lunes, 11 de marzo de 2024

 

La disidencia social como imperativo categórico en el contexto de una modernidad cruel

Oscar Yescas Domínguez

11 de marzo de 2024



Introducción

Nuestra realidad: una modernidad cruel

Horizontes de resistencia política y social

¿Lucha electoral o lucha política?

Conclusiones


Introducción


Dentro de la cultura popular de varios países latinoamericanos existe una recomendación que sugiere que para no generar conflictos en las relaciones interpersonales es conveniente evitar hablar de religión, sexo y política, porque estos temas tienen el riesgo potencial de generar polémicas que pueden polarizar posiciones hasta el punto de asumir actitudes de confrontación que muchas veces al ser mal manejadas, terminan en conflictos que se tornan irreconciliables.

Millones de personas han seguido esta recomendación y el resultado que podemos identificar de esta acción colectiva es que el no hablar de religión ha permitido que sea utilizada como parte de un control ideológico porque enseña a soportar pasivamente el impacto negativo de los problemas sociales en las vidas individuales de millones de personas que viven en el contexto de una sociedad en crisis, promueven actitudes de obediencia, sumisión y resignación, porque se maneja la premisa de que “el señor obra de maneras misteriosas”, reducen la autonomía de los individuos que piensan que su destino está determinado por una divinidad y se piensa que existe una recompensa al sufrimiento más allá de esta vida después de la muerte.

No hablar de sexualidad ha provocado que la principal fuente de aprendizaje sexual de las nuevas generaciones sean las miles de páginas con contenido de pornografía que se encuentran disponibles en internet, las cuales promueven un modelo genital de la sexualidad humana y la han reducido al simple acto sexual, lo cual trae como consecuencia que en el marco de un sistema capitalista, colonial y patriarcal, el sexo se convierta en mercancía, que las mujeres sean percibidas como objetos sexuales, que se incremente el número de violaciones de mujeres de todas las edades, que aumenten cada año los casos de violencia hacia las mujeres y el número de feminicidios, que la insatisfacción sexual se alimente de la prostitución y que multimillonarios satisfagan deseos perversos alimentando el tráfico sexual de niños.

No hablar de sexo de manera libre, espontánea y abierta, viola un primer derecho sexual de gran importancia que es el derecho a recibir educación sexual basada en información científica, impide el conocimiento de un modelo integral de la sexualidad humana que contempla aspectos psicológicos y sociales. Promueve una ignorancia sexual colectiva porque las dudas, preguntas que surgen sobre la misma en millones de jóvenes no encuentran respuesta y este silencio sobre este trascendental tema, ha implicado pagar un alto costo social que se puede percibir al observar que el ejercicio de la sexualidad contemporánea, lejos de ser fuente de satisfacción y placer, se ha convertido en una fuente de dolor y sufrimiento, provocando que la práctica de la sexualidad haya degenerado al punto de convertirse en una verdadera miseria sexual contemporánea (1).

No hablar de política contribuye a privar de la posibilidad de construir un empoderamiento individual y colectivo de la población, crea un analfabetismo político que reduce el significado de la política al comportamiento de individuos oportunistas de baja calidad moral que usan la política para su beneficio personal al participar en actos de corrupción desde las altas esferas del gobierno lo que les garantiza impunidad y provoca un alejamiento de la población de toda actividad política porque condena la corrupción, pero su rechazo se limita a expresar su insatisfacción social sólo a través de su voto individual.

El no hablar de política impide que una educación política ayude a que la población identifique el significado real de la política, porque existe “otra política” que consiste en la vinculación entre lo personal y lo político, en la comprensión de que los problemas individuales tienen origen global, por lo que es necesario recuperar el sentido original de la política, que puede ser definida como la reunión colectiva de los ciudadanos en espacios públicos en forma independiente a los partidos políticos, donde participan libremente en la discusión de los problemas que les afectan como comunidad buscando solución a los mismos, utilizan el diálogo y la discusión en forma libre y respetuosa y logran acuerdos para actuar en forma colectiva, unida y organizada, para exigir solución a los mismos a las instituciones gubernamentales responsables de su solución (2).

A través de la participación en este tipo de reuniones y diversas luchas sociales, la población genera un aprendizaje social que les ayuda a construir empoderamientos individuales y colectivos, que les permite construir un poder popular a través del cual pueden enfrentar al poder económico y al poder político en condiciones de igualdad, partiendo de la premisa Focuaultiana de que “detrás de un poder, existe un contrapoder”.

Es evidente que el no hablar de temas relevantes como religión, sexo y política, sólo genera una incomunicación que obliga a desarrollar comportamientos basados en una simulación y el silencio sobre estos temas es la causa principal del surgimiento de varios problemas relacionados con los mismos. En el campo de la psicoterapia se ha comprobado infinidad de ocasiones que la mayoría de los problemas que se presentan en diferentes ámbitos de convivencia social: pareja, familia, trabajo, escuela, etc., surgen por fallas en el proceso de comunicación interpersonal y pueden ser resueltos con mejoras en la comunicación.

En el marco de la crisis económica social que se vive a nivel global, se presenta como una necesidad urgente romper el silencio y dejar de tratar estos temas como si fueran tabúes, para poder iniciar un diálogo abierto que permita a las personas, grupos, organizaciones y comunidades a la identificación de la naturaleza de los problemas que les afectan y estar en condiciones de implementar un cambio social que permita no solo terminar con la corrupción de quienes gobiernan, frenar la violación a los derechos humanos, revertir el crecimiento de la desigualdad social, sino que también se contemple la creación de un sistema económico-social diferente al que en estos momentos estamos viviendo/padeciendo.

