viernes, 15 de septiembre de 2023

 

El auto en el que viajo

Oscar Yescas Domínguez

15 de septiembre de 2023


A lo largo de mi vida sexagenaria he sido el afortunado poseedor de seis automóviles, los primeros años de mi experiencia como conductor, me deleitaba conducir con gran rapidez por las calles de nuestra ciudad, presionado por la prisa de llegar a tiempo a algún lugar mientras me desplazaba por las calles de nuestra ciudad, me sentía seducido por la potencia del motor de un carro de modelo reciente, y disfrutaba la embriagadora sensación que produce la velocidad de un potente motor. Por supuesto, el conducir en tales condiciones trajo como consecuencia que tuviera tres accidentes automovilísticos en mis primeros años como conductor, ya que mirando en retrospectiva, reconozco que lo hacía en forma irresponsable.

Afortunadamente ninguna persona salió herida de esas experiencias porque sólo hubo como resultado daños materiales que el seguro asumía y las inevitables molestias que provoca un accidente automovilístico: horas perdidas en espera de que terminen su trabajo los ajustadores de seguros y agentes de tránsito, además de la sensación de desamparo que provoca quedarse sin automóvil que conducir durante algunas semanas.

Tales vivencias en las que puse en riesgo mi vida y la de otras personas me sirvieron para reflexionar y aprender (a golpes) sobre la necesidad de manejar el auto en el que viajo con una mayor prudencia y responsabilidad, porque nadie nos lo dice, pero en realidad conducir un automóvil puede convertirse en una arma mortal si es conducido por alguien que no lo hace con las debidas precauciones.

Por lo que actuando con madurez retomé esas lamentables vivencias como verdaderas experiencias de aprendizaje, de tal forma que me ayudaron a reconocer la importancia social y la imperativa necesidad de conducir a velocidad moderada, a extremar precauciones y a manejar a la defensiva. Recuerdo que a principios de los ochentas cuando laboraba como Analista en el Centro de Capacitación del Gobierno del Estado de Sonora diseñando e impartiendo cursos de capacitación, observé las reacciones de risa y bromas de algunas personas cuando vieron que en el tablero de oferta de cursos habia uno con el nombre de “manejo defensivo”.

Aquí y ahora creo en base a mi experiencia como conductor de automóvil en la capital sonorense que está considerada como “zona de alta siniestralidad” por parte de las compañías de seguros, creo firmemente que sería una excelente idea que las autoridades de tránsito municipal procedieran de tal forma que antes de otorgar una licencia de automovilista, se cumpliera el requisito de realizar una prueba obligatoria de manejo y cumplir con la asistencia a un curso de manejo defensivo. Sé que es sólo un sueño porque en las calles de nuestra ciudad circulan cientos de vehículos sin placas o con placas falsas, así como cientos de automóviles sin contar con la licencia de automovilista actualizada. Pero honestamente, creo que una medida de este tipo ayudaría a reducir la tasa de accidentes automovilísticos y aumentaría la seguridad vial en las calles, lo cual repercutiría en un beneficio colectivo para todos los que habitamos en esta ciudad.

Hoy en día conduzco mi automóvil de manera relajada pero siempre a la defensiva, con la mirada fija al frente pero admirando el paisaje que pasa en mi visión periférica, siempre utilizo los tres espejos, usando las luces direccionales con la debida anticipación para avisar cuando voy a cambiar de carril. Aprovechando la tecnología de bluetooth, mientras viajo, logro aumentar el placer de conducir al ir escuchando la música de mis innumerables grupos y cantantes favoritos y el conducir de manera defensiva me ha permitido vivir los últimos 30 años sin tener algún accidente automovilístico, ya que reduce considerablemente las posibilidades de chocar con otro automóvil, motocicleta, o de atropellar a algún ciclista o peatón.

Sin embargo, debo decir que evitar accidentes mientras se conduce un automóvil no depende sólo de las precauciones que tome como conductor, porque en mi camino por las calles interactúo con otros conductores que ignoran que al conducir por las calles de nuestra ciudad se ingresa a una interacción social en la que la comunicación oportuna es necesaria para llegar a salvo a nuestro destino, veo con pesar que algunos de los conductores que me encuentro actúan de manera similar a la que yo lo hacía cuando manejaba con imprudencia, pero debo decir también que algunos conductores superan tal imprudencia porque manejan con gran estupidez.

