
masiva de productos y un consumo masivo de los mismos, lo cual trajo
como resultado una daños al medio ambiente por la explotación de
recursos naturales y la contaminación producida por el alto consumo.
A
esas tres crisis: económica,
política
y ambiental
se sumó en el 2,020 una crisis de salud
por la irrupción de la pandemia global del coronavirus, cuyo impacto
vino a profundizar la brecha social, al aumentar la desigualdad
social por el cierre de empresas, despido de miles de trabajadores y
por golpear a los sectores de la población más desprotegidos. Este
es el contexto en el que nos encontramos dentro de un sistema social
basado en la producción masiva y consumo masivo, que no tiene
respeto alguno para la naturaleza ni para la vida humana y nos
conduce por un camino que sólo nos lleva a la destrucción de
nuestro planeta y a la destrucción de la humanidad entera, por lo
que la demanda que surge a nivel mundial es la
defensa de nuestra sociedad para garantizar la sobrevivencia de la
humanidad y ésta defensa sólo podrá darse a través de un cambio
estructural del sistema social en el que vivimos,
este sistema que prioriza la maximización de las ganancias y
prefiere salvar la economía, por encima de la defensa de la salud
pública, de la vida humana y de la recuperación de la naturaleza
nos está conduciendo a una segura autodestrucción. Necesitamos
encontrar otro tipo de modelo social en el que exista respeto por la
naturaleza, por la vida, por el medio ambiente y por la condición
humana de todos los que integramos la sociedad contemporánea.
¿Qué
es la sociedad?
Con
frecuencia hemos escuchado expresiones como defender la familia,
defender la patria, defender la economía, pero no ha sido lo mismo
con la expresión “defender la sociedad”. Estas tres palabras
juntas generan de entrada una serie de interrogantes: ¿Qué es la
sociedad?, ¿necesita ser defendida la sociedad?, ¿Quién puede o
debe defender la sociedad?, ¿de qué amenaza debe ser defendida la
sociedad?, ¿Quién y cómo puede defenderse a la sociedad?, etc.
Para
defender la sociedad necesitamos tener un previo conocimiento sobre
la realidad social basado en información verdadera, un análisis
objetivo de los problemas sociales que ocurren en su interior, de tal
forma que este conocimiento nos ayude a comprender qué es lo que
está sucediendo y el único conocimiento verdadero que nos permite
lograr este objetivo es el conocimiento
científico, el
cual nos permite
analizar y comprender objetivamente los acontecimientos sociales y el
contexto social donde tienen lugar. Para obtener este tipo de
conocimiento tenemos necesidad de recurrir a las aportaciones que las
ciencias sociales han desarrollado a lo largo de su desarrollo
histórico como disciplinas particulares y que en su conjunto han
logrado construir un enfoque sistémico, holístico, integral, que
nos permite ver la realidad como un todo, como un sistema social con
dimensiones interdependientes, donde cada fenómeno social está
vinculado con otrs fenómenos sociales, aplicando esta perspectiva
podemos construir un enfoque multidisciplinario de la sociedad en que
vivimos.
Sólo
si actuamos así estaremos en condiciones de describir
el estado actual de nuestra realidad social, para reconocer sus
fortalezas y debilidades y crear propuestas de cambio social planeado
que conduzcan de manera eficaz a un mejoramiento de nuestra sociedad.
Realizar una tarea de esta magnitud, es una tarea que no se puede
lograr con las aportaciones de una sola disciplina porque de hacerlo
caeríamos en un reduccionismo científico que limitaría nuestra
visión, por lo que es imprescindible utilizar un enfoque integral en
la misma para comprender
tanto la naturaleza humana como la sociedad misma.
Debemos
tomar como punto de partida que las ciencias sociales surgieron
para encontrar respuestas y soluciones a diversos problemas sociales
que surgieron en su momento, bajo esta premisa debemos considerar
que las diferentes ciencias sociales son disciplinas de ayuda que se
complementan mutuamente y permiten construir el camino para mejorar
nuestra sociedad o para construir una sociedad nueva.
También
debemos considerar que describir la realidad es una tarea realmente
compleja por lo que es pertinente recordar lo que nos decía Zygmunt
Bauman cuando hablaba de que describir la realidad es algo similar a
pedirle a un grupo de pintores que dibujen un lienzo de la realidad y
lo que tendríamos serían diferentes imágenes de un mismo objeto de
estudio, es decir, cuadros con pinturas diferentes que reflejarían
la visión personal de la realidad de cada pintor, por lo la
complejidad de la tarea, nos obliga a utilizar un enfoque integral,
sistémico y multidisciplinario en la realización de este objetivo.
En el desarrollo de esta tarea debemos tener presente también lo que
decía Pierre Bourdieu
acerca de la
disyuntiva a la que nos enfrentamos cuando logramos conocer la
realidad social desde una perspectiva científica:
Por
un lado, podríamos darle un uso
cínico al
conocimiento científico que proporcionan las ciencias sociales
partiendo de la premisa de que ya que el mundo es como es, podríamos
pensar en una estrategia que nos permita explotar sus reglas para
aprovecharnos y obtener un beneficio personal (tal como lo hacen
algunos pseudointelectuales que escriben para favorecer intereses
particulares), sin siquiera contemplar un compromiso personal para
generar un cambio social.
Por
otro lado, podríamos dar un uso
clínico al
conocimiento científico de nuestra realidad, utilizando esta
información para actuar como agentes de cambio social planeado y
decir la verdad de los problemas sociales que afectan a una inmensa
mayoría de la población, señalando todo aquello que consideremos
injusto, incorrecto, dañino o socialmente inmoral.
Es
algo en lo que coincide con el Psiquiatra italiano Franco Basaglia
cuando sentaba las bases del movimiento de la antipsiquiatría
generado en los setentas en su libro La institución negada y nos
decía que el científico social llega a un momento en el desarrollo
de su trabajo en el que se enfrenta a una disyuntiva: actuar como
funcionario del consenso, distorsionando el origen de los problemas
sociales y buscando construir un consenso social de aceptación al
status quo, o actuar como agente de cambio social, revelando la
verdadera causa de los problemas sociales y contribuyendo a la
construcción de una nueva realidad social.
Obviamente,
la inclinación por la segunda opción en los planteamientos de ambos
autores es lo que inspira la redacción de las presentes líneas
porque este escrito intenta dar respuesta a la demanda implícita de
ayuda que plantean amplios sectores de nuestra sociedad que viven en
condiciones de marginación, pobreza y exclusión, mismas que se
agudizan en la medida que aumenta la desigualdad social y el número
de muertes provocado por la misma.
