martes, 26 de mayo de 2020


¿Por qué se suicida la gente?
Oscar Yescas Domínguez
24 de mayo 2,020

La construcción de vínculos sociales
La dictadura del Dios mercado
El individualismo bajo el neoliberalismo
por qué se suicida la gente?
Los otros suicidios colectivos
A manera de conclusión
Cuando llegamos a este mundo en el momento de nuestro nacimiento, todos sin excepción alguna salimos del vientre materno unidos a quien nos dió la vida a través de un cordón umbilical que cumplía la función de proporcionarnos los nutrientes necesarios durante los meses de gestación.
Ese cordón umbilical es cortado para que cada bebé pueda desarrollar su vida y quedamos en un estado de indefensión tal que necesitamos los cuidados de otros para poder sobrevivir, por eso mismo no es exagerado decir que en sus primeros meses de vida el ser humano es uno de los seres vivientes más indefensos que puedan existir.
El cordón umbilical es sustituido por una serie de “cordones psicológicos o vínculos psicológicos que construimos con las personas que nos rodean en el proceso de socialización en el que participan diferentes instancias socializantes: grupo familiar, el grupo escolar, el grupo religioso, el grupo de amigos, el grupo laboral, etc.
El primer vínculo que establecemos en nuestra vida es con la madre con quien llegamos a establecer una “metacomunicación”, es decir, una comunicación que va mucho más allá de la comunicación que entablamos con otras personas. A través de esta metacomunicación la madre puede saber y sentir lo que desea su bebé sin que éste pueda pronunciar palabra, si llora porque tiene hambre, frío o necesita cambio de pañal, etc..
Este vínculo madre-hijo se refuerza a través de la lactancia del pecho materno la cual cumple una triple función, primero dar alimento sano y nutrientes al bebé para su sano crecimiento. Una segunda función sería proporcionar una sensación de protección, seguridad, compañía y placer en ese acto y la tercera y más importante función es la de dar amor, rodear de afecto, cariño y aceptación del bebé, logrando alejar la sensación de abandono y soledad que suele experimentarse en ese estado de indefensión que se presenta durante el primer año de vida del bebé.
El vínculo entre madre y su bebé se fortalece cada día y debemos tener presente lo que nos plantea René Spitz en su libro El primer año de vida del niño acerca de que en es en ese período de vida cuando se establecen las bases para el desarrollo de la personalidad de cada individuo. La manera como somos recibidos y tratados en este mundo durante el primer año de vida influirá grandemente en el desarrollo de nuestra personalidad.
Si somos recibidos y tratados con amor desde la gestación, tendremos las bases para desarrollar nuestro autoconocimiento, autoaceptación y paz interior. Si sentimos rechazo, indiferencia y exclusión en esa primera etapa de desarrollo tenderemos a desconfiar de los demás y mostrar incapacidad para mostrar nuestros sentimientos y emociones.
Una bienvenida a este mundo no depende sólo de la madre, también depende de los otros integrantes del grupo familiar , no sólo de la familia nuclear compuesta por padre, madre e hijos, sino también de aquellos miembros de la familia extensa que tengan contacto con el infante: abuelos, tíos, primos, etc.
El grupo familiar es considerado como un grupo primario precisamente porque las relaciones que entablan los miembros de este grupo son primarias en el sentido de significativas, porque el vínculo que los une es afectivo, preñado de sentimientos que son los que unen a la familia.
Después del grupo familiar llegamos a formar parte de varios grupos simultáneamente debido a nuestra naturaleza social e interactuamos con varias personas que pertenecen a diferentes grupos de manera tal que logramos conectarnos directa o indirectamente con un número infinito de individuos. De esta forma entablamos vínculos con amistades, vecinos, compañeros de escuela, compañeros de trabajo, con amigos y con amigos de nuestros amigos, vecinos, etc. Cada uno de ellos está conectado con un número infinito de personas, y a través de múltiples conexiones en nuestra interacción social creamos un entramado social que es conocido como “tejido social”, ya que cada individuo no es un ser aislado, es imposible estar aislados ya que estamos conectados a una cantidad enorme de personas a través de vínculos psicológicos. Algunos vínculos son fuertes, otros débiles, otros más desaparecen por la falta de interacción social
En este proceso de socialización construimos nuestra personalidad psicosocial ¿Qué es la personalidad psicosocial? Podríamos decir que es una determinada forma de pensar, sentir y actuar que caracteriza el comportamiento de un individuo singular y que es el resultado de la interinfluencia que hemos mantenido con diferentes figuras significativas de los distintos grupos a los que pertenecemos o hemos pertenecido.