Usaba con gran frecuencia el claxon de mi automóvil a manera de reclamo hacia otros automovilistas, de tal forma que mi esposa podía saber cuando iba llegando a casa por el sonido de la bocina de mi automóvil. Pero ahora como hombre de la tercera edad, actúo con prudencia, porque ya no protesto a quien me corta el camino, evito dejarme llevar por los impulsos de reclamar a quien estuvo a punto de golpear mi automóvil y aprendí a hacerlo porque estoy consciente de que en la modernidad enfrentamos la existencia de un nuevo problema en las ciudades que se ha denominado “síndrome de ira al volante”, que consiste en un comportamiento agresivo y hostil por parte de algunos conductores en situaciones de tráfico intenso, que se manifiesta desde insultos, gestos ofensivos, sonar el claxon repetidamente y puede escalar hasta persecuciones, choques deliberados y enfrentamientos físicos.

Hoy en día me limito a ver aquellos automovilistas que me rebasan por ambos lados, aquellos que violan impunemente todas las leyes de tránsito, ya sea que conducen vehículos sin placas o maneja automóviles de lujo de una forma irresponsable, mientras mantengo la ecuanimidad. Procuro respetar el límite de velocidad, aún cuando en algunos tramos dicho límite raye en lo ridículo y sea ignorado por una gran mayoría de automovilistas y he aprendido a reducir la velocidad no sólo por el temor a sufrir un accidente, sino también porque hacerlo así, me permite eventualmente disfrutar del paseo mirando el escenario que pasa a ambos lados del camino.

Un paisaje que antes pasaba desapercibido cuando manejaba embriagado por la velocidad y por la presión de llegar puntual a mis citas, pero que hoy al manejar de una manera prudente, puedo darme el lujo de disfrutar del viaje y del paisaje que voy observando. A veces levanto la mirada y miro las escasas nubes que desafían al Rey sol, o por segundos admiro la belleza de un atardecer hermosillense, sin perder el control del volante. Pero esto que hago ahora que soy viejo y sabio, lo aprendí porque antes fui joven y estúpido, al grado de poner innecesariamente en riesgo mi vida y la vida de otras personas “por las prisas y la sensación de disfrutar de la velocidad”.

Todos podemos aprender a manejar con prudencia y responsabilidad, reconociendo que las altas tasas de accidentes automovilísticos son resultado de una responsabilidad compartida, no es sólo la ausencia de presencia policiaca, también es la ausencia de sentido común, de sensibilidad social, de habilidades de conducción y sobre todo de ausencia de respeto hacia nuestras propias vidas y las vidas de los demás.

Utilizando una matáfora, podríamos decir que la forma como vivimos nuestras vidas se parece a la forma como manejamos un automóvil, porque las decisiones que tomamos durante nuestras vidas, son algo similar a las decisiones que tomamos cuando conducimos un automóvil, porque en ambos procesos nos enfrentamos a la necesidad de tener un control del rumbo que estamos siguiendo, cuando nos encontramos frente al volante del automóvil, decidimos el rumbo que tomará nuestro camino, tomamos la decisión de continuar en línea recta, o decidimos cambiar el rumbo a la izquierda, o la derecha, detenernos, etc.

La jungla urbana es un escenario social equiparable a la sociedad en crisis social en la que nos encontramos viviendo, por lo que de la misma forma que nos fijamos un destino cuando abordamos un automóvil, debemos contextualizar nuestra vida personal y encontrarle un sentido a nuestras vidas que han perdido la brújula en el ambiente de incertidumbre que estamos viviendo. Diariamente nos enfrentamos a un alud de cambios políticos, económicos, tecnológicos, ecológicos, etc., que generan una sensación de inseguridad porque no sabemos que cambiará el día de mañana, lo único que no cambia es la premisa de que todo está cambiando.

Cuando iniciaba mis seminarios sobre Psicología social y de Psicología organizacional en la Universidad de Sonora, acostumbraba iniciar el semestre contextualizando la dinámica de cambios sociales que enfrentábamos en ese entonces y les decía a mis alumnos que era necesario desarrollar nuevos comportamientos para enfrentar las nuevas condiciones cambiantes y poder incorporarnos al “mercado de trabajo” en forma exitosa. Que la globalización aumentó los requisitos para conseguir un trabajo, añadiendo la necesidad de mostrar nuevas habilidades como manejar un segundo idioma, navegar en internet, tener conocimientos de cómputo y un adecuado manejo de las relaciones humanas.

