El
jovenismo y la decadencia de lo viejo en la sociedad contemporánea
Oscar
Yescas Domínguez
09
de agosto de 2,020
Los
rituales y la cultura humana
La
desaparición del ritual de la novatada en la Unison
La
decadencia de los rituales en tiempos de pandemia del covid-19
El
jovenismo hipervalorado y el menosprecio a lo viejo
Conclusiones
Los
rituales y la cultura humana
La
sociedad humana ha atravesado miles de años de evolución para
llegar al estado actual en el que se encuentra en la época del
posmodernismo. En ese trayecto muchos crímenes se cometieron a
nombre de la existencia de algún dios, de la defensa de lo que
concebían como democracia o simplemente por ambición y deseos de
poder. Dentro de estos crímenes se encuentran aquellos que llegaron
formar parte de rituales sangrientos que pretendían acabar con el
enemigo o con algún “mal” identificado previamente. Recordemos
que a nombre de Dios se han realizado verdaderas masacres como la que
aconteció en el continente americano con la llegada de los europeos
que se dedicaron a saquear riquezas de los nativos indígenas de los
diferentes países de América.
En
el caso de América del norte los inmigrantes europeos provenientes
de Inglaterra, España y Francia, cometieron uno de los mayores
genocidios asesinando a millones de nativos miembros de varias
naciones indígenas que formaban parte los primeros pobladores de América. Los rituales indígenas fueron borrados de la cultura
norteamericana y los pocos sobrevivientes indígenas relegados en
reservas indias, fueron educados en la nueva cultura norteamericana
que contenía nuevos rituales.
En
el caso de América latina los españoles hicieron los mismo con los
indígenas latinoamericanos, realizando asesinatos en masa,
violaciones de mujeres indígenas, saqueo de las riquezas
pertenecientes a los pueblos indígenas, destrucción de templos
indígenas y castigando todo tipo de expresión de cultura indígena.
Se
calcula que a la llegada de los españoles había en México más de
600 millones de indígenas, número que se redujo drásticamente por
la matanza efectuada por las tropas españolas que combatían “con
Dios de su lado”. Los rituales realizados por los indígenas fueron
consideradas como “brujerías o actos del diablo” por los
españoles y fueron reprimidos.
Los
indígenas sobrevivientes fueron obligados a renegar de sus
tradiciones, rituales y cultura pasando a ser “evangelizados”
por medio de la tortura para aceptar la religión católica, quien se
negaba a aceptar la nueva religión era asesinado inmediatamente.
Los
rituales indígenas tales como las limpias tradicionales fueron
proscritas durante mucho tiempo. Las mujeres sanadoras o chamanes
fueron quemadas en la hoguera por ser consideradas brujas y mujeres
del demonio.
Podemos
ver entonces que rituales los ha habido a lo largo de toda la
historia de la humanidad, ya que le proporcionan sentido a nuestras
vidas, nos indican cuando celebrar un nacimiento, cuando y cómo
festejar un cumpleaños, cuándo llorar la muerte de alguien en un
funeral, etc. Algunos rituales han sido y continúan siendo
totalmente injustos, como por ejemplo el derecho que ejercían los
reyes en la edad media de tener relaciones sexuales el día de la
boda con la mujer que se casaría con algún siervo de su reino.
Otros realmente crueles como por ejemplo la mutilación genital
femenina que todavía se practica en algunos países de África para
evitar que la mujer sienta placer sexual y se proyecta como meta el
año 2,030 para terminar con esta inhumana práctica que existe
todavía en pleno siglo XXI.
La
desaparición del ritual de la novatada en la Unison
En
un pasado no muy lejano fui partícipe de la desaparición de un
ritual que se caracterizaba por humillar a los nuevos jóvenes
universitarios sonorenses con las llamadas “novatadas”. En 1972
ingresé a estudiar a la Escuela Preparatoria de la Universidad de
Sonora, con mis 17 años acababa de obtener un forzado permiso de mis
padres para dejar crecer mi cabello tan largo como quisiera, lo cual
representaba un gran triunfo en una sociedad conservadora y
autoritaria en la que iniciaba el florecimiento del movimiento hippie
y la expansión de la música del rock con mensajes de amor y paz.
Ser
amante de la música de rock que escandalizaba a los adultos por la
libertad de movimientos en su baile, implicaba el deseo de tener el
cabello largo por parte de los hombres para diferenciarse de una gran
mayoría que usaba el cabello corto y el uso de minifalda o pantalón
por parte de las mujeres, por lo que el haber actuado con rebeldía
obstinada obligó a mis padres a aceptar mi derecho a traer el
cabello largo, o cual me hacía sentir libre y feliz de la vida al
sentir mi cabello tocando mis hombros. Pero la fuente principal de mi
satisfacción y felicidad era porque acababa de ingresar a la
Universidad de Sonora, cumpliendo el sueño de mi padre quien era
obrero en la Compañía minera de Cananea y quien no quiso que sus
hijos siguieran sus pasos e ingresaran a trabajar como mineros,
decidió mudarnos a la capital del Estado para que todos pudiéramos
realizar estudios universitarios y ser profesionistas y no
trabajadores asalariados. Ese fue el legado que quiso darnos y lo
aprovechamos con creces ya que para mí en aquel entonces ser
estudiante universitario representaba un sueño compartido hecho
realidad.
