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sábado, 22 de mayo de 2021

 

Colombia: rebelión juvenil contra el autoritarismo neoliberal

Oscar Yescas Domínguez

21 de mayo del 2,021

Colombia: rebelión juvenil contra el autoritarismo neoliberal

Introducción

Antecedentes

El turno de Colombia

Conclusiones


Introducción

Es una jungla afuera” era el tema musical de una serie de televisión de nombre Monk, que trataba de un detective germofóbico que tenía problemas de contacto social, la letra de la canción decía: “hay una jungla ahí afuera, desorden y confusión en todas partes, a nadie parece importarle...” y la situación actual a nivel mundial me recuerda esa melodía porque la verdad el mundo contemporáneo se presenta como una jungla en la que se requiere luchar para sobrevivir porque vivimos una especie de Darwinismo social ya que nada es gratis en esta vida.

Las redes sociales se han convertido en las principales fuentes de información y a través de ellas nos enteramos de acontecimientos que se presentan en todas partes del mundo. También en redes sociales encontramos opiniones de todo tipo sobre estos acontecimientos nacionales e internacionales. De repente, surgen especialistas en todos los temas que actúan como opinólogos subiendo comentarios que reflejan un gran desconocimiento del tema del cual están hablando y contribuyen a generar más confusión. Vivimos tiempos de convulsiones sociales en varios países y para comprender qué es lo que está sucediendo en el contexto internacional, necesitamos utilizar un enfoque sistémico, integral holístico que nos permita visualizar la sociedad contemporánea como un sistema social que está integrado por diferentes subsistemas que están en estrecha interdependencia e interinfluencia, de tal forma que lo que afecta a un subsistema, afectará al conjunto del sistema social, o sea a la sociedad en su conjunto.

Esta interdependencia la vimos con claridad cuando se presentó la pandemia del covid-19, no lo entendimos al principio, tardamos en reaccionar, observamos que en el otro lado del mundo, en un país alejado a miles de kilómetros de distancia de donde vivimos: en China, la gente comenzaba a enfermarse y a morirse por un virus desconocido hasta el momento. Poco a poco, esa enfermedad se fue extendiendo, salió de las fronteras de China y afectó a los países cercanos y con ello el número de gentes que fallecían crecía rápidamente y los hospitales se llenaban de personas contagiadas de una enfermedad desconocida.

Pero seguíamos observando desde la distancia, pensando que jamás nos pasaría aquella horrible situación, porque siempre tendemos a pensar que las cosas malas les pasan a otras personas por alguna razón, pero no a nosotros, porque nosotros “somos gente buena”. Mientras la enfermedad mortal que estrenaba el nombre del virus de covid-19 se extendía a más países y llegaba a Europa sembrando el terror con escenas de hospitales saturados, médicos agotados, los gobiernos de los países que viven en el continente americano (que somos muchos por cierto ya que algunos tienden a pensar que América es Estados unidos), seguían sin reaccionar y mientras los gobiernos de los países afectados por la pandemia ordenaban un confinamiento obligatorio para disminuir la movilidad social restringiendo la libertad de movimiento como medida de contención de la pandemia, en los países de América seguíamos con nuestras rutinas disfrutando de nuestras libertades individuales, sin saber que el virus ya estaba en nuestro continente llegando de múltiples formas porque la globalización nos acercó demasiado y el contacto entre los países del mundo entero se incrementó por lo que de un día para otro nuestros hospitales ya estaban enfrentando la pandemia del covid recibiendo una gran cantidad de gente enferma.

La pandemia del covid nos enseñó varias cosas, primero: veíamos al mundo sin darnos cuenta de que la leyenda que aparece en el espejo lateral derecho de los automóviles es cierta: los objetos en el espejo están más cerca de lo que aparentan. Traduciendo: en el mundo contemporáneo, gracias a la globalización los países lejanos están más cerca de lo que aparentan. Gracias a la globalización el mundo es más pequeño y la tecnología redujo las distancias de tal forma que a través de redes sociales podemos lograr un impacto en varios puntos distantes de nuestro país. La pandemia nos demostró que nuestro comportamiento individual tiene un impacto sobre las demás personas, porque tenemos una estrecha interdependencia e interinfluencia con los habitantes del mundo entero, lo que permite que lo que suceda al otro lado del mundo, nos afectará tarde o temprano.

