lunes, 16 de septiembre de 2024

 

Pensamientos sobre la sociopatología contemporánea

Oscar Yescas Domínguez

16 de septiembre de 2024




Introducción

Todos tenemos un baúl mental que funciona como una especie de almacenamiento de recuerdos de vivencias significativas, ya sea placenteras o dolorosas, que guardamos en algún nicho de nuestra memoria que funciona como si fuera un libro donde se almacenan varias historias de nuestras vidas. Algunos recuerdos están asociados a vivencias de aprendizaje en momentos específicos de la línea de tiempo de nuestras vidas, quizá representen momentos efímeros, pero quedaron guardados porque nos provocaron intensos sentimientos y emociones.

En la medida que crecemos y envejecemos el número de recuerdos acumulados va aumentando, por lo que una inmensa mayoría de ellos pasan a ocultarse en nuestro subconciente y llegamos a olvidar su existencia, pero sólo basta que surja un estímulo asociado a estos recuerdos para que afloren a la superficie y recordemos nuevamente esas vivencias de manera parcial o total. Ejerciendo mi libertad de pensamiento, quisiera narrar uno de los recuerdos que han aflorado en mi memoria al momento de pensar en la forma de iniciar este artículo en el cual abordo el estudio de la realidad social que estamos viviendo en este momento histórico en particular.

Durante 33 años ocupé una plaza de maestro de tiempo completo en la Universidad de Sonora en México y parte de mi carga académica como profesor-investigador fue el diseño y conducción de seminarios de Psicología social para realizar intervenciones psicológicas en grupos, organizaciones y comunidades, estos seminarios estaban dirigidos a estudiantes que cursaban el séptimo, octavo y noveno semestre de la carrera de Psicología de la Universidad de Sonora.

En su conjunto puede decirse que estos seminarios tenían como objetivo general el identificar la interinfluencia que existe entre el individuo y la sociedad, partiendo del análisis de la realidad social para determinar el impacto de su dinámica en el comportamiento individual, grupal, organizacional o comunitario y contribuir al empoderamiento de los estudiantes para que actuaran como agentes de cambio social realizando intervenciones psicológicas en diferentes ámbitos de convivencia social.

Uno de los temas que recuerdo despertaba más interés en los alumnos era la salud mental que desde la perspectiva de la Psicología social utilizábamos su antónimo, es decir, lejos de hablar de la existencia de salud mental, discutíamos la existencia de una sociopatología que no era reconocida ni aceptada pero que había evidencias de su existencia.

Bajo esa perspectiva analizamos de manera crítica el tema de la locura, la delincuencia y la función social de los manicomios y las cárceles. En reuniones en círculo construíamos un marco teórico discutiendo en forma grupal las aportaciones de los impulsores de la teoría del análisis institucional (René Lourau, George Lappasade psicólogos sociales franceses) que señalaban la existencia de una crisis de las instituciones que forman el soporte de nuestra sociedad (escuelas, universidades, partidos políticos, gobiernos, manicomios, cárceles, etc.) y del movimiento antipsiquiatria que surgió en la década de los setentas (Franco Basaglia, Thomas Szasz, Ronald Laing y otros), que veían al manicomio no como el lugar donde se atiende a quien sufre trastornos mentales, sino como un lugar de segregación y violencia para personas que presentan ciertas desviaciones del comportamiento.

Dentro de los materiales teóricos que utilizamos ocuparon un lugar especial los textos del psiquiatra italiano Franco Basaglia quien denunció las condiciones deplorables e inhumanas en las que funcionaban los hospitales psiquiátricos, manifestó su convicción de que los manicomios eran instituciones que no se podían reformar, que era necesario destruirlos completamente.

En esa línea de pensamiento se opuso al encierro de pacientes psiquiátricos porque los consideraba víctimas de un doble opresión: de la sociedad y de un sistema de salud opresivo y uniendo el discurso con la acción, cuando tomó la Dirección del Hospital psiquiátrico en Trieste, Italia, liberó a los pacientes enviándoles a dormir con sus familias en sus casas y les pidió que regresaran para atenderlos durante el día, con esta acción creó un nuevo sistema de ayuda que se bautizó como “hospital de día” que se internacionalizó y que continúa funcionando con éxito en nuestros días.

Su propuesta fue esencialmente permitir la autodeterminación de los internos, reintegrarlos a una vida digna, basándose en la consigna: “la libertad es la que sana”. Basaglia fue clave en la lucha por otra salud mental a nivel internacional, fue el impulsor de la “psiquiatría democrática” y promovió la Ley 180 que ordenó el cierre progresivo de los hospitales psiquiátricos en Italia, esta ley fue conocida como “Ley Basaglia” y fue pionera en cambiar el tratamiento psiquiátrico a nivel mundial, Sus planteamientos sobre los hospitales psiquiátricos los expuso en su libro La institución Negada (1).

Sus iniciativas coincidieron y se fortalecieron con la creación de una teoría de grupos que surgió con las investigaciones realizadas en la comunidad de Hawthorne por Elton Mayo, quien descubrió la importancia del vínculo informal en los grupos sociales y generó el movimiento de relaciones humanas.

Otra gran aportación fue el descubrimiento de las fuerzas psicológicas que ocurren dentro de un grupo y que Kurt Lewin llamó dinámica de grupos, por lo que ante la evidencia de la ineficiencia de la psicoterapia individual, se abrió paso la terapia de grupo con pacientes psiquiátricos que dejaron de ser atendidos sólo por psiquiatras para dar lugar a la intervención de un equipo multidisciplinario en reuniones grupales que facilitaron la interacción de los pacientes clasificados con los mismos síntomas y con esta nueva estrategia se lograron obtener resultados mucho más efectivos que los que se obtenían con la psicoterapia individual. Después de estos descubrimientos, la psicoterapia individual pasó a segundo término y hoy en día se reconoce cada vez más la necesidad de avanzar a la psicoterapia grupal con los individuos que acuden solicitando ayuda psicológica.

Partiendo de la premisa de que la locura tiene un origen social y considerando el contexto de una sociedad dividida en clases, Basaglia declaró que “debajo de la toda enfermedad psíquica hay un conflicto social”, en contra de la corriente psiquiátrica predominante, afirmó que la locura tiene un origen social por lo que cuestionó el valor terapéutico del encierro de los locos en el manicomio.

