Las
pandillas académicas y el aislamiento social de
profesores- investigadores
Oscar
Yescas Domínguez
12
de febrero de 2023
El
hombre es lobo para el hombre sentenció Thomas Hobbes (homo homini
lupus) en 1651 al referirse al “estado natural” del hombre que lo
lleva a una lucha en contra de su prójimo y con esta lapidaria frase
fundamentó la creación de la figura del Leviatán, aquel gigante
que crecía cada vez más al incorporarse más ciudadanos a la
propuesta de crear un Estado-Nación que tuviera como objetivo
garantizar la seguridad de los ciudadanos, mediar en los conflictos
que surgieran entre la ciudadanía y garantizar el bienestar social (1).
Más
de 370 años después de la publicación del histórico libro
titulado El Leviatán, vemos con claridad la veracidad de esa
afirmación al observar que la aldea global está inmersa en un mar
de conflictos sociales, una guerra no reconocida (y por tanto
inmoral) de varios países en contra de Rusia, el aumento de la
desigualdad social, la explotación laboral y la destrucción de la
naturaleza por el capital privado que derriba todos los límites que
intentan ponerle en su camino de seguir maximizando sus beneficios
económicos.
La
irracionalidad impera en nuestros tiempos, las organizaciones
contemporáneas padecen un neanderthallismo administrativos en su
conducción. Quienes las dirigen ignoran con desprecio las
aportaciones de las ciencias sociales que comparten resultados de
investigaciones científicas que nos ayudarían a mejorar su
funcionamiento, pero impera más la búsqueda del poder que la
necesidad social de obtener un buen funcionamiento de las mismas. En
un mundo líquido que no mantiene la misma forma porque todo cambia
en forma intermitente y discontinua, lo cual impide mantener un rumbo
determinado y genera incertidumbre porque no sabemos lo que pasará
el día de mañana, nos vemos forzados a desarrollar nuevos
comportamientos para responder a los nuevos retos que enfrentamos
cada día y vivimos con un temor constante a ser sorprendidos en
forma desprevenida por algún tipo de cambio inesperado, porque la
ola de cambios sociales se mueve a un ritmo vertiginoso y corremos
constantemente el riesgo a ser relegados porque, los comportamientos
que dieron resultado el día de ayer, hoy son insuficientes, por lo
que tenemos que crear nuevos comportamientos para adaptarnos a los
cambios que se nos presentan, pero enfrentamos el problema de que
todavía no incorporamos como hábitos de nuestro comportamiento
estas nuevas respuestas cuando de repente surgen nuevos cambios que
exigen otro tipo de nuevos comportamientos.
En
este contexto podría pensarse que una alternativa a largo plazo
sería la de incrementar nuestro repertorio de comportamientos
acudiendo a realizar estudios universitarios y formarnos como
profesionales en alguna rama del saber científico. En el contexto de
la creciente desigualdad social y económica, el porcentaje de
personas que tiene oportunidad de realizar estudios universitarios es
extremadamente bajo, por lo que las universidades son la opción más
cercana para cumplir estas expectativas.
El
problema es que en el contexto de la crisis social que experimenta
nuestra sociedad, esta crisis se manifiesta en la crisis de todas las
instituciones que forman parte de nuestro sistema social. Las
instituciones gubernamentales, los partidos políticos, los
sindicatos, los hospitales, las escuelas y universidades están
atravesadas por una seria crisis de liderazgo que afectan gravemente
su funcionamiento y provoca la lucha por el poder en su interior
Las
universidades públicas, lejos de ser autónomas se han convertido en
universidades empresas y la educación pública enfrenta fuertes
embates por parte del neoliberalismo que pretende desaparecerla y
privatizarla para convertirla en una mercancía más. La vocación
por la docencia y la entrega del profesor a esta noble actividad está
en riesgo de desaparición, porque una buena parte de docentes
percibe su profesión como un trabajo que le genera una fuente de
ingresos y le permite sobrevivir.
Como
en todas las cosas dentro de nuestra sociedad en la que existe una
gran desigualdad social, también existen niveles entre quienes se
dedican a la docencia en instituciones de educación superior.