Partiendo de esta línea de pensamiento que permite ver la posibilidad de un cambio social, si utilizamos una mirada distinta de la realidad social en que estamos viviendo, si miramos con ojos críticos, podremos comprender que la existencia e incremento de los grandes problemas sociales que nos afectan (corrupción, injusticias, desempleo, pobreza, creciente marginación, precariedad creciente en la vida de millones de personas, etc.), son el resultado de una falta de participación social que es el producto de una indiferencia social colectiva, de un alejamiento de la política que exhibe la población, que presenta actitudes de obediencia, sumisión, un alto grado de individualismo y sobre todo, una ceguera moral que impide distinguir entre lo que es justo de lo que es injusto y todos estos factores en su conjunto han permitido normalizar la deshumanización hacia ciertos grupos sociales en el marco de una sociopatología que caracteriza a la sociedad contemporánea.

Con esta mirada crítica a lo social, podremos comprender que es insano permitir que se siga evitando hablar de temas de gran relevancia social como lo son la religión, el sexo y la política, porque continuar con estas omisiones implica seguir ignorando la solicitud de ayuda que presenta de manera implícita una mayoría marginada que padece un sufrimiento colectivo provocado por la implementación de políticas neoliberales.

Seguir evitando hablar de estos temas sólo contribuye a convertirnos en cómplices de un sistema social que ejerce una violencia que nos mantiene bajo una triple opresión: capitalista, colonialista y patriarcal, que sólo beneficia a los dueños del capital privado que controlan el poder político y quienes gobiernan terminan priorizando las necesidades del mercado por encima de las necesidades de la población, sin importar que esto implique utilizar al Mercado como arma de destrucción masiva al generar un genocidio económico que deja morir a millones de personas por no tener dinero para comprar alimentos o medicinas (3).

Nuestra realidad: una modernidad cruel

Evitar hablar de estos temas “para evitar conflictos”, nos impide observar que vivimos en el contexto de una policrisis, es decir, en una crisis que contiene múltiples dimensiones (política económica, política, ecológica, sanitaria, educativa, etc.), una crisis múltiple que ha producido la consolidación de una sociopatología que fue denunciada por Erich Fromm en sus inicios en la segunda mitad del siglo pasado y esta sociopatología se expresa en una normalización de prácticas de la violencia y la crueldad hacia otras personas, prácticas que con su sola existencia violan la prohibición moral del pacto social que consiste en no provocar daño o sufrimiento a otras personas.

Pero en la sociedad del siglo XXI se observa que la violencia y la crueldad han llegado a formar parte de la cultura social porque en nuestra vida cotidiana las podemos encontrar con gran frecuencia cuando miramos series de televisión, películas, caricaturas, videojuegos, o en la literatura y la constante exposición nos provoca una gradual insensibilización e indiferencia hacia las mismas. La mayoría de las personas se inclina por ver series policiacas, películas de acción, que son sinónimo de escenas de violencia y lo peor es cuando los guionistas ponen a los actores a escenificar reacciones de gran placer mientras torturan o asesinan a personas escuchando un fondo musical que va desde música clásica hasta canciones consideradas éxitos musicales.

Las continuas escenas de violencia y crueldad que vemos en los monitores de nuestros dispositivos electrónicos, no sólo nos insensibilizan, porque tambien llegan a generar una confusión en nuestra percepción al observar en nuestras pantallas actos de violencia o crueldad de la vida real, se exhibe una incapacidad para reaccionar condenando tales actos de violencia, de tal forma que la conciencia colectiva ya no reacciona espontáneamente repudiando la violencia y crueldad hacia seres humanos y lo contradictorio es que genere más repudio la violencia en contra de los animales mientras se acepta el ejercicio de la violencia y de crímenes atroces que se cometen en la vida real en contra de seres humanos de carne y hueso.

Debido a estas reacciones o a la falta de ellas, se puede afirmar que millones de personas han perdido la brújula moral que antes guiaba el comportamiento social, porque la insensibilidad social, la indiferencia al sufrimiento colectivo, la ideología individualista, la familiarización con la violencia y la crueldad han provocado una pérdida de valores humanos que nos ha conducido a la eliminación del humanismo como estilo de vida, hemos llegado a desarrollar una incapacidad para pensar que la violencia y crueldad hacia seres humanos es algo injusto, incorrecto e inmoral, porque la modernidad en que vivimos tiene como uno de sus pilares fundamentales el ejercicio de la violencia y la crueldad hacia otros seres humanos (4).

En nuestra vida real podemos encontrar violencia y la crueldad en la guerra entre grupos de la delincuencia organizada que luchan por el control de “una plaza”, enviando mensajes a sus contrarios con cuerpos decapitados y narcomantas, bloqueando avenidas con vehículos incendiados, una violencia que toca a miembros del ejército e integrantes de la Guardia Nacional cuando son emboscados en una guerra no declarada que también afecta a miembros de la ciudadanía que tuvieron la mala fortuna de estar en el lugar y momento equivocado.

Este tipo de violencia llega al absurdo de ser glorificada por la existencia de una “narcocultura” que se expresa a través de narcocorridos y música de reguetón cuyos contenidos alaban las figuras de jefes de los cárteles, inducen a la juventud al consumo de drogas como “parte natural de la diversión contemporánea”, un tipo de diversión que aparece como comportamiento compartido por las juventudes de todo el mundo, al igual que la búsqueda de dinero fácil obtenido a través de la violencia y en el contenido de las letras de este tipo de música, se degrada la figura femenina al convertirla en muñeca sexual desechable por parte de los hombres.

Esta narcocultura está creciendo ante el aumento de la desigualdad que genera mayor pobreza, elimina oportunidades de educación, dificultades para conseguir un buen empleo, atención a la salud y limita las opciones de diversión sana a la juventud, por lo que la delincuencia organizada logra cooptar futuros delincuentes entre una niñez y juventud que crecen en un contexto social en el cual se normaliza la violencia en general y la violencia hacia las mujeres en particular, contribuyendo con ello al aumento del número de feminicidios.

