lunes, 14 de agosto de 2023

 

La miseria sexual contemporánea

Oscar Yescas Domínguez

El deber de todo científico social es descubrir la verdad y decirla cueste lo que cueste” Alberto Merani (psicólogo venezolano).


Introducción

La enajenación capitalista

La enajenación de la sexualidad en el capitalismo

¿Estamos sanos?

La miseria sexual contemporánea

Conclusiones

Introducción

La sociedad capitalista del siglo XXI muestra síntomas que revelan la existencia de una sociopatología acompañados de fuertes evidencias de un alto grado de deshumanización que nos conducen por un camino que nos lleva a nuestra autodestrucción y a la destrucción de la naturaleza, por lo que urge implementar cambios en la estructura de nuestra sociedad. A pesar de las evidencias, numerosos psiquiatras y psicólogos insisten en que la psicopatología que se observa en miles de personas es sólo la disfuncionalidad de algunos individuos que muestran incapacidad para adaptarse a las normas sociales.

Pero las evidencias de que “algo está mal” en el funcionamiento de nuestra sociedad aumentan día tras día, pero lamentablemente, abundan los estudios enfocados en el individuo que impiden ver el panorama social y obtener una visión más amplia y objetiva de la situación en la que nos encontramos. Por estas razones debemos elevar el nivel de análisis para identificar la interinfluencia que existe entre el individuo y la sociedad y el impacto que tiene la misma en nuestras vidas cotidianas.

Para avanzar en la compleja tarea de analizar la realidad social, debemos mirar hacia el pasado y retomar aquellos esfuerzos que realizaron grandes pensadores que intentaron arrojar luz sobre la creciente oscuridad humana que se ha gestado en las últimas décadas, en las que, a nombre del crecimiento económico, se han tomado medidas económicas y políticas que nos han colocado en la situación en la que nos encontramos, que se caracteriza por la existencia de una enorme desigualdad social, explotación irracional de los recursos naturales, destrucción de la naturaleza y de la propia humanidad.

Al voltear la mirada hacia el pasado, podemos encontrar que se han presentado varias advertencias acerca de la existencia de una creciente sociopatología en la sociedad moderna, las primeras voces de alerta provinieron de dos grandes pensadores del campo de la Psicología: Sigmund Freud y Erich Fromm.

Freud fue el primero en señalar en su libro El malestar en la cultura que “la Psicología es desde un principio y hasta el final, una Psicología social” (1), investigó los efectos perniciosos que tiene la cultura social sobre el individuo de su época y terminó afirmando que “el conflicto existente entre el individuo y la sociedad, se debe a la acción represiva que los factores culturales ejercen en los impulsos individuales, acción que al presentarse en forma simultánea en varios individuos que pertenecen a una misma comunidad, llega a generar un verdadero malestar colectivo, porque los imperativos culturales obligan al individuo a reprimir sus impulsos por la obligación de respetar las normas sociales para adaptarse a las exigencias culturales y lograr la meta de convivir en armonía con los demás” (2).

Pero el tiempo demostró que la sola adaptación social no permite lograr los anhelos de tener una vida de dicha y felicidad porque éstos se ven obstruidos por los obstáculos que enfrentamos en nuestras vidas, debido a que la estructura misma del sistema capitalista, que se basa en la explotación del hombre por el hombre, es la que está provocando dolor, desengaño y múltiples frustraciones.

Para para poder soportar la insatisfacción social resultante de la incapacidad de este logro, la propia sociedad promueve el consumo de calmantes de diversos tipos y el uso de distracciones diversas (cine, radio, televisión, etc.) para conseguir una adaptación social. La importancia de esta obra de Freud consistió en revelar la existencia de un antagonismo entre las expectativas y exigencias de cada individuo y las restricciones impuestas por las normas de la cultura social, que llegan a provocar insatisfacción colectiva y debido a ello, surgen numerosos conflictos psicológicos expresados en forma individual.

El segundo autor Erich Fromm, describe en su libro El miedo a la libertad los estragos psicológicos provocados por el desarrollo del naciente capitalismo industrial moderno, analizando las muestras generalizadas de conformidad y obediencia al autoritarismo, como “señales de la renuncia consciente a la personalidad individual en favor de una sumisión ciega de las masas a un líder superior como verdaderos síntomas de una huida de la libertad por parte del ser humano” (3).

La sociedad industrial capitalista empezaba a lograr niveles de bienestar económico y social que permitía disfrutar de la libertad para utilizar el tiempo libre, pero se presentó una tendencia a abandonar la independencia del Yo individual propio, para fundirse con algo o alguien exterior a uno mismo y lograr obtener la fuerza que carecía el Yo individual.

En su siguiente libro titulado Psicoanálisis de la sociedad contemporánea (que en su versión en inglés se tituló the sane society), intentó investigar “lo que al carácter del hombre le hace nuestro naciente sistema industrial”. En dicho texto retoma los planteamientos que Freud planteó en su libro El malestar en la cultura y los combina con el uso del concepto de enajenación de Carlos Marx para analizar los conflictos que agobian a la sociedad de su tiempo, configurando con estas aportaciones el surgimiento de los conceptos esenciales de lo que se llamaría años adelante un psicoanálisis humanístico, que fue su gran aportación.

Su atención se centra en la sociedad estadounidense, justificando esta elección por ser la sociedad que presentaba un mayor desarrollo industrial en los momentos en que escribió este libro, pero afirmando que los alcances de su análisis se ampliaban a todo el mundo occidental donde impera el capitalismo.

Una gran aportación que nos hace en este estudio fue la advertencia de la existencia del fenómeno de la “validación consensual”, que consiste en la creencia ingenua de que si una gran mayoría de integrantes de una sociedad comparten las mismas creencias, ideas y sentimientos, esto demuestra la validez de dichas creencias, ideas o sentimientos. Afirmó que así como existe una folie a deux (locura de dos), también podemos encontrar una folie á millions, es decir, una locura compartida por millones de personas (4).

Bajo esa perspectiva, afirmó que el hecho de que millones de personas compartan los mismos vicios, no convierte esos vicios en virtudes, de igual forma, el hecho de que compartan las mismas mentiras, no convierte a estas mentiras en verdades y en consecuencia el hecho de que millones de personas presenten los mismos comportamientos psicopatológicos, no significa que sean personas normales, equilibradas emocional y mentalmente, ni que la sociedad en la que viven “sea una sociedad normal”.

Siguiendo la línea de pensamiento de Sigmund Freud en el Malestar en la cultura, Fromm afirma que la cultura y civilización industrial capitalista se desarrollan en un claro contraste con las necesidades sociales y parte de la premisa de que al analizar la evolución de la civilización industrial, puede establecerse una analogía con el proceso de desarrollo de una neurosis individual y dar origen a un nuevo comportamiento que se conoce como “neurosis social”.

Al explicar esta analogía, identifica una diferencia importante entre la perturbación mental individual y la social, que lo lleva a establecer una distinción entre defecto y neurosis, de tal forma que si una persona no logra alcanzar la libertad, espontaneidad y autenticidad, esta incapacidad se puede considerar un defecto, si en el seno de la sociedad a la que pertenece se considera que la libertad, espontaneidad y autenticidad son las metas que debe alcanzar un ser humano.

En cambio, si la mayoría de las personas de esa sociedad no alcanzan tales metas, puede hablarse de la existencia de un defecto “socialmente modelado” y en esas condiciones como el individuo que comparte esa incapacidad (afectiva, intelectual, emocional) con otros individuos, no logra reconocerla o considerarla como un defecto por lo que se adapta fácilmente y su autoconfianza no se ve amenazada, porque la pérdida de una felicidad basada en sentimientos auténticos, es compensada por la seguridad de encontrarse adaptado a un conjunto social que comparte dicha incapacidad y con ello llena su necesidad de pertenencia y aceptación social.