Pero con el paso del tiempo me vi obligado a cambiar mi discurso y decirles que no era suficiente desarrollar nuevos comportamientos que nos permitieran adaptarnos exitosamente a los cambios sociales, que necesitábamos desarrollar comportamientos que contribuyeran a generar cambios planeados que permitieran lograr una transformación de la sociedad, por lo que nos veíamos en la necesidad de construir un rol de agentes de cambio social.

Para lograr la transformación social, necesitábamos empezar por la transformación individual y partiendo de la premisa de que el primer paso en todo proceso de cambio social, es el diagnóstico inicial que permitiera reconocer el estado actual de nuestro objeto de estudio (grupos, organizaciones y comunidades), para reconocer las fortalezas y debilidades y estar en condiciones de diseñar un cambio planeado que conduzca al mejoramiento continuo de sus procesos.

Con esa línea de pensamiento, decidí rebasar el rol del maestro para actuar como como agente de cambio social realizando una intervención grupal con mis alumnos utilizándolos como objeto de intervención psicosocial, aplicando técnicas grupales que permitieran lograr un autoconocimiento individual, el sentimiento de pertenencia a un grupo y utilizar la retroalimentación para generar cambios que permitieran pasar del funcionamiento como agrupamiento a la construcción de una identidad grupal y lograr que el mismo funcionara como un equipo de trabajo.

Por esas razones dentro de las primeras técnicas grupales que utilizaba estaban aquellas que permitían lograr construir una atmósfera de apertura en la comunicación, para que existiera la libertad de decir lo que realmente pensaran y expresar lo que realmente sintieran y así lograr la construcción de comportamientos auténticos.

Para lograr esos objetivos era necesario obtener primero un avance en el autoconocimiento y la autoaceptación de cada estudiante, por esa razón de una manera eventual utilizaba un ejercicio de desarrollo grupal que se llama “El auto en el que viajo”, que es un ejercicio de integración grupal que permite hacer un sondeo acerca de las percepciones que tenían mis estudiantes acerca de sí mismos, de la vida personal de cada uno y obtener un conocimiento de los demás miembros del grupo. Este ejercicio ayudaba a relajarse, además de que permitía disfrutar de una oportunidad para desarrollar libremente la creatividad personal, en un ambiente en el que se aprendía jugando.

Este mismo ejercicio lo puede desarrollar cada persona en forma individual si utiliza su experiencia detrás del volante de un automóvil (o si se usa la imaginación en el caso de quien no ha tenido oportunidad de conducir algún vehículo), estableciendo una analogía entre nuestra manera de conducir un automóvil y nuestra forma de conducir nuestras propias vidas, de tal forma que pudiéramos extraer un aprendizaje que nos permita implementar cambios planeados en nuestras vidas personales de una manera que nos conduzca a un mejoramiento en la forma como estamos viviendo.

En nuestra vida diaria, tomamos decisiones constantemente y atravesamos por diversas situaciones que debemos retomar como auténticas experiencias de aprendizaje. Decidimos seguir con los mismos comportamientos que hemos mantenido durante largo tiempo, o decidimos cambiar algunos para crear nuevos comportamientos.

Invito al lector a realizar este ejercicio en forma individual y el mismo consiste en imaginar que nuestra vida personal es un viaje que estamos realizando recorriendo la línea de la vida y nuestra vida es el auto en el que viajamos. Ayudaría de forma considerable, imaginar que se encuentra en momento de sus vidas en el cual un ciclo de termina y comienza otro, ya sea que se trate de un cumpleaños, de encontrarse en época de fin de año, alguna otra fecha significativa, o simplemente que se encuentra con la necesidad, intención y motivación de implementar cambios en su vida personal, adquiriendo un mejor conocimiento de sí mismo para estar en condiciones de desarrollar un aprendizaje que le permita construir nuevos comportamientos. Entonces, considerando que su vida es un viaje, le invito a leer con seriedad las siguientes preguntas de principio a fin, analizando en forma detenida y reflexionando en cada una de ellas, la invitación incluye el uso de una libreta de apuntes para que escriban sus respuestas después de finalizar la reflexión y lectura de cada pregunta, de tal forma que puedan realizar una autodescripción de ustedes mismos, utilizando la metáfora del auto en que viajo como la descripción de su actual vida personal. Sin más indicaciones le invito a que intente responder a las siguientes preguntas:

¿Cuál es mi destino final del viaje? ¿Lo sé o voy improvisando sobre la marcha? ¿Llevo mapa, voy pidiendo indicaciones, me la paso perdido o sé bien hacia dónde voy?