Cuando se rompe el vínculo social que tenemos con otras personas se pone en peligro nuestra estabilidad emocional y es la primera llamada de atención de una enfermedad social que está creciendo sin parar en nuestra época: la soledad, el aislamiento social.
La dictadura del Dios mercado
Vivimos bajo un sistema social que construye una ideología colectiva que beneficia y/o defiende los intereses de una clase dominante. La mayoría de la gente piensa que tiene la libertad de pensamiento y que sus ideas son propias, desarrolladas por ellos mismos. Pero en realidad, nuestra percepción de la realidad, nuestra forma de pensar ha sido determinado desde fuera de nuestras mentes, a través del accionar de diferentes instancias que participan en el proceso de socialización que determina la construcción de nuestra personalidad psicosocial.
¿Qué pasaría si les dijera que los habitantes de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URRSS) donde imperaba el comunismo, no tenían idea siquiera de lo que es el comunismo? Pensarían que estoy desvariando porque la ideología comunista era el elemento de cohesión de los habitantes de los países que integraban la URSS.
Pero si les pregunto a mis lectores ¿Cuál es la ideología que domina nuestras vidas en nuestra sociedad contemporánea? O de manera más concreta ¿qué es el neoliberalismo? Estoy seguro de que la mayoría guardaría silencio porque desconoce la respuesta, no sabría que decir. Algo está pasando a nuestro alrededor y no sabemos que es.
Nuestro comportamiento está siendo manipulado desde lo más íntimo que son nuestras motivaciones, hasta las expresiones de nuestra conducta verbal, por un sistema que funciona con un binomio: producción masiva-consumo masivo. Este es el contexto que rodea la construcción de nuestra personalidad psicosocial, el sistema capitalista no necesita personas que piensen, para funcionar necesita personas que consuman sin pensar, aún cuando la vida se les vaya en consumir y pagar sus deudas de consumo.
Las grandes corporaciones tienen un ejército de científicos y técnicos trabajando para ellos. Utilizan el enfoque de la mercadotecnia para lograr ventas masivas, muchas personas confunden mercadotecnia con ventas, en realidad no es así
El enfoque mercadológico en la conducción de las organizaciones consiste en dirigirlas con un enfoque de “afuera hacia adentro”, es decir, están atentos a lo que sucede en el mercado y el mercado es “aquel conjunto de personas que comparten deseos y necesidades que quieren satisfacer y que cuentan con los recursos económicos para demandar la compra del producto o servicio que satisfará esas necesidades y deseos”.
El comportamiento de consumo cambia, ya no existe la lealtad a las marcas, hay una gran diversidad de productos y servicios en el mercado. Por ese motivo los mercadólogos realizan investigaciones científicas para identificar el segmento del mercado hacia el cual dirigirán el producto que fabricarán para satisfacer la demanda del mercado.
Utilizan grupos de enfoque, es decir, pequeños grupos conformados por personas con características sociodemográficas similares para conocer sus gustos, sus motivaciones, sus preferencias, es decir, sus criterios que norman su comportamiento de consumo.
También realizan estudios de mercado para identificar el perfil psicográfico de los consumidores, o sea, conocer rasgos de personalidad, fuerzas motivacionales, estilos de aprendizaje, estilos de toma de decisiones, necesidades psicológicas, etc.
Con esta información diseñan el proceso de producción del producto o servicio que satisfará esa necesidad y deseo y proceden a su producción masiva con la seguridad de que el producto se venderá por sí mismo ya que su diseño se basó en la información obtenida de consumidores potenciales.
La publicidad es parte de la perversa campaña que transforma a los ciudadanos contemporáneos de homo sapiens en simples homo consumens. Nos inundan con mensajes e imágenes de figuras ideales del hombre y de la mujer. Nos entrenan para valorar la apariencia, la imagen como la parte más valiosa de nuestras personas, rinden culto a la belleza y sobrevaloran lo juvenil menospreciando lo antiguo o lo viejo porque “la onda” lo “cool” es ser joven.