Según describe Erich Fromm, en la sociedad de mediados del siglo XX, una gran mayoría de las personas actuaban como autómatas sonreían falsamente, no mostraban sus sentimientos y compartían charlas insignificantes. El autor afirmó que estas personas desarrollaron un defecto de espontaneidad e individualidad que puede considerarse incurable y esos comportamientos no difieren de los comportamientos de millones de personas que se encontraban en la misma situación, que vivían sin esperanza experimentando internamente un dolor auténtico, pero la cultura de la sociedad industrial capitalista les proporcionaba los medios para vivir con un defecto sin enfermarse: consumo exagerado de alcohol, de tabaco, de drogas, de sexo, distracciones interminables, que les permitían una vida enfocada en un hedonismo permanente.

Al analizar las altas cifras sobre suicidio, alcoholismo, homicidios y otros problemas sociales que se presentaban en la sociedad estadounidense en el momento histórico en que escribió este libro, Erich Fromm afirmó que la sociedad norteamericana (y el resto del mundo occidental que compartía el sistema capitalista), vivía sin darse cuenta en el contexto de una patología de la normalidad, una patología que no tenía reconocimiento social, porque se manifestaba en forma colectiva y se presentaba el fenómeno de la validación consensual, que impedía que se reconociera la existencia de encontrarse en el contexto de una sociedad enferma.

De esta forma concluía Fromm respondiendo a la pregunta que titulaba su primer capítulo ¿Estamos sanos?, afirmando que debe reconocerse la existencia de una “patología de la normalidad” y que ésta es el reflejo y síntoma de una “patología de la sociedad occidental contemporánea”, porque estaban viviendo en una sociopatología que surgía y crecía en la medida que avanzaba la consolidación de la sociedad capitalista industrializada. Ante esta conclusión, Fromm se preguntó si habría algo fundamentalmente equivocado en el “modo americano de vida” que estaba produciendo esta sociopatología, porque era evidente que la civilización de la segunda mitad del siglo XX no satisfacía algunas de las necesidades más profundas del ser humano y al contrario, estaba generando una patología social.

La enajenación capitalista

De la misma forma que Erich Fromm cuestionaba la sociedad de mediados del siglo XX, varios pensadores de gran prestigio internacional (filósofos, sociólogos, psicólogos, psiquiatras, etc.), identificaron desde la década de los setentas el surgimiento de un fenómeno de enajenación social en el seno de la naciente sociedad industrial capitalista (Adam Schaff, Herbert Marcuse, Louis Althousser, Franco Basaglia y otros).

Advirtieron del peligro social que impicaba la promesa capitalista de lograr un crecimiento infinito en un mundo con recursos finitos, porque si bien, se podia lograr una producción masiva gracias al desarrollo de la tecnología, promover un consumo masivo traería graves consecuencias al medio ambiente, daños a la naturaleza, explotación laboral y daños a la salud mental de la población.

Pero como suele suceder, los políticos siempre ignoran los consejos y advertencias de los científicos y los gobernantes permitieron crear las condiciones para que los propietarios de los grandes medios de producción pudieran alcanzar una maximización de sus beneficios económicos, argumentando la necesidad de “impulsar la economía”.

Debemos considerar que en el sistema capitalista existe la propiedad privada de los medios de producción y a los empresarios no les interesa satisfacer las necesidades sociales, porque su meta principal es la obtención de ganancias con la menor inversión posible, de tal forma que a través de las ventas masivas de sus productos pudieran maximizar sus beneficios económicos y construir cuantiosas fortunas, sin importarles que el consumo excesivo de sus productos pudiera tener repercusiones negativas en la salud de los consumidores individuales o provocaran daños al medio ambiente.

La segunda mitad del siglo XX fue el momento histórico en el que inició la creación de lo que hoy se conoce como “sociedad de consumo” y para comprender mejor el impacto social de esta nueva forma de organización social, cabe mencionar que varios estudios han demostrado que cada sociedad forma en su seno el tipo de individuo que necesita para seguir funcionando y para construir la sociedad de consumo se necesitaba convertir a los ciudadanos en consumidores permanentemente insatisfechos, para garantizar a través de un elevado consumo la maximización de los beneficios económicos de la clase poseedora de los medios de producción.

El crecimiento de la sociedad de consumo provocó el desarrollo de una ideología individualista guiada por un permanente hedonismo y estos nuevos comportamientos contribuyeron a una “crisis de valores” que consistió en la desaparición de valores humanitarios. El consumo compulsivo contribuyó a aumentar el grado de enajenación social, al poner énfasis en la errónea idea de que la felicidad se podía obtener mediante el desarrollo de una capacidad para consumir de manera permanente, porque “la felicidad se encontraba en las grandes tiendas comerciales” (5) y el determinismo económico en el que vivimos generó la necesidad de acumular dinero como la meta principal para millones de seres humanos que aspiraban a lograr “una buena vida” y alcanzar la felicidad en la sociedad contemporánea.

Como resultado de esta enajenación, las relaciones interpersonales se vieron afectadas de tal forma que las personas sin capacidad de consumo perdieron su condición de seres humanos, la condición humana perdió importancia ante la hipervaloración de lo material y los individuos fueron reducidos a la condición de objetos cuyo valor social se determinaba por el número de posesiones materiales (tanto tienes, tanto vales).

Las consecuencias de esta enajenación impidieron el desarrollo de la capacidad de amar al perder la autenticidad en el comportamiento social, por lo que surgió otro complemento enajenante que consistió en canalización de la afectividad a través de la personificación de los objetos, que se refleja cuando una persona valora o quiere más su fortuna personal o sus posesiones materiales que la compañía de su esposa o de sus hijos.

El uso masivo de la publicidad contribuyó a consolidar la enajenación colectiva, al vender la idea de que la satisfacción de las necesidades humanas se encontraban en el consumo de mercancías, mismas que pierden valor al poco tiempo de ser adquiridas, por lo que surge de nuevo la necesidad de consumir, al adiestrar a los consumidores en la percepción de que la satisfacción no se encontraba en el acto de disfrutar de los objetos adquiridos, sino más bien que la satisfacción se experimentada en el momento de la compra.

De esta forma, las personas aprendieron a cuantificar el amor en relación con el precio de los regalos recibidos, el disfrute del tiempo libre en función de los gastos realizados durante el mismo y a valorar los objetos que brindan satisfacción potencial de acuerdo a su valor mercantil. El dinero vino a desplazar los valores humanos, al colocarse como el valor más preciado que se pudiera obtener y como el medio para lograr la felicidad, situación que facilitó su imposición en todas las relaciones sociales y contribuyó a consolidar la normalización de la existencia de una patología en nuestra vida cotidiana.

La enajenación de la sexualidad en el capitalismo

El ejercicio de la sexualidad humana como comportamiento humano, no escapó a la enajenación social producida por el capitalismo industrial, porque el autoritarismo que prevaleció hasta le década de los sesentas del siglo pasado, incluyó una cultura represiva de la sexualidad, que ahogaba los impulsos sexuales de los individuos, de tal forma que dicha represión sexual fue aprovechada por las grandes corporaciones que impulsaron estrategias publicitarias para impulsar las ventas de varios productos, utilizando imágenes femeninas sexualizadas que funcionaron como gancho para atraer la atención de potenciales consumidores del público masculino.

La revolución juvenil que surgió en los sesentas y se agudizó en la década de los setentas, en contra del autoritarismo existente en la sociedad de aquel entonces, incluyó una revolución sexual que fue impulsada por grupos feministas, de homosexuales y de lesbianas, que lucharon por conquistar derechos sexuales (aborto gratuito, equidad de género, respeto a la diversidad sexual, etc.), lucha a través de la cual se lograron ciertos avances en términos de equidad laboral y aceptación de la diversidad sexual.

Pero la esencia de esos movimientos fue tergiversada, capturada y transformada por la maquinaria capitalista, para construir una nueva cultura de consumo sexual disfrazada de progresista, colocando en el mercado literatura erótica, juguetes sexuales y filmes con material sexualmente explícito (pornografía) en nombre de la libertad sexual, por lo que se dio inicio a una industria mercantil dirigida a “satisfacer” las necesidades sexuales de nuevos segmentos de la masa de consumidores.

