Educación y desigualdad
social
Oscar Yescas Domínguez
24/11/2,018
Imágenes de la desigualdad social
Imágenes de la desigualdad social
En
mi camino desde mi cubículo donde trabajo hacia el Departamento de Recursos
Humanos de la universidad de Sonora, casi me tropiezo (literalmente) con una
imagen que en verdad me impactó : un indigente durmiendo en las afueras de la
Universidad de Sonora. Completamente inconsciente tirado en la banqueta mientras
los que pasan a su lado rumbo al interior de la Unison sólo se limitan a
esquivar "el bulto" que encuentran en su camino, sin percatarse de lo
afortunados que son de no ser ellos quienes estén en el suelo.
Es
una imagen que cada vez es más frecuente en nuestros días: personas vestidas
con harapos, completamente sucios, semidesnudos, caminando por las calles de nuestra
ciudad. Algunos piden limosna para comer o para comprar alcohol, otros hurgan
en los depósitos de basura ubicados junto a los puestos de comida buscando sobras
para comer, mientras los que consumen alimentos los miran con menosprecio
porque les “echan a perder su comida”.
En
realidad, los miran sin verlos porque los indigentes, los pordioseros, los
mendigos, los menesterosos padecen de un grave problema: la invisibilidad
social Más bien, no son ellos quienes padecen de invisibilidad social, en
realidad somos el resto de la sociedad quienes presentamos esta grave sintomatología
en la medida que refleja una gran deshumanización.
La
mayoría de las personas cuando nos encontramos a algún indigente simplemente
fingimos que no los vemos y simplemente les sacamos la vuelta, evitando tener
contacto visual. En eso consiste la invisibilidad social de la mendicidad, existen
pero fingimos que no existen, contenemos la respiración cuando pasamos a su
lado para no respirar el mal olor que despiden por ¿semanas? de falta de higiene,
nos hacemos los sordos y fingimos que no escuchamos cuando nos piden una moneda
para un taco o nos hacen un gesto llevando sus dedos a su boca pidiendo comida.
Pensamos que no es nuestro problema y seguimos nuestro camino demostrando una
total falta de empatía social, una ausencia preocupante de solidaridad humana y
un vacío absoluto de sensibilidad social.
Dentro
de la manipulación ideológica que nos impone el sistema capitalista, algunos
llegan al extremo de pensar que los pordioseros son la imagen viva de “los
perdedores” en esta vida, mientras que los que poseemos casa, automóvil,
tarjetas de crédito, alimentos en nuestras mesas y abundante ropa en nuestro
vestuario, somos los “exitosos”, los individuos que hemos triunfado en esta
vida y que lo hemos hecho con grades sacrificios y esfuerzo, por lo que lo que
tenemos “lo merecemos” y todavía llegamos a pensar que merecemos “mucho más de
lo que tenemos”.
Lejos
han quedado las imágenes de cuanto pordiosero, indigente o menesteroso hemos
encontrado en nuestro camino y “se han atrevido” a dirigirse a nosotros
pidiendo el dinero que tanto trabajo nos costó conseguir o la comida que con
dificultades hemos llegado a acumular las tres veces al día que consumimos
alimentos. Estas son sólo parte de las imágenes de la desigualdad social de
nuestros días, porque por otro lado, vemos circular por las mismas calles donde
deambulan los pordioseros a personas conduciendo automóviles de lujo, último
modelo, vistiendo ropas finas, luciendo joyas costosas y peinados exuberantes,
mostrándose a sí mismos ante los demás como la imagen del éxito, como
individuos “triunfadores en esta vida.
Lo
cierto es que en México y en el mundo entero la desigualdad social ha aumentado
en forma tan alarmante, que millones de personas ven caer de manera inexorable
la calidad de sus vidas, arrastrándolas a la pobreza y a la miseria y se
percibe un sufrimiento colectivo, un grito silencioso de ayuda que es opacado
por los gritos de festejo de aquellos “triunfadores” que gozan de estilos de
vida de gran derroche.
Mientras
que un grueso de la población de lo que antes se conocía como clase media se
encuentra en lucha constante para ingresar al exclusivo club de “triunfadores”,
trabajando duro para subir en la escala social y lograr la tan ansiada
movilidad de brincar de una clase a otra más alta.
