Pensamientos sobre la
violencia actual
Oscar Yescas Domínguez
Publicado en facebook
En el marco de la crisis
estructural del sistema capitalista que estamos padeciendo en todo el orbe y
que genera una gran desigualdad social, el tema de la violencia social adquiere
gran importancia debido a que en nuestra vida cotidiana se incrementan los
casos de violencia de todo tipo en el mismo ritmo que se incrementa la
inseguridad social.
Diversas teorías intentan
explicar este fenómeno del incremento de la violencia y dentro de ellas no
están ausentes aquellas que pretenden distorsionar la realidad al
individualizar el problema y afirmar que los casos de violencia (de cualquier
tipo) son consecuencia de individuos que provienen de familias disfuncionales
y/o que presentan graves problemas “de personalidad”.
Lo cierto es que la
violencia actual es consecuencia directa de la crisis social que estamos
padeciendo, misma que no se limita a una crisis económica, o a una crisis
política, sino que atraviesa a todas las instituciones que forman parte de
nuestro sistema social, ya sea los partidos políticos, la Iglesia, la Escuela,
los Sindicatos, la Familia, las instituciones gubernamentales, etc.
Nos encontramos ante la
presencia de una crisis en la relación dirigente dirigido, una crisis de
credibilidad que se presenta en la forma de una crisis de liderazgo, agravada
por una crisis de valores producida por la enajenación que produce el sistema
capitalista al desvanecer todo tipo de valores humanos ante el predominio del
dinero como lo más importante en estos tiempos de fomento desmedido al consumo
de bienes y servicios, en momentos en los que millones de personas son
empujadas a vivir en condiciones de miseria ya que una de las características
principales del momento histórico que estamos viviendo es la existencia y crecimiento
de una enorme desigualdad social, que se intenta ocultar con explicaciones
maniqueístas que hablan de la existencia de “triunfadores y perdedores”, en
lugar de hablar de ricos y pobres.
En los primeros años de
este siglo y del nuevo milenio, fui invitado a participar como uno de los
ponentes principales en un evento de análisis sobre el tema de la violencia
social, organizado por la División de Ciencias Sociales de la Universidad de
Sonora.
Unos años atrás había
finalizado una investigación psicosocial sobre el tema de las representaciones
de la violencia en México, junto con psicólogos sociales de otros estados de la
república mexicana y yo conduje la investigación en la parte correspondiente al
capítulo de Sonora, cuyos resultados los publiqué en m artículo Pensamientos
psicosociales sobre la violencia en Sonora
Recuerdo que el auditorio
del Centro de las Artes estaba completamente lleno de estudiantes y después de
mi presentación (que despertó cierto entusiasmo y murmullos del público porque
la presentadora no escatimó tiempo en leer buena parte de mi currículum, que a
pesar de haber atendido la petición de entregar un minicurrículum, cometí el
error de entregar una cuartilla entera y la leyó completa. Terminó mencionando
mi más reciente investigación sobre el tema), subí al podio y mientras hacía
contacto visual con los más de 400 asistentes dije mis primeras palabras y al
ver el cambio de semblantes percibí que cayeron como balde de agua fría:
“Quizá esperen ustedes
que nuestra investigación sobre la violencia social proporcione resultados que
nos alimenten la esperanza de que la violencia disminuirá en los próximos años.
Lamentablemente no es así, les tengo malas noticias, la ola de violencia que
vivimos en este inicio del nuevo milenio no disminuirá en los próximos años, al
contrario tenderá a aumentar considerablemente por lo que debemos prepararnos
para enfrentarla”.
Dicho y hecho,
desafortunadamente el tiempo me dio la razón y hoy en día la violencia y la
inseguridad social son el pan de cada día. Desde una perspectiva psicosocial
este aumento era predecible en la medida de que la violencia social tiene un
origen estructural ya que sus causas están ancladas en un sistema social que presenta
una tendencia a aumentar la desigualdad social que vivimos hoy en día.
Aquella investigación
psicosocial en la que participé coordinando la parte correspondiente al Estado
de Sonora, fue parte de una investigación más amplia en la que participaron psicólogos
sociales de La Universidad Autónoma Metropolitana, (UAM), la Universidad
Autónoma de Sinaloa (UAS), la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP)
y la Universidad de Sonora.
Para realizarla recibimos
asesoría internacional de la Dra. Denise Jodelet Directora del Laboratorio de
Psicología social en Paris, Francia, quien vino a nuestro país en varias
ocasiones para impartirnos seminarios y brindar su valiosa asesoría. Varios de
los psicólogos participantes en esta investigación fueron alumnos suyos que
realizaron estudios de Doctorado en Psicología social en aquel país.
Dentro de ellos se
encontraba un amigo personal, el Dr. Javier Uribe catedrático de la UAM,
responsable de coordinar la investigación sobre representaciones sociales de la
violencia en la ciudad de México y quien fue autor de diversos estudios sobre
la violencia social tema en el que se especializó y trabajó durante muchos
años. Precisamente fue el quien me sugirió titular el reporte de mi
investigación con las palabras “Pensamientos psicosociales”. La ironía fatal
fue que tantos años de investigación científica dedicados a este tema no
evitaron que su vida terminara cuando el Dr. Uribe fue cobardemente asesinado
por arma de fuego al resistirse a ser objeto de robo al salir de un cajero
automático.