Algunos tuvimos la fortuna de obtener una plaza de maestro de tiempo
completo para desempeñar funciones como profesor-investigador a
través de nuestra participación en un concurso de oposición y en
base a ellos, logramos ingresar a un club de privilegiados que
tuvimos estabilidad en el empleo (2).
Pero
también existe la otra cara de la moneda que consiste en la
existencia de cientos de profesores universitarios que trabajan con
incertidumbre laboral porque son contratados con el sistema de
horas-sueltas y por tiempo determinado, es decir, por semestre y no
cuentan con la seguridad de ser contratados el siguiente semestre, ni
garantía de impartir las mismas materias o contar con el mismo
número de horas clase.
Ser
parte del club de privilegiados no garantiza el desarrollo de un
compromiso social, ni la entrega a la docencia con pasión y
vocación, como se esperaría, ya que, como en todas las
organizaciones, en la cultura universitaria prevalece el imperio de
una ideología individualista y competitiva que se encuentra en
constante estado de reconocimiento social y que en varios casos
provoca una ruptura con la realidad social, al mantenerse al margen
de los acontecimientos sociales y experimentar la sensación de
pertenecer a un grupo de élite que merece un trato especial por el
simple hecho de haber realizado “la proeza” de obtener el mayor
nivel de estudios superiores.
Cuando
esta sensación es compartida, suelen formarse agrupamientos
informales que actúan como verdaderas pandillas académicas en el
sentido que mencionó Pierre Bourdieu en su libro Homos académicos
(2), a la lucha por el poder que se da en el ámbito de las
instituciones de educación superior. En lo personal viví en carne
propia la presencia y trato de exclusión por parte de agrupamientos
de este tipo.
El
día de ayer fui a la Universidad de Sonora a sacar mi credencial de
jubilado, me tomó por sorpresa que la persona que me atendió de
manera muy cortés, me preguntara ¿Cómo quería que apareciera mi
identificación en la credencial?, ofreciéndome tres opciones: a)
Maestro jubilado, b) Académico jubilado o c) Profesor jubilado. Sin
dudarlo elegí la tercera opción y al ver la expresión de
desconcierto que se reflejó en mi rostro ante tal pregunta, dicha
persona me explicó que había atendido anteriormente a otros
maestros jubilados, quienes mostraron rechazo a qué pusieran en su
identificación la "simple expresión" de "Profesor o
Maestro jubilado", porque tenían estudios de nivel Doctorado y
deseaban que su nivel académico se reflejara en su identificación.
Al
escuchar esta respuesta, no pude evitar recordar a varios colegas
universitarios que conocí y que al presentarse aventaban por delante
sus títulos académicos como si fueran parte de sus nombres y
exigían un trato diferente por tener un elevado nivel de estudios
superiores y muy dentro de mí, pensé en ese momento "hay
algunas personas que no cambian sus hábitos y no satisfacen su
necesidad de reconocimiento".
¿Qué
importancia tiene el grado académico cuando ya estamos jubilados y
porqué exigir que éste se incluya en la identificación si ya
estamos retirados? Entiendo que cuando se está activo, el tener
mayor nivel académico nos permite avanzar en nuestra carrera laboral
y así podemos llegar más pronto a ocupar el máximo nivel de
reconocimiento y categoría académica que es Titular "C",
que sólo logran quienes tienen Doctorado, gran antigüedad y que
hoy en día resulta cada vez más difícil obtener para quienes se
encuentran activos.
Pero
cuando pasamos a retiro laboral y nos encontramos en la condición de
jubilados, pierde sentido (no valor) seguir exigiendo un trato
diferencial por el hecho de tener un nivel alto de estudios. La
cuestión es simple: estamos activos o estamos jubilados, los títulos
académicos pierden importancia, porque los papeles ya no nos
definen, lo que nos define siempre y con mayor claridad en el estado
de jubilación, es nuestro comportamiento.
Mientras
estuvimos activos laboralmente, tuvimos varias oportunidades de
brillar como diamantes locos, al obtener logros y reconocimiento
social, fuimos unos verdaderos privilegiados al realizar un trabajo
que nos proporcionó la oportunidad de conocer a miles de estudiantes
y obtener grandes satisfacciones, pero aún estando en la condición
de jubilado, podemos seguir brillando sin necesidad de aventar por
delante nuestros títulos académicos, al compartir nuestros
conocimientos con quienes nos rodean o a través de redes sociales al
publicar análisis de la realidad social como la opinión de simples
ciudadanos. No necesitamos poner nuestros títulos para fundamentar
nuestras opiniones, que algunos leerán y una gran mayoría quizá no
las lea.