Las demandas de liberación sexual del siglo pasado y su distorsión para crear una industria mercantil sexual, fueron una muestra clara de la capacidad del sistema capitalista para devorar aquellos movimientos de protesta que lo combaten y proceder a transformarlos en mercancía que genere beneficios económicos con la venta de productos relacionados con estas demandas.

En el contexto del capitalismo patriarcal con fuerte cultura machista, la sexualidad humana fue reducida al sexo y se promovió un modelo genital de la sexualidad humana, que prescindió de aspectos psicológicos y sociales, para promover roles estereotipados e imágenes ideales de hombres y mujeres, que contribuyeron a enajenar el ejercicio de la sexualidad, al reducirlo a la expresión sexual y se aprovechó el estado de insatisfacción sexual creada por la represión a la sexualidad, para diseñar “vestidos sexuales” con los cuales se pudieran cubrir una gran variedad de productos que se ofertaban en el mercado y de esta forma encontraron la manera de expandir sus ventas.

Con el surgimiento de una falsa apariencia de libertad sexual reflejada en “la industria de la moda” y la expansión del modelo genital de la sexualidad, surgió la industria de material sexualmente explícito, comúnmente conocido como pornografía. En la medida que la industria de la pornografía se expandió, aparecieron tiendas donde se ponían a la venta videos sexuales y productos relacionados con la sexualidad (dildos, conocidos comúnmente como consoladores, condones de sabores, vibradores, artículos de sdomasoquismo, etc.), como la muñeca inflable que tuvo ventas masivas en los setentas y mientras más crecía la industria del sexo, el ejercicio de la sexualidad se empobrecía cada vez más, al extremo de generar lo que Wilhelm Reich llamó en el siglo pasado “la miseria sexual humana” (6).

¿Estamos sanos?

En los últimos 70 años se han presentado más cambios en la humanidad que en los últimos 200 años, la oleada de cambios sociales que inició en la década de los sesentas con la expansión del cine y de la televisión que generó el surgimiento de comportamientos colectivos que tendían a imitar a los actores y actrices de aquella época, coincidió con la rebelión juvenil en contra del autoritarismo imperante, la cual se conoció como “la lucha generacional entre jóvenes y adultos.

Dicha oleada de cambios continuó en los setentas, aumentó en los ochentas, provocando la caída del muro de Berlín y la desaparición de la URSS, arreció en los noventas con la invención de la comutadora, surgimiento de internet, telefonía celular y redes sociales, de tal forma que recibimos al siglo XXI viviendo en un nuevo mundo en el cual la globalización propició la expansión de la economía de libre mercado y la sumisión de los gobernantes políticos a la nueva dictadura: el Mercado.

La modernidad quedó atrás y la sociedad tal y como la conocíamos fue desapareciendo y nos sumergimos en lo que Zygmunt Bauman denominó la sociedad líquida, que se caracteriza por la existencia constante de cambios sociales que se presentan con tal rapidez que los individuos contemporáneos no terminan de asimilar en sus hábitos de comportamiento las conductas más pertinentes que requieren los cambios que se van presentando, cuando surgen de nuevo otro tipos de cambios que exigen otro tipo de nuevos comportamientos.

Vivir en nuestros días nos dice Bauman, es como “patinar en suelo quebradizo, si nos nos movemos, nos hundimos, para sobrevivir necesitamos movernos con mayor rapidez cada vez, porque la vida líquida no puede mantener su forma durante mucho tiempo” (7), la velocidad de los cambios generan una total incertidumbre debido a que no sabemos qué es lo que pasará el día de mañana y por esas razones necesitamos desarrollar las habilidades que vayan exigiendo las nuevas condiciones creadas por los cambios sociales, de tal forma que parte de estas nuevas habilidades consiste en saber cuando librarse de cosas que ya son caducas y asumir una actitud proclive a saber aprender cosas nuevas que nos permitan una mejor forma de responder a los nuevos retos que se van presentando.

Han pasado 67 años desde que Erich Fomm afirmó que la humanidad vivía en el contexto de una sociopatología dentro del marco del sistema capitalista. En aquel entonces planteó la siguiente suposición (recordemos que lo escribió en 1955, cuando despegaba el cine y la televisión): “Supongamos que en nuestra cultura occidental dejaran de funcionar sólo por cuatro semanas los cines, la radio, la televisión, los eventos deportivos y los periódicos. Cerrados todos estos medios de escape, ¿cuáles serían las consecuencias para las gentes reducidas de pronto a sus propios recursos?

No me cabe duda de que, aún en tan breve tiempo, ocurrirían miles de perturbaciones nerviosas, y que muchos miles más de personas caerían en en un estado de ansiedad aguda no diferente del cuadro que clínicamente se dianostica como “neurosis”. Si se suprimieran los opiáceos contra el defecto socialmente modelado, haría su aparición la enfermedad manifiesta”.

Si aplicamos esa misma pregunta a la sociedad en que nos encontramos viviendo en este siglo XXI, en este momento histórico en el que las cifras de adicciones se han disparado (alcoholismo, tabaquismo, drogadicción, ludopatía, adicción al sexo, a la televisión, etc.), una época en la cual millones de personas se aislan en una realidad virtual, invierten una gran cantidad de tiempo “conectados” a sus teléfonos y redes sociales y experimentan el surgimiento de una nueva fobia: la “nomofobia” (temor obsesivo a no poder usar el teléfono celular),¿cuál sería la respuesta?

Si alguien dudara en responder, podríamos retomar otra de las aportaciones que nos legó el filósofo polaco Zygmunt Bauman que da continuidad a las aportaciones de Sigmund Freud acerca de la insatisfacción colectiva generada por la represión cultural de los impulsos individuales y el planteamiento de Erich Fromm cuando afirmó la existencia de una “patología de la normalidad social”. Con este nuevo concepto al que denominó adiaforización, intentó explicar la tendencia social que observó en la sociedad del siglo XXI, que consiste en considerar a los actos individuales como acciones moralmente neutros o irrelevantes, que no tienen consecuencias buenas ni malas, por lo que no pueden someterse a un juicio ético.

Bauman amplió su explicación al describir la existencia de una tendencia a desaparecer la ética en el comportamiento social y habló de la presencia de una ceguera moral colectiva, que “impide a los individuos determinar si los actos en los que incurren son buenos o malos, correctos o incorrectos, justos o injustos” (8). Bajo esta perspectiva, la insensibilidad moral colectiva permite el surgimiento de comportamientos crueles, inhumanos, porque reflejan una gran indiferencia e insensibilidad hacia el sufrimiento ajeno, tal como sucede cuando los medios de noticias informan de la muerte de personas que vivían “en situación de calle”, una nota informativa que no conmueve a nadie, porque los mendigos son tratados como subhumanos.

Quienes padecen de ceguera moral no perciben como algo malo la falta de reacción, la pérdida de sensibilidad al sufrimiento ajeno y falta de empatía hacia quienes padecen tragedias y actúan en sus vidas normales mostrando una gran indiferencia social y se muestran incapaces de comprender a los demás. La falta de reacción ante el sufrimiento de otras personas, la exhibición de insensibilidad social y la ausencia de la ética como guía del comportamiento social, se presentan como ejemplos de patología social.

En palabras de Bauman, “el mal reside en cada uno de nosotros, en cada ser humano con apariencia de sano y normal, porque el verdadero mal reside en la normalidad (recordemos la patología de la normalidad descrita por Erich Fromm), en la banalidad y trivialidad de la vida cotidiana de las personas comunes, más que en los casos anormales o patológicos” (9).

En la economía de libre mercado en la que vivimos el poder económico personificado en el poder corporativo, se ha impuesto al poder político y ha logrado debilitar la soberanía nacional de varios países, al exigir una política de “flexibilidad laboral” de los gobiernos nacionales, es decir, una ausencia de control de parte de los Estados en el funcionamiento de las grandes corporaciones para implementar una estrategia de globalización con una inflexibilidad absoluta, sin importar que dicha estrategia destruya la naturaleza, explote a los trabajadores y provoque contaminación y cambio climático.

