martes, 22 de diciembre de 2020

 

Reflexiones prenavideñas

Oscar Yescas Domínguez

22 de diciembre del 2,020



En estos días normalmente hay un ajetreo considerable motivado por la cercanía de las fechas de nochebuena y navidad, fechas en las cuales las familias tienden a cumplir con el ritual de reunirse y disfrutar un ambiente familiar en el que la comida abunda en nuestras mesas. Lamentablemente, este año estas celebraciones no serán una situación generalizada porque no todas las personas podrán disfrutar de esta nochebuena y navidad como nos sugieren los medios masivos de difusión: una rica cena, un hogar con árbol de navidad decorado, con regalos para cada uno de los presentes, toda la familia reunida y un ambiente de paz, alegría y dicha.

Este año será diferente por varias razones, para empezar, no todas las personas tienen la capacidad adquisitiva para pagar una cena costosa similar a un banquete, porque la pobreza y el desempleo abunda a nuestro alrededor. La desigualdad social es una realidad que muchas personas no quieren ver todavía, porque actúan de manera similar a quienes todavía no creen en la existencia de la pandemia del covid-19, pero la realidad es que existen millones de gente viviendo en condiciones de pobreza, sufriendo hambre y privaciones mientras que los ricos se hacen cada vez más ricos a costillas de la explotación laboral y la explotación desmesurada de nuestros recursos naturales. Pero para millones de personas esto es una situación “normal”, es algo "que siempre ha existido" y por ello es incuestionable. Les parece natural que haya millones de personas (familias completas y personas sin familia), que estén padeciendo hambre, frío, enfermedades, carencias de todo tipo y no les importa ver que se ha incrementado el número de personas pidiendo ayuda en las calles de nuestra ciudad. Sólo les preocupa su bienestar individual y el de sus familias y muestran una gran indiferencia hacia el sufrimiento de personas ajenas, hacia los excluidos del desarrollo social y hacia quienes sufren la pérdida reciente de un familiar querido.

Son los los miserables que describía el novelista y poeta francés Víctor Hugo, Los de abajo del escritor mexicano Mariano Azuela, Los olvidados del español Luis Buñuel, aquellos que son invisibles socialmente porque la mayoría de las personas actúan como si no existieran. Son aquellas personas pertenecientes al precariado que hace referencia a la inmensa cantidad de personas que viven en condiciones de pobreza en las periferias de las grandes ciudades, a ellos se les sumaron una considerable cantidad de personas porque en esta pandemia miles de personas perdieron sus empleos ya que cerraron miles de pequeños comercios, por lo cual la economía familiar se agravó para millones de personas y por esos motivos esta nochebuena y navidad no podrán disfrutarla como en otros años.

 A este precariado se suma cada vez más gente, personas que antes se consideraban ser “de clase media” y que paulatinamente han estado empobreciéndose por el incremento de precios en alimentos y servicios y han ido cayendo progresivamente hasta vivir en condiciones de pobreza. Este es el rostro de la desigualdad social, una desigualdad que viola los más elementales derechos humanos, una desigualdad social que mata, porque miles de personas mueren de desnutrición, anemia o enfermedades que pudieron haber sido atendidas si contaran con servicios médicos o dinero para compra de medicinas. En esencia, la realidad es que mientras unos tienen mucho dinero, millones no tienen nada y así pasarán esta nochebuena y navidad. Por estos motivos aquellos que tendremos la dicha de convivir en familia y disfrutar de un banquete en la mesa, no debemos hacer ostentación de los alimentos que consumiremos. 

En la televisión vemos ciudades ajenas a las que vivimos y observamos grandes edificios, anchas avenidas, aire limpio y automóviles de lujo, como características de las ciudades modernas. Pero lo que no se muestra en la televisión son las colonias de la periferia de las ciudades, los barrios pobres sin alumbrado público, sin pavimentación, con ambiente polvoriento o carencia de vigilancia pública. Estos lugares donde la pobreza es evidente y en los cuales las personas viven en condiciones deplorables sin comodidades como las que tenemos algunos privilegiados en nuestras casas y que pensamos que todo mundo tiene: televisiones de 60 pulgadas en cada cuarto, internet, wifi, televisión por cable, Netflix, computadoras, teléfonos celulares, aparatos de aire acondicionado, etc.

Estas personas experimentan un gran sufrimiento colectivo mientras que por otro lado, en estos momentos miles de personas se aglomeran en centros comerciales desobedeciendo a las autoridades  sanitarias que nos solicitan no salir de nuestras casas para evitar aumentar las estadísticas de contagiados por covid-19, los comercios se llenan de personas que salen para hacer compras “de última hora” para preparar la cena, para comprar un regalo a un ser querido, porque así nos han educado: el amor se manifiesta en el precio del regalo que entregamos, si no regalas a alguien en estas fechas algunos lo toman como que no hay afecto hacia ellos.

Tanto quienes compran para demostrar amor, como quienes valoran el amor por la cantidad de regalos recibidos o por los precios de los regalos que reciben, están equivocados. El consumismo los ha hecho pensar de esa forma, en tiempos normales nos hacen consumir productos que reamente no necesitamos, ropa que realmente no hay necesidad de comprar, porque si miramos nuestro guardarropa veremos que tenemos ropa que ya no usamos porque "ya está muy vista", tenemos también una gran cantidad de zapatos, etc., pero aún así deseamos estrenar ropa y calzado en esta ocasión especial que es nochebuena y navidad.

No compramos porque tengamos necesidad de hacerlo, nos inducen a comprar para enviar un mensaje a los demás de que tenemos una capacidad adquisitiva mayor que la de los demás, o que pertenecemos a una clase social privilegiada, compramos y aumentamos nuestras deudas financieras que "ya veremos" cómo pagarlas después. Tanto nos han manipulado que no valoramos lo que tenemos y siempre nos estamos lamentando por lo que no tenemos (ropa nueva, tenis nuevos, teléfonos de última generación, etc.). Hemos olvidado que el principal regalo en estos tiempos de crisis sanitaria y crisis económica es estar bien de salud y que nuestros familiares queridos estén a nuestro lado.

En nuestro arraigado individualismo hemos olvidado que en estas fechas significativas para todos nosotros, por primera ocasión habrá ausencia colectiva en varios hogares de todas aquellas personas que murieron durante esta prolongada pandemia que tan sólo en México cobró la vida de 119,495 y a nivel mundial han fallecido 1,713,177 personas. Esta cifra aumenta cada día y sin duda alguna aumentará de manera considerable por la razón de que los tumultos en las compras decembrinas de “última hora”, ocasionarán oleadas de nuevos contagios en momentos en los que el sistema de salud llega a niveles de saturación, las medicinas escasean o aumentan sus precios y el agotamiento del personal médico y de enfermería por la gran cantidad de trabajo que han tenido en estos últimos diez meses está agotando sus energías.

