martes, 28 de abril de 2020


La biblioterapia en tiempos de crisis
Oscar Yescas Domínguez
28 de abril 2,020
Acerca de la palabra crisis
La palabra crisis nos ha acompañado durante varias décadas en los últimos años, la hemos escuchado con gran frecuencia en la radio, en la televisión, leído en los diarios, en revistas y en libros. La hemos utilizado en nuestras conversaciones cotidianas, cuando hablamos de los problemas económicos o financieros, ha sido usada para justificar los aumentos de precios, etc. La palabra crisis proviene del latín κρίσις, que tiene varios significados “sentencia”, “disputa”, “decisión”, crítico, etc.
Desde hace tiempo vivimos en un contexto social en crisis, tan prolongada ha sido esta crisis que nos hemos acostumbrado a vivir con ella. Al menos así me pasó a mí y a muchos de mi generación quienes hemos escuchado que estamos en crisis durante toda nuestra vida. Algunos llegaron a asumirlo como parte “normal” de nuestra vida cotidiana, otros decidimos intentar hacer algo actuando como agentes de cambio social para salir de la crisis y la manera de hacerlo fue participando activamente en diversos movimientos sociales que luchaban . El principal lado de la crisis que hemos conocido ha sido la crisis económica que reflejaba varias circunstancias desfavorables en la economía. Llegó un momento en que la palabra crisis perdió su significado original al limitar su uso a la crisis económica.

Hacia una nueva conceptualización de la crisis
Pero el día de hoy, el concepto de crisis tiene un significado distinto ya que nos provoca una idea de vivir en momentos de transición, donde podemos pasar de un estado determinado a una condición totalmente nueva. La palabra crisis empieza a recuperar su significado y podemos asumirla como una transición necesaria para pasar a un estado diferente y mejor de la condición actual.
Hoy el concepto de crisis nos permite vislumbrar la situación actual como una transición necesaria para poder crecer, el paso necesario para madurar, para poder crecer, para llegar a un estado diferente dando un paso adelante sin experimentar temor porque sabemos que hay algo más allá de la situación de crisis actual ya que ésta es una crisis momentánea, no permanente.
En esa línea de pensamiento adquieren sentido aquellas expresiones de personas que se recuperaron de una crisis, cuando se dice que “tocaron fondo” y eso les ayudó a salir de la crisis, con ayuda psicológica o sin ella, crecieron como personas y dejaron atrás sus adicciones, sus temores, sus fantasmas y superaron su condición de inestabilidad previa para llegar a una condición de mejoría actual en sus vidas personales.
Todas las personas cambian, todos podemos cambiar hábitos, costumbres, valores, comportamientos, etc. Llegar a un estado de crisis puede ser el inicio de un proceso de cambio permanente que nos permita lograr una mejoría y salir de la crisis en la que se estaba encerrado sin aparente salida alguna. En eso consiste el aprendizaje social, en el cambio relativamente permanente de las personas después de atravesar una experiencia de aprendizaje. Esta experiencia de aprendizaje puede ser traumática o placentera, temporal o prolongada.
Todo depende de nuestra actitud y disposición a cambiar parte de nuestro comportamiento o de nuestro entorno social, o del estado de crisis en la que nos encontremos. De ahí la necesidad de retomar el concepto de crisis como algo positivo, algo que puede ser motivo de creatividad, que desde una perspectiva optimista puede generar un cambio, un crecimiento, un renacimiento posterior a un fracaso sentimental, a una conducta autodestructiva o a una desintegración grupal. Estar en crisis no es sinónimo de condena a la destrucción, debemos concebirla como un factor de predisposición que puede favorecer el cambio, todo depende de nosotros, de como nos sentimos, qué deseamos y qué queremos.