La expansión de la economía de libre mercado a nivel mundial, ha logrado desplazar al ser humano como el ser supremo para el ser humano y en su lugar se ha erigido al Mercado como ser supremo del ser humano, por lo que nos encontramos en un momento histórico de la humanidad en el cual se ha erigido un nuevo fetiche en nombre del cual se cometen genocidios económicos.

En tan sólo un poco más de la mitad de un siglo, la sociedad se transformó de tal forma que se ha deshumanizado, el homo sapiens está desapareciendo y en su lugar surgió el homo consumens, que es el que necesita la sociedad de consumo que necesita mantener un equilibrio entre una producción masiva y un consumo masivo.

La globalización neoliberal pretende que todas las esferas de la vida humana sometidas al mercado, por lo que se intenta privatizar todos los ámbitos de convivencia social: educación, salud, pensiones, seguros de vida, diversión, transporte, energía eléctrica, etc. En la economía de libre mercado, todo tiene un precio, todo se reduce a la condición de un objeto que tiene un valor económico y el ser humano se convierte en “capital humano”, al cual se le despoja de su valor como ser humano y es revalorado en función de su experiencia laboral y formación relacionada con la productividad que puede realizar dentro de una organización.

La miseria sexual contemporánea

El tema de la investigación y educación de la sexualidad humana formó parte de mi carga de trabajo durante el tiempo que laboré como profesor-investigador en la Universidad de Sonora, en la década de los noventas diseñé y conduje investigaciones sobre el comportamiento sexual en estudiantes universitarios y también realicé investigaciones sobre el tema de la prostitución en la capital sonorense.

Como parte de mis logros en este campo, puedo decir que diseñé el contenido y coordiné un Diplomado de educación en sexualidad humana con duración de 200 horas, cuyo objetivo fue formar educadores en sexualidad humana y contó con la participación de especialistas del Instituto Mexicano de Sexología, del Consejo Nacional de Población, la Fundación Mexicana de Planeación Familiar y de la Universidad de Sonora.

Durante esos diez convulsionados años de la década de los noventas, impartí de manera extracurricular varios talleres sobre educación en sexualidad humana en las aulas del Departamento de Psicología y Comunicación, recordarlo me provoca una sonrisa, porque en los primeros talleres que conduje, se me ocurrió la idea de tapizar con papel periódico las ventanas de cristal del edificio 9G, para impedir que quienes pasaran por el pasillo pudieran ver lo que hacíamos dentro del aula y eso provocó que eventualmente, mientras estábamos en discusiones grupales, viéramos las cabezas de algunos estudiantes que se subían en los hombros de otros estudiantes para ver qué es lo que estábamos al aprender sobre sexualidad humana en el interior del aula.

Fue sólo a partir del 2005 cuando logré incluir estos talleres como parte de la oferta educativa del plan de estudios, aprovechando la oportunidad que se me ofreció de impartir la materia Estudios especiales que se asigna sólo a profesores que tienen conocimiento especializado sobre algún tema en particular y de manera natural, elegí el de educación en sexualidad humana, por lo que desde esa fecha tuve la excelente oportunidad de enseñar-aprendiendo sexualidad humana con 26 grupos de entusiastas estudiantes, hasta el semestre 2018-2, cuando me llegó la jubilación.

Debo decir que antes de obtener mediante concurso de oposición la plaza de Maestro de Tiempo Completo que ocupé durante 33 años en la Unison, trabajé como instructor de capacitación laboral impartiendo cursos en varias dependencias públicas y privadas. Eso me dio la oportunidad de tener experiencia en la conducción de grupos de aprendizaje y sobre todo de conocer la andragogía, que es el método pedagógico utilizado con personas adultas que prioriza el aprendizaje vivencial porque aprenden de manera diferente a los jóvenes universitarios, con éstos últimos, se utiliza la pedagogía ya que por su edad, aprenden de manera más rápida que personas maduras.

La educación en sexualidad humana tiene como objetivo el logro de un autoconocimiento y reconocimiento como ser sexual, el cambio de actitudes y de comportamiento, basado en el conocimiento de un modelo integral de sexualidad humana, por lo que una de las primeras actividades que se realizan es romper con estereotipos, prejuicios e ideas erróneas sobre la sexualidad. Para lograr este objetivo, desde el inicio de mis cursos utilizaba técnicas grupales que funcionaran como “rompehielo” y ayudaran a lograr una integración grupal.

Recuerdo una de estas actividades llamada “refranes incompletos”, que consiste en escribir varios refranes relacionados con la sexualidad en una hoja de papel y cortarlo por la mitad de tal forma que la mitad del refrán estuviese en un pedazo del papel y su complemento en otro pedazo del mismo, de tal forma que entregaba uno de estos papeles a cada estudiante y le instruía para buscar al poseedor del complemento de su refrán y su tarea era analizar el significado del mismo para que ambos lo expusieran al resto del grupo, explicando si dicho refrán estaba basado en un conocimiento científico o reproducía información errónea que alimenta estereotipos o mitos sobre la sexualidad.

Escojo uno de esto refranes en este momento, para ilustrar el grado de desinformación que existe en el ejercicio de la sexualidad contemporánea: “Dicen las malas lenguas...que las mujeres son frígidas”. ¿Es verdad que las mujeres son frígidas?

En la mayoría de las culturas contemporáneas existe un patriarcado que promueve el machismo generando una supremacía masculina, basada en un menosprecio hacia las mujeres que provoca una gran desigualdad de género y por si fuera poco, la ideología machista se caracteriza por la existencia de un falocentrismo, que conduce a muchos hombres a pensar que todo el placer sexual gira en torno al falo masculino y en esa línea de pensamiento les es difícil aceptar la existencia de parejas de lesbianas.

La cultura falocéntrica ha llevado a una gran mayoría de hombres a pensar que la principal fuente de placer sexual se encuentra en su pene y en el contexto de una sociedad en la que existe un modelo reduccionista de la sexualidad, se crea la equivocada percepción de que la sexualidad es el sexo y si añadimos a lo anterior que existe una ignorancia sobre el funcionamiento de la respuesta sexual femenina (RSF), la mayoría de los hombres busca la penetración inmediata de la mujer desde un primer momento, sin preocuparse de que tal penetración pueda ser placentera o dolorosa para la mujer. Ua gran mayoría de hombres ignora que todo el cuerpo es una amplia zona erógena y que con las mujeres vale el dicho: “despacio, que tenemos prisa”.

En el aprendizaje sexual que obtenemos a través de los medios masivos de comunicación, es una escena cotidiana ver en las series de televisión, a una pareja que se despide en la puerta de la casa de la mujer dándose un beso de mejilla, beso que se prolonga y que no tarda en recorrer hasta tocar los labios, para convertirse en un beso húmedo con intercambio de lenguas y ese beso funciona como un detonante, una chispa que enciende un deseo sexual animal, ingresan a la casa, sin dejar de besarse, mientras se desnudan arrojando sus prendas al suelo, derribando todo lo que encuentran en su camino hasta llegar a la cama y una vez encima de ella, la mujer asume la posición del misionero y el hombre la penetra, realizando una serie de acometidas pélvicas entre gemidos de pasión que duran poco tiempo, cuando el hombre termina eyaculando dentro de la vagina de la mujer.

¿Qué lecciones podemos extraer de esta escena que hemos visto una y mil veces en series de televisión y películas? El hombre tuvo su orgasmo ¿y la mujer?, lo más probable es que no lo haya logrado porque la curva de la respuesta sexual femenina (rsf) es más lenta que la curva de la respuesta sexual masculina (rsm). Esta diferencia se debe al hecho de que, a diferencia del hombre, la excitación de la mujer no se centra en el hecho de ser penetrada, para lograr excitarse la mujer debe recibir caricias previas, disfrutar de tocamientos y besos en todo su cuerpo, de tal forma que genere suficiente lubricación en su vagina y la penetración llegue a ser placentera y no dolorosa.

