Poder
corporativo vs. Poder popular
Oscar
Yescas Domínguez
20
de agosto del 2,020
Introducción
La
sociedad organizacional
El
poder popular
El
poder corporativo
La
ceguera moral contemporánea
El
empoderamiento ciudadano como fuente del poder popular
Conclusiones
Introducción
En
el año 2,020 la humanidad en su conjunto debería estar disfrutando
de los beneficios que aporta el desarrollo tecnológico, la
tecnología digital y la aplicación de la ciencia y la tecnología
al proceso de producción debido a que permite la fabricación masiva
de productos alimenticios, prendas de vestir, medicamentos, etc.
Todos sin excepción deberíamos beneficiarnos de los conocimientos
que la humanidad ha acumulado durante miles de años y cuya
aplicación nos permitirían estar disfrutando de una buena vida en
condiciones de armonía, paz y tranquilidad social.
Lamentablemente
esto es una utopía porque no es así debido a que vivimos en un
sistema económico y político que se basa en la propiedad privada
sobre los medios de producción, es decir, nos encontramos en el
marco de un sistema capitalista que busca la obtención de la mayor
plusvalía en el proceso del trabajo, es decir, se orienta a lograr
la mayor cantidad de ganancias para los propietarios de los medios de
producción y del capital privado. Por esta razón hoy en día
enfrentamos la triste realidad de que la humanidad vive la mayor
desigualdad social que se ha conocido en su historia, por la
distribución desigual de la riqueza social que produce la clase
trabajadora y la población en general.
Con
el surgimiento de la globalización el sistema de economía de libre
mercado se extendió por prácticamente la mayor parte del mundo y
con ello fortaleció a las grandes corporaciones transnacionales que
están en permanente búsqueda de mercados con los cuales puedan
beneficiarse económicamente a través de la explotación de los
trabajadores y de los recursos naturales. El desarrollo de la
tecnología digital propició una separación entre el poder
financiero y el poder político, de manera tal que el poder
hegemónico actualmente se encuentra en el capital financiero en
detrimento del poder de los políticos que gobiernan nuestros países
prácticamente como si estuvieran navegando a la deriva en una total
incertidumbre por la ola de cambios generados por los vaivenes del
mercado.
El
crecimiento y expansión de las grandes corporaciones se ha dado de
manera proporcional al debilitamiento de los gobiernos de cada país
que se ven obligados a aplicar políticas neoliberales y a abandonar
su papel de protectores del bienestar social que fue la misión que
les dio origen. Por esta razón debemos tener presente que los
problemas locales tienen un origen global ya que estamos dentro de un
contexto internacional en el cual las políticas neoliberales buscan
privatizar todo tipo de servicios públicos y maximizar las ganancias
de las grandes corporaciones.
En
ese contexto los derechos laborales y prestaciones sociales que
fueron conquistadas en el siglo pasado por luchas obreras y
movimientos colectivos que lograron consagrarse en las constituciones
de cada país, el día de hoy se encuentran en peligro de
desaparición por la voracidad del poder corporativo, que exige la
eliminación de prestaciones sociales consagradas en la constitución política de cada país, afectando las condiciones de vida de millones
de personas en el mundo entero que pasan a formar parte de la
población que vive en condiciones de pobreza.
El
sistema capitalista desde hace décadas vive una crisis permanente
cuyo peso recae cada vez más en las espaldas de los trabajadores y
la población de nuestras comunidades. La crisis económica
iniciada en el siglo pasado se agudizó con el incremento de una
crisis política originada por la globalización y ambas se
incrementaron con la crisis ecológica provocada por un
sistema que existe gracias a una explotación irracional de los
recursos naturales y provoca un consumo masivo que produce a su vez
una enorme cantidad de basura que contamina nuestro planeta.
Las
respuestas de resistencia y lucha por parte de la población en el
mundo entero no se han hecho esperar y observamos diferentes luchas
en defensa de derechos humanos, laborales, sociales y sexuales en
distintos países. Las revueltas populares son parte de la historia
contemporánea y reflejan un estado de inestabilidad social ante la
crisis social y se han presentado en Francia, México, Ecuador, Chile,
Bolivia, Estados Unidos, etc.
La
respuesta a estos movimientos de rebelión social ha sido la
represión policiaca y militar para sofocar las protestas, con la
honrosa excepción de México que a través de la movilización
popular logró un cambio electoral que está transformando al país
con claros beneficios para los más desprotegidos.
Al
conjunto de crisis que conforman la crisis social que estamos
viviendo se ha sumado la crisis sanitaria provocada por la
pandemia del covid-19 y que obligó a paralizar al mundo entero de
manera temporal. Sin embargo, las violaciones a los derechos
continúan en tiempos de pandemia por nuevas violaciones a derechos
laborales, al igual que surgen nuevos frentes de batalla y
resistencia social contra un sistema que nos lleva directamente a
nuestra autodestrucción.
Por
lo anterior, es necesario decir que los tiempos actuales no aceptan
indefiniciones políticas, no permiten la abstención ni aceptan el
silencio ante los grandes problemas que estamos enfrentando
actualmente. Hoy la humanidad se enfrenta a la disyuntiva de
continuar por el camino de mantener el equilibrio entre una
producción masiva y un consumo masivo, en cuyo trayecto se cometen
un sinnúmero de violaciones a nuestros derechos, o acepta
incorporarse a un proyecto masivo de participación social que genere
un empoderamiento de nuestras comunidades y enfrente en forma unida,
colectiva y organizada a aquellos que representan la muerte y
destrucción, enarbolando las banderas de defensa de derechos
laborales, defensa del derecho a la salud, por una democracia
participativa, justicia para todos y una igualdad social real.