Segundo: en nuestra sociedad existe una enorme desigualdad social, la pandemia nos enseñó que quedarse encerrado en casa, sin salir durante meses enteros para prevenir contagios, es un privilegio de clase que no todas las personas pudieron disfrutar. Hay millones de personas en el mundo entero que tienen que salir para trabajar y conseguir comida, es decir, vivimos en un mundo en el que existe una enorme desigualdad social, hay una inmensa población mundial viviendo en condiciones de precariedad, teniendo una vida que no pueda llamarse vida ya que se limitan a sobrevivir, mientras que un porcentaje reducido de la población acumula una riqueza escandalosa e inmoral porque está basada en el sufrimiento colectivo.

La expresión “Es una jungla ahí afuera” permite describir un escenario de una terrible desigualdad social que afecta a millones de personas quienes viven sufriendo diariamente una violación sistemática de sus derechos humanos y esta desigualdad social crece día a día y llega al extremo de matar literalmente a miles de personas por causas desnutrición, por enfermedades que pudieron haber sido superadas si esas personas tuvieran dinero para pagar atención médica, alimentos o comprar medicinas. Esta misma desigualdad social es la causa de la inseguridad pública que afecta a millones de personas que viven con el diario temor de ser víctimas de asaltos al salir de sus casas. Por estas razones se puede afirmar que en el capitalismo salvaje que estamos viviendo, la desigualdad social genera un sufrimiento colectivo de millones de personas que viven en condiciones de pobreza, miseria y exclusión social, mientras unos cuantos se enriquecen cada día más.

Con mi mente inmersa en estas reflexiones mientras escribo y escucho “canción para un niño de la calle” de Mercedes Sosa en la que hace la denuncia del problema que se observa en la mayoría de ciudades latinoamericanas, donde hay presencia de niños sin hogar deambulando por las calles, mendigando, limpiando vidrios de autos, vendiendo dulces, o pidiendo ayuda, de manera inevitable empiezo a sustituir en mi mente la letra original de esa canción por otra que en mi mente dice: “A esta hora exactamente hay miles de jóvenes en la primera línea de las barricadas en varias ciudades de Colombia que están arriesgando sus vidas para defender sus derechos humanos y los intereses de sus comunidades”.

Esta asociación me sale de forma natural porque la verdad, después de más de tres semanas de paro nacional en Colombia, ya es imposible ignorar el llamado de ayuda a la comunidad internacional hecho por miles de jóvenes colombianos que mediante el uso de redes sociales e internet denuncian que la policía Colombiana está realizando una sistemática y brutal represión policiaca, cometiendo una serie de violaciones a los derechos humanos de quienes están participando en un paro nacional que comenzó el 28 de abril y que se ha extendido por más de tres semanas y que todavía no se vislumbra posibilidad alguna de solución al problema.

Debo mencionar también que en estos últimos días los ojos del mundo entero realizan un movimiento pendular en dos puntos geográficos en el que se están violando descaradamente los derechos humanos: Colombia y Palestina. Por motivos de economía de espacio, centraré mi atención en estas líneas solamente en el caso de Colombia, sin que esta delimitación signifique en ningún momento indiferencia alguna de mi parte hacia el genocidio que realiza Israel en contra del Pueblo Palestino. Curiosamente en redes sociales no veo a los opinólogos que inundaron redes sociales con sus análisis sobre la pandemia y la forma que utilizó el gobierno mexicano para combatirla y tampoco veo opiniones sobre lo que está ocurriendo en Colombia. Por estos motivos es que decidí escribir estas líneas en solidaridad con el pueblo Colombiano que está recibiendo una feroz embestida de su gobierno y una brutal represión por parte de la policía colombiana.

En el caso de Colombia estamos viendo una expresión particular de una creciente rebelión popular que está creándose en varios países en contra de la implementación de medidas neoliberales que las grandes corporaciones intentan imponer en varios países del mundo especialmente en Latinoamérica, el poder corporativo está utilizando su poder económico para corromper al poder político en los gobiernos de Latinoamérica y lograr que cada país acepte implementar reformas a sus constituciones para eliminar derechos laborales, servicios médicos y prestaciones sociales, para proceder a la privatización de los servicios que antes eran públicos y así asegurar las condiciones que les permitan continuar maximizando su beneficio económico.