Los mercadólogos diseñan diferentes productos y servicios para diferentes segmentos del mercado de consumidores. La intención es que sigamos consumiendo en forma permanente, para lograrlo manipulan nuestras necesidades y emociones ofreciendo la idea de que la felicidad está en los centros comerciales comprando productos que nos darán gran placer y la felicidad prometida. En este marco social es como se construye nuestra personalidad psicosocial.
El individualismo bajo el neoliberalismo
El surgimiento de la sociedad de masas como resultado del desarrollo de la industria, que concentró centros de producción en algunas ciudades no sólo debilitó al campo, sino que propició el crecimiento de grandes ciudades y la emigración masiva del campo a la ciudad y generó el desprendimiento de la identidad comunitaria del individuo y generó una ideología individualista centrada en una búsqueda permanente de una felicidad que sólo podía obtener mediante el consumo.
Para tener capacidad de consumo el individuo y obtener los bienes deseados sólo existen cuatro formas: a) Mendigando, b) coerción (asaltando), c) trueque y c) comprando. Para comprar se requiere tener dinero y el dinero se obtiene a través del trabajo o delinquiendo.
La obtención de dinero se convierte en la principal meta de millones de personas, la mayoría se inclina por obtenerlo a través del trabajo, laborando en condiciones de explotación con largas jornadas de trabajo, con bajos salarios y con una obsesión por el consumo. Con estos ingredientes surge una nueva esclavitud en pleno siglo XXI, trabajar como esclavo para poder consumir los artículos que “nos dan felicidad”, aumentar nuestras deudas consumiendo, trabajar más para poder pagar nuestras deudas.
Nos encontramos en un momento histórico de conmoción de la sociedad, de las costumbres, del individuo contemporáneo en la era del consumo masificado, en la irrupción de modo de socialización y de individualización inédito que rompe con todo lo instituido hasta entonces.
Es una mutación histórica aún en curso en la que ha surgido una nueva forma de control de los comportamientos a través de la construcción de un universo de objetos, de imágenes, de información y de valores hedonistas, permisivos y psicologistas que han dado como resultado una nueva fase del individualismo en la historia occidental.
Vivimos un duelo constante de identidades, no sólo generadas por nuestro desarrollo psicológico cuando pasamos de una etapa de desarrollo psicológico a otro (infancia, pubertad, adolescencia, juventud, adultez y vejez), sino que también cambiamos identidades manipulados la publicidad con fenómenos como la moda que determinan “el buen gusto” en el consumo.
En el contexto de la sociedad de masas en la sociedad de consumo, los individuos desarrollan una ideología individualista que orientados por una tendencia hedonista los lleva a despegarse de los demás en esa búsqueda de la felicidad prometida que se encuentra detrás de los cristales de las grandes tiendas comerciales.
En la sociedad moderna vivimos un proceso de personalización que no termina de transformar todos los sectores de la vida social. Este nuevo proceso de personalización fractura aquella socialización basada en la disciplina en la que fuimos formados en generaciones anteriores. La sociedad de hoy es más flexible, basada en el libre flujo de la información y constante estimulación de las necesidades humanas.
En este proceso de personalización las instituciones se adaptan a las motivaciones y deseos de los individuos en una psicologización de las modalidades de socialización. Es decir, ya no se sumerge al individuo en un mar de reglas sociales a seguir, el concepto nuevo de libertad contiene nuevos valores que legitiman el placer y conducen a la realización personal.
La sociedad posmoderna se caracteriza por un individualismo hedonista en el que estamos destinados a consumir y reina la indiferencia hacia las masas. En este proceso de desarrollo del personalismo basado en una ideología individualista, lo social se disemina, desaparece, se desvanece.
El “tejido social” se fue debilitando de manera progresiva en las últimas décadas debido a la imposición de políticas de corte neoliberal que fomentaban el desarrollo de una ideología individualista en el contexto de una creciente sociedad de consumo. Los cambios políticos derivados de la caída del muro de Berlín cambiaron la geopolítica a nivel mundial, surgiendo lo que hoy conocemos como globalización que fue mucho mas allá de la apertura de las fronteras para el libre intercambio de productos en el comercio internacional.