La
felicidad duró pocas semanas y el entusiasmo cedió lugar a una
auténtica preocupación y enojo porque se anunció la fecha de la
tradicional novatada para “dar la bienvenida a los alumnos de nuevo
ingreso a la Universidad de Sonora”. Esta novatada era una especie
de ritual por la que habían pasado nuestros compañeros de grados
superiores y la realizaban estudiantes de carreras universitarias,
mayores que nosotros obviamente y consistía en concentrar a los
alumnos de nuevo ingreso en la preparatoria de la Universidad de
Sonora, para proceder a desnudarlos parcialmente, bañar sus cuerpos
con agua y pintura para rociarles harina. A todos los novatos se les
amarraba con una cuerda y se les hacía caminar descalzos por todo el
interior del campus universitario, recorriendo el edificio principal,
el parquecito que hoy es la plaza del estudiante y llegar hasta el
Estadio Castro Servín, mientras les arrojaban huevos durante el
camino y se burlaban de ellos.
Pero
lo realmente insoportable e inaceptable para varios de los que recién
ingresábamos a la Unison en aquel entonces es que antes del desfile
de la humillación a los hombres nos cortaban el cabello hasta
dejarnos totalmente pelones en un acto de sumisión total. Eso fue la
chispa que encendió la llama de la rebeldía en varios de nosotros
que llegamos luciendo nuestro cabello largo y un día antes de la
novatada esperada por muchos, varios alumnos nos reunimos y
expresamos nuestra preocupación y rechazo a ser objeto de esta
práctica humillante. De las palabras surgieron las ideas y
propuestas para enfrentar con valor y en forma unida a quienes
intentaran realizar la novatada con nuestros cuerpos.
Al
día siguiente muy temprano en la mañana se presentaron en nuestra
escuela preparatoria estudiantes de Derecho, Economía, Ingeniería y
Agricultura y Ganadería para llamarnos y divertirse a nuestras
costillas. La mayoría de estudiantes de nuevo ingreso no entró a la
clase de las siete de la mañana para estar juntos y preparados para
lo que sucediera.
El
entusiasmo con el que llegaron los responsables de humillarnos se
enfrió al vernos formando una valla en las escalinatas del segundo
piso donde nos concentramos un numeroso grupos de alumnos de nuevo
ingreso y les manifestamos nuestra negativa y rechazo a ser objeto de
una novatada. Varios de ellos nos pedían a gritos que bajáramos que
nada podíamos hacer porque era una “tradición” realizar la
novatada con los nuevos alumnos.
Nosotros
reiteramos que no aceptaríamos y mientras hablábamos mostrábamos
en nuestras manos algunos palos de trapeadores cortados a la mitad
que les pedimos al personal que realizaba la limpieza. Debajo nuestro
había como cerca de 70 estudiantes de mayor edad que nosotros y que
procedían de varias carreras, quienes seguían gritando llamándonos
cobardes y que no merecíamos ser búhos de la Unison si no
aceptábamos ser objeto de la novatada. Mientras nos hablaban
pidiendo que bajáramos nos enseñaban enseñaban tijeras, sogas,
bolsas conteniendo harina, latas de pintura, camisetas rasgadas y
sucias que pretendían ponernos mientras desfiláramos por la
universidad.
A
los gritos respondimos con el diálogo argumentando en nuestra
defensa una severa crítica revolucionaria a la práctica de la
novatada a la cual calificábamos como contraria a la dignidad humana
y contraria a la unidad de los estudiantes universitarios, la
calificábamos como una falta de respeto violatoria de todo tipo de
derechos y que ese tipo de prácticas no deberían existir dentro de
una universidad en la que se respiraba un ambiente de libertad y
democracia.
Les
manifestábamos que ingresamos a la Unison para formarnos como
profesionistas y ayudar a nuestras comunidades y no estábamos
dispuestos a ser objeto de abusos y humillaciones. En aquel entonces
no había internet, smartphones ni redes sociales, eran afortunados
quienes tenían televisión, por lo que los jóvenes dedicábamos
nuestro tiempo libre (que era mucho) a escuchar música y a leer
libros de Psicología, Filosofía, Antropología, Literatura, etc.
Por
esas razones el diálogo que mantuvimos en contra de quienes querían
cortar nuestro cabello, desnudarnos y humillarnos, tuvo en su
contenido aportaciones implícitas de Herbert Marcuse, Erich Fromm,
Louis Althousser, Michel Foucault, Carlos Marx, etc. Fue un diálogo
en el que fue notoria la diferencia entre ambas generaciones.
Los
de nuevo ingreso argumentábamos con ideas y razonamientos la negativa
a la novatada y la defensa de nuestros cuerpos como un acto de
libertad, porque estábamos dentro de una institución donde existía
la pluralidad de ideologías y explicábamos que en eso consistía el
concepto de universidad, el respeto a todas las ideologías y
opiniones y que nuestra opinión unánime era de un total rechazo a
aceptar la novatada como tradición de una cultura universitaria.
