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lunes, 15 de marzo de 2021

 

El placer de una buena lectura

Oscar Yescas Domínguez

15 de marzo de 2,021

"El microscopio, el telescopio, son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones de su brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación". Jorge Luis Borges

Vivimos en un mundo de incertidumbre provocada por una cauda constante de cambios sociales que nos impide saber que lo que está pasando, sólo sabemos que algo está pasando pero no sabemos que es en realidad lo que sucede y sobre todo ignoramos de qué forma nos afecta, esta incertidumbre nos coloca en un estado de confusión porque al no saber qué está pasando, tampoco sabemos que pasará el día de mañana y esta confusión afecta el tipo de decisiones que tomamos.

El estado de confusión aumenta cada día porque en nuestra vida cotidiana enfrentamos una cauda interminable de cambios sociales que se ha mantenido durante las últimas décadas y que nos mantiene en un ritmo de constante adaptación a las nuevas circunstancias en un proceso lento pero seguro de la desigualdad social en la cual muchos derechos humanos, laborales y sexuales son violentados. Vivimos en lo que se ha dado en llamar la sociedad de la información que nos da material para innumerables conversaciones en las relaciones interpersonales, pero en forma contradictoria padecemos una ignorancia sobre la mayoría de los temas de la historia contemporánea y esta ignorancia aumenta si tocamos temas de historia del pasado.

Las nuevas generaciones viven en el aquí y ahora pensando que todo lo que existe el día de hoy ha existido siempre, desconocen completamente la historicidad de la humanidad, es decir, la capacidad que tenemos los seres humanos de convertirnos en sujetos históricos y actuar en forma colectiva, organizada y unida para cambiar el rumbo de nuestra historia. Diariamente recibimos un tsunami de noticias que por la abundancia de información que nos llega a través de las pantallas de nuestros celulares, computadoras y televisores, nos hemos visto obligados a reducir el tiempo de atención que prestamos a cada noticia y aquellos “15 minutos de fama” que eran buscados con ansiedad por generaciones anteriores para ser famosos, hoy se han convertido en tan sólo 15 segundos en internet y quien los logra llamar la atención durante esos segundos se convierte en tendencia virtual.

A pesar de que sólo leemos en nuestras pantallas el encabezado de la nota de un artículo o noticia y luego pasamos a otra nota, eso no impide que nos quedemos con la sensación de que estamos informados porque recordamos vagamente la noticia, pero no su contenido y eso nos coloca en circunstancias en las cuales en realidad estamos desinformados de lo que sucede y si a eso le agregamos que mucha de la información que circula en redes sociales es información falsa, existen las condiciones para decir que las generaciones actuales viven en una completa ignorancia y lo peor es que no reconocemos que somos ignorantes, sino que actuamos como si estuviéramos realmente informados por lo que podría decirse con real sarcasmo que somos unos tontos, pero estamos muy seguros de nosotros mismos.

Experimentamos una constante insatisfacción en nuestra vida cotidiana porque vivimos en una sociedad de consumo, bajo un sistema capitalista que usa la ciencia y la tecnología para lograr un aumento masivo de la producción de una gran variedad de artículos, pero que para mantener un ritmo en esa producción masiva, requiere que exista un consumo masivo de parte de los integrantes de esta sociedad. Por lo que utiliza estrategias de mercadotecnia para identificar las necesidades, deseos y expectativas de potenciales consumidores, crear los productos que satisfagan esas necesidades, deseos y expectativas y lanzarlas al mercado a través de estrategias publicitarias diseñadas con un pleno conocimiento de perfiles psicográficos de los consumidores.

Lamentablemente no todos formamos parte del mercado, porque éste es excluyente, si no tenemos la capacidad económica para pagar el precio de los productos que deseamos o necesitamos y la imposibilidad de acceder a productos o servicios nos genera una frustración que puede provocar algún tipo de adicción: alcoholismo, tabaquismo, drogas, sexo, ludopatía, etc.

La tendencia hedonista alimentada por la sociedad de consumo no nos permite valorar lo que ya tenemos e identificar que la felicidad está frente a nosotros, con nuestros seres queridos y que en realidad no necesitamos acumular objetos materiales o posesiones para sentirnos bien con nosotros mismos. La cultura de la imagen que prevalece en nuestra sociedad, nos hace valorar más las apariencias que la esencia de las personas y nos conduce a autocuestionamientos innecesarios acerca de nuestra propia apariencia e imagen. El desarrollo tecnológico ha cimentado un predominio de los medios masivos de difusión y de las redes sociales en nuestras vidas cotidianas que ha llegado al extremo de provocar una adicción a los teléfonos celulares y a “estar conectados”, lo que se conoce como nomofobia. Esta palabra es un neologismo y proviene del idioma ingles: “no-mobile-phone-phobia”, que significa fobia a quedarse sin teléfono móvil.