La
sociedad organizacional
Vivimos
en un momento histórico en el cual la sociedad existe gracias a la
existencia y funcionamiento de un sinnúmero de organizaciones
formales que nos proporcionan productos y servicios. Desde que
nacemos llegamos a este mundo en una organización que se llama
hospital, la comida que consumimos no la producimos nosotros, la
adquirimos en una organización comercial que a su vez la obtuvo en
otra organización que se dedica a la fabricación de alimentos. La
ropa que usamos no la creamos nosotros, la adquirimos en una
organización comercial dedicada a ese giro, la cual obtuvo prendas
de vestir de otra organización que se dedica a producir vestimentas,
etc.
Todos
los días estamos en contacto con alguna organización, si deseamos
no salir y quedarnos en casa utilizamos los servicios de diferentes
organizaciones que nos proporcionan el servicio de energía
eléctrica, agua potable, suministro de gas, aire acondicionado,
servicio de limpia pública, telefonía, internet, wifi, etc. La
mayoría tenemos un teléfono celular, una computadora o una tableta
que no hicimos nosotros, sino que la adquirimos en diferentes
organizaciones. A través de estos aparatos nos conectamos a un mundo
virtual en el cual participan diferentes organizaciones. Nuestras
vidas están ligadas estrechamente a todo tipo de organización desde
que nacemos hasta que fallecemos cuando usamos el servicio de una
organización que se llama funeraria.
¿Qué
pasaría si todas las organizaciones dejaran de funcionar? Ya hemos
visto un ensayo del caos que se generaría con el cierre de empresas
de todo tipo durante la pandemia para garantizar el confinamiento
voluntario. De hecho hemos logrado sobrevivir más de cinco meses de
aislamiento social gracias a diferentes organizaciones que nos
ofrecen servicios como los ya mencionados y aquellos que ofrecen
servicio a domicilio.
El
trabajo moderno consiste en trabajar en grupos formales dentro del
contexto de una organización por lo que la presencia de las
organizaciones es parte de nuestras vidas. Una organización la
podríamos definir como aquel “conjunto de personas que en el
marco de una estructura interactúan realizando una serie de
actividades utilizando tecnología para lograr objetivos comunes”.
En el marco de la definición anterior podemos afirmar que
cualquier conglomerado social que reúna esas características:
personas, estructura, interacción, tecnología y objetivos comunes
es una organización. Así podemos ver que hospitales, fábricas,
escuelas, dependencias de gobierno, empresas de todo tipo, partidos
políticos, sindicatos y hasta la delincuencia organizada son
organizaciones en nuestra sociedad contemporánea.
Por
todo lo anterior es que se afirma que vivimos en la era de las
organizaciones porque hablar de sociedad moderna implica hablar
de organizaciones formales. El individuo moderno es entonces un
individuo rodeado de organizaciones que determinan su existencia, le
indican qué comer, cómo vestir, cómo divertirse, qué es lo normal
y qué es lo no socialmente aceptable.
Debemos
tener presente que la sociedad organizacional está dentro del marco
del sistema capitalista en el cual los medios de producción son de
propiedad privada y el objetivo que persiguen es el lucro, la
maximización de las ganancias en el proceso de producción y venta.
La aplicación de la ciencia y la tecnología al proceso de la
producción ha logrado un equilibrio entre una producción masiva y
un consumo masivo. Este equilibrio se basa en la creación de un
tipo de ser humano que responda a los intereses dominantes, por lo
cual el individuo contemporáneo se ha convertido en un homo
consumens que olvidó su condición de homo sapiens para
disfrutar la realidad como si estuviera en el mundo feliz descrito
por Aldoux Huxley y se nos ha convencido de que la felicidad se
encuentra en el consumo constante en los grandes centros comerciales.
Existe una íntima solidaridad entre una sociedad y un tipo
antropología del ser humano para hacerla funcionar y en el momento
histórico que vivimos, el homo consumens es el individuo ideal en la
sociedad de consumo.
El
poder popular
Desde
las últimas cinco décadas se han estado librando diferentes
batallas en el mundo para defender derechos que están siendo
violados por las grandes corporaciones, lograr una liberación
social, para salvar al mundo de su inminente destrucción, por la
defensa de los espacios públicos, por la vida y derechos de las
mujeres, por la construcción de una democracia participativa y no
representativa, por la justicia para todos y por una verdadera
igualdad social. Estas luchas se han dado en todos los rincones de
un mundo que cada vez es más interdependiente y más pequeño en la
medida que se acortan las distancias ante el desarrollo tecnológico,
de tal forma que lo que pueda acontecer al otro lado del mundo tarde
o temprano afectará la localidad donde vivimos.
El
muro de Berlín cayó en 1989 y con él desapareció la guerra fría
entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas. En su lugar apareció un nuevo tipo de guerra, una
guerra comercial realizada por las grandes compañías
transnacionales que buscaban conquistar nuevos mercados en el marco
de la expansión de la economía de libre mercado en la mayor parte
de los países de nuestro planeta.
Las
luchas de liberación social las describió magistralmente en forma
metafórica Eduardo Galeano cuando en su Libro Los abrazos nos dice
que la tierra vista desde la luna se ve como “un mar de
fueguitos”, estos fueguitos podrían simbolizar las luchas
grandes y pequeñas que hemos presenciado o hemos sido participantes
en diferentes puntos del planeta.
La
mayoría de estos pequeños fueguitos fueron sofocados y apagados por
el uso de los aparatos represivos del estado (siguiendo a Louis
Althousser) y por ello las injusticias, la corrupción e impunidad
han sido parte de nuestra vida cotidiana. Dentro de la derrota
sufrida por las movilizaciones populares podemos mencionar los
fraudes electorales en México en las campañas presidenciales del
2,006 y 2,012.