La crisis del posmodernismo
La crisis actual que padecemos es multidimensional, tuvo su origen cuando se derrumbó el muro de Berlín y se desintegró la URSS, cambiando la geopolítica a nivel mundial, al expandirse la economía de libre mercado en todo el mundo y el surgimiento de la globalización. Desapareció el mundo que conocíamos como la “guerra fría”, es decir, el conflicto entre Estados Unidos y Rusia que muchas veces nos colocó al borde de una guerra nuclear que destruiría a toda la humanidad.
Lejos de generar paz y tranquilidad, el nuevo mundo que se construía con el predominio de las grandes corporaciones aumentó la desigualdad social al imponer el poder corporativo a los Estados de diferentes naciones políticas neoliberales que tendían a la privatización de los servicios públicos, el debilitamiento de las instituciones estatales y el adelgazamiento del Estado afectando directamente agudizando la crisis económica al afectar el bienestar social y creando una mayor crisis política al provocar la pérdida de soberanía de los Estados y la separación del poder económico del poder político.
Pero llegó un evento que vino a presentarse como un parteaguas a nivel internacional y constituirse como un nuevo cambio de la dinámica internacional. Me refiero a la caída de las torres gemelas en Nueva York,que estremeció al mundo en la primera década del nuevo milenio y el escenario social cambió de nuevo ya que la inseguridad y el temor nos hizo aceptar perder libertad a cambio de tener seguridad de nuestras vidas y resurgió la guerra como forma de resolver conflictos internacionales en plena globalización.
De manera paralela, nuestra vida cotidiana se caracterizó por el predominio de una tendencia hedonista que se manifestaba en un consumo compulsivo en una búsqueda permanente de una buena vida” dentro del contexto de un sistema social que producía en forma masiva y requería de un consumo masivo para mantener el equilibrio social.
Esa inseguridad permanente por vivir en una época caracterizada por grandes cambios sociales que generaban un ambiente de incertidumbre social, permitió el surgimiento de un mecanismo de defensa psicológica que se centró en el aumento al consumo, creando lo que Zygmunt Bauman denominó “Síndrome del Titanic” que se reflejaba en la consigna “Disfrutemos mientras podamos”, gastando dinero que no se tiene para disfrutar de la vida sin pensar en el futuro. Aquí y ahora mirando hacia atrás podemos comprender que ese comportamiento era un intento de sofocar la ansiedad que surgía por ser testigos del desmoronamiento de toda la certeza que teníamos del presente y de la incertidumbre que rodeaba nuestro futuro.
Pero ese ritmo de producción masiva y consumo masiva nos estaba llevando a la destrucción de nuestro medio ambiente y de nuestras propias vidas al consumir productos industrializados que dañaban nuestra salud. Surgió entonces un nuevo tipo de crisis, la crisis ecológica ya que la explotación irracional de recursos naturales estaba provocando un calentamiento global y el cambio climático.
Desde una perspectiva sistémica podemos ver que todas las crisis están ligadas entre sí, que son la expresión particular de una crisis total, la crisis del sistema social en el que estamos viviendo.
La dinámica social que nos tocó vivir consistió en que después de una crisis surge otra nueva crisis, de la crisis económica pasamos a la crisis financiera, luego entramos en la crisis política, posteriormente enfrentamos la crisis ecológica por el calentamiento global y todo esto en su conjunto nos condujo de manera inevitable al surgimiento de una crisis psicológica que afecta a millones de personas, creando comportamientos autodestructivos masivos tales como diferentes tipos de adicciones (drogas, alcohol, ludopatía, sexo desenfrenado, videojuegos, etc.), incapacidad para relacionarse sentimentalmente, tendencia al aislamiento y soledad, generando comportamientos patológicos en algunas personas que en algunos casos extremos se llegó al suicidio o a conductas violentas y los profesionales de la salud y también de las ciencias sociales contribuyeron al engaño de interpretar y diagnosticar tales conductas como crisis psicológicas individuales sin contemplar el marco social de la crisis que padecemos que es la fuente principal de todos nuestros males.

