La
miseria sexual contemporánea
Oscar
Yescas Domínguez
“El
deber de todo científico social es descubrir la verdad y decirla
cueste lo que cueste” Alberto Merani (psicólogo venezolano).
Introducción
La
enajenación capitalista
La
enajenación de la sexualidad en el capitalismo
¿Estamos
sanos?
La
miseria sexual contemporánea
Conclusiones
Introducción
La
sociedad capitalista del siglo XXI muestra síntomas que revelan la
existencia de una sociopatología acompañados de fuertes evidencias
de un alto grado de deshumanización que nos conducen por un camino
que nos lleva a nuestra autodestrucción y a la destrucción de la
naturaleza, por lo que urge implementar cambios en la estructura de
nuestra sociedad. A pesar de las evidencias, numerosos psiquiatras y
psicólogos insisten en que la psicopatología que se observa en
miles de personas es sólo la disfuncionalidad de algunos individuos
que muestran incapacidad para adaptarse a las normas sociales.
Pero
las evidencias de que “algo está mal” en el funcionamiento de
nuestra sociedad aumentan día tras día, pero lamentablemente,
abundan los estudios enfocados en el individuo que impiden ver el
panorama social y obtener una visión más amplia y objetiva de la
situación en la que nos encontramos. Por estas razones debemos
elevar el nivel de análisis para identificar la interinfluencia que
existe entre el individuo y la sociedad y el impacto que tiene la
misma en nuestras vidas cotidianas.
Para
avanzar en la compleja tarea de analizar la realidad social, debemos
mirar hacia el pasado y retomar aquellos esfuerzos que realizaron
grandes pensadores que intentaron arrojar luz sobre la creciente
oscuridad humana que se ha gestado en las últimas décadas, en las
que, a nombre del crecimiento económico, se han tomado medidas
económicas y políticas que nos han colocado en la situación en la
que nos encontramos, que se caracteriza por la existencia de una
enorme desigualdad social, explotación irracional de los recursos
naturales, destrucción de la naturaleza y de la propia humanidad.
Al
voltear la mirada hacia el pasado, podemos encontrar que se han
presentado varias advertencias acerca de la existencia de una
creciente sociopatología en la sociedad moderna, las primeras voces
de alerta provinieron de dos grandes pensadores del campo de la
Psicología: Sigmund Freud y Erich Fromm.
Freud
fue el primero en señalar en su libro El malestar en la cultura
que “la Psicología es desde un principio y hasta el final, una
Psicología social” (1), investigó los efectos perniciosos que
tiene la cultura social sobre el individuo de su época y terminó
afirmando que “el conflicto existente entre el individuo y la
sociedad, se debe a la acción represiva que los factores culturales
ejercen en los impulsos individuales, acción
que al presentarse en forma simultánea en varios individuos que
pertenecen a una misma comunidad, llega a generar un verdadero
malestar colectivo, porque los imperativos culturales obligan
al individuo a reprimir sus impulsos por la obligación de respetar
las normas sociales para adaptarse a las exigencias culturales y
lograr la meta de convivir en armonía con los demás” (2).
Pero
el tiempo demostró que la sola adaptación social no permite lograr
los anhelos de tener una vida de dicha y felicidad porque éstos se
ven obstruidos por los obstáculos que enfrentamos en nuestras vidas,
debido a que la estructura misma del sistema capitalista, que se basa
en la explotación del hombre por el hombre, es la que está
provocando dolor, desengaño y múltiples frustraciones.
Para
para poder soportar la insatisfacción social resultante de la
incapacidad de este logro, la propia sociedad promueve el consumo de
calmantes de diversos tipos y el uso de distracciones diversas (cine,
radio, televisión, etc.) para conseguir una adaptación social. La
importancia de esta obra de Freud consistió en revelar la
existencia de un antagonismo entre las expectativas y exigencias de
cada individuo y las restricciones impuestas por las normas de la
cultura social, que llegan a provocar insatisfacción colectiva y
debido a ello, surgen numerosos conflictos psicológicos expresados
en forma individual.
El
segundo autor Erich Fromm, describe en su libro El miedo a la
libertad los estragos psicológicos provocados por el desarrollo
del naciente capitalismo industrial moderno, analizando las muestras
generalizadas de conformidad y obediencia al autoritarismo, como
“señales de la renuncia consciente a la personalidad individual en
favor de una sumisión ciega de las masas a un líder superior como
verdaderos síntomas de una huida de la libertad por parte del ser
humano” (3).
La
sociedad industrial capitalista empezaba a lograr niveles de
bienestar económico y social que permitía disfrutar de la libertad
para utilizar el tiempo libre, pero se presentó una tendencia a
abandonar la independencia del Yo individual propio, para fundirse
con algo o alguien exterior a uno mismo y lograr obtener la fuerza
que carecía el Yo individual.
En
su siguiente libro titulado Psicoanálisis de la sociedad
contemporánea (que en su versión en inglés se tituló the sane
society), intentó investigar “lo que al carácter del hombre le
hace nuestro naciente sistema industrial”. En dicho texto retoma
los planteamientos que Freud planteó en su libro El malestar en la
cultura y los combina con el uso del concepto de enajenación de
Carlos Marx para analizar los conflictos que agobian a la sociedad de
su tiempo, configurando con estas aportaciones el surgimiento de los
conceptos esenciales de lo que se llamaría años adelante un
psicoanálisis humanístico, que fue su gran aportación.
Su
atención se centra en la sociedad estadounidense, justificando esta
elección por ser la sociedad que presentaba un mayor desarrollo
industrial en los momentos en que escribió este libro, pero
afirmando que los alcances de su análisis se ampliaban a todo el
mundo occidental donde impera el capitalismo.
Una
gran aportación que nos hace en este estudio fue la advertencia de
la existencia del fenómeno de la “validación consensual”,
que consiste en la creencia ingenua de que si una gran mayoría de
integrantes de una sociedad comparten las mismas creencias, ideas y
sentimientos, esto demuestra la validez de dichas creencias, ideas o
sentimientos. Afirmó que así como existe una folie a deux (locura
de dos), también podemos encontrar una folie á millions, es decir,
una locura compartida por millones de personas
(4).
Bajo
esa perspectiva, afirmó que el hecho de que millones de personas
compartan los mismos vicios, no convierte esos vicios en virtudes, de
igual forma, el hecho de que compartan las mismas mentiras, no
convierte a estas mentiras en verdades y en consecuencia el hecho de
que millones de personas presenten los mismos comportamientos
psicopatológicos, no significa que sean personas normales,
equilibradas emocional y mentalmente, ni que la sociedad en la que
viven “sea una sociedad normal”.
Siguiendo
la línea de pensamiento de Sigmund Freud en el Malestar en la
cultura, Fromm afirma que la cultura y civilización industrial
capitalista se desarrollan en un claro contraste con las necesidades
sociales y parte de la premisa de que al analizar la evolución de la
civilización industrial, puede establecerse una analogía con el
proceso de desarrollo de una neurosis individual y dar origen a un
nuevo comportamiento que se conoce como “neurosis social”.
Al
explicar esta analogía, identifica una diferencia importante entre
la perturbación mental individual y la social, que lo lleva a
establecer una distinción entre defecto y neurosis, de tal forma que
si una persona no logra alcanzar la libertad, espontaneidad y
autenticidad, esta incapacidad se puede considerar un defecto, si en
el seno de la sociedad a la que pertenece se considera que la
libertad, espontaneidad y autenticidad son las metas que debe
alcanzar un ser humano.
En
cambio, si la mayoría de las personas de esa sociedad no alcanzan
tales metas, puede hablarse de la existencia de un defecto
“socialmente modelado” y en esas condiciones como el
individuo que comparte esa incapacidad (afectiva, intelectual,
emocional) con otros individuos, no logra reconocerla o considerarla
como un defecto por lo que se adapta fácilmente y su autoconfianza
no se ve amenazada, porque la pérdida de una felicidad basada en
sentimientos auténticos, es compensada por la seguridad de
encontrarse adaptado a un conjunto social que comparte dicha
incapacidad y con ello llena su necesidad de pertenencia y aceptación
social.
