domingo, 19 de julio de 2020


Reflexiones sobre la vida y la muerte en tiempos de pandemia
Oscar Yescas Domínguez
19/julio/2,020

Los seres humanos somos tan ingenuos, llegamos a esta vida con toda nuestra vitalidad y deseos de vivir que nos olvidamos de que estaremos sólo de manera temporal con vida en esta tierra. Olvidamos que la vida tiene un principio y un fin, nos negamos a pensar en ese final y tratamos de vivir la vida sin esa terrible certeza. Educamos a nuestros hijos acerca de la vida y la muerte en forma similar a como los educamos acerca de la sexualidad humana: omitimos mencionar a la muerte, al igual que omitimos hablar sobre sexualidad humana, dos tremendos errores que cometemos como especie humana.
Sólo recordamos la fragilidad de nuestras existencia cuando algún ser cercano fallece y acudimos a algún velorio a llorar su partida, pero después del sepelio seguimos viviendo ignorando que nuestro destino final es la muerte y deberíamos estar preparados para que cuando nos llegue el momento no vivamos el fallecimiento de nuestros seres queridos como verdaderas tragedias. El dolor de la partida de alguien es más intenso por lo inesperado de la misma.
No provoca el mismo dolor la muerte de un ser querido que ha estado enfermo y luchando por su salud durante semanas o meses, que el dolor que provoca la muerte inesperada y repentina de un ser amado. En el primer caso, tenemos tiempo de prepararnos psicológicamente para la partida, en el segundo, el golpe es brutal porque no nos dimos tiempo para pensar en la posibilidad de su muerte.
Todos tenemos una familia extensa y una familia nuclear, por lo regular priorizamos la interacción con nuestra familia nuclear y descuidamos atender a los integrantes de nuestra familia extensa. Cuando llega a fallecer alguien de nuestra familia extensa (hermano (a), tío(a), Abuelo(a), primo(a), etc., el dolor es más intenso porque experimentamos un gran sentimiento de culpa por no habernos dado la oportunidad de pasar más tiempo con el fallecido cuando estaba con vida.
Festejamos nuestros cumpleaños y los de nuestros seres queridos con una seguridad irracional de que cumpliremos muchos años más, no nos ponemos a pensar en la fragilidad de la vida humana y de que lo más seguro en esta vida es que algún día ésta terminará con nuestro fallecimiento, quizá en el momento menos esperado y no nos preparamos para ello. ¿Cuántos conflictos familiares se han presentado por disputas de herencias cuando los padres fallecen sin haber redactado un testamento y distribuir sus bienes con quienes ellos desearían? En lo personal conozco muchos casos de familias destrozadas después del fallecimiento de un familiar, no precisamente por la muerte de uno de ellos, sino por disputas acerca del reparto de bienes. Nunca nos planteamos la posibilidad de hacer un testamento o un reparto de nuestros bienes porque nos negamos a aceptar que algún día falleceremos.
La vida no puede ser concebida sin pensar en la muerte, la vida es igual a la muerte, no puede existir una sin la otra. Nadie es inmortal, todos falleceremos algún día, pero la mayoría de las personas se sumerge en un consumo y en el ocio motivados por comportamientos hedonistas, como una forma de olvidar que la muerte nos espera al final del camino de la vida tarde o temprano.
En este acto de consumo permanente caemos en la ironía de que para olvidar la inminencia de la muerte consumimos productos nocivos para nuestra salud (alcohol, tabaco, drogas, exceso de alimentación, etc), que acortan nuestras vidas al poner en peligro nuestra salud y que nos acercan al momento de nuestra muerte más temprano que tarde.
Nadie quiere saber que es mortal, no queremos pensar en la muerte inminente y todos hacemos a un lado la idea de que vamor a morir, ignorando que el olvido de la muerte próxima es la que origina la apatía, el embrutecimiento, los excesos de la vida moderna que ponen en riesgo nuestra salud.
Nunca nos preocupamos por tener una vida con hábitos saludables, evitar comer comida chatarra, tener una dieta en nuestra alimentación, hacer del ejercicio físico una rutina diaria, etc. Dejamos que nuestros cuerpos pierdan defensa y nuestro sistema inmunológico se debilite por malos hábitos de alimentación, malos hábitos de sueño, falta de ejercicio físico, etc.
Vivimos la vida como un espectáculo que no tendrá fin en una sociedad en la que el olvido de la muerte nos impide constatar que la vida no tiene más sentido que aquel sentido que le demos nosotros a nuestras vidas. Muchas personas caen en depresión o en alguna adicción porque no le encuentran un sentido a sus vidas y viven una vida con gran nivel de insatisfacción. Algunos encuentran refugio en la religión, otros en programas o libros de autoayuda, algunos más en la teleadicción, otros en el tabaco, algunos más en las drogas y hay quienes lo encuentran en el sexo desenfrenado.
