jueves, 1 de noviembre de 2018


Gracias a la vida
Oscar Yescas Domínguez

El otro día al llegar a mi clase a las siete de la mañana con uno de mis grupos de alumnos de Psicología de la Universidad de Sonora pude observar su lenguaje corporal y detectar  algunas señales de indiferencia y fatiga, por lo que  decidí iniciar mi clase con la petición a cada uno de ellos que describieran algo extraordinario que les haya acontecido ese día.
Para esto debo decir que acostumbro usar la posición de círculo con mis alumnos de tal forma que pueda observar sus expresiones faciales y todos aquellos mensajes que engloban la comunicación no verbal, retomando y aplicando los estudios de Psicología social que indican que en esta posición todos los integrantes del grupo se sienten tomados en cuenta y tienen oportunidad de interactuar, al mismo tiempo que la figura de autoridad disminuye y se ubica en el mismo nivel que la de los alumnos.
En esta ocasión todos los integrantes de este grupo (un grupo de 20 alumnos, pequeño en realidad porque el máximo es de 40 integrantes por grupo, pero con ese número ya que imparto materias en los últimos semestres), respondieron que nada extraordinario había acontecido.
Al escuchar sus respuestas les respondí a mi vez que lo realmente extraordinario que nos acontece cada día es que despertamos y nos damos cuenta que podemos ver al abrir nuestros ojos, porque nuestro sentido de la vista está intacto.
Nos levantamos de nuestras camas y percibir que podemos caminar con nuestras piernas y mover los brazos sin dificultad alguna, porque nuestras extremidades funcionan normalmente.
De igual forma nos damos cuenta de que podemos respirar normalmente porque nuestros pulmones y corazón funcionan normalmente, al mismo tiempo que podemos recordar lo acontecido el día anterior sin dificultad alguna ya que nuestra memoria y cerebro funcionan normalmente.
Al consumir nuestros alimentos podemos aspirar el olor que emana de los mismos porque nuestro sentido del olfato funciona a la perfección, y también podemos degustar nuestros saboreando y disfrutando cada uno de ellos porque nuestro sentido del gusto funciona normalmente.
En suma, les dije que lo extraordinario que acontece cada día es que despertamos con vida y eso es lo más extraordinario que nos puede pasar. Igualmente despertamos cada día  con buena salud y con ausencia de enfermedades, algo que algunas personas no pueden hacer porque tienen problemas en su salud ya que padecen enfermedades diversas y su bienestar depende del hecho de estar tomando medicamentos y citas periódicas con médicos.
Mientras que la gran mayoría tenemos el privilegio de disfrutar de una buena salud, pero no nos percatamos de lo afortunados que somos al estar sanos y debido a esta inconsciencia en lo que menos pensamos es en cuidar nuestra salud, solo llegamos a pensar en nuestra salud cuando tenemos problemas con ella y experimentamos algún malestar o padecemos alguna enfermedad. No tenemos una cultura que incluya el cuidado de nuestra salud.
La lección que quería dar a mis alumnos es que la mayoría de las veces no valoramos lo que tenemos, por ejemplo no valoramos que tenemos buena salud e incurrimos en excesos desvelándonos innecesariamente, consumiendo alimentos o bebidas que dañan nuestra salud o llevando un ritmo de vida  con malos hábitos para nuestra salud sin ponernos a pensar que en un futuro no muy lejano nuestro cuerpo cobrará las facturas de nuestro descuido personal.
El contexto de nuestra sociedad de consumo nos incita a consumir alimentos o productos que son nocivos para nuestra salud, fomenta en nosotros hábitos que contribuyen a perjudicar a corto o mediano plazo nuestra salud física o psicológica.
Vivimos en un universo consumista que promueve un exagerado impulso al consumo desmedido en nuestras vida cotidiana, incitándonos a abandonar la tranquilidad del Carpe diem, es decir, una incitación a vivir el presente en forma intensa sin pensar en el futuro.
Esta tendencia al hedonismo y su exhortación a vivir sólo el “aquí y ahora”, sin pensar en el “allá y entonces” no nos permite valorar el tiempo que tenemos disponible para utilizarlo en un sentido productivo y de enriquecimiento personal, de tal forma que por lo común lo desperdiciamos en actividades improductivas y enajenantes a nombre de que son parte de nuestro derecho al esparcimiento y diversión.