Este tipo de adicción afecta a una inmensa mayoría de personas en todo el mundo, sin distinciones de edades, ocupaciones, género o condición socioeconómica y es una de las principales causas de que el hábito de la lectura esté desapareciendo en amplios porcentajes de la población, que prefieren “estar conectados” a dedicar tiempo a la lectura de un buen libro, con lo cual desperdician la oportunidad de obtener los beneficios que ocasiona el hábito de la lectura.

Debido a los anteriores beneficios y algunos más que no se mencionan, en estos tiempos de confusión, incertidumbre, ignorancia e insatisfacción cotidiana en los que vivimos, sería recomendable retomar el hábito de la lectura, porque nos proporcionaría la posibilidad de encontrar un refugio personal, nos daría la oportunidad de experimentar un placer conocido sólo por quienes aman la lectura, nos ayudaría a desarrollar un pensamiento autónomo (es decir pensar por uno mismo), usar la crítica social con lo cual romperíamos la acriticidad con la que vivimos nuestra vida cotidiana (al leer nos lleva a aumentar nuestra inteligencia y esto nos hace cuestionar los eventos que nos rodean), aumentaría nuestro repertorio verbal (conocimiento de un mayor número de palabras y sus significados), evitaríamos errores de ortografía (porque al leer nos familiarizamos con las palabras y las letras que las conforman), con el uso de nuevas palabras y conceptos se enriquecería sin duda alguna nuestro lenguaje y facilitarían enormemente nuestra comunicación con quienes tenemos contacto en los diferentes ámbitos de convivencia social en el cual nos encontramos.

A lo largo de la historia de la humanidad, se ha generado una enorme cantidad y variedad de conocimientos, pero lamentablemente en pleno siglo XXI, las nuevas generaciones presentan comportamientos que reflejan una enorme ignorancia no sólo del momento presente, sino de la historia pasada. La educación ha perdido sentido cuando se concentra en memorizar información y no busca desarrollar pensamientos autónomos en los estudiantes, por lo que las escuelas y universidades producen una gran cantidad de “analfabetas funcionales”, es decir, personas que saben leer y escribir pero no saben pensar por sí mismos, por lo que pasan a formar parte de amplios sectores que se caracterizan por el conformismo y la obediencia a la autoridad.

Un buen maestro enseña a sus alumnos algo más allá de la materia que enseña, es decir, genera un metaaprendizaje, enseña formas de comportamiento, modelos de comportamiento entre figura de autoridad y subordinados, la forma como trata y conduce al grupo de estudiantes es parte del aprendizaje obtenido por los alumnos. En sociedades en crisis como la que nos encontramos en el sistema capitalista neoliberal, los maestros deberían enseñar a sus alumnos a autoconocerse y autoceptarse, a aprender formas de relacionarse con el maestro y con sus compañeros de clase. La escuela y las universidades son los últimos reductos en los que todavía es posible realizar ejercicios democráticos con los grupos de estudiantes, pero todo depende en gran medida de la visión que tenga el maestro de sí mismo, de la educación que imparte y de la función social de la educación como instrumento de liberación social. De esta forma el maestro debe enseñar a sus alumnos a ir más allá de buscar buenas calificaciones o respuestas correctas y prepararlos para que planteen más interrogantes y sigan investigando por su cuenta.

La función del maestro es sembrar la semilla de la inquietud y el interés por saber más, valorar más el aprendizaje obtenido que la calificación final, debe enseñarles a no sobreestimar los títulos y grados académicos y valorar la igualdad social como un valor compartido. Maestros y alumnos deben reconocer que el valor de la educación radica en el crecimiento personal y profesional de los estudiantes, que ambas partes enseñan y aprenden, ya que al enseñar el maestro, está aprendiendo con las respuestas de sus alumnos y los alumnos aprenden de sus maestros, pero deben tomar consciencia de que ellos también están contribuyendo a generar un aprendizaje grupal a través de su participación en las actividades del grupo escolar.

Pero sobre todo, una de las principales funciones de todo maestro es estimular el amor a la lectura, desarrollar el hábito de la lectura en cada uno de los alumnos de tal forma que llegue a desarrollar el gusto, la pasión de leer por iniciativa propia, por por un genuino interés personal y no por obligación o compromiso. Hoy en día la tecnología nos permite la autoinformación, la autoeducación, por lo que aquellas personas que no tuvieron el privilegio de asistir a alguna universidad no tiene obstáculos para acceder al conocimiento. Recordemos que vivimos en la sociedad de la información en la cual la tecnología nos permite encontrar cualquier tipo de información que esté disponible en internet. Inclusive las nuevas generaciones tienen lo que otras generaciones no tuvimos: la oportunidad de bajar libros de internet y crear una inmensa biblioteca virtual con una inmensa variedad de temas que podemos encontrar en el mundo virtual

Por esas facilidades de acceso al conocimiento, se puede afirmar que ser ignorante en la sociedad de la información es en realidad una cuestión de elección personal porque en internet podemos encontrar respuestas a todas las interrogantes que nos planteemos, sólo debemos tener cuidado con la enorme cantidad de información falsa que circula en la web.