El sentido de nuestras vidas no debe ser dado por alguna religión, por alguna ideología, o por el consumo desmedido de varios productos. Tenemos que asimilar la idea de que somos nosotros quienes debemos darle un sentido a nuestras vidas, nadie más le dará un sentido a nuestras vidas que nosotros mismos, precisamente porque son nuestras vidas.
La gente no le encuentra un sentido a sus vidas porque no cree y no cree porque no quiere creer, pero si cambiamos nuestra actitud pensando que somos personas singulares con potencial humano cada quien, con capacidades distintas y un potencial humano y queremos creer que nosotros somos quienes le podemos dar un sentido a nuestras vidas, podremos lograr darle un verdadero sentido y significado a nuestra existencia, lograremos llenar ese vacío existencial que nos atormenta y realmente aprovechar y disfrutar el tiempo que nos queda de vida.
Debemos de evitar seguir utilizando de manera limitada todo el potencial humano que tenemos cada uno de nosotros y evitar seguir cegados por tendencias hedonistas que nos empujan a la búsqueda frenética de diversión y placer, viviendo con excesos, consumiendo productos que afectan nuestra salud.
La manera de hacerlo es reconociendo que todos somos seres mortales, que nuestro paso por esta vida es temporal, que tarde o temprano llegará el momento de nuestra muerte y que por esos motivos debemos aprovechar al máximo y en forma productiva y satisfactoria el tiempo que tengamos de vida.
En tiempos normales la salud es lo que menos cuidamos y sólo pensamos en ella cuando nos enfermamos, lo grave de nuestra actual situación es que ni siquiera en tiempos de crisis sanitaria como la que estamos padeciendo con la pandemia del covid-19, nos preocupamos por cuidar de nuestra salud. Si no cuidamos nuestra salud individual ¿qué podemos esperar del cuidado de la salud de los demás?
Hoy en día estamos viviendo un tiempo en la historia en el que la sociedad se ha detenido por la pandemia del covid, una enfermedad ante la cual podríamos estar protegidos si cambiamos parte de nuestros comportamientos y priorizamos la atención a nuestra salud, actuando de forma preventiva con medidas que garantizan el no enfermarnos. Si pensáramos que la vida es demasiado corta y que la muerte nos espera en el momento y lugar menos esperado, aprovecharíamos de una manera más satisfactoria y productiva nuestro paso por esta vida.
Tan sólo tengamos presente que todos tenemos una fecha de nacimiento pero ninguno tenemos por escrito la fecha de nuestra muerte, esto significa que podríamos morir en la siguiente hora, el siguiente mes o dentro de 20 años. No sabemos cuánto nos queda de vida, la única certidumbre que tenemos es la incertidumbre de cuando vamos a morir.
Pero lamentablemente, el año 2,020 será recordado en la historia de la humanidad por el triunfo de la ignorancia colectiva por encima del predominio de la ciencia, al provocar miles de muertes innecesarias por covid-19 en el mundo entero. Pocos hicieron caso al hecho de que el covid-19 puede evitarse tomando medidas preventivas como usar cubrebocas, tomar sana distancia, mantener una higiene, evitar saludar de beso o mano y sobre todo quedarse en casa que es lo mas seguro para evitar el contagio.
Una sociedad no puede funcionar si cada uno hace lo que quiere en el momento que quiere, necesitamos educarnos en aspectos relacionados con la ciudadanía y la necesidad de seguir ciertas normas de convivencia social.
La humanidad ha dado muestras de ignorancia y falta de responsabilidad social en mas de una ocasión, tanto en el cuidado de sí misma como en el cuidado del medio ambiente. El alto nivel de producción y consumo ha provocado una crisis ecológica por la destrucción del medio ambiente y de varios ecosistemas contaminados por la basura que produce el ser humano, al grado tal de que hemos puesto en peligro la existencia misma de la especie humana.
Basta recordar nuestras playas saturadas de basura dejadas por los vacacionistas,, toneladas de basura que fácilmente podrían ser recogidas por quienes las dejaron y depositadas en los lugares acondicionados para este fin. Esa misma basura que llega al mar y mata a varias especies de animales marinos, contamina ríos, mares y lagunas y termina por contaminar los alimentos que consumimos.
También una muestra de ignorancia lo ha sido el lamentable hecho de que nuestras calles se inunden y conviertan en ríos cuando llueve, porque las alcantarillas se taponan por la basura dejada en calles por la ciudadanía. Mantener las calles limpias de basura no es responsabilidad exclusiva de nuestras autoridades, es también una responsabilidad de los ciudadanos que habitamos en nuestras ciudades.