Imaginemos que algún familiar querido forma parte de esas estadísticas y no está con nosotros en estas celebraciones, alguien amado que por primera vez estará ausente en estos días en los que se supone todos deberíamos estar contentos, sin duda alguna la celebración no sería igual. Es lo que está sucediendo con miles de familias que están sufriendo en estos momentos la ausencia de un ser querido que falleció por covid o por otras causas, por lo que no están como lo estamos otros, preparándonos para festejar nochebuena y navidad. Estos días serán placenteros para muchos, pero intensamente dolorosos para otros. Necesitamos realizar ejercicios de empatía social, para comprender el dolor de quienes están sufriendo a nuestro alrededor y buscar la forma de ayudar a mitigar ese dolor o contribuir a dar un poco de alegría o consuelo a quien esté sufriendo, partiendo de la premisa de que el dolor es menor cuando es compartido, si conocemos a alguien que haya perdido un familiar acerquémonos a ellos y pongamos nuestro hombro solidario para ayudarles en su pena, digámosles palabras de consuelo y que les hagan sentir que no están solas en este duro trance por el cual atraviesan. No permitamos que sufran en soledad en estos días en los cuales tradicionalmente todos deberíamos estar festejando. Podemos enviar mensajes a través de whatsapp, llamadas telefónicas, videollamadas, mensajes de texto, etc. Unas simples palabras de apoyo pueden ser como gotas de alivio para quien sufre la pérdida de un ser querido.

Debemos evitar que sigan creciendo las estadísticas de afectados por el covid, y la solución está en nuestras manos, podemos empezar por limitar el número de celebraciones acatando las instrucciones de la Secretaría de Salud, evitando reuniones familiares masivas, celebrar en nuestras casas de forma modesta para cuidar nuestra salud y la salud de nuestros seres queridos y evitando con ello a contribuir en el aumento de las estadísticas de contagiados por covid-19. No debemos preocuparnos por dar o recibir regalos ya que el amor, el afecto y el cariño no tienen precio y es lo que podemos dar y recibir para construir nuestra felicidad y la de los demás.

Partiendo de que no se puede ser feliz totalmente en una sociedad con gran desigualdad social que provoca un sufrimiento colectivo, practiquemos actos de generosidad con personas que presenten necesidades mayores que las nuestras y que con nuestro granito de arena podemos ayudar a satisfacer. Personas que conocemos o que nos encontremos en nuestro camino obsequiándoles parte de nuestro guardarropa o calzado que no usamos, consumiendo los productos de los pequeños comerciantes o dando dinero a quienes veamos que trabajan vendiendo algo en las calles o simplemente veamos que viven en situación precaria y piden ayuda económica. En última instancia, el “espíritu navideño” se trata de eso, ¿no es así? Ayudar al prójimo, compartir lo que tenemos con los más necesitados, ayudar a quienes lo necesitan, aliviar a quienes sufren por algo o por alguien.

El día de hoy tuve necesidad de salir y encontré a un hombre en sus treinta años vendiendo afuera de las puertas de un centro comercial luces de bengala, observé su rostro triste mirando a los consumidores salir con bolsas llenas de productos y caras sonrientes, pasé a su lado y un pensamiento cruzó mi mente "¿cuánto puede ganar vendiendo estos productos? no resistí el impulso de detenerme y regresar para entregarle un billete en sus manos mientras le decía: “ten, te regalo esto”, en verdad me impresionó la forma como su rostro cambió de inmediato a una amplia sonrisa que iluminó su cara y su mirada brilló con alegría cuando me dijo: “muchas gracias, que Dios lo bendiga”.

Detalles tan pequeños para uno, pueden ser la fuente de alegría para otros. Si los que podemos y estamos en una condición económica que no nos afectara compartir algo de lo que tenemos, ¿porqué no hacerlo?, si lo hacemos el mundo sería distinto. No hablo de obras de caridad, tampoco de una revolución armada, sino más bien de una revolución de nuestras consciencias que nos lleve a pensar de forma distinta a como lo hemos estado haciendo. Debemos dejar atrás la ideología individualista y desarrollar una empatía social para superar la ceguera moral que nos hace ver como algo normal la existencia de injusticias aberrantes como la existencia de la desigualdad social.

Necesitamos lograr cambios individuales para generar un cambio social retomando la premisa de que nuestra sociedad está enferma de materialismo vulgar, que nos induce a promover un fetichismo de las mercancías consumiendo sin medida, desarrollando comportamientos que sólo benefician a la nueva religión del siglo XXI: El Dios mercado. Hemos perdido el control de nuestras vidas, nos han educado para que el único sentido en nuestras vidas sea el consumo y la indiferencia social al sufrimiento ajeno. Todos somos parte de la misma sociedad y todos tenemos el derecho de ser felices. De nosotros depende cambiar nuestro comportamiento y con ello, cambiar el mundo que nos rodea, recordemos que con nuestro comportamiento cotidiano educamos a nuestros hijos a través de la imitación, pensemos más allá de las esferas de nuestro individualismo para terminar con nuestra ceguera moral, salgamos de nuestra zona de confort y “estrechemos las manos” (de una manera metafórica porque debemos evitar el contacto físico por motivos de salud) de quienes sufran y carecen de todo diciéndoles: “la paz sea contigo”. Sin duda alguna, actuando así celebrar esta nochebuena y navidad tendrá un significado especial.

miércoles, 16 de diciembre de 2020

 

En defensa de la vida

Oscar Yescas Domínguez

16 de diciembre de 2,020


Fotografía "El arte de la vida tomada por Roman Shatsky con integrantes del ballet Nacional de Sakartvelo (Georgia)

Mi hijo y yo teníamos la costumbre de abrazarnos y darnos un beso en la mejilla cada vez que nos veíamos, aún de adultos lo seguíamos haciendo inclusive en público, sin importarnos que personas ajenas vieran besándose a dos hombres adultos. Este ritual terminó cuando comenzó la pandemia del covid-19, por lo que desde hace diez meses no he podido abrazarlo a pesar de vivir en la misma ciudad. Pasé cinco meses sin verlo por estar ambos respetando el confinamiento voluntario y siguiendo las indicaciones de las autoridades de salud. En una ocasión vino a casa a recoger un taladro que me pidió prestado, la imagen de su visita después de meses sin vernos no la olvidaré nunca: él en la entrada de la cochera de mi casa y yo en la puerta de entrada a la misma, separados por una distancia de cinco metros, ambos cubiertos con cubrebocas resistiendo el impulso de darnos un fuerte abrazo y un beso como lo hemos hecho desde que él era un niño.

Después del saludo me pidió dejar el taladro en una distancia intermedia entre ambos para no acercarnos uno al otro, así lo hice y retrocedí unos pasos, tuvimos una breve conversación haciendo las preguntas triviales de siempre: ¿Cómo has estado?, ¿te estás cuidando?, pero la mayor cantidad de mensajes se encontraba en nuestras miradas porque nunca dejamos de hacer contacto visual, mientras mi esposa lo saludaba desde el interior de nuestra cas a través de una ventana, nuestras miradas fueron prolongadas cargadas de gran emoción y finalmente tomó el taladro, se despidió agitando su mano y se marchó rumbo a su casa. No fuimos a verlo el día de su cumpleaños en el mes de mayo porque en esas fechas la curva de contagio se encontraba en un punto elevado y nos pareció que lo más prudente era continuar el confinamiento voluntario, pero en cambio él sí vino a verme en mi cumpleaños de noviembre, cuando se flexibilizaron las instrucciones y se permitió salir de casa. Pero aún así, ni siquiera en ese día especial hubo un abrazo entre nosotros, para mí era suficiente su presencia y seguimos el protocolo al pie de la letra, solo nos quitamos el cubrebocas durante la cena y cada quien comiendo a una distancia prudente uno del otro mientras charlábamos animadamente.

