follow me

sábado, 26 de noviembre de 2022

 

El desencanto de conducir por las calles de Hermosillo

Oscar Yescas Domínguez

26 de noviembre 2022

Partiendo de la premisa de que no todas las personas gozan del privilegio de ser propietario de un automóvil particular, ya que no todos los individuos forman parte del mercado automotriz al no tener la capacidad crediticia para adquirir un automóvil propio, el conducir por las calles de nuestra ciudad debería ser una actividad placentera porque no sólo nos convierte en dueños de nuestro propio tiempo, sino porque también nos proporciona una sensación de libertad y autonomía al tener la oportunidad de elegir el camino o las calles por las que podemos transitar conduciendo nuestro automóvil particular.

Hermosillo es una ciudad hermosa, tiene un especial encanto por las personas que habitan en esta ciudad, y este encanto es mayor para quienes nacieron en esta ciudad o para quienes hemos vivido en la misma durante décadas y la hemos adoptado como si fuera el hogar de toda la vida porque en ella hemos vivido la transformación de nuestras vidas y cada rincón nos recuerda una historia particular.

Pero la belleza que caracterizaba a la capital sonorense se ha ido desvaneciendo con el paso del tiempo, por el descuido al que la han sometido los presidentes municipales de todos los partidos que nos han gobernado, llámese Pri, Pan o Morena, todos sin excepción han decepcionado a la población al olvidar que ocupaban puestos públicos y eran servidores públicos cuyos sueldos provenían del pago de los impuestos de la ciudadanía y que por esa razón tenían como principal misión atender los problemas sociales y utilizar los recursos financieros y materiales a los que tuvieron acceso para resolver las necesidades de la población. Pero lejos de asumir esa actitud, continuaron con la perversión de la política heredada por el prianismo de aprovechar los recursos públicos para inflar sus sueldos, participar en actos de corrupción y gobernar a espaldas de la población que dicen gobernar.

El asunto es que vivir en esta ciudad ha ido perdiendo su atractivo, ya que los problemas sociales no están siendo atendidos por las autoridades municipales que llegan con un costal de promesas de campaña y al estar en el poder toman decisiones contrarias al bienestar de la población que habita en esta ciudad. Hemos sido testigos del crecimiento desmedido y no planeado de la mancha urbana en los últimos 50 años y sobre todo hemos visto que quienes han ocupado la silla de la presidencia municipal han cometido actos de corrupción al preferir desviar grandes cantidades del presupuesto municipal para enriquecer sus fortunas personales, favorecer a familiares ingresándolos a la nómina municipal, cumplir con compromisos de campaña incrementando el número de personas que cobran del presupuesto municipal con nombramiento de confianza, o inclusive, violar la ley y darles nombramiento de base para darles estabilidad laboral, pasando por encima de cientos de trabajadores municipales que siguen con nombramiento de trabajadores eventuales.

Es de conocimiento público el negocio que realizan las autoridades municipales al contratar empresas particulares que funcionan como proveedores de servicios y cuyos propietarios aceptan participar en actos de corrupción inflando las facturas por servicios prestados con materiales de baja calidad, que provoca que el problema presuntamente resuelto resurja de nuevo en un breve lapso de tiempo. La característica común que han presentado las diferentes administraciones municipales es que han olvidado que son servidores públicos y que su responsabilidad es cumplir su función de trabajar para garantizar el logro del bienestar de la población.

A principios de este siglo, Hermosillo tenía fama de ser una de las ciudades más limpias del país, lucía como un oasis en el desierto, con amplias avenidas y numerosos árboles en los camellones de los principales bulevares de nuestra ciudad. Pero el día de hoy la capital sonorense luce de una manera diferente, se ha convertido en una ciudad descuidada en su limpieza, luciendo cúmulos de tierra en casi todas las colonias de la periferia, con una espesa capa de polvo que se condensa en época de invierno y afecta la salud de la población.

La seguridad pública sólo existe en el nombre, porque las presencia de autoridades policiacas o de tránsito brillan por su ausencia. Es más fácil encontrarse unidades de la Guardia Nacional que patrullas de agentes de tránsito vigilando el tráfico de la ciudad. El presidente Municipal Antonio Astiazarán, en lugar de usar el presupuesto municipal para reparar las cientos de patrullas que están en el corralón, prefirió firmar un contrato con una empresa “para rentar 170 patrullas eléctricas”, desviando gran parte del presupuesto en esta operación que afecta las finanzas municipales.

La mancha urbana ha crecido y con ella, el número de habitantes y sobre todo de vehículos que circulan por las calles y como no se ha invertido desde hace años en obras públicas como infraestructura vial, esto provoca grandes congestionamientos de tránsito en las horas pico, que se complican aún más por la ausencia de agentes de tránsito y sobre todo por la falta de coordinación entre los semáforos que existen en esta capital.