Hoy esa ignorancia humana en materia de cuidado de la salud individual y colectiva cobra un precio alto al observar que el alto número de contagiados y muertos por covid-19 se debe al hecho de que un gran número de ciudadanos no acató las indicaciones de las autoridades sanitarias de quedarse en casa, usar cubrebocas y guardar distancia y por haber asistido a fiestas en plena cuarentena.
Junto a la ignorancia y falta de responsabilidad social de buena parte de la ciudadanía, otro factor que aumenta la tragedia en nuestros hogares es la irresponsabilidad de las autoridades al ceder a las presiones para regresar "a la normalidad" pasando del color rojo al color naranja en nuestro Estado, cuando bien sabemos que los contagios están a la orden del día, los hospitales saturados, el personal médico agotado y diezmado por defunciones.
La"reactivación de la economía" exigida por los propietarios de los medios masivos de producción y difusión traerá consigo un aumento del número de contagiados y de fallecidos por covid-19 y en consecuencia un aumento en el dolor y la tragedia que viven hogares mexicanos.
A estas alturas el cuidado de nuestra salud depende de la ciudadanía y debemos tener presente que los hospitales ya no reciben pacientes porque están saturados en su capacidad de servicio. Necesitamos educarnos a nosotros mismos, cambiar actitudes individualistas y de indiferencia social por una auténtica preocupación ciudadana que contribuya a desarrollar comportamientos pertinentes a los tiempos que estamos viviendo.
Sabemos que el covid-19 es como el ronckandroll, es decir, llegó para quedarse y tendremos que asimilar la idea de que todos nos enfermaremos del covid-19 tarde o temprano. Pero también sabemos que los hospitales están saturados de pacientes, su capacidad de servicio está rebasada y el personal médico está exhausto y agotado por las excesivas cargas de trabajo.
El sentido común nos dice que debemos postergar al máximo el momento de contagiarnos y evitar contagios masivos en momentos en los que los hospitales están saturados y sin contar con una vacuna o medicamento efectivo en estos momentos. Sabemos que tarde o temprano nos contagiaremos pero el sentido común nos dice también que mientras mas tardemos en contagiarnos, mas probabilidades tendremos de recibir un medicamento eficaz.
La manera de ayudar a cuidar nuestra salud y de ayudar a las autoridades es a través del autoaislamiento voluntario. Aquellas personas que no tengamos necesidad de salir de nuestras casas debemos evitar salir en estos días para no contribuir al aumento del número de contagiados.
Debemos revalorar nuestro concepto de la vida y considerar la fragilidad de la misma, considerando que en los tiempos actuales la muerte toca a nuestras puertas y las cifras del covid-19 se asocian a rostros de conocidos, familiares o compañeros de trabajo. El tomar consciencia de nuestra condición de seres mortales que perderemos la vida en cualquier momento nos debe ayudar a vivir nuestras vidas de manera más placentera, productiva y satisfactoria, de tal forma que no demos entrada a aburrimiento o depresión alguna.
Esto último es de gran importancia porque está pronosticado que a corto plazo aumentarán los casos de depresión y problemas d esalud mental generadas por un largo tiempo en confinamiento voluntario y por la pérdida de sentido de nuestras vidas al eliminar los rituales que antes le daban sentido (las reuniones familiares por motivo de cumpleaños, quinceañeras, bodas, inclusive velorios, etc.).
Por todos los motivos anteriores se les hace una atenta invitación
a dejar a un lado la ignorancia para utilizar el sentido común y el conocimiento científico de tal forma que podamos cuidar de nuestras vidas en mejores condiciones y todo se resume a quedarnos en casa, aún cuando en los próximos días se levante la restricción de circular en la vía pública, seguir los protocolos de prevención del covid-19: usar cubrebocas si salimos de casa, mantener sana distancia social, evitar saludar de mano o con besos y mantener una higiene constante. Todas aquellas personas que no tengan necesidad de salir se les pide no hacerlo para proteger su salud y la de los demás.
Si asimilamos la idea de que nuestro paso por esta vida es corta y de que la vida, con todos sus altibajos, vale la pena vivirla, podremos darle un sentido a nuestras vidas en base a nuestros intereses, nuestras expectativas y nuestras condiciones de vida. Lo importante en estos momentos es construir una identidad psicológica que incluya nuestra pertenencia a diversos grupos sociales, a nuestra comunidad y considerar que es más lo que nos une que lo que nos separa, es decir, necesitamos construir una identidad comunitaria, teniendo presente que la salud de los demás depende de mi comportamiento individual y que mi salud depende del comportamiento de los demás. Estamos juntos en este barco y lo que se requiere es la construcción de un vínculo de colaboración y en tiempos de tragedia como los actuales necesitamos crear lazos de solidaridad y ayuda mutua.
Desde un principio se dijo que esta pandemia sacará lo mejor o peor de nosotros, de nosotros depende que lo que sobresalga sea lo mejor y no lo peor para disfrutar en sana armonía social lo que nos resta de vida.


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