Fue
una experiencia realmente enriquecedora al interior de la Universidad
de Sonora, porque mientras quienes insistían en hacernos objeto de
la novatada utilizaban como argumento principal que “era una
tradición que no podíamos cambiar”, “que ellos pasaron por lo
mismo y que nosotros debíamos seguir su ejemplo”, etc. Los que
estábamos arriba y en contra de la novatada tomábamos la palabra en
orden y cada uno argumentaba la contradicción evidente entre la
realización de un acto de humillación que buscaba crear sumisión y
la misión de una universidad pública que pretendía formar
profesionistas con el lema “El saber de mis hijos hará mi
grandeza”, por lo que humillar a alguien no proporcionaba ninguna
sabiduría y constituía un acto de barbarie y autoritarismo.
Los
estudiantes de Agricultura eran los más agresivos ante nuestra
negativa, algunos enfrente de nosotros algunos escalones abajo, ante
el fracaso de sus “argumentos” abrieron sus latas y nos
arrojaron pintura, pero como estaban debajo de nosotros les resultó
peor para ellos porque fue como si escupieran al cielo ya que la
pintura no llegó a nosotros porque dimos unos pasos hacia atrás y
la pintura terminó cayendo sobre otros compañeros de ellos que
estaban justo debajo de nuestros pies.
Para
ese momento los alumnos que rechazábamos ser objeto de novatada
éramos mucho más que 100, es decir, más numerosos que los que
estaban debajo intentando humillarnos y poco a poco la diferencia se
hacía más grande porque se sumaban a nosotros alumnos que ya habían
pasado por la novatada en años anteriores y nos apoyaron en la
demanda de terminar con esa práctica porque describieron sus
vivencias y sentimientos sufridos por ellos.
La
discusión duró en promedio dos horas en un ambiente en momentos
tenso, de gran seriedad y en otros momentos no faltaba quien dijera
algún chiste o una burrada y todos reíamos mientras seguía
aumentando el número de estudiantes que se manifestaban en contra de
las novatadas en la Unison. Finalmente, ante la diferencia en la
correlación de fuerzas, la cordura prevaleció y el ya para ese
momento pequeño grupo de estudiantes de varias carreras de la Unison
que querían “continuar con la tradición de las novatadas”,
anunció que desistiría de su intento de realizar la novatada y se
dispersó alejándose a regañadientes del edificio de la
preparatoria de la Unison entre gritos de alegría y festejos de
quienes nos opusimos a continuar con la práctica bárbara de las
novatadas en la Universidad de Sonora. Cabe mencionar que la Escuela
Preparatoria de la Unison llegó a tener una población estudiantil
de cerca de seis mil alumnos en tres turnos, por lo que era la
población mayoritaria de la comunidad estudiantil en aquellos
tiempos.
Fue
un momento histórico para la Unison, una gran victoria de la razón
sobre la sinrazón, el triunfo de la rebeldía contra la sumisión y
humillación y fue el momento en el cual a partir de esa fecha
desapareció el absurdo y cruel ritual de las novatadas en la
Universidad de Sonora.
La
decadencia de los rituales en tiempos de pandemia del covid-19
No
todos los rituales de nuestra sociedad contemporánea tienen
implicaciones negativas, los hay aquellos que son motivo de festejo y
alegría, por ejemplo las fiestas de bienvenida al que va a nacer
(babyshowers), los cumpleaños, lo bautizos, las peticiones de
matrimonio, las bodas, etc. Pero hoy en día la situación es muy
diferente con respecto a los rituales, en su último libro el
filósofo coreano radicado en Alemania Byung-Chung Han titulado La
desaparición de los rituales nos recuerda el papel que juegan
los rituales en nuestras vidas en la medida que proporcionan
estabilidad, sentido a nuestras vidas, significado a nuestra
existencia y este autor nos alerta acerca de la inminente
desaparición de la mayoría de los rituales en en el marco de la
pandemia del coronavirus que afecta a la mayoría de los países en
este planeta, por el confinamiento voluntario en el que hemos estado
sometidos durante los últimos meses que impide y limita el contacto
social.
La
desaparición de los rituales es algo innegable que está
aconteciendo en nuestros días y esto nos afecta en la medida de que
contribuye a crear una sensación de lenta agonía cada día que
pasa, sobre todo cuando tomamos consciencia de que la normalidad que
teníamos antes del covid-19 jamás regresará y nos encontramos en
ese estado de interregno que significa que el mundo tal y como lo
conocemos está desapareciendo, pero todavía no surge el mundo nuevo
que lo va a sustituir.
Los
días pasan y se acumulan formando largos meses en confinamiento
voluntario generando una sensación creciente de incomodidad sobre
todo para aquellos que no saben estar encerrados en sus casas. Hemos
llegado a un punto en el cual se ha perdido la capacidad para
distinguir en qué día de la semana nos encontramos porque todos los
días son iguales ya que no podemos salir como lo hacíamos antes del
covid-19. Los días que transcurren han perdido significado y no
tiene sentido mencionar si es viernes, lunes o miércoles.
