domingo, 31 de mayo de 2020


El grito de los oprimidos se hace escuchar: “No puedo respirar”
Oscar Yescas Domínguez
31 de mayo de 2,020

En los primeros meses de este año nos encontrábamos inmersos en una grave crisis económica, política y social generada por un sistema social basado en la propiedad privada de producción, que en la etapa de globalización e implementación de políticas neoliberales de privatización de servicios públicos ha generado una desigualdad social nunca antes vista en la historia de la humanidad.
Millones de personas sumidas en la pobreza a nivel mundial, mientras unos cuantos concentran la mayor parte de la riqueza que produce nuestra sociedad. Esta desigualdad social es parte del origen de la inmigración de miles de personas que abandonan sus países porque no pueden seguir viviendo en condiciones de miseria, marginación y violencia social. Europa y Estados Unidos son los destinos buscados por miles de gentes que buscan mejorar sus condiciones de vida.
Francia y Latinoamérica fueron los lugares donde el año pasado la insatisfacción social y el hartazgo popular generaron una lucha por la defensa de derechos sociales y laborales que estaban en peligro ante el intento de imponer políticas neoliberales que privatizarían servicios públicos que antes eran gratuitos.
Esta crisis social que se expresaba en crisis política, crisis económica y crisis ecológica se vio agravada con la irrupción de una crisis sanitaria provocada por la pandemia del coronavirus que está padeciendo la mayoría de países en el mundo. La ausencia de vacuna contra esta nueva epidemia generó la implementación de programas de aislamiento social como alternativa inmediata para evitar ser contagiados, por lo cual se invitó a las poblaciones de los países afectados a quedarse en casa como única medida de prevención y cuidado de la salud en estos tiempos de epidemia.
Pero el covid-19 vino a desnudar esa desigualdad social que anteriormente nos negábamos a ver y que nos empujaba a invisibilizar socialmente a cuanto pobre o mendigo nos encontráramos en las calles. La pobreza de otros no nos interesaba porque padecíamos una ceguera moral, estábamos bajo una creciente adiaforización que creaba una enorme insensibilidad a los problemas de otras personas.
En Estados Unidos la privatización del sistema de salud mantiene desprotegidos a millones de personas que no pueden pagar los altos precios de las consultas medicas y mucho menos de medicinas o tratamientos especializados en salud. Recordemos que en esa nación vive un alto porcentaje de personas en situación de ilegalidad, ya que es el destino de miles de migrantes de todo el mundo que buscan llegar a la tierra donde predomina el “american way of life”.
Pero la realidad es otra porque las llamadas “minorías raciales” como las personas de raza negra o de origen hispano son quienes conforman las mayorías en las prisiones estadunidenses y recientemente, son quienes han aportado el mayor número de víctimas fatales y personas contagiadas por el coronavirus.
El coronavirus ha demostrado que no es democrático, que no ataca a todos sin excepción, ya que no es lo mismo estar en aislamiento voluntario en una casa que tiene todos los servicios de wifi, internet, televisión por cable, alimentos en el refrigerador, etc., a estar encerrado en pequeños cuartos donde escasea la comida, no hay dinero para comprar comida, pagar renta servicio de enrgía eléctrica, gas, y tampoco opciones de diversión o esparcimiento.
El Gobierno estadunidense descuidó durante décadas la salud de sus ciudadanos al privatizar los servicios de salud y en el gobierno actual ignoró los consejos de los científicos epidemiólogos que advertían sobre la necesidad de prolongar el aislamiento social y autorizó la apertura de centros de trabajo y una parcial “vuelta a la normalidad” sin considerar que Estados Unidos se ha convertido en el epicentro de la crisis sanitaria al rebasar la cantidad de 100,000 fallecidos por el coronavirus y tener a cerca de un millón y medio de contagiados.
Cifras que indudablemente aumentarán con el paso del tiempo y que constituían la nota principal de los medios masivos de televisión que reportaban las declaraciones oficiales que reflejaban un menosprecio a la gravedad de la situación, mientras que diariamente fallecían ciudadanos estadunidenses por el covid.
De esos 100,000 fallecidos por el covid-19, buena parte son de raza negra y de origen hispano. Lejos de atender la crisis sanitaria y otorgar mayores recursos para frenarla, el Presidente estadunidense rompe relaciones con la Organización Mundial de la Salud negando la gravedad de la crisis sanitaria provocada por el covid-19 y culpa a China de ser el país responsable de provocar la pandemia mundial que estamos padeciendo.

Como nos encontramos en momentos históricos en los que los cambios suceden de un momento a otro, hoy presenciamos con sorpresa que los medios estadunidenses ya no hablan del tema del covid-19, porque éste tema ya pasó a segundo plano.
En Estados Unidos que encabeza las cifras más altas de contagiados y fallecidos por el covid a nivel mundial, ya no se habla de la pandemia, pero que no se hable no quiere decir que no sigan creciendo los números de contagiados y fallecidos. La nota de los últimos 6 días lo es el fallecimiento de un ciudadano de raza negra a manos de la policía bajo la sospecha de haber intentado utilizar un billete falso de 20 dólares en un supermercado.
Cuatro policías sometieron a esta persona y uno de ellos de raza blanca, a pesar de que ya estaba esposado sin representar amenaza alguna mantuvo oprimiendo durante largos minutos su rodilla en la nuca de dicha persona que alcanzaba a decir “No puedo respirar” sin recibir respuesta de, literalmente “su opresor blanco” quien mantuvo con las manos metidas en sus bolsillos se mantuvo en esa posición con una expresión de indiferencia que contrastaba con el rostro de angustia y agonía de George Floyd que así se llamaba esta persona. Al parecer “no puedo respirar” fueron sus últimas palabras porque falleció poco después en las instalaciones de la jefatura de policía.
Este acto de abuso de poder y aparente racismo no hubiese tenido repercusiones si no hubiese sido filmado por un transeúnte que captó las imágenes en video y evidenció la detención como abuso policiaco y al abuso policiaco se sumó la acusación de racismo por la pertenencia a diferentes razas de los protagonistas (policía blanco que detiene y mata a un hombre negro), una escena común en Estados Unidos.
Es innegable que la policía estadunidense ha matado también a hombres blancos, pero también es innegable que este caso donde muere una persona de raza negra a manos de un policía blanco de nombre Derek Chauvin, contiene ingredientes de brutalidad policiaca, indiferencia y desprecio a la vida de una persona que ya estaba sometida y no representaba amenaza para los policías presentes y que no escucharon el reclamo de los testigos presentes de dejar respirar a quien estaba sometido.
Los medios no tardaron en difundir la nota y de inmediato empezaron a formarse concentraciones de personas que exigían justicia para George Floyd, el nombre de la persona asesinada. Los manifestantes aumentaron en número con el paso de las horas y lograron llegar a sumar centenares de personas protestando y exigiendo justicia bajo la consigna “I can´t breath¡ (no puedo respirar).
El video del incidente se difundió ampliamente y en poco tiempo se tornó viral y provocó que miles de ciudadanos estadunidenses salieran a las calles a protestar por la muerte de George Floyd y exigir castigo a los polícias responsables, de manera principal al agente Derek Chauvin. Las protestas fueron creciendo de tono y hubo algunos manifestantes que utilizaron la violencia al incendiar edificios y saquear comercios. La respuesta que recibieron los manifestantes fue una represión policial que encendió aún más los ánimos y alimentó el fuego de la protesta que se generalizó hasta alcanzar más de 30 ciudades en territorio estadunidense.
La respuesta tardía para detener al policía responsable no sirvió para reducir las protestas porque los habitantes de otras ciudades se sumaron a las protestas con sus propias banderas de lucha y exigencia de justicia en casos similares.
Algunos medios de difusión pretendieron criminalizar las protestas exhibiendo imágenes de patrullas destruidas, edificios policiacos incendiados y comercios destruidos, tratando de desviar la atención de las causas de esas protestas y estigmatizando a los manifestantes hablando de “enfrentamientos” en lugar de represión policiaca contra manifestantes civiles que protestaban en forma pacífica.
Como en todos movimientos colectivos, se filtran personas que utilizan el reclamo popular para causar destrozos y vandalismo amparados en la multitud que realizaron saqueos en comercios. Pero debe reconocerse que la mayoría de los manifestantes que en forma unida gritaban “I can´t breath”, lo hacían levantando las manos en alto, señalando con ello que estaban desarmados y que su protesta era pacífica.
Una persona de raza negra que fue entrevistada acerca de su opinión de los actos de vandalismo durante las manifestaciones dijo algo que refleja el sentir de miles de participantes en esta marcha” “Si alguien se aprovecha de esta tragedia para robar algo que no le pertenece, significa que algo está mal en su cabeza. No es posible ni aceptable utilizar la muerte de alguien para sacar un beneficio personal, ésta es una lucha por la vida y por nuestros derechos como seres humanos”.
Algunas personas en México han cuestionado las expresiones de simpatía hacia los participantes en estas marchas de protesta argumentando que es una contradicción en sus comportamientos y recuerdan la condena social que recibieron los actos de violencia en los que incurrieron algunas participantes en las marcha de grupos feministas el pasado 8 de marzo en las que se protestaban por el alto grado de feminicidios en nuestro país.
Creo que quienes hacen este tipo de comparaciones no están viendo la fotografía completa de estos movimientos de protesta en Estados Unidos, los actos de vandalismo han sido cuestionados por diversos participantes de las marchas. Ellos afirman que están luchando en forma pacífica por defender sus derechos y el acto de levantar ambas manos ratifica que es un movimiento pacifista.
En lo personal, he participado en una gran cantidad de marchas de protesta a lo largo de mi vida y siempre he estado en contra de cualquier uso de violencia para “defender” nuestros derechos, porque la violencia sólo trae como respuesta más violencia y si en protestas callejeras se usa la violencia para cometer actos vandálicos, estos hechos son el pretexto perfecto para utilizar los cuerpos represivos y disipar esos movimientos de protesta.
Las imágenes de manifestantes con las manos en alto gritando 
“don´t shoot” (no disparen) dieron la vuelta al mundo y se han convertido en emblema de los manifestantes en contra de la violencia policial.