¿Son las mujeres frígidas? Definitivamente no, el mal uso de las lenguas de los hombres (o la ausencia total de ellas), evita que las mujeres disfruten a plenitud del coito porque a diferencia de los hombres que nos excitamos con mirar los senos o el cuerpo de una mujer desnuda, las mujeres no funcionan así, ya que necesitan caricias previas para responder sexualmente y si no están realmente excitadas la penetración puede ser dolorosa porque no hay lubricación vaginal, o en el mejor de los casos, la mujer tarda más en responder y cuando empieza a disfrutar es el momento en el cual el hombre eyacula porque ya no puede soportar más y tiene su orgasmo mucho antes de que la mujer pueda llegar al suyo.

La mayoría de los hombres tiene fantasías sexuales que implican recibir sexo oral durante el coito, las mujeres también desearían recibir sexo oral. La diferencia es que el hombre tiene más libertad para pedirlo y más posibilidades de recibirlo que las mujeres. La mayoría de los hombres no se atreven a pedirle a la madre de sus hijos que les den sexo oral, las mujeres tampoco se atreven a pedirle a sus esposos que les den placer oral antes de la penetración, lo cual podría ayudar para generar suficiente lubricación y disfrutar realmente del coito.

Enfrentamos aquí un problema de comunicación en la pareja generado por la tendencia a evitar hablar libremente sobre la sexualidad, una tendencia que impide confrontar abiertamente las expectativas que tienen los integrantes de la pareja acerca del sexo porque sigue prevaleciendo la herencia cristiana de dividir a las mujeres en mujeres castas y en mujeres promiscuas, la influencia de la Virgen María y de Eva continúa predominando en pleno siglo XXI.

Los resultados que genera esta incomunicación afectiva y sexual, es un aumento considerable de casos de anorgasmia en las mujeres y un incremento de eyaculación precoz en el caso de los hombres, lo cual provoca más sufrimiento que placer. Por eyaculación precoz, entenderemos la diferencia del tiempo entre la curvatura del la rsm y la rsf.

Muchos hombres que han crecido con una formación cultural machista, ignoran que la mujer también debe tener orgasmos y tienden a ignorar la ausencia de satisfacción femenina, restándole importancia porque están centrados en su propia satisfacción. La existencia de tabúes y mitos sobre la sexualidad, la falta de información científica sobre la misma, provoca una incomodidad que impide hablar con naturalidad sobre sexualidad humana. Estas condiciones crean un punto ciego en el desarrollo humano que consiste en la ausencia de educación sexual integral tanto en el hogar como en el sistema de educación formal.

La anorgasmia prolongada en mujeres provoca un incremento en los casos de depresión femenina y representa uno de los motivos por los cuales las mujeres visitan a ginecólogos o psiquiatras, quejándose de malestar pélvico, dolor de espalda u otros malestares y sus síntomas son diagnosticadas como “neurosis” por lo que les prescriben tranquilizantes, el alto número de consultas de este tipo representa un gasto considerable para las instituciones de salud pública.

La ausencia de educación sexual integral y científica, no autoriza a decir que no existe educación sexual, porque existen varias fuentes de aprendizaje sexual informal en el proceso de socialización por que que atravesamos en nuestras vidas. El comportamiento de los padres representa la principal fuente de aprendizaje sexual porque a través de la observación se percibe al padre y madre como modelos a seguir (o evitar) en el aprendizaje de roles rígidos y estereotipados en ambos sexos.

Estudios sobre violencia de género han demostrado que enseñar a los niños que “los hombres no lloran”, impide que expresen sus sentimientos mediante el llanto, por lo que tienden a aislarse y expresarse en forma violenta o agresiva. La violencia hacia las mujeres se aprende a través del ejemplo que se recibe de los padres y de la influencia de los medios masivos de difusión.

Por otro lado, es importante señalar que el desarrollo tecnológico que permitió el surgimiento de internet, telefonía celular y redes sociales, permite que el vacío de información sexual científica que experimenta la población en general y de manera particular nuestra juventud y niñez, se vea llenado por infinidad de páginas de internet de fácil acceso que contienen material sexualmente explícito, ya que la disponibilidad de contar con un teléfono celular amplía las posibilidades de que los niños y jóvenes accedan más pronto que tarde a estos sitios de contenidos de material sexualmente explícito, por lo que la pornografía es actualmente la principal fuente de información sexual para las nuevas generaciones, además de ser el principal entretenimiento de adultos y adultos mayores.

Los contenidos de estas páginas de pornografía contribuyen a reducir aún más al ser humano a la condición de objeto, en este caso objeto sexual, sobre todo a las mujeres que aparecen hipersexualizadas, con gran disponibilidad para dar placer sexual al hombre actuando con total sumisión y presentando imágenes en las que aparentemente disfrutan mientras son humilladas y violadas por hombres que actúan como máquinas sexuales fornicando durante largo tiempo.

La frecuencia excesiva de visitas a sitios relacionados con la exhibición de pornografía llega a provocar incapacidad para entablar relaciones interpersonales auténticas en miles de personas, que no logran desarrollar suficiente confianza en sí mismos como para abordar a una mujer con fines de construir una relación de pareja, porque carece de autoestima, sufre de inseguridad de sí mismo y ante sus ojos, solo ve a las mujeres como un objeto sexual que puede brindarle placer sexual temporal. Pero sobre todo, se debe considerar que si el acceso a tales sitios de material sexualmente explícito van acompañados de masturbación, la eyaculación precoz es el destino que les espera en sus relaciones sexuales con parejas reales.

El piropo callejero, el acoso sexual hacia las mujeres en todos los ámbitos de convivencia social, las violaciones y hasta el feminicidio, tiene su origen en la falta de educación sexual, en la no aceptación de hablar sobre sexualidad y en la proliferación de sitios donde se difunde la pornografía. La desaparición de miles de mujeres, el secuestro de niños y niñas en todos los países del mundo, están relacionados con la creciente industria de la pornografía, que se ha convertido en una de las fuentes de ingresos más productiva en nuestros tiempos.

En 1984 presenté mi examen profesional para obtener el grado de licenciatura en Psicología en la Universidad Veracruzana, con el tema “Consideraciones sobre la problemática sexual juvenil en México”. El planteamiento central de dicha tesis consistió en la afirmación de que “el ejercicio de la sexualidad en la juventud mexicana representaba un verdadero problema social, que podía ser identificado al analizar las estadísticas de varios problemas particulares como el incremento del número de embarazos en adolescentes, casos de abortos, matrimonios prematuros, índice de divorcios, casos de infidelidad, número de violaciones de mujeres y niños, problemas de disfunciones sexuales (eyaculación precoz y anorgasmia), el aprendizaje de la sexualidad de los jóvenes se obtiene pagando servicios de prostitutas, alto número de feminicidios, etc.”

Afirmaba en aquel entonces que “todos estos problemas tienen un denominador común que es la ausencia de educación sexual en la población, que la falta de información científica sobre la sexualidad, provoca su distorsión y reducción al sexo genital, por lo que era urgente implementar programas de educación sexual en el sistema de educación formal para evitar que el ejercicio de la sexualidad siguiera presentándose como un problema social” (10).

Han pasado 39 años desde que presenté mi tesis profesional y al mirar con ojos críticos la realidad actual que vivimos en la era de la información, se puede observar que el ejercicio de la sexualidad, lejos de haber mejorado en el sentido de ejercerse con autenticidad y ser motivo de felicidad, en nuestra época sigue presentándose como un problema social cuya complejidad social es mayor, porque las problemáticas mencionadas hace casi cuatro décadas han aumentado en número.