En ese contexto vale recordar el tentador slogan que promueve el turismo en Las Vegas, aquel Estado de la Unión Americana que dice “Lo que pasa en Las Vegas, se queda en Las Vegas”. Porque parafraseando ese slogan, podría decir, “Lo que pasa en Colombia, no se quedará ahí, se extenderá a otros países”. La rebelión popular que hoy vemos en Colombia, tarde o temprano se replicará en otros países latinoamericanos que enfrentan la implementación de reformas en sus constituciones que al eliminar derechos laborales y prestaciones médicas y sociales, contribuyen a aumentar la desigualdad social porque generan una mayor precariedad en las condiciones de vida de millones de personas. El Paro Nacional en Colombia que inició el 28 de abril no es la causa de la crisis que enfrenta el pueblo Colombiano, en realidad este Paro Nacional es la respuesta a la crisis económica, política y social que se vive en ese país, ya que forma parte de un sistema económico y político del cual formamos parte todos los países de Latinoamérica, el sistema capitalista neoliberal que está inmerso en una profunda crisis que nos conduce hacia nuestra propia autodestrucción y a la destrucción de nuestro medio ambiente.

Este sistema social que es excluyente en la medida que genera desigualdad social y margina a un grueso de la población que vive en condiciones de precariedad y no pueden formar parte del equilibrio social basado en una producción masiva y un consumo masivo. Estamos siendo testigos de la rebelión de una juventud Colombiana que grita “Nosotros también existimos” y se niegan a continuar viviendo en mayores condiciones de precariedad, se levantan a combatir arriesgando sus vidas porque en realidad no tienen mucho que perder, porque en realidad no tienen nada, sólo se tienen a sí mismos y han descubierto la enorme fuerza y poder que pueden construir al actuar en forma organizada, colectiva y unida.

Antecedentes

Los antecedentes de lo que está sucediendo en Colombia se encuentran fuera de sus fronteras porque el origen de este problema es la crisis del capitalismo neoliberal que intenta cargar el peso de la crisis económica en las espaldas de los trabajadores y ciudadanos, el neoliberalismo intenta eliminar lo público y convertirlo en privado, es decir, eliminar la función del Estado-Nación como guardián del bienestar social de su población, adelgazar al Estado eliminando instituciones que ofrecen servicios públicos, reformar las constituciones y privatizar los servicios que antes eran públicos para garantizar la maximización del beneficio económico que obtienen las grandes corporaciones transnacionales en sus operaciones en cada país. Esto ocurrió antes en México cuando Felipe Calderón mediante el uso de la fuerza policiaca y la corrupción del Gobierno y los legisladores mexicanos, logró la aprobación de una Reforma laboral que implementó en el 2,012, que eliminó la jornada laboral de 8 horas, la estabilidad en el empleo y condenó a un futuro de incertidumbre laboral a generaciones enteras de trabajadores mexicanos que el día de hoy sufren con trabajos mal pagados, horarios prolongados y ausencia de estabilidad en el empleo. En aquel entonces fue insuficiente la resistencia que presentaron miles de trabajadores que rodearon el edificio del Congreso de la Unión exigiendo la no aprobación de esa reforma, porque la policía mexicana fuertemente armada impidió el acceso de los protestantes y reprimió con fuerza las protestas.

Pasó también en México con la Reforma energética que impuso a través de la fuerza Enrique Peña Nieto que permitió la venta de recursos energéticos y parte de las operaciones de Petróleos Mexicanos (PeMex) al capital privado. Intentaron hacer lo mismo con una Reforma educativa pero la resistencia y combatividad de los maestros mexicanos durante tres años, impidió su implementación.

Sucedió también en el 2,019 cuando en Ecuador intentaron imponer un paquete de reformas económicas que agravaban las condiciones de vida del pueblo Ecuatoriano que se lanzó a las calles y enfrentó a la policía de su país, logrando detener esas medidas que los conducían a una mayor precarización en su condiciones de vida. Pasó también en ese mismo año en Chile la capital del neoliberalismo mundial, cuando el gobierno chileno intentó imponer un aumento en el costo del boleto del Metro, el transporte colectivo de la capital chilena y la juventud chilena se rebeló en contra de esta medida y los enfrentamientos entre jóvenes chilenos y miembros del cuerpo de Carabineros (los famosos “pacos” o policías chilenos), subieron de intensidad y se extendieron a otras ciudades chilenas, logrando al final detener ese incremento al pasaje urbano.