Según
describe Erich Fromm, en la sociedad de mediados del siglo XX, una
gran mayoría de las personas actuaban como autómatas sonreían
falsamente, no mostraban sus sentimientos y compartían charlas
insignificantes. El autor afirmó que estas personas desarrollaron un
defecto de espontaneidad e individualidad que puede considerarse
incurable y esos comportamientos no difieren de los comportamientos
de millones de personas que se encontraban en la misma situación,
que vivían sin esperanza experimentando internamente un dolor
auténtico, pero la cultura de la sociedad industrial capitalista les
proporcionaba los medios para vivir con un defecto sin enfermarse:
consumo exagerado de alcohol, de tabaco, de drogas, de sexo,
distracciones interminables, que les permitían una vida enfocada en
un hedonismo permanente.
Al
analizar las altas cifras sobre suicidio, alcoholismo, homicidios y
otros problemas sociales que se presentaban en la sociedad
estadounidense en el momento histórico en que escribió este libro,
Erich Fromm afirmó que la sociedad norteamericana (y el resto del
mundo occidental que compartía el sistema capitalista), vivía sin
darse cuenta en el contexto de una patología de la normalidad,
una patología que no tenía reconocimiento social, porque se
manifestaba en forma colectiva y se presentaba el fenómeno de la
validación consensual, que impedía que se reconociera la existencia
de encontrarse en el contexto de una sociedad enferma.
De
esta forma concluía Fromm respondiendo a la pregunta que titulaba su
primer capítulo ¿Estamos sanos?, afirmando que debe reconocerse la
existencia de una “patología de la normalidad” y que ésta es el
reflejo y síntoma de una “patología de la sociedad occidental
contemporánea”, porque estaban viviendo en una sociopatología
que surgía y crecía en la medida que avanzaba la consolidación de
la sociedad capitalista industrializada. Ante
esta conclusión, Fromm se preguntó si habría algo fundamentalmente
equivocado en el “modo americano de vida” que estaba produciendo
esta sociopatología, porque era evidente que la civilización de la
segunda mitad del siglo XX no satisfacía algunas de las necesidades
más profundas del ser humano y al contrario, estaba generando una
patología social.
La
enajenación capitalista
De
la misma forma que Erich Fromm cuestionaba la sociedad de mediados
del siglo XX, varios pensadores de gran prestigio internacional
(filósofos, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, etc.),
identificaron desde la década de los setentas el surgimiento de un
fenómeno de enajenación social en el seno de la naciente sociedad
industrial capitalista (Adam Schaff, Herbert Marcuse, Louis
Althousser, Franco Basaglia y otros).
Advirtieron
del peligro social que impicaba la promesa capitalista de lograr un
crecimiento infinito en un mundo con recursos finitos, porque si
bien, se podia lograr una producción masiva gracias al desarrollo de
la tecnología, promover un consumo masivo traería graves
consecuencias al medio ambiente, daños a la naturaleza, explotación
laboral y daños a la salud mental de la población.
Pero
como suele suceder, los políticos siempre ignoran los consejos y
advertencias de los científicos y los gobernantes permitieron crear
las condiciones para que los propietarios de los grandes medios de
producción pudieran alcanzar una maximización de sus beneficios
económicos, argumentando la necesidad de “impulsar la economía”.
Debemos
considerar que en el sistema capitalista existe la propiedad privada
de los medios de producción y a los empresarios no les interesa
satisfacer las necesidades sociales, porque su meta principal es la
obtención de ganancias con la menor inversión posible, de tal forma
que a través de las ventas masivas de sus productos pudieran
maximizar sus beneficios económicos y construir cuantiosas fortunas,
sin importarles que el consumo excesivo de sus productos pudiera
tener repercusiones negativas en la salud de los consumidores
individuales o provocaran daños al medio ambiente.
La
segunda mitad del siglo XX fue el momento histórico en el que inició
la creación de lo que hoy se conoce como “sociedad
de consumo” y para comprender mejor el impacto social de
esta nueva forma de organización social, cabe mencionar que varios
estudios han demostrado que cada sociedad forma en su seno el tipo
de individuo que necesita para seguir funcionando y para construir la
sociedad de consumo se necesitaba convertir a los ciudadanos en
consumidores permanentemente insatisfechos, para garantizar a
través de un elevado consumo la maximización de los beneficios
económicos de la clase poseedora de los medios de producción.
El
crecimiento de la sociedad de consumo provocó el desarrollo de una
ideología individualista guiada por un permanente hedonismo y estos
nuevos comportamientos contribuyeron a una “crisis de valores”
que consistió en la desaparición de valores humanitarios. El
consumo compulsivo contribuyó a aumentar el grado de enajenación
social, al poner énfasis en la errónea idea de que la felicidad se
podía obtener mediante el desarrollo de una capacidad para consumir
de manera permanente, porque “la felicidad se encontraba en las
grandes tiendas comerciales” (5) y el determinismo económico en el
que vivimos generó la necesidad de acumular dinero como la meta
principal para millones de seres humanos que aspiraban a lograr “una
buena vida” y alcanzar la felicidad en la sociedad contemporánea.
Como
resultado de esta enajenación, las relaciones interpersonales se
vieron afectadas de tal forma que las personas sin capacidad de
consumo perdieron su condición de seres humanos, la condición
humana perdió importancia ante la hipervaloración de lo material y
los individuos fueron reducidos a la condición de objetos cuyo valor
social se determinaba por el número de posesiones materiales (tanto
tienes, tanto vales).
Las
consecuencias de esta enajenación impidieron el desarrollo de la
capacidad de amar al perder la autenticidad en el comportamiento
social, por lo que surgió otro complemento enajenante que consistió
en canalización de la afectividad a través de la personificación
de los objetos, que se refleja cuando una persona valora o quiere más
su fortuna personal o sus posesiones materiales que la compañía de
su esposa o de sus hijos.
El
uso masivo de la publicidad contribuyó a consolidar la enajenación
colectiva, al vender la idea de que la satisfacción de las
necesidades humanas se encontraban en el consumo de mercancías,
mismas que pierden valor al poco tiempo de ser adquiridas, por lo que
surge de nuevo la necesidad de consumir, al adiestrar a los
consumidores en la percepción de que la satisfacción no se
encontraba en el acto de disfrutar de los objetos adquiridos, sino
más bien que la satisfacción se experimentada en el momento de la
compra.
De
esta forma, las personas aprendieron a cuantificar el amor en
relación con el precio de los regalos recibidos, el disfrute del
tiempo libre en función de los gastos realizados durante el mismo y
a valorar los objetos que brindan satisfacción potencial de acuerdo
a su valor mercantil. El dinero vino a desplazar los valores humanos,
al colocarse como el valor más preciado que se pudiera obtener y
como el medio para lograr la felicidad, situación que facilitó su
imposición en todas las relaciones sociales y contribuyó a
consolidar la normalización de la existencia de una patología en
nuestra vida cotidiana.
La
enajenación de la sexualidad en el capitalismo
El
ejercicio de la sexualidad humana como comportamiento humano, no
escapó a la enajenación social producida por el capitalismo
industrial, porque el autoritarismo que prevaleció hasta le década
de los sesentas del siglo pasado, incluyó una cultura represiva de
la sexualidad, que ahogaba los impulsos sexuales de los individuos,
de tal forma que dicha represión sexual fue aprovechada por las
grandes corporaciones que impulsaron estrategias publicitarias para
impulsar las ventas de varios productos, utilizando imágenes
femeninas sexualizadas que funcionaron como gancho para atraer la
atención de potenciales consumidores del público masculino.
La
revolución juvenil que surgió en los sesentas y se agudizó en la
década de los setentas, en contra del autoritarismo existente en la
sociedad de aquel entonces, incluyó una revolución sexual que fue
impulsada por grupos feministas, de homosexuales y de lesbianas, que
lucharon por conquistar derechos sexuales (aborto gratuito, equidad
de género, respeto a la diversidad sexual, etc.), lucha a través de
la cual se lograron ciertos avances en términos de equidad laboral y
aceptación de la diversidad sexual.
Pero
la esencia de esos movimientos fue tergiversada, capturada y
transformada por la maquinaria capitalista, para construir una nueva
cultura de consumo sexual disfrazada de progresista, colocando en el
mercado literatura erótica, juguetes sexuales y filmes con material
sexualmente explícito (pornografía) en nombre de la libertad
sexual, por lo que se dio inicio a una industria mercantil dirigida a
“satisfacer” las necesidades sexuales de nuevos segmentos de la
masa de consumidores.