La
triste realidad es que no se trata de "perdedores", ni de
"triunfadores" o "campeones", lo que estamos viendo, ya que
vivimos en un sistema social que se caracteriza por una constante exclusión
social que se basa en la explotación irracional de nuestros recursos y la
explotación inhumana de nuestra población y que ha convertido a la mayoría de
los integrantes de nuestra sociedad en los esclavos modernos. Aquellos que
percibimos bajos salarios y para sentirnos bien intentamos asemejarnos a las
figuras de hombres y mujeres que han tenido “éxito”, consumiendo los productos
que la publicidad nos dice que consumen las “figuras de éxito”, sin importarnos
que en este proceso a través del endeudamiento con el crédito de grandes
tiendas o tarjetas de crédito de los bancos, nos convirtamos en esclavos de
nuestras deudas. Es el precio que el neoliberalismo nos impone para encajar en
sociedad y ser aceptados socialmente: endeudarnos de por vida, vivir para
trabajar, trabajar para pagar deudas impagables, o trabajar para pagar nuestras
deudas y adquirir nuevas deudas. El individuo contemporáneo se caracteriza por
estar endeudado a largo plazo para mantener su estilo de vida.
Pero
cada vez más un gran porcentaje de miembros de nuestra sociedad no puede
mantener este ritmo y ve con impotencia y dolor como su estilo de vida
disminuye cada vez más su calidad, su bienestar desaparece y en más casos de
los que podemos imaginar, miles de personas caen en su nivel de vida hasta
llegar a las condiciones de pobreza porque su capacidad adquisitiva disminuyó o
desapareció y con ello desapareció su capacidad de pago en sus deudas y pasan a
engrosar las enormes filas de gente viviendo en condiciones de pobreza que
viven en un constante sufrimiento colectivo.
Estos
son los efectos de la desigualdad social
que padecemos en nuestros días, se trata de la agudización de la crisis de un
sistema social (el capitalismo) que no tiene salida alguna. Son los efectos del
"capitalismo salvaje" que arruina vidas, empuja a la muerte a
millones de personas cuyas vidas a nadie le interesa porque son
"consumidores defectuosos" según los define el sociólogo polaco
Zygmunt Bauman, es decir, aquel gran porcentaje de individuos que no encajan en
la "economía del libre mercado”.
Es
la producción social de pordioseros, mendigos, menesterosos, indigentes, que alguna
vez tuvieron algo, pero hoy en día no tienen nada, ni siquiera conservan su
dignidad humana. Son aquellas personas para las cuales "el buen fin"
no significa nada, tampoco los festejos de navidad y año nuevo tienen
significado alguno, porque su principal preocupación de todos los días es
conseguir algo que comer.
El
Estado mexicano ya no se preocupa por los ciudadanos mexicanos pordioseros, por
aquellos individuos que viven en la indigencia, porque en la Era del Dios
Mercado, el Estado solo sirve a las grandes corporaciones y los grandes
problemas sociales, las necesidades sociales que las resuelvan los ciudadanos
por su propia cuenta, sin respaldo de su gobierno que dice que “los representa”
y que existe gracias al pago de los impuestos de la ciudadanía. Esos pagos
ciudadanos que pasan a engrosar el presupuesto público que idealmente deberían
invertirse en obras públicas pero que en realidad son desviados de su destino original por prácticas de
corrupción para favorecer el enriquecimiento ilícito de aquellos funcionarios
públicos que de manera cínica dicen ser “servidores públicos”, aunque en
realidad se sirvan a ellos mismos.
En
la realidad cotidiana en nuestros días parece que la desigualdad social llegó a
nuestras puertas y se presenta en la forma de individuos que tocan los timbres
de las puertas de nuestras casas pidiendo algo de comer o dinero para curar
enfermedades o simplemente algo de ayuda de cualquier tipo.
Esta
desigualdad social la observamos también en los cruceros de las calles de
nuestras ciudades cuando conducimos nuestros automóviles y al hacer alto en un
semáforo vemos malabaristas, bailarines, tragafuegos, limpiavidrios,
vendechicles, etc. Es una realidad que no podemos seguir ignorando porque esta
desigualdad social sigue creciendo y el día de mañana podremos estar en peores
condiciones de las que nos encontramos hoy en día. Nuestra seguridad y la de
todos se encuentra en riesgo porque la desigualdad social es la causa del
incremento de la delincuencia social, de los robos, asaltos, homicidios, etc.Y
luego después de todo esto todavía hay algunos que se preguntas se preguntan: ¿por
qué aumenta la delincuencia?
Las
causas de la desigualdad social
Vivimos momentos de la historia en los que la desigualdad
social ha crecido a niveles nunca vistos en la historia de la humanidad. Cada
día aumenta el número de personas que pasan a vivir en condiciones de pobreza,
sobreviviendo con salarios de hambre, sin prestaciones sociales o servicios
médicos. El desempleo o subempleo afecta a millones de personas, sin importar
su nivel de estudios ya que lo mismo vemos a personas con estudios de Maestría,
inclusive Doctorado sin poder encontrar trabajo. ¿Qué podemos esperar de quienes sólo tienen
estudios de primaria o secundaria? Sus posibilidades de conseguir empleo son
más reducidas.