Tan sólo hace tres días quedé estancado en un enorme embotellamiento junto al Museo de la Universidad de Sonora, porque los semáforos no estaban coordinados y provocaban que las largas filas aumentaran por un mal funcionamiento de los mismos. La situación se complica porque los conductores de vehículos manejan sin precaución alguna, sin respetar las leyes de tránsito y a gran velocidad provocando accidentes innecesarios. Si las autoridades no cumplen con sus funciones, la ciudadanía no exhibe responsabilidad social ni cortesía al conducir, amparados en el hecho real de que no hay vigilancia policiaca, por lo que violan leyes de tránsito de una manera impune, lo cual crea un cuadro de gran complejidad social que nos coloca en una situación en la que no es exagerado decir que estamos viviendo en una jungla urbana.

Existen zonas de nuestra capital que lucen como zonas de una ciudad moderna, como por ejemplo la zona hotelera, ya que el ex-presidente municipal Javier Gándara, invirtió una gran cantidad del presupuesto municipal para construir drenaje pluvial y pavimentar con concreto hidráulico la zona donde tiene su negocio particular.

Pero esa es una cara de la moneda, el otro rostro que ya es imposible de ocultar en la ciudad de Hermosillo, son las zonas que sufren marginación de todo tipo de servicios por parte del ayuntamiento desde hace tiempo. Carecen de vigilancia policiaca, alumbrado público, transporte urbano, etc. Pero un problema que compartimos una amplia mayoría de la ciudadanía que conduce por las calles de nuestra ciudad capital es la presencia masiva de baches que han provocado ponchaduras de llantas, colisiones de automóviles, daños a personas, etc.

El día de ayer circulaba por uno de los bulevares más feos de la ciudad de Hermosillo, me refiero al boulevard Lázaro Cárdenas, en el tramo comprendido entre el boulevard Solidaridad y el boulevard Quiroga. Suena muy elegante llamar boulevard a ese tramo, porque es una simple calle de doble sentido con dos carriles en cada lado, separadas por un camellón en donde se supone que habría una banqueta, pero ésta no existe, porque en el lado norte, está tupida de maleza y la minibanqueta que existe en pequeños tramos ha sido invadida por la maleza, por lo que no puede caminar ninguna persona y detrás de esa maleza está el canal que es la prolongación del canal que se encuentra embovedado en el boulevard López Portillo, pero está a cielo abierto y es utilizado por personas irresponsables para usarlo como depósito de basura.

El tramo al que me refiero es una calle sumamente descuidada, con desfiguraciones de un pavimento que se colocó hace años, presenta grietas, ondulaciones y una cantidad enorme de baches que dificultan transitar por ese tramo y la dificultad aumenta porque es un tramo que presenta una gran cantidad de tráfico y la mayoría de los conductores circula a gran velocidad, como si manejaran en carretera y al encontrar un bache, lo evitan desviando el automóvil invadiendo el carril contrario creando el riesgo de colisionar con los vehículos que circulan en sentido contrario,

Como decía, iba circulando a mitad del “boulevard” y pasé por un punto donde estaba teniendo lugar un incendio provocado del cual emanaba una densa cortina de humo que invadía la calle por la que iba circulando, disminuí la velocidad para ver el camino por el cual conducía de la misma forma que hago siempre: tratando de escanear las calles para detectar los numerosos baches, cuando de pronto sucedió la pesadilla de todo automovilista hermosillense: escuché un estallido y mi automóvil dio un giro hacia la derecha y de inmediato me di cuenta de que una de mis llantas se había ponchado por haber caído en uno de tantos baches.

No hay muchos lugares donde detener el vehículo en ese tramo, por lo que buscando donde estacionarme, encontré el espacio de una empresa en la que se encuentran varios trailers. Logré colocar mi vehículo fuera de la “carpeta asfáltica”, a salvo de un posible colisión por los numerosos vehículos que transitan a gran velocidad por esa ruta, me bajé y confirmé mis temores, la llanta delantera estaba ponchada. No sabía exactamente mi ubicación porque otra de las señales del deterioro de nuestra ciudad es que es una “ciudad donde las calles no tiene nombre”, como se titula una canción de U2, por lo que antes de llamar a una llantera, tuve que caminar por una estrecha banqueta de la acera sur de dicho “boulevard”, hasta saber que estaba cerca del cruce de Lázaro Cárdenas y la calle Lázaro Mercado.