Lo más lamentable es que no valoramos a nuestros seres queridos que se encuentran con vida ya que tenemos la idea de que siempre estarán ahí. No pensamos en ningún momento en que somos seres mortales que estamos de paso en esta vida, que tuvo un inicio y que de manera inexorable tendrá un final en algún momento.
En suma, no apreciamos realmente estar con vida y en un entorno social en el que existen diferentes ámbitos d convivencia social. No nos percatamos de nuestra naturaleza como seres sociales y que somos lo que somos gracias a otras personas. No nos damos cuenta de que pertenecemos simultáneamente a diferentes grupos sociales y que en cada grupo social hay diferentes figuras significativas que contribuyen a formar nuestra personalidad psicosocial, concepto que podemos definir como la individualidad de toda persona que le permite tener una diferente forma de pensar, sentir y actuar que nos hace diferentes a los demás y que ese carácter de ser únicos ha sido el resultado de nuestra interacción con diferentes figuras significativas en los distintos grupos a los que pertenecemos o hemos pertenecido.
Al no tener presente nuestro paso por esta vida, nuestro esencia de seres mortales y no interactuar con el tiempo suficiente con nuestras figuras significativas, (que para esto, debemos tener también presente que si algunas personas son realmente significativas para nosotros, también nosotros somos significativos para otras personas), suele suceder que cuando alguien cercano  o significativo fallece experimentamos un gran dolor que en buena parte es motivado por los remordimientos y sentimientos de culpa que sentimos por no  haber pasado más tiempo en compañía de quienes fallecen.
Todo el año seguimos con nuestros hábitos nocivos para la salud y con nuestros comportamientos hedonistas e individualistas que nos impiden pensar en que la vida tiene su parte contraria que es la muerte, pero solo pensamos en la muerte en el día de muertos.
Por todas las consideraciones anteriores debemos despertar cada día con una actitud positiva y constructiva hacia la vida y debemos tener presente que somos seres sociales y que la vida se da en diferentes contextos de convivencia social en el que se encuentran varia figuras significativas y al mismo tiempo, que somos significativos para otras personas.
Demos gracias por estar con vida y haber llegado a la edad que tenemos. Debemos cambiar nuestros hábitos cotidianos de alimentación, de esparcimientos, diversión y de interacción social.
La toma de consciencia de que vivimos una vida que tendrá su final en cualquier momento (porque los accidentes pasan en forma inesperada y estos pueden ser fatales), debe hacernos madurar de tal forma que dediquemos nuestras energías, tiempo y recursos disponibles para lograr nuestras metas, cumplir con las expectativas que los demás tienen sobre nosotros y sobre todo ser más productivos de tal forma que podamos contribuir a la construcción de una sociedad más justa, democrática e igualitaria en la que prevalezca el bienestar social y el desarrollo personal y colectivo de quienes integramos esta sociedad.
Toda persona es realmente significativa, todos y cada uno de nosotros podemos contribuir al cambio social y actuar como agentes de cambio social, pero primeramente debemos implementar cambios en nuestro entorno individual y generar una revolución de nuestras consciencias.
La vida tiene altibajos, contiene alegrías pero también tristezas, decepciones y satisfacciones, amores y desamores. Nosotros somos arquitectos de nuestros destinos, las decisiones que tomamos contribuyen a enriquecer o disminuir la calidad de nuestras vidas.
Vivamos nuestras vidas en forma intensa, tal y como la hacen los niños que viven el aquí y el ahora, pero no perdamos de vista que con nuestro comportamiento cotidiano estamos construyendo nuestro futuro. La vida vale la pena vivirla, demos gracias a la vida por haber llegado al punto en que nos encontramos y doy gracias a quien llegó en su lectura hasta este punto.

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