En
realidad, pienso que es en nuestro estado de jubilación es cuando
demostramos todo lo que aprendimos al compartir nuestros
conocimientos con quienes nos rodean, sin las prisas que teníamos
cuando estábamos activos, porque como dice el dicho “un maestro,
siempre será un maestro”, y cuando se trata de ejercer la crítica
social, cabe el otro dicho: “Un buen maestro es como la mafia, sabe
demasiado”. Por esos motivos, creo que en el estado de jubilación
lo que menos debe importarnos es que en nuestra credencial de
jubilados se especifique nuestro grado de estudios. Exigir que
aparezca esta información en nuestra credencial raya en la vanidad.
Al
escuchar este testimonio, no se puede evitar recordar la expresión popular que dice "el doctorado no quita
lo tarado", porque tiende a validarla y al mismo tiempo representa la existencia de una actitud clasista de
aquellos que insisten en tener un trato diferente, muestran una necesidad de resaltar por encima de
los demás, desean seguir viviendo de glorias que ya quedaron atrás,
porque los títulos académicos funcionan sólo para ayudarnos a elevar
nuestros ingresos cuando se encuentra uno activo, pero exigir su uso en las relaciones sociales estando jubilado, sólo refleja inseguridad ya que dan una falsa
sensación de superioridad ante los demás.
Lo
que sí podemos observar es que hay una enorme contradicción en el
comportamiento de estos trabajadores intelectuales que actúan como
“divas académicas”, porque el nivel académico que presumen y el
grado de estudios obtenido, fue posible lograrlo porque laboraron en
universidades públicas, y como suele suceder en este caso, fueron
pagados por la Universidad de Sonora al proporcionar becas a sus
profesores para que pudieran realizar estudios de Maestría o
Doctorado, como parte de los beneficios de un Contrato Colectivo de
Trabajo que contiene estas prestaciones sociales gracias a la lucha
sindical, a la acción colectiva, organizada y unida de miles de
docentes universitarios que lograron conquistar uno de los contratos
colectivos más benéficos para los trabajadores.
No
está de más mencionar, que la mayoría de profesores universitarios
que tienen altos grados de estudios universitarios que actúan de
esta forma clasista, son quienes menos han participado en las actividades
de defensa del contrato colectivo de trabajo ante las constantes
violaciones que realizan las autoridades universitarias, porque no
sienten ninguna necesidad de protestar ya que pertenecen al club de
privilegiados que son los profesores-investigadores que ocupan una
codiciada plaza de tiempo completo.
No
es exagerado afirmar que la búsqueda de mejorar sus estudios
universitarios realizando estudios de Maestría o de Doctorado, no
estuvo basado en la existencia de un compromiso social o para mejorar
la enseñanza, porque en la mayoría de los casos, el ascenso de
nivel académico estuvo motivado primordialmente por la búsqueda de
mayores ingresos económicos y por el deseo de mejorar sus
condiciones de vida personales.
Quizá
esa sea la razón por la cual estos académicos terminan actuando
como verdaderas "pandillas académicas", al unir esfuerzos
para buscar juntos mejores y mayores posiciones de poder, ya sea
dentro de la estructura organizacional de la Universidad de Sonora,
ocupando puestos administrativos que les proporcionaban el derecho a
recibir un aumento de sus ingresos económicos, vía compensación
por ocupar dichos cargos, porque así lo contempla la Ley 4 de la
Universidad de Sonora ya que paga mejores y mayores sueldos a
empleados administrativos y en algunos casos llegan a triplicar los
sueldos de los profesores-investigadores de mayor antigüedad y mayor
nivel académico, como el sueldo de quien ocupa la silla de Rector
que percibe un sueldo de $130,000 pesos mensuales. El "grupo de los químicos" mantiene el poder administrativo desde que inició la Ley 4 y el grupo de" Los Dorados" tiene el poder de la dirección del sindicato académico desde 2008.