Mi esposa llamó a mi hijo y él me hizo el favor de llamar a una llantera, mientras esperábamos viendo el tráfico que circula a toda velocidad sin ninguna precaución, escuchamos un estallido y vimos otro automóvil que cayó en el mismo bache donde cayó mi llanta y el conductor con grandes dificultades logró estacionarse a un lado de nosotros. Para ese momento nos encontrábamos dos automóviles, dos llantas hechas pedazos por un mismo bache y dos conductores compartiendo la misma indignación por el mal estado de las calles de nuestra ciudad, esperando que vinieran a hacer la evaluación de la llanta y el cambio de la misma. Esta persona no traía su teléfono y me pidió le prestara el mío para llamar a su esposa, así lo hizo, pero no recibió respuesta porque su esposa “no responde a teléfonos desconocidos” y no recordaba el número de teléfonos de sus hijos.

Estuvimos esperando cerca de media hora aspirando el humo que emanaba del incendio que consumía la maleza del canal que estaba enfrente de nosotros, jamás llegó una unidad de bomberos a sofocar ese incendio. Más tarde me enteré que ese día se reportaron tres incendios en esta ciudad capital, parece que es una forma económico, pero contaminadora del medio ambiente, de limpiar la maleza que creció en las pasadas lluvias de este año.

Finalmente llegó la ayuda, el conductor del otro automóvil a la persona que se presentó en una pequeña camioneta que portaba una letrero hecho en forma artesanal que decia “Reparaciones de llantas” y después de preguntarme si fui yo quien llamó se dispuso a quitar la llanta. Mientras lo hacía, el conductor del otro vehículo averiado le preguntó cuánto cobraba por cambiar la llanta (porque su neumático presentaba una gran grieta y era evidente que estaba inservible) y poner la extra y la respuesta que recibió fue que $300 pesos era la tarifa por es operación, no importaba si incluía la reparación de la llanta o simplemente era quitar la llanta inservible y poner la llanta extra.

Esta escena me recordó la anterior ocasión cuando hace un par de meses me pasó lo mismo y me cobraron $300 pesos por quitar la llanta inservible y poner la llanta extra. El conductor del otro auto se indignó y dijo que era demasiado caro y se dispuso a cambiar su llanta él mismo, porque la llanta ponchada presentaba una gran parte rota, por lo que quedó inservible.

Yo sabía lo que me esperaba por lo que sí acepté pagar esa tarifa y esta persona después de revisar mi llanta, me confirmó que también quedó en estado inservible, por lo que se limitó a poner la llanta de refacción que es un minillanta que no brinda mucha seguridad al conducir (lo cual me parece un fraude de la industria automotriz), por lo que tuve que ir de inmediato a comprar una llanta nueva.

Para ese entonces, había sido preso de varias emociones que tuve que mantener bajo control, pero aún así estaba indignado por el mal estado de las calles de nuestra ciudad, un descuido provocado por quienes nos han gobernado y que son responsables del desvío de recursos públicos para garantizar el pago de sus altos sueldos, por participar en actos de corrupción con proveedores que simulan “bachear” las calles de nuestra ciudad, por la ausencia de responsabilidad al negarse a apoyar a los ciudadanos que reclaman el reembolso de los gastos provocados por el mal estado de las calles por las que circulamos, argumentando que “no hay dinero”, pero se invierten grandes cantidades en la renta de patrullas eléctricas.

El asunto no termina ni se soluciona con comprar otra llanta, porque la ponchadura de llantas en los vehículos que transitan en esta ciudad se ha convertido realmente en un problema social que afecta a una gran cantidad de personas. Un problema que provoca gastos extraordinarios que tienen que resolverse de manera inmediata y en el que no todas las personas que sufren este tipo de accidentes tienen la posibilidad de pagar los servicios de reparación de llantas o la compra de una llanta nueva.

Este problema no es provocado por la ciudadanía, representa la falla de un gobierno que no está cumpliendo con sus funciones de garantizar la seguridad en el libre tránsito de los miles de vehículos que circulan por las calles de nuestra ciudad. Comprar una llanta nueva no garantiza que no se vuelva a caer en un bache y se repita la experiencia, porque son miles de baches los que existen en la capital sonorense. Las autoridades municipales deben asumir su responsabilidad de apoyar a la ciudadanía que atraviese por esta experiencia y como no terminarán de bachear o repavimentar las calles de toda la ciudad, deben ofrecer una alternativa a la población. En base a las anteriores consideraciones y con la intención de superar el nivel de las quejas sin sentido y arribar al nivel de incluir propuestas de solución al problema planteado, hago las siguientes propuestas como alternativas de solución:

1.- El Ayuntamiento de Hermosillo debe crear un área de servicio dentro de su estructura de gobierno que incluya una unidad de trabajadores municipales, que cuente con un teléfono público que reciba las llamadas de las personas que sufran este tipo de percances (caer en un bache y la ponchadura de su vehículo) y enviar una cuadrilla de trabajadores para realizar la reparación de la llanta, identificar el bache para ser reparado de inmediato y en caso de que la llanta afectada quede inservible, que el ciudadano presente la factura de compra de la misma y el importe de la cantidad utilizada, le sea descontado del pago del impuesto predial, o de tenencia vehicular, o de alguna infracción que aparezca a su nombre.