Vivimos tiempos de fragmentación de lo social, de pérdida de sentimiento de pertenencia a una comunidad, un contexto en el cual las masas experimentan gran insatisfacción social por la precarización de sus condiciones de vida, en un gran número de países la población siente una gran frustración con las decisiones que toman sus gobiernos y muestran su rechazo social a través de un alejamiento e indiferencia hacia la política, la cual conciben como el comportamiento de partidos y políticos corruptos.

Por la educación informal recibida a través de la familia, iglesia y medios masivos de difusión, buena parte de la población se limita a actuar mostrando obediencia y conformismo social, actuando como seguidores de otras personas, ya sea influencers, artistas o figuras políticas, mientras que de manera desapercibida aumenta una ignorancia colectiva propiciada por el desarrollo tecnológico que en sus diferentes dispositivos atrae la atención de millones de personas, alejándolos de la lectura de libros provocando nuevas adicciones como la nomofobia y produciendo una inhibición en el desarrollo de un pensamiento autónomo y una ausencia del pensamiento crítico que impide ver la policrisis en la que estamos inmersos, es decir, una crisis social de múltiples dimensiones.

La negativa a “hablar de política” sigue provocando que millones de personas sigan excluyendo la posibilidad de construir identidades como sujetos políticos y participar de manera independiente de los partidos en la transformación de la realidad social, porque han sido educadas en la construcción de vínculos de dependencia hacia las figuras de autoridad, vínculo que provoca falta de confianza en sí mismos. les impide desarrollar una autonomía individual y en el ámbito de la política permiten que se les reduzca a la condición de electores que depositan sus votos en las urnas el día de las elecciones, olvidando su condición de ciudadanos que tienen derechos, responsabilidades y el potencial de cambiar las condiciones de vida en la comunidad o nación a la que pertenecen.

La negativa a asumir un rol de sujetos políticos que actúen con libertad y autonomía, funciona como un acto de limitación y control social porque aún cuando sean enormes multitudes las que perciben la necesidad de un cambio social, se limitan a esperar a que llegue el día de las elecciones para emitir su voto a favor de los candidatos que desde su perspectiva serán los protagonistas del anhelado cambio social que resuelva los problemas que enfrentan en sus vidas cotidianas. ¿A quien beneficia esta concepción de la política?

La población no se ve como protagonista del cambio social por lo que antes y después de las elecciones, soportan en sus vidas cotidianas violaciones permanentes a sus derechos humanos, laborales y sociales, porque una inmensa mayoría desconocen que tienen derechos y sobre todo ignoran que poseen historicidad, la cual puede ser definida como la capacidad para cambiar la historia si los ciudadanos lograran desarrollar un empoderamiento individual y colectivo.

Ese es el significado original de la expresión que sólo se usa en períodos electorales: “Juntos podemos cambiar la historia”, pero si se llega a concebirla como la capacidad humana para construir nuevas organizaciones que permitiera actuar en forma organizada, unida y colectiva para crear un poder popular independiente de los partidos políticos, la población podría construir un poder que reduciría la asimetría que ejerce el poder político en su lucha en contra de quienes gobiernan y los trabajadores podrían enfrentar al poder político y al poder económico en cualquier época del año y no sólo en períodos electorales.

Pero la negativa a hablar de política de manera libre, sólo provoca que una mayoría de la población no se de cuenta de que con su indiferencia social está contribuyendo al surgimiento de un fenómeno social que consiste en el hecho de que se normaliza la presencia de la violencia y de la crueldad, dando como efecto social que en la consciencia colectiva ya no exista un espacio para el dilema moral que ayudaría a distinguir entre lo que es justo o injusto, correcto o incorrecto, moral o inmoral y por esa razones no se expresa un repudio hacia la violencia y crueldad que se ejerce en contra de otros seres humanos que forman parte de mayorías marginadas, porque las personas reaccionan a las injusticias, sólo cuando son golpeadas directamente por alguna de ellas. Esto es lo que ha permitido el surgimiento y consolidación de una necropolítica que es utilizada por los dueños del poder político y corporativo a nivel global y que consiste en usar el poder político, económico y militar para decidir que personas pueden vivir y quienes deben morir. 

Un claro ejemplo del ejercicio de la necropolítica lo estamos viendo desde hace años con el genocidio que ha estado cometiendo el Estado de Israel en contra del pueblo Palestino, al implementar una guerra de exterminio para ocupar territorio que pertenecía a Palestina, una guerra desigual porque se trata de que un ejército (considerado como uno de los mejores del mudo), que posee tanques, aviones, bombas, excavadoras y armamento moderno, ha estado atacando por décadas a un pueblo que no tiene ejército.

Miles de personas en el mundo entero condenaron el terrorismo de Hamas pero ignoraron la violencia y crueldad que el gobierno Israelí ha ejercido en contra del pueblo palestino durante décadas y hoy siguen ignorando el genocidio del pueblo palestino. La indiferencia colectiva y el silencio mostrado por la mayor parte de los gobiernos en el mundo entero y compartida por buena parte de la población mundial, ante un genocidio que lleva más de 30,000 palestinos muertos, representan un claro indicador del grado de sociopatología, insensibilidad social y falta de empatía que estamos viviendo en pleno siglo XXI (5).

Pero existe otro tipo de violencia y crueldad que forman parte de la necropolítica contemporánea que se sigue ignorando a pesar de que sucede frente a nuestros ojos, es el genocidio económico que está siendo cometido por el neoliberalismo al promover una dictadura del mercado, al imponer un adelgazamiento del Estado a través de la desaparición de dependencias que prestaban servicios públicos para proceder a privatizarlos y obtener ganancias económicas, aunque esto implique dejar morir a millones de personas por el simple hecho de no tener dinero para comprar alimentos o medicinas.