La
existencia de pandillas de docentes integradas por Divas académicas
perjudica grandemente la calidad de la educación superior, porque
centran sus esfuerzos en lograr posiciones de poder en lugar de
enfocarlos al mejoramiento de su desempeño académico. Puedo decir con orgullo que ingresé a laborar a la Universidad de Sonora por la puerta grande al participar en forma simultánea en dos concursos de oposición en los cuales salí triunfador por lo que tuve el lujo de elegir entre dos importantes plazas, una como jefe del área de Psicología industrial y otra como jefe del área de psicología clínica.
Decidí elegir la jefatura del área de Psicología clínica, pero los resultados fueron impugnados por uno de los participantes en ese concurso, por lo que desistí y me incliné por la jefatura del área de Psicología industrial. Posteriormente, me enteré que en la segunda ocasión que sometieron a concurso la jefatura del área de Psicología clínica, resultó ganadora una persona recién llegada de la ciudad de México. Esto me provocó que entre los participantes en el primer concurso experimentaran un resentimiento hacia mi persona porque "por mi causa" perdieron su oportunidad.
Recuerdo
perfectamente aquella ocasión en la que durante el primer año que
empecé a laborar como profesor-investigador, después de haber
ganado por concurso de oposición una plaza de tiempo completo y
formar parte del grupo de privilegiados, un día terminé de conducir
uno de mis seminarios y al caminar por los pasillos observé en un
salón de clases a varios profesores de Psicología reunidos. Por
mera curiosidad decidí ingresar al salón para saber de qué estaban
hablando y si era posible participar en la discusión.
Escuché
algunas intervenciones y me di cuenta de que la discusión giraba en
torno a la sucesión del cargo de Jefe de la Carrera de Psicología
como se le llamaba en aquel entonces a lo que hoy es Jefe de
Departamento. Entonces decidí participar alzando la mano para hablar
y fijar mi postura en torno a este tema y cuando se me concedió la
palabra, propuse que en lugar de estar mencionando nombres de
candidatos para ocupar ese puesto, lo más conveniente y práctico
sería que discutiéramos en forma colectiva un plan de trabajo para
que quien quedara en ese puesto se comprometiera a seguir los
lineamientos de su contenido que definiríamos en forma grupal.
La
respuesta que recibí de parte de una "diva académica" especialista en Psicología ambiental presente en esa reunión me tomó por sorpresa, esta persona me dijo
lo siguiente: "Lo que pasa Oscar es que esta discusión es parte
de un grupo al que tú no perteneces". Me quedé perplejo y
respondí, ¿pero, por qué dices eso? Están aquí cerca de 20
profesores de Psicología, estamos en un edificio del Departamento de
Psicología y Comunicación y el tema en la mesa de discusión es
elegir al próximo Jefe de la carrera de Psicología. Yo soy maestro
de tiempo completo del Programa de Psicología, ¿por qué dices que
no puedo participar?
Su
respuesta fue la misma, “sí es verdad, pero formamos un grupo al
cual tú no perteneces en este momento”, miré a mi alrededor, el
resto de profesores evitó hacer contacto visual conmigo, por lo que
asumí que con esa pasividad y silencio avalaban lo dicho por
aquella "diva académica", por lo que me puse de pie y me
despedí diciendo, "hagan lo que ustedes quieran, pero les guste
o no, yo estaré aquí hasta que decida jubilarme y mientras tanto
expresaré mi opinión aún cuando ésta se enfrente a la de todos
ustedes".
Dicho
y hecho, mi estancia en el Departamento de Psicología y Comunicación
fue algo similar al comportamiento de un Lobo estepario, tuve alumnos
que después se convirtieron en mis jefes administrativos y exigían
que les hablara de "usted" por su nivel jerárquico o
académico, pero jamás les hice caso porque conocía sus debilidades
y siempre les hable de tú pero con cortesía.