Señaló un paralelismo entre los hospitales psiquiátricos y las cárceles al mencionar que comparten un mismo objetivo social de contención, ya que el manicomio encierra al loco para proteger a la sociedad de su locura que lo hace desviarse de las normas sociales y la cárcel encierra a los delincuentes para proteger a la sociedad, pero no se percibe el comportamiento del delincuente como producto de las contradicciones de una sociedad donde prevalece la desigualdad social, ni mucho menos se implementan programas de rehabilitación social.

Afirmó que los hospitales y farmacias matan mas de lo que dicen curar, los manicomios producen locura, pasividad y aniquilamiento en los pacientes psiquiátricos lo cual les impide recuperar su salud, las escuelas no cumplen una función educativa porque crean analfabetos funcionales que no pueden pensar por sí mismos porque el principal aprendizaje que se da en ella es obedecer a la figura de autoridad, las cárceles forman delincuentes porque no existen programas de rehabilitación y en su interior conviven primodelincuentes con miembros de pandillas, violadores, asesinos, etc., por lo que en los hechos funcionan como universidades que forman delincuentes profesionales porque quienes caen en la cárcel su principal aprendizaje proviene del comportamiento de otros delincuentes que tienen condenas más largas y tienen un poder en el interior.

Basaglia fue mucho más allá de criticar el funcionamiento de las instituciones de custodia, porque llegó a cuestionar la actuación de intelectuales y técnicos científicos como psiquiatras, médicos, psicólogos, trabajadores sociales, etc., que utilizan su conocimiento científico para actuar como colaboradores de una opresión social al adjudicar al individuo la responsabilidad de su comportamiento sin contemplar los factores sociales que determinan su comportamiento.

En este contexto, afirmó que llega un momento en la vida de todo científico social en el cual se enfrenta a la disyuntiva de actuar como técnico del saber práctico utiliza sus conocimientos para asegurar legalmente la disciplina y sometimiento de aquellos grupos que no “consienten”, refuerzan la opresión social y actúan como funcionarios del consenso, es decir, como promotores de un consenso de aceptación del status quo, reforzando el control social, o decide actuar como agente de cambio social liberando las necesidades reales de los usuarios de un servicio, rompiendo con ello el mecanismo de opresión y evidencia la verdadera función de control social de las instituciones exhibiendo de manera explícita la función de ideología científica que se muestra falsamente como ciencia neutral, pero que contribuye a reforzar la ideología dominante que representa los intereses de la clase dominante (2).

Después de varias horas de clase invertidas en la discusión de una buena cantidad de libros que hablaban de la existencia de una sociopatología social en nuestra sociedad, con la intención de vincular la teoría con la práctica y salir del encierro del aula para dar un “baño de realidad” a mis estudiantes, organicé varias visitas al Hospital psiquiátrico Cruz del Norte, al Centro de Readaptación social (hoy conocido como Cereso # 1) y el Centro de Menores infractores, tres instituciones ubicadas en la ciudad de Hermosillo, capital del Estado de Sonora en México.

El objetivo de estas visitas era constatar la veracidad de los contenidos teóricos, ligar la teoría con la práctica, proporcionar una experiencia de aprendizaje vivencial a los estudiantes, observando de manera directa y con mirada crítica el funcionamiento de dichas instituciones y les asigné a mis alumnos la tarea de redactar un ensayo, con una extensión mínima de 10 cuartillas en el que describieran sus impresiones de las visitas en las cuales identificaran la relación entre la teoría revisada en clase y lo observado en la práctica en estas visitas.

Los trámites que tuve que realizar para obtener autorización de llevar a mis alumnos a conocer estas instituciones implicaron visitar varias oficinas gubernamentales, esto me dio oportunidad de contactar a funcionarios del Gobierno del Estado, quienes inicialmente recibían con cierta incredulidad y escepticismo la petición de permitir el ingreso de un grupo de 40 estudiantes a instalaciones de custodia (en los diversos grupos que llevé a visitar estas instituciones, la mayoría de los estudiantes eran mujeres con edad promedio de 20 años), e intentaron impedirlas argumentando que los protocolos de seguridad impedían ese tipo de eventos porque podría exponer a riesgos innecesarios tanto a los visitantes como a los custodios y los internos.

Pero después de insistir dando una amplia explicación de los objetivos académicos que ayudarían a formar mejores profesionales de Psicología, argumentando que estos encuentros podrían servir como parte de una terapia para los internos, porque ayudaría a romper su rutina y después de mostrarles un programa de actividades que incluían entrevistas grupales, encuentros de bolibol, de futbol, compartir alimentos y bebidas refrescantes, finalmente accedieron a autorizar dichas visitas no sin antes asegurarme de que garantizaran la seguridad de mis alumnos proporcionando acceso a un espacio de acceso restringido y de que estaríamos rodeados de guardias armados en todo momento.

Las visitas fueron todo un éxito porque hasta los custodios se divirtieron viendo ya hasta participando en las actividades y los internos de estas tres instituciones cerradas se mostraron muy agradecidos por nuestra presencia, respondieron con espontaneidad las preguntas que les hicieron los estudiantes y participaron alegremente en los encuentros deportivos, inclusive algunos de ellos mostraron de manera espontánea sus habilidades deportivas y sobre todo, de canto y baile.

Al leer los ensayos que entregaron mis estudiantes donde describieron el aprendizaje obtenido, compartí con ellos esa sensación de placer y satisfacción que se reflejaba en sus escritos, porque decían que había sido la mejor experiencia de aprendizaje que habían tenido a lo largo de 8 semestres de estudiar Psicología y reflejaban una alta motivación para seguirse formando como agentes de cambio social, porque comprobaron la certeza de que al interior de esas instituciones de custodia “ni están todos los que son, ni son todos los que están”, porque se encontraron con seres humanos que por azares del destino llegaron a esos lugares y al conocer los motivos de su encierro algunos se conmovieron hasta las lágrimas por la ausencia de justicia de que fueron objeto.

Me disculpo con el lector por esta larga introducción porque el asunto por el cual retomo esta experiencia es que debido a estas visitas tuve la oportunidad de conocer a funcionarios de la Dirección de Salud Mental y de los Centros de readaptación social, así como a integrantes del equipo multidisciplinario que laboraba en este tipo de instituciones (dentro de los cuales se encontraban Psiquiatras, Médicos, Trabajadores sociales, Enfermeras, Psicólogos, abogados, etc.), con quienes intercambié opiniones sobre el funcionamiento de ambas instituciones desde la perspectiva de la Psicología social.