La economía de libre mercado provoca grandes genocidios económico-sociales y estos crímenes son encubiertos por leyes que permiten que el mercado actúe como arma de destrucción masiva, porque el Estado de Derecho se transforma en un Estado que apoya crímenes por medios legales, apoyados por políticos que no sienten culpa porque todo lo que hacen es legal (6), los “representantes populares” aprueban reformas que eliminan derechos que fueron conquistados a través de luchas populares, de movimientos sindicales y colectivos. Estas reformas neoliberales incrementan la desigualdad social, aumentan la población que vive en condiciones de pobreza y la precariedad en las condiciones de vida de millones de personas que viven pagando más para recibir menos cosas.

El neoliberalismo utiliza al Banco Mundial, al Fondo Monetario Internacional y otros organismos financieros internacionales para que los políticos gobernantes tomen decisiones que implican la muerte de millones de personas y utiliza al Estado como instrumento para garantizar la maximización de las ganancias para el poder corporativo, a costa del sufrimiento colectivo y la muerte de miles de personas.

Para darnos una idea de como realizan los genocidios económicos, recordemos que a tan sólo semanas después del golpe militar que derrocó al Presidente chileno Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973, la junta militar que dirigió Augusto Pinochet, ordenó un alza de precios a varios productos, aumentos de tasas de interés bancario y un congelamiento de los salarios, siguiendo las estrategias de “tratamiento de choque económico” planeadas por el el grupo de economistas llamado “los Chicago boys”, con el argumento de asegurar “la estabilidad económica y detener las presiones inflacionarias”, por lo que de la noche a la mañana, más del 85% del pueblo chileno se sumió en una extrema pobreza (7).

Tres años después, otro golpe se dio en Argentina y como resultado del mismo miles de personas fueron arrestadas, desaparecidas y asesinadas, siguiendo el mismo modelo de golpe de Estado que sucedió en Chile, acompañando la violencia militar en contra de la población, con la violencia económica expresada a través de reformas “de libre mercado” no decretadas oficialmente, mismas que fueron supervisadas en esta ocasión por asesores neoyorquinos, estas reformas consistían en aumento generalizado de precios, congelamiento de salarios, represión masiva en contra de la población.

Esta misma receta del sistema de libre comercio se fueron aplicando a más de 50 países con el paso del tiempo y con ligeras variaciones, pero coincidiendo en lo fundamental en provocar una extensión de la pobreza a nivel global. 50 años después la historia se repite en el caso de Argentina, solo que el gobierno autoritario que decretó un alza de precios generalizado, un congelamiento de salarios y está generando un empobrecimiento colectivo de la población, tiene dos diferencias con respecto a las dictaduras militares mencionadas.

La primera, es que es un gobierno civil de ultraderecha encabezado por Javier Milei llegó al poder a través de elecciones democráticas y la segunda, es que la guerra que está implementando en contra del pueblo argentino contiene dosis de sadismo y salvajismo nunca antes vistos, porque está desapareciendo un gran número de dependencias públicas, eliminando subsidios públicos, realizando despidos masivos, negando el acceso a la población de servicios de salud, medicinas, transporte, en un contexto de alza generalizada de precios en todos los productos y servicios, provocando un aumento súbito de millones de argentinos que cayeron en el nivel de pobreza, provocando que en sólo dos meses de gobierno surjan 3.5 millones de “nuevos pobres”, por lo un 60% de la población vive ahora en condiciones de pobreza.

Estamos viviendo un momento de la historia extremadamente díficil, el cual se complica porque los niveles de desigualdad, violencia, explotación, opresión, crueldad y dominación que se presentan a nivel global, se presentan en niveles nunca antes vistos. No sería exagerado decir que quizá sea el momento de la historia en la humanidad más complejo y oscuro del que se pueda tener memoria, porque esta parafernalia tiende a normalizarse hasta el punto de invisibilizarse, en un momento en el que en el escenario internacional junto al genocidio militar y genocidio económico empiezan a sonar los tambores de guerra anunciando la llegada de una tercera guerra mundial, un conflicto que de concretarse no habrá vencedores porque lo único que se obtendrá es una destrucción mutua asegurada.

Horizontes de resistencia política y social

La demanda corporativa de exigir la no intervención del Estado en la conducción de la economía y adelgazar su estructura desapareciendo instituciones públicas, ha provocado una globalización de la pobreza porque los trabajadores se ven despojados de derechos laborales, pierden sus fuentes de ingresos y la mayoría de la población enfrenta una progresiva precarización de sus vidas al sufrir una significativa pérdida de su capacidad adquisitiva en el marco de crecimiento de la inflación y una agudización de la crisis económica global.

En este contexto no sería exagerado decir que existe un consenso social de que existe la necesidad de un cambio social, sin embargo, son pocas las personas que aceptan involucrarse en actividades de protesta o manifestación en defensa de sus derechos violados y prefieren mantenerse al margen y no participar en política, aún cuando saben que sus vidas personales están siendo afectadas por la distribución desigual de recursos públicos debido a actos de corrupción de quienes nos gobiernan.

Estas actitudes de indiferencia social las podremos comprender al considerar que han sido construidas durante toda una vida de estar recibiendo un aprendizaje formal e informal en el que se impide hablar abiertamente de temas considerados tabú (política, sexo y religión) y al mantener este silencio se está contribuyendo a formar una ideología individualista, a promover actitudes de obediencia generalizada a la figura de autoridad, de conformismo social, resignación y temor al cambio social.

Continuar manteniendo vigentes estos tabúes sólo fortalece el control social que mantienen el poder corporativo y el poder político, porque construye un tipo de personalidad psicosocial en el cual está ausente el empoderamiento individual, se carece de un pensamiento autónomo y se desarrolla una incapacidad para tener una visión crítica de la realidad social, por lo que la mayoría de las personas incurren en un conformismo generalizado y se limitan a cumplir un rol asignado de seguidores de otras personas, ya sea figuras públicas como conductores de televisión, artistas, youtubers, deportistas o políticas.