Las
demandas de liberación sexual del siglo pasado y su distorsión para
crear una industria mercantil sexual, fueron una muestra clara de la
capacidad del sistema capitalista para devorar aquellos movimientos
de protesta que lo combaten y proceder a transformarlos en mercancía
que genere beneficios económicos con la venta de productos
relacionados con estas demandas.
En
el contexto del capitalismo patriarcal con fuerte cultura machista,
la sexualidad humana fue reducida al sexo y se promovió un modelo
genital de la sexualidad humana, que prescindió de aspectos
psicológicos y sociales, para promover roles estereotipados e imágenes ideales de hombres y mujeres, que contribuyeron a enajenar
el ejercicio de la sexualidad, al reducirlo a la expresión sexual y
se aprovechó el estado de insatisfacción sexual creada por la
represión a la sexualidad, para diseñar “vestidos sexuales” con
los cuales se pudieran cubrir una gran variedad de productos que se
ofertaban en el mercado y de esta forma encontraron la manera de
expandir sus ventas.
Con
el surgimiento de una falsa apariencia de libertad sexual reflejada
en “la industria de la moda” y la expansión del modelo genital
de la sexualidad, surgió la industria de material sexualmente
explícito, comúnmente conocido como pornografía. En la medida que
la industria de la pornografía se expandió, aparecieron tiendas
donde se ponían a la venta videos sexuales y productos relacionados
con la sexualidad (dildos, conocidos comúnmente como consoladores,
condones de sabores, vibradores, artículos de sdomasoquismo, etc.),
como la muñeca inflable que tuvo ventas masivas en los setentas y
mientras más crecía la industria del sexo, el ejercicio de la
sexualidad se empobrecía cada vez más, al extremo de generar lo que
Wilhelm Reich llamó en el siglo pasado “la miseria sexual humana”
(6).
¿Estamos
sanos?
En
los últimos 70 años se han presentado más cambios en la humanidad
que en los últimos 200 años, la oleada de cambios sociales que
inició en la década de los sesentas con la expansión del cine y de
la televisión que generó el surgimiento de comportamientos
colectivos que tendían a imitar a los actores y actrices de aquella
época, coincidió con la rebelión juvenil en contra del
autoritarismo imperante, la cual se conoció como “la lucha
generacional entre jóvenes y adultos.
Dicha
oleada de cambios continuó en los setentas, aumentó en los
ochentas, provocando la caída del muro de Berlín y la desaparición
de la URSS, arreció en los noventas con la invención de la
comutadora, surgimiento de internet, telefonía celular y redes
sociales, de tal forma que recibimos al siglo XXI viviendo en un
nuevo mundo en el cual la globalización propició la expansión de
la economía de libre mercado y la sumisión de los gobernantes
políticos a la nueva dictadura: el Mercado.
La
modernidad quedó atrás y la sociedad tal y como la conocíamos fue
desapareciendo y nos sumergimos en lo que Zygmunt Bauman denominó la
sociedad líquida, que se caracteriza por la existencia constante de
cambios sociales que se presentan con tal rapidez que los individuos
contemporáneos no terminan de asimilar en sus hábitos de
comportamiento las conductas más pertinentes que requieren los
cambios que se van presentando, cuando surgen de nuevo otro tipos de
cambios que exigen otro tipo de nuevos comportamientos.
Vivir
en nuestros días nos dice Bauman, es como “patinar en suelo
quebradizo, si nos nos movemos, nos hundimos, para sobrevivir
necesitamos movernos con mayor rapidez cada vez, porque la vida
líquida no puede mantener su forma durante mucho tiempo” (7), la
velocidad de los cambios generan una total incertidumbre debido a que
no sabemos qué es lo que pasará el día de mañana y por esas
razones necesitamos desarrollar las habilidades que vayan exigiendo
las nuevas condiciones creadas por los cambios sociales, de tal forma
que parte de estas nuevas habilidades consiste en saber cuando
librarse de cosas que ya son caducas y asumir una actitud proclive a
saber aprender cosas nuevas que nos permitan una mejor forma de
responder a los nuevos retos que se van presentando.
Han
pasado 67 años desde que Erich Fomm afirmó que la humanidad vivía
en el contexto de una sociopatología dentro del marco del sistema
capitalista. En aquel entonces planteó la siguiente suposición
(recordemos que lo escribió en 1955, cuando despegaba el cine y la
televisión): “Supongamos que en nuestra cultura occidental dejaran
de funcionar sólo por cuatro semanas los cines, la radio, la
televisión, los eventos deportivos y los periódicos. Cerrados todos estos medios de escape, ¿cuáles serían las consecuencias
para las gentes reducidas de pronto a sus propios recursos?
No
me cabe duda de que, aún en tan breve tiempo, ocurrirían miles de
perturbaciones nerviosas, y que muchos miles más de personas caerían
en en un estado de ansiedad aguda no diferente del cuadro que
clínicamente se dianostica como “neurosis”. Si se suprimieran
los opiáceos contra el defecto socialmente modelado, haría su
aparición la enfermedad manifiesta”.
Si
aplicamos esa misma pregunta a la sociedad en que nos encontramos
viviendo en este siglo XXI, en este momento histórico en el que las
cifras de adicciones se han disparado (alcoholismo, tabaquismo,
drogadicción, ludopatía, adicción al sexo, a la televisión,
etc.), una época en la cual millones de personas se aislan en una
realidad virtual, invierten una gran cantidad de tiempo “conectados”
a sus teléfonos y redes sociales y experimentan el surgimiento de
una nueva fobia: la “nomofobia” (temor obsesivo a no poder
usar el teléfono celular),¿cuál sería la respuesta?
Si
alguien dudara en responder, podríamos retomar otra de las
aportaciones que nos legó el filósofo polaco Zygmunt Bauman que da
continuidad a las aportaciones de Sigmund Freud acerca de la
insatisfacción colectiva generada por la represión cultural de los
impulsos individuales y el planteamiento de Erich Fromm cuando afirmó
la existencia de una “patología de la normalidad social”. Con
este nuevo concepto al que denominó adiaforización, intentó
explicar la tendencia social que observó en la sociedad del siglo
XXI, que consiste en considerar a los actos individuales como
acciones moralmente neutros o irrelevantes, que no tienen
consecuencias buenas ni malas, por lo que no pueden someterse a un
juicio ético.
Bauman
amplió su explicación al describir la existencia de una tendencia a
desaparecer la ética en el comportamiento social y habló de la
presencia de una ceguera moral colectiva, que “impide a los
individuos determinar si los actos en los que incurren son buenos o
malos, correctos o incorrectos, justos o injustos” (8). Bajo esta
perspectiva, la insensibilidad moral colectiva permite el surgimiento
de comportamientos crueles, inhumanos, porque reflejan una gran
indiferencia e insensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, tal como
sucede cuando los medios de noticias informan de la muerte de
personas que vivían “en situación de calle”, una nota
informativa que no conmueve a nadie, porque los mendigos son tratados
como subhumanos.
Quienes
padecen de ceguera moral no perciben como algo malo la falta de
reacción, la pérdida de sensibilidad al sufrimiento ajeno y falta
de empatía hacia quienes padecen tragedias y actúan en sus vidas
normales mostrando una gran indiferencia social y se muestran
incapaces de comprender a los demás. La falta de reacción ante el
sufrimiento de otras personas, la exhibición de insensibilidad
social y la ausencia de la ética como guía del comportamiento
social, se presentan como ejemplos de patología social.
En
palabras de Bauman, “el mal reside en cada uno de nosotros, en cada
ser humano con apariencia de sano y normal, porque el verdadero mal
reside en la normalidad (recordemos la patología de la normalidad
descrita por Erich Fromm), en la banalidad y trivialidad de la vida
cotidiana de las personas comunes, más que en los casos anormales o
patológicos” (9).
En
la economía de libre mercado en la que vivimos el poder económico
personificado en el poder corporativo, se ha impuesto al poder
político y ha logrado debilitar la soberanía nacional de varios
países, al exigir una política de “flexibilidad laboral” de
los gobiernos nacionales, es decir, una ausencia de control de parte
de los Estados en el funcionamiento de las grandes corporaciones para
implementar una estrategia de globalización con una inflexibilidad
absoluta, sin importar que dicha estrategia destruya la naturaleza,
explote a los trabajadores y provoque contaminación y cambio
climático.