La mayoría de estos trabajadores mostraron gran interés con este enfoque de las instituciones para la cual estaban laborando y al observar que las visitas propiciaron un impacto terapéutico positivo en los internos (porque después de la interacción entre estudiantes de Psicología con internos masculinos y femeninos del centro de prevención social, así como con pacientes psiquiátricos, se reportó un cambio en su comportamiento en el sentido de que prevaleció un ambiente de mayor calma después de las visitas), surgió una invitación formal de parte de la Dirección de salud mental para realizar reuniones entre profesionales que trabajaban en dicho campo y en el campo de la seguridad pública con un servidor para continuar con un intercambio de impresiones que permitiera mejorar el funcionamiento de estas instituciones.

Antes de continuar este relato, quiero precisar que estos encuentros se dieron a principios de los años noventa del siglo pasado, un momento histórico caracterizado por la existencia de una gran incertidumbre social a nivel mundial, provocada por la caída del muro de Berlín, la reciente desintegración de la Unión soviética y la abrupta desaparición del orden mundial bipolar que existía en aquel entonces.

Todos estos cambios generaron una angustia social, un vacío ideológico, la muerte de toda esperanza de cambio social en millones de personas en el mundo entero, porque predominó la idea del “triunfo del capitalismo sobre el socialismo”, los movimientos colectivos que luchaban por la liberación social se vieron fuertemente afectados por la orfandad ideológica que provocó la desaparición de la Unión soviética, dio origen a un nuevo orden mundial unipolar que estuvo vigente en las tres últimas décadas y significó un regreso del autoritarismo que se fortaleció en diferentes ámbitos de convivencia social.

Una vez dicho lo anterior, continúo con el relato de mi experiencia en las instituciones de custodia, después de realizar varias reuniones con miembros de instituciones de salud mental y seguridad pública en las que discutíamos la influencia de lo social sobre el comportamiento individual, el grupo creció hasta incorporar decenas de personas y logramos generar un consenso en el sentido de aceptar que algo no estaba funcionando bien en la sociedad en la que nos encontrábamos, por lo que decidimos crear una organización que se denominó Sociedad sonorense de salud mental, que tenía el objetivo de impulsar acciones de conscientización sobre la existencia de una problemática social diversa que tenía un impacto negativo en la salud mental de la población mexicana en general y sonorense en particular.

Por votación a mano alzada se decidió nombrar representantes y la presidencia de esta nueva organización recayó en un Psiquiatra que en esos momentos ocupaba el cargo de Director de salud mental en el gobierno del Estado de Sonora y a propuesta expresa que fue votada y aceptada, acepté ocupar el cargo de Secretario General porque encajaba con las actividades de extensión que se desprendían de mi rol como Maestro de tiempo completo en la Universidad de Sonora.

Debo confesar que fue una experiencia de gran aprendizaje para mí porque estaba en una relación de igualdad ante funcionarios del Gobierno del Estado, quienes estaban acostumbrados a recibir adulación de otras personas y que siendo psiquiatras se autopercibían como “máximas autoridades en el campo de la salud mental”, eran personas que tenían varias décadas de experiencia en atención psiquiátrica, por lo que con mi mirada de psicólogo, alcancé a percibir que ellos me veían como un psicólogo que incursionaba en un terreno en el cual ellos pensaban que tenían la última palabra: la salud mental.

Pero menospreciaron mi formación como psicólogo social, una disciplina que me permitía tener una mirada social que me permitía analizar la interinfluencia que existe entre el individuo y la sociedad, utilizando diferentes niveles de análisis: individual, grupal, organizacional y comunitario, por lo que podía usar una mirada distinta y con ojos críticos el término “salud mental”.

Desde esta perspectiva, donde ellos veían individuos con problemas psiquiátricos y una mayoría “sana”, yo veía a dichas personas como crisis individuales que eran un reflejo de una crisis social que afectaba a millones de personas provocando un sufrimiento colectivo y en el comportamiento de adaptación colectiva, alcanzaba a percibir la existencia de una sociopatologia que se reflejaba en la normalización de comportamientos patológicos colectivos.

Desde mi perspectiva, la delincuencia y la locura estaban siendo generadas por una desigualdad social creciente y en consecuencia no debían tratarse como casos individuales, sino que debían considerarse como problemas estructurales porque representaban fallas del sistema social en el que estábamos viviendo, por lo que era necesario implementar políticas públicas que atendieran las necesidades sociales y cambiar el funcionamiento de las instituciones de custodia. En aquel momento no lo sabíamos pero nos encontrábamos en el inicio de un nuevo orden mundial que promovía lo que después se llamaría sociedad de consumo y estábamos viviendo el nacimiento de lo que después se llamó globalización.

El enfoque psicosocial me permitía tener una claridad sobre la función de control social de las instituciones cerradas que al atravesar por una crisis política presentaban una gran distancia entre el discurso y la acción y por estas razones surgía la necesidad de criticar su apariencia de instituciones neutras e independientes.

Partiendo de las lecturas revisadas en clase, tenía claro que nuestra misión como científicos sociales era denunciar la función social de contención y revelar la violencia política que las instituciones cerradas ejercen en la oscuridad (3), ya que lo que hacían es aislar a aquellos que no se adaptan a la sociedad y marginar a elementos que son un riesgo potencial de alterar el orden social y este encierro generaba un atributo estigmatizante que afectaba a quienes eran internados porque las personas consideradas “normales” los observaban con menosprecio y les mostraban un rechazo social y generaban una sensación de incomodidad en la persona que es estigmatizada impidiendo su reincorporación social (4).

Este cuestionamiento de las instituciones propuesto por Michel Foucault, concidía con la crítica de la labor que realizaban aquellos que Basaglia llamó “funcionarios del consenso”, es decir, los profesionales que utilizaban sus conocimientos científicos para apuntalar un sistema de opresión social reduciendo los problemas sociales a la expresión particular de problema individuales sin tomar en cuenta la influencia de lo social en la génesis de la locura y del comportamiento delictivo.

Por esas razones en los “foros sobre salud mental” que organizó la Sociedad Sonorense de Salud Mental con recursos públicos, no dudé ni un segundo en cuestionar el papel de Psiquiatras, Médicos, Psicólogos y demás profesionales de la salud mental, porque incurrían en un reduccionismo científico al ignorar el contexto social y afirmar que el problema de la locura y la delincuencia eran problemas que de comportamiento antisocial que sólo presentaban un reducido número de sujetos que deberían ser internados en manicomios o cárceles.