Pero lo más grave de la situación es que a la lista de los problemas mencionados hace casi cuatro décadas como la expresión de la sexualidad como un verdadero problema social, se suman otros problemas sociales que alcanzan niveles de alarma por su gravedad: dentro de estos “nuevos” problemas podemos mencionar un alarmante aumento de feminicidios en la mayoría de los países del mundo entero, incremento de casos de homofobia, el surgimiento de delincuencias organizadas que han encontrado una mina de oro al actuar globalmente para secuestrar mujeres para obligarlas a prostituirse, con el mayor agravante de que las víctimas no son sólo mujeres jóvenes, sino que también se obliga a prostituirse a adolescentes de ambos sexos, así como niños y niñas menores de diez años que son ofrecidos como juguetes sexuales en un mercado de pedófilos que actúan en el anonimato, que tienen una gran capacidad de pago por tales servicios y que por lo regular, están ligados a la cúpula del poder económico y político.

En nuestros días en la vida cotidiana de una gran mayoría de hombres, el concepto de diversión los fines de semana implica salir a tomar, drogarse y buscar “diversión” en table dance y prostíbulos, buscando mujeres atractivas con las cuales tener actividad sexual sin importarle que son mujeres que no eligieron voluntariamente ese tipo de vida, sino que han sido obligadas a prostituirse por parte de una delincuencia organizada. La manera de festejar de grupos de hombres que pertenecen a la élite política o económica, es irse a lugares reservados, contratando servicios de prostitutas, consumiendo alcohol y drogas sin límite alguno.

A través de series de televisión y películas se observa como “algo natural”, la existencia de mujeres prostituyéndose en hoteles, antros de diversión o en la calle y nadie cuestiona el sufrimiento de las mujeres reducidas a figuras subhumanas destinadas a brindar placer sexual a individuos que no pueden ejercer su sexualidad con sus respectivas parejas. Bajo una mirada crítica, estas escenas que reflejan un alto grado de descomposición y violencia social, forman parte de la realidad capitalista contemporánea.

En este contexto, en pleno siglo XXI se puede confirmar una vez más que el ejercicio de la sexualidad humana, lejos de ser una fuente de satisfacción y felicidad, sigue siendo una fuente de insatisfacción e infelicidad, por lo que puede afirmarse que la humanidad padece una “miseria sexual” (11). ¿Cómo se manifiesta esta miseria sexual? Wilhelm Reich escribió en su libro La lucha sexual de los jóvenes que la represión de la sexualidad de la juventud, tenía fines políticos en el sentido de que tal represión condenaba a la juventud a sumirse en un infierno de sentimientos de culpa por incurrir en actos de masturbación que recibían la condena social.

Toda esa energía que empleaban los jóvenes de aquella época para reprimir sus impulsos sexuales, ocultar haberse rendido a los mismos y experimentar grandes sentimientos de culpa, los alejaba de la reflexión crítica acerca de lo que acontecía en el entorno social y sobre todo, los alejaba de su participación en política, por lo que no era casualidad que los sectores conservadores y de derecha que se encontraban en el poder, fueran los primeros en mantener un clima de rechazo a cualquier intento de impulsar proyectos de educación sexual, ya que liberaría a la juventud de su tormento, permitiría desarrollar pensamientos autónomos, ejercerían su capacidad de crítica social y terminaría la obediencia social que promueven los sentimientos de culpa.

La creciente adicción a los teléfonos celulares, la ausencia del hábito de la lectura, el incremento de la ignorancia en la sociedad de la información, combinada con la erotización de la sociedad de consumo, la reducción de la sexualidad a una mercancía más y la ausencia de educación sexual en el sistema de educación formal, son los factores principales que han permitido el control social de amplias masas que se alejan de la política para sumergirse en un mundo virtual y cumplir sus fantasías de tal forma que no alteren el orden social ni afecten el crecimiento de la desigualdad social que afecta a millones de personas.

Otro elemento a considerar en el análisis del ejercicio de la sexualidad contemporánea, es que en el contexto de la sociedad de consumo prevalece una marcada tendencia hedonista que guía nuestro comportamiento como consumidores en una búsqueda constante de satisfacción como meta principal de nuestras vidas y en en el caso de las relaciones de pareja la búsqueda de satisfacción personal es una parte importante del conjunto de expectativas que se espera cubrir cumplir desde un inicio.

La marcada tendencia a privilegiar la apariencia socialmente aceptable basada en los estereotipos de belleza dictadas por la moda, genera una incapacidad para mostrarse con autenticidad, por lo que surgen fisuras en la creación del vínculo con la pareja, generando a su vez una sensación de fragilidad en la relación de pareja, lo cual conduce a varias personas a tener “relaciones de bolsillo”, es decir, relaciones secundarias o alternativas de relación en caso de separación de la pareja actual.

En un mundo en el que las redes sociales nos han enseñado a “conectarnos y desconectarnos” con sólo oprimir un boton, extrapolamos ese aprendizaje hacia las relaciones interpersonales de tal forma que las conexiones se establecen a demanda y pueden cortarse de manera unilateral con gran facilidad con solo un clic de nuestro teléfono, un mensaje de voz o de texto y esa fragilidad de los vínculos sociales es la característica principal en las relaciones humanas en general y de las relaciones de pareja en particular.

La motivación principal en la búsqueda de pareja sexual, suele ser la satisfacción inmediata de un deseo romántico o sexual, pero como estas relaciones se dan dentro del marco de la sociedad de consumo y actuamos con la mentalidad de consumidores, las relaciones amorosas llegan a sufrir la suerte de todos los productos que son consumidos para brindar una satisfacción inmediata que una vez pasada la novedad, pierde atractivo, por lo que la satisfacción disminuye o desaparece y en virtud de que en el amor no hay garantía extendida indefinida, se deja la puerta abierta para otras relaciones que podrían ser más satisfactorias y plenas, por lo que las relaciones amorosas corren el riesgo de convertirse en descartables.

La libertad sexual contemporánea y la reducción del ser humano a la condición de homo consumens, genera una tendencia a priorizar la cantidad de relaciones amorosas por encima de la calidad y permanencia de las mismas. La variedad de encuentros sexuales o de relaciones de pareja, puede generar una sensación de aprendizaje sobre el amor, pero lo que en realidad se aprende es la capacidad para terminar una relación y volver a empezar de nuevo con otra relación con menor grado de dificultad. El aprendizaje de cómo terminar una relación sin sentir el menor daño posible, basado en la competencia de decir “yo fui quien terminó la relación”, supera al aprendizaje acerca del cómo construir una relación basada en la autenticidad y el compromiso conjunto de mejorar la relación de pareja.

En el contexto anteriormente descrito debemos reconocer que en la economía de libre mercado surgen “mercados negros”, es decir, comercios clandestinos en los que participan conjuntos de personas que muestran necesidad y disposición para comprar “productos ilegales” como órganos humanos extraídos de personas sanas (tal como se denuncia que está sucediendo en Ucrania con los soldados ucranianos que resultaron heridos en combate y les extraen sus órganos para venderlos en el mercado negro), tráfico ilegal de inmigrantes y tráfico de mujeres, hombres y niños, ya sea con fines de explotación laboral, o explotación sexual.

Una muestra de gran descomposición social es la existencia de un mercado de pedófilos que demanda y paga por este tipo de “productos”, este agrupamiento anónimo está conformado por sujetos que han perdido su condición de seres humanos, por sociópatas que actúan de esta forma porque sólo pueden encontrar un placer efímero en el acto de violar, golpear o asesinar a otros seres humanos y se les considera sociópatas porque la diferencia entre sociópata y psicópata es que la naturaleza del trastorno de la personalidad del sociópata es una consecuencia del entorno social, mientras que la naturaleza del trastorno de la personalidad del psicópata es considerada una predisposición genética.

La existencia de actos de pedofilia ha estado desde hace décadas en el contenido de varias series de televisión como La ley y el orden y otras más, pero ha sido ignorada y tolerada, a nombre de que es un acto de individuos enfermos, que no representan a la sociedad. ¿Acaso no se decía lo mismo de los violadores de mujeres?