En
México forman parte de las derrotas de las fuerzas de liberación la
aprobación de la Reforma Laboral impulsada por Felipe Calderón, que
significó eliminar derechos y prestaciones sociales consagrados en
la constitución mexicana para favorecer a la parte patronal y dejar
en estado de indefensión a los trabajadores ante los abusos y
atropellos a sus derechos aborales. El futuro de la juventud mexicana
se eliminó de un plumazo al aprobar la desaparición de la
estabilidad laboral y la contratación por períodos cortos de
tiempo, así como la implementación de largas jornadas de trabajo.
Enrique
Peña Nieto tiene un rosario de cuentas pendientes con el pueblo
mexicano, pero podemos destacar su apoyo irrestricto a la reforma
energética que consiguió aprobar con el uso de la policía y
sobornando a senadores y diputados para poner en venta los recursos
de la nación y lograr la quiebra de petróleos mexicanos para
beneficiar al capital privado creado con recursos públicos y al
capital extranjero.
Pero
no todo se perdió, algunos fuegos lograron crecer hasta detener
embestidas en contra de los trabajadores y sus familiares, así como
de la población entera. Recordemos la gran lucha que dieron los
maestros de México organizados en la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación (CNTE), en contra de la Reforma
Educativa y que lograron detener su implementación enfrentando a la
Policía federal y demás cuerpos represivos que no dudaron en
disparar en contra de maestros desarmados, pero que al final la gran
resistencia de los maestros mexicanos se impuso y lograron detener la
implementación de una reforma educativa que en realidad era una
reforma laboral.
Otras
luchas fueron victoriosas como el triunfo de Andrés Manuel López
Obrador al frente del Movimiento de Renovación Nacional (Morena) en
las pasadas elecciones presidenciales del 2,018. Esa jornada
electoral en la que más de 30 millones de mexicanos actuamos como un
moderno Leviatán participando en forma unida, colectiva y organizada
en la defensa del voto y votando a favor de la opción de Morena, lo
cual nos permitió quitar del poder a aquellos elementos corruptos
que pensaban seguir entregando México al capital privado, seguir
explotando al pueblo mexicano y despojar a los trabajadores mexicanos
de todos sus derechos.
Esta
democracia electoral representó un respiro a nivel internacional, ya
que se dio en un momento histórico en el cual vivíamos un
totalitarismo de la vida cotidiana y se pensaba que la democracia
había muerto en el siglo XXI. El cambio de poder político en México
representa un claro ejemplo de lo que significa el “poder
popular” que significa la
movilización colectiva, organizada y unida en la consecución de
objetivos colectivos que benefician a la población de una sociedad
determinada.
El
problema es que seguimos percibiendo la democracia sólo como una
democracia representativa
y no hemos llegado a construir una democracia
participativa, limitada a
participar masivamente en elecciones y abandonar la participación
social después de las mismas, por lo que los problemas sociales no
logran ser solucionados por lo que seguimos viviendo explosiones de
solidaridad ante la injusticia y contra la corrupción muy potentes
pero muy breves, que se presentan como un “mar de
fueguitos” que sucumben al
poco tiempo terminando por desaparecer.
Por
ese motivo en México todavía existen verdaderas injusticias que
todavía no se han resuelto porque siguen estando cubiertas por la
impunidad, al no lograr una verdadera justicia social y no aplicar el
Estado de Derecho. Recordemos que la tragedia ocurrida hace once años
en la guardería ABC ubicada en Hermosillo, Sonora donde murieron 49
niños y niñas en un incendio provocado aparentemente para
desaparecer pruebas de corrupción del Gobierno estatal, todavía
permanece impune y la herida sigue abierta provocando un prolongado
sufrimiento a padres y familiares de las víctimas, mismo que se
agudiza con la impotencia sentida en la conmemoración de esa
tragedia cada año.
Igualmente
la contaminación del Río Sonora que cruza el Estado del mismo
nombre realizada por parte del Grupo México cuando la compañía
minera de Cananea que pertenece a este consorcio derramó miles de
litros de deshechos químicos afectando la ecología del lugar donde
nace el Río Sonora y dañando severamente la salud de los habitantes
de varios pueblos ubicados en las ladreas de este río, todavía
permanece sin solucionar y deslindar responsabilidades penales
correspondientes.
Los
mineros agrupados en la Sección 65 del Sindicato nacional de
mineros, cumplieron recientemente 13 años en huelga sin encontrar
solución a sus demandas debido al poderío que tuvo el consorcio
minero Grupo México con los sexenios del Partido Revolucionario
Institucional y Partido Acción Nacional. Llevamos más de año y
medio del nuevo gobierno de Andrés Manuel López Obrador y la
tragedia y conflicto laboral provocado por este consorcio sigue sin
solucionarse ambas tragedias a pesar de las promesas del gobierno de
la esperanza.
La
ausencia de respuesta oficial a la demanda de aparición con vida de
los 43 normalistas desaparecidos en el 2,014 es otro factor que nos
indica que no es suficiente la democracia electoral, que no debemos
estar esperando la llegada de un Mesías que venga a solucionar
nuestros problemas. Necesitamos una democracia participativa
en la que cada ciudadano asuma su responsabilidad social y reconozca
la vinculación existente entre sus problemas personales y los
problemas sociales provocados por la corrupción, desvío de recursos
públicos, indiferencia gubernamental, etc.
Debemos
llegar a un punto en el que podamos reconocer que lo
personal es político, que el
desempleo, los bajos salarios que percibe la clase trabajadora, las
largas jornadas que padecen son el resultado de la reforma laboral
implementada por políticos de sexenios pasados y que debemos exigir
la derogación de la reforma laboral que aumentó la explotación de
los trabajadores.