La claridad con la que hablé en cada evento público que organizó la Sociedad sonorense de salud mental con recursos públicos, me fue restando la aceptación inicial con la que fui recibido por quienes actuaban como autoridades de salud mental, así como por parte del gremio de Psiquiatras y Médicos, ya que mis intervenciones les producía un efecto paralizante al cuestionar sus prácticas de encierro y medicación del paciente psiquiátrico y de aislamiento del delincuente sin implementar ningún programa de rehabilitación, prácticas que ellos consideraban correctas y avalaban con su investidura de científicos.

Pero su falla consistía en no atender el contexto social que provoca marginalidad y desviación de comportamientos en segmentos de la población, incurrían en lo que Michel Foucault denunció como problema metodológico: la fragmentariedad que consiste en ver el problema social en forma aislada y no reconocer que en nuestra sociedad todos los problemas sociales están intervinculados porque provienen de fallas estructurales (5).

Con la perspectiva de la Psicología social podemos afirmar que los problemas de salud mental que presentan amplios sectores de la población (drogadicción, alcoholismo, delincuencia, nomofobia, etc.) no deben ser tratados como casos aislados sino que debe reconocerse que la estructura de la sociedad capitalista genera una creciente desigualdad social, por lo que partiendo desde la perspectiva de la psicología social les decía que, “para entender el interior de una persona, es necesario comprender primero el contexto social en el cual se encuentra dicha persona tenemos necesidad de mirar el contexto alrededor del sujeto para comprender lo que hace, lo que piensa y siente en su interior. Debemos mirar hacia afuera para entender lo de dentro” (6).


 Como alternativa de cambio, propuse la institucionalización de la terapia de grupos, tanto en la cárcel como en el manicomio, la reducción de la figura de autoridad del Psiquiatra y del Médico para proceder a la creación de equipos multidisciplinarios que brindar una atención integral a pacientes psiquiátricos y delincuentes. Pero de manera inevitable empecé a percibir que mis intervenciones no eran bien recibidas y empecé a experimentar la suerte del psicólogo social que muestra congruencia entre el discurso y la acción: un creciente aislamiento social.

Como resultado de estas propuestas expresadas en auditorios llenos, se dio una discusión en la que se reflejó una falta de disposición al diálogo, se presentaron discrepancias, no sólo en la definición de salud mental y en la afirmación de la presencia en nuestra comunidad de una sociopatología, sino que surgió un disenso en la agenda de actividades porque el grupo de Psiquiatras insistían en hablar de salud mental como sinónimo de normalidad social, defendían la psicoterapia individual a plazo indefinido, argumentaban la necesidad de utilizar fármacos, manifestaban opiniones favorables al encierro prolongado e indefinido de pacientes psiquiátricos como auténtica estrategia terapéutica.

Estas discrepancias escalaron y degeneraron en competencias innecesarias por el liderazgo de la agrupación y el formato de los foros que funcionaban como panel en el cual participaban expertos expresando sus opiniones sobre salud mental, impedía la participación de los asistentes en una discusión colectiva, por lo que me di cuenta de que me enfrentaba a personas que se veían a sí mismos como funcionarios de gobierno antes que profesionales de la salud, que no mostraban disposición al diálogo, que tenían a su alcance acceso a recursos públicos con los cuales podían financiar eventos públicos para dar la versión oficialista de salud mental y además contaban con el apoyo de un séquito de seguidores que veían con malos ojos que un psicólogo tuviera el atrevimiento de criticar las prácticas de médicos y psiquiatras, por lo que tomé la decisión de retirarme de esa organización y continuar mi lucha por lograr una toma de consciencia de la necesidad de un cambio social desde la trinchera que me brindaba el ser un profesor universitario que ejercía su libertad de cátedra formando futuros agentes de cambio social.

Menciono este recuerdo extraído del baúl mental de mis recuerdos porque treinta años después, nos encontramos en una situación que me genera una sensación de “deja vú”, al ver que la sociedad tal y como la conocíamos ha cambiado radicalmente en estas últimas décadas y se encuentra en franco proceso de desaparición. ¿Cuáles son las similitudes que observo entre el allá y entonces y el aquí y ahora?

Por un lado, se puede observar que el orden mundial unipolar que surgió en los noventas después de la caída de la Unión Soviética que estuvo bajo el control de Estados Unidos durante las tres últimas décadas, el día de hoy está cayendo en pedazos y junto a su desmoronamiento, vemos que está emergiendo un nuevo orden mundial multipolar, pero el viejo régimen todavía no ha muerto, se niega a desaparecer, mientras que el nuevo orden multipolar tarda en consolidarse y en este momento nos encontramos en un estado de interregno en el cual quienes gobernaban ya no gobiernan y los gobernados ya no obedecen, por lo que volvemos a experimentar una incertidumbre social, pero la actual es mayor a la que experimentábamos en los noventas, porque además de que no sabemos que es lo que pasará el día de hoy o mañana, la gravedad de la situación actual radica en el hecho de que nunca en la historia de la humanidad, hemos estado tan cerca del estallido de una tercera guerra mundial como nos encontramos hoy en día.

Después de 30 años de aquellas discusiones sobre salud mental en nuestra sociedad, el mundo ha cambiado y hoy podemos ver muestras claras de que estamos padeciendo una sociopatología, porque la mayoría de la población mundial está consciente de la amenaza de una tercera guerra mundial, pero continúa viviendo sus vidas cotidianas con entera normalidad.


 Se acepta como un “acto natural” que el sistema neoliberal que representa los intereses del poder económico, haya extinguido un valor muy apreciado en el siglo pasado como lo es la igualdad social y en su lugar ha surgido una enorme desigualdad social que ha crecido a niveles nunca vistos en la historia de la humanidad, al grado de que menos del 1% de la población mundial concentra la mayor parte de la riqueza que se produce en nuestra sociedad, mientras que millones de personas viven en condiciones de pobreza padeciendo un sufrimiento colectivo.

Lo que se esperaría de una persona que tenga conocimiento de que 60 individuos acaparan una riqueza que representa la mitad del patrimonio de la humanidad mientras una inmensa mayoría vive en condiciones de pobreza, sería una reacción de indignación colectiva y una acción de denuncia y búsqueda de acciones de cambio social.

