viernes, 9 de noviembre de 2018


A 29 años de la caída del muro de Berlín
Oscar Yescas Domínguez

       En la década de los setentas se iniciaron una serie de movimientos colectivos que lucharon contra el autoritarismo y la antidemocracia que prevalecía en la sociedad de aquellos tiempos. La juventud de aquellos tiempos rechazaba el futuro que se les estaba imponiendo como engranajes de un sistema social que se perfilaba como la sociedad de consumo que tenemos en nuestros días. En esencia, rechazaban el autoritarismo como forma de gobierno y estilo de vida y reclamaban su participación en la toma de decisiones relevantes en su dinámica social.
Estos movimientos sociales tuvieron una expresión internacional ya que se manifestaron en varios países: Francia, estados Unidos, México, Checoslovaquia, etc. La cúspide de estos movimientos de liberación se vivió en Alemania cuando el 9 de noviembre de 1989 (hoy hace 29 años) se derrumba el muro de Berlín y con él cae estrepitosamente la cohesión mantenida por la fuerza de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con lo cual da inicio una nueva era en la historia de la humanidad al desaparecer formalmente la guerra fría sostenida entre Estados Unidos y Rusia reconocidos representantes del sistema capitalista y el socialista.
Con la caída del muro de Berlín se inició la desintegración de la URSS al reclamar las poblaciones de los países integrantes de la misma su independencia y autonomía en su forma de vida, produciéndose así la desaparición del llamado “bloque soviético”.
Este hecho fue interpretado por muchos como el triunfo del capitalismo sobre el socialismo, percepción que fue reforzada por la expansión del modelo de libre mercado por la mayor parte del mundo, incluidos aquellos países en los que antes imperaba el socialismo.
Al margen de que sea discutible esta apreciación porque en última instancia podría cuestionarse el tipo de socialismo imperante en la Unión soviética en aquel entonces, un socialismo burocratizado en el que surgió una casta que centralizó el poder representada por los miembros del partido comunista  que gozaban de privilegios que el resto de la población no disfrutaba y dentro del cual se ejercía un control autoritario reprimiendo cualquier tipo de disidencia en contra del “socialismo” o del partido”.
Posteriormente a estos cambios políticos de gran relevancia en la vida internacional, tuvieron lugar otro tipo de cambios, en este caso económicos cuando surge el fenómeno conocido  como globalización que en un principio fue definido como “la apertura de las fronteras para el libre tránsito de las mercancías” que dio lugar al surgimiento de una nueva guerra, si bien desapareció la “guerra fría” entre el Este y el Oeste, ahora surge la “Guerra comercial” en la cual el pez más grande se come al pez más chico.
Con la globalización ya no hubo necesidad de importar productos extranjeros porque ahora las grandes cadenas comerciales, las compañías transnacionales se instalaron en nuestros países y establecieron una competencia con las organizaciones comerciales de nuestros países latinoamericanos.
Una competencia realmente desleal porque la que las grandes compañías tenían más capital, mejor tecnología y personal más capacitado compitiendo con las empresas latinoamericanas que por lo regular son empresas pequeñas (inclusive microempresas familiares), sin muchos recursos para invertir y sin personal capacitado.
La situación se complicó porque los gobiernos latinoamericanos con la meta de “atraer inversiones y fuentes de trabajo a sus países”, dieron grandes estímulos a las grandes compañías que consistían en regalarles grandes extensiones de terreno para su establecimiento, pavimentarles vías de acceso, proporcionarles agua sin costo alguno y sobre todo exención de impuestos.
El resultado de esta competencia desleal ha sido la desaparición de miles de organizaciones mexicanas, con el consecuente desempleo y ruina de sus propietarios, mientras que  las grandes corporaciones
comerciales se posicionaron dominando el mercado con lo cual crearon las condiciones para obtener el control político de los países en que se encuentran asentados influyendo en las políticas gubernamentales para lograr modificaciones en las constituciones de los países “invadidos comercialmente” para promover la privatización de servicios que antes eran proporcionados gratuitamente por el Estado, aumentar el número de ganancias económicas en virtud de que el “mercado” estaba aumentando, al mismo tiempo que se imponen topes salariales para continuar con la explotación laboral.
       En este punto es pertinente definir el concepto de “mercado”, desde una perspectiva mercadológica, el mercado podría definirse como “el conjunto de personas que comparte deseos,  necesidades y expectativas que desea satisfacer y que cuenta con la capacidad económica para comprar el producto o servicio que satisfará ese deseo, necesidad o expectativa”.
       Es aquí donde radica el origen de los muchos problemas sociales que hoy enfrentamos. Al abandonar el Estado su función y responsabilidad de velar y proporcionar el bienestar social de la población, permitiendo  la mutilación de derechos laborales y sociales para asumir una función de guardián de los “intereses del mercado”, en realidad lo que está haciendo es doblegarse a las presiones de las grandes corporaciones que le exigen crear las condiciones para aumentar sus ganancias económicas a través de la explotación de la población y el saqueo de los recursos naturales de nuestros países latinoamericanos. Estamos en lo que se ha dado en denominar “la era del Dios Mercado”.