Tenemos
que identificar que los altos precios que pagamos en la compra de
gasolina y que los aumentos de precios en los productos que
consumimos se deben en buena parte a la Reforma energética aprobada
por los políticos corruptos que hoy están siendo denunciados por
uno de ellos detenido recientemente y que ha declarado los nombres de
senadores y diputados que aceptaron y las escandalosas cifras como
soborno para aprobar dicha reforma.
Necesitamos
revertir ambas reformas para mejorar nuestras condiciones de vida
fundamental y la forma de lograrlo es cambiando nuestra actitud hacia
la política y dejar de verla como una práctica realizada sólo por
políticos corruptos. Al igual que nuestra vida cotidiana está
determinada por la existencia y funcionamiento de un sinnúmero de
organizaciones, la política rige nuestras condiciones de vida al
determinar políticas de aumento o contención de sueldos, políticas
de contratación y despido laboral, políticas de control de precios,
políticas de distribución de los recursos públicos para
presupuesto para salud, presupuesto para educación, presupuesto para
seguridad pública, leyes que regulan el matrimonio, divorcio, etc.
Aquella
actitud de pensar que los temas de política y religión son temas de
los cuales no se debe hablar en público es lo que permitió en el
pasado que quienes se dedicaban a la política se aprovecharan de la
abstención popular y de la indiferencia masiva a la política para
lucrar con los servicios públicos desviando recursos públicos para
enriquecer fortunas personales.
En
una sociedad donde existe una gran desigualdad social no puede
afirmarse que exista democracia social y la democracia social no se
limita a participar en las elecciones votando por algún candidato,
debemos cambiar nuestra autoimagen y dejar de vernos como individuos
aislados para construir una imagen de seres sociales, ciudadanos que
pertenecemos a una comunidad cuyos integrantes enfrentan problemas
colectivos que les afectan en forma individual y cuya solución sólo
puede lograrse si actuamos en forma unida, organizada y colectiva.
Los
problemas de transporte urbano, el alto índice de delincuencia
social, la falta de vigilancia policiaca, la ausencia de escuelas
cercanas a nuestros hogares, la falta de espacios públicos donde
nuestra niñez y familias puedan salir a disfrutar de momentos de
distracción y diversión, la falta de espacios deportivos donde la
juventud pueda canalizar sus energías y alejarse de las drogas,
alcoholismo y violencia, son problemas sociales generados por la
ausencia de políticas gubernamentales y indiferencia popular, el
conformismo social y una percepción equivocada de la política han
sido los factores que permitieron llegar al punto en el que nos
encontramos.
Para
lograr construir una democracia participativa cada individuo debe
incrementar su autoestima y empoderamiento individual, desarrollando
una identidad como ciudadano responsable socialmente, que junto con
otros individuos forma una comunidad en el lugar en que residen y
deben por lo tanto desarrollar un sentimiento de pertenencia a sus
comunidades y de tal forma que procedan a crear puentes de
comunicación con sus vecinos, compañeros de trabajo, amigos, etc.,
para proceder a analizar y discutir en forma colectiva los problemas
que les afectan, identificar alternativas de solución y proceder a
la realizar acciones colectivas para demandar a las autoridades
respectivas la solución de los problemas que es afectan. Mediante
estas acciones se puede lograr un empoderamiento y fortalecimiento de
nuestras comunidades para estar en condiciones de participar
activamente en la política cotidiana y dejar de ver la política
como un suceso que los toma en cuenta sólo en época de elecciones.
Ante
la crisis de las instituciones vigentes que representan una crisis de
liderazgo, los trabajadores organizados en sindicatos deben rebasar a
las direcciones de las organizaciones que son aliados de la
corrupción y que hace tiempo dejaron de representarlos en la lucha
de sus intereses colectivos. De igual forma los ciudadanos deben
construir sus propias organizaciones que realmente defiendan sus
derechos como ciudadanos y actuar junto con sus representantes como
un “agrupamiento de personas que interactúan en el marco de una
estructura para lograr objetivos comunes”.
La
democracia representativa en la que nos encontramos no es una
verdadera democracia, es en realidad una pseudodemocracia que a
nombre de la ciudadanía se siguen tomando decisiones que no
representan los intereses colectivos, la democracia participativa
implica el desarrollo de un compromiso social en cada individuo que
conduzca a un empoderamiento de las comunidades de tal forma que vean
que los problemas que enfrentan en forma individual, son en realidad
problemas colectivos que sólo se podrán solucionar en forma
colectiva, unida y organizada, ya que los problemas locales que
enfrentamos en nuestra cotidianidad tienen su origen dentro del
contexto de la globalización y la dictadura del Mercado que
padecemos requiere la creación del poder popular para defender
nuestros derechos.
Junto
a la toma de consciencia de que somos seres sociales debemos
construir una percepción de que somos sujetos históricos y que los
integrantes de cada comunidad están creando la historia con su
participación diaria en los diferentes grupos, y organizaciones que
conforman sus comunidades, este cambio de percepción les debe crear
consciencia de que la historia no se refiere a hechos del pasado,
sino que estamos haciendo historia con nuestros actos de cada día y
si somos capaces de crear la historia con nuestra participación
social, si logramos actuar en forma unida, colectiva y organizada
podremos cambiar la realidad social mediante el incremento de nuestra
participación social para construir el futuro que queremos para
nosotros y las nuevas generaciones actuando como sujetos históricos
que tenemos el potencial para cambiar el rumbo de la historia de la
sociedad en que vivimos.
De
esta manera podemos concebirnos a nosotros mismos como agentes de
cambio social porque con nuestra participación individual en
acciones colectivas estamos cambiando la historia y logrando cambiar
aquello que es actualmente para que sea de otra forma.