Pero parte de la falta de reacciones de rebeldía ante las injusticias sociales que estamos padeciendo es que dentro de los cambios que estamos viviendo se encuentra el hecho de que la desigualdad social ya no se vive como desigualdad de clase sino como una desigualdad de múltiples experiencias individuales, es decir, dejamos atrás la desigualdad social para vivir en un régimen de desigualdades múltiples en la cual millones de personas sufren en forma individual porque han perdido la perspectiva política, han desarrollado una ideología individualista, lo social ha sido sustituido por lo individual, por lo que cada individuo vive la desigualdad social como una serie de pruebas individuales que lo hacen cuestionarse a sí mismo y se responsabiliza de las desigualdades que sufre, en lugar de cuestionar el sistema económico que provoca la desigualdad social y el sufrimiento colectivo (7).


 Esto se explica porque el neoliberalismo no es sólo una teoría económica, sino que ha evolucionado hasta convertirse en un estilo de vida dominante que fragmentó lo social, eliminó la identidad social, el sentimiento de pertenencia a nuestras comunidades y desarrolló una ideología individualista al extremo de que podemos afirmar que vivimos en la era del hiperindividualismo tal y como lo describe Gilles Lipovetsky (8), cuando habla del surgimiento de una personalidad narcisista en millones de personas en la era de la posmodernidad, porque en las últimas décadas se ha dado una mutación social en la que la rebeldía del siglo pasado desapareció y han surgió actitudes colectivas de apatía, indiferencia, alejamiento de la política, conformismo colectivo y gran adaptación social a un sistema económico que utiliza la necrofilia como forma de gobierno al provocar la muerte de miles de personas que no tienen capacidad económica para actuar como consumidores.

Mientras vivimos en el contexto de una policrisis que se manifiesta en múltiples dimensiones (económica, política, psicológica, ambiental, sanitaria, cultural, etc.) y que provoca millones de crisis individuales, desde la perspectiva de disciplinas como la Psiquiatría y la Psicología se sigue atendiendo a la población con la estrategia de intervenciones centradas en el individuo ignorando la interinfluencia que mantienen con el contexto social el contexto social.

Esta crisis afecta a las instituciones y las universidades no son ajenas a ella, de tal forma que la crisis en las universidades se muestra al observar que los académicos siguen formando profesionales enseñando teorías que desconocen los cambios sociales  e ignoran el contexto social en crisis y continúan incurriendo en el error epistemológico de actuar bajo un reduccionismo científico, al fragmentar la visión de los problemas sociales a la sola perspectiva de una disciplina particular. En el caso de la Psicología, Derecho, Economía y otras disciplinas, la situación se agrava porque se sigue desconociendo el papel que juega la desigualdad social en la agudización de los problemas sociales como la depresión, el alcoholismo, la drogadicción, la delincuencia común, la violencia contra las mujeres, los suicidios, la ludopatía, etc. 


 Además de incurrir en el psicologismo, degeneran la práctica profesional al caer en un corrientismo psicológico porque se casan con una corriente psicológica como lo es el conductismo, ignorando dos aspectos de gran importancia: el primero de ellos es la necesidad de construir una psicología socialmente sensible que atienda las necesidades psicosociales de una amplia mayoría de la población que experimenta un sufrimiento colectivo y el segundo es que la Psicología es como un árbol que tiene varias ramas y cada rama lleva el apellido de la Psicología (9). 
La realidad social está cambiando, los paradigmas teóricos utilizados en la academia ya no sirven para explicar una realidad inmersa en profundos cambios, por lo que se necesita la construcción de nuevos paradigmas que ayuden a comprender la complejidad de la realidad que estamos viviendo pero la educación universitaria sigue utilizando los paradigmas teóricos centrados en el individuo y desconocen el impacto de los cambios sociales sobre el comportamiento individual.

Estamos observando que en el contexto de la sociedad de la información se observa el crecimiento de una ignorancia colectiva, que funciona como un obstáculo principal que impide reconocer la necesidad de un cambio social porque la violencia social que ejerce la economía de libre mercado se convierte en una verdadera guerra social que provoca la muerte de miles de personas por hambre, por enfermedades que no son atendidas por no tener acceso a atención médica, se implementan leyes neoliberales que privatizan servicios públicos, eliminan derechos laborales y prestaciones sociales que afectan a la población, mientras esto sucede las masas se distraen con una cultura mediática del espectáculo, con el surgimiento de nuevas adicciones como la nomofobia, los dispositivos tecnológicos actúan aumentando y la ignorancia beneficia al poder corporativo porque le permite continuar maximizando sus ingresos económicos.


 La evidencia de la existencia de una sociopatologia en nuestra realidad social es que nos encontramos viviendo en un sistema económico social que promete un crecimiento económico infinito en un planeta con recursos finitos y los políticos gobiernan "a favor del mercado", aceptando la explotación irracional de recursos naturales que ha provocado verdaderos ecocidios y daños al medio ambiente, por lo que de no corregir el rumbo económico seguiremos avanzando por un camino que sólo nos conduce a la destrucción del planeta y de toda la humanidad, la ONU advirtió en el 2023 que hemos dejado atrás la era del cambio climático y nos encontramos en la era de la ebullición sufriendo graves cambios del clima (10), .

Por si esto fuera poco nos encontramos en un momento histórico caracterizado por la presencia de una amenaza de una tercera guerra mundial que resultaría fatal para la humanidad entera por la capacidad destructiva del moderno armamento que poseen las grandes potencias mundiales, pero la mayoría de la población no reacciona ante estos peligros porque parece estar bajo un efecto anestesiante que le conduce a actuar como si la locura social que estamos padeciendo fuese parte de la normalidad y continúa con sus vidas cotidianas como si viviera en una moderna caverna de Platón.

Es evidente que nos encontramos dentro de una sociopatología en la cual se normaliza la presencia de la violencia en los contenidos de películas, series de televisión, videojuegos, se acepta con indiferencia la contaminación de ríos, mares, lagunas y mares a nombre de que la modernización permite “sostener el crecimiento económico", pero quienes se benefician del desarrollo económico son sólo un puñado de individuos que incrementan sus fortunas de manera amoral mientras millones de personas intentan sobrevivir cada día y miles fallecen en el intento por no poder cumplir con su rol de consumidores y deudores cumplidores.

    ¿Cómo se puede ser feliz si aumenta la pobreza, la violencia en el mundo entero y millones de personas viven angustiadas por no poder pagar deudas económicas, o se encuentran en franca condición de pobreza?