Todo esto sucede en momentos en los que Estados Unidos atraviesa por la peor crisis de salud en su historia al encabezar la lista de los países con mayor número de fallecidos (mas de 100,000 muertos por covid).
¿Por qué se ha llegado a este nivel de protesta social en Estados Unidos? Tan sólo ver el video que muestra la forma cruel como murió George Floyd a manos del agente Derek Chauvin es suficiente para despertar la indignación de cualquier eprsona que se considere un ser humano. Tal y como lo describió un comentarista de CNN, “parecía la escena de una presa de caza abatida por un cazador que sometió a su víctima con total indiferencia hacia la vida de la misma”. La muerte de George Floyd no es un hecho aislado, se da en un contexto social en el cual ya había antecedentes de casos de personas negras que murieron sin justificación a manos de la policía estadunidense.
Uno de los casos es el de asesinato de Breonna Taylor, una medica afrodescendiente que murió victima de disparos policiales el pasado 13 de marzo. Taylor falleció luego de recibir 8 balazos en su casa en Louisville, Kentucky. Breonna Taylor, era médica de emergencias, tenía 26 años. Había sido condecorada y no tenía antecedentes penales. El 13 de marzo recibió ocho disparos cuando los agentes derribaron la puerta de su departamento en Louisville durante un allanamiento como parte de una investigación de drogas. No se encontraron drogas en la vivienda”. (1)
Después de conocerse estos hechos se realizaron protestas por la acción policiaca que terminó con la vida de Breonna Taylor de manera injustificada, la respuesta de la policía fue disparar balas de gomas a los manifestantes para dispersar a la multitud.
En tiempos de pandemia, en el marco de un gobierno que niega la pandemia y priva a su población de tener salud pública, una doctora de raza negra que cumplía una importante función al atender a los afectados por el covid, es asesinada de una manera a todas luces injusta.
Las protestas que se venían dando después de este asesinato de Breonna Taylor, arreciaron con la muerte de George Foyd y se sumaron a las protestas que surgieron en forma masiva en diferentes ciudades de Estados Unidos. Ya van seis días de protesta y la situación se polariza cada vez más al extenderse la ola de protestas a decenas de ciudades norteamericanas, en la misma medida de que se endurece la posición del gobierno federal de enviar efectivos policiacos y militares para contener las manifestaciones.
Estados Unidos enfrenta una pobreza estructural en una sociedad con creciente desigualdad social, en un ambiente sociocultural donde coexiste una gran diversidad de culturas provenientes de todo el mundo y en la que existe un segmento social caracterizado por un fuerte racismo que ha crecido en los últimos años alentado por quien encabeza la Presidencia de Estados Unidos.
La muerte de George Floyd se da en un ambiente de insatisfacción social, que afecta a grandes sectores de la población que están siendo afectados por la pandemia del covid-19 y la falta de atención médica oportuna. La desigualdad social exhibida por la pandemia revela la indiferencia gubernamental ante el sufrimiento de grandes segmentos de la población que están cayendo enfermos por la exposición al contagio de virus debido a que sus condiciones de precariedad en sus vidas, pero lo único que parece importarle al gobierno norteamericano es “salvar la economía”, reabriendo las empresas y comercios y centros de trabajo.
Quienes están aportando las mayores cuotas de muertes y contagiados en esta crisis de salud, son los integrantes de las comunidades de raza negra y las comunidades de hispanos que viven en condiciones de marginación, exclusión y opresión.
Las últimas palabras de George Floyd sintetizan las condiciones de vida de millones de personas, no sólo en Estados Unidos, sino en el mundo entero, que viven en condiciones de desigualdad económica y social y forman parte de la población de excluidos, desplazados y oprimidos.
“No puedo respirar” dicen también las masas de excluidos de una economía de mercado, todos aquellos “consumidores defectuosos” que no se integran de manera funcional a un sistema que se basa en la lógica de producción masiva y consumo masivo por estar desempleados o vivir de la economía informal, o simplemente sobreviven, están ahogándose en las aguas del mercado libre. Aquellos que no pueden consumir no pueden formar parte de un sistema regido por las leyes del Mercado y quienes determinan esas leyes del Mercado son los dueños de las grandes corporaciones que están presionando al gobierno estadunidense para “volver a la normalidad” de la producción y consumo.

Esa normalidad ya no será la misma, porque todas las experiencias son experiencias de aprendizaje, las vivencias de la reclusión en la crisis sanitaria nos deben conducir a la conclusión de que no podemos seguir siendo indiferentes ante el sufrimiento colectivo de quienes son desplazados por no tener el dinero suficiente que les permita integrarse al mercado.
Las movilizaciones espontáneas y masivas se explican en este contexto y adquieren sentido al verlas no como respuesta a un incidente aislado, sino mas bien a la consecución de varios incidentes similares en los que se han dado hechos de abuso policiaco y racismo. Son la expresión social de un hartazgo popular que expresa su insatisfacción contra un sistema que no responde a sus expectativas y a una forma de gobernar que no es incluyente y conciliatoria, sino todo lo contrario. Bien lo decía el filósofo griego Cornelius Castoriadis, “en política deben tenerse dos habilidades, la primera es saber llegar al poder y la segunda es saber gobernar”.
Por más que se tenga el poder formal, si no se sabe gobernar, el pueblo cobrará las facturas de deudas sociales, si no hay justicia, luchará por hacer justicia, si no hay libertad, luchará por la libertad, si no hay democracia, luchará por construir un nuevo mundo en el cual efectivamente exista una realidad en la que la justicia, la libertad y la democracia sea para todos, sin distinción alguna de raza, religión, educación o género.
La ola de protestas que circularon por latinoamérica y Europa han llegado a Estados Unidos y el país más poderoso de la tierra se encuentra dividido en dos partes, miles de ciudadanos estadunidenses en más de 30 ciudades de ese país, luchan contra su propio gobierno que no atiende sus reclamos y responde con el uso de la policía y militares, imponiendo toques de queda para evitar más concentraciones y manifestaciones de protesta.
Todo este panorama refleja la necesidad de construir un nuevo mundo donde el Mercado no sea el que rija el destino de la humanidad, donde el color de la piel o el origen racial sean motivo de discriminación. Las marchas multitudinarias en Estados Unidos coinciden con las marchas multitudinarias de otros países donde los oprimidos y excluidos coinciden en el deseo por luchar y construir un mundo nuevo en el cual no existan nunca más personas oprimidas que griten: “No puedo respirar”.

1.- Estados Unidos: el asesinato de George Floyd como una chispa que prendió en todo el país.