El
poder popular se
alimenta del empoderamiento individual a través del incremento de la
participación social,
lo cual contribuye a la construcción de un fortalecimiento ciudadano
o empoderamiento comunitario, cuando cada integrante de nuestras
comunidades logre rebasar una identidad individual y construir una
identidad social como miembros que pertenecemos a una comunidad que
enfrenta problemas sociales que pueden ser resueltos con acciones
colectivas, organizadas y realizadas en forma unitaria. Es entonces
cuando estamos hablando del poder popular que se puede construir en
cada comunidad y cualquier país.
El
poder corporativo
La
creación del poder popular
se presenta como una prioridad social ya que hoy en día nos
enfrentamos al surgimiento de un nuevo poder nunca antes visto en la
historia de la humanidad y que Peter Mclaren define como el “poder
corporativo” que consiste en
la prioridad que tienen los intereses de las grandes corporaciones en
la toma de decisiones gubernamentales que ha logrado que los
Presidentes de varios países realicen reformas en sus constituciones
para limitar derechos laborales y prestaciones sociales, a través
del adelgazamiento del Estado Benefactor desapareciendo instituciones
que formaban parte de la estructura gubernamental que garantizaba el
logro de la misión que dio origen al Estado moderno de proporcionar
bienestar social a la población.
Hoy
en día los políticos gobiernan a ciegas en el marco de una
incertidumbre social en la subordinan programas gubernamentales a los
cambios que se presentan en el Mercado.
El desarrollo y ampliación de una economía de libre mercado a nivel
global permitió el surgimiento de la globalización que no se limitó
a la apertura de fronteras para la libre circulación de mercancías,
sino que dio origen a una guerra comercial en la cual las grandes
corporaciones transnacionales compiten en forma desleal e
inequitativa con las empresas de cada país para conquistar el
mercado de consumidores.
Las
empresas nacionales por lo regular son pequeñas y medianas empresas,
sin capital suficiente para invertir en infraestructura en sus
negocios, sin personal calificado y administradas por lo regular en
forma de patrimonio familiar. En cambio las grandes corporaciones
tienen capital suficiente para soportar una guerra de bajos precios y
debilitar a sus competidores al punto de llevarlos a la quiebra.
Cuentan con personal capacitado y disfrutan de privilegios otorgados
por los gobiernos de cada país quienes les regalan terrenos,
construyen parques industriales, pagan bajas tarifas de consumo de
agua y energía eléctrica ya que ven la llegada de empresas
transnacionales como “creación de nuevos empleos y desarrollo
económico”.
La
globalización es un proyecto político que presenta un nuevo modelo
social desde una perspectiva neoliberal responde a los intereses de
los grupos financieros internacionales y los dueños de las grandes
compañías transnacionales y que buscan el debilitamiento del Estado
de Bienestar que existe desde hace más de 200 años, para generar
ganancias desmesuradas a través de la explotación de los
trabajadores y de los recursos naturales de diferentes países.
El
poder corporativo es
el nombre que recibe la unión de esfuerzos de Presidentes de
organismos financieros internacionales FMI, BM, OEA, etc), Directivos
de empresas transnacionales, Presidentes de varios países,
Dirigentes de partidos políticos, legisladores de diferentes
partidos, Gobernadores y Directivos de medios masivos de
comunicación. Todos ellos trabajan como si fueran un cártel
de delincuencia organizada al
promover la implementación de políticas neoliberales que pretenden
privatizar los servicios públicos que el Estado ofrecía en forma
gratuita.
La
ofensiva corporativa no se limita a debilitar al estado que nos proporcionaba bienestar social, sino que también se dirige al
desmantelamiento de contratos colectivos de trabajo para disminuir
prestaciones, eliminar derechos laborales conquistados (como
estabilidad en el empleo, jubilación, servicios médicos, etc). La
eliminación del derecho a la jubilación es uno de los objetivos del
poder corporativo, ya lograron eliminar la estabilidad en el empleo
con la aprobación de reformas laborales, pero la ofensiva del poder
corporativo también contemplan la destrucción o debilitamiento de
los sindicatos independientes que luchan por defender los intereses
de los trabajadores.
Un
ejemplo de esto lo podemos encontrar en la revisión contractual que
realiza el Sindicato de Trabajadores de Teléfonos de México y la
empresa TelMex que no muestra disposición al diálogo y al contrario
demanda eliminar la cláusula 49 del Contrato Colectivo de Trabajo
que se refiere a la jubilación de los trabajadores de nuevo ingreso,
con lo cual pretenden eliminar el derecho a la jubilación. La
ambición desmedida de la parte patronal que alega “pérdidas de la
empresa” exige además que el personal jubilado cambie una parte
proporcional del 45% de sus ingresos por pensión jubilatorio
contractual, para comprar acciones de la empresa.
El
ISSSTESON en el caso de Sonora tiene años negando el derecho a la
jubilación a los trabajadores adscritos a organizaciones que tiene
registrados como derechohabientes. De igual forma, el derecho a la
salud se ve afectado por los actos de corrupción en el Gobierno de
la Gobernadora priísta Claudia Pavlovich al privar a los usuarios
del ISSSTESON de los medicamentos recetados por los médicos de ese
instituto. No importa si son trabajadores jubilados o trabajadores
activos, no hay dinero para medicamentos, lo cual representa una
clara violación al derecho a la salud de los trabajadores.
Una
característica del funcionamiento de este cártel de delincuentes es
la corrupción endémica del sistema político-económico que se ha
transformado en un rasgo estructural sistémico y que hace ver la
política como un negocio en al cual se puedan desviar presupuestos
públicos para enriquecer bolsillos de funcionarios que acepten
llevar a la quiebra las finanzas públicas, desaparecer instituciones
de servicio público y proceder a privatizar aquellos servicios que
antes eran gratuitos.