Nos encontramos en un momento histórico en el que nunca habían existido tantos motivos como para levantarse en pie de lucha y combatir en defensa de derechos que están siendo violados, pero la mayoría de la población presenta comportamientos que reflejan conformismo social, obediencia colectiva, indiferencia al sufrimiento ajeno, ausencia de empatía, ceguera moral y sobre todo, una gran ignorancia colectiva. 


 Un gran número de personas aceptan con impresionante facilidad que el mundo puede terminar por una guerra nuclear, pero no hacen nada por evitarlo y han sido condicionados a tal grado de que son incapaces de imaginar la existencia de un mundo diferente al capitalismo. Vemos el genocidio del pueblo palestino en las pantallas de nuestros dispositivos digitales, pero la mayoría muestra una gran insensibilidad social, muestran síntomas de anestesia social que los mantiene paralizados.

Acostumbraba iniciar mis seminarios de Psicología social diciéndoles “estamos viviendo momentos de grandes cambios sociales, en los últimos 50 años se han registrado más cambios que en los últimos 200 años, por lo que nos vemos en la necesidad de desarrollar nuevos comportamientos para enfrentar los nuevos cambios”, pero hoy en mi calidad de profesor universitario que se jubiló hace sólo 6 años, veo con preocupación que los cambios sociales se siguen registrando con mayor rapidez de tal forma que todavía no incorporamos a nuestro repertorio de hábitos los nuevos comportamientos que nos exigen los cambios sociales, cuando surgen nuevos cambios sociales, esta rapidez de  fue el fundamento que permitió a Zygmunt Bauman elaborar el concepto de “modernidad líquida” (11).

Por lo anterior, creo firmemente que enfrentamos la necesidad urgente de desarrollar herramientas pedagógicas que permitan combatir la ausencia de crítica social a la violencia social que provoca la tiranía del mercado que funciona como arma de destrucción masiva al dar un trato como subhumanos aquellas personas que viven en la cultura de la ignorancia y son catalogadas como “consumidores defectuosos” por vivir en condiciones de pobreza (12).

Nunca en la historia de la humanidad se había registrado un momento en el que el autoritarismo amenazara la existencia de derechos laborales, sexuales y sociales, que provocara una muerte social por la implementación de políticas neoliberales que provocan un verdadero genocidio económico generado por la dictadura del mercado. Cada día aumenta la desigualdad social y con ella la masa de personas que fallecen por hambre porque no tienen dinero para comprar comida, que pierden la vida por no tener dinero para pagar atención médica  o comprar medicinas.

    Son aquellos "consumidores defectuosos" que mencionó Zygmunt Bauman, las personas que viven en situación de calle en todo el mundo, los "sin techo, sin hogar", aquellos que han muerto por vivir a la intemperie sin estar protegidos de las inclemencias del tiempo y mueren por golpe de calor o por efecto del frío congelante. Son las víctimas de un "asesino en serie" como llamó Eduardo Gleano al sistema social en que vivimos, que despoja de su condición humana.

Estamos dentro  de un sistema social que produce una sociopatología al normalizar la existencia de personas  que viven en una riqueza insultante, mientras una inmensa mayoría vive en precariedad constante. Podríamos terminar con esta dictadura del mercado si dejamos atrás el conformismo generalizado, la sumisión y culto a la figura de autoridad, la obediencia acrítica y la indiferencia hacia la política.

Pero nos enfrentamos a una “violencia del olvido organizado” que busca borrar la historia de luchas pasadas y presentes, porque los dispositivos tecnológicos  han generado un nuevo tipo de esclavitud llamada nomofobia que nos impide alzar la mirada, salir de la realidad virtual y mirar con ojos críticos la realidad desigual en que vivimos. Necesitamos implementar estrategias pedagógicas que sean utilizadas como instrumentos educativos en la lucha para combatir la ignorancia colectiva, la indiferencia social, la falta de empatía y la ceguera moral colectiva.

Debemos reconocer que la educación juega un papel importante en la identificación del impacto psicosocial de las grandes transformaciones que estamos viviendo, estos cambios sociales obligan a romper los límites impuestos por un reduccionismo científico que utiliza el lente exclusivo de una sola disciplina y reducir el comportamiento social al comportamiento individual. Necesitamos crear nuevos paradigmas y utilizar un enfoque inter y multidisciplinario que nos permita ubicar al individuo dentro de su contexto histórico social en el que se encuentra y reconocer que los individuos reciben la influencia del contexto social.

La urgencia de actuar en este sentido se debe al aumento de síntomas de sociopatologia que se muestran en un considerable aumento en las cifras de casos de depresión, de suicidio, de anorexia, de bulimia, de inseguridad personal, de vacío existencial, de adicciones varias (alcoholismo, drogadicción, sexoadicción, ludopatía, etc.), violencia hacia las mujeres, feminicidio, delincuencia común y violencia social. Todos estos problemas tienen causas estructurales y no son problemas individuales.

Como primer paso necesitamos reconocer que algo está mal en la sociedad en que vivimos, por lo que debemos reconocer la existencia de una sociopatología del siglo XXI que nos hace aceptar lo inaceptable y provoca un considerable incremento de un sentimiento de soledad en millones de personas, de problemas de incomunicación, estrés, ansiedad, angustia, desvalorización de la persona, estado de indefensión, crisis en las relaciones interpersonales, miseria en el ejercicio de la sexualidad (13)provocada por la incertidumbre económica y social, etc.

Necesitamos lograr que la gente deje de vivir en la cultura de la inmediatez guiados sólo por la emoción o la búsqueda del placer y que recupere su memoria histórica para que reflexione sobre la existencia de anteriores actos de resistencia social, de luchas colectivas que se dieron en el pasado y que dejaron como legado los derechos que hoy están disfrutando pero enfrentan la amenaza de desaparición por el avance del neoliberalismo. Conocer acerca de la historia de los movimientos colectivos permite obtener un aprendizaje de esas luchas.

Las necesidades sociales obligan a que la educación adquiera una función de cambio social y no permitir que ésta se limite al aprendizaje de destrezas y conocimientos, sino que debe concebirse como una herramienta de cambio social porque permite cambiar la autoimagen de las personas, modificar la percepción que tienen sobre los demás y crear una percepción crítica  de la realidad que les rodea.