La expansión de la economía de libre mercado a nivel mundial, ha
logrado desplazar al ser humano como el ser supremo para el ser
humano y en su lugar se ha erigido al Mercado como ser supremo del
ser humano, por lo que nos encontramos en un momento histórico de la
humanidad en el cual se ha erigido un nuevo fetiche en nombre del
cual se cometen genocidios económicos.
En
tan sólo un poco más de la mitad de un siglo, la sociedad se
transformó de tal forma que se ha deshumanizado, el homo sapiens
está desapareciendo y en su lugar surgió el homo consumens, que es
el que necesita la sociedad de consumo que necesita mantener un
equilibrio entre una producción masiva y un consumo masivo.
La
globalización neoliberal pretende que todas las esferas de la vida
humana sometidas al mercado, por lo que se intenta privatizar todos
los ámbitos de convivencia social: educación, salud, pensiones,
seguros de vida, diversión, transporte, energía eléctrica, etc. En
la economía de libre mercado, todo tiene un precio, todo se reduce a
la condición de un objeto que tiene un valor económico y el ser
humano se convierte en “capital humano”, al cual se le despoja de
su valor como ser humano y es revalorado en función de su
experiencia laboral y formación relacionada con la productividad que
puede realizar dentro de una organización.
La
miseria sexual contemporánea
El
tema de la investigación y educación de la sexualidad humana formó
parte de mi carga de trabajo durante el tiempo que laboré como
profesor-investigador en la Universidad de Sonora, en la década de
los noventas diseñé y conduje investigaciones sobre el
comportamiento sexual en estudiantes universitarios y también
realicé investigaciones sobre el tema de la prostitución en la
capital sonorense.
Como
parte de mis logros en este campo, puedo decir que diseñé el
contenido y coordiné un Diplomado de educación en sexualidad humana
con duración de 200 horas, cuyo objetivo fue formar educadores en
sexualidad humana y contó con la participación de especialistas del
Instituto Mexicano de Sexología, del Consejo Nacional de Población,
la Fundación Mexicana de Planeación Familiar y de la Universidad de
Sonora.
Durante
esos diez convulsionados años de la década de los noventas, impartí
de manera extracurricular varios talleres sobre educación en
sexualidad humana en las aulas del Departamento de Psicología y
Comunicación, recordarlo me provoca una sonrisa, porque en los
primeros talleres que conduje, se me ocurrió la idea de tapizar con
papel periódico las ventanas de cristal del edificio 9G, para
impedir que quienes pasaran por el pasillo pudieran ver lo que
hacíamos dentro del aula y eso provocó que eventualmente, mientras
estábamos en discusiones grupales, viéramos las cabezas de algunos
estudiantes que se subían en los hombros de otros estudiantes para
ver qué es lo que estábamos al aprender sobre sexualidad humana en
el interior del aula.
Fue
sólo a partir del 2005 cuando logré incluir estos talleres como
parte de la oferta educativa del plan de estudios, aprovechando la
oportunidad que se me ofreció de impartir la materia Estudios
especiales que se asigna sólo a profesores que tienen conocimiento
especializado sobre algún tema en particular y de manera natural,
elegí el de educación en sexualidad humana, por lo que desde esa
fecha tuve la excelente oportunidad de enseñar-aprendiendo
sexualidad humana con 26 grupos de entusiastas estudiantes, hasta el
semestre 2018-2, cuando me llegó la jubilación.
Debo
decir que antes de obtener mediante concurso de oposición la plaza
de Maestro de Tiempo Completo que ocupé durante 33 años en la
Unison, trabajé como instructor de capacitación laboral impartiendo
cursos en varias dependencias públicas y privadas. Eso me dio la
oportunidad de tener experiencia en la conducción de grupos de
aprendizaje y sobre todo de conocer la andragogía, que es el
método pedagógico utilizado con personas adultas que prioriza el
aprendizaje vivencial porque aprenden de manera diferente a los
jóvenes universitarios, con éstos últimos, se utiliza la pedagogía
ya que por su edad, aprenden de manera más rápida que personas
maduras.
La
educación en sexualidad humana tiene como objetivo el logro de un
autoconocimiento y reconocimiento como ser sexual, el cambio de
actitudes y de comportamiento, basado en el conocimiento de un modelo
integral de sexualidad humana, por lo que una de las primeras
actividades que se realizan es romper con estereotipos, prejuicios e
ideas erróneas sobre la sexualidad. Para lograr este objetivo, desde
el inicio de mis cursos utilizaba técnicas grupales que funcionaran
como “rompehielo” y ayudaran a lograr una integración grupal.
Recuerdo
una de estas actividades llamada “refranes incompletos”, que
consiste en escribir varios refranes relacionados con la sexualidad
en una hoja de papel y cortarlo por la mitad de tal forma que la
mitad del refrán estuviese en un pedazo del papel y su complemento
en otro pedazo del mismo, de tal forma que entregaba uno de estos
papeles a cada estudiante y le instruía para buscar al poseedor del
complemento de su refrán y su tarea era analizar el significado del
mismo para que ambos lo expusieran al resto del grupo, explicando si
dicho refrán estaba basado en un conocimiento científico o
reproducía información errónea que alimenta estereotipos o mitos
sobre la sexualidad.
Escojo
uno de esto refranes en este momento, para ilustrar el grado de
desinformación que existe en el ejercicio de la sexualidad
contemporánea: “Dicen las malas lenguas...que las mujeres son
frígidas”. ¿Es verdad que las mujeres son frígidas?
En
la mayoría de las culturas contemporáneas existe un patriarcado que
promueve el machismo generando una supremacía masculina, basada en
un menosprecio hacia las mujeres que provoca una gran desigualdad de
género y por si fuera poco, la ideología machista se caracteriza
por la existencia de un falocentrismo, que conduce a muchos hombres a
pensar que todo el placer sexual gira en torno al falo masculino y en
esa línea de pensamiento les es difícil aceptar la existencia de
parejas de lesbianas.
La
cultura falocéntrica ha llevado a una gran mayoría de hombres a
pensar que la principal fuente de placer sexual se encuentra en su
pene y en el contexto de una sociedad en la que existe un modelo
reduccionista de la sexualidad, se crea la equivocada percepción de
que la sexualidad es el sexo y si añadimos a lo anterior que existe
una ignorancia sobre el funcionamiento de la respuesta sexual
femenina (RSF), la mayoría de los hombres busca la penetración
inmediata de la mujer desde un primer momento, sin preocuparse de que
tal penetración pueda ser placentera o dolorosa para la mujer. Ua
gran mayoría de hombres ignora que todo el cuerpo es una amplia zona
erógena y que con las mujeres vale el dicho: “despacio, que
tenemos prisa”.
En
el aprendizaje sexual que obtenemos a través de los medios masivos
de comunicación, es una escena cotidiana ver en las series de
televisión, a una pareja que se despide en la puerta de la casa de
la mujer dándose un beso de mejilla, beso que se prolonga y que no
tarda en recorrer hasta tocar los labios, para convertirse en un beso
húmedo con intercambio de lenguas y ese beso funciona como un
detonante, una chispa que enciende un deseo sexual animal, ingresan a
la casa, sin dejar de besarse, mientras se desnudan arrojando sus
prendas al suelo, derribando todo lo que encuentran en su camino
hasta llegar a la cama y una vez encima de ella, la mujer asume la
posición del misionero y el hombre la penetra, realizando una serie
de acometidas pélvicas entre gemidos de pasión que duran poco
tiempo, cuando el hombre termina eyaculando dentro de la vagina de la
mujer.
¿Qué lecciones podemos extraer de esta escena que hemos visto una y mil
veces en series de televisión y películas? El hombre tuvo su
orgasmo ¿y la mujer?, lo más probable es que no lo haya logrado
porque la curva de la respuesta sexual femenina (rsf) es más lenta
que la curva de la respuesta sexual masculina (rsm). Esta diferencia
se debe al hecho de que, a diferencia del hombre, la excitación de
la mujer no se centra en el hecho de ser penetrada, para lograr
excitarse la mujer debe recibir caricias previas, disfrutar de
tocamientos y besos en todo su cuerpo, de tal forma que genere
suficiente lubricación en su vagina y la penetración llegue a ser
placentera y no dolorosa.