2.- EEUU en candela: Más de 30 ciudades en protesta racial


3.- Yescas, Oscar : La revolución ecuatoriana 11/10/19
4.- Yescas, Oscar: Chile: de nuevo la pesadilla 22/10/19
5.- Yescas, Oscar: Golpe de Estado en Bolivia
6.- Yescas, Oscar: El Dios Mercado: la religión del siglo XXI
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/el-dios-mercado-la-religion-del-siglo.html

viernes, 29 de mayo de 2020


¿La vida no vale nada?
Oscar Yescas Domínguez
29 de mayo, 2,020

Bien lo decía Jose Alfredo Jiménez cuando cantaba el blues mexicano diciendo “La vida no vale nada”, una frase que de manera inevitable se pone en la punta de nuestra boca ante los planes de reiniciar labores en Plantas industriales y centros de trabajo en Sonora y el resto del país en los días anunciados como los de mayor contagio a nivel nacional.
El criterio científico se hace a un lado, son demasiadas semanas sin generar plusvalía (la ganancia económica de los capitalistas dueños de empresas) y la economía “está al borde del colapso” y yo pensando que la vida de los habitantes de nuestras comunidades es lo más valioso y que son las que necesitamos defender porque están en riesgo y al borde del precipicio.
Pero, como todo en esta sociedad donde predomina la desigualdad social: hay niveles y hoy toca el turno a salvar la economía. Se intentó durante las últimas semanas salvar a todos los mexicanos y reducir las cifras de contagiados y muertos, pero no todos comprendieron el mensaje de que estamos en crisis sanitaria y algunos se dieron de alta antes de tiempo arriesgando sus vidas al salir de sus casas para visitar a sus madres y darles el beso de la muerte o simplemente para combatir el calor como se acostumbra hacerlo en esta región del norte del país, consumiendo cerveza, no importaba que estuviera caliente, no importaba que estuviera cara, no importaba que no se guarde distancia y se salga sin cubrebocas, no importa que perdamos la vida, al fin que “la vida no vale nada” en la era del neoliberalismo.
Se intentó salvar a la población eso no se puede negar, las autoridades de salud hicieron un gran trabajo, el personal de salud arriesgó sus vidas, médicos, enfermeras, trabajadores de limpieza y empleados administrativos se pusieron las pilas y están trabajando todavía como verdaderos héroes en un guerra silenciosa y no reconocida, en la que sólo hay bajas de un bando : ciudadanos miembros de la población, médicos que trabajan en el sistema de salud pública, enfermeras que laboran apoyando a médicos en hospitales públicos, soldados y policías que murieron cumpliendo su deber al tratar de proteger a la población pero que fueron contagiados por el covid-19 y terminaron falleciendo.
Sí, ese covid-19 que algunos todavía siguen negando que existe y que siguen afirmando que es un complot del gobierno para controlar a la población, pero lo que es innegable es que las cifras siguen aumentando a pesar de que todavía no llegamos al famoso pico de la curva y por lo visto nos tardaremos más en llegar a ese punto por todos aquellos que de manera imprudente salieron el 10 de mayo, el 15 de mayo y salieron masivamente a comprar cervezas pa´l calor.
Estamos viviendo ese momento en el que el mapa de la república mexicana está vestido de rojo y no precisamente es un vestido de gala, es un color de alarma, que anuncia riesgo máximo, que es un mensaje de que la situación es grave porque son los días estimados donde se encuentra localizado el mayor potencial de contagios masivos del covid-19 en lo que va de la pandemia en México.
En el punto previo a llegar al punto más alto de contacto, se autoriza el reinicio de labores en empresas que dan "servicios esenciales" y se incluye la industria automotriz.
Cuando laboraba como profesor universitario y daba seminarios de Psicología organizacional, utilizaba el ejemplo de la fabricación de un automóvil para describir el sinnúmero de organizaciones que intervienen en su producción. No es sólo la planta Ford, es una gran cantidad de proveedores que suministran los recursos para ensamblar un auto.
Fabricantes de motores, llantas, espejos rines, computadoras, cámaras de video, asientos, alfombras de puso, tapetes cables, baterías, tanques de gasolina, cristales para autos, depósito de agua para cristales, limpiacristales, copas de llantas, proveedores de pinturas, volante o manubrios, etc.
Son miles de gentes que trabajan en cientos de empresas que proveen de artículos a la planta Ford para que ésta ensamble dichos productos y los convierta en un automóvil. Ford no fabrica automóviles, los ensambla. Sin sus proveedores Ford no existiría.
Si le sumamos el hecho de que cada proveedor de artículos de la industria automotriz necesita a su vez a sus propios proveedores, nos daremos una idea del riesgo exponencial de autorizar la apertura de la industria automotriz en los días de mayor peligro de contagio del covid-19.
Por qué se autorizó la apertura de ésta y otras empresas? Qué es lo que se considera esencial de su funcionamiento?
Fabricantes de motores, llantas, espejos rines, computadoras, cámaras de video, asientos, alfombras de puso, tapetes cables, baterías, tanques de gasolina, cristales para autos, depósito de agua para cristales, limpiacristales, copas de llantas, proveedores de pinturas, volante o manubrios, etc.Son miles de gentes que trabajan en cientos de empresas que proveen de artículos a la planta Ford para que ésta ensamble dichos productos y los convierta en un automóvil. Ford no fabrica automóviles, los ensambla. Sin sus proveedores Ford no existiría.Si le sumamos el hecho de que cada proveedor de artículos de la industria automotriz necesita a su vez a sus propios proveedores, nos daremos una idea del riesgo exponencial de autorizar la apertura de la industria automotriz en los días de mayor peligro de contagio del covid-19.Por qué se autorizó la apertura de ésta y otras empresas? Qué es lo que se considera esencial de su funcionamiento?
En este contexto, los trabajadores regresarán a sus labores, reintegrándose a sus puestos de trabajo si se niegan corren el riesgo de perder su empleo y no es buen momento para estar desempleado (ningún momento lo es de hecho) porque en México no existe el seguro de desempleo.
La vida de los trabajadores perdió valor, ya no son personas, son sólo números, perdieron su identidad individual cuando les fue asignado su número de empleado y así son tratados, como simples números, números que son descartables y pueden sustituirse por otros números que están esperando en la larga fila de desempleados.
Bien vale la pena retomar aquel dicho de que no son recursos humanos, sino recursos inhumanos, quienes administran a los trabajadores. Bueno, suena algo injusto en verdad, porque quienes trabajan en Recursos humanos no dejan de ser un número descartable en cualquier momento y sólo siguen instrucciones “nada personal sólo negocios”.
Los responsables de los próximos contagios y muertes por covid-19 y la prolongación de la pandemia o de un segundo rebrote de la pandemia en los próximos meses, son los empresarios que están presionando para reabrir sus centros de trabajo, en un momento histórico declarado como los días más peligrosos para la salud de los mexicanos, los días de mayor riesgo de contagio del corona virus.
Comparten esta responsabilidad las autoridades de gobierno tanto federal como estatal, que aceptan arriesgar vidas en forma colectiva al autorizar el regreso a las labores en estos días ya descritos por su alto riesgo y sin tener garantías de cómo proteger a sus trabajadores del riesgo de ser contagiados.
Con estos elementos, por un lado el hecho de que un amplio sector de la población no respetó ni sigue respetando el período de cuarentena, saliendo a las calles de forma imprudente, sin guardar sana distancia ni usar cubrebocas y por el otro lado, el que el servicio de transporte urbano atenderá la demanda de miles de usuarios, los centros de trabajo recibirán a miles de trabajadores y no se ha anunciado que hayan sido remodelados para guardar sana distancia, tampoco las empresas han asegurado que proporcionarán equipo de protección (cubrebocas, guantes, mamparas o cristales para proteger el contagio al estar cerca de otras personas), ¿qué se puede esperar? Un nuevo repunte de la pandemia del covid-19 en los próximos meses, un aumento y prolongación de la tragedia que vivimos hoy en día.

La alternativa que tienen los trabajadores es organizarse por su cuenta para exigir condiciones seguras de transporte y de trabajo, exigir que las autoridades de salud intervengan para que inspecciones cada centro de trabajo y verifiquen si son realmente seguras para autorizar el retorno al trabajo de miles de trabajadores.
Exigir seguros de vida colectivos para que en caso de contagio sus familias no queden desamparadas. Exigir seguros de desempleo a las autoridades gubernamentales para aquellos que se nieguen a regresar para no arriesgar su salud.
Aquellos que salieron de manera de sus casas de manera imprudente, sin respetar la cuarentena, mostraron lo poco que aprecian sus vidas y las vidas de sus familiares. Los empresarios al exigir el regreso de sus trabajadores a sus centros de trabajo ignorando el llamado de alerta de las autoridades de salud de que están exponiendo en riesgo las vidas de los trabajadores, están mostrando un gran desprecio a la vida y derechos de quienes les proporcionan sus riquezas. Las autoridades federales, de salud y del trabajo, que están autorizando esta acción tipo kamikaze, están fallando como servidores públicos al no proteger la vida de los trabajadores, de sus familias y de las comunidades en las que viven.
¿Quién salvará a los trabajadores? La Historia nos lo ha enseñado,  nada es gratis en esta vida, los derechos laborales y sociales que disfrutábamos todavía en los primeros diez años de este milenio y que fueron eliminados de nuestras constituciones por la implementación de políticas neoliberales fueron conquistados a través de movilizaciones colectivas. Si queremos que nuestros derechos y nuestras vidas se respeten debemos luchar por ellos, los trabajadores deben mostrar su resistencia ante este futuro incierto que tienen enfrente, organizándose en sus centros de trabajo para exigir respeto a sus demandas y a sus propias vidas. Alguien dijo por ahí “sólo el pueblo salvará al pueblo”. La vida se defiende luchando por ella.