Es el mismo esquema que se sigue en varios países, las grandes compañías internacionales utilizan su poder económico para doblegar al poder político en turno en cada país, para implementar reformas en sus constituciones de tal forma que la riqueza social producida por la clase trabajadora se distribuya en forma cada vez más desigual, porque lo que están haciendo es hacer más ricos a los ricos y crear una mayor cantidad de personas viviendo en condiciones de pobreza debido a la desigualdad social que se genera al forzar e los Estados nación a eliminar derechos y prestaciones contempladas en sus constituciones y aumentar los impuestos a la mayoría de la población.

El turno de Colombia

Eso es lo que está sucediendo en Colombia, el intento de imponer una Reforma tributaria (fiscal) que pretendía aumento de impuestos en un porcentaje más alto a quienes perciben sueldos más bajos y un aumento de impuesto menor a quienes perciben sueldos más altos. Sin embargo, esta reforma no contemplaba a las grandes corporaciones, no importó que al igual que en varios países Latinoamericanos, las grandes empresas en Colombia no pagan impuestos, utilizan grandes cantidades de recursos naturales, pero no pagan impuestos. Pero el Presidente Colombiano Iván Duque cometió el error de elegir el momento más inoportuno para tratar de imponer esta reforma tributaria: después de más de un año de pandemia del covid que obligó al confinamiento masivo y al cierre y quiebra de más de 500 mil negocios, por lo que la cifra del desempleo aumentó en un país donde casi cerca de la mitad de su población se dedica al empleo informal y el aumento de impuestos contemplado en esa reforma contribuiría a un mayor empobrecimiento de la población.

Pero esta receta neoliberal que se intenta imponer en varios países a nivel global, encontró una fuerte resistencia en Colombia protagonizada por nuevos actores sociales que son los jóvenes marginados de los barrios más pobres de las ciudades Colombianas que emergieron desde la precariedad de sus condiciones de vida para oponerse a esta reforma dando grandes muestras de organización comunitaria y han enfrentado durante las últimas tres semanas a los cuerpos policiacos que respondieron con el uso de armas de fuego disparando a multitudes de jóvenes que se manifestaban en forma pacífica, usando tanquetas y equipo bélico de alta tecnología, deteniendo manifestantes, violando a jóvenes colombianas detenidas y desapareciendo a un número indeterminado.

Esta represión brutal despertó la indignación de otros sectores de la población como los indígenas que viajaron a la ciudad de Cali en varios camiones para apoyar a los manifestantes, pero en su camino se tropezaron con vehículos de familias ricas que llevaban guardias armados que por motivos no esclarecidos del todo, desenfundaron sus armas y dispararon en contra del grupo de indígenas dejando muertos y heridos. Otro incidente que alimentó aún más la rebeldía y la participación ciudadana en las protestas y en el paro nacional, fue la detención y violación masiva por parte de la policía del ESMAD, de una joven de 17 años que estaba filmando la actuación represiva de dicho cuerpo, dicha joven fue liberada y antes de suicidarse denunció las agresiones sexuales de que fue objeto por parte de la policía.

Quienes lideran las protestas y mantienen guardia en calles con barricadas, son los llamados muchachos de “primera línea”, jóvenes que han improvisado escudos de lámina, plástico o de barril para proteger ciertos puntos de entrada a barrios comunitarios en escenas que hacen recordar las luchas de los guerreros vikingos, porque utilizan sus escudos en forma similar, avanzando unos metros y arrodillándose protegiéndose con escudos, viene otra línea de jóvenes detrás de ellos y coloca sus escudos por encima de sus cabezas y se protegen mutuamente mientras combaten cuerpo a cuerpo contra policías armados con uniformes de combate que protegen todo su cuerpo, cascos y caretas que protegen sus cabezas y rostros, mientras que los jóvenes sólo usan escudos, palos, piedras y telas cubriendo sus rostros.