Actuando de esta forma, se evitaría el abuso del que somos objeto de particulares que se dedican a “brindar este servicio en redes sociales” y cobran la tarifa que les da la gana. La ciudadanía percibiría ser objeto de un servicio de las autoridades municipales y esto podría funcionar como parte de una acercamiento entre quienes dirigen el ayuntamiento y quienes pagamos los sueldos de quienes laboran en el mismo.

| 2.- Para evitar la respuesta de que “no hay dinero” para crear una unidad de trabajo en la estructura de gobierno municipal, se propone reducir el número de trabajadores que están registrados en la nómina del Ayuntamiento de Hermosillo, porque se tiene conocimiento de que existe un alto número de personal administrativo que es mayor al número de trabajadores que realizan los trabajos operativos de servicio a la población. Faltan más jardineros para limpiar la maleza de bulevares, parques y jardines de nuestra ciudad, barrenderos que limpien y barran las calles de nuestra ciudad, etc.

3.- Existen varios lotes abandonados por toda la ciudad que presentan gran descuido y están tupidos de maleza, las autoridades del Ayuntamiento de nuestra ciudad deberían multar a los propietarios que no procedan a realizar la limpieza de los mismos y eso representaría una fuente de ingreso para las finanzas municipales.

4.- Colocar agentes de tránsito en los principales cruceros de nuestra ciudad y multar a todo aquel conductor que cometa una infracción de las leyes de tránsito, esto elevaría la seguridad pública, educaría a la población en aspectos de vialidad y representaría otra fuente de ingresos para las finanzas municipales.

5.- Reducir el sueldo de los altos funcionarios del Ayuntamiento que rebasen los $50,000 pesos mensuales, porque ese dinero es del pueblo y la población hermosillense enfrenta grandes problemas sociales que no están siendo atendidos y es inaceptable que los recursos financieros del ayuntamiento se desvíen para enriquecer las fortunas personales de funcionarios que no están cumpliendo con su rol de servidores públicos al descuidar sus funciones de atender la solución a los problemas sociales.

6.- Los recursos recaudados con la aplicación de estas medidas serían canalizados para reforzar las actividades de construcción de drenaje pluvial y repavimentación de las calles de nuestra ciudad.

Muchos ciudadanos no cumplen con el pago del impuesto predial o de tenencia vehicular como parte de una protesta pasiva ante el mal gobierno que estamos sufriendo los habitantes de nuestra ciudad. Realizar estas acciones podría servir como muestra de que se intenta gobernar de forma diferente y podría servir de estímulo para que la ciudadanía cumpla con sus responsabilidades como ciudadanos. Pero esto no sucederá si los funcionarios públicos municipales no demuestran en los hechos haber asimilado su identidad como servidores públicos, como personas que tienen una verdadera vocación de servicio, compromiso social con la comunidad y que no están dentro de la estructura del gobierno municipal motivados únicamente por su intención de percibir un alto sueldo a todas luces injusto e inmerecido.

La ciudadanía hermosillense ya ha dado muestras de hartazgo social en el pasado y el rechazo a la intención de imponer la reelección de la anterior Presidenta municipal Célida López, es una muestra de participación ciudadana, una participación que no necesariamente tiene que esperar las fechas de elecciones para expresarse y que hoy cuenta con la figura legal de la revocación de mandato para destituir a los funcionarios públicos que no estén cumpliendo con las expectativas sociales en el desempeño de sus funciones.

Sólo a través de la democracia participativa lograremos recuperar la calidad de vida que teníamos hace años y podremos volver a sentir el encanto de viajar sobre cuatro ruedas por las calles de nuestra antaño hermosa y encantadora ciudad capital.

Finalmente, quiero decir que la solución a los problemas sociales no depende sólo de las autoridades, porque si éstas son corruptas o negligentes, es porque la ciudadanía lo estamos permitiendo al no exigir el respeto a nuestros derechos y uno de estos derechos es el tener un gobierno que sepa gobernar y priorice la atención a la ciudadanía por encima de sus ambiciones económicas o políticas. No debemos asesinar a la democracia pensando que que sólo existe la democracia electoral, la democracia implica un estilo de vida que se refleja en la vida cotidiana e incluye la participación social. Si estás de acuerdo con las propuestas incluidas en este breve artículo, manifiéstalo compartiendo el link del mismo con tus contactos y hagamos viral el lista de las peticiones aquí incluidas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

coloca tu nombre y correo electronico antes de comentar gracias