La
verdad es que el conocimiento por sí mismo no determina el modo en
que se utiliza, dependerá de quien tenga acceso al mismo el uso que
le dé, pero lo que sí es cierto es que sin
el conocimiento científico de nuestra realidad social no tenemos ni
siquiera posibilidad de elección alguna para lograr una
transformación social.
Cuando contamos con el conocimiento científico acerca del modo como
funciona nuestra realidad social es entonces cuando tenemos la
oportunidad de ejercer nuestra libertad para actuar como sujetos
históricos y tomar en nuestras manos el destino y la historia de la
humanidad.
De
manera muy simplificada podemos decir que entenderemos
por sociedad aquel conjunto de personas que comparten el mismo
sistema económico y político en un espacio geográfico determinado.
En este caso estamos hablando de la sociedad como un modo de
producción que en el momento histórico que estamos viviendo se
encuentra globalizado, de manera más específica estamos hablando
del sistema de producción capitalista en su fase neoliberal que se
ha expandido por la mayor parte del mundo gracias a la globalización.
Este modo de producción configura el contexto social en el cual
vivimos nuestra realidad social contemporánea.
En
esa línea de pensamiento, la sociedad somos todos los habitantes
de los países que conforman la sociedad occidental que comparten la
economía de libre mercado y que estamos dentro del área de
influencia de la globalización. No importa en qué país nos
encontremos, mientras compartamos los efectos de la globalización
contemporánea, somos integrantes de una misma sociedad. Obviamente,
hay diferencias culturales en este conjunto de países, pero en el
marco de la globalización es más lo que nos une que lo que nos
separa, porque en última instancia estamos siendo objeto de una
cultura mundial que se basa en la sociedad de consumo que busca
mantener el equilibrio entre una producción masiva lograda a través
de la aplicación de la ciencia y tecnología a los procesos de
producción, con un consumo masivo estimulado por los medios masivos
de difusión y estrategias mercadológicas que dan como resultado
campañas publicitarias de extrema eficacia. Entonces cuando
hablamos de sociedad estamos haciendo referencia a nosotros mismos ya
que la sociedad somos todos, nosotros, tú y yo, él, ella, ellos y
aquellos, con quienes podemos tener diferencias raciales, culturales,
ideológicas, económicas, etc., pero estamos unidos por un fuerte
vínculo que es la ideología del consumo. Además de que compartimos
la construcción mundial de una cultura del consumo, nos une es el
hecho de que estamos viviendo un mismo momento histórico en el que
el mundo está inmerso en una gran transformación social, nuestra
sociedad está cambiando radicalmente y los cambios que enfrentamos
no son muy halagadores que digamos, porque ponen en peligro nuestra
propia existencia y la existencia del mundo y del planeta mismo.
Sociopatologia
de la sociedad contemporánea
¿Qué
es lo que está mal en nuestra sociedad? ¿Qué está pasando en
nuestra sociedad? ¿porqué tenemos que defenderla'? Intentaré dar
respuestas a estas preguntas, solo le pido paciencia al lector porque
responder a las mismas no es una tarea fácil de realizar.
Desde
la segunda mitad del siglo pasado en medio de la oleada de cambios
sociales que iniciaron en aquel momento histórico, varios pensadores
sociales alertaron sobre los efectos de la transformación que estaba
experimentando la sociedad humana, la cual empezaba a presentar los
síntomas de una
evidente sociopatología, es
decir, un mal funcionamiento que afectaba la salud mental y física
de sus integrantes. Podríamos
comenzar retomando a Erich Fromm quien señalaba hace 50 años en su
texto Psicoanálisis
de la sociedad contemporánea
al incremento del número de suicidios en los países desarrollados
como un indicador que mostraba una sociopatología emergente en las
sociedades occidentales, comparaba las estadísticas de suicidios en
países con gran desarrollo económico con las cifras observadas en
países menos desarrollados y encontraba que en éstos últimos, las
cifras de suicidio eran más bajas y resaltaba este hallazgo como un
síntoma de que algo no estaba funcionando en la sociedad moderna de
aquellos tiempos, que
algo estaba mal,
porque a pesar de tener acceso pleno a bienes de consumo,
alimentación asegurada y necesidades básicas satisfechas, las
personas se suicidaban más en los países ricos que en los países
pobres. Reafirmaba esta postura en varios de sus textos,
particularmente en su otro libro Tener
y ser en el cual
describía el surgimiento de una tendencia en el comportamiento
social que se dirigía a valorar más la acumulación y posesión de
objetos materiales que a las personas cercanas o al desarrollo de
actividades que contribuyeran a una realización personal y esto
provocaba un vacío afectivo y emocional en millones de personas.
Recordemos
que en las décadas de los sesentas y setentas, la sociedad
industrial iniciaba su desarrollo y crecimiento con la aplicación de
la ciencia y la tecnología a los procesos de producción que
lograron significativos aumentos en la producción en fábricas y la
introducción del concepto de mercadotecnia en la conducción de las organizaciones permitía garantizar un aumento en las ventas, porque
los estudios de mercado permitían elaborar perfiles psicográficos
de segmentos del mercado que permitían la producción de artículos
que estaban dirigidos a satisfacer las necesidades, deseos y
expectativas de los consumidores de una manera eficaz.
Otros
autores coincidían en la afirmación de que algo estaba pasando y
trataban de aportar su opinión para contribuir a construir una
respuesta y saber qué era lo que sucedía. Este es el caso de
Herbert Marcuse,
quien señalaba en
su libro El hombre
unidimensional, que
el capitalismo americano estaba construyendo una
“sociedad cerrada”
porque tendía a disciplinar e integrar todas las dimensiones de la
vida humana en una sola dimensión: el
consumo. A través de
la sociedad de consumo, mencionaba dicho autor, se lograba asimilar
las fuerzas opositoras al capitalismo incorporándolas a la dinámica
consumista, el consumo los hacía socialmente manejables, logrando
domesticar el poder de las fuerzas negativas, convirtiéndolas en
factores de cohesión y afirmación del equilibrio social entre
producción y consumo. Con el poder del consumo, el capitalismo
demostraba que usando el nombre de la democracia se puede lograr
mayor dominación social, que usando la fuerza absoluta para reprimir
a las fuerzas disidentes.