Es una lucha realmente desigual que según comentaba el Director de Canal 2 de Cali, Colombia José Tejada que reportea en persona desde el lugar de los enfrentamientos realizando una excelente labor de periodismo actuando como “corresponsal de guerra”, es una lucha de “picapiedra contra Terminator”, jóvenes colombianos participan en enfrentamientos en una lucha totalmente desigual, usando hondas lanzando piedras y palos contra una policía fuertemente armada que utiliza francotiradores policiacos que disparan a la multitud, tanquetas que lanzan fuertes chorros de agua contra manifestantes, estrenan un arma llamada Venom que lanza 30 casquetes cargados con perdigones que estallan y provocan heridas en los jóvenes, algunos de ellos han perdido sus ojos por el uso de esta arma. Utilizan un aparato inhibidor de señales de wifi y de internet para dejar incomunicados a los jóvenes y que no puedan usar internet para transmitir en vivo los combates o participar en redes sociales. Estos policías disparan sus armas de fuego a manifestantes desarmados que se protegen con escudos de fabricación casera, enfrentando a policías montados en motocicletas que actúan en grupo para disparar, golpear, detener a quienes se cruzan en su paso.

Quienes están protestando no son jóvenes universitarios, son jóvenes que han sido excluídos del progreso social, que no tuvieron oportunidades de educación, no tienen opciones de empleo, son aquellos que apodaron la generación nini, pero no estudian ni trabajan porque no tienen oportunidad de educación ni oportunidad de empleo, son los desocupados, quizá muchos de ellos fueron niños de la calle, no están vinculados a ningún tipo de organización, son parte de los que Zygmunt Bauman denominó “consumidores defectuosos” que no tienen capacidad de compra por no tener ingresos y que no tienen nada qué perder, por lo que arriesgan sus vidas encabezando una rebelión en Colombia, manejando un discurso claro y profundo que denuncia la profunda desigualdad social en la que han estado sometidos por un sistema social excluyente.

No esperan nada regalado, sólo piden oportunidades de estudio, opciones de capacitación para formarse e incorporarse al mercado laboral y que las ofertas de trabajo no contengan sueldos precarios, sino que sean suficientes para mejorar sus vidas individuales y las condiciones de vida en sus comunidades. Estos jóvenes enfrentan a un gobierno que se niega a escucharlos, que ha ordenado utilizar toda la fuerza policiaca para despejar las calles, que quiere eliminar las barricadas que bloquean el paso de vehículos y desea acabar con las protestas cuanto antes. La dureza y brutalidad policiaca sólo ha encendido más la llama de la indignación y de la rebeldía que se extiende cada vez más por el territorio Colombiano.

Más de tres semanas de movilizaciones, protestas y represión policiaca y la situación lejos de vislumbrar alguna solución, empeora porque aumenta el número de muertos, heridos, desaparecidos y jóvenes violadas por elementos policiacos. Pareciera ser que la actuación del gobierno en estos días de paro en varias ciudades colombianas, busca que las protestas aumenten, que el país se incendie para crear las condiciones y formar una dictadura o se dé un golpe de Estado.

Estos muchachos que están gritando “nosotros también existimos, también tenemos voz e ilusiones” no están solos, porque pertenecen a las comunidades en donde están protestando y sus vecinos los conocen y apoyan , es común ver a familias completas participando en las protestas, padres acompañados de sus hijos o que apoyan a sus hijos en las guardias nocturnas que realizan, que es la hora en que la policía acostumbra atacar, bajo el manto de la oscuridad como ladrones o asesinos. En estas condiciones, la percepción popular ve a los jóvenes, principalmente a los de “primera línea” como los héroes de sus comunidades y no dudan en participar en acciones comunitarias, realizando “ollas comunitarias”, es decir, cocinas comunitarias donde cada vecino aporta ingredientes en forma individual para cocinar comida para centenares de personas.

Este es otro elemento que le da un carácter único a la revuelta Colombiana, la participación comunitaria, donde los los integrantes de los barrios, sin importar edades, se unen a las protestas y ven la luchas de los muchachos como una lucha propia. Se ha fortalecido el sentimiento de pertenencia a las comunidades y en un sentido contrario, ha crecido el rechazo a la policía y al gobierno Colombiano, ya que reprueban el comportamiento de ambos en la represión a las protestas pacíficas de la juventud colombiana. En estos días, los vecinos que ven a policías acercarse a las comunidades huyen y se esconden y si algún joven es perseguido por policías en sus motocicletas que ingresan por grupos a los barrios de las comunidades, es común que la puerta de alguna casa habitación se abra para darle refugio al perseguido y se cierre cerrando el paso a los policías.