jueves, 28 de mayo de 2020


La ceguera colectiva en materia de salud en tiempos del covid-19
Oscar Yescas Domínguez
28 de mayo del 2,020

Si alguna parte de nuestro cuerpo es fuente de dolor (dolor de cabeza, dolor de estómago, dolor en garganta, etc.), decimos que estamos enfermos y acudimos ante un médico para que nos haga un diagnóstico, identifique nuestra enfermedad y nos de un tratamiento para erradicarla. Ese tratamiento lo seguimos al pie de la letra porque nos lo está brindando una figura de autoridad reconocida y aceptada que es el médico, él es el experto, el que sabe de salud y nosotros obedecemos sin rezongar porque no sabemos de enfermedades, mucho menos de medicamentos y realmente deseamos aliviarnos y dejar atrás aquella molesta enfermedad
Pero qué pasa si en lugar de un individuo fuese una comunidad, una colectividad o una sociedad entera la que presenta síntomas de que algo está funcionando mal? No pasa nada porque en la era del neoliberalismo hemos desarrollado un gran individualismo que ha creado una adioforización, ese término inventado por Zygmunt Bauman y que quiere decir la existencia de la indiferencia moral ante determinados actos o comportamientos humanos y que se refleja en un tipo de comportamiento insensible, cruel, inhumano y despiadado hacia el sufrimiento de otras personas.
Esta insensibilidad social nos lleva a una incapacidad para percibir los síntomas tempranos de que algo anda mal en nuestras comunidades, localidades o países en los que vivimos. Esta falta de percepción y sensibilidad social es lo que provoca que los problemas que vivimos cotidianamente empeoren porque no hacemos nada para mejorarlos, porque “no es asunto nuestro”, “jamás nos pasará a nosotros”, “por algo les pasa algo malo a las gentes”, etc.
Es una especie de autoengaño similar al acto de la avestruz de meter la cabeza en el agujero y fingir que no pasa nada, cuando en realidad algo está pasando.
A nivel global vivimos una crisis sanitaria que vino a complicar la crisis social y política que se padecía antes de la pandemia del covid19 y cambió nuestra realidad como nunca hubiéramos pensado.
Los gobiernos de varios países desde un principio no supieron enfrentar en forma adecuada la epidemia del covid que cruzó fronteras y muros que separaban a los países. Era algo inédito, no tenían idea de qué hacer y por la corrupción estructural existente en varios de ellos los responsables de los sistemas de salud no eran las personas idóneas para diseñar estrategias ante una epidemia de salud pública porque vivimos tiempos en los que la meritocracia no existe y quienes ocupan cargos de responsabilidad y de toma de decisiones no están allí por sus capacidades sino por sus contactos políticos, por amiguismo, nepotismo o simplemente por corrupción.
La incapacidad de los gobernantes y la falta de credibilidad que padecen por parte de sus ciudadanos tuvo altos costos en algunos países de Europa. En Italia se vivieron grandes tragedias al permitir que las personas volvieran a salir de sus casas antes de que el peligro pasara y los hospitales públicos colapsaron. Su ejemplo fue seguido y está siendo seguido por otros países tanto en Europa como en Latinoamérica.
La falta de capacidad para gobernar, la ineficiencia de los responsables de tomar decisiones, la crisis de las instituciones y la desobediencia de la ciudadanía fueron ingredientes que formaron un coctel explosivo que provocó miles de muertes por covid, cifra que sigue aumentando cada día.
Pero ¿qué pasa en México? En nuestro país estamos iniciando una nueva era histórica, una nueva forma de gobernar, estamos dejando atrás la corrupción y repartiendo los recursos públicos de una manera más eficiente para lograr el bienestar social de la población. Recordemos que el bienestar social requiere la distribución equitativa de los recursos de una sociedad y actualmente hay evidencias innegables de que el nuevo gobierno de López Obrador está distribuyendo el presupuesto público para atender a las mayorías excluidas por regímenes anteriores.
Millones de mexicanos que viven en condiciones de pobreza están recibiendo recursos gubernamentales con este nuevo régimen, aumento al doble en la pensión que reciben mayores, becas para estudiantes, construcción de caminos rurales, pensiones para personas discapacitadas, apertura de 100 universidades en zonas marginadas, etc.
Nuestro gobernante máximo, el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador ha institucionalizado conferencias mañaneras para dar información sobre lo que se está haciendo cada día, de tal forma que hay libertad de expresión y transparencia en el manejo de los recursos públicos.
Lo que más ha sobresalido en el gabinete de AMLO es la acertada decisión de tener como SubSecretario de Salud a un especialista en Epidemiología con una brillante carrera y reconocimiento a nivel internacional, el Dr. Hugo López Gatell, quien a lo largo de las últimas semanas se ha ganado el corazón y la simpatía de millones de mexicanos al mostrar gran habilidad como comunicador, ser un verdadero experto en materia de epidemiología (al grado de que la OMS lo invitó a formar parte de un Comité Internacional de atención a las secuelas del covid-19) y gran paciencia al momento de informar y responder preguntas de periodistas en las diarias conferencias sobre el avance en la prevención del covid en México.
Honestamente creo que los mexicanos deberíamos sentirnos afortunados y orgullosos de ser mexicanos porque estamos viviendo un momento histórico de grandes cambios en nuestro país, cambios que ciudadanos de varios países quisieran.
Tenemos el privilegio de tener expertos en materia de salud como responsables de dirigir las estrategias en contra de la pandemia del covid, que ya quisieran tener los presidentes de varios países, tenemos un Presidente apoyando con palabras y hechos programas de apoyos sociales, ambos personajes diariamente dan conferencias y se exponen a cualquier tipo de preguntas.
En las conferencias de las autoridades de salud nos han explicado la situación del covid-19 como si estuviéramos tomando un Diplomado en Epidemiología con los mejores maestros y han puesto énfasis en que hasta el momento no hay cura, que la única alternativa de protección para la población en esta epidemia es mantenernos en casa, saliendo sólo si se es indispensable. El aislamiento voluntario como forma de colaboración ciudadana con las autoridades de salud mexicanas que han logrado mantener bajas las cifras del covid-19, si las comparamos con las de otros países.
Pero lamentablemente no hemos logrado lo que las autoridades de salud pretendían que era levantar el programa Quédate en casa en el mes de mayo y se extendió hasta junio porque un buen porcentaje de la población no hizo caso, salió del confinamiento, siguió con su vida normal, otro porcentaje salió de sus casas sin usar mascarillas ni guardar sana distancia. Es decir, sin seguir las indicaciones de las autoridades de salud que sólo pretendían proteger la salud de la comunidad.
Varias personas salieron de sus casas y visitaron a sus madres el día 10 de mayo aún cuando las autoridades de salud advirtieron del peligro de contagiar y ser contagiados porque estábamos en los días señalados como los de mayor peligro de contagio previos a los días en que llegaríamos al pico de la curva donde se presentaría el mayor número de contagios.
Lo más lamentable fueron aquellas escenas de varias personas haciendo filas largas bajo el sol candente, sin guardar distancia, sin usar cubrebocas, sólo para comprar un paquete de 24 cervezas.
Ahora, las autoridades nos dicen que se extenderá hasta el 4 de junio el programa Quédate en casa y el período de la pandemia seguirá hasta el mes de agosto.
¿Qué pasa con esa población que no atendió el llamado de las autoridades de salud de quedarnos en casa? Por ese motivo, se retrasó la fecha de llegar al pico de la curva y aumentará la cifra de contagiados y de muertes por el covid19.
Aquellos que desobedecieron el llamado dieron muestras de irresponsabilidad social, de ignorancia del peligro al que se expusieron y expusieron a sus familias.
Pero sobre todo muestran un síntoma de que algo no está bien en el comportamiento colectivo, cuando un gran número de personas desobedecen a los científicos investidos con autoridad formal, lo cual no hubieran hecho si hubiesen acudido en forma individual a consulta con un medico particular.
Aquello que anda mal es no darse cuenta de que vivimos en un México diferente, de que nuestro país cambió de poder político y de que estamos construyendo un sistema donde funcione la democracia y hoy las autoridades del gobierno federal sí están tomando decisiones que procuran el bienestar de la población.
Asumir un rol de opositor al gobierno a un gobierno que demuestra con datos científicos la validez de su petición de guarecernos en casa en un momento de crisis sanitaria, muestra la confusión de pensar que el consumo del alcohol es parte de nuestra cultura, sobre todo en la cultura del sonorense. Me recuerdan aquella canción de Jimmy Buffet “It´s five o´clock somewhere”, son las cinco de la tarde en algún lugar, con la que algunos estadunidenses justifican el tomar alcohol a cualquier hora. Las cinco de la tarde es la hora oficial de salida del trabajo en norteamérica.
Pero en el caso de Sonora no nos quedamos atrás porque se liga a nuestra cultura regional el consumo constante de cerveza, recuerdan la frase “Sonora, donde termina la cultura y comienza la carne asada” que se atribuye a José Vasconcelos? El consumo de carne asada es parte de la cultura regional y de manera inevitable se acompaña con el consumo de cerveza. Se nos educa desde pequeños que es algo natural el consumo de cerveza y llegó a aceptarse esta idea, tanto que hasta una canción nos lo dice y que se retoma como himno de Sonora, es la que interpreta el grupo Nunca jamás y que contiene la frase “bienvenidos a Sonora, tierra del Bacanora, donde tomar no tiene hora”
Viví mi adolescencia y juventud en hermosillo, estuve ausente ocho años y han pasado 35 años desde que regresé a la capital sonorense. Crecí como muchos pensando que tomar alcohol todos los días era “algo natural e inevitable” por las altas temperaturas que nos hacían tener largos “summerime blues”, encerrados en casa la mayor parte del día por el extremo calor y al salir era inevitable que en las reuniones con amigos circularan las cahuamas de mano en mano.
Viví ocho años en Veracruz y dejé de consumir cerveza en ese tiempo, porque trabajaba y estudiaba los primeros cuatro años y después no me apetecía por el clima de la ciudad de Xalapa. 
Sin embargo, debemos asumir que la idea de que tomar cerveza es parte de la cultura del sonorense es falsa y nociva para la salud, porque tomar alcohol desde temprana edad provoca la adicción al mismo si se hace durante largo tiempo y esa adicción fue lo que provocó que cientos de hermosillenses desafiaran a las autoridades de Sonora, salieran a las calles e hicieran largas filas durante horas,bajo el sol, sin tomar las debidas precauciones “tan solo” para comprar un cartón de 24 latas de cervezas. O en aquellos casos extremos que revendían rápidamente los cartones de cerveza al triple de su valor sin dificultad algua en su venta, tolerada por las autoridades municipales y aceptada por ciudadanos que no podían estar sin un bote de cerveza en la mano.
No confundamos las verdaderas tradiciones que forman parte de la cultura regional con el consumo de productos que son nocivos a la salud. El consumo de cerveza no nos hace más hombres, mejores sonorenses o mejores mexicanos. Al contrario, nos embrutece y saca el lado más siniestro de nuestra personalidad y se llegan a cometer actos de los cuales se arrepienten e intentan justificar a nombre de que “estaba ebrio”. El alcoholismo es una enfermedad social y el consumo de alcohol es algo “socialmente aceptable”, eso impide reconocer que puede llegar a convertirse en una verdadera adicción.
Nuestra sociedad muestra síntomas de enfermedad, vivimos bajo una sociopatología y confundir el consumo de alcohol como parte una cultura regional (que a veces raya en el racismo al discriminar y menospreciar a gente que viene del sur del país), es parte de una falacia que sólo beneficia a las grandes compañías cerveceras. Recordemos que educamos con nuestro ejemplo a nuestros hijos y menores de edad, somos sus maestros y modelos de conducta a imitar en el futuro.
Está científicamente comprobado que un niño cundo sea adulto se convierta en consumidor de alcohol si vivió su infancia viendo consumir alcohol a sus padres. Tenemos esa responsabilidad en nuestros hombros y no debemos olvidarla en ningún momento. Debemos impedir que las próximas generaciones de niños y jóvenes terminen esclavos de la adicción al consumo de cerveza, pensando que eso los hace “más sonorenses” o “más hombres”. Lo mismo sucede con el tabaquismo.
Debemos recuperar la sensibilidad social perdida y preocuparnos más por la salud nuestras y la de nuestros seres queridos asumiendo una responsabilidad social en nuestra conducta, de tal forma que gradualmente dejemos atrás el individualismo que hoy nos determina y construyamos una identidad social y sentimiento de pertenencia a nuestra comunidad. Nuestros actos individuales tienen repercusiones sociales, somos parte de un sistema social en el que existe una interinfluencia, lo que hagamos o dejemos de hacer tiene consecuencias sociales, evitemos conductas autodestructivas y tomemos consciencia del momento de crisis sanitaria que estamos viviendo para evitar aumentar la cifra de contagiados y muertos por el covid-19.
La desobediencia a científicos con investidura de autoridades de salud es un reflejo de esa sociopatología que confundimos con normalidad y llega a casos extremos como el hostigar y golpear a personal que trabaja en la Secretaría de salud (acoso a enfermeras y médicos), mientras que en las tiendas comerciales Oxxos, reciben con mariachis a camiones cargados de cerveza.
La desobediencia de un segmento de la población a las autoridades de salud, refleja ignorancia acerca de la gravedad de la crisis de salud por la que estamos pasando, irresponsabilidad social al no pensar en las consecuencias de su comportamiento ante sus familiares directos, individualismo exacerbado y un incontrolable impulso hedonista que les impidió pensar que lo más valioso que tenemos en estos momentos es la salud.
Esa ignorancia colectiva en materia de salud debemos combatirla porque es una de las principales causas de que se agrave más la crisis de salud por la que estamos atravesando y en estos días previos a alcanzar “el pico de la curva” que tanto se ha anunciado, combatir esta ignorancia se convierte en asunto de vida o muerte. Quedarnos en casa continúa siendo la mejor opción todavía. Debemos reconocer el profesionalismo de las autoridades de salud en México y respetar sus indicaciones en el caso de la epidemia del covid-19
Bauman, Zygmunt/Donskis, Leonidas.: Ceguera moral
Paidós, 2015