Esa
sociedad cerrada de aquel entonces, se ha abierto hacia el exterior
en las últimas décadas mediante una expansión económica, política
y militar, exportando un modo de vida, el “modo
americano de vida”
que ponía énfasis en el consumo como parte importante en la
necesidad de logro de las personas y como una meta importante para
lograr la felicidad personal. Un estilo de vida que ha sido
internacionalizado hoy en nuestros días por la globalización y
consolidado en el contexto de una economía de libre mercado.
Hoy
en día podemos confirmar las predicciones de Herbert Marcuse cuando
se observa que en la sociedad contemporánea millones de personas de
diferentes países ven las mismas series de televisión, consumen las
mismas prendas de vestir y asimilan simultáneamente una cultura
mundial, esta cultura es la cultura de la sociedad de consumo. Esta
predicción realizada en la década de los setentas se ve reflejada
en el abandono por parte del ser humano de su condición de homo
sapiens y la
adopción acrítica de su condición de homo
consumens, el
individuo contemporáneo que vive para consumir, que busca la
felicidad en el consumo, aunque para lograrlo se convierta en un
esclavo de las políticas neoliberales que obligan a trabajar largas
jornadas, recibiendo bajos salarios y viviendo permanentemente
endeudado.
Para
lograr el objetivo de vender en forma masiva lo que se estaba
produciendo masivamente, por lo que faltaba dar un paso más para
obtener el equilibrio entre producción masiva y consumo masivo.
Faltaba construir al tipo de ciudadano que necesitaba la naciente
sociedad de consumo: el homo consumens, el consumidor
compulsivo que piensa que la felicidad se encuentra en el interior de
las grandes tiendas y centros comerciales. Es el tipo de ser humano
que necesita la sociedad capitalista neoliberal para mantener el
equilibrio entre producción masiva y consumo masivo.
Es
la moderna esclavitud, el endeudamiento permanente del hombre
contemporáneo que vive para trabajar y trabaja para consumir. Es el
hombre unidimensional
del cual hablaba Marcuse, es el homo consumens contemporáneo que
encuentra su liberación a través de la satisfacción de sus
necesidades consumiendo los mismos productos y servicios junto a
millones de personas que actúan de forma similar. Esta “libertad
de consumo” gira en
torno a un mundo pacificado por una enajenación social construida
gracias al desarrollo de una ideología individualista que induce a
ver con ojos acríticos la vida cotidiana y a la pérdida del vínculo
social y de los espacios públicos
La
globalización y el capitalismo neoliberal han permitido la
exportación de un modo de vida que se intenta lograr que sea
universal y tenga como base la economía de libre mercado y la
sociedad de consumo. A través de la promoción de un modelo ideal de
vida basado en el consumo, se logró confundir la naturaleza humana,
al concebir la expresión “una
buena vida” como
sinónimo de felicidad, esta “buena vida” es aquella que se
caracteriza por un alto consumo, un estilo de vida en el cual se
establecen relaciones libidinosas con las mercancías, al desarrollar
afecto hacia las mismas y que se bloquean las manifestaciones de
afecto en las relaciones interpersonales, llenando el vacío afectivo
que se intenta compensar a través del consumo.
Pero
los efectos psicológicos de tal promoción consistieron en el
surgimiento de una enajenación
social que generaba
una cosificación de las personas en el sentido de que los seres
humanos eran valorados en función de sus posesiones materiales y la
aparición de una personificación
de los objetos que
conducía a valorar más a un objeto por encima de otras personas.
En
la medida que avanzaba el tiempo y con ello evolucionaban los cambios
sociales se presentaban otro tipo de efectos sociales de la sociedad
en proceso de industrialización. Uno de ellos era una creciente
pérdida de significado de valores, instituciones y cosas, tal como
lo señaló oportunamente el filósofo griego Cornelius Castoriadis
en su texto El avance de la insignificancia. Una de las
características que se observa en nuestra sociedad es una
insatisfacción permanente que experimenta un grueso de la población,
provocada por un vacío afectivo o por la incapacidad para funcionar
como buen consumidor, esta insatisfacción es el origen de varias
adicciones contemporáneas: alcoholismo, drogadicción, teleadicción,
ludopatía, sexoadicción, nomofobia o adicción excesiva al uso de
teléfonos celulares, etc.
Lamentablemente,
estas advertencias no fueron escuchadas y la sociedad industrial
siguió creciendo al aplicar la ciencia y la tecnología a los
procesos productivos de tal forma que se logró generar una
producción masiva de artículos diversos, cuyo ritmo sólo podría
mantenerse si lograba fomentarse un consumo masivo de tales
productos. Para lograrlo, el sistema capitalista representado por los
propietarios de las grandes corporaciones lograron cambiar el
comportamiento de consumo eliminando la calidad de homo sapiens,
al construir una cultura de la imagen promovida en medios masivos de
difusión, principalmente la televisión, que eliminó la
necesidad de pensar para la distracción cotidiana, dando lugar al
homo videns descrito con perfección por Giovanni Sartori en
La sociedad teledirigida, el tipo de ser humano que no necesita
pensar, que sólo se conforma con ver en las pantallas de su
televisión, computadora o teléfono las imágenes para sentir que
forma parte de la sociedad moderna, el homo videns abandona el habito
de la lectura, reduce la capacidad de pensamiento y contribuye a la
expansión de la ignorancia colectiva en el contexto de una sociedad
en la que cualquier tipo de información está disponible para todas
las personas.
En
defensa de la sociedad
“Antes
de que me hunda, en el gran sueño, quiero escuchar, quiero escuchar,
El grito de la mariposa”,
nos cantaba Jim Morrison, el inolvidable vocalista del famoso grupo
The Doors en la década de los setenta en su canción When
the music´s over,
quienes lo escuchamos percibimos que él veía algo que nosotros no
veíamos y algunos especularon que las drogas lo mantenían a un
nivel más elevado que nosotros. Otros músicos utilizaron el mismo
tipo de lenguaje metafórico, como Emerson, Lake and Palmer en su
magistral canción Tarkus cuando preguntaban “¿Has
hablado con el viento alguna vez?
Al igual que ellos otros grupos musicales dieron grandes muestras de
creatividad y talento artístico en sus producciones musicales. A
través de la música quienes vivimos nuestra juventud en la década
de los setentas, aprendimos la necesidad de participar en política
para defender nuestras libertades y conquistar el derecho a ser
nosotros mismos y no el individuo consumidor que pretendían lograr
hacer de nosotros. Pero los seguidores del naciente movimiento de
amor, música y paz, éramos unos cuantos, el resto de la sociedad
nos veía con cierto rechazo por ser diferentes a ellos, una
diferencia que no sólo era de vestimentas, del largo del cabello o
lo corto de la falda, sino que llegamos a desarrollar pensamientos
autónomos, diferentes a los de la mayoría conformista, silenciosa y
obediente.