La
sensación de incomodidad por el encierro y aislamiento social
aumenta porque enfrentamos la ausencia de festejos de aquellas fechas
significativas que funcionaban como rituales y servían de pretexto
para tener reuniones sociales: cumpleaños, bautizos , quinceañeras,
bodas, aniversario de bodas, despedidas de soltero, etc., y hoy en
día la situación se complica porque no podemos cumplir con uno de
los rituales más significativos que es la despedida de nuestros
muertos. Una vida desprovista de significado es incapaz de durar como
una vida verdadera.
Esto
provoca que la monotonía se apodere de nuestra vida cotidiana y que
algunas personas se vean más afectadas que otras. Para algunos no
tendrá ninguna importancia el no distinguir diferencia alguna entre
un día lunes, viernes o domingo, pero para otros que han perdido un
familiar cercano, conocido o amigo, el no poder verlos en el hospital
y despedirlos a través del ritual del funeral les puede generar
síntomas de gran tristeza y depresión.
Un
tema del cual no se habla en redes sociales y deberíamos ventilar
cuanto antes es acerca de la recuperación psicológica de los
familiares de fallecidos del covid-19. Aquellas personas que de la
noche a la mañana vieron a sus familiares enfermos, los trasladaron
a hospitales y ya jamás pudieron volverlos a ver porque fallecieron
al interior de los mismos y ni siquiera pudieron cumplir con el
ritual de despedida a través del funeral, precisamente porque velar
el cuerpo de fallecidos por covid-19 representaba un riesgo potencial
a la salud de familiares y amistades. La muerte se apodera de la vida
descomponiéndola y quitándole significado para los sobrevivientes.
Esta
es una de las partes más dolorosas de la pandemia que estamos
padeciendo, el no poder decir adiós a quienes se nos adelantan, al
dolor de no poder ver a nuestros fallecidos se suma el gran dolor de
no poder despedirlos porque sus cuerpos son cremados inmediatamente y
se prohíbe la ceremonia de velarlos en la funeraria como medida de
prevención de nuevos contagios, al igual que no se permiten
reuniones mayores de diez personas. Con estas medidas desaparece el
ritual de despedida de nuestros muertos aumentando el dolor de los
sobrevivientes.
Los
estragos físicos del covid-19 ya son por todos conocidos en la
medida de que ha circulado de manera profusa información acerca de
los síntomas y padecimientos asociados al coronavirus. Pero a pesar
de que podría decirse que las cifras de contagiados, fallecidos y
recuperados del covid-19 oscilan y en ocasiones bajan, debemos tener
presente que los estragos en nuestra salud psicológica todavía no
se han cuantificado ya que no son visibles en la misma magnitud de
los estragos en nuestra salud física.
Todos
sabemos que alguien enfermo de covid-19 presenta agotamiento,
debilidad, incapacidad para respirar y falta de energía para
realizar tareas rutinarias. Cuando alguien presenta esos síntomas se
sugiere acudir al médico a recibir un diagnóstico oportuno y
recibir tratamiento farmacológico.
Pero
¿Qué pasa con las personas que sobreviven la muerte de un familiar
cercano o una persona muy querida? Enfrenta un daño psicológico y
requiere de ayuda psicológica, pero lamentablemente no existe en
nuestra cultura esa apertura de reconocer que tenemos un problema que
con la ayuda de un psicólogo podríamos solucionar. Todavía en
pleno siglo XXI persiste la falsa creencia de que acuden al psicólogo
aquellos que padecen de locura o “males mentales” irremediables.
Decirle
a alguien que necesita ayuda psicológica se corre el riesgo de que
esta sugerencia sea tomada como un insulto a su integridad personal.
Todos tenemos problemas, algunos los resolvemos por nuestra cuenta
pero otros para ser solucionados requerimos de ayuda especializada y
los psicólogos somos profesionales de ayuda para que a través de
nuestras intervenciones con los individuos, grupos, organizaciones y
comunidades puedan identificar los problemas que les están afectando
y encontrar formas de solucionarlos. La mejor terapia es la terapia
grupal, la terapia individual ya no es tan efectiva porque se ha
reconocido nuestra condición de seres sociales.
Debemos
poner en el tapete de la discusión la exclusión, marginación y
aislamiento que reciben aquellas personas que han sobrevivido al
covid-19, es una realidad vergonzosa porque refleja un alto grado de
ignorancia y temor. Conozco casos de personas que sobrevivieron al
covid-19, su cuerpo queda en estado de debilidad pero libre del
covid-19 y sufren el rechazo social, pierden amistades, son excluidos
socialmente y algunos llegan al extremo de ser despedidos como
sucedió con el atleta sonorense que enfermó de covid-19 y fue
despedido de su trabajo en el instituto del deporte en Sonora.