La ideología neoliberal que promueve nuestra sociedad de consumo intenta encajonarnos en uno de dos bandos: “triunfadores” o “perdedores”. Los triunfadores son aquellos que logran el éxito económico en un sistema social en el que la meritocracia no existe. Los méritos no son suficientes para lograr el éxito, porque se enfrentan a un sistema invadido por la corrupción o preñado del culto a la imagen y a lo juvenil. Tener un alto nivel de estudios no garantiza lograr un buen trabajo, se da la paradoja de que en solicitudes de empleo se soliciten años de experiencia. La ideología neoliberal nos hace sentirnos solos aún cuando estemos rodeados de una multitud.
Los perdedores vendrían a ser aquellos que viven en condiciones de pobreza, con sueldos bajos, largas jornadas de trabajo, hacinados en casas de mala calidad en zonas de inseguridad pública, etc. Es decir, aquellos que no lograron el éxito económico que demanda nuestra sociedad de consumo. Los perdedores son los consumidores defectuosos que menciona Zygmunt Bauman en su libro Trabajo, consumismo y nuevos pobres. El neoliberalismo ha “fabricado” inmensas cantidades de nuevos pobres al aumentar la desigualdad social permitiendo que un grupo reducido de la población mundial (el 1%) sea el dueño de la mayor cantidad de la riqueza social que produce toda la humanidad. Mientras que miles de millones de personas viven y mueren en condiciones de miseria, hambre, privación y son excluidos de los beneficios que nos presenta la sociedad contemporánea.
La ideología que divide a triunfadores de perdedores intenta ocultar la enorme explotación social que se vive en nuestra sociedad contemporánea y mantener a las personas en constante autoexplotación y competencia contra los demás.

¿por qué se suicida la gente?
Recientemente a través de facebook recibí una invitación a compartir una publicación que decía lo siguiente: “Hola... Podría un amigo o miembro de la familia copiar y volver a publicar? Estoy tratando de demostrar que alguien está siempre para escuchar” . Y se acompañaba de un hatchtag #prevención del suicidio.
Sin pensarlo mucho, considerando que el suicidio es un problema real en nuestra sociedad decidí compartirlo y vi que como reacción en cadena varios de mis contactos hicieron lo mismo. Pero después de hacerlo quedé con una sensación de insatisfacción porque pensé que no estaba ayudando en forma real a comprender este problema y sobre todo a aportar formas de solución al mismo. Decidí entonces aporrear el teclado con los únicos cuatro dedos que uso para escribir y dar una opinión más fundamentada sobre el tema. Ese fue el motivo que originó este pequeño artículo.
Quizá buena parte de la población vea el tema del suicidio como un problema muy lejano que sucede sólo a personas que están inmersas en demasiados problemas. Pensar de esta forma sería individualizar un problema social y atribuir las causas a factores individuales, cuando en realidad es todo lo contrario, veamos porqué.
¿Por qué se suicidan algunas personas? Esta pregunta me la hice cuando en la década de los setentas leí el libro de Erich Fromm Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. Surgió en mi mente por la información que decía en aquel entonces dicho autor en el sentido de que los países más desarrollados como estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Alemania, mostraban las cifras más altas de suicidios, comparadas con las cifras de otros países como latinoamérica.
El libro era una especie de diagnóstico de la sociedad a partir del Psicoanálisis y puedo decir que fue una de las lecturas que influyó posteriormente en mi decisión de estudiar Psicología. Fromm explicaba que el producto interno bruto no tenía ninguna relación con el grado de felicidad de la población
Es decir, que no importaba la capacidad de consumo para lograr la felicidad porque los números así lo demostraban. Un buen porcentaje de ciudadanos que vivían en países con gran desarrollo económico, que tenían acceso a servicios médicos, que tenían buen empleo y buenos ingresos son los que formaban la mayor parte de la lista de personas que se suicidaron. Algo anda mal en nuestra sociedad que está generando altos niveles de insatisfacción en la población que por más que actúe con “normalidad” no le encuentra sentido a la vida y por eso algunas personas prefieren el suicidio a una seguir con vida “normal”, decía Fromm.