El Estado Colombiano se está derrumbando, las instituciones fallan en su misión de proteger a la ciudadanía Colombiana, los partidos políticos están inmersos en una crisis de credibilidad, rodeados de acusaciones de corrupción, los cuerpos policiacos, lejos de proteger están reprimiendo a los manifestantes, secuestrando jóvenes, torturándolos, violando mujeres y asesinando jóvenes. La inconformidad y la rebeldía crece porque aparentemente no hay poder que detenga la violencia del Estado Colombiano en contra de su propia gente.

Es en verdad imposible permanecer indiferente ante las brutales imágenes de policías fuertemente armados disparando a civiles desarmados que se manifestaban en forma pacífica en diferentes ciudades de Colombia. La facilidad de acceder a través de mi computadora a los diferentes grupos que utilizan internet para informar en vivo de lo que está pasando me empuja a brincar de sitio en sitio y en todos están dando la misma información: Grupos de seguridad de familias ricas en Cali, Colombia dispararon a contingente de indígenas que llegó a Cali para apoyar el paro del pueblo de esa ciudad, comparten videos de policías en motocicleta disparando contra grupos de manifestantes, principalmente jóvenes desarmados, aumenta el número de heridos y se refugian en la Universidad del Valle y las ambulancias no llegan para atender a quienes necesitan auxilios médicos, una vecina que difunde un video de una bodega denunciando que patrullas policiacas han estado llevando a jóvenes detenidos a ese lugar y sugiere que si alguien no encuentra a un familiar cercano, probablemente esté detenido en ese lugar de detención clandestina. La solidaridad empieza a tomar presencia en el ámbito internacional: el juez Baltazar Garzón advierte a Iván Duque que no cometa el error de Pinochet porque será llevado a la justicia internacional, ciudadanos Colombianos que residen en la Ciudad de México se manifiestan a favor del paro, la situación es incendiaria literalmente y no hay quien detenga la masacre en contra de jóvenes, adultos, indígenas y todo el pueblo Colombiano que decidió terminar con el silencio y alzar su voz de protestas.

Las protestas por el intento de imponer una Reforma Tributaria ya quedaron atrás, se detuvo esa Reforma, pero ese intento fue la chispa que encendió una indignación acumulada durante décadas, el pueblo Colombiano ya no lucha para impedir que les aumenten los impuestos, se encuentra luchando para sobrevivir en medio de una represión policiaca que recuerda las atrocidades de Pinochet en Chile, de la Junta militar en Argentina, de todos aquellos dictadores militares que asesinaron a miles de gentes en países latinoamericanos en la década de los setentas y ochentas del siglo pasado.

El espacio democrático que representaba internet que funcionaba como tribuna de denuncia pública, el día de hoy está siendo limitado por la censura de las publicaciones que proceden de Colombia informando puntualmente de los acontecimientos. Esto hace temer que se avecinan golpes mayores al pueblo Colombiano, existe el riesgo de mayores asesinatos, por lo que es realmente importante que el mundo deje un momento la comodidad de que disfruta y voltee su mirada a lo que sucede en Colombia, porque lo que está pasando en ese país, se repetirá el día de mañana en otros países.

Es la guerra de la oligarquía financiera y política en contra de una población que se atrevió a rebelarse, cerrar calles, protestar y llamar a un paro nacional. No les importa que exista pandemia de covid, porque están luchando en contra de un gobierno que los está matando literalmente, Iván Duque es un títere manipulado por las grandes corporaciones, es un gobierno que no representa al pueblo colombiano, sino que en realidad defiende los intereses de las grandes compañías internacionales, de las personas que tienen las manos metidas en el narcotráfico y la rebelión del pueblo Colombiano pone en peligro la “paz social” que les permita continuar con sus negocios.

Es demasiada violencia, no se puede ignorar lo que está pasando en aquel país, una población civil que sale masivamente a las calles a protestar pacíficamente, que realiza actos artísticos como forma de protestar, que grita su rebeldía y que ante la represión policiaca empieza a tomar medidas defensivas como la construcción de escudos de lámina gruesa para usarlos como los antiguos vikingos. Se están preparando porque saben que la represión aumentará, Iván Duque se enfrenta a una generación que no es de cristal, sino que resultó ser de acero, una generación de jóvenes que no tienen otra alternativa que luchar, que están cansados de protestar y no ser escuchados y que hoy luchan para defender sus vidas.