Buffet, Jimy

Yescas, Oscar: Por una conducción científica de nuestras organizaciones

Compras de pánico de cerveza por temor a desabasto

Paciente de covid escapo de las autoridades y viajó a nogales, Sonora

martes, 26 de mayo de 2020


¿Por qué se suicida la gente?
Oscar Yescas Domínguez
24 de mayo 2,020

La construcción de vínculos sociales
La dictadura del Dios mercado
El individualismo bajo el neoliberalismo
por qué se suicida la gente?
Los otros suicidios colectivos
A manera de conclusión
Cuando llegamos a este mundo en el momento de nuestro nacimiento, todos sin excepción alguna salimos del vientre materno unidos a quien nos dió la vida a través de un cordón umbilical que cumplía la función de proporcionarnos los nutrientes necesarios durante los meses de gestación.
Ese cordón umbilical es cortado para que cada bebé pueda desarrollar su vida y quedamos en un estado de indefensión tal que necesitamos los cuidados de otros para poder sobrevivir, por eso mismo no es exagerado decir que en sus primeros meses de vida el ser humano es uno de los seres vivientes más indefensos que puedan existir.
El cordón umbilical es sustituido por una serie de “cordones psicológicos o vínculos psicológicos que construimos con las personas que nos rodean en el proceso de socialización en el que participan diferentes instancias socializantes: grupo familiar, el grupo escolar, el grupo religioso, el grupo de amigos, el grupo laboral, etc.
El primer vínculo que establecemos en nuestra vida es con la madre con quien llegamos a establecer una “metacomunicación”, es decir, una comunicación que va mucho más allá de la comunicación que entablamos con otras personas. A través de esta metacomunicación la madre puede saber y sentir lo que desea su bebé sin que éste pueda pronunciar palabra, si llora porque tiene hambre, frío o necesita cambio de pañal, etc..
Este vínculo madre-hijo se refuerza a través de la lactancia del pecho materno la cual cumple una triple función, primero dar alimento sano y nutrientes al bebé para su sano crecimiento. Una segunda función sería proporcionar una sensación de protección, seguridad, compañía y placer en ese acto y la tercera y más importante función es la de dar amor, rodear de afecto, cariño y aceptación del bebé, logrando alejar la sensación de abandono y soledad que suele experimentarse en ese estado de indefensión que se presenta durante el primer año de vida del bebé.
El vínculo entre madre y su bebé se fortalece cada día y debemos tener presente lo que nos plantea René Spitz en su libro El primer año de vida del niño acerca de que en es en ese período de vida cuando se establecen las bases para el desarrollo de la personalidad de cada individuo. La manera como somos recibidos y tratados en este mundo durante el primer año de vida influirá grandemente en el desarrollo de nuestra personalidad.
Si somos recibidos y tratados con amor desde la gestación, tendremos las bases para desarrollar nuestro autoconocimiento, autoaceptación y paz interior. Si sentimos rechazo, indiferencia y exclusión en esa primera etapa de desarrollo tenderemos a desconfiar de los demás y mostrar incapacidad para mostrar nuestros sentimientos y emociones.
Una bienvenida a este mundo no depende sólo de la madre, también depende de los otros integrantes del grupo familiar , no sólo de la familia nuclear compuesta por padre, madre e hijos, sino también de aquellos miembros de la familia extensa que tengan contacto con el infante: abuelos, tíos, primos, etc.
El grupo familiar es considerado como un grupo primario precisamente porque las relaciones que entablan los miembros de este grupo son primarias en el sentido de significativas, porque el vínculo que los une es afectivo, preñado de sentimientos que son los que unen a la familia.
Después del grupo familiar llegamos a formar parte de varios grupos simultáneamente debido a nuestra naturaleza social e interactuamos con varias personas que pertenecen a diferentes grupos de manera tal que logramos conectarnos directa o indirectamente con un número infinito de individuos. De esta forma entablamos vínculos con amistades, vecinos, compañeros de escuela, compañeros de trabajo, con amigos y con amigos de nuestros amigos, vecinos, etc. Cada uno de ellos está conectado con un número infinito de personas, y a través de múltiples conexiones en nuestra interacción social creamos un entramado social que es conocido como “tejido social”, ya que cada individuo no es un ser aislado, es imposible estar aislados ya que estamos conectados a una cantidad enorme de personas a través de vínculos psicológicos. Algunos vínculos son fuertes, otros débiles, otros más desaparecen por la falta de interacción social
En este proceso de socialización construimos nuestra personalidad psicosocial ¿Qué es la personalidad psicosocial? Podríamos decir que es una determinada forma de pensar, sentir y actuar que caracteriza el comportamiento de un individuo singular y que es el resultado de la interinfluencia que hemos mantenido con diferentes figuras significativas de los distintos grupos a los que pertenecemos o hemos pertenecido.
Cuando se rompe el vínculo social que tenemos con otras personas se pone en peligro nuestra estabilidad emocional y es la primera llamada de atención de una enfermedad social que está creciendo sin parar en nuestra época: la soledad, el aislamiento social.
La dictadura del Dios mercado
Vivimos bajo un sistema social que construye una ideología colectiva que beneficia y/o defiende los intereses de una clase dominante. La mayoría de la gente piensa que tiene la libertad de pensamiento y que sus ideas son propias, desarrolladas por ellos mismos. Pero en realidad, nuestra percepción de la realidad, nuestra forma de pensar ha sido determinado desde fuera de nuestras mentes, a través del accionar de diferentes instancias que participan en el proceso de socialización que determina la construcción de nuestra personalidad psicosocial.
¿Qué pasaría si les dijera que los habitantes de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRSS) donde imperaba el comunismo, no tenían idea siquiera de lo que es el comunismo? Pensarían que estoy desvariando porque la ideología comunista era el elemento de cohesión de los habitantes de los países que integraban la URSS.
Pero si les pregunto a mis lectores ¿Cuál es la ideología que domina nuestras vidas en nuestra sociedad contemporánea? O de manera más concreta ¿qué es el neoliberalismo? Estoy seguro de que la mayoría guardaría silencio porque desconoce la respuesta, no sabría que decir. Algo está pasando a nuestro alrededor y no sabemos que es.
Nuestro comportamiento está siendo manipulado desde lo más íntimo que son nuestras motivaciones, hasta las expresiones de nuestra conducta verbal, por un sistema que funciona con un binomio: producción masiva-consumo masivo. Este es el contexto que rodea la construcción de nuestra personalidad psicosocial, el sistema capitalista no necesita personas que piensen, para funcionar necesita personas que consuman sin pensar, aún cuando la vida se les vaya en consumir y pagar sus deudas de consumo.
Las grandes corporaciones tienen un ejército de científicos y técnicos trabajando para ellos. Utilizan el enfoque de la mercadotecnia para lograr ventas masivas, muchas personas confunden mercadotecnia con ventas, en realidad no es así
El enfoque mercadológico en la conducción de las organizaciones consiste en dirigirlas con un enfoque de “afuera hacia adentro”, es decir, están atentos a lo que sucede en el mercado y el mercado es “aquel conjunto de personas que comparten deseos y necesidades que quieren satisfacer y que cuentan con los recursos económicos para demandar la compra del producto o servicio que satisfará esas necesidades y deseos”.