Pero la crisis económica provocada por el crecimiento de la desigualdad social que hace más ricos a los ricos y aumenta el número de personas que vive en la pobreza es real y sus efectos golpean a una mayoría marginada, que empieza a reaccionar cuestionando su realidad, por lo que en el horizonte social se empieza a observar la construcción de un nuevo paradigma de lucha al surgir grupos sociales emergentes que conforman varios movimientos de protesta, lucha y resistencia social, se oponen a las políticas privatizadoras del capital neoliberal, se manifiestan en contra de la destrucción de la naturaleza, se levantan a luchar en defensa de derechos públicos que están siendo violados como el derecho a la educación pública, a la salud pública, a las pensiones, a la jubilación, aumento de la violencia hacia las mujeres, del feminicidio, etc.

Estos nuevos grupos que irrumpen en la arena social tiene como característica principal que son ajenos a los partidos políticos, por lo que emergen como nuevas figuras sociales que participan en la lucha por el cambio social asumiendo el rol de sujetos políticos, contribuyendo con su participación social en la construcción colectiva de nuevos paradigmas de cambio social social, como lo es el caso de agrupaciones de pensionados y jubilados, de organizaciones de defensa del medio ambiente, los grupos feministas, ciudadanos sin partido que se organizan para defender sus derechos y luchar en contra de la corrupción, etc.

Debemos comprender que la implementación de políticas neoliberales es parte de un sistema social que basa su crecimiento en el despojo de derechos laborales y sociales, que ha logrado un gran avance en los últimos 30 años porque no han encontrado una resistencia organizada, unida y colectiva de los trabajadores y la ciudadanía porque las luchas de resistencia se han mostrado fragmentadas, carentes de claridad política y se limitan a la recuperación de derechos violados.

Desde esta perspectiva debemos percibir que la lucha en defensa de derechos humanos, laborales y sociales se convierte de manera inevitable en una lucha política, al tomar consciencia de que los problemas personales que afectan a los individuos, tienen un origen global porque provienen de la instrumentación de políticas internacionales que pretenden garantizar la maximización de beneficios económicos del poder corporativo.

Por lo que es necesario avanzar en la construcción de nuevas organizaciones de ciudadanos que sean realmente representativas, los trabajadores deben democratizar los sindicatos a los que pertenecen, para que a través de la discusión colectiva logren ver la fotografía completa de esta policrisis e identifiquen la necesidad de crear polos sociales que permitan atraer a todos los sectores en lucha para actuar con la política del frente único de tal forma que se construyan las condiciones para actuar en forma organizada, unida y colectiva tanto los de trabajadores de varios sectores como pensionados, jubilados, defensores del medio ambiente, grupos feministas y ciudadanos en general, lo cual nos conduce a la necesidad de reconceptualizar el significado real del término política y redefinir el concepto de democracia.

¿Lucha electoral o lucha política?

Vivimos momentos de gran complejidad que exigen definiciones políticas y no admiten ningún tipo de neutralidad o indiferencia alguna, esta complejidad adquiere tintes de gravedad por el avance en la destrucción ecológica provocada por la explotación irracional de recursos naturales que realizada por el poder corporativo con la complicidad de los gobiernos neoliberales o llamados “progresistas” y que amenaza con destruir el planeta porque ya quedó atrás la era del cambio climático e ingresamos a la era de la ebullición que provoca inundaciones repentinas en lugares desérticos, incendios forestales, sequías prolongadas en lugares donde no se habían registrado sequía alguna.

La mayor gravedad proviene de la amenaza de una tercera guerra mundial que incluiría el uso de armas nucleares por parte de las grandes potencias en las guerras de Ucrania y Palestina, porque los políticos de las grandes potencias mundiales lejos de escuchar el llamado de millones de personas que se movilizan en el mundo entero exigiendo darle una oportunidad a la paz, han aumentado el presupuesto militar para este año a cantidades estratosféricas y amenazan con prolongar estas guerras aumentando el número de países involucrados, por lo que la imagen que se observa en el escenario internacional es un franco divorcio entre líderes políticos y la ciudadanía de los países que gobiernan que les exigen detener las intenciones de guerra.

Una gran mayoría de la población reconoce la necesidad de un cambio social pero limita el horizonte del cambio social a reformas limitadas dentro de la estructura del sistema capitalista, descartan alternativas socialistas bajo el argumento del fracaso del socialismo en la antigua Unión Soviética. Desconocen que la llegada del capitalismo a las antiguas repúblicas soviéticas implicó la muerte de millones de personas que de la noche a la mañana ingresó la economía de libre mercado a sus países, obligándolos a pagar por servicios que antes les proporcionaba el Estado.

La rápida expansión del neoliberalismo a nivel global se interpretó como el triunfo del capitalismo, que adoptó un rostro de capitalismo salvaje al no encontrar resistencia, ese mismo capitalismo que mas de tres décadas después está implementando un genocidio económico al utilizar al Mercado como instrumento de destrucción del Estado-Nación y arma de destrucción masiva que mata a millones de personas en el mundo entero.

Este capitalismo salvaje que se complementa con opresiones colonialistas y patriarcales ha sido la fuente de hartazgos sociales que provocaron explosiones sociales en varios países latinoamericanos, pero que ante la falta de alternativas políticas, las expectativas de cambio social se han limitado a cambios electorales, la democracia se ha reducido a la democracia electoral, la política se ha reducido al comportamiento de políticos y partidos corruptos, la lucha política se ha reducido a luchas electorales y la ciudadanía se ha reducido a la condición de electores que sólo pueden expresarse el día de las elecciones.