Ese es un comportamiento normal en el contexto de una crisis sanitaria y en algún momento llegué a pensar que la mayoría de la gente actuaba igual que yo, cuidando su salud y la de los demás usando cubrebocas, procurando no salir de casa y guardando distancia, etc. Pero la realidad me hizo sentir como un iluso, un soñador o alguien que vive diferente a una gran mayoría de personas, porque la pandemia ha crecido a niveles inesperados debido a que miles de personas no toman este tipo de precauciones. La falta de precauciones sanitarias ha provocado que una gran cantidad de la población se ha contagiado al grado de que México ha llegado a ocupar el número 12 de países con mayor número de contagiados a nivel mundial. Desde el inicio de la pandemia hasta este mes de diciembre han muerto miles de personas que pudieron haber salvado sus vidas si hubieran permanecido en sus casas, salido sólo en caso necesario, usado cubrebocas y guardado distancia física al estar con otras personas.

Esta navidad será una navidad triste para miles de familias que extrañarán a los ausentes, sobre todo a aquellos que fallecieron por haberse contagiado del covid-19. En varios hogares habrá dolor en lugar de felicidad en estos días que se supone son de reunión e integración familiar.

En este contexto puedo decir con toda sinceridad que me considero una persona afortunada de llegar al mes de diciembre con vida y con buena salud, más afortunado me siento por el hecho de que mis hijos, esposa y miembros de mi familia extensa no formen parte de las estadísticas de bajas fatales en esta pandemia. Sin embargo debo decir que este sentimiento placentero no me impide empatizar con quienes no han tenido la misma suerte y se encuentran lamentando profundamente la muerte de centenares, de miles de personas que fallecieron dejando una estela de dolor detrás de ellos por haber sido contagiados por el coronavirus, o que están convaleciendo por este virus.

Estoy plenamente consciente de la enorme desigualdad social que existe en nuestra sociedad ha sido una de las principales causas del incremento de las estadísticas de afectados por el covid, ya que esa ha sido la causa principal de que millones de personas no pudieran guardar confinamiento voluntario, porque la pandemia nos reveló que quedarse en casa es un privilegio de clase que no todos pueden disfrutar. Pero también estoy seguro de que miles de personas han demostrado una gran irresponsabilidad social al salir innecesariamente de sus casas, arriesgando sus vidas, negándose a guardar distancia prudente o a usar cubrebocas a nombre de una libertad individual, o simplemente argumentando que el virus no existe.

Por este motivo, al igual que miles cuando llego a salir de casa, siento el temor de ser contagiado por este virus a través de alguien que no ha tomado las precauciones necesarias para cuidar su salud y la de los demás. La existencia del covid-19 está más que comprobada, pero aún así todavía hay gentes que niegan que existe, especulan sobre una conspiración internacional para reducir la población mundial y lo que es peor es que no siguen las instrucciones de las autoridades de salud. Creo que cada quien es libre de pensar y creer lo que quiera, pero la realidad innegable es que en las últimas semanas se han disparado en forma dramática las cifras de contagio del covid en el mundo entero, de tal forma que las cifras de contagio diarias contabilizadas superan en mucho a las cifras diarias que se informaron en los días que se consideraron ser de mayor peligro en meses pasados.

Lejos quedó la ilusión de “aplanar la curva de contagio”, en realidad nunca se logró llegar a tal meta, lo que sí se logró fue una ilusoria disminución del número de casos, que llevó a tomar la decisión de levantar temporalmente las restricciones para permitir la movilidad social y “recuperar la economía”, a sabiendas de que levantar las restricciones sociales para la apertura de comercios, fábricas, negocios, etc., sólo arrojaría como resultado un mayor número de contagiados. Pero eso no importó, lo que se necesitaba era continuar manteniendo el ritmo de una producción masiva y un consumo masivo de productos, bajo el argumento de “salvar empleos”, cuando que la intención oculta era continuar obteniendo un beneficio económico para las grandes compañías corporativas ignorando deliberadamente la prioridad de salvar vidas. El “apagón del sistema” estaba afectando a las grandes empresas porque detuvo el consumo y con ello les impedía continuar con la obtención del beneficio económico.

Las autoridades sanitarias no aprendieron de la experiencia de otros países y en lugar de aplicar medidas de restricción social, a nombre de la democracia hacen “llamados de consciencia” para que la ciudadanía asumiera voluntariamente comportamientos socialmente responsables, cuando la experiencia reciente que esto no sucedió y no sucederá. Como resultado de ignorar la prioridad de salvar vidas y privilegiar la economía, el día de hoy nos encontramos con un panorama incierto en el que lo único seguro es que las estadísticas de contagiados y fallecidos siguen aumentando a nivel mundial.

En el caso de México vemos con pesar que ya se ha llegado a la cifra de 1,277,499 casos de personas contagiadas y 115,769 personas fallecidas. Mientras que a nivel mundial hay 73, 973,293 casos de contagio y 1,646,739 personas fallecidas en diferentes países por la misma causa: el virus del covid. Recordemos que en todas cifras estadísticas, siempre hay una cifra negra, los números reales que por lo regular son mayores a los números oficiales. Estas cifras cambian cada día aumentando en forma intermitente, cualquiera puede checarlo, a veces es un ligero aumento de los números, pero en otros días y sobre todo en fechas especiales como lo fueron el día de las madres, el día de muertos, o cualquier fecha que forme parte de los rituales de nuestra cultura, y que esté relacionado con el consumo como forma de celebrarla, las cifras aumentan en forma escandalosa.



Lejos de espantarnos por las cifras tan altas y decidir encerrarnos a piedra y lodo en nuestras casas, debemos asumir una actitud de percibir a estos números como una invitación a reflexionar, acerca del porqué hemos llegado a esta situación, si consideramos que la protección en contra del covid-19 es relativamente sencilla en la medida de que incorporemos a nuestro repertorio de hábitos conductas como usar el cubrebocas de manera permanente cuando salgamos de casa, guardar distancia física cuando estemos cerca de otras personas, limpieza frecuente del espacio en que habitamos, lavado de manos frecuente, etc., tomaremos consciencia de que es responsabilidad colectiva el reducir estas cifras lo antes posible.

Para comprender estos comportamientos colectivos debemos recordar que antes de la pandemia, nuestra sociedad estaba sumida en una crisis que se agudizaba cada vez más y que se manifestaba en tres dimensiones fundamentales: Una crisis económica originada por la implementación de políticas neoliberales en los últimos 30 años, prácticas de corrupción en las esferas de gobierno y en los partidos políticos, que dieron como resultado un crecimiento inaudito de una enorme desigualdad social con niveles nunca antes vistos en la historia de la humanidad y que se reflejaba en el aumento rápido de millones de personas que pasaban a vivir en condiciones de pobreza y miseria, mientras que unos cuantos millonarios se hacían cada vez más ricos a costa del empobrecimiento colectivo. Las modificaciones a las constituciones de varios países permitieron la eliminación de derechos laborales y prestaciones sociales lo cual aumentó las condiciones de pobreza, miseria y explotación laboral para millones de personas, lo cual creó el ambiente ideal para el surgimiento de problemas sociales como delincuencia común, delincuencia organizada, drogadicción, alcholismo, prostitución, etc.

Por otro lado se observaba una crisis política en la que los Estados-Nación experimentaban una crisis de liderazgo en la medida que las instituciones que forman parte de las estructuras del Estado moderno presentaban una enorme distancia entre el discurso y la acción, mostrándose debilitadas y con tendencia a desaparecer ante el empuje de políticas neoliberales impuestas por los organismos financieros internacionales que forzaban a los Estados a desaparecer instituciones públicas para proceder a la privatización de los servicios que éstas prestaban y permitir el surgimiento de compañías privadas que lucrarían con servicios que antes proporcionaba el estado, servicios como salud, educación, esparcimiento, deporte, etc.