Desde aquel entonces a la
fecha, la violencia ha ido en aumento con lo cual se ha ido incrementando el
número de víctimas en hechos violentos. Hace unos días fue asesinado también en
un acto de robo domiciliario otro amigo, Moisés Mirazo, economista, empresario,
luchador social y excompañero de trabajo en el instituto Mexicano del Café
(Inmecafe), quien fue apuñalado en su propia casa al resistirse al robo.
¿Qué podemos pensar en
estos momentos de gran inseguridad en los que ni en nuestra propia casa podemos
estar seguros de la violencia delincuencial? Y sobre todo ¿Qué podemos hacer?
Creo que en principio
debemos tomar consciencia de que nuestros problemas personales tienen un origen
político en la medida de que estamos determinados por políticas económicas que
tienden a desaparecer la seguridad social, aumentar la explotación laboral,
incrementar el desempleo, generar más pobreza y en consecuencia mayor
desigualdad social.
La violencia
delincuencial surge no porque las personas sean malas por naturaleza, sino más
bien por la falta de oportunidades de educación, de trabajo que impiden que los
ciudadanos puedan elevar su calidad de vida. Al contrario, cada día vemos que
disminuye nuestro poder adquisitivo, mientras que los precios de productos y
servicios. En el mismo ritmo que aumenta la corrupción de nuestros gobernantes
al desviar grandes cantidades del presupuesto público para fines privados,
ignorando el reclamo social de invertir en obras públicas.
De esta manera podemos
ver en nuestras ciudades colonias enteras sin alumbrado público, presencia de
delincuentes que actúan a la luz del día con total impunidad porque la
presencia policiaca es totalmente nula y ha llevado a que algunos vecinos de
colonias se organicen por su cuenta para defenderse de la delincuencia.
Quienes se encuentran en
el gobierno se protegen entre sí, los gobernadores que han saqueado las arcas
de sus Estados, al finalizar su sexenio desaparecen con todo lo que robaron y
las nuevas autoridades simulan que investigan pero en realidad protegen la
huida de los criminales de cuello blanco, porque es un contrato psicológico
implícito entre delincuentes de cuello blanco de proteger al ladrón que huye
para que el que sigue haga lo mismo cuando el poder en turno termine.
Tan solo mencionemos dos
nombres: Guillermo Padrés exgobernador de Sonora y Javier Duarte exgobernador
de Veracruz. Saquearon las arcas de sus gobiernos, todo mundo sabía del
latrocinio pero no se hizo nada en su momento, hoy están huyendo con sus
maletas llenas y cuentas bancarias abultadas y me atrevo a pensar que gozan de
la protección de funcionarios gubernamentales y políticos reconocidos, porque
si caen ellos, junto con ellos caerán todos aquellos que se beneficiaron de la
corrupción que encabezaron. Lo cierto es que son dos nombres que demuestran que
la justicia no existe en México.
La alternativa inmediata
de reforzar nuestras medidas de seguridad para salvaguardar nuestra integridad
física y de nuestras familias es totalmente válida en este contexto. Como
muestra un botón: en la calle donde vivo (que es una calle cerrada) se
presentaron varios robos, tomé la iniciativa de hablar con los vecinos para
hacer algo al respecto y como resultado de esto se creó una asociación de
vecinos que nos hemos dado a la tarea de reforzar las medidas que garanticen
nuestra seguridad. Esto implica participar en diversas actividades, invertir
tiempo y esfuerzo, pero los resultados hacen que esta inversión de tiempo valga
la pena.
Aun cuando la palabra
“violencia” es un término polisémico, es decir que tiene muchos significados
debemos reconocer que su surgimiento e incremento como violencia social es
producto del incremento de la desigualdad social.
Pero debemos tener
presente que la inseguridad social aumentará en la medida que aumenta la crisis
económica y la crisis de nuestras instituciones responsables de brindarnos
seguridad social afectada por una creciente corrupción, por lo que el
sufrimiento colectivo continuará mientras siga imperando la corrupción por
encima de todo lo demás.
Pero lo tanto, lo que
también debemos hacer es presionar y exigir a nuestras autoridades municipales,
estatales y federales para que cumplan con lo establecido en la ley y se pueda
hacer realidad la utopía de que vivimos en un Estado de derecho en el que nadie
debe estar por encima de la ley.
Debemos aumentar nuestra
participación en la denuncia social de los actos de corrupción y desviación de
presupuesto público que afecta el bienestar social. Debemos tomar consciencia
de que la solución a los problemas de inseguridad pública no debe ser resuelta
en forma individual, sino en forma colectiva y necesitamos aumentar nuestra
participación social. De nosotros depende de que aquello que veíamos tan
lejano: ser objeto de violencia, no se convierta en una realidad concreta. De
nuestra participación social depende que dejemos atrás la angustia, ansiedad e
inseguridad y recuperemos la tranquilidad perdida. No basta con quejarse,
debemos actuar exigiendo nuestro derecho a tener seguridad pública y que los
agentes policiacos no sean de sólo exclusivo para cuidar la seguridad de
funcionarios gubernamentales.
A más de 3 años del artículo, desafortunadamente como se menciona la violencia e inseguridad se ha incrementado a pesar de la llamada 4ª Transformación (que sería mejor llamar Transición), por eso es importante tomar consciencia de que la inseguridad solo se va a corregir en la medida de nuestra participación colectiva y de ahí la pertinencia de la lucha frontal contra la corrupción a todos los niveles de la actual administración pública para que los programas sociales realmente contribuyan a paliar la desigualdad social
ResponderEliminar