El Presidente Duque ha hecho caso omiso a la petición de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos para que les permita ingresar a ese país y observar la situación interna que prevalece en el mismo. Cualquiera pudiera pensar que Iván Duque ha enloquecido y actúa en forma irracional usando toda la fuerza represiva para terminar con el paro sin importarle la opinión internacional, pero recordemos que este Presidente es una marioneta de las grandes corporaciones internacionales que ya han manipulado a organizaciones como la Organización de Estados Americanos cuando se prestaron a la maniobra sucia de desconocer el triunfo de Evo Morales en Bolivia.

Los artistas Colombianos de fama internacional que participaron en concierto musicales para denunciar al gobierno venezolano guardan un cómplice silencio ante el asesinato de su propio pueblo, los académicos e intelectuales callan de una forma que avergüenza porque con su silencio permiten que continúe la masacre de todo un pueblo. 

Las últimas denuncias revelan que varios jóvenes fueron detenidos y concentrados en las instalaciones del centro comercial Exito donde fueron torturados, al lugar llegaron familiares y prensa para pedir que liberaran a los jóvenes, sólo pudieron entrar después de varias horas, cuando salió un camión de basura y camiones de la policía colombiana. En el lugar encontraron rastros de sangre pero ningún cuerpo. El día de hoy aparecieron en el río Cauca los cuerpos de diez jóvenes que participaban en el paro, algunos de ellos desmembrados. La masacre continúa en forma impune y no parece que el Gobierno Colombiano tenga intenciones de detenerse. 

Pero el pueblo Colombiano no está solo, los ojos del mundo ya están fijos en Colombia y no se saldrán con la suya, la solidaridad empieza a manifestarse. El día de hoy sábado 22 de mayo se realiza una jornada internacional de apoyo al pueblo Colombiano en varios países donde los ciudadanos saldrán a las calles a expresar su solidaridad a quienes participan en el Paro Nacional que el próximo 28 de mayo cumplirá un mes.

Conclusiones

Después de 24 días de Paro Nacional en Colombia, las protestas no sólo han recibido una brutal represión policiaca, han obtenido grandes triunfos, dentro de ellas pueden mencionarse que se tumbó la Reforma tributaria que intentaban imponer y se logró la renuncia del Ministro que la propuso, con ello ya no le van a subir el precio a los alimentos, ya no les cobrarán a los trabajadores el equivalente a un mes de salario a los trabajadores por concepto de impuesto sobre la renta. Otro gran triunfo es la caída del intento de implementar una reforma a la salud que contemplaba la contratación de pólizas particulares por cada enfermedad. Las movilizaciones populares y la consecuente represión policiaca sirvieron de argumento para que Colombia no fuera la sede de futbol América, con lo que el Presidente Duque perdió la oportunidad de utilizar el futbol como instrumento de distracción nacional e internacional para seguir reprimiendo a su propio pueblo.

El gobierno de Iván Duque ignoró la realidad en la que vive el pueblo Colombiano, una realidad de gran desigualdad social, donde se encuentra una juventud que vive en condiciones de marginación y exclusión, que no tiene nada que perder y mucho por qué luchar. No tienen comida asegurada todos los días, no tienen servicios de salud, no tienen oportunidades de educación, opciones de trabajo, mucho menos oportunidad de jubilación y tampoco tienen miedo a enfrentarse a la policía. Ambos bandos policías y manifestantes están armados, la policía con material bélico de alta tecnología y armas de alto poder, los jóvenes colombianos están armados de valor para enfrentar en forma unida, organizada y colectiva a los cuerpos policiacos que se supone deberían protegerlos.

En Colombia se ve con toda claridad la lucha entre dos poderes reales, es la lucha del poder corporativo contra el poder popular, el pueblo colombiano está enseñando el camino a seguir para otros pueblos que comparten las mismas características: una gran desigualdad social, miseria, hambre y pobreza, coexistiendo con una gran corrupción en las altas esferas de un gobierno que traiciona a su pueblo y prefiere defender los intereses de las grandes corporaciones transnacionales.

Es la hora del cambio en Colombia, un cambio que no se detiene, que empezó pacíficamente y recibió una violenta respuesta, pero que no ha impedido que cada día participen más ciudadanos colombianos en el Paro Nacional. El Paro continúa, el día 28 de mayo cumplirá un mes, este paro es el inicio del cambio, mismo que de manera inevitable se expresará en las urnas en las próximas elecciones en Colombia. El pueblo colombiano que, al igual que otros pueblos latinoamericanos, vive en condiciones que podrían traducirse como si estuvieran viviendo el castigo de Sísifo en la posmodernidad, es decir, viviendo una vida injusta, como si fuese un castigo, sin posibilidades de superar las limitaciones económicas, laborales, educativas y de otra índole, ha encontrado el camino para lograr la transformación social a través de un empoderamiento individual y un fortalecimiento comunitario.