El sector salud fue uno de los más afectados en varios países, porque se buscaba la privatización de los servicios de salud que proporcionaba el Estado, por lo que los hospitales públicos sufrieron abandono del Estado, disminución de presupuesto para su funcionamiento, recortes de personal, etc. Estas medidas permitieron que el sector salud se sumiera en una crisis profunda y disminuyera su capacidad para ofrecer servicios eficientes de salud a la población.

Junto a las anteriores crisis, se encontraba otra de diferentes dimensiones pero con impacto mayormente dañino: una crisis ecológica que es producida por las grandes corporaciones transnacionales que realizan una explotación irracional de los recursos naturales para poder mantener el equilibrio entre una producción masiva de mercancías y productos y lograr una maximización de un beneficio económico a través del fomento de un consumo masivo. La maquinaria capitalista basada en la propiedad privada de los medios de producción necesitaba manipular al ser humano contemporáneo para disminuir su condición de homo sapiens y reducirlo a la condición de homo consumens y poder mantener el ritmo de producción masiva y consumo masivo.

A esta explotación irracional se suma la producción de toneladas de basura que genera una sociedad que estimula el consumo constante como sustituto de la felicidad humana, creando un placer efímero al comprar algún producto nuevo que tiende a llenar temporalmente el vacío existencial generado por el fetiche de las mercancías, placer que desaparece y surge de nuevo el impulso incontrolable por una nueva compra, a la vez que se desechan aquellos artículos que ya no cumplen su valor de uso, generando con ello una mayor contaminación de mares, ríos , lagos y lagunas, a la vez que son la causa principal del cambio climático y la desaparición de ecosistemas afectando la calidad de vida del ser humano y la desaparición de centenares de especies de animales.

A estas tres crisis (económica, política y ecológica) se sumó una crisis inesperada: la crisis de salud provocada por el surgimiento del coronavirus y su rápida expansión por el mundo entero tomando las características de una pandemia se debe a la globalización presente en nuestras vidas que implica un mayor intercambio comercial a través de la importación y exportación de productos en el mundo entero. Esta pandemia representa la mayor crisis de salud que se registra en la historia de la humanidad y es responsabilidad colectiva participar activamente en su contención y desaparición y la manera de hacerlo es atender los llamados de las autoridades de salud de salir de casa lo menos posible, usar cubrebocas y guardar distancia, etc.

A diez meses del surgimiento de la pandemia los pronósticos iniciales de las autoridades sanitarias de que se superaría la misma en 4 o 6 meses, quedaron rebasados por una triste realidad en la que se observa un alarmante e incontrolable crecimiento de las cifras diarias de casos de covid. Desde un principio las autoridades sanitarias mexicanas dijeron que para controlar esta pandemia “todo dependería del comportamiento de la gente durante la misma”.

La repetición continua de la información sobre las instrucciones para los ciudadanos acerca de cómo evitar el contagio del covid-19, parece que tuvo un efecto contrario en algunas personas que actuaron como si padecieran de disonancia cognitiva, en el sentido de que mostraron un comportamiento contrario al que se les estaba solicitando. Se pidió quedarse en casa guardando un confinamiento voluntario y miles de personas salieron a las calles con el menor pretexto. Se les pidió usar cubrebocas de manera permanente y cientos de personas se negaron a usarla y miles la usan de manera incorrecta, caminando en calles con el cubrebocas debajo de su barbilla, con la nariz descubierta, etc. Se les pidió guardar distancia física al salir y en los comercios se pintaron cruces y señales para que cada persona se colocara encima de ellas y de esa manera guardaran distancia con el resto de las personas reunidas en ese lugar, sin embargo, la gente está más atenta a mirar sus celulares o platicar entre ellos sin siquiera mirar las marcas en el piso que les indican donde deberían colocarse para guardar distancia y en consecuencia no respetan el llamado a guardar distancia física. Mientras tanto en colonias de varias ciudades se escucha la música y las risas de personas divirtiéndose en algún domicilio de nuestras ciudades, desoyendo el llamado de las autoridades de no realizar reuniones en domicilios con cantidades mayores a diez personas. ¿Cómo puede llamarse a esta conducta de no respetar las instrucciones de las autoridades de salud?, ¿Rebeldía sin causa?, ¿Ignorancia colectiva?, ¿irresponsabilidad colectiva?,¿Disonancia cognitiva?

La pandemia nos ha permitido visualizar con mayor claridad los problemas estructurales que antes estaban velados para una inmensa mayoría: la desigualdad social, la pobreza familiar, el problema ecológico provocado por un impulso irracional hacia el consumo, el peligro de continuar con un sistema económico que está devastando al planeta con su lógica de producción masiva-consumo masivo. Cerrar comercios, restaurantes, cantinas, gimnasios, parques, etc, de manera temporal es buena medida pero es insuficiente, de igual forma se ha comprobado que la repetición continua de cifras y estadísticas en el incremento de los casos no aumenta el conocimiento, no fomenta el aprendizaje, ni cambia los comportamientos.

En estos días de diciembre cercanos a nochebuena y navidad se renueva la discusión sobre tomar una decisión entre dos opciones: ¿Salvar vidas o salvar la economía? Miles de personas salen a aglomerarse en los comercios para realizar compras y “prepararse” para nochebuena y navidad. ¿En qué momento quedó registrado en nuestras mentes que forzosamente debemos obsequiar un regalo costoso para demostrar el amor que tenemos hacia nuestros seres queridos? Violar las normas sanitarias para arriesgar la vida en una misión que tiene como objetivo la compra de algún regalo para nuestros seres queridos suena como algo totalmente irracional y absurdo. No necesitamos medir nuestros sentimientos con el precio de los regalos que obsequiemos, tampoco necesitamos cumplir con un ritual de obsequiar un regalo en estas fechas navideñas.

Tan solo pensemos en aquellas miles de familias que pasarán por primera vez nochebuena y navidad sin la presencia de uno o más seres queridos porque fallecieron por el covid-19. Estar vivos en estas fechas es ya de por sí un regalo suficiente y debemos apreciar tal obsequio para no dejarnos manipular por la publicidad y la mercadotecnia que intentarán convencernos para comprar varios artículos y “obsequiar felicidad a nuestros seres queridos”. La felicidad no se encuentra en las cosas materiales, se encuentra en las relaciones que entablamos con otras personas, que pueden ser nuestros abuelos, padres, hermanos, tíos, tías, sobrinos, etc.

Por otro lado, es normal que tengamos deseos de reunirnos con nuestros seres queridos, sobre todo aquellos a quienes vemos una sola vez al año, precisamente en estos días de diciembre en nochebuena, navidad y año nuevo, pero lo más sensato en estos momentos es mostrar nuestro amor hacia los mismos evitando recibir en nuestras casas a personas que no vivan con nosotros, es decir, evitando tener reuniones familiares. Será sin duda alguna una de las navidades más tristes que hayamos tenido, pero si deseamos cuidar nuestra salud y la salud de los demás, evitemos encuentros familiares y mantengamos contacto con ellos a través de videollamadas, teléfono o mensajes de texto.