La
ceguera moral contemporánea
Si
una persona presenta síntomas de malestar acude a un doctor, el cual
después de hacerle un diagnóstico e identificar el padecimiento le
prescribirá una serie de medicamentos que lo ayudarán a recuperar
su malestar. Los médicos utilizan el concepto de sistema en su
intervención, podrán ser especialistas del corazón, del estómago,
de pulmones, etc., pero siempre ven al sistema corporal en su
conjunto y la parte afectada en la que se especializaron. Esto sucede
en el caso de los individuos, pero ¿Qué pasa en el terreno de lo
social?
El
término social tiende a desaparecer en el neoliberalismo que
promueve el poder corporativo al incentivar el desarrollo de una
ideología extremadamente individualista que hace buscar refugio a las
personas en su esfera de control personal y mostrar una indiferencia
al sufrimiento ajeno, promoviendo la idea de que las personas se
dividen en “triunfadores” y “perdedores”. Si alguien tiene
éxito económico es porque tuvo los méritos suficientes para lograr
sus sueños, aprovechar las oportunidades que “la vida le presentó”
y vivir con recursos económicos suficientes para tener “una buena
vida”. La buena vida la definen como la capacidad de tener un alto
consumo. Si alguien vive en condiciones de pobreza es porque “no
aprovechó las oportunidades” que la vida nos presenta y por ellos
son perdedores.
En
un momento histórico en el que la sociedad humana ha logrado niveles
de desigualdad social nunca antes vistos en la historia de la
humanidad, padecemos un vacío moral que es la raíz del crecimiento
de una insensibilidad colectiva ante el sufrimiento ajeno. Las
tragedias de otros no nos afectan, si algo malo les pasa a otras
personas fue por algo, a nosotros no nos pasará nada, es la forma
como piensa el individuo común. Sólo hasta que la tragedia nos
golpea es cuando cuestionamos todo y nos quejamos del porqué nos
suceden cosas malas.
Hoy
en día vemos con mayor frecuencia la ausencia de reacción ante el
sufrimiento de otras personas, la consigna “nada
personal, son sólo negocios”
resume la total indiferencia ante el dolor ajeno hoy en día. Si una
persona desempleada es contratada en una organización y su misión
es despedir a cientos de trabajadores, lo hará sin dudar un segundo
reduciendo la condición humana a datos numéricos, cifras
cuantitativas, estadísticas para ser utilizadas por el mercado en
un robo de la individualidad de los seres humanos, un atentado a su
dignidad y una clara violación a sus derechos humanos laborales y
sociales.
Estamos
ante una creciente adiaforización,
un término acuñado por el sociólogo polaco Zygunt Bauman que hace
referencia a la indiferencia moral que conduce a una insensibilidad
social a los problemas que enfrentan otras personas. Esta
insensibilidad social nos impide percibir los signos tempranos de que
algo anda mal en nuestra sociedad. No nos damos cuenta de que
estamos en el contexto de una sociopatología, de que nuestra
sociedad está enferma y vemos como “algo natural o normal” los
problemas sociales contemporáneos.
La
insensibilidad moral hace referencia a un tipo de comportamiento que
va desde un extremo de total indiferencia hacia el sufrimiento ajeno,
hasta mostrar crueldad al actuar sin piedad alguna cuando se realizan
acciones que perjudican directamente a otras personas.
De
esta forma es que llegamos al punto de ver “como algo
normal” que existan lugares
de diversión exclusiva para hombres en los cuales mujeres bailan
sensualmente desvistiéndose al ritmo de la música hasta mostrar sus
cuerpos totalmente desnudos. Los visitantes a esos lugares pueden
pedir “bailes privados” en recintos cerrados o inclusive
solicitar los favores sexuales de algunas de las mujeres que ahí
“trabajan”.
No
cuestionamos porqué están en ese lugar dichas mujeres, no pensamos
que son mujeres que sufren explotación sexual, que han sido
domesticadas a través de la violencia constante para que se realicen
por su propia voluntad dicha actividad. Los clientes de esos lugares
no asocian a esas mujeres como “la hija de alguien”, “la madre
o esposa de alguien”, son simples objetos de placer para los
hombres y si sufren por sus vidas es algo que no les interesa. Es un
estado extremo de adiaforización cuando los individuos actúan como
consumidores y tratan a las mujeres que “trabajan” en centros
nocturnos de diversión o se prostituyen como simples mercancías.
La
extrema individualización en la que vivimos nos genera un estado en
el que no se necesita evaluación social alguna. El filósofo griego
Cornelius Castoriadis nos decía que la sociedad contemporánea ha
perdido su capacidad para cuestionarse a sí misma, es decir, ha
perdido su capacidad de crítica social.
La
explotación laboral de hombres y mujeres con largas jornadas y bajos
salarios, las injusticias sociales que se cometen con actos de
corrupción, el despido de trabajadores, las violaciones a los
derechos humanos, laborales y sexuales son percibidas “como parte
de nuestras vidas”. La ceguera moral nos genera un sentimiento de
conformismo, obediencia y sumisión ante las injusticias de la
realidad que nos tocó vivir.
El
empoderamiento ciudadano como fuente del poder popular
Para
comprender el presente necesitamos estudiar el pasado y al comprender
el pasado estaremos en condiciones de construir nuestro futuro. Al
mirar la Historia de la humanidad podemos encontrar creación y
destrucción, historia que se hizo e historia que se destruyó, ambas
creación y destrucción fueron creaciones humanas, no hay ningún
origen divino en la historia de la humanidad. Dios no tiene nada que
ver con la historia de la humanidad, el ser humano ha evolucionado
desde hace miles de años para llegar al punto en el cual nos
encontramos en el 2,020.
Si
la historia de la humanidad es una creación humana, recordemos que
la historia no se limita a hechos del pasado, incluye también la
historia del presente. Los grandes cambios en la historia de la
humanidad fueron logrados a través de movilizaciones colectivas, los
cambios de sistemas políticos y económicos fueron logrados por la
acción humana. La percepción de que el ser humano construye su
historia nos da la pauta para comprender que si nos lo planteamos
podemos cambiar el sistema económico y político actual, así como
cambiar el rumbo de la historia.