Ese algo anda mal lo confirmé cuando leí otros dos libros en la misma época: El hombre unidimensional del filósofo francés Herbert Marcuse en el que dicho autor nos alertaba en los setentas acerca de un sofisticado sistema de control social que se estaba consolidando en la nueva sociedad que se construía a partir de la industrialización y que buscaba lograr que los integrantes de esa sociedad pensaran de la misma forma y si alguien pensara diferente o criticaba la forma de pensar de la mayoría, o se opusiera a la adaptación social, sería un disidente, un desviado de la norma, alguien que sería rechazado por diferir en su forma de pensar porque el pensamiento autónomo no estaba tolerado en aquella nueva sociedad que se estaba construyendo con el desarrollo de la industrialización.
Aquel hombre unidimensional denunciado por Herbert Marcuse lo estamos viendo hoy en día, el homo consumens, aquel individuo cuya que vive en la sociedad de la información y es un ignorante, es el nuevo individuo que emerge de la mutación histórica que estamos viviendo que personifica a los objetos y trata como objetos a las personas, en los términos anunciados por otro autor Michael Schneider en su libro Neurosis y lucha de clases cuando analizaba el surgimiento de las muñecas sexuales que estaban siendo lanzadas al mercado como nuevo producto.
El nuevo individuo ha cedido el control de su comportamiento a quienes producen objetos en forma masiva gracias a la aplicación de la ciencia y la tecnología en el proceso de la producción. Un personaje que se rinde a sus tendencias hedonistas y que percibe como el sentido de su existencia el consumo desenfrenado y sin sentido.
El vacío que experimenta al apagar su teléfono en un momento histórico en el que la tecnología nos permite “estar conectados” a nivel global a través del teléfono celular y las redes sociales lo intenta compensar con compras compulsivas.
Pero recordemos que vivimos en un momento en el que la sociedad humana ha construido el mayor nivel de desigualdad social que ha existido en la historia. La producción masiva está dirigida a un mercado definido y es importante precisar que no todos somos parte de esos mercados previamente detectados con metodología científica, porque no tenemos la capacidad adquisitiva para comprar el producto o servicio que deseamos.
Encontramos entonces esa enorme contradicción que enfrenta buena parte de la humanidad: Por un lado vemos los escaparates de las grandes tiendas comerciales nos ofrecen “la felicidad” materializada en productos que nos proporcionarán bienestar y placer. Disponibles para todo aquel que tenga dinero suficiente para comprar y pagar.
Pero por el otro lado están los millones de “consumidores defectuosos” que tienen deseos, expectativas y necesidades que quieren satisfacer pero no cuentan con dinero para hacerlo.
La frustración masiva de aquellos a quienes se ha catalogado como “perdedores” genera un alto grado de insatisfacción por no poder comprar lo que necesitan y desean. A esa frustración por incapacidad de compra se suma otra insatisfacción que es la de aquellos compradores compulsivos que quieren encontrar la felicidad en el consumo y su placer es efímero porque la novedad en la compra de un producto desaparece rápidamente, repiten el proceso de salir a comprar para sentirse bien y al rato experimentan de nuevo ese vacío y soledad porque son incapaces de construir relaciones afectivas que les permitan encontrar la felicidad.
El suicidio que cometen algunas personas y lo intentan otras, se debe a ese vacío y soledad que experimentan ciertas personas en nuestra sociedad de masas, sociedad de información y sociedad de consumo. El suicidio es el resultado de la pérdida de vínculos con el exterior, es la sensación de aislamiento social, de soledad extrema y es consecuencia de no encontrar sentido a nuestra existencia, de no encontrar motivos para vivir.
A nivel mundial se registraron en los últimos doce meses 393,324 suicidios en el mundo entero. ¿Por qué? Cada caso es especial, cada individuo lo hizo por motivos considerados personales, no podemos preguntarles por qué lo hicieron, pero sí podemos ubicar el contexto social en el cual se han presentado estas muertes voluntarias. La depresión es el paso previo a los suicidios, la depresión es n gran problema social que padecen millones de personas.