La sociopatología de la normalidad
En el 2,014 publiqué un artículo con el título “Sociopatología de la sociedad contemporánea” en el que afirmaba que nos encontrábamos dentro del contexto de una sociopatología porque la crisis social, económica y política que vivíamos en ese año en pleno aumento de la corrupción e impunidad que caracterizó el sexenio de Enrique Peña Nieto en México, planteaba la necesidad de aumentar la participación social de los integrantes de esa sociedad para realizar un cambio social que condujera a otro tipo de sistema social en el cual desapareciera la injusticia social, la corrupción y la desigualdad social.
Del 2,014 en adelante la crisis social que vivíamos en México se intensificó en la medida que aumentaba la corrupción e impunidad de nuestros gobernantes y políticos que cometían injusticias tras injusticia con la garantía de tener controlados a través de la corrupción a los responsables de impartir justicia en nuestro país.
Era en verdad frustrante ver que a pesar de que aumentaba la impunidad ante los actos de corrupción, una buena parte de la población mexicana seguía con su vida cotidiana aceptando vivir en condiciones de austeridad y pobreza mientras que la clase política se enriquecía con el robo de las finanzas públicas y el desmantelamiento de las instituciones estatales.
Mientras la desigualdad social crecía en el ámbito internacional debido a la implementación de políticas neoliberales y la presión de las empresas transnacionales y organismos financieros internacionales para que en los Estados soberanos se modificaran las constituciones de forma tal que se eliminaran derechos laborales y prestaciones sociales, buena parte de la población mantenía un comportamiento de adaptación y conformidad con la violación de sus derechos, el empobrecimiento progresivo de sus vidas y el deterioro de su calidad de vida. https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/07/psicologia-obediencia-y-cambio-social.html