¿Son
las mujeres frígidas? Definitivamente no, el mal uso de las lenguas
de los hombres (o la ausencia total de ellas), evita que las mujeres
disfruten a plenitud del coito porque a diferencia de los hombres que
nos excitamos con mirar los senos o el cuerpo de una mujer desnuda,
las mujeres no funcionan así, ya que necesitan caricias previas para
responder sexualmente y si no están realmente excitadas la
penetración puede ser dolorosa porque no hay lubricación vaginal, o
en el mejor de los casos, la mujer tarda más en responder y cuando
empieza a disfrutar es el momento en el cual el hombre eyacula porque
ya no puede soportar más y tiene su orgasmo mucho antes de que la
mujer pueda llegar al suyo.
La
mayoría de los hombres tiene fantasías sexuales que implican
recibir sexo oral durante el coito, las mujeres también desearían
recibir sexo oral. La diferencia es que el hombre tiene más libertad
para pedirlo y más posibilidades de recibirlo que las mujeres. La
mayoría de los hombres no se atreven a pedirle a la madre de sus
hijos que les den sexo oral, las mujeres tampoco se atreven a pedirle
a sus esposos que les den placer oral antes de la penetración, lo
cual podría ayudar para generar suficiente lubricación y disfrutar
realmente del coito.
Enfrentamos
aquí un problema de comunicación en la pareja generado por la
tendencia a evitar hablar libremente sobre la sexualidad, una
tendencia que impide confrontar abiertamente las expectativas que
tienen los integrantes de la pareja acerca del sexo porque sigue
prevaleciendo la herencia cristiana de dividir a las mujeres en
mujeres castas y en mujeres promiscuas, la influencia de la Virgen
María y de Eva continúa predominando en pleno siglo XXI.
Los
resultados que genera esta incomunicación afectiva y sexual, es un
aumento considerable de casos de anorgasmia en las mujeres y un
incremento de eyaculación precoz en el caso de los hombres, lo cual
provoca más sufrimiento que placer. Por eyaculación precoz,
entenderemos la diferencia del tiempo entre la curvatura del la rsm y
la rsf.
Muchos
hombres que han crecido con una formación cultural machista, ignoran
que la mujer también debe tener orgasmos y tienden a ignorar la
ausencia de satisfacción femenina, restándole importancia porque
están centrados en su propia satisfacción. La existencia de tabúes
y mitos sobre la sexualidad, la falta de información científica
sobre la misma, provoca una incomodidad que impide hablar con
naturalidad sobre sexualidad humana. Estas condiciones crean un punto
ciego en el desarrollo humano que consiste en la ausencia de
educación sexual integral tanto en el hogar como en el sistema de
educación formal.
La
anorgasmia prolongada en mujeres provoca un incremento en los casos
de depresión femenina y representa uno de los motivos por los cuales
las mujeres visitan a ginecólogos o psiquiatras, quejándose de
malestar pélvico, dolor de espalda u otros malestares y sus síntomas
son diagnosticadas como “neurosis” por lo que les prescriben
tranquilizantes, el alto número de consultas de este tipo representa
un gasto considerable para las instituciones de salud pública.
La
ausencia de educación sexual integral y científica, no autoriza a
decir que no existe educación sexual, porque existen varias fuentes
de aprendizaje sexual informal en el proceso de socialización por
que que atravesamos en nuestras vidas. El comportamiento de los
padres representa la principal fuente de aprendizaje sexual porque a
través de la observación se percibe al padre y madre como modelos a
seguir (o evitar) en el aprendizaje de roles rígidos y
estereotipados en ambos sexos.
Estudios
sobre violencia de género han demostrado que enseñar a los niños
que “los hombres no lloran”, impide que expresen sus sentimientos
mediante el llanto, por lo que tienden a aislarse y expresarse en
forma violenta o agresiva. La violencia hacia las mujeres se aprende
a través del ejemplo que se recibe de los padres y de la influencia
de los medios masivos de difusión.
Por
otro lado, es importante señalar que el desarrollo tecnológico que
permitió el surgimiento de internet, telefonía celular y redes
sociales, permite que el vacío de
información sexual científica que experimenta la población en
general y de manera particular nuestra juventud y niñez, se vea
llenado por infinidad de páginas de internet de fácil acceso que
contienen material sexualmente explícito, ya que la disponibilidad
de contar con un teléfono celular amplía las posibilidades de que
los niños y jóvenes accedan más pronto que tarde a estos sitios de
contenidos de material sexualmente explícito, por lo que la
pornografía es actualmente la principal fuente de
información sexual para las nuevas generaciones,
además de ser el principal entretenimiento de adultos y adultos
mayores.
Los
contenidos de estas páginas de pornografía contribuyen a reducir
aún más al ser humano a la condición de objeto, en este caso
objeto sexual, sobre todo a las mujeres que aparecen
hipersexualizadas, con gran disponibilidad para dar placer sexual al
hombre actuando con total sumisión y presentando imágenes en las
que aparentemente disfrutan mientras son humilladas y violadas por
hombres que actúan como máquinas sexuales fornicando durante largo
tiempo.
La
frecuencia excesiva de visitas a sitios relacionados con la
exhibición de pornografía llega a provocar incapacidad para
entablar relaciones interpersonales auténticas en miles de personas,
que no logran desarrollar suficiente confianza en sí mismos como
para abordar a una mujer con fines de construir una relación de
pareja, porque carece de autoestima, sufre de inseguridad de sí
mismo y ante sus ojos, solo ve a las mujeres como un objeto sexual
que puede brindarle placer sexual temporal. Pero sobre todo, se debe
considerar que si el acceso a tales sitios de material sexualmente
explícito van acompañados de masturbación, la eyaculación precoz
es el destino que les espera en sus relaciones sexuales con parejas
reales.
El
piropo callejero, el acoso sexual hacia las mujeres en todos los
ámbitos de convivencia social, las violaciones y hasta el
feminicidio, tiene su origen en la falta de educación sexual, en la
no aceptación de hablar sobre sexualidad y en la proliferación de
sitios donde se difunde la pornografía. La desaparición de miles de
mujeres, el secuestro de niños y niñas en todos los países del
mundo, están relacionados con la creciente industria de la
pornografía, que se ha convertido en una de las fuentes de ingresos
más productiva en nuestros tiempos.
En
1984 presenté mi examen profesional para obtener el grado de
licenciatura en Psicología en la Universidad Veracruzana, con el
tema “Consideraciones sobre la problemática sexual juvenil en
México”. El planteamiento central de dicha tesis consistió en
la afirmación de que “el ejercicio de la sexualidad en la juventud
mexicana representaba un verdadero problema social, que podía ser
identificado al analizar las estadísticas de varios problemas
particulares como el incremento del número de embarazos en
adolescentes, casos de abortos, matrimonios prematuros, índice de
divorcios, casos de infidelidad, número de violaciones de mujeres y
niños, problemas de disfunciones sexuales (eyaculación precoz y
anorgasmia), el aprendizaje de la sexualidad de los jóvenes se
obtiene pagando servicios de prostitutas, alto número de
feminicidios, etc.”
Afirmaba
en aquel entonces que “todos estos problemas tienen un denominador
común que es la ausencia de educación sexual en la población, que
la falta de información científica sobre la sexualidad, provoca su
distorsión y reducción al sexo genital, por lo que era urgente
implementar programas de educación sexual en el sistema de educación
formal para evitar que el ejercicio de la sexualidad siguiera
presentándose como un problema social” (10).
Han
pasado 39 años desde que presenté mi tesis profesional y al mirar
con ojos críticos la realidad actual que vivimos en la era de la
información, se puede observar que el ejercicio de la sexualidad,
lejos de haber mejorado en el sentido de ejercerse con autenticidad y
ser motivo de felicidad, en nuestra época sigue presentándose como
un problema social cuya complejidad social es mayor, porque las
problemáticas mencionadas hace casi cuatro décadas han aumentado en
número.