       Una era en la que los medios masivos de difusión realizan una labor de manipulación y enajenación constante para promover el consumo de productos y servicios que ofrecen las grandes transnacionales, haciendo ver que la felicidad está en el consumo de tales o cuales productos. Mientras tanto enajenan a la población haciendo creer que la realidad actual es "normal", que es normal que haya ricos y pobres y que miles mueran de hambre mientras otros fallecen de obesidad y excesos de alimentos. Los gobiernos, con contadas excepciones apoyan a las transnacionales mientras explotan a su población.
Vivimos en un sistema social que fomenta el consumo como forma de vida, a través del cual adquirimos una identidad y un sentimiento de pertenencia. La trilogía ideología, medios masivos y mercadotecnia nos producen un estado de enajenación social en donde los valores humanos dejan de tener importancia para ceder su lugar a la búsqueda del dinero como finalidad principal y clave del éxito para obtener la felicidad.
La realidad es que al despojar de servicios de salud, educación, esparcimiento, empleo, etc., el Estado traiciona la misión para la que fue creado ya que al reducir la calidad de vida de la población en la empuja a vivir en condiciones de pobreza y miseria, por lo que ya no logra formar parte del mercado, en virtud de que no tiene la capacidad económica para comprar los productos y servicios que se ofrecen en nuestra sociedad de consumo.
       Con ello se convierten en lo que Zygmunt Bauman denomina “consumidores defectuosos”, es decir, aquella masa de la población que no puede consumir porque no tiene capacidad adquisitiva por estar desempleada, recibir bajos sueldos o empleos temporales, lo que le impide integrarse a la dinámica de producción y consumo del sistema capitalista en el que vivimos.
       La tendencia gubernamental a privilegiar intereses de las grandes corporaciones comerciales y descuidar la atención a las grandes necesidades sociales en el marco de una enorme corrupción, es el contexto social que da lugar al agudizamiento de los grandes problemas sociales que padecemos: crecimiento de la pobreza, agudización de la desigualdad social, incremento de la violencia y de la inseguridad pública.
       Vivimos un momento histórico caracterizado por la existencia de una enorme desigualdad social nunca antes vista, que produce un sufrimiento colectivo en millones de personas que sobreviven en condiciones de miseria y pobreza mientras que un reducido porcentaje de individuos se queda con el mayor porcentaje de la riqueza socialmente producida. Todo con el aval de las autoridades de gobierno.
       Este es el contexto en el que nos encontramos a 29 años de la caída del muro de Berlín y del tan pregonado triunfo del capitalismo sobre el socialismo. ¿Realmente el capitalismo es la fase superior de organización de la humanidad? A pesar de que vivimos en plena desigualdad social, siendo testigos del empobrecimiento paulatino de millones de personas y del crecimiento desmesurado de la pobreza social, la mayoría de las personas tiende a pensar que “no hay lugar para otra forma de sistema social diferente al capitalismo”.
       Por increíble que parezca, la mayoría de las personas tienden a aceptar como destino inevitable la autodestrucción de la humanidad por el ritmo masivo de la producción y por el consumo masivo que se estimula alrededor de ésta, acabando con nuestros recursos naturales y contaminando ríos, mares y lagunas con nuestros desechos de materiales imperecederos.
       En sus mentes no hay espacio para la idea de otro mundo con otro sistema de organización social más equitativo socialmente, menos destructivo de nuestros recursos naturales, menos contaminante del medio ambiente. No cabe duda que el consumo siempre existirá pero sí podremos lograr reducir su crecimiento y hacerlo más sostenible. En el sistema capitalista se produce para vender, no para satisfacer necesidades sociales. Las predicciones de muchos expertos coinciden en que si seguimos con esa lógica de producción masiva y consumo masivo, el mundo colapsará dentro de 30 años.
       No sé si estaré vivo para entonces, pero sí deseo contribuir con mi aportación para lograr una concientización acerca de que el capitalismo nos lleva a un proceso de involución en el que en las condiciones actuales, en lugar de estar disfrutando los avances de la ciencia y la tecnología, millones de personas no ven satisfechas sus necesidades básicas y se limitan a sobrevivir en condiciones de pobreza y miseria. Precisamente por eso se le llama “capitalismo salvaje”
       Creo que otro mundo es posible y necesitamos reconocer que el capitalismo  es un fracaso social que no contribuye al bienestar social porque beneficia a unos cuantos y perjudica a millones. Hoy a 29 años de la caída del muro de Berlín, la mejor manera de conmemorarlo es haciendo una reflexión acerca de la realidad capitalista en la que nos encontramos para definir si seguimos en este rumbo a la barbarie o nos decidimos a construir otro sistema social con mayor beneficio social

En defensa de la universidad pública y de una educacion emancipadora
Introducción a la psicología de las organizaciones
El Dios Mercado: la religión del siglo XXI
Psicología ideología y cambio social
Psicología, consumo y alienación
La inexorable evanescencia de nuestras vidas en el capitalismo


1 comentario:

  1. sonoraluz@hotmail.com
    Triste realidad, los grandes capitalistas como como defensores de un sistema que les beneficia han sabido utilizar armas para introducirnos una ideología de tal manera que ni nos damos cuenta del daño que nos causamos en lo general, espero que las nuevas generaciones reaccionen y sepan luchar por un nuevo sistema económico en el cual se apoye realmente el bienestar de la sociedad y no sigamos trabajando en lo individual, egoistamente, saludos maestro, muy buen artículo

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