De
la misma forma que está claro que las cifras de la pandemia se
elevaron estratosféricamente por la imprudencia, ignorancia y
rebeldía sin sentido de miles de personas que no siguieron los
protocolos sanitarios, que no se quedaron en casa cuando debían
hacerlo o que simplemente ignoraron las indicaciones de las
autoridades sanitarias, hoy vemos que estos mismos factores provocan
discriminación y doble sufrimiento para quienes lograron sobrevivir
a esta nueva enfermedad.
En
esa misma línea de pensamiento no podemos dejar de mencionar el
menosprecio, discriminación, rechazo y hostigamiento que han sufrido
personal médico y de enfermería por parte de vecinos y amistades,
quienes los ven como potenciales portadores del covid-19 y han optado
por correrlos de sus vecindarios o manifestarles rechazo a su
presencia. La ignorancia triunfa sobre la ciencia en aquellas
personas que actúan de esta forma ya que en lugar de reconocer el
heroísmo, entrega al trabajo y fortaleza de quienes han salvado
vidas arriesgando su propia existencia, la gente ignorante prefiere
actuar de manera egoísta y con gran insensibilidad y falta de
empatía social.
De
esta manera vemos que la pandemia remata la desaparición de los
rituales y golpea nuestra percepción de la realidad en la medida que
nos hace perder el sentido de nuestra existencia. Byun-chul Han nos
recuerda con énfasis que “los rituales son en el tiempo lo que
la vivienda en el espacio”. Es decir, los rituales ordenan el
tiempo y este ordenamiento (babyshower, nacimientos, cumpleaños,
bautizos, quinceañeras, bodas, funerales, etc.) hace que nuestras
vidas tengan sentido para cada uno de nosotros y la pandemia nos está
arrancando este sentido de nuestras vidas, porque pasan largas
semanas, prolongados meses y todavía no vemos claro cómo serán
nuestras vidas en el futuro a corto plazo.
Tan
es así que no sabemos cómo será el futuro para nosotros y para
nuestras familias, que ni siquiera sabemos si estaremos vivos para
esta próxima navidad o si llegaremos a festejar el próximo año
nuevo 2,021, porque vivimos tiempos en los cuales la muerte asoma
cada día con el rostro de familiares, conocidos, vecinos, etc.
Las
redes sociales se encargan de avisarnos de los muertos de cada día,
porque los familiares de los fallecidos utilizan este medio que se ha
convertido en el más importante en términos de socialización, tal
y como lo describía el sociólogo Manuel Castells cuando nos decía
que “la socialización se da hoy en día en internet a través de
las redes sociales”.
El
principal medio de contacto social hoy en día se da a través del
uso de nuestros teléfonos celulares, las reuniones y contactos
sociales que antes se realizaban en centros comerciales, cafés,
bares, restaurantes, etc., han desaparecido y hoy en día las redes
sociales han asumido una nueva función: la de ser obituarios, las
iglesias ya no anotan a quienes fallecen, los periódicos han perdido
su sección necrológica y las redes sociales se apoderan aún más
de nuestras vidas en esta pandemia porque son la única forma segura
de comunicación masiva.
El
jovenismo hipervalorado y el menosprecio a lo viejo
Otros
de los rituales que están desapareciendo es el de la transición de
niño a joven, de joven a adulto y de adulto a viejo. En varias
culturas existían ciertos rituales o ceremonias para señalar el
paso de una etapa de desarrollo psicológico a otro. En ese sentido
se acostumbraba llevar a cazar al adolescente para probar su hombría,
o se le dejaba solo en el monte o la selva para que sobreviviera por
sus propios medios. En culturas más recientes los padres llevaban a
sus hijos con prostitutas para que tuvieran su primera relación
sexual. Los hombres se hacían adultos cuando terminaban su servicio
militar, pero éste dejó de existir hace muchos años y las mujeres
se hacían adultas cuando se casaban y contraían matrimonio.
Durante
miles de años siempre existieron rituales de iniciación para los
jóvenes, ser joven significaba “alguien que aún no ha sido
iniciado”, ser joven significa hoy “alguien que no es adulto
aún”. Pero
hoy en día los jóvenes gozan de mayor libertad que las generaciones
anteriores, ya no se le imponen ritos de iniciación para marcar el
paso de la juventud a una vida adulta y esta ausencia de rituales ha
dado como resultado un estado de adolescencia permanente de varios
jóvenes que no maduran con el paso de los años y creen que se
merecen lo mejor simplemente por el hecho de ser jóvenes.
Hoy
en día la juventud se encuentra hipervalorada, todo mundo quiere ser
joven, o al menos lucir como joven. Algunos ocultan su edad, otros
ocultan sus canas, vivimos en una sociedad capitalista que se basa en
el equilibrio entre una producción masiva utilizando la ciencia y la
tecnología en el proceso de la producción y que requiere de un
consumo masivo de mercancías para seguir con el balance producción
masiva-consumo masivo.
Para
lograr este equilibrio estimula el consumo de forma tal que a lo
largo de los últimos cincuenta años ha logrado transformar a
nuestros ciudadanos quitándoles su capacidad de homo sapiens,
convirtiéndolos en homo videns y finalmente en homo consumens.