Hoy
en día parece suceder un problema similar de comunicación cuando
unos cuantos insistimos en hablar de la necesidad
de discutir la desigualdad social como tema principal en la política
moderna y sólo
recibimos como respuesta el silencio de la mayoría de las personas
que parecen no escuchar. Una parte importante de quienes forman parte
de nuestra sociedad actúan como si vivieran en una realidad aparte,
sin darse cuenta de que ellos mismos son objeto de políticas
económicas que los convierten en víctimas de una creciente
desigualdad social que viola sus derechos humanos y que para miles
esta desigualdad significa la diferencia entre la vida y la muerte.
Esta desigualdad social aumenta de manera progresiva al grado de que
la clase media está desapareciendo y pasando a formar parte del
precariado, al observarse que la riqueza social que se produce se
concentra cada vez más en manos de unos cuantos, mientras que
aumenta en forma escandalosa la cantidad de personas que pasan a
vivir en condiciones de pobreza y miseria económica.
Al
igual que en la década de los setentas los jóvenes nos rebelábamos
al autoritarismo, gritábamos nuestra inconformidad y rebeldía, pero
sólo encontrábamos una respuesta de indiferencia en buena parte de
la sociedad, hoy en día millones de personas en el mundo entero
gritan ante la destrucción de sus vidas humanas provocada por el
capitalismo neoliberal, es un grito de horror, de rabia y de rechazo
a las condiciones de explotación, miseria y pobreza en las que
viven. Pero este grito
es como el grito de la mariposa que
nos decía Jim Morrison, parece ser un grito silenciosos porque no es
escuchado por una inmensa mayoría de habitantes de la sociedad
contemporánea, aún cuando forman parte de los excluidos y
marginados, millones prefieren no despertar, no sobresalir, no
protestar y conformarse con la vida frustrante que llevan. Este grito
de protesta sólo lo escuchan quienes han atravesado por una
tragedia, por quienes son víctimas de violación de sus derechos, o
por personas fuera de serie que tienen todavía una sensibilidad
social que les permite ver el sufrimiento ajeno, en un mundo donde
prevalece la ceguera moral, donde la colectividad padece una
adiaforización
de la vida cotidiana
(adiáfora es el
término creado por Zygmunt Bauman para designar la ausencia de
evaluaciones y obligaciones morales en el comportamiento social).
Este
grito colectivo y silencioso puede provenir de la experiencia directa
de aquellos que sufren explotación laboral, de quienes sufren
injusticias y violaciones de sus derechos humanos, de aquellos que
están sin empleo, de otros a quienes les niegan sus derechos
laborales, de aquellos a quienes les quieren quitar parte de las
pensiones que disfrutan en su jubilación, de los familiares de
víctimas de feminicidio, de los millones de personas que viven en
condiciones de pobreza y marginación social. Pero también puede
provenir de una experiencia indirecta, de aquellos que se suman al
grito de protesta social motivados por sentimientos de solidaridad y
empatía social. Los primeros pueden ser millones de gentes gritando
su inconformidad contra el sistema capitalista sin ser escuchados,
los segundos, cuando mucho serán unos cuantos de miles, porque el
grito en contra de la desigualdad social no es escuchado por una gran
mayoría de personas que prefiere continuar viviendo en su zona de
confort, aún cuando ésta se vea reducida cada día que pasa.
Este
grito a veces es estridente, lastimero e impactante, pero se estrella
con el muro de la indiferencia social que se observa hoy en día,
pero aumenta de tono en la medida que aumenta la brecha entre ricos y
pobres a nivel mundial. Poco a poco quienes gritan toman consciencia
de que los problemas que les afectan no son fenómenos aislados, sino
que están intervinculados con otros problemas sociales, de tal forma
que quienes gritan se dan cuenta de que sus problemas, los horrores
de la vida cotidiana son creados por un sistema económico y político
que está funcionando mal, que actúa en contra suya al marginarlos y excluirlos de un desarrollo económico, tecnológico y social. Es
entonces cuando el grito expresa el rechazo hacia un discurso lleno
de mentiras que se contradicen con los hechos de la vida cotidiana.
El grito colectivo es la expresión de un rechazo hacia un mundo que
actúa creando desigualdad social al priorizar la maximización del
beneficio económico en lugar de satisfacer las necesidades sociales.
Es el grito en contra del capitalismo financiero neoliberal que se
fortalece en la medida que aumenta la desigualdad social.
Ese
grito de protesta aumenta ante las evidencias que señalan que el
Estado moderno, que
surgió hace 200 años después de la monarquía, que se consolidó a
través del mecanismo de elecciones democráticas y que tenía como
misión principal garantizar el bienestar social de la población,
está siendo
reconfigurado para convertirse en el defensor de los intereses del
capital privado y de la oligarquía corporativa para eliminar
derechos laborales y maximizar el beneficio económico corporativo
aún cuando esto implica profundizar la explotación humana y la
explotación irracional de los recursos naturales para mantener el
equilibrio entre producción masiva y consumo masivo. La premisa que
guía la política y la economía contemporánea es la obtención de
una maximización del beneficio económico de la oligarquía
corporativa promoviendo una sociedad de consumo que genera una gran
desigualdad social, al excluir del desarrollo social a quienes no
forman parte del mercado y se convierten en “consumidores
defectuosos”, por
lo que aumenta la población mundial de personas que viven en
condiciones de pobreza, mientras que se reduce el porcentaje de la
población mundial que concentra la mayor parte de la riqueza social
que se produce.
El
neoliberalismo contribuye a aumentar la desigualdad social a nivel
global y genera un gran sufrimiento colectivo, porque la desigualdad
social significa la violación de múltiples derechos humanos y pone
en riesgo vidas humanas, termina con ecosistemas y nos conduce por
una senda que sólo lleva a nuestra autodestrucción. De mantener el
nivel de consumo que se observa en varios países desarrollados, la
humanidad corre el peligro de acabar con nuestro planeta y con ello,
terminar con la vida humana a mediano plazo.
Es
en este contexto que el grito colectivo toma sentido político y de
manera natural se observa el surgimiento de fuerzas sociales que se
oponen rebelándose a las políticas económicas que conducen a la
extinción del Estado del bienestar, por lo que puede decirse que la
sociedad actual es un verdadero campo de batalla en el que se libran
luchas entre fuerzas antagónicas, en las cuales unas luchan por la
transformación de la
realidad social y
lograr que que el Estado recupere su misión de proteger el bienestar
social y otras fuerzas pugnan por privilegiar
la defensa de intereses privados
con el uso de recursos públicos.