 La educación informal que se adquiere en casa debe incluir la promoción de valores de respeto a todas las personas, de honestidad, sentimientos de solidaridad y empatía social con los desposeídos. A través del ejemplo con nuestro comportamiento personal podemos educar a los demás de tal forma que contribuyamos a un proceso conscientizador de  la población sobre la necesidad de dejar de ser seguidores de otras personas para empezar a desarrollar su capacidad de pensar de manera autónoma, de tener una libertad de pensamiento que les permita criticar el mundo actual y desarrollar su imaginación para romper los límites impuestos por la ideología dominante y aceptar la posibilidad de que puede existir un mundo diferente al que estamos viviendo, que podemos construir un mundo nuevo en el que no exista el autoritarismo, la tiranía del mercado y su lugar sea ocupado por una verdadera democracia, la justicia, la igualdad social (14). 


 Partiendo de la premisa de la ignorancia se ha convertido en un obstáculo para generar un cambio social, debemos elegir nuestras fuentes de información de manera selectiva y crítica, combatir la ignorancia con estrategias pedagógicas que permitan transformar a ciudadanos pasivos e ignorantes en ciudadanos críticos que actúan como sujetos políticos que actúan de manera socialmente responsable. Para combatir la anestesia social que mantiene bajo un control social a una inmensa mayoría de la población, necesitamos construir una pedagogía crítica que permita visibilizar de manera crítica la existencia inmoral de la desigualdad social y que nos ayude a reconocer que "lo personal es político", que los problemas personales son la expresión particular de problemas sociales que están relacionados entre sí porque son expresiones particulares de una estructura social que genera una sociopatología que conduce a la humanidad por un camino que nos lleva a la autodestrucción.

Debemos recordar que las ciencias sociales fueron creadas para contribuir a la solución de los grandes problemas sociales que fueron surgiendo en nuestras sociedad y estas disciplinas comparten como objetivo que la gente se sienta bien consigo misma y estén conscientes de la necesidad de mirar a su alrededor para intentar localizar la fuente de sus problemas y desventuras (15), en ese sentido, los científicos sociales son voces autorizadas para externar una opinión sobre el estado de salud de la realidad que estamos viviendo y tienen el compromiso moral actuar como agentes de cambio social, por lo que deben alzar sus voces para alertar a la población acerca de la sociopatología que estamos viviendo y del potencial de cambio que tiene toda persona, que permite desarrollar empoderamientos individuales y colectivos para generar un cambio social.

Han pasado más de 30 años después de aquellas discusiones al interior de la Sociedad sonorense de salud mental y nos encontramos en un mundo que ni siquiera los más viejos que están vivos podrían haber imaginado. Los manicomios ya nose llaman así, son "Centros de salud mental", las cárceles cambiaron de nombre y hoy se llaman "Centros de readaptación social", pero siguen funcionando como instituciones cerradas que individualizan los problemas sociales, por lo que la función social que realizan no tiene un efecto de rehabilitación socia.

 La crisis social que vivíamos en los noventas, comparada con la policrisis que vivimos en este siglo XXI, hace que la extrañemos porque la humanidad está en el borde del abismo por la presencia de guerras, el aumento al presupuesto militar de todos los países y la amenaza inminente de una tercera guerra mundial. Pero debemos reconocer que no todo es negativo porque como parte de los cambios sociales, se observa en la situación internacional la presencia de un movimiento de masas que actúa como un tsunami derribando partidos políticos corruptos, creando nuevas organizaciones realmente representativas, luchando para construir una democracia social, los trabajadores organizados en sindicatos rebasan a las direcciones sindicales que los traicionaron y en medio de todo esto, de la nada, surgen grupos sociales emergentes con nuevos actores políticos que toman los espacios públicos para participar en una lucha social que tiende a seguir el ejemplo del feminismo y convertirse en lucha globalizada. 

    Podemos encontrar como nuevos actores políticos a los pensionados y jubilados de varios países que salen de su retiro laboral y social para denunciar que no están disfrutando del jubileo que significa estar jubilado porque los gobiernos intentan dejarlos morir al aplicar políticas neoliberales que restringen su derecho a la salud y limitan su derecho a la jubilación.

Pero sobre todo, lo que se presenta como principal fuente de optimismo en este incierto panorama social ya que levanta el optimismo, es el relevo generacional que se representa la presencia de amplios sectores de la juventud participando en movimientos colectivos en varios países, reflejando con su participación política el surgimiento de un despertar social de la población que se niega a seguir siendo gobernados con autoritarismo y con el uso de la necropolítica

    Su actuación representa una sana reacción de rebeldía hacia un sistema social que promueve la desigualdad social y la sociopatología, porque  dejan atrás actitudes de apatía, indiferencia y deciden actuar con gran disidencia ante las decisiones de los gobiernos que se inclinan descuidar la atención a las necesidades sociales y por aceptar la guerra mundial como forma de mejorar la economía y seguir gobernando a favor del capital privado (16).

El descontento popular y las múltiples muestras de inconformidad social son una evidencia de que los pueblos están despertando, están recuperando la perspectiva política que estuvo ausente en las últimas décadas y se rebelan en contra de una sistema económico y social que promueve la desigualdad social, un sufrimiento colectivo y el incremento de una sociopatología y por esa razón le dan la espalda a quienes ya no los representan. 


 Esta revolución política mundial revela que la rebeldía y disidencia social, son parte de una lucha para lograr un cambio social en el contexto de la crisis social multidimensional que padecemos actualmente y representa una alternativa de liberación social porque se observa un incremento en la participación social al registrarse un nuevo activismo de millones de jóvenes que actúan como sujetos políticos y se incorporan a los movimientos de protesta, enfrentando gobiernos autoritarios que al reprimirlos sólo provocan que se incorporen más jóvenes a la lucha social y avanzan enfrentando el intento de avance de la derecha en los procesos electorales.

Al protestar en contra de la guerra y el genocidio recuperan la empatía perdida por el hiperindividualismo generalizado y con ello, contribuyen a recuperar la condición humana perdida por el avance del capitalismo que intenta imponer al mercado como el ser supremo para el ser humano, pero las luchas sociales que se observan a nivel global dicen lo contrario: el ser humano es el ser supremo para el ser humano.

A diferencia de otros tiempos, la protesta, la rebeldía y la disidencia son una muestra de salud mental porque quienes participan en estos movimientos colectivos se involucran en asuntos político-sociales mostrando actitudes de disidencia ante el autoritarismo y en la medida que millones de personas participan en las luchas sociales, experimentan un sentimiento de pertenencia a sus comunidades, a un movimiento globalizado que lucha por diferentes problemas sociales que tiene una sola causa: el modelo capitalista, colonialista y patriarcal.