Debemos reconocer que el consumo colectivo que caracteriza a nuestra sociedad contemporánea está destruyendo la tierra y provocando una crisis ecológica que afecta la existencia de varias especies de animales y a toda la raza humana. No es suficiente con decir que todos estamos dentro del mismo barco que se llama Tierra, o sea nuestro planeta. Todos somos habitantes de la misma tierra, pero algunos van en camarotes de lujo, otros están en cubierta, o muchos mas viajan en el cuarto de máquinas y otros van de polizontes ocultos en las lanchas salvavidas. Es decir, no estamos en condiciones de igualdad social, unos cuantos que viven “la gran vida consumen más, producen más basura y ocasionan más daño a nuestro medio ambiente, otros apenas tienen para sobrevivir y son los más indefensos ante enfermedades oportunistas que los ponen en la primera línea de personas que pueden ser afectadas por el covid-19, pero es indudable que todos debemos contribuir a que nuestro mundo sea habitable.

Si vivimos nuestras vidas sin límites en el consumo y en nuestra libertad individual, disfrutaremos de una libertad que perjudica las condiciones de vida del medio ambiente y de la salud de las demás personas. El consumo exagerado produce una contaminación masiva y destruye ecosistemas, afectando una vida vivible y al generar una gran cantidad de basura estamos afectando nuestras vidas y las vidas de los demás en nombre de una libertad absurda, que va en contra de la colectividad.

Muchas personas se oponen a asimilar en su repertorio de comportamientos las conductas de usar cubrebocas, guardar distancia, quedarse en casa, etc., a nombre del ejercicio de su libertad individual. La libertad así concebida se valora por encima de cualquier otro valor, incluso del valor a la vida misma, la propia y la de otras personas. La recuperación parcial de algunas partes del planeta como resultado de la reducción del consumo durante esta pandemia, nos muestra que todas las personas debemos contribuir a disminuir nuestros patrones de consumo y contaminación y contribuir a salvar nuestro medio ambiente y mejorar la salud pública.

Las restricciones que impone la pandemia tienen como objetivo proteger nuestras vidas y las vidas de otras personas, pero al mismo tiempo estas restricciones nos dan la oportunidad de construir una mirada diferente sobre nosotros mismos, acerca del mundo y sobre la necesidad de cambiar nuestros estilos de vida. Un punto sobresaliente es la necesidad de reconocer que nuestras vidas están en estrecha interdependencia con las vidas de otras personas, así se encuentren en el punto más alejado del planeta. La rápida expansión de la pandemia es un claro ejemplo de ello. Otro punto que resulta imposible ignorar es que nuestro comportamiento individual afecta la salud de los demás y el comportamiento de los demás afecta mi salud personal. Estamos juntos en esta pandemia y sólo podemos salir bien librados si actuamos juntos en forma colectiva y organizada demostrando un aprendizaje al desarrollar comportamientos socialmente responsables, ya que nuestras vidas dependen de como actúe cada quien.

Debemos dejar atrás aquellos tiempos en los que cada quien actuaba por su cuenta sin importar o considerar si su comportamiento afectaba a otras personas. En estos momentos está claro que compartimos el mismo aire, el mismo espacio y los mismos riesgos. Por lo tanto debemos dejar de actuar como si nuestras vidas estuvieran separadas y nuestras vidas personales fueran prioritarias. Vivimos en un mundo cada vez más pequeño que muestra una gran interdependencia y esto nos impide decir “es mi vida personal y yo decido que hacer con ella”.

Debemos aprender a convivir con el resto de las personas que nos rodean y actuar de forma que logremos que vale la pena vivir. La vida que vivimos nunca es una vida aislada, nunca es exclusivamente nuestra en un sentido individual, la personalidad psicosocial que todos tenemos que consiste en una determinada forma de pensar, sentir y actuar de manera diferente a los demás, la hemos construido gracias a la interinfluencia e interdependencia con figuras significativas de personas en los distintos grupos sociales a los que pertenecemos o hemos pertenecido.

Si podemos concebir la vida como el conjunto de vivencias que experimentamos con otras personas en un espacio histórico-temporal determinado, podremos decir entonces que la vida es el lugar donde se dejan de lado los etnocentrismos, el mundo no gira alrededor de nuestra vida personal, nosotros giramos en el mundo en forma colectiva con otras personas con las que compartimos vivencias, espacios, aire, etc.

Hoy podemos afirmar que de los factores que permitieron llegar a este elevado número de cifras sin duda alguna la desigualdad social que impidió seguir las instrucciones de las autoridades sanitarias de guardar confinamiento voluntario y otro factor derivado de la misma es que millones de personas presentaron predisposición para contraer el virus por un estado de salud deficiente: hipertensión, diabetes, desnutrición y otro tipo de enfermedades generadas por vivir en condiciones de miseria, pobreza y exclusión social.

Pero también puede afirmarse que uno de los factores principales que han permitido incrementar las cifras de casos de contagiados y muertes por covid, ha sido la irresponsabilidad social de millones de personas que se negaron a seguir las instrucciones de las autoridades de salud de quedarse en casa y sólo salir en caso necesario, que se resistieron a usar cubrebocas a nombre de la defensa de una libertad individual. Junto a esta irresponsabilidad social se puede incluir una ignorancia colectiva que indujo a miles de personas a continuar sus vidas como si no hubiese pandemia, saliendo de sus casas, recibiendo visitas, realizando fiestas o reuniones privadas en la clandestinidad, etc.

La pandemia obliga a reconocer las diferencias sociales y desigualdades económicas, por lo cual debemos ser más solidarios con otras personas, porque estamos vinculados con los demás en formas complejas que ni siquiera imaginamos a través de algo que se llama “tejido social”. Las vidas más amenazadas por la pandemia son las vidas de los pobres, los que viven en condiciones de miseria, que no tienen dinero para comprar comida y tampoco tienen cobertura médica.

En estas fechas decembrinas, a diez meses de la pandemia, el saldo de víctimas es demasiado alto como para ignorar la necesidad de realizar un aprendizaje social. Fomentar el consumo permitiendo la apertura de comercios e industrias en lugar de reactivar la economía sólo pone en peligro a una gran cantidad de personas, sobre todo a aquellos que tienen predisposición por problemas en su salud (diabetes, hipertensión, desnutrición, etc.). La economía se está derrumbando porque estamos comprando sólo lo que necesitamos, hemos dejado de comprar lo que consideramos no esencial y deberíamos adoptar esta actitud hacia el consumo como un hábito permanente. Cambiemos la forma de expresar nuestros sentimientos hacia nuestros seres queridos y en lugar de obsequiar objetos, regalemos calidad de tiempo en su compañía.

Millones de personas esperan volver a la normalidad que existía antes de la pandemia, sin saber que en realidad esa normalidad fue la que dio origen a la pandemia. Es una normalidad que encubría los problemas estructurales relacionados con la explotación humana en ambientes de trabajo, la explotación irracional de recursos naturales, el consumo masivo de mercancías que generaba toneladas de basura y provocaba destrucción ambiental. Una normalidad que encubrió el desmantelamiento del sistema de salud pública en varios países debido a la implementación de políticas neoliberales que intentaron privatizar esos servicios.

La pandemia expuso que la normalidad liberal pone en peligro de supervivencia a los seres humanos al mismo tiempo que destruye el ambiente a través de la explotación irracional de recursos naturales y la contaminación que produce. La nueva normalidad que debemos construir es la realización de un esfuerzo educativo que nos permita comprender que la pandemia surgió por la llamada “normalidad” que existía antes de ella, que en realidad era un infierno para millones de personas, no podemos regresar a ese tipo de normalidad que provocó revueltas populares en varios países, es la normalidad de la pobreza, del hambre, de la miseria colectiva, etc. 