Recordemos que las investigaciones sobre violadores sexuales han determinado que no existe un perfil de un violador sexual, porque en la sociedad que vivimos, aparte de ser capitalista, es una sociedad patriarcal en la que predomina el machismo en la cultura y la desigualdad de género, por lo que cualquier hombre puede ser considerado un potencial violador y esto se confirma por el hecho de que ya se ha detenido a violadores que resultaron ser sacerdotes, médicos, psicólogos, psiquiatras, policías, custodios de cárceles, detectives, maestros, etc. Es decir, figuras de autoridad que se supone están para servir y proteger a la comunidad.

La existencia de la pedofilia tiene años de haber sido denunciada, recordemos a la recién fallecida cantante Sinead O´Connor que en 1992 denunció a la Iglesia Católica por encubrir actos de pedofilia y rompió una fotografía frente a las cámaras de televisión, lo que le ocasionó ser objeto de repudio popular por parte de fanáticos religiosos que prefirieron condenar al mensajero en lugar de ver el mensaje que estaba denunciando. En 2023, año de su fallecimiento podemos decir que ella tenía razón, fuimos pocos quienes le creímos y fueron millones quienes se ensañaron con ella al grado de destruir su carrera y al grado de llegar a afectar su salud mental.

Zygmunt Bauman iluminó el pensamiento contemporáneo al hablar de la existencia de una ceguera moral colectiva que impide distinguir entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo justo y lo injusto, entre lo bueno y lo malo, si junto a este concepto retomamos el pensamiento de Erich Fromm, podría decirse que en nuestra sociedad contemporánea del siglo XXI, existe un fenómeno de validación consensual que lleva a millones de personas a admitir como “algo normal” la existencia de redes de prostitución conformadas por delincuentes organizados que secuestran mujeres, las violan, golpean y torturan hasta lograr que acepten participar como “muñecas sexuales vivientes” de varones que no pueden ejercer con autenticidad su sexualidad con sus parejas sexuales, que no tiene pareja sexual por problemas de autoestima, o por hombres que disfrutan con tener el poder sobre la pareja sexual y pagan por tener sexo impersonal. Por lo anteriormente descrito, podemos afirmar que la idea de que nos encontramos en el contexto de una sociedad enferma es indiscutible, vivimos en el contexto de una sociopatología que normaliza el ejercicio de una miseria sexual contemporánea, que incluye el riesgo de que la pedofilia reciba el mismo trato que se le da a la prostitución, las violaciones a las mujeres y al feminicidio, es decir, como “algo normal”.

Conclusiones

Mientras millones de personas viven un permanente conflicto entre sus fantasías sexuales y experimentan frustración por la imposibilidad material de lograr su satisfacción, padecemos otro rostro de la sociopatología de la sociedad posmoderna, al encontrarnos al borde de una tercera guerra mundial por las decisiones que toman los políticos que gobiernan a las principales potencias mundiales, en las que muestran claros rasgos de una psicopatología al mostrarse insensibles cuando provocan genocidio económico al destinar grandes cantidades de presupuesto a gastos militares, mientras que recortan presupuesto para obras de bienestar social que condenan a millones de personas a vivir un sufrimiento colectivo por la agudización de la crisis económica.

En el mundo entero existen más de 8,000 millones de habitantes, la locura contemporánea podemos verla en el hecho de que los países del mundo entero gastaron un total de 2.24 mil millones de dólares en presupuesto militar. Tan sólo Estados Unidos contempla destinar 886,000 millones de dólares para presupuesto militar en 2024.

A la crisis social de múltiples rostros (económica, política, ecológica y sanitaria), se le agrega un nuevo rostro que no es de menor importancia: la crisis sexual que también provoca otro tipo de sufrimiento colectivo que no se limita a la contención de los impulsos sexuales, o a una insatisfacción sexual, sino que se traduce en el surgimiento de millones de víctimas de violaciones sexuales de mujeres, hombres, niños y niñas, que han sido reducidas a la condición de objetos sexuales y productos de venta en mercados negros que son demandados por personas que presentan otro tipo de psicopatología, que raya en la sociopatología al ignorar el sufrimiento de aquellos seres humanos que somete con el poder de su dinero, con los cuales obtiene placer efímero y una vez logrado, se olvida de ellos, los desecha y busca nuevas víctimas, porque el uso repetido de “una mercancía” produce hastío y aburrimiento.

En el contexto de una sociedad en crisis ser normal implica aceptar la existencia de una desigualdad social que provoca verdaderos genocidios económicos, porque miles de personas fallecen de hambre, de enfermedades que podrían ser curables, pero que por no tener dinero, no pueden comprar comida o medicinas. De igual forma, la normalidad implica la aceptación a las altas tasas de feminicidios que se observan en todos los países del mundo, mostrar indiferencia a un gran número de violaciones a las mujeres, al secuestro y desaparición de mujeres, niñas y niños por parte de delincuencia organizada que alimenta la industria de la pornografía y de la prostitución con “carne joven” que reclama un sector oculto de la sociedad. El incremento de los casos de pedofilia es una muestra clara del grado de descomposición de la sociedad en que estamos viviendo.

Vivimos en el contexto de una sociopatología en donde la salud mental es un concepto escrito en letra muerta que dice así: La salud mental es “el estado completo de bienestar físico, psicológico y social de un individuo, grupo o comunidad”. ¿Cómo podríamos lograr este estado integral de bienestar en el contexto de una sociedad en la que existe una gran desigualdad social y diariamente ocurren un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos?

Varias investigaciones sobre la historia de la sexualidad humana revelan el carácter de relatividad sociocultural que la misma tiene, es decir, que cada cultura promueve y acepta ciertos comportamientos sexuales como “socialmente aceptables”, algunos de ellos no serían aceptados en otras culturas, por lo que se puede afirmar que no existen comportamientos sexuales universales. Pero donde sí existe consenso es en el hecho de que en todo comportamiento sexual debe existir respeto y consentimiento mutuo, por lo que casos de violencia hacia las mujeres, violaciones sexuales, feminicidios y abuso sexual infantil, son actos reprobables que deben ser castigados por la ley. No podemos seguir actuando “normalmente” en el contexto de una sociedad en crisis que provoca sufrimientos colectivos, porque de hacerlo estaríamos aceptando ser parte de la sociopatología colectiva que caracteriza a la sociedad moderna.

Los problemas de pobreza, desempleo, bajos salarios, falta de vivienda, explotación laboral, contaminación industrial, daños a la naturaleza, cambio climático, tienen relación con los problemas de violencia sexual, feminicidios, abuso sexual infantil, insatisfacción sexual, etc., en el sentido de que son problemas estructurales, es decir, son problemáticas provocadas por la forma como está estructurada el sistema social capitalista, patriarcal y colonial en que vivimos.

Es evidente que se necesita luchar por un cambio social, es innegable que hombres y mujeres necesitamos una liberación sexual y para lograr la liberación social, debemos combinar esfuerzos hombres y mujeres, con la lucha por una liberación sexual. Partamos de la premisa de que el cambio social empieza por el cambio individual, no podemos luchar por una sociedad democrática donde exista la justicia y la igualdad social, si en el interior de nuestros hogares actuamos en forma patriarcal, reproduciendo micromachismos y fomentando la desigualdad de género dando mayores libertades a nuestros hijos y más restricciones a nuestras hijas.

Debemos retomar el aprendizaje de las luchas sociales, los movimientos colectivos del siglo pasado nos enseñaron que el cambio social puede lograrse si actuamos en forma unida, organizada y colectiva. Los movimientos feministas nos enseñaron que existe una relación entre lo privado y lo público al levantar la consigna “lo personal es político”, no podemos seguir luchando hombres y mujeres en forma separada. La lucha de liberación femenina es la lucha de la liberación masculina y ambas luchas forman parte de la lucha por la liberación social. La pandemia del covid nos enseñó que vivimos interconectados en este planeta y que lo que pasa al otro lado del mundo, repercutirá tarde o temprano en el lugar en que estamos viviendo.