Si yo mismo fuera el vehículo que me llevará a mi destino… ¿Cómo es ese vehículo y en qué estado está? Viejo, nuevo, de carreras, clásico, deportivo, familiar, chocado, equipadísimo, le faltan o están dañados los faros, frenos, neumáticos, parachoques, asientos, bocinas.

¿Tiene suficiente gasolina, agua y aceite? ¿De qué color es? ¿Lleva bolsas de aire y llanta de refacción por si hay algún accidente imprevisto?

¿Tiene aire acondicionado o calefacción para hacer el viaje más placentero? ¿Qué música escucho durante el trayecto?

¿Quién conduce el auto? ¿Soy conductora o copiloto? ¿Voy en el asiento trasero o en el maletero, sin saber siquiera a dónde me llevan?

¿Voy disfrutando el paisaje y avanzando a una velocidad cómoda, o me dirijo a toda prisa al destino sin fijarme en nada y arriesgando la aventura por un accidente? o Por el contrario, ¿avanzo tan lento que parece que no voy a llegar jamás?

¿Cómo es el trayecto hacia mi destino? Recto, en círculos, zigzag, lleno de curvas y pendientes pronunciadas, baches, iluminado, obscuro, lleno de señalizaciones y apoyos, desierto, con un paisaje agradable, seguro, peligroso?

¿Qué y a quién necesito para hacer de este viaje el mejor posible?

Una vez que haya logrado responder estas preguntas, conteste las siguientes preguntas: ¿Qué hará con toda esta información?

Lo importante de realizar ejercicios como éste es conocer el cómo afectan las decisiones posteriores. ¿De qué forma ayudó este ejercicio para aumentar su autoconocimiento?

¿Cómo afectará las futuras decisiones que tomará?

¿Descubrió información importante que le gustaría profundizar?

¿En base a este ejercicio como describiría sus fortalezas y debilidades?

¿Cómo ayudará este ejercicio a mejorar los diferentes roles sociales que desempeña en cada grupo social al que pertenece? (grupo familiar, grupo laboral, grupo de amigos, etc.?

¿Le falta prepararse en algún sentido para poder cumplir con sus metas?

Si la respuesta es afirmativa, no es problema, está a tiempo de hacer un alto y prepararse mejor, la vida continúa y es un constante aprendizaje y la idea es aprovecharla al máximo para aprender no solo teoría, sino también aplicar ésta en la práctica empezando con uno mismo. Pueden sorprenderle los descubrimientos que haga, pero es importante recordar que no son ni buenos ni malos. Son simplemente un punto de partida para tomar mejores decisiones que afecten en un sentido positivo muchos aspectos personales, o laborales que le permitirán establecer un plan de mejoramiento que le permita la implementación de cambios planeados en cada ámbito de convivencia social.

Después del tiempo transcurrido para la respuesta individual a este ejercicio, procedía a solicitarles que de una manera voluntaria, cada alumno leyera en voz alta las notas que escribió en respuesta a las preguntas. Ayudaba mucho que acostumbraba sentar en forma de círculo a todo el grupo, por lo que después de que todos leían sus respuestas, se sentía un ambiente de relajación, de satisfacción y orgullo por la tarea realizada, porque implicó vencer muchos temores para compartir detalles de la vida personal con personas que antes eran desconocidas, pero que ahora se veían como compañeros de grupo que construyeron un vínculo de colaboración al haber identificado metas comunes.