Toda
sociedad se basa en el desarrollo de una cultura que la define,
nuestra sociedad contemporánea es una sociedad de consumo que no
requiere que sus ciudadanos piensen por su cuenta, necesita explotar
imágenes visuales y promueve figuras ideales de lo que es ser hombre
y lo que es ser mujer y estas figuras ideales representan figuras
jóvenes, saludables, atléticos, bien vestidos, cuya aspiración
máxima es lucir bien con los productos que nos venden en el mercado.
Parafraseando a Gilles Lipovetsky en su libro De la Ligereza
“El jovenismo es la tendencia dominante en el espíritu de nuestra
época”. Toda nuestra cultura se orienta a enaltecer la juventud y
menospreciar lo viejo.
Nuestra
sociedad promueve como valor máximo la juventud y nos vende
productos para obtener la “eterna juventud”, lo cual nos da un
rasgo que caracteriza a la sociedad contemporánea que consiste en
que hoy se valora menos, mucho menos a la vejez. En las sociedades
tradicionales los ancianos de las aldeas y pequeños pueblos eran las
máximas autoridades porque representaban la experiencia acumulada,
la sabiduría se encontraba de lado de la experiencia y ambas se
encontraban en las personas de mayor edad.
Pero
hoy la valoración y respeto a los viejos ha desaparecido ante el
empuje de la hipervaloración de lo joven. Es lo que se ha dado en
llamar el jovenismo, término acuñado por el filósofo Alan
badiou y que se refiere al culto generalizado a la juventud que viene
a reemplazar al culto a la sabiduría, y respeto a la experiencia de
los más viejos.
El
poder en nuestra sociedad todavía se encuentra en manos de adultos
pero el jovenismo se presenta como una nueva ideología y forma parte
de una publicidad engañosa que intenta tomar a los jóvenes como
modelos para comercializar un sin fin de productos que nos dicen nos
mantendrán jóvenes aún cuando seamos viejos. Estamos en un momento
de la historia en la que los viejos queremos seguir siendo jóvenes y
los jóvenes no quieren asumir las responsabilidades de ser adultos y
mucho menos desean envejecer, aún cuando inviertan su tiempo de
juventud de maneras improductivas, lo cual los condenará a una vejez
sin sustento ni patrimonio alguno.
Esta
ideología del jovenismo afecta a varias generaciones y se refleja en
una obsesión por mantener una juventud corporal, realizando ejercicios, sometiéndose a dietas, llevando una vida saludable en
todo momento, pero olvidando por completo la sabiduría que
proporciona la experiencia y la vejez que son muy superiores como
valores al hecho de tener una apariencia juvenil, porque son producto
de la autoaceptación y nos permiten ejercer una mejor influencia
sobre quienes nos rodean y sobre nuestros seres queridos.
El
mundo actual que brinda gran valor a la imagen nos empuja a
permanecer en forma como parte del imperativo de quienes envejecen,
pero no estimula el desarrollo del pensamiento autónomo, inhibe el
hábito de la lectura y reprime el ejercicio de la crítica social.
La
desaparición de los rituales ha creado una diferencia muy sutil
entre los jóvenes y los adultos. Ser joven era sinónimo de
desventaja hace algunas décadas, pero hoy ser joven es tener el
futuro por delante nuestro, aún cuando ni siquiera tengamos una
respuesta a la pregunta ¿quién soy?
Si
se le pregunta a un joven que responda a esa pregunta, proporcionará
descripciones de los roles que desempeña en la vida social (ser
estudiante, hijo de mamá y papá, trabajador en un empleo parcial,
novio, etc.). Difícilmente aportará una descripción de sí mismo
en términos de rasgos psicológicos y en estos tiempos de
incertidumbre no podemos esperar una respuesta coherente a la
pregunta que nos hacían a nosotros en nuestra juventud: ¿Cómo y
donde te ves dentro de cinco años?
La
desaparición de los rituales en nuestra sociedad ha llevado a que
ser joven hoy en día permita disfrutar de libertades que los jóvenes
de otras generaciones no tuvimos o no conocimos, en ese sentido los
jóvenes de hoy en día son afortunados. Pero también encontramos
que los jóvenes modernos son demasiado sensibles, todo les molesta o
les afecta al grado de que se les ha dado en llamarlos “la
generación de cristal”. Creen que tienen derecho a todo porque los padres les dieron todo lo que les pedían intentando que sus hijos no sufrieran las privaciones que ellos tuvieron cuando fueron jóvenes. Pierden la delgada línea que separa el proteger a sus hijos de consentirlos en demasía y los hijos pueden pasar toda su vida viviendo en casa de sus padres sin responsabilidad ni madurez alguna.
Al
no haber iniciación a la vida adulta, los jóvenes corren el riesgo
de permanecer en un estado de adolescencia infinita, de padecer una perpetua inmadurez
psicológica, baja autoestima porque no han logrado satisfacer sus necesidades de logro y presentan una ausencia de responsabilidad social, familiar e
inclusive individual.