El arribo de la esperanza al poder en México
Pero afortunadamente en México se hizo realidad aquel dicho de que “no hay mal que dure más de 100 años” y llegamos a un punto en el cual el hartazgo social motivó a que millones de mexicanos actuando juntos cambiáramos la historia de nuestro país, al votar unánimemente y en forma masiva por la fórmula electoral que en esos momentos representaba la esperanza del cambio, representado por Andres Manuel López Obrador.
Logramos el cambio de poder político por la vía electoral y afortunadamente el actual Gobierno mexicano ha estado respondiendo a las expectativas populares con la implementación de políticas públicas que favorecen a las mayorías populares. Muchos cambios tuvieron lugar en los 18 meses de gobierno que lleva López Obrador en el poder.
Pero aún así nuestra sociedad seguía inmersa en la crisis general del sistema capitalista provocando un incremento en la desigualdad social generando problemas locales que requieren soluciones globales. No fue suficiente el cambio de poder político para cambiar el mundo, ya que vivimos en el contexto de la globalización y estamos en la era del divorcio entre el poder y la política.
A pesar del cambio de poder político en México seguimos viviendo en el contexto de la globalización acentuando una sociopatología de la normalidad orientada al consumo masivo y apoyada en una acriticidad de la vida cotidiana. Fingíamos no ver la desigualdad social, los mendigos que encontrábamos a nuestro paso en las calles eran invisibles a nuestras ojos.
Actuábamos como ciegos pretendiendo no ver lo evidente, aquello que estaba frente a nuestras narices, una enorme desigualdad social y estábamos obsesionados por un consumo compulsivo e irracional que nos empujaba a comprar lo que no necesitábamos, sólo para demostrar a los demás que éramos diferentes a ellos, superiores económicamente a la mayoría y que podíamos darnos una “buena vida”.
A la crisis social se suma la crisis sanitaria
Pero de repente el mundo entero cambió de nuevo, la globalización nos acercó tanto que llegamos al punto en el cual lo que pasaba en el otro lado del mundo llegó a afectarnos en nuestro entorno inmediato. Una indiscutible prueba de esta interinfluencia y de la progresiva pequeñez del mundo contemporáneo es la pandemia del corona virus.
Vivíamos en un Estado de crisis como magistralmente lo demuestra Zygmunt Bauman en su excelente libro que lleva ese nombre. Pero la crisis que vivíamos antes no se compara a la que estamos viviendo hoy en día. De un día para otro nos dimos cuenta de que no existe separación entre los habitantes de la tierra, de que todos somos seres humanos y que tratándose de salud, no hay discriminación alguna.
El covid-19 demostró que por más que se cierren fronteras y se construyan muros de contención, la raza humana en su conjunto comparte el mismo mundo y hoy el mundo entero está sufriendo la pandemia más grande de todas las pandemias, parafraseando una triste frase, estamos ante “la madre de todas las pandemias” que no hace distinción alguna.
No se ha descubierto cura alguna hasta el momento , el número de contagiados se acerca a los tres millones de casos y el de fallecimientos por el covid rebasa los 200 mil casos y las cifras siguen aumentando.
La única forma de evitar la expansión de este virus es el aislamiento social, evitar la interacción con otras personas, encerrarnos en nuestras casas, esperar que pase el pico de crecimiento en el contagio de personas y que se descubra una vacuna efectiva para su cura.
De esta manera, de un día para otro nos vimos en la necesidad de permanecer en la privacidad de nuestros hogares, evitando salir para no exponernos a un contagio innecesario. El encierro forzado es parte de la crisis sanitaria que vino a complicar la enorme crisis social y política que veníamos padeciendo desde hace tiempo. El elemento más insoportable de esta crisis para la mayoría es el impedimento de salir de nuestras casas ya que hoy en día millones de personas se encuentran en aislamiento social.
Estar en aislamiento social es uno de los mayores castigos que puede recibir el ser humano, tan sólo recordemos que en las cárceles el mayor castigo que puede recibir un prisionero que rompe las reglas es padecer un aislamiento total por un período determinado. La libertad de movimiento es algo que teníamos y no apreciábamos cuando estaba a nuestro alcance porque nunca llegamos a pensar que estaríamos aislados en las paredes de nuestra casa. Jamás pensamos que nuestro hogar sería un sustituto de una prisión.
Con el encierro forzoso surge un nuevo tipo de crisis, la crisis psicológica, que cada persona la vive de diferente manera. En el campo de la Psicología social se han hecho múltiples experimentos que revelan que el hacinamiento produce reacciones de agresividad y violencia. De igual forma la soledad prolongada y la incomunicación genera depresión.