En esta policrisis, la insatisfacción social producida por el crecimiento de miseria en la población, por una mayor exclusión social, más hambre, aumento de enfermedades y un mayor número de muertes provocada por el la implementación de políticas neoliberales, también se encuentra una crisis de credibilidad en la forma de gobernar por parte de los partidos políticos que han estado en el poder tanto de derecha, como progresistas que son catalogados como “gobiernos de izquierda”, que han provocado una polarización que se manifiesta en inclinaciones electorales hacia la ultraderecha o hacia la izquierda en la población.

En estas reducciones de la democracia al ámbito electoral, la política al comportamiento de los políticos y de la lucha política a la lucha electoral, se observa la existencia de un vínculo de dependencia la ciudadanía hacia ciertas figuras políticas por lo que la población se ve reducida a la condición de “seguidores” de algún partido o candidato político. Los políticos se convierten en líderes que que utilizan mercadotecnia política y nuevas técnicas de fraude como el trampantojo electoral que consiste en utilizar las encuestas como medio de selección de candidatos a puestos de elección electoral.

La discusión sobre democracia social, política y cambio social, adquiere singular importancia en este año 2024, porque habrá elecciones en 72 países, lo que significa que más del 60 de la población mundial tendrá la oportunidad de participar en procesos electorales en los que se invertirán billones (pesos, dólares, rublos, etc.) con el objetivo de atraer el voto del electorado.

Estas jornadas electorales se presentan en un contexto histórico de gran relevancia porque prácticamente en todos los países se respira un ambiente de inconformidad social por la forma como actúan los gobiernos, principalmente los gobiernos de las grandes potencias, pero en general, se respira un ambiente de inconformidad social hacia los partidos políticos tradicionales, incluidos aquellos llamados “gobiernos progresistas”, que han mostrado un estilo diferente de gobernar e inclusive se autodenominan “gobiernos antineoliberales”, pero que no han roto con el capital porque siguen permitiendo que las grandes compañías transnacionales continúen con el saqueo de sus recursos naturales, con la explotación laboral, y gobiernan a nombre de la democracia, pero permiten que el capital privado siga maximizando sus beneficios y aumentando la desigualdad social.

En elecciones recientes, se ha observado un aumento en el porcentaje del abstencionismo y un avance de los partidos y políticos de derecha y derecha extrema que aprovechan esta inconformidad social para ganar votos y una vez en el poder, proceden a gobernar eliminando derechos laborales y sociales, presentando una tendencia a la eliminación del Estado como actor principal en la regulación social, para facilitar el saqueo de recursos nacionales a nombre de favorecer al Mercado.

Este contexto global nos coloca en una situación en la que no existe lugar para la neutralidad política por lo que existe la obligación moral y el compromiso ciudadano de participar en estas elecciones y nos obliga a discutir el significado de la democracia y de la política, de tal forma que las jornadas electorales sean vistas como parte de un proceso de construcción de una democracia social y no la democracia en sí misma, por lo que estas jornadas electorales representan una excelente oportunidad de replantear el significado de la democracia y de la política para construir nuevos paradigmas de cambio social.

Mantener el tabú de evitar hablar de política en las relaciones interpersonales impide la discusión libre de los grandes problemas sociales que enfrenta la población y no permite ver que la construcción de un mundo nuevo y diferente al actual no se logrará a través de la lucha electoral, porque los partidos contendientes y sus candidatos no se plantean la meta de cambiar el sistema capitalista, colonialista y patriarcal en el que estamos viviendo, mucho menos se plantean como objetivo la construcción de una sociedad democrática que termine con la desigualdad social, la explotación laboral, la destrucción de la naturaleza y con la amenaza de una tercera guerra mundial.

Limitar el horizonte del cambio social al cambio electoral no permitirá acabar con la destrucción de la naturaleza provocada por la explotación irracional de los recursos naturales y los altos niveles de contaminación producidos por deshechos químicos industriales y excesivas cantidades de basura que no se recicla y termina contaminando mares, ríos y lagunas. Reducir la lucha política a la lucha electoral perpetúa el vínculo de dependencia de la población con los dirigentes de partidos políticos, pensar que “la política la hacen los políticos” es ignorar la relevancia las múltiples formas en que la política atraviesa y determina nuestras vidas personales.

Conclusiones

La prohibición de hablar de temas sociales de gran relevancia como la sexualidad, religión y política, ha creado una cultura del silencio que permite el surgimiento de una cifra negra de delitos sexuales, violaciones, violencia hacia la mujer, abusos sexuales, etc., que son los casos que no se denuncian. Esta misma cultura del silencio es la que tiende a normalizar los actos de corrupción en la desviación de recursos públicos y otros actos de corrupción que realizan funcionarios gubernamentales, representantes de partidos políticos que ocupan puestos de representación popular al aprobar reformas que representan golpes en contra de los trabajadores y a la población en general, mientras obtienen un beneficio económico al otorgar sus votos. Es el mismo silencio que protege a sacerdotes que son denunciados por menores por actos de abuso sexual y que no pagan condena por sus delitos.

En el momento histórico que estamos viviendo, ante la presencia de una crisis multidimensional, se requiere de una liberación de la palabra como el primer paso para el inicio de una liberación social. Para lograr esta liberación de la palabra, debemos dejar de ser testigos pasivos de lo que esta sucediendo a nuestro alrededor y ser mas activos, empezando por romper la creencia de que la política y la democracia se reduce a la relación entre gobernantes y gobernados, para empezar a verlas como contenidos que forman parte de nuestros estilos de vida en la cotidianeidad.