La educación debe cambiar no sólo ampliando la distancia física entre pupitres o normalizando la educación a distancia, sino cambiando los contenidos para incluir enfoques críticos sobre la realidad social y la promoción de una educación que incluya una igualdad social como meta a alcanzar, explicando las relaciones de poder asimétrico vigentes en nuestra sociedad y la necesidad de construir un poder simétrico en el cual se de un empoderamiento colectivo de los individuos y de las comunidades. No debemos permitir que después de esta pandemia se implemente un gatopardismo que consiste en cambiar todo para que todo siga igual. No será suficiente con lograr ciertas concesiones y seguir permitiendo que el capitalismo siga con una explotación sin precedentes de la naturaleza como el neoextractivismo que destruye ciclos vitales de restauración de recursos naturales, la minería a cielo abierto, la agricultura industrial, el uso de insecticidas, la contaminación de ríos, mares y lagunas, etc. La crisis ecológica y el calentamiento global es lo que permite el surgimiento de virus y que estos pasen de los animales a los seres humanos.

La nueva normalidad debe incluir la discusión sobre el papel que juegan las grandes corporaciones en nuestras vidas y el poder que ejercen sobre los dirigentes políticos al obligarlos a implementar políticas neoliberales que violan derechos ya consagrados en las constituciones de nuestros países.

Pero debemos tener presente que la nueva normalidad se caracterizará por encontrarnos en una pandemia intermitente, es decir, estaremos en condiciones de confinamiento temporal, desconfinamiento y nuevos confinamientos. La pandemia no terminará con el fin del año 2,020, la tendremos presente en nuestras vidas en el 2,021. 



Por todas las razones anteriores debemos empezar la discusión acerca de la necesidad de construir otro modelo de sociedad que no se base en la producción masiva y consumo masivo, es decir, en otro modelo que no sea el neoliberalismo que tanto daño ha provocado en los últimos 40 años. El modelo actual ya demostró su inoperancia y perjuicio social, la pandemia demostró que el neoliberalismo no tiene fundamento ético, social y político, por lo que el escenario de un cambio social se presenta como una necesidad urgente y necesaria.

Esta necesidad nos debe ayudar a terminar con la creencia creada durante el neoliberalismo de que padecíamos una ausencia de alternativas, de que después de la caída del muro de Berlín y el desplome de la Unión soviética sólo quedaba la opción del capitalismo que hoy es un capitalismo financiero. La pandemia nos abrió los ojos acerca de que podemos salir del confinamiento político en el que nos tenía sometidos el neoliberalismo.

Necesitamos reconstruir las formas de hacer política, rebasar la democracia representativa y construir una verdadera democracia participativa en donde los individuos nos reconozcamos como sujetos históricos, que estamos construyendo la historia en nuestra interacción cotidiana en los diferentes grupos, organizaciones y comunidades a las que pertenecemos y que en consecuencia, podemos cambiar el rumbo de la historia en la medida que incrementemos nuestra participación social y desarrollemos un empoderamiento individual y colectivo.

La construcción de este empoderamiento nos permitirá cambiar la relación asimétrica que existe entre el poder corporativo, el poder político y la voluntad popular. Debe terminarse con la fragmentación de las luchas y movimientos colectivos que hoy existen, para construir un movimiento unitario, un frente de todos estos movimientos que estén integrados por sujetos políticos globales que visualicen la articulación que existe entre los problemas locales, nacionales y sus raíces globales. Los partidos políticos son importantes, pero más importantes son los movimientos colectivos, debe haber una correlación entre ambos para lograr la construcción de la democracia en las calles, universidades, fábricas, familias, centros de trabajo, etc.

La nueva realidad debe caracterizarse por la consolidación de una democracia participativa, en la que todos los ciudadanos participemos en la discusión de los problemas colectivos relevantes en nuestra vida pública, no debemos limitar la participación en contiendas electorales. Si se limita la democracia a la participación electoral, la democracia dejará de existir, esta participación debe darse también impulsando y apoyando políticas públicas de protección social que rompan con el cerco neoliberal. 

La nueva realidad debe excluir los crímenes de la paz que se cometen en nombre de una paz social caracterizada por miles de muertes por hambre, desnutrición, enfermedades que podrían curarse si se obtiene atención médica y medicinas en forma oportuna. Esta nueva realidad  debe darse a través de la construcción de un nuevo sistema social que no contemple la explotación desmedida de los recursos naturales, ni la explotación laboral extrema. Sólo a través de una democracia participativa podremos tomar el rumbo de nuestra existencia bajo nuestro control y evitar seguir por el camino a la autodestrucción y muerte que nos conduce el neoliberalismo. En la medida que nos concibamos como seres sociales que pertenecemos a comunidades y manejemos mas el lenguaje del "nosotros" por encima del uso del "yo", estaremos en condiciones de realizar una efectiva defensa de la vida que está amenazada no sólo por la pandemia, sino también por un capitalismo feroz que sólo tiene como meta hacer más ricos a los ricos a través de maximización del beneficio económico manteniendo un equilibrio entre producción masivo y consumo masivo. De nosotros depende no solo salir de esta pandemia con vida, reducir los números de contagiados y fallecidos, también depende la construcción de un mundo mejor al que tenemos hoy y superior al que prevalecía en la normalidad previa a la pandemia del covid-19.

Boaventura De Souza, Santos: Las tres salidas de la epidemia

http://www.correodelorinoco.gob.ve/boaventura-de-sousa-santos-pandemia/

Butler, Judith: La pandemia, el futuro y una duda: ¡qué es lo que hace que una vida sea vivible?

https://www.lavaca.org/notas/judith-butler-la-pandemia-el-futuro-y-una-duda-que-es-lo-que-hace-que-la-vida-sea-vivible/

Massimo Paolini: Romper la normalidad: sobre la urgencia de cambios sociales, económicos, ecológicos y educativos. Agosto 2,020

https://www.perspectivasanomalas.org/2020/08/17/romper-la-normalidad-sobre-la-urgencia-de-cambios-sociales-economicos-ecologicos-educativos/?fbclid=IwAR3X_8RG6yqVLsouxNEgKnJDcNXUVDcUwGGEBF-vb27ebBSupiPcnXAyjdQ


Neoliberalismo: la importancia de conocer

http://www.xn--sociologainquieta-kvb.com/2020/06/neoliberalismo-la-importancia-de-conocer.html?fbclid=IwAR1sgy2LZeYqr2dDo8pz5VOzJVSm5sqZm0QJudJ5rWj-8uwU7ElnWxl27QQ

Junio 2,020

Yescas, Oscar:El cambio cultural como asunto de vida o muerte durante el covid. https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/10/elcambio-cultural-como-asunto-de-vida-o.html

Yescas, Oscar: El castigo de Sísifo en la posmodernidad

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/11/elcastigo-de-sisifo-en-la-posmodernidad.html

Yescas, Oscar: La transformación social desde una perspectiva científica

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/09/latransformacion-social-desde-una.html

Yescas, Oscar: La ignorancia como fuerza alimentadora del covid-19

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/07/laignorancia-como-fuerza-alimentadora.html

domingo, 22 de noviembre de 2020

 

El castigo de Sísifo en la posmodernidad

Oscar Yescas Domínguez


22 de noviembre de 2,020


Introducción

El neoliberalismo: la nueva versión del castigo de Sísifo

El individuo en la posmodernidad

El fortalecimiento ciudadano y la transformación social

Conclusiones

Introducción

La mitología griega es muy rica en enseñanzas y contiene varias historias que son muy aleccionadoras y por ello me gustaría iniciar este artículo retomando la historia de Sísifo. ¿Quién fue Sísifo? Fue el fundador y Rey de Éfira (nombre antiguo de Corinto) Era hijo de Eolo y marido de Mérope y es ampliamente conocido por su castigo eterno que consistía en empujar cuesta arriba por una montaña una piedra que, antes de llegar a la cima, volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose una y otra vez el frustrante y absurdo proceso.