Los
seres humanos como constructores sociales tenemos la capacidad para
lograr grandes cambios sociales, cambiar la realidad actual
caracterizada por una gran desigualdad social, por la existencia de
millones de personas viviendo en condiciones de pobreza y miseria,
por innumerables hechos de injusticia e impunidad, para construir
otra realidad más democrática, más igualitaria y con verdadera
justicia social.
La
manera de lograrlo es retomar una de las creaciones humanas que hemos
dejado en el olvido, nuestra capacidad de cuestionamiento, nuestra
capacidad de ejercer la crítica social, situándonos como actores
críticos contribuyendo a que lo que es hoy pueda ser de otro modo,
de un modo diferente al actual. La historia pasada no la podemos
cambiar, pero si podemos cambiar la historia por venir.
A
través de la crítica social
podemos superar el vacío ideológico que existe actualmente y con su
ejercicio podremos lograr un renacimiento de un nuevo ciudadano que
sólo podrá lograrse en la medida que se incremente la participación
de los ciudadanos en la discusión de los temas relacionados con lo
público. La construcción de la democracia social es un asunto de
educación que nos permita romper ese alejamiento de la gente con los
temas relacionados con la política.
La
toma de consciencia de que somos seres sociales, individuos que
pertenecemos a diferentes grupos, organizaciones y comunidades es el
punto de partida para crear un poder popular. En la medida de que nos
despojemos de la ideología individualista que nos proporciona el
neoliberalismo dentro de la sociedad de consumo en que vivimos y que
pasemos de una identidad individual a la construcción de una
identidad social, basada en un sentimiento de pertenencia a la
comunidad de la cual formamos parte, podremos avanzar en el proceso
de empoderamiento individual.
Conclusiones
La
globalización ha reducido las distancias gracias al desarrollo de la
ciencia y la tecnología, el mundo hoy nos parece más pequeño de
lo que era antes. Los cambios económicos y políticos propiciaron un
aumento en las emigraciones de poblaciones enteras que se han
dispersado a lo largo y ancho de nuestro planeta. Esto ha creado un
aumento en la diversidad cultural, racial, ideológica y religiosa en
las grandes ciudades de varios países.
A
pesar de todas las diferencias que podamos tener con personas que
provienen de culturas diferentes a la nuestra, tenemos un denominador
común: vivimos en el mismo planeta. La humanidad no la representa un
solo país, ni una sola raza ni una sola religión. La existencia de
esta diversidad social nos presenta la necesidad del respeto a las
diferencias y la manera de lograrlo es a través de la construcción
de la democracia en nuestras sociedades. Hoy en día la humanidad se
encuentra dividida entre dos fuerzas que se oponen entre sí:
Por
un lado, se encuentran todos
los movimientos de liberación social, defensa de derechos laborales,
sociales y sexuales, movimientos ecologistas, movimientos feministas,
defensores de la educación pública y universidades públicas,
sindicalistas independientes y movimientos colectivos que luchan por
justicia social. Todos ellos han actuado hasta el momento como un
mar de fueguitos tal y como lo decía Eduardo Galeano, es decir, en
una dispersión total, falta de unidad en la lucha y en la acción.
Representan la lucha por la vida, por la dignidad, pelean por
construir la democracia participativa, intentan defender la justicia
y lograr la igualdad social. El objetivo de todos es construir el
poder popular, es
decir, un poder donde impere la democracia, el dominio de las
mayorías, un poder salido del pueblo, por el pueblo y para el
pueblo.
Por
otro lado, está el proyecto
capitalista en su expresión neoliberal, representado por el conjunto
de fuerzas que integran el poder corporativo que tiene como objetivo
mantener el ritmo de producción masiva y consumo masivo que implica
continuar con la explotación de los trabajadores eliminando sus
derechos laborales, explotando de manera irracional los recursos
naturales sin importar provocar ecocidios y crisis ecológicas que
están llevando a la extinción de varias especies de animales que
son capturados y colocados a la venta en el mercado como cualquier
mercancía.
Su
misión principal es la maximización de sus ganancias económicas
sin importar que con el consumo masivo estén generando una basura
masiva que contamina mares, ríos, lagunas y afecta la salud mental y
física de millones de personas en el mundo entero. Intenta obligar
a los gobiernos de varios países a imponer políticas neoliberales
de privatización de servicios públicos, desaparecer contratos
colectivos y sindicatos independientes a través de la corrupción de
los políticos gobernantes y el totalitarismo como forma de gobierno
El
poder económico se sitúa por encima del poder político y la
concepción del poder es concebida como capacidad para ejercer un
dominio sobre las vidas de los demás y utilizarlo para lograr un
enriquecimiento personal.
Pero
hay un poder que todos tenemos del cual no nos hemos percatado porque
nos asumimos como individuos aislado, es un poder que sólo surge
cuando actuamos en forma colectiva, unida y organizada, es el poder
popular. Un tipo de poder que ha estado fuera de nuestro alcance
porque el adoctrinamiento ideológico nos ha creado un prejuicio
contra el término “popular” y lo asociamos con acciones en
contra de lo establecido. Este tipo de poder puede expresarse de
varias formas.
Por
un lado, debemos reconocer que
la globalización nos ha convertido en consumidores globales porque
consumimos los productos y servicios de cualquier parte del mundo que
nos ofrecen las grandes organizaciones y de manera malinchista hemos
dado prioridad en nuestro comportamiento como consumidores a las
transnacionales que se ubican en nuestro país dejando de consumir en
las empresas nacionales o locales.