Pero
lo más grave de la situación es que a la lista de los problemas
mencionados hace casi cuatro décadas como la expresión de la
sexualidad como un verdadero problema social, se suman otros
problemas sociales que alcanzan niveles de alarma por su gravedad:
dentro de estos “nuevos” problemas podemos mencionar un alarmante
aumento de feminicidios en la mayoría de los países del mundo
entero, incremento de casos de homofobia, el surgimiento de delincuencias organizadas que han
encontrado una mina de oro al actuar globalmente para secuestrar
mujeres para obligarlas a prostituirse, con el mayor agravante de que
las víctimas no son sólo mujeres jóvenes, sino que también se
obliga a prostituirse a adolescentes de ambos sexos, así como niños
y niñas menores de diez años que son ofrecidos como juguetes
sexuales en un mercado de pedófilos que actúan en el anonimato, que
tienen una gran capacidad de pago por tales servicios y que por lo
regular, están ligados a la cúpula del poder económico y político.
En
nuestros días en la vida cotidiana de una gran mayoría de hombres,
el concepto de diversión los fines de semana implica salir a tomar,
drogarse y buscar “diversión” en table dance y prostíbulos,
buscando mujeres atractivas con las cuales tener actividad sexual sin
importarle que son mujeres que no eligieron voluntariamente ese tipo
de vida, sino que han sido obligadas a prostituirse por parte de una
delincuencia organizada. La manera de festejar de grupos de hombres
que pertenecen a la élite política o económica, es irse a lugares
reservados, contratando servicios de prostitutas, consumiendo alcohol
y drogas sin límite alguno.
A
través de series de televisión y películas se observa como “algo
natural”, la existencia de mujeres prostituyéndose en hoteles,
antros de diversión o en la calle y nadie cuestiona el sufrimiento
de las mujeres reducidas a figuras subhumanas destinadas a brindar
placer sexual a individuos que no pueden ejercer su sexualidad con
sus respectivas parejas. Bajo una mirada crítica, estas escenas que
reflejan un alto grado de descomposición y violencia social, forman
parte de la realidad capitalista contemporánea.
En
este contexto, en pleno siglo XXI se puede confirmar una vez más que
el ejercicio de la sexualidad humana, lejos de ser una fuente de
satisfacción y felicidad, sigue siendo una fuente de insatisfacción
e infelicidad, por lo que puede afirmarse que la humanidad
padece una “miseria sexual”
(11). ¿Cómo se
manifiesta esta miseria sexual? Wilhelm Reich escribió en su libro
La lucha sexual de los jóvenes que la represión de la sexualidad
de la juventud, tenía fines políticos en el sentido de que tal
represión condenaba a la juventud a sumirse en un infierno de
sentimientos de culpa por incurrir en actos de masturbación que
recibían la condena social.
Toda
esa energía que empleaban los jóvenes de aquella época para
reprimir sus impulsos sexuales, ocultar
haberse rendido a los mismos
y experimentar grandes sentimientos de culpa, los alejaba de la reflexión crítica acerca de lo que acontecía en el entorno social y
sobre todo, los alejaba de su participación en política, por lo que
no era casualidad que los sectores conservadores y de derecha que se
encontraban en el poder, fueran los primeros en mantener un clima de
rechazo a cualquier intento de impulsar proyectos de educación
sexual, ya que liberaría a la juventud de su tormento, permitiría
desarrollar pensamientos autónomos, ejercerían su capacidad de
crítica social y terminaría la obediencia social que promueven los
sentimientos de culpa.
La
creciente adicción a los teléfonos celulares, la ausencia del
hábito de la lectura, el incremento de la ignorancia en la sociedad
de la información, combinada con la erotización de la sociedad de
consumo, la reducción de la sexualidad a una mercancía más y la
ausencia de educación sexual en el sistema de educación formal, son
los factores principales que han permitido el control social de
amplias masas que se alejan de la política para sumergirse en un
mundo virtual y cumplir sus fantasías de tal forma que no alteren el
orden social ni afecten el crecimiento de la desigualdad social que
afecta a millones de personas.
Otro
elemento a considerar en el análisis del ejercicio de la sexualidad
contemporánea, es que en el contexto de la sociedad de consumo
prevalece una marcada tendencia hedonista que guía nuestro
comportamiento como consumidores en una búsqueda constante de
satisfacción como meta principal de nuestras vidas y en en el caso
de las relaciones de pareja la búsqueda de satisfacción personal es
una parte importante del conjunto de expectativas que se espera
cubrir cumplir desde un inicio.
La
marcada tendencia a privilegiar la apariencia socialmente aceptable
basada en los estereotipos de belleza dictadas por la moda, genera una
incapacidad para mostrarse con autenticidad, por lo que surgen
fisuras en la creación del vínculo con la pareja, generando a su
vez una sensación de fragilidad en la relación de pareja, lo cual
conduce a varias personas a tener “relaciones de
bolsillo”, es decir,
relaciones secundarias o alternativas de relación en caso de
separación de la pareja actual.
En
un mundo en el que las redes sociales nos han enseñado a
“conectarnos y desconectarnos” con sólo oprimir un boton,
extrapolamos ese aprendizaje hacia las relaciones interpersonales de
tal forma que las conexiones se establecen a demanda y pueden
cortarse de manera unilateral con gran facilidad con solo un clic de
nuestro teléfono, un mensaje de voz o de texto y esa fragilidad de
los vínculos sociales es la característica principal en las
relaciones humanas en general y de las relaciones de pareja en
particular.
La
motivación principal en la búsqueda de pareja sexual, suele ser la
satisfacción inmediata de un deseo romántico o sexual, pero como
estas relaciones se dan dentro del marco de la sociedad de consumo y
actuamos con la mentalidad de consumidores, las relaciones amorosas
llegan a sufrir la suerte de todos los productos que son consumidos
para brindar una satisfacción inmediata que una vez pasada la
novedad, pierde atractivo, por lo que la satisfacción disminuye o
desaparece y en virtud de que en el amor no hay garantía extendida
indefinida, se deja la puerta abierta para otras relaciones que
podrían ser más satisfactorias y plenas, por lo que las relaciones
amorosas corren el riesgo de convertirse en descartables.
La
libertad sexual contemporánea y la reducción del ser humano a la
condición de homo consumens, genera una tendencia a priorizar la
cantidad de relaciones amorosas por encima de la calidad y
permanencia de las mismas. La variedad de encuentros sexuales o de
relaciones de pareja, puede generar una sensación de aprendizaje
sobre el amor, pero lo que en realidad se aprende es la capacidad
para terminar una relación y volver a empezar de nuevo con otra
relación con menor grado de dificultad. El aprendizaje de cómo
terminar una relación sin sentir el menor daño posible, basado en
la competencia de decir “yo fui quien terminó la relación”,
supera al aprendizaje acerca del cómo construir una relación basada
en la autenticidad y el compromiso conjunto de mejorar la relación
de pareja.
En
el contexto anteriormente descrito debemos reconocer que en la
economía de libre mercado surgen “mercados negros”,
es decir, comercios clandestinos en los que participan conjuntos de
personas que muestran necesidad y disposición para comprar
“productos ilegales” como órganos humanos extraídos de personas
sanas (tal como se denuncia que está sucediendo en Ucrania con los
soldados ucranianos que resultaron heridos en combate y les extraen
sus órganos para venderlos en el mercado negro), tráfico ilegal de
inmigrantes y tráfico de mujeres, hombres y niños, ya sea con fines
de explotación laboral, o explotación sexual.
Una
muestra de gran descomposición social es la existencia de un mercado
de pedófilos que demanda y paga por este tipo de “productos”,
este agrupamiento anónimo está conformado por sujetos que han
perdido su condición de seres humanos, por sociópatas que actúan
de esta forma porque sólo pueden encontrar un placer efímero en el
acto de violar, golpear o asesinar a otros seres humanos y se les
considera sociópatas porque la diferencia entre sociópata
y psicópata es que la naturaleza del trastorno de la personalidad
del sociópata es una consecuencia del entorno social,
mientras que la naturaleza del trastorno de la personalidad del
psicópata es considerada una predisposición genética.
La
existencia de actos de pedofilia ha estado desde hace décadas en el
contenido de varias series de televisión como La ley y el orden y
otras más, pero ha sido ignorada y tolerada, a nombre de que es un
acto de individuos enfermos, que no representan a la sociedad. ¿Acaso
no se decía lo mismo de los violadores de mujeres?