Por
el contrario, los viejos hoy en día sufren el infortunio, pasan su
vejez como desgracia porque se ha perdido el respeto a las personas
mayores y se les percibe como una carga para la sociedad. Los
organismos financieros internacionales presionan a los gobiernos de
varios países para que baje el porcentaje de las pensiones, aumente
la edad para jubilarse o de plano elimine las jubilaciones como parte
del paquete de prestaciones laborales. Es el neoliberalismo que ve a
los viejos como elementos improductivos y que no aportan finanzas “en
tiempos de crisis”
Conclusiones
El
tema de la juventud y el deseo de pertenecer a ella siempre estarán
vigentes y formarán parte de las expectativas de toda persona. La
juventud es el “divino tesoro” que todos deseamos tener a nuestro
lado, pero en los tiempos actuales la juventud enfrenta tiempos
difíciles porque vivimos en un ambiente de incertidumbre constante
en el cual es difícil imaginar un futuro con estabilidad.
Pertenezco
a una generación que en su juventud enfrentó a la generación de
adultos, cuestionando con argumentos el autoritarismo con el que
estábamos siendo formados en cada ámbito de convivencia social
(hogar, escuela, trabajo, etc.). Fuimos parte de una rebelión
juvenil que inició una cauda de cambios sociales que cincuenta años
después continúa sorprendiéndonos cada día que pasa. Nos tocó
vivir una “lucha entre generaciones”, jóvenes contra adultos,
cada grupo defendía sus posturas.
Pero
aquella juventud que se rebeló atendiendo el llamado de John Lennon
de desconfiar de los mayores de treinta años, teníamos causas
justas por las cuales luchar y nuestra lucha en ningún momento
incluyó faltar al respeto a nuestros mayores por el simple hecho de
ser más viejos que nosotros.
Hoy
en día a mis 64 años he llegado a la conclusión que sentirse joven
o viejo es simplemente una cuestión de actitud, más que un rasgo
biológico. Conozco gente mayor que yo que tiene una eterna alegría
y entusiasmo por vivir, luciendo en todo momento un carácter jovial
que contagia una sensación de bienestar a quienes están a su
alrededor.
Pero
también he conocido jóvenes que actúan como si tuvieran más de
sesenta años y se la pasan quejándose de lo que no tienen sin
valorar aquello y a quienes está y se encuentran a su alrededor.
El entusiasmo por la vida no debe disminuir con el paso de los años.
Debemos educar a nuestros jóvenes en la misma forma que el antiguo
filósofo griego Sócrates intentó corromper a los jóvenes de su
época y lo cual fue el motivo que causó su muerte.
Sócrates
fue condenado a muerte bajo el cargo de corromper a la juventud, pero
el sentido de corrupción en aquel tiempo no estaba al dinero, en
realidad Sócrates reprochaba a sus colegas-rivales el que pidieran
un pago por compartir sus conocimientos y ese cuestionamiento fue lo
que le valió ser condenado a muerte.
La
llamada corrupción de Sócrates consistió en promover una
concepción del amor que iba más allá de la expresión sexual.
Promovía una clase de amor sexuado pensado que incluía un
componente intelectual y espiritual, utilizando la seducción de las
palabras con un lenguaje enriquecido por las lecturas que alimentaban
su intelecto. Al igual que en aquella lejana época, los jóvenes de
hoy en día están siendo educados para obtener un poder que puedan
utilizar sobre los demás.
Lo
que debemos hacer es educarlos para generar un desinterés en la
búsqueda y obtención de poder y la manera de hacerlo es partiendo
de la respuesta a la pregunta ¿Qué es un vida verdadera? Hoy en día
vivimos una crisis de valores dentro del sistema capitalista que
intenta convertir todo en mercancía. La necesidad de vender los
excesos de producción llevó a la creación de nuevos rituales que
justificaban un consumo por considerar ciertos días como
“especiales”.
Esta
crisis de valores hizo desaparecer el significado de la mayoría de
los valores tal y como nos lo demuestra el filósofo griego Cornelius
Castoriadis en su texto El avance de la insignificancia. El formar a
nuestros estudiantes jóvenes en el desarrollo de actitudes
competitivas e individualistas cuya concepción de la felicidad es
obtener poder y riquezas materiales sólo provoca corrupción y una
vida falsa porque se basa en la satisfacción de las necesidades
inmediatas e impide la construcción de una verdadera felicidad que
incluya el desarrollo de comportamientos auténticos, pensamientos
autónomos y vocación de servicio público o sentido de
responsabilidad social.
Debemos
alertar a nuestra juventud acerca de que en sus vidas se enfrentarán
a una disyuntiva:
1.-
Dejarse llevar por la pasión inmediata y tendencias hedonistas
que los empujen a ver todo como un juego, a buscar siempre el placer,
estar detrás de las aventuras, tomando la vida como un juego
placentero permanente y sin pensar acerca de su futuro como personas.