Recordemos que los grandes cambios sociales en la historia de la humanidad se han logrado por la irrupción de movimientos colectivos que se han rebelado a las condiciones negativas de su existencia y con la participación social organizada, unida y en forma colectiva, se lograron conquistar derechos que hoy el neoliberalismo y el poder corporativo están eliminando de las constituciones de varios países. El fortalecimiento del sentimiento de pertenencia a nuestras comunidades, el empoderamiento individual y colectivo puede crear un poder que permite enfrentar al poder opresor que genera la gran desigualdad social que hoy padece buena parte de la población mundial. Este poder no es otro que el poder popular que se construye a través de la participación individual en asuntos de interés público, la implementación de políticas neoliberales mediante reformas a las constituciones es una guerra no declarada del capital privado contra las poblaciones de nuestros países latinoamericanos. Los jóvenes de primera línea que arriesgan sus vidas en las calles de varias ciudades de Colombia son los héroes de un movimiento colectivo que está cambiando la historia en Colombia y que, debido a la interinfluencia e interdependencia que tenemos entre nuestros países, su ejemplo sin duda alguna se replicará en otros países.

El pueblo Colombiano enfrenta al mismo enemigo que oprime a otros pueblos: el poder corporativo que impone políticas neoliberales a escala internacional porque no reconoce fronteras. En ese sentido debemos ver nuestra realidad en el espejo de la realidad colombiana, se impone el desarrollo de una solidaridad internacional como una tarea inmediata y una acción impostergable, porque el pueblo colombiano nos está dando un gran ejemplo de historicidad y está pagando un alto precio con las vidas y sangre de su juventud, por esos motivos debemos sumarnos sin dudar un segundo a las jornadas internacionales que exigen alto a la violación de derechos humanos en Colombia, alto a la masacre y represión policiaca contra los que participan en manifestaciones pacíficas y van desarmados.

La globalización nos ha acercado mucho más de lo que quisiéramos y hoy la población de un país hermano, un pueblo latinoamericano: Colombia, necesita de la solidaridad internacional en una lucha que no ha sido estéril, han logrado detener dos reformas que atentaban contra sus derechos humanos, pero la lucha continúa, porque en realidad, la lucha es continua, es en contra de un sistema opresor que viola derechos humanos al crear una enorme desigualdad social a nivel internacional, por esos motivos debemos construir una solidaridad internacional con el pueblo colombiano que se encuentra combatiendo al mismo enemigo que nos mantiene oprimidos en nuestros propios países.

Es una lucha desigual que no puede seguir siendo ignorada por el mundo entero, los ciudadanos de cada país podemos participar apoyando a los jóvenes y pueblo colombiano realizando una pequeña tarea, partiendo de la premisa de que si todos realizamos en forma colectiva, unida y organizada una pequeña tarea, esta se convertirá en una gran acción que tendrá peso y podrá ser escuchada. Alcemos nuestra voz desde nuestras tribunas en redes sociales exigiendo el alto a la represión policiaca a los participantes en el paro en Colombia, pidamos la liberación de los cientos de jóvenes detenidos, impulsemos la demanda de castigo a los responsables de la violación masiva de derechos humanos, sobre el esclarecimiento de los asesinatos ocurridos durante estas jornadas de lucha. Al mismo tiempo pidamos a los cancilleres y Presidentes de nuestros países se pronuncien utilizando vías diplomáticas para pedir se autorice la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en suelo colombiano. Deben exhortar a evitar continuar con el uso de cuerpos policiacos que pelean contra ciudadanos que se manifiestan pacíficamente y desarmados. Los partidos políticos que se encuentran en campaña en México, deberían liderar campañas de solidaridad internacional con el pueblo Colombiano utilizando su poder de convocatoria y peso político para pedir al Presidente Andrés Manuel López Obrador un fuerte pronunciamiento exigiendo alto a los asesinatos de civiles por parte del Estado Colombiano.


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Yescas, Oscar: Poder corportivo vs. Poder popular

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