En los grupos familiares en donde no hay armonía e integración familiar, estar encerrado puede ser muy estresante e inclusive peligroso. La imposibilidad de salir puede generar frustración y un alto nivel de estrés que serían las condiciones ideales para que los conflictos latentes o no resueltos resurjan al interior de la familia. Como psicólogo, parto de la premisa de que la mayoría de los problemas al interior de las relaciones interpersonales se deben a fallas en la comunicación y la forma de resolverlos es con una mejora en la comunicación.
Desafortunadamente el desarrollo tecnológico ha propiciado una incomunicación entre nosotros, las nuevas generaciones se han habituado a utilizar el teléfono celular para “estar conectado” a través de redes sociales con otras personas. Invierten buena parte de su tiempo a estar interactuando de manera virtual con otras personas y llegan al extremo de desarrollar una “nomofobia” que es un miedo irracional a estar desconectado.
Lo ideal sería que las personas que comparten un mismo techo y no pueden salir, aprovecharan estas condiciones de encierro para hablar entre sí, mejorar su comunicación, conocerse mejor y aceptarse mutuamente. La comunicación podría servir para resolver problemas no resueltos que existieran entre ellos o a mejorar su integración y soportar en mejores condiciones el encierro.
También es necesario reconocer que en condiciones de encierro el uso de redes sociales, internet y teléfonos celulares permite mantenerse conectado con otras personas. Debemos reconocer que en la sociedad moderna existen muchos tipos de familia, no todos pertenecen a una familia nuclear en la que están presentes padres e hijos.
Existe un gran número de familias monoparentales y personas que viven solas, a quienes el encierro puede ser sofocante y generador de gran angustia. Sobre todo aquellos que están alejados de sus familiares o que se encuentran lejos de su país viviendo el encierro en condiciones de soledad. Digo esto último porque recientemente recibí este mensaje:
muy buena tarde profesor, agradezco como siempre la amable atención que tiene al enviar estos blogs, los leo y reflexiono me gustan son para mi de interés y aprendizaje, no crea es grosería no falta de interés que no responda a lo que usted me ha mandado, no me pregunta verdad?...pero le comparto me quede en Chicago atorada pues aquí puse mi negocio y llegó esto y tomo de sorpresa a todo el mundo.
No pude regresar porque a México teníamos que llenar aplicaciones y esperar indicaciones y esperar el apoyo del gobierno para mis compañeros de trabajo, y después ya no te dejaron salir, he perdido amigos por este virus aquí y créame es de mucha reflexión ver todo esto que esta pasando, cuando leo sus blogs es de noche, pero quiero sepa que son de apoyo, no se como es que fuimos amigos en esta red social, cuando cambie mi fb a usted le mande solicitud pues lo que usted ha compartido siempre es de mucho interés. Soy una maestra jubilada, por incapacidad pues sufrí el cáncer mas de una vez soy madre sola y tuve esta grande oportunidad de salir de mi país y abrirme paso aquí en el extranjero. Empecé en Arizona y poco a poco he brincado como todos porque tengo a mis dos hijos que estudian y mis viejitos, le explico todo esto porque es que me gusta conservar su amistad a distancia siempre se aprende y eso me gusta a mi”
Las benditas redes sociales nos permiten estar en contacto virtual con otras personas y no sentirnos solos. El llamado de las autoridades a permanecer en casa ha sido atendido por un porcentaje alto de la población que decidió colaborar con las autoridades para resguardar su seguridad personal. Sin embargo, un buen porcentaje de la población mexicana sigue saliendo de sus casas por diversos motivos, uno de ellos es por la desigualdad social vigente ya que no todos viven en las mismas condiciones, hay personas que no tienen casa y otras que no tienen comida y se ven forzados a salir para comer.
Pero de las personas que permanecen en casa, el prolongamiento del encierro empieza a tener efectos en su salud psicológica, creando un estado de estrés permanente, ansiedad e inclusive angustia. Estamos frente a un nuevo Estado de crisis que afecta a las personas más vulnerables. Se ha dicho que la pandemia está sacando lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. Debemos hacer lo necesario para que lo que salga de nosotros sea lo mejor y parte de ello sea nuestra actitud de ayudar a quien sufre.
¿Cómo podemos ayudar a otros si estamos encerrados? Un primer paso sería ayudarnos a nosotros mismos, de la misma manera que las azafatas de los aviones antes de iniciar el vuelo dan instrucciones de que en caso de alguna falla del avión, primero nos pongamos la mascarilla nosotros para estar en condiciones de ayudar a los demás, nosotros debemos ayudarnos a nosotros mismos primero.
Estando en condiciones de encierro tenemos una alternativa a nuestro alcance, el apoyo de los libros, la lectura como terapia, los libros como alternativa de superación en tiempos de crisis.