De las principales causas reportadas en México fueron problemas familiares, problemas amorosos, depresión y ansiedad, consumo de drogas y alcohol. 8 de cada diez casos d suicidio son cometidos por hombres y la mayor parte de los casos los cometen jóvenes entre 20 y 29 años de edad. Esto nos alerta acerca de la necesidad de prestar mayor atención a nuestro adolescentes y jóvenes y no permitirles sumirse en un aislamiento desde temprana edad.
El homo consumens contemporáneo no encuentra sentido a su existencia porque ha errado el camino al seguir la senda construida por la publicidad y caer en un endeudamiento económico y consumo masivo que solo le genera insatisfacción. Los tiempos que vivimos son de gran insatisfacción social, no importa el nivel socioeconómico, obviamente si se es pobre se sufrirá más, pero el ser rico no garantiza lograr la tan ansiada felicidad. Esa insatisfacción social es parte de las causas que originan los suicidios.

Los otros suicidios colectivos
Debido a esa insatisfacción de vivir bajo una moderna esclavitud que consiste en tener como destino de nuestra vida el consumo como máxima meta a alcanzar y sinónimo de la felicidad, vivimos bajo una permanente insatisfacción social porque la felicidad no se encuentra en la compra de productos.
La sociedad de consumo que alienta comprar productos que nos brindarán satisfacción y placer efímeros, crea una permanente insatisfacción social que resulta ser el ambiente ideal para el surgimiento de una serie de adicciones y comportamientos autodestructivos que afectan nuestra salud y nuestra economía.
El hábito de consumo de tabaco imitado en forma masiva por la habilidad de manipulación de ciertos mercadólogos y publicistas que vendieron la falsa creencia de que fumar nos hacía lucir varoniles, sensuales y adultos. El consumo de tabaco ha arrojado en este último año la espeluznante cifra de 1,833,585 muertes a nivel mundial en los últimos doce meses.
El consumo inmoderado de alcohol, que afecta la economía familiar, la salud individual de quien lo consume en exceso y la integración familiar, ha llegado a niveles realmente alarmantes acumulando una cifra de muertes cercana al millón en el último año a nivel mundial: 917,371. La adicción al alcohol lleva a realizar conductas imprudenciales que ponen en riesgo las vidas de personas, como conducir en estado de ebriedad por las calles de nuestras ciudades, o hacer largas filas bajo el sol afuera de un centro comercial en plena pandemia, ignorando las instrucciones de las autoridades de salud de quedarnos en casa, sólo para adquirir unas latas de cerveza.
A manera de conclusión
La organización Mundial de la Salud revela que el suicidio está dentro de las 20 causas de defunción a nivel mundial e informa que cada año se suicida un millón de personas en el mundo entero. Estas cifras demuestran que el suicidio es un problema real que se presenta en todos los países del mundo, en ese sentido no debemos tratarlo como un problema que presentan individuos con problemas personales que no saben resolver. Estamos ante un problema social que seguirá creciendo en la medida de que pase el tiempo por el avance de la descomposición de nuestro sistema social.
La sociedad tal y como la conocíamos ya no existe, la realidad contemporánea ha cambiado radicalmente, estamos padeciendo una mutación histórica en el aprendizaje del proceso de socialización que no ayuda a conformar nuestra personalidad psicosocial, al grado de que hemos dejado de seres sociales por el extremo individualismo que se ha adueñado de nuestras vidas. Vivimos un momento histórico en el que el Estado ha abandonado su misión de garantizar el bienestar social de los ciudadanos.
En ese sentido, el suicidio representa el fracaso no de una persona, sino de un proceso de socialización que fomenta el individualismo dentro de una sociedad que fomenta el consumo y promueve una enajenación al valorar más a los objetos que a las personas y valorar a las personas en función de sus propiedades materiales.
El culto al individualismo contemporáneo no permite la construcción de vínculos psicológicos con las personas que nos rodean, impide el desarrollo de comportamientos auténticos y nos conduce a sentirnos extraños aún cuando estemos rodeados de una multitud, sin importar que ésta sea nuestra propia familia extensa.
Vivimos en una era de vacío afectivo y emocional impulsados por una ética hedonista que vacía los significados sociales atomizando a los individuos en su esfera personal e intentamos compensar ese vacío con el consumo de productos. Este individualismo nos impulsa a abandonar la esfera pública incurriendo en un aislamiento social.