La
globalización fortaleció al capitalismo neoliberal al lograr la
desregulación del comercio internacional en beneficio del capital
financiero, pero eso no le es suficiente al poder corporativo ya que
intenta poner el Estado a su servicio, al servicio de intereses
particulares, en detrimento del bienestar público. En eso
consiste la reconfiguración del Estado, en ponerlo al servicio del
gran capital, abandonar la misión de procurar el bienestar social y
reducir su función a la condición de recursos públicos para
beneficio del poder corporativo.
En
este momento histórico en el que nos encontramos, vivimos un
contexto atroz nos dice Boaventura De Souza Santos, por la
agudización de la crisis económica, política y ecológica al
sumarse la crisis sanitaria provocada por la pandemia del covid,
debido a que se detuvo parcial y momentáneamente la economía, al
cerrar sus puertas miles de pequeñas y medianas empresas, que al no
soportar el confinamiento se fueron a la quiebra y esto implicó el
despido de miles de trabajadores que pasaron a vivir en condiciones
de pobreza.
La
pandemia ha limitado la movilización social y ha dejado a millones
de personas en condiciones de sobrevivencia diaria, redujo la
participación social en las diferentes luchas sociales que se libran
en diferentes sectores sociales en nuestras comunidades. La
restricción de la libertad de movimiento por motivos sanitarios ha
contribuido al fortalecimiento de un mayor control social y al mismo
tiempo a una mayor desigualdad social por el cierre de empresas y
despido de miles de trabajadores que quedan en estado de indefensión
en tiempos de crisis, por lo que el grito de rebeldía aumenta cada
día y ya es imposible ignorarlo.
“La
muerte en tiempos del covid no es democrática”
nos dice Byun Chul Han
y las estadísticas comprueban que los más afectados por contagio y
muerte son los que viven en los cinturones de miseria, los excluidos,
los inmigrantes y marginados del “progreso
social y la modernización de nuestra sociedad”.
Las víctimas del covid son mayoritariamente gente pobre, porque la
desigualdad social minó sus sistemas inmunológicos al padecer
desnutrición y ser blanco fácil del coronavirus. El desempleo
aumentó drásticamente en esta pandemia, la pobreza se incrementó
de igual forma, mientras que en forma contradictoria aumentó la
riqueza de un selecto grupo de privilegiados que se han enriquecido
con el sufrimiento de la mayoría de la población.
La
pandemia ha generado tal incertidumbre que los gobiernos, los
ciudadanos y los científicos sociales no sabemos lo que puede pasar
en el futuro a corto plazo. Lo que sí es cierto es que el siglo XXI
será recordado por dos acontecimientos de grandes repercusiones
sociales: el surgimiento de de un poder corporativo que actúa
como fuerza mundial que intenta tomar el control económico y
político a nivel mundial y la pandemia del covid que provocó
un apagón mundial del sistema capitalista y con ello exhibió la
crudeza de un sistema que se basa en la creación de una desigualdad
social creciente y se mantiene con vida siguiendo un camino que sólo
conduce a la destrucción de la humanidad, de la naturaleza y del
planeta entero.
Vivimos
tiempos que configuran un contexto brutal para millones de personas
en el mundo entero, en pleno siglo XXI cuando el desarrollo de la
tecnología puede lograr una producción masiva de alimentos, una
amplia franja de la población sufre hambre, vive en condiciones de
miseria y padece los efectos mortales de una desigualdad social en
tiempos de pandemia. El sistema capitalista basa su existencia en
dos pilares que la sostienen y que muestran señales de desgaste
prematuro y amenazan con su extinción: la explotación laboral
provocada por la implementación de políticas neoliberales y la
explotación irracional de recursos naturales.
El
obsceno interés de maximizar el beneficio económico intenta
mantener un equilibrio entre una producción masiva y un consumo
masivo que no sólo desgasta a la clase trabajadora, sino que provoca
la destrucción de ecosistemas y la contaminación de mares, ríos y
lagunas por la enorme cantidad de basura producida por la sociedad de
consumo. El planeta no tiene la cantidad de recursos naturales para
seguir manteniendo este equilibrio de producción y consumo y la
amenaza de destrucción del mundo en que vivimos se materializa poco
a poco en varias partes del planeta, con la desaparición de bosques
enteros, reducción de selvas, desertificación de suelos,
contaminación de suelos, mares, ríos y lagunas.
El
futuro no es muy optimista que digamos, si no se cambia de rumbo
económico todos los que abordamos la nave terrícola transitaremos a
nuestra autodestrucción más temprano que tarde. El grito de las
mayorías marginadas no puede seguir siendo ignorado, porque quienes
gritan sienten que están cayendo por un precipicio y si no nos
sumamos al grito de rebeldía, pronto seremos todos los que estemos
cayendo por el mismo precipicio, debemos recordar que todos formamos
parte de esta sociedad y el sistema político y económico en el que
vivimos margina, excluye y discrimina a una gran parte de los
habitantes de esta sociedad y si no cambiamos de sistema económico y
político, toda la humanidad estará dirigiéndose a su
autodestrucción.
El
capitalismo neoliberal destruye la naturaleza al extraer los recursos
para mantener una producción masiva, destruye la vida de los
trabajadores al mantenerlos laborando en condiciones cercanas a la
esclavitud, destruye ecosistemas con la producción de miles de
toneladas diarias de basura por el consumo masivo, la matriz del
sistema económico y político en que vivimos se basa en la
explotación del trabajo y la explotación de la naturaleza, para
mantener el ritmo de producción masiva y consumo masivo.
De
aquí proviene la necesidad de defender a la sociedad, que consiste
en escuchar y sumarse al grito colectivo de protesta, de rebeldía y
de rechazo hacia un sistema que prioriza salvar la economía por
encima de la salud y el bienestar de quienes formamos esta sociedad,
para empezar la construcción de un nuevo sistema social en el cual
las personas puedan relacionarse entre sí como personas y no como
cosas, un mundo en el cual las personas puedan decidir su propia vida
en libertad, democráticamente y con igualdad social. Defender la
sociedad significa defender a la población, defendernos a nosotros
mismos, defender la vida y luchar contra la muerte. Defender la
sociedad es luchar contra el actual sistema político y económico,
porque éste último nos está conduciendo por un camino hacia la
autodestrucción.