El comportamiento de consumo cambia, ya no existe la lealtad a las marcas, hay una gran diversidad de productos y servicios en el mercado. Por ese motivo los mercadólogos realizan investigaciones científicas para identificar el segmento del mercado hacia el cual dirigirán el producto que fabricarán para satisfacer la demanda del mercado.
Utilizan grupos de enfoque, es decir, pequeños grupos conformados por personas con características sociodemográficas similares para conocer sus gustos, sus motivaciones, sus preferencias, es decir, sus criterios que norman su comportamiento de consumo.
También realizan estudios de mercado para identificar el perfil psicográfico de los consumidores, o sea, conocer rasgos de personalidad, fuerzas motivacionales, estilos de aprendizaje, estilos de toma de decisiones, necesidades psicológicas, etc.
Con esta información diseñan el proceso de producción del producto o servicio que satisfará esa necesidad y deseo y proceden a su producción masiva con la seguridad de que el producto se venderá por sí mismo ya que su diseño se basó en la información obtenida de consumidores potenciales.
La publicidad es parte de la perversa campaña que transforma a los ciudadanos contemporáneos de homo sapiens en simples homo consumens. Nos inundan con mensajes e imágenes de figuras ideales del hombre y de la mujer. Nos entrenan para valorar la apariencia, la imagen como la parte más valiosa de nuestras personas, rinden culto a la belleza y sobrevaloran lo juvenil menospreciando lo antiguo o lo viejo porque “la onda” lo “cool” es ser joven.
Los mercadólogos diseñan diferentes productos y servicios para diferentes segmentos del mercado de consumidores. La intención es que sigamos consumiendo en forma permanente, para lograrlo manipulan nuestras necesidades y emociones ofreciendo la idea de que la felicidad está en los centros comerciales comprando productos que nos darán gran placer y la felicidad prometida. En este marco social es como se construye nuestra personalidad psicosocial.
El individualismo bajo el neoliberalismo
El surgimiento de la sociedad de masas como resultado del desarrollo de la industria, que concentró centros de producción en algunas ciudades no sólo debilitó al campo, sino que propició el crecimiento de grandes ciudades y la emigración masiva del campo a la ciudad y generó el desprendimiento de la identidad comunitaria del individuo y generó una ideología individualista centrada en una búsqueda permanente de una felicidad que sólo podía obtener mediante el consumo.
Para tener capacidad de consumo el individuo y obtener los bienes deseados sólo existen cuatro formas: a) Mendigando, b) coerción (asaltando), c) trueque y c) comprando. Para comprar se requiere tener dinero y el dinero se obtiene a través del trabajo o delinquiendo.
La obtención de dinero se convierte en la principal meta de millones de personas, la mayoría se inclina por obtenerlo a través del trabajo, laborando en condiciones de explotación con largas jornadas de trabajo, con bajos salarios y con una obsesión por el consumo. Con estos ingredientes surge una nueva esclavitud en pleno siglo XXI, trabajar como esclavo para poder consumir los artículos que “nos dan felicidad”, aumentar nuestras deudas consumiendo, trabajar más para poder pagar nuestras deudas.
Nos encontramos en un momento histórico de conmoción de la sociedad, de las costumbres, del individuo contemporáneo en la era del consumo masificado, en la irrupción de modo de socialización y de individualización inédito que rompe con todo lo instituido hasta entonces.
Es una mutación histórica aún en curso en la que ha surgido una nueva forma de control de los comportamientos a través de la construcción de un universo de objetos, de imágenes, de información y de valores hedonistas, permisivos y psicologistas que han dado como resultado una nueva fase del individualismo en la historia occidental.
Vivimos un duelo constante de identidades, no sólo generadas por nuestro desarrollo psicológico cuando pasamos de una etapa de desarrollo psicológico a otro (infancia, pubertad, adolescencia, juventud, adultez y vejez), sino que también cambiamos identidades manipulados la publicidad con fenómenos como la moda que determinan “el buen gusto” en el consumo.
En el contexto de la sociedad de masas en la sociedad de consumo, los individuos desarrollan una ideología individualista que orientados por una tendencia hedonista los lleva a despegarse de los demás en esa búsqueda de la felicidad prometida que se encuentra detrás de los cristales de las grandes tiendas comerciales.
En la sociedad moderna vivimos un proceso de personalización que no termina de transformar todos los sectores de la vida social. Este nuevo proceso de personalización fractura aquella socialización basada en la disciplina en la que fuimos formados en generaciones anteriores. La sociedad de hoy es más flexible, basada en el libre flujo de la información y constante estimulación de las necesidades humanas.
En este proceso de personalización las instituciones se adaptan a las motivaciones y deseos de los individuos en una psicologización de las modalidades de socialización. Es decir, ya no se sumerge al individuo en un mar de reglas sociales a seguir, el concepto nuevo de libertad contiene nuevos valores que legitiman el placer y conducen a la realización personal.
La sociedad posmoderna se caracteriza por un individualismo hedonista en el que estamos destinados a consumir y reina la indiferencia hacia las masas. En este proceso de desarrollo del personalismo basado en una ideología individualista, lo social se disemina, desaparece, se desvanece.
El “tejido social” se fue debilitando de manera progresiva en las últimas décadas debido a la imposición de políticas de corte neoliberal que fomentaban el desarrollo de una ideología individualista en el contexto de una creciente sociedad de consumo. Los cambios políticos derivados de la caída del muro de Berlín cambiaron la geopolítica a nivel mundial, surgiendo lo que hoy conocemos como globalización que fue mucho mas allá de la apertura de las fronteras para el libre intercambio de productos en el comercio internacional.
La ideología neoliberal que promueve nuestra sociedad de consumo intenta encajonarnos en uno de dos bandos: “triunfadores” o “perdedores”. Los triunfadores son aquellos que logran el éxito económico en un sistema social en el que la meritocracia no existe. Los méritos no son suficientes para lograr el éxito, porque se enfrentan a un sistema invadido por la corrupción o preñado del culto a la imagen y a lo juvenil. Tener un alto nivel de estudios no garantiza lograr un buen trabajo, se da la paradoja de que en solicitudes de empleo se soliciten años de experiencia. La ideología neoliberal nos hace sentirnos solos aún cuando estemos rodeados de una multitud.
Los perdedores vendrían a ser aquellos que viven en condiciones de pobreza, con sueldos bajos, largas jornadas de trabajo, hacinados en casas de mala calidad en zonas de inseguridad pública, etc. Es decir, aquellos que no lograron el éxito económico que demanda nuestra sociedad de consumo. Los perdedores son los consumidores defectuosos que menciona Zygmunt Bauman en su libro Trabajo, consumismo y nuevos pobres. El neoliberalismo ha “fabricado” inmensas cantidades de nuevos pobres al aumentar la desigualdad social permitiendo que un grupo reducido de la población mundial (el 1%) sea el dueño de la mayor cantidad de la riqueza social que produce toda la humanidad. Mientras que miles de millones de personas viven y mueren en condiciones de miseria, hambre, privación y son excluidos de los beneficios que nos presenta la sociedad contemporánea.
La ideología que divide a triunfadores de perdedores intenta ocultar la enorme explotación social que se vive en nuestra sociedad contemporánea y mantener a las personas en constante autoexplotación y competencia contra los demás.