Es a la vez el fracaso de un sistema social que privilegia la maximización de las ganancias de los propietarios de los medios de producción a través de la explotación laboral, la precariedad en las condiciones de vida, la privatización de los servicios públicos y la pauperización creciente de millones de personas.
Es la evidencia de la falla de un sistema social que no apoya el crecimiento de la autoestima, no fomenta el autoconocimiento, ni la autoaceptación, por fomentar en los individuos la búsqueda de la felicidad fuera de ellos mismos. Un sistema social que nos ha deshumanizado al destruir nuestra sensibilidad social ante el sufrimiento colectivo. La humanidad no puede llamarse más tal, si su existencia se basa en la destrucción del medio ambiente, la explotación irracional de los recursos naturales y la explotación del hombre por el hombre.
Por esas razones el suicidio debe ser considerado como una responsabilidad social compartida por la colectividad. 
El suicidio no es un problema que podemos considerar ajeno a nosotros, es la expresión particular de una crisis social que nos conduce a la autodestrucción, la destrucción del medio ambiente y de nuestras vidas como individuos y como colectividad.
Antes de suicidarse las personas nos envían señales de sus intenciones y debemos tomar en serio cualquier declaración o amenaza de suicidio porque pudiera tornarse en un hecho real. Elegí la foto de Kurt Cobain posando con dos integrantes de su grupo Nirvana, donde aparece él apuntando su boca con la punta de un rifle. Fue un claro mensaje de su intención de suicidarse, tal y como lo hizo después con esa misma arma u otra parecida.
Para prevenir el suicidio debemos retomar los valores que abandonamos por el culto al dinero: la solidaridad, generosidad, empatía social, autenticidad, amistad, amor a uno mismo y amor a los demás sin discriminación de ningún tipo. El desarrollo de nuestra autoestima se convierte en un concepto revolucionario en la medida de que descubramos que debemos y podemos ser felices con nosotros mismos antes de buscar el amor y la felicidad fuera de nosotros, consumiendo o con otras personas.
En la medida que descubramos que el primer amor en nuestras vidas debe ser el amor a nosotros mismos, jamás experimentaremos ideas de suicidio personal. Este amor propio nos revelará la constante violación a nuestros derechos humanos por parte de un sistema que está controlado por un poder corporativo que sólo busca maximizar sus ganancias sin importar que su sola existencia provoca una desigualdad social que mata lentamente generando adicciones o provocando suicidios.
Debemos reconstruir nuestra identidad como seres sociales, como personas que pertenecemos a varios grupos simultáneamente y que en cada grupo desempeñamos un rol que es significativo para las demás personas integrantes del grupo.
La toma de consciencia de estas violaciones a nuestros derechos humanos, de nuestra naturaleza social como seres humanos y del potencial y fuerza que adquirimos como ente colectivo cuando actuamos en forma organizada y colectiva nos aportará un empoderamiento social que posibilitará que retomemos el control social y político y construyamos una nueva sociedad en la que desaparezca la insatisfacción social al lograr construir un bienestar social de la población.
Si todos reconstruimos nuestra identidad social perdida y nos comunicamos unos a otros la percepción de la realidad que nos rodea, veremos que lo personal es político, que la esfera de lo privado está determinado por la política y que la política no son los partidos políticos, sino que en realidad es la participación de una comunidad en la discusión colectiva de asuntos públicos.
Todos juntos podemos participar como agentes de cambio social, cambiando nuestros valores, actitudes y comportamientos de tal forma que nos integremos más a los grupos sociales a los que pertenecemos con una nueva mentalidad más solidaria y humanitaria



Lipovetsky, Gilles: La era del vacío
Ed. Anagrama. Barcelona 2,002

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1 comentario:

  1. Gracias Oscar por compartir esta producción intelectual muy interesante por su contenido responsablemente elaborado y porque conmueve al identificarse con el análisis reflexivo y sensible que plasmas aquí también. Sin más que agregar, solo me resta dejar escrito el reconocimiento a tu dedicación laboriosa y humanista. Agradecida y celebrando haberte conocido en otro escenario de red social (grupos Memes de Filosofía), te saludo fraternalmente extendiéndolo a tus afectos familiares y demás entorno afectivo, desde Argentina!!!

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