La
lucha internacional por la construcción de un mundo nuevo
La
expansión de la economía de libre mercado en la mayor parte del
mundo llevó a pensar que el sistema de libre empresa era el máximo
nivel de sistema social al que la humanidad podía aspirar. El
neoliberalismo se anotó un triunfo al eliminar la esperanza de
cambio social después de la caída del muro de Berlín, del colapso
de la Unión Soviética y el rápido crecimiento de la globalización
generó la idea de que sólo quedaba la opción del capitalismo, que
el socialismo fracasó y el capitalismo triunfó.
Se
creó una falsa percepción de ausencia de alternativas, surgió un
vacío político y el capitalismo se fue consolidando en la medida
que la globalización lograba la eliminación de aranceles en la
mayoría de los países y la apertura de fronteras para el libre
tránsito de mercancías. Junto los cambios económicos y políticos
que se presentaron en las últimas tres décadas, se presentó un
desarrollo tecnológico que dio origen a internet, a la telefonía
celular y a las redes sociales, que fueron las condiciones ideales
para que se produjera un divorcio entre la economía y la política,
al permitir la movilización de grandes capitales con tan solo clic en los teléfonos celulares. De
esta manera, el desarrollo digital en el contexto del neoliberalismo,
daba lugar al capitalismo financiero que permite movilizar grandes
sumas de capitales con tan sólo oprimir una tecla en un teléfono
celular y con esta posibilidad, se consolida la separación del poder
político y el poder económico. Los
políticos de hoy gobiernan a ciegas, tomando decisiones en un mar de
incertidumbre por el predominio de una economía de libre mercado a
nivel internacional, las políticas públicas se diseñan en base a
los vaivenes del mercado, no de las necesidades sociales.
La
globalización permitió el crecimiento y fortalecimiento de grandes
corporaciones transnacionales que actúan conquistando mercados por
todo el mundo. La ausencia de regulaciones por parte de los
Estados-Nación ha permitido la creación de un nuevo poder a nivel
mundial: el poder
corporativo que ha
llegado a crecer al grado de negarse a ser regulado por leyes
nacionales utilizando al mercado como instrumento de control de la
economía mundial para lograr su objetivo de maximizar el beneficio
económico en sus operaciones, sin importar el crecimiento de una
desigualdad social nunca antes vista a nivel mundial.
El
modelo neoliberal corporativo se basa en un modelo social que intenta
mantener un equilibrio entre una producción masiva y un consumo
masivo, que implica una explotación irracional de recursos naturales
sin precedentes, que afecta la ecología, los ciclos vitales de
restauración por la acción de trabajos de minería a cielo abierto,
el uso de una agricultura industrial, el desmonte de los bosques,
etc., y con ello el desarrollo económico social se basa en la
destrucción de nuestro planeta.
Junto
a la explotación de la naturaleza se encuentra la explotación
laboral a niveles inhumanos, ya que la implementación de políticas
neoliberales apoyadas por los organismos financieros internacionales,
han logrado el desmantelamiento de las constituciones de varios
países con reformas que incluyen la desaparición de derechos
laborales, el derecho a la salud y la violación masiva de derechos humanos, porque las
políticas neoliberales incluyen una explotación laboral que se
manifiesta por el pago
de bajos salarios, la
eliminación del
derecho a la estabilidad en el empleo,
postergación o desaparición
del derecho a la jubilación,
pérdida del derecho a
la salud, etc.
El
modelo neoliberal ha logrado que unas cuantas compañías dominen el
mundo, pasando por encima de la autonomía y soberanía de los
Estados nación, imponiendo políticas que obligan al debilitamiento
de las instituciones que forman parte del Estado y que son parte
fundamental en su misión de procurar el bienestar social, logrando
la desaparición de servicios públicos para proceder a su
privatización dejando desprotegida a una inmensa mayoría de la
población. Sólo se mantienen las instituciones del Estado que
pueden ayudar a mantener el control social: Policías, ejército,
Tribunales de Justicia, Secretaría de Economía, etc.
El
neoliberalismo y su sistema de control político y económico ha
logrado aumentar la desigualdad social en los tiempos que vivimos, a
niveles que nunca antes se registraron en la historia de la
humanidad. A fines del siglo pasado se hablaba de que un 3% de
la población concentraba la mayor parte de la riqueza a nivel
mundial. Hace diez años la cifra se redujo al 1% de la
población mundial y en nuestros días la cifra se reduce al 0.33%
de la población mundial que concentra la mayor parte de la riqueza
que se produce en el mundo entero.
En
este contexto, los problemas locales que afectan a nuestras
comunidades tienen un origen global, por lo tanto, la búsqueda de
soluciones a las problemáticas locales debe ser utilizando una
perspectiva global. Las luchas y las banderas que enarbolan los
diferentes movimientos colectivos (demandas de justicia, reparación
de violaciones a derechos humanos, laborales, defensa de la salud, en
contra del feminicidio, lucha por la equidad de género, defensa del
medio ambiente, defensa de espacios públicos, en contra de reformas a la constitución, etc.), deben terminar
con la dispersión de esfuerzos y la división en sus luchas y
considerar que cada problema social particular que enfrentan los
diferentes movimientos en lucha, no se presentan en forma aislada,
sino que están intervinculados a otros problemas sociales y que los
mismos tienen un mismo origen estructural al estar vinculados al
funcionamiento del capitalismo neoliberal que funciona violando
derechos humanos y laborales, destruyendo el medio ambiente,
generando desigualdad social, reproduciendo modelos de hombre y mujer
basados en roles sexuales estereotipados, construyendo relaciones
basadas en desigualdad de género.
Necesitamos
construir una visión global de los problemas que estamos
enfrentando, necesitamos que las personas articulen lo local con lo
nacional y con lo global. Antes de la pandemia se presentaron
revueltas populares en varias partes del mundo (Francia, México,
Ecuador, Chile, Bolivia, etc.), surgieron movimientos colectivos que
protestaban masivamente en contra de la implementación de políticas
neoliberales impuestas por organismos financieros internacionales que
implicaban la eliminación de prestaciones sociales, violación de
derechos laborales y mayor empobrecimiento de la población.
Con
la pandemia se agudizó la crisis social que se venía presentando en
las últimas décadas para dar lugar a una crisis multidimensional:
crisis económica, crisis política, crisis ecológica y crisis
sanitaria. La muerte masiva de grandes sectores de la población en
varios países del mundo entero reveló que quienes estaban
falleciendo eran los pobres, los maginados, los inmigrantes, aquellos
que no podían darse el lujo de quedarse en casa para cuidar su salud.