Con su participación social están construyendo una identidad colectiva rompiendo el cerco ideológico del hiperindividualismo, aprendiendo a desarrollar pensamientos autónomos, realizando ejercicios de crítica social y compartiendo una creciente intolerancia hacia actos de corrupción e injusticia social. En estos procesos sociales el uso de redes sociales ha sido de fundamental importancia para romper el cerco informativo que mantenían los grandes medios de comunicación que falseaban la información con el objetivo de lograr un control social.

A través de la participación política, millones de personas eliminan el vínculo de dependencia que provocaba la obediencia a la figura de autoridad y están construyendo una cultura de emancipación social que permite el desarrollo de empoderamientos individuales y colectivos, dándole un nuevo significado a la política como la expresión de comportamientos colectivos.

Estamos viendo protestas masivas en contra del capitalismo, en contra de gobiernos neoliberales y autoritarios, la ciudadanía dejó de ser pasiva y crédula para incorporarse a la acción política rebasando los actos electorales, está construyendo una cultura del rechazo a la explotación humana, a la reducción de humanos a la condición de subhumanos y al genocidio colectivo realizado por gobiernos autoritarios.

En estos tiempos de caída del orden mundial unipolar, es evidente que el modelo neoliberal está agotado, necesitamos construir un nuevo sistema más humano con vidas que tengan más armonía con el medio ambiente, con la naturaleza y con el propio ser humano. Un nuevo mundo en el que se combata la desigualdad social que hoy en día representa el origen de la mayoría de los problemas sociales que provocan millones de crisis individuales.

El mundo entero es testigo de que la incertidumbre social desaparece cuando los ciudadanos se empoderan al actuar en forma colectiva, organizada y unida para liberarse de cadenas específicas a través de actos de disidencia colectiva, recuperando la capacidad de crítica y autocrítica, denunciando a un sistema social que funciona con desigualdad social afectando a una inmensa mayoría de habitantes de este sistema. El surgimiento de movimientos colectivos que actúan en forma globalizada, evidencia la toma de consciencia de la historicidad de hombres y mujeres a lo largo y ancho de mundo. Es decir, se está generando un aprendizaje social en las luchas sociales que consiste fundamentalmente en que los pueblos tienen la capacidad de cambiar el rumbo de la historia cuando actúan en forma colectiva, organizada y unida, creando un poder popular que les permite enfrentar al poder económico y al poder político.

Comportamientos sociales como los que están mostrando quienes participan en diversos movimientos colectivos, son parte de los cambios que exigen los tiempos de la posmodernidad: dejar de ser pasivos, aumentar la participación social, desarrollar un pensamiento autónomo para no volver a ser engañados, comprometerse en la acción política, poder distinguir entre lo falso y verdadero. En síntesis, aceptar nuestra condición de sujetos sociales, sujetos políticos y agentes de cambio social, representan muestras evidentes de que tenemos salud mental porque recuperamos la empatía social y al dejar atrás la anestesia social, recuperamos la capacidad para indignarse ante la injusticia y el dolor ajeno, al actuar de esta forma recuperamos la empatía social y con ello, recuperamos nuestra condición humana.



1.- La institución negada. Basaglia, Franco

Editorial Barral. Buenos Aires, 1972

https://osalde.org/wp-content/uploads/2024/03/franco-basaglia-1968-la-institucic3b3n-negada-informe-de-un-hospital-psiquic3a1trico.pdf

2.- Los crímenes de la paz. Investigación sobre los intelectuales y los técnicos como servidores de la opresión. Basaglia, Franco

3.- El poder, una bestia magnífica. Sobre el poder,, la prisión y la vida. Foucault, Michel. Siglo XXI editores. México, 2013

https://proletarios.org/books/Foucault-Michel-El-Poder-Una-Bestia-Magnifica.pdf

4.- Estigma. La identidad deteriorada. Goffman, Erving. Ed Amorrortu editores. Buenos Aires, 2006

https://sociologiaycultura.wordpress.com/wp-content/uploads/2014/02/goffman-estigma.pdf

5.- Defender la sociedad. Foucault, Michel. Fondo de Cultura Económica. México, 2001.

https://www.uv.mx/tipmal/files/2016/10/M-FOUCAULT-DEFENDER-LA-SOCIEDAD.pdf

6.- Psicología de los grupos. Blanco, Amalio et al. Ed. Pearson/Prentice Hall. Madrid, 2005

7.- El nuevo régimen de desigualdades solitarias. Qué hacer cuando la injusticia social se sufre como un problema individual. Dubet, Francoise Siglo XXI editores, Madrird, 2023

https://youtu.be/oioLIr5RcUE?si=4ZHR16hlF77k1Ta2

8.- La era del vacío. Lipovetsky, Gilles

https://catedradatos.com.ar/media/lipovetsky-La-era-del-vacio.pdf

Editorial Anagrama, Barcelona, 2017

9.- Por una Psicología socialmente sensible. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/11/por-una-psicologiasocialmente-sensible.html

10.- No hay planeta B. (El ecocidio del capitalismo globalizador) Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/09/no-hay-planeta-b-el-ecocidio-del.html

11.- Modernidad líquida. Bauman Zygmunt

Fondo de cultura económica. México, 2017

https://redmovimientos.mx/wp-content/uploads/2020/07/Modernidad-L%C3%ADquida-Bauman.pdf

12.- El Mercado como arma de destrucción masiva. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/03/el-mercado-como-arma-de-destruccion.html

13.- La miseria sexual contemporánea. Yescas, Oscar

https://oscaryescasd.blogspot.com/2023/08/la-miseria-sexual-contemporanea-oscar.html

14.- ¿Como educarnos para concienciar sobre la violencia? Giroux, Henry. https://lab.cccb.org/es/henry-giroux-defender-que-la-educacion-tiene-que-ser-neutral-es-decir-que-nadie-debe-rendir-cuentas-de-ella/

15.- Intervención psicosocial. Blanco, Amalio/Rodríguez Marín, Jesús

Editorial Pearson/Prentice Hall. Madrid, 2007

http://biblioteca.univalle.edu.ni/files/original/4cd5f06c868876d9423787e65f95adfa44997694.pdf

https://www.youtube.com/watch?v=ssAGA8fPsXY

16.- El despertar político mundial provocado por el genocidio en Gaza

https://oscaryescasd.blogspot.com/2024/06/el-despertar-politico-mundial-provocado.html





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