¿por qué se suicida la gente?
Recientemente a través de facebook recibí una invitación a compartir una publicación que decía lo siguiente: “Hola... Podría un amigo o miembro de la familia copiar y volver a publicar? Estoy tratando de demostrar que alguien está siempre para escuchar” . Y se acompañaba de un hatchtag #prevención del suicidio.
Sin pensarlo mucho, considerando que el suicidio es un problema real en nuestra sociedad decidí compartirlo y vi que como reacción en cadena varios de mis contactos hicieron lo mismo. Pero después de hacerlo quedé con una sensación de insatisfacción porque pensé que no estaba ayudando en forma real a comprender este problema y sobre todo a aportar formas de solución al mismo. Decidí entonces aporrear el teclado con los únicos cuatro dedos que uso para escribir y dar una opinión más fundamentada sobre el tema. Ese fue el motivo que originó este pequeño artículo.
Quizá buena parte de la población vea el tema del suicidio como un problema muy lejano que sucede sólo a personas que están inmersas en demasiados problemas. Pensar de esta forma sería individualizar un problema social y atribuir las causas a factores individuales, cuando en realidad es todo lo contrario, veamos porqué.
¿Por qué se suicidan algunas personas? Esta pregunta me la hice cuando en la década de los setentas leí el libro de Erich Fromm Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Surgió en mi mente por la información que decía en aquel entonces dicho autor en el sentido de que los países más desarrollados como estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, mostraban las cifras más altas de suicidios, comparadas con las cifras de otros países como latinoamérica.
El libro era una especie de diagnóstico de la sociedad a partir del Psicoanálisis y puedo decir que fue una de las lecturas que influyó posteriormente en mi decisión de estudiar Psicología. Fromm explicaba que el producto interno bruto no tenía ninguna relación con el grado de felicidad de la población
Es decir, que no importaba la capacidad de consumo para lograr la felicidad porque los números así lo demostraban. Un buen porcentaje de ciudadanos que vivían en países con gran desarrollo económico, que tenían acceso a servicios médicos, que tenían buen empleo y buenos ingresos son los que formaban la mayor parte de la lista de personas que se suicidaron. Algo anda mal en nuestra sociedad que está generando altos niveles de insatisfacción en la población que por más que actúe con “normalidad” no le encuentra sentido a la vida y por eso algunas personas prefieren el suicidio a una seguir con vida “normal”, decía Fromm.
Ese algo anda mal lo confirmé cuando leí otros dos libros en la misma época: El hombre unidimensional del filósofo francés Herbert Marcuse en el que dicho autor nos alertaba en los setentas acerca de un sofisticado sistema de control social que se estaba consolidando en la nueva sociedad que se construía a partir de la industrialización y que buscaba lograr que los integrantes de esa sociedad pensaran de la misma forma y si alguien pensara diferente o criticaba la forma de pensar de la mayoría, o se opusiera a la adaptación social, sería un disidente, un desviado de la norma, alguien que sería rechazado por diferir en su forma de pensar porque el pensamiento autónomo no estaba tolerado en aquella nueva sociedad que se estaba construyendo con el desarrollo de la industrialización.
Aquel hombre unidimensional denunciado por Herbert Marcuse lo estamos viendo hoy en día, el homo consumens, aquel individuo cuya que vive en la sociedad de la información y es un ignorante, es el nuevo individuo que emerge de la mutación histórica que estamos viviendo que personifica a los objetos y trata como objetos a las personas, en los términos anunciados por otro autor Michael Schneider en su libro Neurosis y lucha de clases cuando analizaba el surgimiento de las muñecas sexuales que estaban siendo lanzadas al mercado como nuevo producto.
El nuevo individuo ha cedido el control de su comportamiento a quienes producen objetos en forma masiva gracias a la aplicación de la ciencia y la tecnología en el proceso de la producción. Un personaje que se rinde a sus tendencias hedonistas y que percibe como el sentido de su existencia el consumo desenfrenado y sin sentido.
El vacío que experimenta al apagar su teléfono en un momento histórico en el que la tecnología nos permite “estar conectados” a nivel global a través del teléfono celular y las redes sociales lo intenta compensar con compras compulsivas.
Pero recordemos que vivimos en un momento en el que la sociedad humana ha construido el mayor nivel de desigualdad social que ha existido en la historia. La producción masiva está dirigida a un mercado definido y es importante precisar que no todos somos parte de esos mercados previamente detectados con metodología científica, porque no tenemos la capacidad adquisitiva para comprar el producto o servicio que deseamos.
Encontramos entonces esa enorme contradicción que enfrenta buena parte de la humanidad: Por un lado vemos los escaparates de las grandes tiendas comerciales nos ofrecen “la felicidad” materializada en productos que nos proporcionarán bienestar y placer. Disponibles para todo aquel que tenga dinero suficiente para comprar y pagar.
Pero por el otro lado están los millones de “consumidores defectuosos” que tienen deseos, expectativas y necesidades que quieren satisfacer pero no cuentan con dinero para hacerlo.
La frustración masiva de aquellos a quienes se ha catalogado como “perdedores” genera un alto grado de insatisfacción por no poder comprar lo que necesitan y desean. A esa frustración por incapacidad de compra se suma otra insatisfacción que es la de aquellos compradores compulsivos que quieren encontrar la felicidad en el consumo y su placer es efímero porque la novedad en la compra de un producto desaparece rápidamente, repiten el proceso de salir a comprar para sentirse bien y al rato experimentan de nuevo ese vacío y soledad porque son incapaces de construir relaciones afectivas que les permitan encontrar la felicidad.
El suicidio que cometen algunas personas y lo intentan otras, se debe a ese vacío y soledad que experimentan ciertas personas en nuestra sociedad de masas, sociedad de información y sociedad de consumo. El suicidio es el resultado de la pérdida de vínculos con el exterior, es la sensación de aislamiento social, de soledad extrema y es consecuencia de no encontrar sentido a nuestra existencia, de no encontrar motivos para vivir.
A nivel mundial se registraron en los últimos doce meses 393,324 suicidios en el mundo entero. ¿Por qué? Cada caso es especial, cada individuo lo hizo por motivos considerados personales, no podemos preguntarles por qué lo hicieron, pero sí podemos ubicar el contexto social en el cual se han presentado estas muertes voluntarias. La depresión es el paso previo a los suicidios, la depresión es n gran problema social que padecen millones de personas.
De las principales causas reportadas en México fueron problemas familiares, problemas amorosos, depresión y ansiedad, consumo de drogas y alcohol. 8 de cada diez casos d suicidio son cometidos por hombres y la mayor parte de los casos los cometen jóvenes entre 20 y 29 años de edad. Esto nos alerta acerca de la necesidad de prestar mayor atención a nuestro adolescentes y jóvenes y no permitirles sumirse en un aislamiento desde temprana edad.
El homo consumens contemporáneo no encuentra sentido a su existencia porque ha errado el camino al seguir la senda construida por la publicidad y caer en un endeudamiento económico y consumo masivo que solo le genera insatisfacción. Los tiempos que vivimos son de gran insatisfacción social, no importa el nivel socioeconómico, obviamente si se es pobre se sufrirá más, pero el ser rico no garantiza lograr la tan ansiada felicidad. Esa insatisfacción social es parte de las causas que originan los suicidios.