Con
el paso del tiempo, las diferencias con mis colegas aumentaron porque
debido a mi formación como psicólogo social egresado de la
Universidad Veracruzana, mi visión de la docencia universitaria
chocaba frontalmente con el reduccionismo psicológico que promovían
la mayoría de los profesores de Psicología ya que fueron formados
en la corriente conductista, una corriente a la que yo cuestionaba
por considerar como algo más grave que un reduccionismo psicológico,
porque incurrían en un error epistemológico mayor que es incurrir
en un corrientismo psicológico, ya que se casaban con una corriente
de la Psicología, denostaban y rechazaban todas aquellos enfoques de
la Psicología que no fueran conductistas, ignorando que la
Psicología es como dice Ian Parker en su libro La psicología como
ideología “ la Psicología es como un gran árbol, del cual se
deprenden varias ramas, algunas llevan el nombre de psicoanalistas,
otras se autodenominan conductistas, algunos como gestaltistas, etc.,
pero todas llevan el apellido de Psicología” (3).
En
diferentes seminarios, simposios y coloquios exponía con fundamentos
epistemológicos la necesidad de construir una Psicología
socialmente sensible (4) y con ello se evidenciaba que mi
percepción de la Psicología era diferente a la de la mayoría. Sin
falsa modestia, me considero un caso especial en mi labor como
docente universitario, porque a diferencia de la mayoría, con el
paso del tiempo empecé a escribir artículos, publicarlos en mi blog
personal y después decidí utilizar dichos artículos como parte del
material didáctico que revisábamos en mis seminarios. (5)
Puedo afirmar que en mis últimos años como docente universitario,
fui el único profesor de Psicología que utilizaba sus propios
escritos como material didáctico (junto con otros materiales
bibliográficos por supuesto), para conducir las reuniones de
discusión grupal en la que analizábamos diferentes materiales
teóricos (6).
Pero
esto no fue tolerado por algunos miembros de las pandillas académicas
de Psicología, porque en su afán de excluirme y ante la
imposibilidad de refutar con argumentos teóricos, algunos compañeros
profesores llegaron al extremo de prohibirles a sus alumnos citar mis
artículos en sus ensayos, bajo el argumento de que mis artículos no
estaban escritos con el formato APA y por eso carecían de validez
científica. También por esa situación fui objeto de calumnias y
difamación al difundir información falsa para desacreditarme entre
los estudiantes, de esto me enteré por mis propios alumnos, quienes
me compartieron esta información después de haber conocido mi
profesionalismo como profesor y entrega a la docencia, que les
permitió comprobar la falsedad de dichas acusaciones.
Mi
comportamiento siempre fue diferente al de mis colegas, porque en la
mayoría de ellos prevalecía el culto a la figura de autoridad en
turno y esto se reflejaba cuando llegaba algún Director de División
(algunos de ellos fueron mis alumnos) o recibíamos la visita de
alguno de los que ocuparon la silla de Rector, la mayoría usaba la
expresión "señor Rector" antes de hablar del asunto que
deseaban expresar.
Por
mi parte, siempre les hablé de tú a quienes ocupaban cargos de
autoridades universitarias, porque desde mi punto de vista, esas
personas no fueron electas democráticamente y no merecían tales
deferencias. Estas irreverencias de mi parte nunca me las perdonaron
y esos fueron los motivos por los que mi cubículo nunca fue equipado
con persianas como el resto de mis compañeros profesores. Cuando me
jubilé, retiré la cortina de tela que usaba para tener privacidad y
la sola vista del cubículo sin persianas denunciaba la exclusión de
la que fui objeto por "no ser parte del grupo o pandilla
académica" de Psicología y Comunicación.
Ingresé
a la Universidad de Sonora ocupando la plaza de Jefe del área de
Psicología Industrial y con la imposición de la Ley 4 ésta se
convirtió en Presidencia de la Academia de Psicología
organizacional, en la cual me mantuve al frente durante 20 años
porque aparte de mí nadie tenía el perfil académico para ocupar
ese puesto.
Dentro
de mis funciones estaba autorizar el registro de actividades
académicas de los profesores que estaban adscritos a esta a academia
y en varias ocasiones me vi en la penosa necesidad de rechazar
algunas solicitudes porque identifiqué intentos de plagio o cambio
de título en algunas que ya estuvieron registradas anteriormente.
Obviamente, esto provocó malestar en mi contra en algunos compañeros
docentes, pero me mantuve inflexible porque siempre he estado en
contra de la simulación y corrupción. Las presiones para que firmara documentos apócrifos continuaron durante bastante tiempo, por lo que finalmente decidí presentar mi renuncia al cargo de Presidente de la academia de Psicología Organizacional después de haber estado al frente de la misma durante 20 años y me dediqué por completo a mis labores de docencia, investigación y extensión que me proporcionaban gran placer.