Recordemos
que las investigaciones sobre violadores sexuales han determinado que
no existe un perfil de un violador sexual, porque en la sociedad que
vivimos, aparte de ser capitalista, es una sociedad patriarcal en la
que predomina el machismo en la cultura y la desigualdad de género,
por lo que cualquier hombre puede ser considerado un potencial
violador y esto se confirma por el hecho de que ya se ha detenido a
violadores que resultaron ser sacerdotes, médicos, psicólogos,
psiquiatras, policías, custodios de cárceles, detectives, maestros,
etc. Es decir, figuras de autoridad que se supone están para servir
y proteger a la comunidad.
La
existencia de la pedofilia tiene años de haber sido denunciada,
recordemos a la recién fallecida cantante Sinead O´Connor que en
1992 denunció a la Iglesia Católica por encubrir actos de pedofilia
y rompió una fotografía frente a las cámaras de televisión, lo
que le ocasionó ser objeto de repudio popular por parte de fanáticos
religiosos que prefirieron condenar al mensajero en lugar de ver el
mensaje que estaba denunciando. En 2023, año de su fallecimiento
podemos decir que ella tenía razón, fuimos pocos quienes le creímos
y fueron millones quienes se ensañaron con ella al grado de destruir
su carrera y al grado de llegar a afectar su salud mental.
Zygmunt
Bauman iluminó el pensamiento contemporáneo al hablar de la
existencia de una ceguera moral colectiva que impide distinguir entre
lo correcto y lo incorrecto, entre lo justo y lo injusto, entre lo
bueno y lo malo, si junto a este concepto retomamos el pensamiento de
Erich Fromm, podría decirse que en nuestra sociedad contemporánea
del siglo XXI, existe un fenómeno de validación consensual que
lleva a millones de personas a admitir como “algo normal”
la existencia de redes de prostitución conformadas por delincuentes
organizados que secuestran mujeres, las violan, golpean y torturan
hasta lograr que acepten participar como “muñecas sexuales
vivientes” de varones que no pueden ejercer con autenticidad su
sexualidad con sus parejas sexuales, que no tiene pareja sexual por
problemas de autoestima, o por hombres que disfrutan con tener el
poder sobre la pareja sexual y pagan por tener sexo impersonal. Por
lo anteriormente descrito, podemos afirmar que la idea de que nos encontramos en el contexto de
una sociedad enferma es indiscutible, vivimos en el
contexto de una sociopatología que normaliza el ejercicio de una
miseria sexual contemporánea, que incluye el riesgo de que la
pedofilia reciba el mismo trato que se le da a la prostitución, las
violaciones a las mujeres y al feminicidio, es decir, como “algo
normal”.
Conclusiones
Mientras
millones de personas viven un permanente conflicto entre sus
fantasías sexuales y experimentan frustración por la imposibilidad
material de lograr su satisfacción, padecemos otro rostro de la
sociopatología de la sociedad posmoderna, al encontrarnos al borde
de una tercera guerra mundial por las decisiones que toman los
políticos que gobiernan a las principales potencias mundiales, en
las que muestran claros rasgos de una psicopatología al mostrarse
insensibles cuando provocan genocidio económico al destinar grandes
cantidades de presupuesto a gastos militares, mientras que recortan
presupuesto para obras de bienestar social que condenan a millones de
personas a vivir un sufrimiento colectivo por la agudización de la
crisis económica.
En
el mundo entero existen más de 8,000 millones de habitantes, la
locura contemporánea podemos verla en el hecho de que los países
del mundo entero gastaron un total de 2.24 mil millones de dólares
en presupuesto militar. Tan sólo Estados Unidos contempla destinar
886,000 millones de dólares para presupuesto militar en 2024.
A
la crisis social de múltiples rostros (económica, política,
ecológica y sanitaria), se le agrega un nuevo rostro que no es de
menor importancia: la crisis sexual
que también provoca otro tipo de sufrimiento colectivo que no se
limita a la contención de los impulsos sexuales, o a una
insatisfacción sexual, sino que se traduce en el surgimiento de
millones de víctimas de violaciones sexuales de mujeres, hombres,
niños y niñas, que han sido reducidas a la condición de objetos
sexuales y productos de venta en mercados negros que son demandados
por personas que presentan otro tipo de psicopatología, que raya en
la sociopatología al ignorar el sufrimiento de aquellos seres
humanos que somete con el poder de su dinero, con los cuales obtiene
placer efímero y una vez logrado, se olvida de ellos, los desecha y
busca nuevas víctimas, porque el uso repetido de “una mercancía”
produce hastío y aburrimiento.
En
el contexto de una sociedad en crisis ser normal implica aceptar la
existencia de una desigualdad social que provoca verdaderos
genocidios económicos, porque miles de personas fallecen de hambre,
de enfermedades que podrían ser curables, pero que por no tener
dinero, no pueden comprar comida o medicinas. De igual forma, la
normalidad implica la aceptación a las altas tasas de feminicidios
que se observan en todos los países del mundo, mostrar indiferencia
a un gran número de violaciones a las mujeres, al secuestro y
desaparición de mujeres, niñas y niños por parte de delincuencia
organizada que alimenta la industria de la pornografía y de la
prostitución con “carne joven” que reclama un sector oculto de
la sociedad. El incremento de los casos de pedofilia es una muestra
clara del grado de descomposición de la sociedad en que estamos
viviendo.
Vivimos
en el contexto de una sociopatología en donde la salud mental es un
concepto escrito en letra muerta que dice así: La salud mental es
“el estado completo de bienestar físico, psicológico y social de
un individuo, grupo o comunidad”. ¿Cómo podríamos lograr este
estado integral de bienestar en el contexto de una sociedad en la que
existe una gran desigualdad social y diariamente ocurren un sinnúmero
de violaciones a los derechos humanos?
Varias
investigaciones sobre la historia de la sexualidad humana revelan el
carácter de relatividad sociocultural que la misma tiene, es decir,
que cada cultura promueve y acepta ciertos comportamientos sexuales
como “socialmente aceptables”, algunos de ellos no serían
aceptados en otras culturas, por lo que se puede afirmar que no
existen comportamientos sexuales universales. Pero donde sí existe
consenso es en el hecho de que en todo comportamiento sexual debe
existir respeto y consentimiento mutuo, por lo que casos de violencia
hacia las mujeres, violaciones sexuales, feminicidios y abuso sexual
infantil, son actos reprobables que deben ser castigados por la ley.
No podemos seguir actuando “normalmente” en el contexto de una
sociedad en crisis que provoca sufrimientos colectivos, porque de
hacerlo estaríamos aceptando ser parte de la sociopatología
colectiva que caracteriza a la sociedad moderna.
Los
problemas de pobreza, desempleo, bajos salarios, falta de vivienda,
explotación laboral, contaminación industrial, daños a la
naturaleza, cambio climático, tienen relación con los problemas de
violencia sexual, feminicidios, abuso sexual infantil, insatisfacción
sexual, etc., en el sentido de que son problemas estructurales, es
decir, son problemáticas provocadas por la forma como está
estructurada el sistema social capitalista, patriarcal y colonial en
que vivimos.
Es
evidente que se necesita luchar por un cambio social, es innegable
que hombres y mujeres necesitamos una liberación sexual y para
lograr la liberación social, debemos combinar esfuerzos hombres y
mujeres, con la lucha por una liberación sexual. Partamos de la
premisa de que el cambio social empieza por el cambio individual, no
podemos luchar por una sociedad democrática donde exista la justicia
y la igualdad social, si en el interior de nuestros hogares actuamos
en forma patriarcal, reproduciendo micromachismos y fomentando la
desigualdad de género dando mayores libertades a nuestros hijos y
más restricciones a nuestras hijas.
Debemos
retomar el aprendizaje de las luchas sociales, los movimientos
colectivos del siglo pasado nos enseñaron que el cambio social puede
lograrse si actuamos en forma unida, organizada y colectiva. Los
movimientos feministas nos enseñaron que existe una relación entre
lo privado y lo público al levantar la consigna “lo personal es
político”, no podemos seguir luchando hombres y mujeres en forma
separada. La lucha de liberación femenina es la lucha de la
liberación masculina y ambas luchas forman parte de la lucha por la
liberación social. La pandemia del covid nos enseñó que vivimos
interconectados en este planeta y que lo que pasa al otro lado del
mundo, repercutirá tarde o temprano en el lugar en que estamos
viviendo.