Con los estragos provocados por el covid19 se evidenció el
problema de la desigualdad social de tal forma que ya es imposible
seguir ignorándolo. La defensa de nuestra sociedad contemporánea
se traduce en una lucha en defensa por la vida que debe darse en
todos los países, no puede limitarse a la lucha en un solo país,
hacerlo así sería como luchar contra el covid en un solo país, sin
tomar en cuenta que estamos frente a una pandemia. La globalización
nos obliga a pensar en términos globales, en ese sentido, los
diferentes movimientos colectivos que hoy alzan su voz, deben dejar
de funcionar como fueguitos aislados y unir sus fuerzas a escala
global para lograr una trasformación estructural del sistema social
en el que nos encontremos para garantizar la solución a sus
demandas.
La
verdadera lucha contra esta pandemia es en realidad una lucha contra
el capitalismo neoliberal globalizado y en contra de los gobernantes
de los Estados que aplican políticas neoliberales que violan
derechos humanos, laborales y sociales. En esta lucha se necesita de
la unidad en la acción de todos los movimientos colectivos que
enarbolan banderas particulares y terminar con la dispersión de
fuerzas que buscan un cambio social, para construir una plataforma
social en la que se logre construir una lucha mundial, juntando
esfuerzos a través de la construcción de frentes internacionales que
coordinen movilizaciones y expresiones de protesta en varios países
en la que participen comunidades enteras, organizaciones ciudadanas,
personas que forman parte del precariado, académicos, intelectuales,
hombres y mujeres marchando en forma unida, organizada y colectiva.
Conclusiones
Partiendo
de la premisa de que toda experiencia es una experiencia de
aprendizaje, debemos ver la pandemia del covid como una experiencia
de aprendizaje que nos enseñó que vivimos en una sociedad
caracterizada por una enorme desigualdad social en la que
millones de personas experimentan un sufrimiento colectivo y que el
modelo de desarrollo social basado en una producción masiva y un
consumo masivo en el que nos encontramos, nos está conduciendo
hacia nuestra autodestrucción como especie y a la destrucción
de nuestro medio ambiente y planeta. El neoliberalismo tiende a
desaparecer la igualdad social, promueve la desigualdad social porque
es uno de los imperativos del Dios Mercado. La economía de libre
mercado necesita para sobrevivir que desaparezcan los derechos y las
prestaciones sociales para proceder a su privatización y “favorecer
al mercado”. Necesita que desaparezcan los contratos colectivos de
los trabajadores que contienen cláusulas de protección y bienestar
de los trabajadores, para lograr esto, necesita que desaparezcan los
sindicatos combativos e independientes para que los trabajadores ya
no estén organizados y no puedan defender sus derechos violados,
derechos que fueron conquistados a través de grandes movilizaciones
colectivas.
De
la misma manera que millones de personas vemos las mismas series de
televisión en diferentes países absorbiendo una cultura mundial del
consumo, también millones de personas somos víctimas de violaciones
a nuestros derechos humanos, laborales, sexuales y sociales. Las
políticas neoliberales restringen nuestro derecho a la salud,
limitan nuestros salarios, limitan el derecho a la educación,
afectan nuestro derecho a la alimentación, nos privan del derecho a
la vivienda y amenazan nuestro derecho a la jubilación, además de
amenazar las pensiones de los que ya están jubilados.
La
pandemia del covid-19 nos enseñó que algo anda mal con nuestra
sociedad al percatarnos de que no todos pudimos guardar confinamiento
durante la pandemia, junto a esta percepción surge otra al
percatarnos de que nuestra conducta individual está ligada al
comportamiento social, nos dimos cuenta de que formamos parte de una
colectividad interdependiente, que estamos conectados de múltiples
formas al resto de las personas que forman parte de nuestras
comunidades a través de un tejido social y que si actuamos en
forma unida , colectiva y organizada podremos no sólo enfrentar la
pandemia, sino también cambiar el curso de la historia.
Es
el momento en el que nos damos cuenta de que podemos encender la
llama de la esperanza de que otro mundo es posible, que al asumir
nuestra condición de sujetos históricos, cuando tomamos consciencia
de que estamos haciendo historia todos los días a través de nuestra
participación en los diferentes grupos, organizaciones y comunidades
a las que pertenecemos y que el futuro no es tan incierto ya que
podemos cambiar la historia que viene si aumentamos nuestra
participación social. Vivimos un momento de la historia en el que
todos los indicios apuntan a que si no hacemos nada, la situación
empeorará, necesitamos cambiar el modelo social, económico y
político en el que estamos viviendo. Para lograrlo, necesitamos
asumir una identidad como agentes de cambio social, de tal forma que
podamos construir un nuevo mundo en el cual el trabajo contribuya a
sostener la vida y no la ganancia de unos cuantos. Una nueva realidad
social que se caracterice por una distribución más equitativa de la
riqueza social que se produce, que tenga mayor armonía con la
naturaleza y que privilegie la defensa de la vida por encima de la
defensa de la economía.
La
pandemia terminó con la una “normalidad”
que nos impedía ver que el bienestar de unos cuantos coexiste junto
al sufrimiento colectivo de millones de personas que sufren una
violación múltiple de sus derechos humanos. Nos abrió los ojos
para ver el grado de deshumanización, enajenación e indiferencia
social al que nos ha llevado la sociedad de consumo. No podemos
regresar a esa normalidad de explotación laboral, segregación y
marginación económica de millones de personas, porque de hacerlo
estaríamos regresando a una sociedad de injusticia, de
antidemocracia y de gran desigualdad social que afecta a una inmensa
mayoría de habitantes de nuestra sociedad contemporánea. El poder
corproativo seguirá imponiendo el criterio de que la economía vale
más que la salud colectiva, los organismos financieros
internacionales seguirán endeudando a países sumergiéndolos en
nuevas crisis económicas y políticas. Regresar a la vieja
normalidad implica que siga muriendo más gente para mantener los
crímenes de una paz social que se basa en la explotación laboral,
en el exterminio de los ecosistemas, en la extinción de un número
cada vez más alto de especies de animales, en un daño irreversible
al medio ambiente y en la una segura destrucción de nuestro
planeta.
Se
necesita cambiar esta sociedad que se basa en la explotación sin
límites de los recursos naturales no renovables de nuestra
naturaleza para mantener el equilibrio entre producción masiva y
consumo masivo, un consumo que está destinado a un sector de nuestra
sociedad que se ve más reducido en la medida que la implementación
de políticas neoliberales aumentan la desigualdad social y con ella
aumenta el número de “consumidores defectuosos”.