Como Profesor universitario que ocupaba una plaza de tiempo completo, formé parte del Directorio de jurados para evaluar a participantes en concursos de oposición y de evaluación curricular en varias ocasiones.
Pero después de 20 años de participar en estos eventos, decidí declinar las posteriores invitaciones para este tipo de eventos, porque me di cuenta de que la mayoría de las veces eran tiempo perdido, ya que después de invertir varias horas en reuniones, revisión de expedientes de los concursantes y discusión entre los miembros de diferentes jurados para llegar a una conclusión bajo consenso de los resultados, muchas de las veces, nuestras recomendaciones fueron ignoradas por los distintos Jefes de Departamento que formaban parte de las pandillas académicas, quienes terminaban favoreciendo a personas distintas a las que recomendábamos para contratar a nuevos profesores y mantenerlos como incondicionales que seguirían sus instrucciones para asistir a las asambleas sindicales para votar en contra de la huelga, o en asambleas delegacionales para apoyar los proyectos o personas afines a la autoridad en turno.
Cuando
se impuso la Ley 4 en 1991, la democracia murió en la comunidad
universitaria y sólo se mantuvo en los espacios sindicales, ya sea
dentro del Staus el sindicato del personal académico o del Steus, el
sindicato de trabajadores y empleados de la Universidad de Sonora,
pero en la estructura organizacional piramidal que surgió con esta
ley, se crearon las condiciones para que surgiera un autoritarismo
centralizado en quien ocupara la silla de Rector y para lograr un
consenso de aceptación, los sueldos de los empleados administrativos
superaron con creces los sueldos de los trabajadores académicos
mejor pagados.
En
estas condiciones surgió un nuevo grupo dentro de la comunidad
universitaria que se denominó "los acadestrativos",
conformado por académicos de alto nivel y gran antigüedad que
abandonaban la docencia e investigación para ocupar puestos
administrativos, atraídos por los altos sueldos que perciben los
altos mandos de administración universitaria y las altas
compensaciones económicas que recibían aparte de su sueldo como
académicos.
Mientras
las finanzas universitarias se desviaban para satisfacer la ambición
de grupos que se disputaban el poder, la educación universitaria fue
afectada grandemente porque se privilegió la contratación de
personal de confianza pagando altos sueldos, por encima de la
contratación de nuevas plazas de tiempo completo. Por parte del
Staus se presentó la reiterada denuncia de que el presupuesto
otorgado por la Secretaría de Educación Pública para crear nuevas
plazas de tiempo completo, fue utilizado para la contratación de 300
plazas de personal administrativo de confianza.
Inclusive
las autoridades administrativas de la Universidad de Sonora (dentro
de las cuales se encuentran varios académicos) llegaron al extremo
de tomar medidas que afectaban la calidad de la educación superior,
porque cuando se desocupaba alguna plaza de profesor de tiempo
completo, en lugar de someterla a concurso de oposición, las
autoridades administrativas optaban por contratar maestros de horas
sueltas que ingresaban a laborar en condiciones de incertidumbre
porque no tenían la estabilidad en el empleo ya que no contaban con
la seguridad de ser contratados en el siguiente semestre.
La
apatía y falta de participación sindical de los trabajadores
académicos permitió el florecimiento de las pandillas académicas que se disputaban entre sí el control de la dirección del sindicato de trabajadores académicos y la conquista de posiciones de poder dentro de la estructura administrativa de la Universidad de Sonora, mientras se presentaban varias violaciones contractuales y una de ellas
fue la modificación unilateral al Estatuto de Personal Académico,
realizada por el entonces Rector Heriberto Grijalva, quien impulsó
la creación de grandes trabas para el ingreso y promoción del
personal académico, al incluir el requisito de nivel de Doctorado
como mínimo para ocupar una plaza de tiempo completo y exigir varios
requisitos como una gran cantidad de publicaciones en línea para
autorizar futuras contrataciones o promociones.