Para lograr este cambio, debemos superar las marcos estrechos que nos impone una visión individualista de la realidad para vernos como sujetos sociales que pertenecemos a varios grupos simultáneamente y recuperar el sentimiento de pertenencia a una comunidad que nos fue despojado por el neoliberalismo, de tal forma que podamos construir una identidad colectiva. Dar este cambio cualitativo de una visión individualista de la realidad a la construcción de una identidad social, requiere de una revolución de nuestras consciencias (8), porque implica el gran reto de abandonar actitudes de conformismo, obediencia e indiferencia social para involucrarnos en la discusión de asuntos que hasta el momento eran considerados temas tabú, como lo es el asunto de ver la política como algo inherente a la naturaleza humana y recordar la premisa de Aristóteles de concebir al ser humano como parte del resto de animales, pero que lo que nos hace diferentes es que el ser humano es un animal político, porque posee la capacidad de discernir entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto.

Recuperar esta precepción de la condición humana nos regresará la libertad de pensamiento y ayudará a recuperar el pensamiento autónomo necesario para mirar con ojos distintos la realidad social y verla no como una sociedad normal, sino más bien como lo que es, una sociedad en crisis que está funciona bajo las bases de una sociopatología que empuja a ver como algo normal los crímenes más atroces que seres humanos cometen en contra de otros seres humanos a quienes se les ha despojado de su condición humana y se les trata como subhumanos.

Necesitamos construir esa identidad colectiva que nos permita vernos como seres diferentes, pero seres humanos en última instancia y ese es el significado de la política, aceptar las diferencias entre conglomerados humanos, aprender a vivir juntos aún cuando pensemos en forma diferente, en el marco de un pacto social que contiene reglas que deben respetarse para garantizar la armonía social.

El modelo neoliberal muestra claras señales de agotamiento y una de ellas es la globalización de la pobreza y el enriquecimiento ilimitado de un pequeño grupo de multimillonarios, provocando un gran sufrimiento colectivo, por lo que actualmente es objeto de descrédito social en la mayor parte del mundo, pero se sostiene porque existe poderes políticos, económicos y militares que lo sostienen aún cuando su sostenimiento vaya en contra de la razón humana, en contra de todo sentido común y en contra de todos los valores y principios humanos, porque su existencia se basa en la explotación laboral, en la explotación irracional de recursos naturales, en la destrucción de la naturaleza y en el impulso a las guerras. El modelo neoliberal impulsa la economía de libre mercado, convirtiendo al Mercado en el ser supremo del ser humano y reduciendo a éste último a la condición de recurso, objeto, en algo prescindible que los gobiernos y empresas pueden desechar en cualquier momento.

La economía de libre mercado promete un progreso sin límites, en un mundo con recursos limitados, el poder corporativo intenta mantener un equilibrio entre una producción masiva y un consumo masivo a través de la destrucción de la naturaleza de amplias zonas de un país y cuando no hay nada que pueda extraer, se muda a otro país para iniciar un nuevo proceso de explotación de recursos y de la clase trabajadora, dejando una estela de destrucción a su paso.

El modelo neoliberal nos conduce por un camino que nos dirige a la destrucción de nuestro planeta, al provocar varios ecocidios que terminarán provocando la destrucción de la humanidad misma, ya sea por un colapso ambiental o por una guerra mundial. Esta situación nos exige a dejar de ser crédulos para empezar a ejercer la libertad de expresión y expresar nuestra desaprobación con el modelo neoliberal. Debemos dejar de alimentar ilusiones y esperanzas de que a través del voto electoral podremos evitar que el modelo neoliberal siga avanzando abriendo caminos que conducen a nuestra destrucción. El neoliberalismo nos ha hecho creer que vivimos en una democracia y que tenemos libertad social porque podemos elegir a nuestros gobernantes.

A través de la revolución de nuestras consciencias podremos comprender que la democracia y la libertad deben ser parte de nuestros estilos de vida y no comportamientos temporales en períodos de campaña electoral. Debemos concebir a la política como parte de nuestra condición humana y terminar con la reducción de su significado que permite a profesionales y oportunistas hacerla su principal fuente de enriquecimiento. Debemos desarrollar un nivel de consciencia en el cual podamos ver a la política como comportamientos colectivos y no como habilidades individuales. Para lograr este cambio, debemos eliminar el vínculo de dependencia en la que hemos sido educados toda nuestra vida y construir en forma colectiva una cultura de emancipación social que permita que hombres y mujeres desarrollemos empoderamiento individuales y colectivo, en igualdad de circunstancias.

Una manera de lograr este cambio social es asumiendo actitudes de disidencia que vayan más allá de las criticas al capitalismo y denunciar cómo el neoliberalismo provocó una globalización de la pobreza a través del crecimiento inédito de la desigualdad social (9). Los avances del neoliberalismo en la destrucción de derechos laborales han sido posibles porque no ha encontrado resistencia que los detenga, ya que ha estado ausente un espíritu colectivo de crítica social que denuncie las injusticias sociales.

La policrisis en que estamos viviendo nos indica que ha llegado el momento de organizarse en forma colectiva para realizar protestas masivas en contra de los gobiernos que impulsan y apoyan políticas neoliberales, creando una cultura del rechazo que nos permita alzar la voz en contra de aquello que contribuye a la explotación humana, la destrucción de la naturaleza, la violencia en contra de las mujeres y la reducción de los seres humanos a la condición de subhumanos.

El surgimiento de varias luchas sociales que se resisten al despojo de derechos sociales y enfrentan gobiernos que continúan permitiendo el saqueo neoliberal de recursos naturales y la explotación laboral son muestras de resistencia, disidencia y rebeldía social. Son movimientos que surgen espontáneamente, al margen de los partidos políticos que enfrentan un creciente descrédito, de las direcciones sindicales que padecen crisis de liderazgo, de los propios gobiernos que incumplieron promesas y que hoy los combaten porque han mostrado una incapacidad para resolver los grandes problemas sociales y han exhibido su negativa a asumir una política anticapitalista, antineoliberal, pero han dejado claro que gobiernan a favor del poder corporativo.