Las políticas que implementan la mayoría de los gobiernos
solo contribuyen a aumentar la desigualdad social, ya que en su preocupación
por “atraer inversión extranjera”, ceden a las presiones de las grandes
corporaciones que les exigen modificar sus constituciones para eliminar
derechos y prestaciones contempladas en las mismas. Abandonan su papel de
Estado benefactor para asumir el rol de Estado guardián y protector de las
grandes corporaciones.
Son
los tiempos del neoliberalismo, esta fase del capitalismo que surgió después de
la expansión de la economía de libre mercado por la mayor parte del mundo. Una
nueva variante del capitalismo que exige la privatización de todo tipo de
servicios y el desmantelamiento del Estado, obligándolo a deshacerse de
instituciones que formaban parte de lo que en su momento se llamó “el Estado
del bienestar”, instituciones que brindaban servicios de salud, educación,
protección social, etc. Un ejemplo de esto lo estamos viviendo en el Estado de Sonora
al padecer un sistema de salud totalmente colapsado, sin posibilidad de
recuperación y con amenazas de quiebra tal como se intenta lograr con el
ISSSTESON.
La
corrupción imperante en el saqueo de los recursos públicos trae la agenda
oculta de mostrar un deficiente funcionamiento de las instituciones públicas para
argumentar a favor de su desaparición y proponer la privatización de los
servicios que actualmente prestan.
Estas
políticas que buscan fortalecer una sociedad basada en el régimen de la
propiedad privada de los medios de producción y que funcionan con una
producción masiva de diversos artículos que requieren su complemento con un
consumo masivo de los mismos para seguir manteniendo el ciclo producción y
consumo en el contexto de una economía de mercado.
Las
grandes corporaciones manipulan todo a su alcance para maximizar sus ganancias
sin importarles la explotación de la humanidad ni la eliminación de los
recursos naturales que tenemos y mucho menos los daños al medio ambiente.
Utilizan
estrategias basadas en estudios mercadológicos para manipular los deseos y
expectativas de la población, creando necesidades que impulsan a los individuos
a convertirse en consumidores adquiriendo el producto o servicio que colocan en
el mercado.
Favorecen
las ventas las nuevas formas de comprar y pagar, ya que no se requiere tener
dinero en efectivo en la mano, simplemente con el uso de tarjetas de crédito que
permiten adquirir deudas a corto o a largo plazo. Con esta situación nos
encontramos con otra de las características del neoliberalismo que es el
endeudamiento colectivo de los consumidores, hoy en día la mayor parte de las
personas se encuentran endeudadas con los bancos o con las grandes tiendas.
La
mayor parte de los productos o bienes que compramos los adquirimos a crédito,
nuestra deuda aumenta sin contemplar los altos pagos que debemos hacer, de tal
forma que trabajamos para pagar nuestras deudas y seguimos adquiriendo más
deudas al grado de que nos convertimos en los modernos esclavos del capitalismo
ya que no podemos dejar de trabajar porque tenemos que pagar nuestras deudas.
El problema se complica cuando seguimos adquiriendo más deudas y nuestros
ingresos son los mismos, lo que nos impide cumplir con los pagos comprometidos
y esto hace que las deudas aumenten.
En
fechas como el buen fin, navidad o año nuevo el consumo se incrementa
considerablemente y al parecer no nos importa porque lo que se trata es de
divertirnos y gozar el “espíritu navideño” que no es otra cosa que una
invención de los grandes consorcios que nos obligan a consumir más en esta
época.
El
problema es que el mercado es excluyente, no acepta a cualquiera, sólo incluye
en sus filas a aquellas personas que tienen capacidad adquisitiva para consumir
sin problemas. Recordemos que el mercado es “todas aquellas personas que
comparten deseos, necesidades y expectativas que desean satisfacer y que
cuentan con la capacidad económica para pagar el producto o servicio que
satisfará sus necesidades”.
Bajo
esta lógica del mercado millones de personas son desplazadas de la esfera del
consumo porque están desempleadas, tienen sueldos insuficientes, viven en la
pobreza, miseria y en los casos extremos en la indigencia.
En
este contexto social, la desigualdad social crece cada día de tal forma que
crece también la pobreza, la miseria, la indigencia, mientras que crecen las
fortunas de unos cuantos individuos que se enriquecen cada vez más en el mismo
ritmo que caen en condiciones de pobreza una inmensa mayoría de personas. La
desigualdad social en sus casos extremos mata a las personas al privarlas de
servicios de salud, alimentación suficiente y medicamentos para atender sus
enfermedades.
Diversos
estudios demuestran que en las personas pobres la esperanza de vida se reduce
drásticamente, al llegar la muerte más temprano a los desposeídos
La
desigualdad social es una constante violación de los derechos humanos de toda
persona y sobre todo de su dignidad porque impide que las personas marginadas
desarrollen sus capacidades. Es un problema de índole estructural que no se
limita a la cuestión económica porque reduce las capacidades de las personas
excluidas para funcionar como seres humanos, en la medida de que afecta su
salud física y psicológica, el desarrollo de su identidad y sentimientos de
vinculación social, por lo que sumerge en profundos sentimientos de soledad y
abandono a los marginados.