Los
estudiantes fueron los más afectados porque en lugar de recibir su
educación por maestros de tiempo completo que estuviesen dedicados a
la docencia e investigación del área de su especialidad, recibían
clases de maestros contratados por horas sueltas, que aceptaban dar
cualquier clase con tal de aumentar sus ingresos quincenales, aún
cuando no dominaran el tema o no tuvieran experiencia en el mismo. La
universidad de Sonora abandonó su vínculo con las comunidades
sociales, se convirtió en universidad-empresa y los estudiantes
fueron transformados en consumidores que son adiestrados para
trabajar como técnicos en alguna organización al servicio del
capital nacional o extranjero
En
la medida que avanzaba el tiempo, se agudizó la crisis al interior
de la Universidad de Sonora, como parte de la crisis social que
afecta a la sociedad en su conjunto, pero para una gran mayoría de
trabajadores intelectuales que tuvieron la gran oportunidad de tener
un trabajo que les permitía desarrollar su pensamiento, el análisis
de la realidad social y el impacto de la crisis en la mayoría de la
población, no formaba parte de sus inquietudes personales o de su
agenda académica y la discusión del entorno social no estaba
incluido en los programas de las materias.
El
desarrollo tecnológico nos tomó por sorpresa afectando la docencia,
por lo que nos vimos en la necesidad de usar internet, redes sociales
y telefonía celular, como parte de las herramientas educativas para
contrarrestar la creciente adicción a los teléfonos celulares y la
pandemia del covid obligó al uso de la enseñanza virtual vía zoom.
Pero
a pesar de que hoy en día la socialización se da en redes sociales,
tal como bien argumenta Manuel Castells en su libro La sociedad Red
(7), la ausencia de opiniones de trabajadores intelectuales en
las redes sociales es parte del escenario cotidiano, por lo que es
más fácil encontrar opiniones y críticas sin fundamento de
cualquier persona, que encontrar opiniones y análisis bien
fundamentadas de trabajadores intelectuales.
En
el contexto de una sociedad compleja, inmersa en profundos y
constantes cambios que generan un ambiente de incertidumbre, la
ausencia en redes sociales de aportaciones de los trabajadores
intelectuales que permitan a la población comprender qué es lo que
está pasando y no usar el desarrollo tecnológico para compartir los
conocimientos para que pudieran contribuir a la solución de los
grandes problemas sociales, se presenta como una falta de compromiso
social de parte de aquellos que tuvieron el privilegio de acceder al
conocimiento científico y tener una mejor comprensión de lo que
está sucediendo en nuestro entorno social.
Con
este silencio, los trabajadores intelectuales enfrentan una
"muerte social" en el sentido que definió Zygmunt Bauman
al describir que quien no participa en redes sociales hoy en día,
pasan a ser desapercibidos y no existen para la mayoría de la
población que no tuvo oportunidad de realizar estudios
universitarios.
Nuestra
función como trabajadores intelectuales es describir la realidad en
forma crítica, tomando en cuenta que el mundo no es un libro de
texto, nosotros los intelectuales hacemos libros de texto sobre la
realidad, pero la realidad es cambiante y no basta con escribir
libros, se necesita promover la identidad de agentes de cambio social
en cada ciudadano. Debemos tomar como punto de partida que estamos en
una sociedad en crisis, una crisis que afecta a millones de personas,
cuyas vidas están siendo destruidas y con nuestra participación podremos evitar que el hombre siga siendo el lobo del hombre.
Si
los trabajadores intelectuales no describimos en forma crítica esta
realidad y los efectos de la desigualdad social, estaremos actuando
de forma tal que contribuiremos a reproducir la dominación y
subordinación que permite el control social en favor de los grupos
de poder. Nuestra tarea como intelectuales y docentes es enseñar
cómo actuar en el contexto de una sociedad en crisis, visibilizando
las acciones de lucha social para impulsar el empoderamiento de los
ciudadanos y que puedan tener confianza en sí mismos y la seguridad
de que el mundo puede ser transformado si se actúa en forma
colectiva, organizada y unida.
La
participación del trabajador intelectual en los movimientos sociales
debe incluir el compartir el conocimiento científico, con las
comunidades, con los docentes y activistas sociales, asumiendo una
actitud de humildad y partiendo de que el intelectual es sólo otro
ciudadano más participando socialmente y sobre todo que sus
conocimientos no lo colocan encima del resto de la sociedad. De esta
forma, el intelectual puede ser objeto de crítica y
retroalimentación al recibir las opiniones de los demás en un
proceso de enriquecimiento práctico y teórico.