El motivo del castigo al que fue sometido Sísifo según indican algunas fuentes se debió a que Sísifo había revelado al dios fluvial Asopo que el autor del rapto de su hija Egina había sido Zeus. Por lo que Zeus en respuesta ordena a Tánatos (la muerte) buscar a Sísifo y llevarlo ante él, pero al encontrarlo, éste engañó a Tánatos y le puso grilletes manteniéndolo sometido durante algún tiempo, por lo que nadie murió en la Tierra mientras Tánatos estuvo encerrado, hasta que Ares lo liberó y capturó a Sísifo enviándolo al inframundo para recibir castigo eterno.

Pero la historia de Sísifo no terminó ahí, porque él aún no había agotado todos sus recursos: antes de morir le dijo a su esposa que cuando él falleciera, no realizara ritual alguno, ni ofreciera el sacrificio habitual a los muertos y ella en su momento obedeció omitiendo realizar el ritual de despedida, así que estando en el infierno Sísifo se quejó de que su esposa no estaba cumpliendo con sus deberes conyugales y convenció a Hades para que le permitiese volver al mundo terrenal y así poder castigarla por faltar a su compromiso como pareja conyugal. De esta manera logró regresar a Corinto, pero cuando estuvo en la superficie de nuevo decidió quedarse y se rehusó a volver al inframundo, por lo que pudo vivir varios años más en la Tierra hasta que murió de causas naturales, ya anciano. Cuando falleció y llegó al inframundo, por haber actuado engañando a los Dioses Sísifo fue obligado a cumplir un castigo ejemplar, que consistía en empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, repitiéndose ese ciclo una y otra vez de manera interminable ya que era un castigo eterno.

Esta historia de Sísifo nos puede servir como analogía para describir la vida diaria de millones de personas en nuestra sociedad contemporánea, en la que debido a la enorme desigualdad social existente, se encuentran en una constante lucha diaria para poder sobrevivir laborando en condiciones de explotación laboral: recibiendo bajos sueldos, padeciendo largas jornadas de trabajo, resintiendo la ausencia de prestaciones sociales, sufriendo inseguridad laboral, etc. El trabajo moderno es para millones de personas un trabajo duro que se padece en lugar de disfrutarse y que debe de hacerse una y otra vez, sin lograr cambio o mejora alguna durante años y sin esperanza de cambiar esa situación, por ello el término “Trabajo de Sísifo”, puede utilizarse para describir la situación en la que viven millones de personas en nuestra realidad contemporánea. Pero el castigo es peor para los millones de desempleados que viven en condiciones de pobreza extrema, un número que ha aumentado en forma alarmante en los últimos años por el incremento de la desigualdad social y que viven una lucha diaria para sobrevivir.

Pero también podemos observar que la historia “del castigo de Sísifo” nos puede servir para comprender las luchas sociales que están ocurriendo en nuestra sociedad contemporánea en este momento histórico que nos tocó vivir, porque diferentes grupos sociales se encuentran luchando en defensa de sus derechos laborales, sociales o sexuales, o luchan durante años para conseguir una reparación a la violación a sus derechos humanos o laborales. En estos tiempos de globalización y de neoliberalismo, cuando una lucha obrera triunfa al obtener concesiones en la negociación de su Contrato colectivo, no tardan en surgir nuevas causas para continuar en la lucha, ya sea por una nueva violación de derechos laborales o en la próxima revisión contractual cuando ven amenazas de mutilación de su Contrato Colectivo. La ciudadanía en general enfrenta de manera cotidiana innumerables injusticias, violaciones a sus derechos humanos por la presencia de una enorme desigualdad social y enfrentan una gran impunidad debido a la corrupción corrupción e impunidad todavía vigente en las instituciones gubernamentales que fallan en su función de mantener un Estado de Derecho y garantizar el bienestar social.

Por ello, ante el levantamiento de nuevas banderas de lucha, se acostumbra usar la frase “la lucha continúa” para expresar solidaridad, firmeza, unidad y resistencia. Pero si recordamos la historia de Sísifo y consideramos el contexto de las condiciones sociohistóricas que compartimos en el marco de la globalización y neoliberalismo, podría afirmarse que la expresión correcta debería ser “la lucha es continua”, sin acento, porque hoy en día nos encontramos en una situación similar a la de Sísifo, luchando por causas que nunca terminan, porque no debemos luchar sólo por causas inmediatas, los diferentes grupos y movimientos en lucha deben reflexionar sobre la necesidad de luchar por un cambio real del sistema económico y político en el que vivimos, que garantice el bienestar social.



Hoy en día podemos observar que cada lucha en particular enfrenta al mismo enemigo o se origina por las mismas causas. Podrán triunfar en alguna lucha particular, pero debido a que vivimos en una sociedad con gran desigualdad social que continuamente genera grandes problemas sociales en un ambiente permeado por la corrupción, injusticia e impunidad, los motivos para seguir luchando seguirán surgiendo en la forma de otra injusticia o nuevas violaciones a derechos laborales, sociales y sexuales, por lo que la expresión “la lucha es continua” nos debe ayudar a comprender que a final de cuentas toda lucha es política, porque en tiempos de globalización los problemas locales tienen un origen global y por esa razón el motivo central de nuestras luchas debe ser la transformación del sistema económico y político en el que vivimos.

Esta transformación social no puede venir desde arriba por un decreto presidencial, el cambio social debe provenir desde abajo, desde la inmensa cantidad de personas que viven en condiciones de miseria, exclusión, pobreza y que son objeto diario de violaciones a sus derechos humanos y la forma de lograr este cambio es construyendo nuevas organizaciones realmente representativas de los ciudadanos, creando puentes de unidad en la acción entre los diferentes frentes de lucha, terminando con el aislamiento del mar de fueguitos que representan hoy las luchas de diferentes agrupamientos colectivos y construir un poder ciudadano que surja de la toma de consciencia de la historicidad de nuestras comunidades, es decir, de la consciencia de que las comunidades pueden cambiar la historia, un empoderamiento que fortalezca a la ciudadanía en forma autónoma y que rebase a los partidos políticos que sólo voltean a ver a las comunidades en época de elecciones en busca del voto popular y una vez en el poder se olvidan de los movimientos sociales e ignoran sus peticiones y demandas. Recordemos que los grandes cambios en la historia de la humanidad se lograron por la acción de diferentes movimientos colectivos que lograron triunfos que se convirtieron en derechos humanos, laborales y sociales, por la presión social ejercida a través de la movilización colectiva unida y organizada.

Hoy en estos días vemos desaparecer ante nuestros ojos esos derechos conquistados a través de luchas colectivas por la modificación de las constituciones de varios países aplicando reformas que se dirigen a eliminar derechos laborales y prestaciones sociales para proceder a su privatización mediante la aplicación de políticas neoliberales que sólo favorecen a un poder corporativo ensimismado en la maximización de un beneficio económico a costa de la desprotección de millones de personas en el mundo entero. Esos derechos y prestaciones que estamos perdiendo sólo los podremos recuperar construyendo un empoderamiento colectivo y generando la unidad entre los diferentes frentes de lucha que hoy presentan resistencia, de tal forma que logremos construir un poder popular que más temprano que tarde logrará imponer su voluntad y terminar con el castigo de Sísifo para millones de personas que hoy sufren los efectos de una desigualdad social en cada país latinoamericano y en el mundo entero.