Nosotros
somos quienes hemos alimentado el poder que las transnacionales
ejercen en nuestra contra al elegir consumir los productos en sus
grandes tiendas, evitando el consumo de productos nacionales, con lo
cual perjudicamos la economía nacional.
Recordemos
el caos que se creó cuando un sinnúmero de organizaciones dejaron
de funcionar con la pandemia del covid-19, imaginemos el caos que
crearíamos si los consumidores dejáramos de comprar los productos y
servicios que necesitamos en las grandes corporaciones y nos
dirigimos a los comercios locales para realizar el intercambio de
nuestro dinero con los productos y servicios.
Si
no hay ventas, las grandes corporaciones pierden ganancias y se
perjudicaría el equilibrio entre la producción masiva y el consumo
masivo. Este tipo de poder se llama el poder como
consumidores y es una
estrategia que podríamos seguir en la guerra comercial que
diariamente se libra en el mercado y contribuiríamos a mejorar la
economía nacional fortaleciendo a un Estado debilitado por el poder
corporativo y podríamos generar ingresos para recuperar el estado de
bienestar que nos están quitando.
Si
actuáramos en forma colectiva, organizada y unida terminaríamos con
la hegemonía de las grandes corporaciones a las cuales solo les
interesa maximizar sus ganancias y esto ha quedado demostrado en esta
pandemia con el aumento de precios en los productos que ofrecen en
sus establecimientos. El poder como consumidores nos permitiría
organizar boicots a empresas que abusan de los derechos de los
consumidores con alzas en precios, mal servicio en la atención al
cliente, discriminación por cualquier motivo, etc.
Por
otro lado, ante el
debilitamiento de las instituciones gubernamentales que aseguraban el
bienestar social, los ciudadanos hemos quedado indefensos,
abandonados a nuestros propios recursos ante el poder corporativo que
está destruyendo la naturaleza y llegando al extremo de intentar eliminar derechos como la
jubilación, la salud, etc., tenemos que canalizar la indignación
que nos provoca la constante violación a los derechos laborales,
humanos, sociales y sexuales de hombres y mujeres.
Las
razones para indignarse son muchas y hasta el momento el denominador
común en los movimientos colectivos que luchan por diferentes
motivos es una creciente sensación de impotencia por la falta de
justicia y la presencia de impunidad que afecta nuestra autoestima y
dignidad.
Debemos
canalizar esa indignación impulsando una auténtica democratización
al interior de las organizaciones sindicales para rebasar el control
impuesto por las direcciones que se están involucradas en actos de
corrupción. Todos aquellos frentes de lucha social que han
conformado el “mar de fueguitos” que se han presentado en los
últimos años, debemos aprender del enemigo y crear nuestras propias
organizaciones para crear un verdadero poder popular y enfrentar al
poder corporativo.
Los
movimientos sindicales que luchan en defensa de derechos laborales y
derechos por la salud pública, los movimientos ecologistas que
defienden el medio ambiente, los movimientos feministas que protestan
contra el feminicidio y luchan por sus derechos sexuales y la
liberación de la mujer, los maestros que defienden la educación
pública y las universidades públicas, etc., deben dejar de actuar
como un fueguito aislado
y comprender que los problemas locales tienen un origen global, que la ofensiva a sus derechos proviene de un poder corporativo que actúa como delincuencia organizada, por
lo cual las acciones para solucionarlos deben ser del mismo nivel.
Crear
organizaciones que involucren a todos estos movimientos colectivos, a
este mar de fueguitos para lograr encender un verdadero mar
de fuego que pueda construir la
democracia social, alimentar el poder popular y enfrentar en mejores
condiciones el poder corporativo. En el marco de la globalización los
derechos laborales de los trabajadores y los derechos humanos de la
ciudadanía de todo el mundo están siendo violentados, por lo que la
respuesta es crear “agrupamientos que interactúen en el marco de
una estructura, utilizando tecnología para alcanzar objetivos
comunes”. Las organizaciones llegaron para quedarse, si algunas
organizaciones actúan en contra nuestra, es nuestro deber crear
nuestras propias organizaciones que realmente defiendan nuestros
derechos en el marco de una lucha que no es local, sino que es
realmente global.
El
momento histórico que nos tocó vivir exige definiciones políticas
y no acepta la ambigüedad ni la indiferencia o abstención, nuestra
casa, la tierra se encuentra en peligro, nuestras vidas están en
riesgo, el futuro de las nuevas generaciones se vislumbra muy oscuro,
mucho más que el presente de nuestra juventud actual. Estamos ante
la disyuntiva defender la vida luchando en defensa de nuestros
derechos construyendo el poder popular o aceptar la muerte y seguir
con la explotación de los trabajadores y la destrucción de los
recursos de nuestro planeta favoreciendo al poder corporativo
actuando como ciudadanos consumidores.
La
construcción de la democracia es una tarea colectiva en la que todos
y cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar, recordemos que
somos sujetos que creamos historia, de nosotros depende la historia
que se escriba el día de mañana.
1.-
Bauman, Zygmunt/Donskis, Leonidas: Ceguera moral
Editorial
Paidós, Barcelona, 2,015.
2.-
Castoriadis, Cornelius: Entrevistas El avance de la insignificancia
Editorial
Universitaria de Buenos Aires, 1997
3.-
Yescas, Oscar: La eterna deficiencia del ISSSTESON y la necesidad del
cambio social
4.-
Yescas Oscar: Algo está pasando y usted no sabe qué es
5.-
Yescas, Oscar: Cananea, 13 años de lucha minera
6.-
Yescas, Oscar: La construcción social de la democracia
7.-
Yescas, Oscar: El compromiso social del trabajador intelectual
https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/05/el-compromiso-social-deltrabajador.html
8.-
Yescas, Oscar: Golpe de Estado en Bolivia
9.-
Yescas, Oscar: Chile: de nuevo la pesadilla