La manera de combatir esta alienación e involución de la humanidad se encuentra a nuestro alcance, sólo necesitamos un cambio de actitud y recordemos que el concepto de actitud se define como “una predisposición favorable o negativa hacia una situación, evento o sujeto”. Necesitamos cambiar nuestra actitud hacia los libros y verlos como lo que son: una representación del gran avance que dio la humanidad al inventar la imprenta y la impresión de libros. Los seres humanos dimos un salto cualitativo que nos diferenció de otras especies de animales al crear el lenguaje y la palabra escrita. A través de la comunicación oral y escrita podemos comunicarnos con otras personas y a través de los libros podemos acceder a conocimientos de culturas antiguas, de generaciones pasadas y al mismo tiempo podemos heredar a las nuevas generaciones nuestros pensamientos, nuestras ideas y descubrimientos.

Tan sólo basta con dejar a un lado el teléfono, con romper el cordón umbilical que nos ata a nuestros teléfonos celulares, continuando con poner fin a otra adicción: apagar la televisión, dejar de realizar maratones de series en Netflix, dejar los videojuegos y viajar a mundos inesperados a través de la lectura de un buen libro.

El valor de las personas radica en la esencia de su personalidad y en la forma como se comporta y trata a las demás personas, no en los títulos académicos o posesiones materiales que tenga y seremos mejores personas a través de la lectura constante, porque nos hace más sabios, más humildes, más sensibles y logramos desarrollar una auténtica bonhomía. A un buen lector no le importa donde se encuentra para aprovechar el tiempo y proceder a leer, puedes estar en una casa en medio del bosque, con un clima de 20 grados bajo cero leyendo en una terraza que tiene una mesa cubierta con una capa de10 centímetros de tierra, disfrutando del silencio del campo, sólo interrumpido por el canto de los pájaros o el gañido de un halcón.

Puedes estar en un hospital esperando recibir consulta médica en un pasillo lleno de gente gente cerca de ti que está hablando en voz alta, escuchando videos en sus teléfonos celulares con volumen alto o haciendo llamadas por teléfono en voz alta a través de ellos, pero la concentración en la lectura de un buen libro te ayuda a salir de ese lugar, abstraerte para seguir el diálogo imaginario entre escritor y lector y la espera de ser llamado será más placentera.


Podrás encontrarte en un centro comercial por donde circulan cientos de gentes a tus lados y encontrar una pequeña banca donde descansarás de la fatiga de caminar acompañado tan sólo con un libro cuya lectura te permitirá aislarte y viajar a lugares imaginarios, podrás aprender nuevos conceptos y analizar la realidad social abstrayéndote de ella para verla con otros ojos una vez concluida tu lectura. Recordemos que el conocimiento científico inicia con la construcción de conceptos abstractos, con el desarrollo de teorías que nos permitan incursionar en la práctica social para entender la compleja realidad en la que nos encontramos.

No importa donde te encuentres, ni con quién estés, si tienes un buen libro no estás solo, estás contigo mismo y con la compañía del autor de ese libro que te da la oportunidad de adentrarte en el conocimiento de su forma de pensar y percibir la vida. Las personas que tienen el hábito de la lectura tienen constantes epifanías (experimentan momentos de sorpresivas revelaciones), se caracterizan por hablar con elocuencia (hablan de modo eficaz para deleitar o conmover), se encuentran en una constante serendipia (es decir, experimentan hallazgos afortunados e inesperados mientras leen), son fáciles de identificar porque emiten una luminiscencia y llegan a desarrollar un alto grado de bonhomía (afabilidad, sencillez, bondad y honradez mostradas en el comportamiento de una persona). La lectura de buenos libros nos da la oportunidad de conversar con las mentes más brillantes de la humanidad, nos ayuda a crecer intelectualmente y emocionalmente, de tal forma que después de leer varios libros te llevarás la grata sorpresa de que habrás desarrollado tus habilidades de escribir porque podrás ordenar tus ideas al contar con un pensamiento autónomo y estarás en condiciones de escribir y comunicar tus ideas personales y por qué no?, podrás escribir tu propio libro y hacer realidad aquella premisa que plantea que en nuestra vida tenemos una triple misión: “Tener un hijo, plantar un árbol y escribir un libro”. Así que nunca es tarde para empezar a leer y el primer paso es conseguir una buena cantidad de libros y tenerlos dentro de un rincón de la casa para que sea considerado el rincón de lectura, paz y aislamiento.



1 comentario:

  1. Excelente artículo,a veces resulta difícil comprar libros,pues están caros, pero he releído algunos libros que me remontan a increíbles tiempos idos,y sigo, aunque ya no tan constante el hábito de la
    lectura, gracias 👍 saludos

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