La amenaza de una guerra nuclear se extiende cada vez más en Ucrania, al movilizar la OTAN a más de 380 mil soldados que rodean las fronteras de Rusia, al amenazar con intervención militar en Niger que reclama su independencia de Francia y en el apoyo de Estados Unidos para que Taiwan se independice de China. Lo que suceda en aquellos lugares lejanos, tarde o temprano repercutirá en nuestros países.

Tenemos que actuar como sujetos socialmente activos en política, superar el marasmo y la modorra del hedonismo provocado por la sociedad de consumo y reconocer que nuestros problemas personales tienen un origen global, por lo que nos vemos en la necesidad de actuar como sujetos globales en la defensa de nuestros derechos y de nuestras vidas. En la era de la globalización, la implementación de políticas neoliberales que intentan eliminar servicios públicos para privatizarlos, avanza porque no encuentran resistencia y no hay oposición porque una gran mayoría de la humanidad ignora que tienen derechos humanos que están siendo violados.

Una parte de esta ignorancia colectiva, es el desconocimiento de que todos los seres humanos tenemos derechos sexuales que están siendo violados con total impunidad, por lo que de manera inevitable la lucha por la liberación social debe contemplar la lucha por la liberación sexual y de esta forma la lucha por la liberación sexual de hombres y mujeres se convierte en una lucha política.

Diariamente suceden varias violaciones a los derechos sexuales de las personas y en ese contexto surge una nueva disciplina: la sexología. Como toda disciplina social, la Sexología surge para ayudar a a resolver un problema social, en este caso la educación sexual ayudará a combatir varios problemas sociales y el primero de ellos es la ignorancia sobre la sexualidad humana y sobre la existencia de derechos sexuales para todas las personas.

Algunos de estos derechos que son ignorados por una inmensa mayoría de la población, son el derecho a obtener información sexual científica, el derecho a una educación sexual dentro del sistema educativo, el derecho a la equidad sexual, el derecho a asociarse sexualmente con entera libertad, el derecho al placer sexual, etc.

Debemos tomar consciencia de que pocos temas provocan tanto interés, inquietud y curiosidad como lo es el tema de la sexualidad humana. A pesar de la existencia de un interés colectivo, existe un vacío de información científica, porque lo que predomina es la existencia de mitos y tabúes relacionados con la sexualidad humana, por lo que nos vemos en la necesidad de recurrir a información realmente científica sobre este tema, porque la ausencia de salud sexual impide hablar de la existencia de salud mental en nuestra sociedad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define a la salud sexual como “La integración de los aspectos somáticos, emocionales, intelectuales y sociales del ser humano sexual, en formas que sean enriquecedoras y realcen la personalidad, la comunicación y el amor”.

La información científica nos permite utilizar un enfoque psicosocial que permita construir un modelo integral de la sexualidad humana que contemple factores psicológicos (emociones, actitudes, motivaciones), factores sociales (aprendizaje informal a través de la cultura, del ejemplo familiar, de la ideología, etc.). El reconocimiento del aprendizaje informal de la sexualidad y su vinculación con el aprendizaje formal de la sexualidad en el contexto cultural, nos permitirá acercarnos al punto en el que podamos lograr la “inteligencia sexual”, si entendemos este concepto como un conjunto de conocimientos y habilidades que están conformadas en cuatro aspectos: a) el conocimiento de sí mismo como ser sexual, b) habilidades sexuales interpersonales, c) conocimientos científicos sobre la sexualidad humana y d) conocimiento del contexto cultural que determina el comportamiento sexual (12).

Sólo a través de la inclusión de programas de educación sexual en el sistema educativo, podremos evitar que se sigan violando los derechos sexuales de hombres, mujeres, niños, niñas y podremos salir de la ignorancia y miseria sexual que existe hoy en día, para lograr que el ejercicio de la sexualidad humana deje de ser un problema social y se convierta en una verdadera fuente de felicidad, satisfacción y placer.

En pleno siglo XXI, los intentos de incluir contenidos de educación sexual integral en el sistema de educación formal, siguen enfrentando obstáculos por parte de sectores conservadores que reaccionan en forma escandalizada a los esfuerzos oficiales de incluir información científica relacionada con la sexualidad humana. Un ejemplo de ello se está dando en México ante el rechazo de unos sectores conservadores hacia los libros de texto de la Nueva Escuela Mexicana que tienen contenidos de educación sexual, mientras que de manera contradictoria, permiten que sus hijos menores de edad pasen horas en sus teléfonos celulares donde se exponen al aprendizaje informal de la pornografía.

Si en 1984 se planteaba la alternativa de implementar programas de educación sexual para combatir el insano ejercicio de la sexualidad que se presentaba como un problema social, en 2023, la necesidad de incluir la educación sexual como asignatura obligatoria es más urgente que nunca, porque después de 30 años, miles de personas se están dando cuenta de que Sinead O´Connor tenía razón: debemos combatir al enemigo real y este enemigo no es otro que el sistema capitalista, patriarcal y colonial en que vivimos y que es el responsable de nuestra miseria social y sexual.


Notas:

1.- Freud, Sigmund: El malestar en la cultura. Alianza editorial. Madrid, 2008

2.- Ibid

3.- Fromm, Erich: El miedo a la libertad. Ed. Paidós. Bs. As. 2005

4.- Fromm, Erich: Psicoanálisis de la sociedad contemporánea. FCE. México, 1998

5.- Bauman, Zygmunt: Vida de consumo. Fondo de cultura económica. México, 2016

6.- Reich, Wilhelm: La lucha sexual de los jóvenes.Ed. Roca. México,1976

7.- Bauman, Zygmunt: Modernidad líquida. FCE. México,2017

8.- Bauman, Zygmunt/Donskis, Leonidas: Donskis, Leonidas: Ceguera moral. FCE. México,2017

9.- Bauman, Zygmunt/Donskis, Leonidas: Maldad líquida. Paidós. México, 2019

10.- Yescas, Oscar: Tesis de licenciatura en Psicología: Consideraciones sobre la problemática sexual juvenil en México. México, 1984. https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/consideraciones-sobre-la-problematica.html

11.- Reich, Wilhelm: Psicología de masas del fascismo. Ed. Roca, México, 1976

12.- Crooks, Robert/Baur, Karla: Nuestra sexualidad

Alvarez-Gayou, Juan Luis: Sexoterapia integral

Ed. Manual Moderno. México, 2011

https://maudimeo3.wordpress.com/2013/05/08/la-sociedad-enferma-y-sus-enemigos/

La revolución sexual de Wilhelm Reich

https://www.yorokobu.es/wilhelm-reich/

Recorrido por la obra de Wilhelm Reich

https://www.elpsicoanalitico.com.ar/num1/autores-franco-obra-wilhelm-reich.php

Derechos sexuales

https://salud.edomex.gob.mx/isem/derechos_sexuales#:~:text=Decidir%20con%20qui%C3%A9n%20o%20qui%C3%A9nes,informada%20sobre%20mi%20vida%20reproductiva.

Yescas, Oscar: Tesis profesional para obtener grado de lienciado en Psicología: Consideraciones sobre la problemática sexual juvenil en México. (1984)

https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/consideraciones-sobre-la-problematica.html

Yescas, Oscar: No es necesario ser mujer para declararse feminista

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/02/noes-necesario-ser-mujer-para.html

Yescas, Oscar: La revolución del siglo XXI tiene rostro de mujer

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/08/larevolucion-del-siglo-xxi-tiene-rostro.html

Yescas, Oscar: La educación sexual humana como contribución al cambio social

https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/la-educacion-en-sexualidad-humana-como.html

Yescas, Oscar: La prostitución: ¿mal necesario?

https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/09/la-prostitucion-mal-necesario.html

Yescas, Oscar: Notas para comprender la sexualidad humana

https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/notas-para-comprender-la-sexualidad.html

1 comentario:

  1. PROF. la forma, como aborda los temas, muy interesante de hecho. por consiguiente, todos los contenidos que trabaja en los blogs, hace tan dinámica la investigación que se trabaja en cada tema, por así decirlo. alli la cuestion de tantos seguidores. cabe resaltar todos, somos académicos.

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