Los otros suicidios colectivos
Debido a esa insatisfacción de vivir bajo una moderna esclavitud que consiste en tener como destino de nuestra vida el consumo como máxima meta a alcanzar y sinónimo de la felicidad, vivimos bajo una permanente insatisfacción social porque la felicidad no se encuentra en la compra de productos.
La sociedad de consumo que alienta comprar productos que nos brindarán satisfacción y placer efímeros, crea una permanente insatisfacción social que resulta ser el ambiente ideal para el surgimiento de una serie de adicciones y comportamientos autodestructivos que afectan nuestra salud y nuestra economía.
El hábito de consumo de tabaco imitado en forma masiva por la habilidad de manipulación de ciertos mercadólogos y publicistas que vendieron la falsa creencia de que fumar nos hacía lucir varoniles, sensuales y adultos. El consumo de tabaco ha arrojado en este último año la espeluznante cifra de 1,833,585 muertes a nivel mundial en los últimos doce meses.
El consumo inmoderado de alcohol, que afecta la economía familiar, la salud individual de quien lo consume en exceso y la integración familiar, ha llegado a niveles realmente alarmantes acumulando una cifra de muertes cercana al millón en el último año a nivel mundial: 917,371. La adicción al alcohol lleva a realizar conductas imprudenciales que ponen en riesgo las vidas de personas, como conducir en estado de ebriedad por las calles de nuestras ciudades, o hacer largas filas bajo el sol afuera de un centro comercial en plena pandemia, ignorando las instrucciones de las autoridades de salud de quedarnos en casa, sólo para adquirir unas latas de cerveza.
A manera de conclusión
La organización Mundial de la Salud revela que el suicidio está dentro de las 20 causas de defunción a nivel mundial e informa que cada año se suicida un millón de personas en el mundo entero. Estas cifras demuestran que el suicidio es un problema real que se presenta en todos los países del mundo, en ese sentido no debemos tratarlo como un problema que presentan individuos con problemas personales que no saben resolver. Estamos ante un problema social que seguirá creciendo en la medida de que pase el tiempo por el avance de la descomposición de nuestro sistema social.
La sociedad tal y como la conocíamos ya no existe, la realidad contemporánea ha cambiado radicalmente, estamos padeciendo una mutación histórica en el aprendizaje del proceso de socialización que no ayuda a conformar nuestra personalidad psicosocial, al grado de que hemos dejado de seres sociales por el extremo individualismo que se ha adueñado de nuestras vidas. Vivimos un momento histórico en el que el Estado ha abandonado su misión de garantizar el bienestar social de los ciudadanos.
En ese sentido, el suicidio representa el fracaso no de una persona, sino de un proceso de socialización que fomenta el individualismo dentro de una sociedad que fomenta el consumo y promueve una enajenación al valorar más a los objetos que a las personas y valorar a las personas en función de sus propiedades materiales.
El culto al individualismo contemporáneo no permite la construcción de vínculos psicológicos con las personas que nos rodean, impide el desarrollo de comportamientos auténticos y nos conduce a sentirnos extraños aún cuando estemos rodeados de una multitud, sin importar que ésta sea nuestra propia familia extensa.
Vivimos en una era de vacío afectivo y emocional impulsados por una ética hedonista que vacía los significados sociales atomizando a los individuos en su esfera personal e intentamos compensar ese vacío con el consumo de productos. Este individualismo nos impulsa a abandonar la esfera pública incurriendo en un aislamiento social.
Es a la vez el fracaso de un sistema social que privilegia la maximización de las ganancias de los propietarios de los medios de producción a través de la explotación laboral, la precariedad en las condiciones de vida, la privatización de los servicios públicos y la pauperización creciente de millones de personas.
Es la evidencia de la falla de un sistema social que no apoya el crecimiento de la autoestima, no fomenta el autoconocimiento, ni la autoaceptación, por fomentar en los individuos la búsqueda de la felicidad fuera de ellos mismos. Un sistema social que nos ha deshumanizado al destruir nuestra sensibilidad social ante el sufrimiento colectivo. La humanidad no puede llamarse más tal, si su existencia se basa en la destrucción del medio ambiente, la explotación irracional de los recursos naturales y la explotación del hombre por el hombre.
Por esas razones el suicidio debe ser considerado como una responsabilidad social compartida por la colectividad. 
El suicidio no es un problema que podemos considerar ajeno a nosotros, es la expresión particular de una crisis social que nos conduce a la autodestrucción, la destrucción del medio ambiente y de nuestras vidas como individuos y como colectividad.
Antes de suicidarse las personas nos envían señales de sus intenciones y debemos tomar en serio cualquier declaración o amenaza de suicidio porque pudiera tornarse en un hecho real. Elegí la foto de Kurt Cobain posando con dos integrantes de su grupo Nirvana, donde aparece él apuntando su boca con la punta de un rifle. Fue un claro mensaje de su intención de suicidarse, tal y como lo hizo después con esa misma arma u otra parecida.
Para prevenir el suicidio debemos retomar los valores que abandonamos por el culto al dinero: la solidaridad, generosidad, empatía social, autenticidad, amistad, amor a uno mismo y amor a los demás sin discriminación de ningún tipo. El desarrollo de nuestra autoestima se convierte en un concepto revolucionario en la medida de que descubramos que debemos y podemos ser felices con nosotros mismos antes de buscar el amor y la felicidad fuera de nosotros, consumiendo o con otras personas.
En la medida que descubramos que el primer amor en nuestras vidas debe ser el amor a nosotros mismos, jamás experimentaremos ideas de suicidio personal. Este amor propio nos revelará la constante violación a nuestros derechos humanos por parte de un sistema que está controlado por un poder corporativo que sólo busca maximizar sus ganancias sin importar que su sola existencia provoca una desigualdad social que mata lentamente generando adicciones o provocando suicidios.
Debemos reconstruir nuestra identidad como seres sociales, como personas que pertenecemos a varios grupos simultáneamente y que en cada grupo desempeñamos un rol que es significativo para las demás personas integrantes del grupo.
La toma de consciencia de estas violaciones a nuestros derechos humanos, de nuestra naturaleza social como seres humanos y del potencial y fuerza que adquirimos como ente colectivo cuando actuamos en forma organizada y colectiva nos aportará un empoderamiento social que posibilitará que retomemos el control social y político y construyamos una nueva sociedad en la que desaparezca la insatisfacción social al lograr construir un bienestar social de la población.
Si todos reconstruimos nuestra identidad social perdida y nos comunicamos unos a otros la percepción de la realidad que nos rodea, veremos que lo personal es político, que la esfera de lo privado está determinado por la política y que la política no son los partidos políticos, sino que en realidad es la participación de una comunidad en la discusión colectiva de asuntos públicos.
Todos juntos podemos participar como agentes de cambio social, cambiando nuestros valores, actitudes y comportamientos de tal forma que nos integremos más a los grupos sociales a los que pertenecemos con una nueva mentalidad más solidaria y humanitaria



Lipovetsky, Gilles: La era del vacío
Ed. Anagrama. Barcelona 2,002

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