Esto los conducirá a vivir una vida sin significado alguno, tendrán
una existencia sin sentido y siempre estarán aburridos o
insatisfechos. Recordemos que una vida desprovista de significado es
incapaz de durar como una vida verdadera. La mayoría de las personas
están en una búsqueda constante de significado para sus vidas sin
comprender que nuestros actos personales son las que le dan
significado a nuestras vidas.
La
concepción de la vida como fuente de placer y diversión constante
lleva a convertir nuestra existencia como una línea constante del
tiempo que se divide en tiempos buenos y divertidos o tiempos malos y
aburridos.
2.-
Construir una vida basada en el éxito constante que no se refiere
precisamente al éxito económico sino al logro constante de pequeños
triunfos basados en el esfuerzo personal y que se van acumulando como
peldaños progresivos que nos llevan a una posición elevada en
términos sociales al conquistar el respeto y reconocimiento de los
demás a nuestra persona y nuestra actuación como seres sociales. En
esta alternativa se encuentra el logro de autoconocimiento y
autoaceptación, el manejo de información y conocimientos que nos
permite comprender de manera objetiva la compleja realidad en la que
nos encontramos y sobre todo el deseo de transformar la realidad
social actuando como agentes de cambio social para construir una
sociedad más equitativa, justa y democrática, partiendo de la
premisa de que la felicidad personal no puede existir en una sociedad
donde existe un sufrimiento colectivo por la presencia de una enorme
desigualdad social.
Los
jóvenes deben ubicarse en el “aquí y ahora” con pleno
conocimiento de que con sus comportamientos están construyendo su
futuro “allá y entonces”
y si desean un futuro con estabilidad económica y social deben dejar
pasar la tentación de “quemar la vida” dejando que el tiempo se
les escurra entre sus dedos y se vaya como la mugre por el lavadero y
deben reconocer que está en sus manos el “construir una
vida” con su esfuerzo
personal que les proporcionará felicidad y sensación de logro al
cosechar triunfos con su comportamiento cotidiano al aprovechar en
forma productiva su tiempo libre y hoy en el marco de la pandemia
tienen mucho tiempo libre.
La
juventud actual debe dejar de vivir en una especie de carpe
diem que significa vivir el
momento presente sin pensar en el futuro que les espera.
Toda
experiencia es una experiencia de aprendizaje y aprendemos en
cualquier lugar, con cualquier persona y a cualquier hora. Debemos
empezar a vivir nuestras experiencias cotidianas con una apercepción
que significa una percepción atenta, clara y consciente. Una fuente
de aprendizaje que es menospreciada actualmente es la sabiduría y
experiencia de la gente mayor, adulta, vieja, son aquellas personas
que han atravesado por muchas situaciones y que saben mucho más que
aquellos que son menores de edad y debemos recuperar y manifestar el
respeto a nuestra gente adulta. Ser viejo no es sinónimo de
inservible, sino más bien significa ser un maestro de la vida, una
vida que los jóvenes están empezando a vivir y para la cual les
será de gran ayuda la orientación de los viejos.
No
permitamos que se presente una nueva lucha entre generaciones y
continúe ese menosprecio a los viejos y la hipervaloración de los
jóvenes. Todos tenemos cabida en este mundo, todos somos gente
valiosa y todos podemos aprender y enseñar a los demás al mismo
tiempo en base al reconocimiento de la interinfluencia que existe en
las relaciones interpersonales.
1.- Badiou,
Alan: La verdadera vida. Un mensaje a los jóvenes. Malpaso
ediciones. Barcelona, 2,017
2.-
Lipovetsky, Gilles: De la ligereza. Ed. Anagrama. Barcelona, 2,016
3.- Yescas,
Oscar: tesis de licenciatura en Psicología: Consideraciones sobre la
problemática sexual juvenil”.
Universidad
Veracruzana, 1984.
4.- Una
mujer cumplió treinta años y decidió hacerle un funeral a su
juventud
5.-
Midorexia: la razón por la que algunas actúan como chavas aunque
estén rucas
6.- Byung-Chul Han: La desaparición de los rituales. Ed. Herder Barcelona, 2,020
muy interesante, colega!!!
ResponderEliminarExcelente bro, siento feo por aquellos que, como mencionas en una parte de tu escrito no supieron o no saben permanecer en casa, y algunos ya no siguen con nosotros,,por otro lado y en mi opinión, pienso que la falta de respeto a las personas mayores (como tu servidor) no dejará de darse ya que muchos coetáneos se encargaron de mal educar a sus críos, por consentirlos con el "falso" argumento de darles todo lo que a ellos (nosotros) nos faltó ,y así, dándole todas las facilidades y comodidades han creado a personas que en un futuro no tan lejano (para los que hoy son jóvenes) será muy duro para ellos,pues están acostumbrados a que papi o mami,,les resuelva todo... Muy bueno hermano... Cuidense mucho.
ResponderEliminarGracias por tus palabras, comparto tu percepción, consentir se confunde con proteger y se condena a una adolescencia interminable a los jóvenes de hoy. El sufrimiento alecciona y ayuda a madurar. Te agradezco tus palabras querido hermano Peter y te mando fuerte abrazo, que te pido hagas extensivo a tu hermosa familia¡
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