La biblioterapia como alternativa a la crisis del encierro forzado
A lo largo de la historia se han documentado testimonios de cómo la lectura en tiempos de crisis permite no sólo sobrellevarla, sino también tolerarla en mejores condiciones ya que la palabra escrita ha permitido reconstruir la vida de personas en desgracia.
La lectura de la palabra escrita permitió sobrevivir a miles de personas que se encontraban encerradas en prisiones de dictaduras militares en Argentina, Chile, Uruguay, etc. En condiciones de encierro total hombres y mujeres redescubrieron la importancia vital de los libros. Inclusive, tan importante ha sido la lectura que aún cuando se está preso y no hay nada para leer, el recuerdo de lo que se leyó evitaron que muchos presos políticos se suicidaran o cayeran en la locura.
La biblioterapia también funciona en la reconstrucción de uno mismo después de atravesar una decepción amorosa, después de atravesar por el duelo de un ser querido, después de haber perdido a un hijo (a) o sufrir una enfermedad seria, la lectura en contextos de crisis ha jugado un papel importante.
Por eso se afirma que la lectura juega un papel terapéutico, no se trata de alabar el hábito de la lectura por el simple placer, hablo de la lectura en tiempos de crisis que nos permite no sólo soportar la crisis, sino que también nos ayuda a reencontrarnos a nosotros mismos y a conectarnos con los demás.
Hoy en día vivimos una prolongada crisis sanitaria que nos obliga a permanecer en condiciones de confinamiento. Una crisis para la que no estábamos preparados, que nos genera ansiedad, miedo, angustia y desesperación. En pocas palabras vivimos tiempos de crisis en un aislamiento social que reactiva el miedo al abandono, que afecta nuestra autoestima que abre viejas heridas y que hace que nuestra vida actual pierda sentido.
Pero es una crisis de la que podemos resurgir fortalecidos. Toda crisis genera fuerzas de destrucción y fuerzas de creación. En términos populares podría decirse que de algo malo puede surgir algo bueno y una alternativa viable al alcance de todos en estos tiempos de crisis es lo que se ha definido como “biblioterapia”.
La biblioterapia surgió en contextos hospitalarios y consiste en la utilización de materiales de lectura seleccionados como coadyuvantes terapéuticos para los cuidados médicos y psiquiátricos utilizando la lectura individual y la discusión grupal. Pero la biblioterapia no debe limitarse al ámbito hospitalario, ya que puede ser aplicable en otros contextos como por ejemplo, la actual crisis sanitaria que tiene en aislamiento social a millones de personas en el mundo entero. No es exagerado afirmar que el mundo entero es un espacio en crisis.
Los hospitales del mundo entero están siendo rebasados en demanda de servicios por pacientes contagiados por el covid que hoy en día se acerca el número de afectados a nivel mundial a los 3,000,000.
Pero los efectos de la pandemia del covid no se limitan a los pacientes infectados por el virus y a los fallecidos, también debemos contar todas aquellas personas que en un número mayor viven la crisis sanitaria con una crisis psicológica individual y grupal.
Nuestro mundo está cambiando y nosotros debemos cambiar también. Debemos considerar que cuando todo se derrumba, caen todas aquellas creencias rígidas o comportamiento estereotipados, pero al mismo tiempo que caen podemos vislumbrar otras formas de comportamientos, construir nuevas formas de relacionarse.
El año pasado estuve en Estados Unidos y deambulando por un pueblito de Wisconsin encontré una librería, ingresé a su interior y me encontré una frase pintada encima de una pared “A room without books is like a body without a soul” (Un cuarto sin libros es como un cuerpo sin alma). Una gran verdad para mí.
No quiero regresar a esa normalidad insana que consiste en vivir para trabajar, consumir, endeudarse y trabajar más! El mundo nuevo que resurja después del covid tiene que ser diferente y no acepto que prioricen la economía por encima de la vida. La economía tiene un precio, debemos demostrar que reaprendimos que la vida no tiene precio. No aceptemos salir de casa para salvar la economía!
Permanezcamos en casa hasta que realmente sea seguro salir y que el encierro haya servido no sólo para resguardarnos del coronavirus, sino que haya sido la oportunidad para lograr elevar nuestra autoestima, este proceso de elevar nuestra autoestima será en verdad un acto revolucionario que nos permitirá actuar como agentes de cambio social, para cambiar la realidad donde reina la desigualdad social por otra sociedad mejor.
El ingrediente secreto de la paz interior que pregonaba el Kung Fu Panda, no está fuera de nosotros, es el autoconocimiento que nos proporcional la paz interior y ese autoconocimiento lo logramos a través de la lectura de los libros
La biblioterapia está al alcance de todos y los beneficios de la misma son múltiples, los libros nos han dado tanto a los amantes de la lectura que hemos desarrollado un amor por los libros, si tenemos un sentimiento de amor hacia los libros, no es descabellado pensar que los libros también sienten y lleguemos al punto de pensar que un libro que se mueve, que es movido de su lugar para ser leído, es un libro feliz, en cambio, un libro que no se mueve es un libro infeliz. Hagamos felices a los libros que tenemos en casa¡ Si no tienes libros, utiliza internet seleccionando buenos libros¡
1.- Bauman, Zygmunt: Estado de crisis. Editorial Paidós, México, 2,016

2.- Petit, Michelele: El arte de la lectura en tiempo de crisis. Ed. Océano Travesía, Barcelona, 2,009

3.- Yescas, Oscar. La esperanza en el poder en México
02 diciembre 2,018

4.- Yescas, Oscar: Covid-19, desigualdad y cambio social. 25 marzo 2,020
5. Yescas, Oscar: Sana distancia y quédate en casa
21 de marzo 2,020
6.- Yescas, Oscar: Impacto psicosocial de los medios masivos de difusión y redes sociales. 31 ocubre 2,013

7.- Yescas, Oscar: Sociopatología de la sociedad contemporánea. 2,014.

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