“La
función social del intelectual debe ayudar a construir comunidades o
espacios democráticos en nuestra vida cotidiana, estimular la
participación individual en asuntos públicos. Clarificar el vínculo
entre lo personal y lo político, enseñar cómo las políticas
públicas afectan las vidas privadas y de ahí motivar a incrementar
la participación en política en los miembros de nuestras
comunidades. En el salón de clase, en asambleas sindicales, en la
creación de organizaciones civiles y representantes de colonias. Los
intelectuales debemos tener presente lo que dijo Carlos Marx: nuestra
tarea no se limita a comprender nuestra realidad, nuestro compromiso
social implica contribuir a la transformación del mundo” (8)
La mayoría de las personas no sabe qué es lo que está pasando en el mundo actualmente, no tiene idea de cómo les afectan los cambios sociales (9) Aquellos afortunados que tuvimos oportunidad de tener estudios universitarios y sobre todo los académicos, profesores-investigadores sí sabemos qué es lo que está pasando en nuestra sociedad. En una sociedad donde crece cada día la desigualdad social, la
exclusión de amplias mayorías al derecho a la educación, quienes
tuvimos oportunidad de recibir educación universitaria y sobre todo,
quienes trabajamos como profesores- investigadores de tiempo
completo, tenemos el imperativo moral de participar en espacios
públicos, expresando nuestras opiniones personales, cómo ciudadanos
comprometidos, argumentando y fundamentando el análisis y aportando
propuestas de solución a los problemas que nos aquejan cómo
colectividad.
La
formación de pandillas académicas que surgen por la necesidad de
individuos cuyo comportamiento es motivado por la ambición del
poder, provoca un grave daño a las instituciones de educación
superior porque permite la desviación de recursos financieros de su
destino original que es el fortalecimiento de actividades que
permitan elevar la educación.
Los
intelectuales que navegan en las nubes del teoricismo necesitan “un
baño de realidad” que les permita poner los pies en la tierra y
dejar de actuar como divas académicas intocables, para proceder a
desarrollar comportamientos de mayor compromiso social y sobre todo
de mayor humildad. Quienes fuimos afortunados de tener un trabajo que
nos permitió crecer personal y profesionalmente, debemos utilizar
los adelantos del desarrollo tecnológico, todos los recursos
tecnológicos disponibles: internet, redes sociales, telefonía
celular, whatsapp, etc., para compartir nuestras opiniones como
simples ciudadanos sobre los problemas que afectan a las comunidades
a las que pertenecemos, opiniones que deberán estar fundamentadas en
la experiencia que hemos adquirido con nuestra vida como docentes.
El
no hacerlo, refleja una gran ceguera moral, una grave falta de
empatía, un alto grado de individualismo y en el caso de la
Universidad de Sonora, representa una grave contradicción con el
lema que nos define como académicos universitarios: “El saber de
mis hijos, hará mi grandeza"!
1.- Thomas Hobbes: El Leviatán
http://bibliotecadigital.tamaulipas.gob.mx/archivos/descargas/31000000555.PDF
2.- Yescas,
Oscar: El club de privilegiados
https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/07/el-club-de-los-privilegiados.html
3.- Ian
Parker: La Psicología como ideología
https://rebelion.org/resena-de-la-psicologia-como-ideologia-contra-la-disciplina/
4.- Yescas,
Oscar: Por una Psicología socialmente sensible
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/11/por-una-psicologiasocialmente-sensible.html
5.- Yescas,
Oscar: Introducción a la Psicología de las organizaciones
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/introduccion-la-psicologia-de-las.html
6.- Yescas,
Oscar: Introducción a la Psicología comunitaria latinoamericana
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/introduccion-la-psicologia-comunitaria.html
7.- Manuel
Castells: La sociedad red
https://latam.casadellibro.com/libro-la-sociedad-red/9788420647845/1101018
8.- Yescas,
Oscar: El compromiso social del trabajador intelectual
https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/05/el-compromiso-social-deltrabajador.html
9.-
Yescas, Oscar: Algo está pasando y usted no sabe que es¡
(Alborotando consciencias tranquilas).
https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/07/algoesta-pasando-y-usted-no-sabe-que-es.html