La
amenaza de una guerra nuclear se extiende cada vez más en Ucrania,
al movilizar la OTAN a más de 380 mil soldados que rodean las
fronteras de Rusia, al amenazar con intervención militar en Niger
que reclama su independencia de Francia y en el apoyo de Estados
Unidos para que Taiwan se independice de China. Lo que suceda en
aquellos lugares lejanos, tarde o temprano repercutirá en nuestros
países.
Tenemos
que actuar como sujetos socialmente activos en política, superar el
marasmo y la modorra del hedonismo provocado por la sociedad de
consumo y reconocer que nuestros problemas personales tienen un
origen global, por lo que nos vemos en la necesidad de actuar como
sujetos globales en la defensa de nuestros derechos y de nuestras
vidas. En la era de la globalización, la implementación de
políticas neoliberales que intentan eliminar servicios públicos
para privatizarlos, avanza porque no encuentran resistencia y no hay
oposición porque una gran mayoría de la humanidad ignora que tienen
derechos humanos que están siendo violados.
Una
parte de esta ignorancia colectiva, es el desconocimiento de que
todos los seres humanos tenemos derechos sexuales que están siendo
violados con total impunidad, por lo que de manera inevitable la
lucha por la liberación social debe contemplar la lucha por la
liberación sexual y de esta forma la lucha por la liberación sexual
de hombres y mujeres se convierte en una lucha política.
Diariamente
suceden varias violaciones a los derechos sexuales de las personas y
en ese contexto surge una nueva disciplina: la sexología. Como toda
disciplina social, la Sexología surge para ayudar a a resolver un
problema social, en este caso la educación sexual ayudará a
combatir varios problemas sociales y el primero de ellos es la
ignorancia sobre la sexualidad humana y sobre la existencia de
derechos sexuales para todas las personas.
Algunos
de estos derechos que son ignorados por una inmensa mayoría de la
población, son el derecho a obtener información sexual científica,
el derecho a una educación sexual dentro del sistema educativo, el
derecho a la equidad sexual, el derecho a asociarse sexualmente con
entera libertad, el derecho al placer sexual, etc.
Debemos
tomar consciencia de que pocos temas provocan tanto interés,
inquietud y curiosidad como lo es el tema de la sexualidad humana. A
pesar de la existencia de un interés colectivo, existe un vacío de
información científica, porque lo que predomina es la existencia de
mitos y tabúes relacionados con la sexualidad humana, por lo que nos
vemos en la necesidad de recurrir a información realmente
científica sobre este tema, porque la ausencia de salud sexual
impide hablar de la existencia de salud mental en nuestra sociedad,
la Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud sexual
como “La integración de los aspectos somáticos, emocionales,
intelectuales y sociales del ser humano sexual, en formas que sean
enriquecedoras y realcen la personalidad, la comunicación y el
amor”.
La
información científica nos permite utilizar un enfoque psicosocial
que permita construir un modelo integral de la sexualidad humana que
contemple factores psicológicos (emociones, actitudes,
motivaciones), factores sociales (aprendizaje informal a través de
la cultura, del ejemplo familiar, de la ideología, etc.). El
reconocimiento del aprendizaje informal de la sexualidad y su
vinculación con el aprendizaje formal de la sexualidad en el
contexto cultural, nos permitirá acercarnos al punto en el que
podamos lograr la “inteligencia sexual”, si
entendemos este concepto como un conjunto de conocimientos y
habilidades que están conformadas en cuatro aspectos: a) el
conocimiento de sí mismo como ser sexual, b) habilidades sexuales
interpersonales, c) conocimientos científicos sobre la sexualidad
humana y d) conocimiento del contexto cultural que determina el
comportamiento sexual (12).
Sólo
a través de la inclusión de programas de educación sexual en el
sistema educativo, podremos evitar que se sigan violando los derechos
sexuales de hombres, mujeres, niños, niñas y podremos salir de la
ignorancia y miseria sexual que existe hoy en día, para lograr que
el ejercicio de la sexualidad humana deje de ser un problema social y
se convierta en una verdadera fuente de felicidad, satisfacción y
placer.
En
pleno siglo XXI, los intentos de incluir contenidos de educación
sexual integral en el sistema de educación formal, siguen
enfrentando obstáculos por parte de sectores conservadores que
reaccionan en forma escandalizada a los esfuerzos oficiales de
incluir información científica relacionada con la sexualidad
humana. Un
ejemplo de ello se está dando en México ante el rechazo de unos
sectores conservadores hacia los libros de texto de la Nueva Escuela
Mexicana que tienen contenidos de educación sexual, mientras que de manera contradictoria, permiten que sus hijos menores de edad pasen horas en sus teléfonos celulares donde se exponen al aprendizaje informal de la pornografía.
Si
en 1984 se planteaba la alternativa de implementar programas de
educación sexual para combatir el insano ejercicio de la sexualidad
que se presentaba como un problema social, en 2023, la necesidad de
incluir la educación sexual como asignatura obligatoria es más
urgente que nunca, porque después de 30 años, miles de personas se
están dando cuenta de que Sinead O´Connor tenía razón: debemos
combatir al enemigo real y este enemigo no es otro que el sistema
capitalista, patriarcal y colonial en que vivimos y que es el
responsable de nuestra miseria social y sexual.
Notas:
1.- Freud,
Sigmund: El malestar en la cultura. Alianza editorial. Madrid, 2008
2.- Ibid
3.- Fromm,
Erich: El miedo a la libertad. Ed. Paidós. Bs. As. 2005
4.- Fromm,
Erich: Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. FCE. México,
1998
5.- Bauman,
Zygmunt: Vida de consumo. Fondo de cultura económica. México, 2016
6.- Reich,
Wilhelm: La lucha sexual de los jóvenes.Ed. Roca. México,1976
7.- Bauman,
Zygmunt: Modernidad líquida. FCE. México,2017
8.- Bauman,
Zygmunt/Donskis, Leonidas: Donskis, Leonidas: Ceguera moral. FCE.
México,2017
9.- Bauman,
Zygmunt/Donskis, Leonidas: Maldad líquida. Paidós. México, 2019
10.- Yescas,
Oscar: Tesis de licenciatura en Psicología: Consideraciones sobre la
problemática sexual juvenil en México. México, 1984.
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/consideraciones-sobre-la-problematica.html
11.-
Reich, Wilhelm: Psicología de masas del fascismo. Ed. Roca, México,
1976
12.-
Crooks, Robert/Baur, Karla: Nuestra sexualidad
Alvarez-Gayou,
Juan Luis: Sexoterapia integral
Ed.
Manual Moderno. México, 2011
https://maudimeo3.wordpress.com/2013/05/08/la-sociedad-enferma-y-sus-enemigos/
La
revolución sexual de Wilhelm Reich
https://www.yorokobu.es/wilhelm-reich/
Recorrido
por la obra de Wilhelm Reich
https://www.elpsicoanalitico.com.ar/num1/autores-franco-obra-wilhelm-reich.php
Derechos
sexuales
https://salud.edomex.gob.mx/isem/derechos_sexuales#:~:text=Decidir%20con%20qui%C3%A9n%20o%20qui%C3%A9nes,informada%20sobre%20mi%20vida%20reproductiva.
Yescas,
Oscar: Tesis profesional para obtener grado de lienciado en
Psicología: Consideraciones sobre la problemática sexual juvenil en
México. (1984)
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/consideraciones-sobre-la-problematica.html
Yescas,
Oscar: No es necesario ser mujer para declararse feminista
https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/02/noes-necesario-ser-mujer-para.html
Yescas,
Oscar: La revolución del siglo XXI tiene rostro de mujer
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/08/larevolucion-del-siglo-xxi-tiene-rostro.html
Yescas,
Oscar: La educación sexual humana como contribución al cambio
social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/la-educacion-en-sexualidad-humana-como.html
Yescas,
Oscar: La prostitución: ¿mal necesario?
https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/09/la-prostitucion-mal-necesario.html
Yescas, Oscar: Notas para
comprender la sexualidad humana
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/notas-para-comprender-la-sexualidad.html