De frente a las jornadas electorales que tendrán lugar este año en 72 países, debemos ubicarlas en el contexto global de policrisis que se ha descrito líneas arriba para tener claro que, si bien representan la oportunidad de cambiar de gobernantes, esto no garantiza la solución a los grandes problemas sociales que existen alrededor de todo el planeta, porque millones de personas se están movilizando para luchar en movimientos colectivos que les permitan recuperar derechos laborales y prestaciones sociales que les han sido arrebatados, por lo que las elecciones dan la oportunidad de cambiar de partido en el poder y de nuevos dirigentes políticos, pero no cambiarán el sistema social que mantiene una triple opresión: capitalista, colonialista y patriarcal.

El contexto de gran inconformidad social ante el crecimiento de la desigualdad social, de conformismo generalizado, indiferencia social y alejamiento de la política, puede suceder que esta coyuntura electoral sea aprovechado para exprese su inconformidad proporcionando triunfos a políticos y partidos de derecha o ultraderecha. El caso de Argentina es muy aleccionador, por lo que no se deben cifrar todas las esperanzas de cambio social limitándose a participar en las próximas elecciones.

Debemos ampliar nuestra visión y mirar más allá de las elecciones, ubicar las jornadas electorales en el contexto de una policrisis y comprender que la lucha por lograr una sociedad mejor implica construir colectivos de ciudadanos y trabajadores que funcionen de manera autónoma del gobierno y de los partidos políticos para encontrar soluciones a los problemas sociales. La situación social que enfrentamos requiere de usar nuestra creatividad e imaginación para impulsar una pedagogía política que permita ver que la construcción de un pensamiento único no coincide con la construcción de la democracia porque se necesita encontrar alternativas que provengan de la clase trabajadora.

La participación en las luchas sociales genera un aprendizaje social que permitirá construir un nivel de consciencia que identificará el vínculo que existe entre las condiciones de vida de la población y la política imperante en el entorno social, es decir, educar en la premisa que aportó el feminismo de que “lo personal es político”, de que los problemas individuales tienen un origen global que se encuentra en la implementación de políticas neoliberales que tiene como objetivo el despojo de derechos laborales, prestaciones sociales y la privatización de servicios públicos.

En esta perspectiva podremos encontrar nuevas y diferentes formas de lucha social que sean independientes de los partidos políticos y del partido en el gobierno en turno y una alternativa real es construir la unidad en la acción con aquellos movimientos emergentes que se encuentran en pie de lucha defendiendo la independencia política como parte fundamental de una verdadera transformación social.

Los grandes cambios sociales no provienen desde la cima del poder en turno, la historia demuestra que provienen desde abajo, se construyen a través de movilizaciones colectivas que funcionan como fuentes de aprendizaje del significado real de la política, que consiste en la discusión colectiva entre hombres y mujeres sobre los problemas sociales que afectan a la colectividad para tomar decisiones por mayoría o bajo consenso que conduzcan a la construcción de alternativas de solución y procedan a la movilización colectiva, unida y organizada para lograr la solución a los problemas identificados.

Es el momento de institucionalizar lo alternativo, fomentar la creación de múltiples colectivos, de equidad de género, de respeto al medio ambiente, de defensa del derecho a la salud, de defensa a la educación pública, de defensa de derechos laborales, de defensa de una vejez digna, en contra de la violencia hacia las mujeres, etc.

A través de la construcción de nuevos colectivos, se construye un sentimiento de pertenencia a las comunidades y se combate la cultura del silencio, de la obediencia ciega, del conformismo generalizado, pero sobre todo, se aprende a vivir juntos, a aceptarnos a los otros como miembros de una misma comunidad y se construye un sentimiento de colaboración que permitirá luchar en defensa de la naturaleza, de la vida y en contra de la cultura de la violencia y crueldad que hoy forma parte de la normalidad en nuestras vidas cotidianas. 

En la participación en estas luchas se realiza un aprendizaje social que permite ver la necesidad de actuar en forma organizada, unida y colectiva, se podrá alzar una mirada que vea más allá de cada colectivo para contemplar la necesidad de crear polos sociales de disidencia y resistencia porque el enemigo que enfrenta cada sector social es el mismo: el sistema capitalista, patriarcal y colonialista, por lo que independientemente de quien gane las elecciones, quede el gobierno que quede, los derechos se defienden.


1.- La miseria sexual contemporánea

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/08/la-miseria-sexual-contemporanea-oscar.html

2.- La otra política. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/05/la-otra-politica-oscar-yescas-dominguez.html

3.- El Mercado como arma de destrucción masiva. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/03/el-mercado-como-arma-de-destruccion.html

4.- Una modernidad cruel. Franco, Jean

FCE, México, 2016

5.- La ceguera moral ante el conflicto Israel-Palestina. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/10/la-ceguera-moral-ante-el-conflicto.html

6. Totalitarismo del Mercado. Hinkelammert, Frank

7.- Globalización de la pobreza y nuevo orden mundial

Chossudovsky, Michel. Siglo XXI editores. México, D.F. 2002.

8.- La revolución de nuestras consciencias. Yesas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/la-revolucion-de-las-consciencias-oscar.html

9.- Hacer disidencia. Sardín, Eric

https://www.youtube.com/watch?v=6icIACgrWkE&ab_channel=ClaudioAlvarezTeran

De la antipolítica a la construcción de la política. Yescas, Oscar. https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/12/de-la-antipolitica-la-reconstruccion-de.html

No hay Planeta B. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/09/no-hay-planeta-b-el-ecocidio-del.html

La otra política. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/05/la-otra-politica-oscar-yescas-dominguez.html

En busca de la política. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2022/04/enbusca-de-la-politica-oscaryescas.html


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