Necesitamos
la construcción de un nuevo modelo social que tenga otro enfoque diferente al consumo, un nuevo modelo de desarrollo social que tenga otras fuentes
de energía. Un modelo que no contemple la creación de una cultura
mundial basada en el consumo, que respete las culturas regionales y
nacionales de diferentes países, pero sobre todo necesitamos
un nuevo contrato social en el que se construyan las condiciones para
crear un nuevo Estado que tenga
como prioridad esencial la defensa de la vida y no de la economía
como lo hace el actual Estado que deja morir a quienes no pueden
consumir.
Para
refundar el nuevo Estado necesitamos construir una verdadera
democracia social que ayude a terminar con el actual Darwinismo
social que caracteriza al
capitalismo neoliberal, cuyo camino está regado de cadáveres de
aquellos que no pudieron subirse el tren del desarrollo económico.
En esta pandemia ha quedado claro que la democracia
representativa no es democracia ni garantiza la vida,
que los partidos políticos han perdido contacto con los movimientos
colectivos al institucionalizarse y sólo buscan permanecer en el
poder gobernando en beneficio de intereses privados.
Necesitamos construir una democracia participativa
en la que los ciudadanos puedan crear organizaciones autónomas para
ser escuchados en el planteamiento de los problemas que los aquejan y
en las propuestas de solución a los mismos. Los partidos políticos
sólo pueden participar en este proceso de democratización de
nuestra sociedad si aceptan convertirse en partidos movimientos, si
democratizan su funcionamiento interno y externo sometiendo a
voluntad popular la elaboración de programas de acción política y
aceptando que sea la ciudadanía quien elija a sus candidatos a
puestos de elección popular y no sea la cúpula de dirigentes de los
partidos quienes pongan a sus marionetas.
La
construcción social de la democracia debe extenderse más allá del
ámbito de la política y abarcar el ámbito de lo privado además
del ámbito de lo público, es
decir, no debemos limitar la construcción de la democracia al
escenario político, necesitamos democratizar la dinámica familiar
construyendo vínculos más horizontales entre padres e hijos, entre
hombres y mujeres, entre alumnos y maestros, entre jefe y
subordinados. En el campo de lo público, la construcción
de la democracia debe incluir la terminación de cualquier tipo de
discriminación por motivos
raciales, de nacionalidad, de género. Todos debemos contribuir a la
creación de una atmósfera de respeto a la integridad física y
psicológica de todas las personas, independientemente de su
condición económica, orientación sexual, pertenencia a una etnia o
raza determinada. De manera especial debemos garantizar el respeto a
la integridad física y psicológica de las mujeres y terminar con la
violencia de que son objeto hoy en día.
Defender
a la sociedad hoy en día significa defender a la vida, la
naturaleza, la salud, la dignidad humana y sobre todo defender los
derechos humanos, laborales, sexuales y sociales que están siendo
pisoteados por el neoliberalismo en este siglo XXI.
Para lograr esta defensa de la sociedad necesitamos revolucionar
nuestras consciencias de tal forma que cambiemos nuestra autoimagen y
la forma como nos percibimos unos a otros.
Defender
a nuestra sociedad implica defender el planeta en que vivimos, que se
encuentra herido en sus entrañas por la labor de grandes
corporaciones que extraen de las entrañas de nuestra tierra recursos
naturales para convertirlos en mercancías y obtener un beneficio
económico dejando a su paso muerte y destrucción. Defender nuestra
sociedad no es tarea exclusiva de intelectuales o gente de
“izquierda”, la vida no tiene etiquetas de izquierda o derecha,
la vida es simplemente la vida. El mundo en el que nos encontramos es
un barco que navega a la deriva algunos viajan en cubierta, otros en
camarotes de primera clase y una inmensa mayoría viaja en los
costados afianzado con pequeñas cuerdas que por las corrientes
marinas se van desplazando poco a poco a la popa donde soportan por
poco tiempo la la presión marina generada por las hélices que
impulsan el barco hasta terminar soltándose mientras el barco navega
siguiendo los vaivenes del mercado que atraviesa tormentas
temporales, manteniendo un rumbo fijo que nos conduce a la
destrucción de nuestras vidas y la destrucción de nuestro planeta.
No
tenemos alternativa, no hay lugar para la neutralidad política,
necesitamos actuar como agentes de cambio social para defender
nuestra sociedad y defender nuestra sociedad es defendernos a
nosotros mismos, defender a nuestras familias, vecindarios y
comunidades. La clave de la defensa de nuestra sociedad se encuentra
en el incremento de nuestra participación social.
Bauman,
Zygmunt: Cómo se genera un consumidor
https://www.bloghemia.com/2021/01/como-se-genera-un-consumidor-por.html
Boaventura
de Souza Santos: El virus es un pedagogo que nos intenta decir algo,
el problema es saber si vamos a escucharlo
https://ethic.es/entrevistas/boaventura-de-sousa-santos-coronavirus/?fbclid=IwAR3PsvHaCk6IkHYsBoZbr3GlLyinYzgZKZm4qIYW_MRXgtdkL3ZwAr48-jI
Boaventura
De Souza Santos: Las universidades públicas deben
desmercantilizarse, descolonizarse y despatriarcalizarse
https://www.ucr.ac.cr/noticias/2018/04/24/universidades-publicas-deben-desmercantilizarse-descolonizarse-y-despatriarcalizarse.html?fbclid=IwAR33exySLPesScUGhGbdXtrTs8hFdwZjuxGhh6Oksi1ETWrlXqc1288kOjA
Boaventura
De Souza, Santos: Las tres salidas de la pandemia
https://jesuitas.lat/redes-sociales/noticias-cpal-social/5776-las-tres-salidas-a-la-pandemia-segun-boaventura-de-sousa-santos
Byung
Chul Han: El violento poder d elo global
https://www.bloghemia.com/2021/01/el-violento-poder-de-lo-global-por-byun.html?fbclid=IwAR33ZgyDhfZ6j1qeXfUg4S3qhAG3pCThpVEp7sWDan-zNbDCngk8k_Gb0os
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Canclini: La dictadura sanitaria por el coronavirus y la vigilancia
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Holloway, John: Cambiar el mundo sin tomar el poder
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El 1% de la poblacion mundial padece psicopatía
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Oscar: Algo está pasando y usted no sabe que es¡
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oscar: El castigo de Sísifo en la posmodernidad
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Oscar: La transformación social desde una perspectiva científica
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corporativo contra poder popular
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Oscar: ¿Por qué se suicida la gente?
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