En
estas condiciones es necesario poner en el tapete de las discusiones el tema de
la desigualdad social porque ya es imposible ignorar el sufrimiento colectivo
de millones de personas que sobreviven día a día sin saber si tendrán comida al
día siguiente. La desigualdad social es actualmente la peste generalizada de
nuestra sociedad contemporánea y no tenemos por qué seguir evadiendo su
discusión desde la perspectiva de la crítica social.
Educación
y desigualdad social
Con
todas estas reflexiones circulando en mi cabeza, al ver la imagen del indigente
durmiendo por fuera de la universidad de Sonora me hice la siguiente pregunta
¿Para qué debería servir la educación superior en México? y la respuesta más
pertinente que me respondí a mí mismo fue: las universidades públicas deben
contribuir al cambio social formando profesionistas que actúen como agentes de
cambio social que contribuyan a combatir la desigualdad social y crear un
verdadero bienestar social. Los planes de estudio deben partir de una descripción
de la realidad social partiendo de la crítica social para identificar las
necesidades sociales y responder a ellas formando profesionistas que
contribuyan con su práctica profesional al empoderamiento de los integrantes de
nuestras comunidades para que por sí mismos en un proceso participativo puedan
identificar las causas de los problemas que les afectan y encontrar las
alternativas de solución a los mismos.
El
profesionista debe actuar como agente de cambio social, formando como agentes
de cambio social a los integrantes de nuestras comunidades para lograr un
verdadero cambio social que permita crear un verdadero bienestar social de
nuestras comunidades.
Los
maestros debemos partir de una concepción de la educación que contemple una
descripción crítica de la realidad social en la que estamos realizando nuestra
labor como trabajadores de la educación.
La
sociedad en la que vivimos es una sociedad excluyente que discrimina a las
personas en función de su capacidad adquisitiva, que genera un gran sufrimiento
colectivo al marginar a millones de personas de los beneficios del progreso
tecnológico. La educación que impartamos debe contribuir a la liberación social
de los integrantes de nuestra sociedad, una liberación que debe tener como
punto de partida una liberación ideológica, estimulando en forma permanente la
crítica social y el pensamiento autónomo y libre en nuestros alumnos.
Debemos
educar a nuestros alumnos como individuos responsables de sí mismos y con un
alto desarrollo en su responsabilidad social de tal forma que les inculquemos
una identidad como agentes de cambio social que están estudiando, no sólo para
lucrar con su profesión, sino también para contribuir con su práctica
profesional a la liberación social, estimulando en nuestras comunidades una
gran participación social, creando en ellos un sentimiento de pertenencia a sus
comunidades para que identifiquen el lazo entre lo privado y lo público y vean
que sus problemas privados tienen un origen público, es decir, que lo personal
en última instancia es político.
Junto
a ello debemos enseñarles a nuestros alumnos a romper con la visión acrítica de
nuestra vida cotidiana enseñándoles una actitud científica que los inspire a
realizar una crítica de la vida cotidiana y con ello impedir que consideren
como “algo normal” los problemas de la mendicidad y la exclusión social que
vemos todos los días.
Formando
en ellos una mentalidad como agentes de cambio social podremos lograr un
crecimiento como personas, como individuos que son parte integrante de una
comunidad social envuelta en grandes problemas sociales que ellos con su
práctica profesional podrán contribuir a solucionar en la medida que se
involucren como agentes de cambio social que con su saber científico, apoyarán
el “saber popular” y actuarán en forma unida con los integrantes de las
comunidades a solucionar los grandes problemas sociales y con ello a combatir
el sufrimientos colectivo que hoy solo unos cuantos vemos y escuchamos.
La
educación es la mejor arma para lograr el cambio social, los educadores tenemos
una gran responsabilidad social y debemos ser congruentes con nuestros
principios éticos y con las expectativas públicas que nuestras comunidades
tienen sobre nosotros.
La
educación superior no debe ser fuente de lucro personal exclusivamente, los
egresados de las universidades públicas tienen un gran compromiso con las
comunidades que a través del pago de sus impuestos financiaron los estudios de
quienes egresaron de nuestras universidades públicas. Es hora de corresponder
pagando esta deuda social asumiendo el rol de agentes de cambio social,
logrando cambios de actitudes que dejen a un lado la indiferencia social y
desarrollen la capacidad de indignación con imágenes como la que acompaña este
artículo.
un excelente ensayo mi querido oscar ,saludos desde ECUADOR
ResponderEliminarMuchas gracias poesia a dos caras, muy gentil tu comentario, envío cordial saludo desde Mexico!
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