Al final del semestre, acostumbraba realizar una reunión de evaluación del curso realizada por los propios estudiantes en la cual criticaban el programa del seminario, los contenidos teóricos, la metodología, el desempeño del profesor y el aprendizaje obtenido. Todas esas reuniones las filmaba y se encuentran disponibles en mi cuenta de Youtube, porque de antemano sabía los resultados, porque yo aprendía también de esas experiencias, porque mis alumnos se convertían en mis maestros y yo me convertía en un compañero suyo. Eso es lo único que extraño de mis tiempos como profesor universitario activo: el contacto con mis estudiantes, el aprendizaje que tenía con la interacción con ellos, un aprendizaje que me permitía no solo mantenerme actualizado, sino crecer como persona y como profesional al final de cada semestre.

Los tiempos de crisis social que estamos viviendo provocan millones de crisis individuales, la realidad se muestra como una fuerza avasallante que vulnera nuestra autonomía individual y nos reduce a la condición de seguidores de figuras significativas en diferentes contextos: figuras políticas, figuras del medio artístico, de cine o televisión o influencers. La sociopatología, el consumismo, el culto a la imagen, afectan nuestra autoestima y generan sentimientos de inseguridad que impiden el uso de nuestro potencial humano.

Necesitamos aprender a confiar en nosotros mismos y para generar tal confianza debemos generar un autoconocimiento, eliminar ideas estereotipadas, prejuicios y creencias erróneas. Necesitamos recuperar nuestra dignidad perdida, el respeto a uno mismo, si no nos respetamos a nosotros mismos, cómo podemos esperar que otros nos respeten? Tal y como les decía a mis estudiantes, deben reflejar una presencia en su persona que refleja confianza y seguridad en ustedes mismos, ¿Cómo esperan ganar la confianza de las personas con las que van a trabajar si ustedes reflejan inseguridad en ustedes mismos?

Deben proyectar una presencia que contenga confianza y seguridad en ustedes mismos, deben despojarse de cualquier juicio, máscara o muro, para construir una conexión verdadera y profunda con las demás personas. Pero primero deben estar conectados sus pensamientos con sus sentimientos y emociones, de tal forma que reflejen autenticidad y puedan decir lo que realmente piensan y expresar lo que realmente sienten.

El autoconocimiento y la autoaceptación es el primer paso para lograr el control de nuestras vidas, ambos conceptos representan el volante del “automóvil en que viajamos”, en la medida en que logremos ganar esa confianza y seguridad en nosotros mismos, encontraremos sentido a nuestras vidas, porque sabremos como fijar metas en nuestras vidas y recorrer el camino para llegar a ese destino.

Una sociedad democrática requiere de individuos autónomos, con pensamiento libre y libertad de elección, la autonomía individual tiene como bases el autoconocimiento y la autoaceptación. La historia social no sólo se refiere a hechos del pasado, también incluye la historia actual, aquella historia que construimos a través de nuestra participación cotidiana en los diferentes grupos sociales a los que pertenecemos.

Hombres y mujeres tenemos historicidad, que es la capacidad de cambiar el rumbo de nuestra historia personal y colectiva. La metáfora de concebir nuestras vidas como si fueran un automóvil, nos ayuda a comprender que nosotros y nadie más somos los arquitectos de nuestro propio destino y que de las decisiones que tomemos provendrán los giros que demos en nuestras vidas, las subidas o bajadas y el llegar seguros y salvos a nuestro destino final. De nosotros depende la historia que se escriba en el futuro sobre nuestras vidas individuales y de la historia como país o la historia mundial.

Evaluación del seminario Intervención psicológica en convivencia social dos del semestre 2018-2. https://www.youtube.com/watch?v=oEpqbTF4awM&ab_channel=OscarYescas

Evaluación grupal del curso Intervención psicológica en psicología organizacional dos. Semestre 2-018-1. https://www.youtube.com/watch?v=MlxhmMvThb0&t=116s&ab_channel=OscarYescas

Yescas, Oscar: El desencanto de conducir por las calles de nuestra ciudad

https://oscaryescasd.blogspot.com/2022/11/eldesencanto-de-conducir-por-las-calles.html

Yescas, Oscar: El hombre modular y la transformación social

https://oscaryescasd.blogspot.com/2022/08/elhombre-modular-y-la-transformacion.html

Yescas, Oscar: Psicoterapia y política

https://oscaryescasd.blogspot.com/2021/04/psicoterapiay-politica-oscaryescas.html

Yescas, Oscar: La historicidad y el fortalecimiento comunitario

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/10/lahistoricidad-y-el-fortalecimiento.html

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