El neoliberalismo: la nueva versión del castigo de Sísifo

En nuestros días una inmensa mayoría de la población mundial parece estar sufriendo el castigo que se le impuso a Sísifo para toda la eternidad. Esto lo podremos comprender si revisamos la historia reciente de la humanidad, en la que desde hace décadas hemos estado sometidos a una dinámica social de cambios sociales constantes, que nos ha colocado en una situación en la que podría afirmarse sin temor a equivocarnos que en estos 60 últimos años la humanidad ha experimentado más cambios sociales que en los últimos 200 años.

Durante los últimos 30 años del siglo XX fueron de luchas constantes por parte de diferentes colectivos sociales que se movilizaron para defender derechos humanos, laborales y sociales. Por estas grandes movilizaciones sociales, diferentes pensadores sociales coincidieron en reconocer al siglo XX como el “siglo de los movimientos colectivos”, porque ha sido el período de la historia de la humanidad en la que se movilizaron diferentes colectivos sociales para defender derechos laborales, sociales y sexuales. Podemos mencionar dentro de estos movimientos colectivos a los trabajadores organizados en sindicatos luchando por conquistas obreras como la jornada de 8 horas diarias de trabajo, la estabilidad en el empleo, el derecho a la jubilación, etc. También jugaron un papel importante los estudiantes activistas que lucharon por la democracia social en universidades públicas de diferentes países, igualmente es importante mencionar a los grupos de feministas, homosexuales y lesbianas que pelearon por sus derechos y que lucharon en contra de la discriminación por su orientación sexual. También es necesario reconocer las luchas de los diferentes grupos pacifistas que pelearon en contra de la guerra de Vietnam y al movimiento civil que luchó en contra del racismo y que lograron grandes avances en la igualdad de oportunidades y derechos. La mayoría de estas luchas sociales lograron conquistar derechos humanos, laborales, sexuales y prestaciones sociales, pero sobre todo, lograron conquistar el ejercicio de la democracia como comportamiento institucionalizado en diferentes ámbitos de convivencia social. Los ejemplos más claros de la conquista de la democracia se dieron en la democracia interna de los sindicatos y la democracia que se dio en las universidades públicas ya que lograron ejercer la autonomía en su funcionamiento.

Pero (siempre hay un pero), también podría decirse que en los últimos 30 años hemos perdido una gran cantidad de los derechos laborales, sociales y que se han presentado un sinnúmero de violaciones a derechos humanos de millones de personas. Los triunfos que lograron aquellos movimientos sociales, se lograron incluir en las constituciones de varios países, pero debido a que dentro de la cauda de cambios constantes a los que nos hemos visto sometidos en las últimas décadas se incluyeron grandes cambios económicos, políticos y tecnológicos, como la caída del muro de Berlín, la desintegración de la URSS, el surgimiento de la globalización, la difusión de una economía de libre mercado a nivel mundial, el desarrollo de la tecnología (internet, redes sociales, telefonía celular, etc.), dichos cambios permitieron crear las condiciones para el surgimiento de un nuevo poder social, este nuevo poder es el Poder corporativo que tiene como prioridad la maximización del beneficio económico y la defensa de los intereses de las grandes corporaciones transnacionales en el mundo entero.

Este nuevo poder corporativo actúa a nivel mundial, en el marco de la globalización, utilizando a su favor la tecnología que les permite mover enormes cantidades de capital de un país a otro, está tomando el control del mundo entero sometiendo con su poder económico al poder político de los gobiernos de varios países, para que acepten la implementación de políticas neoliberales que incluyen la privatización de servicios públicos que provocan la desaparición de instituciones públicas que han sido verdaderos pilares del Estado en su función de garantizar el bienestar social que le dio origen a través del adelgazamiento del Estado moderno, para privatizar los servicios que antes ofrecían de manera pública y lucrar con ellos para obtener beneficios económicos. Por esos motivos, nos encontramos en un momento histórico en el cual estamos perdiendo en el mundo entero todo lo que se había obtenido luchando en forma colectiva gracias a la implementación de políticas neoliberales que benefician al poder económico y dejan sin protección a nuestras comunidades, por lo cual crece sin detenerse una enorme desigualdad social que perjudica a una inmensa mayoría de la población mundial, al mismo tiempo que se reduce al 1% la población más rica del mundo.

Millones de trabajadores que laboraron toda su vida y tenían la expectativa de jubilarse con el 100% de su salario y vivir una vejez en condiciones de dignidad, se ven hoy en el peligro de perder el derecho a la jubilación. Miles de trabajadores activos enfrentan constantes mutilaciones en sus derechos laborales durante las revisiones contractuales, corren el riesgo de perder el derecho a la jubilación y ya les aumentaron a 65 años la edad mínima para poder jubilarse. Millones de trabajadores sufren desabasto de medicamentos para atender su salud y tienen que pagarlos de sus bolsillos para atender a su salud. Los sindicatos y los contratos colectivos son un estorbo para la implementación de políticas neoliberales, por lo cual se encuentran en el blanco de nuevas y futuras agresiones que buscan la desaparición de estas agrupaciones que surgieron para defender los intereses de los trabajadores agremiados. La implementación de políticas neoliberales adquiere mayor prioridad para los políticos que la implementación de políticas de protección social, y navegan sin rumbo dentro de una economía de mercado y se desvían de su función principal que es la de garantizar el Estado de Bienestar social para la mayoría de la población.

Hemos retrocedido varias décadas en el tiempo, al perder derechos que ya habían sido conquistados por medio de luchas sociales y que hoy desaparecen a través de las reformas a las constituciones de varios países promovidas por un poder corporativo que actúa en forma similar al funcionamiento de un Cártel de delincuentes al incluir dentro de sus estrategias a Directivos de las grandes corporaciones financieras internacionales (FMI, BM, OEA, etc), Directivos de las grandes corporaciones que tienen el control de la economía mundial, Presidentes de varios países, Presidentes y dirigentes de partidos políticos, Directivos de Medios Masivos de difusión, etc. Todos actúan en forma organizada para eliminar derechos laborales y prestaciones sociales que dejan en desamparo a millones de trabajadores y sus familias en el mundo entero, ya que los políticos toman sus decisiones en base a las fluctuaciones de una economía de libre mercado. La nueva religión del siglo XXI es el Dios Mercado.

Por todas estas consideraciones un grueso de la población de nuestra sociedad se encuentra en una situación similar a la de Sísifo, empujando una piedra hacia arriba todo el día, para que al llegar a punto de llegar a la cima, ruede cuesta abajo arrastrándonos al fondo de una verdadera sima. La vida de una inmensa mayoría de personas en este momento consiste en una diaria lucha por sobrevivir, una vida sin esperanza de éxito alguno porque forman parte de los excluidos de un sistema en el cual la corrupción es una parte sistémica y en el que persiste la impunidad y la injusticia social. Podremos ganar una lucha particular, pero la realidad nos impone la necesidad de seguir luchando para lograr un cambio social que sólo podremos lograr en la medida de que todo ese “mar de fueguitos” que representan diferentes luchas sociales, se unan para lograr una verdadera transformación social de nuestra realidad, esta unidad sólo podrá lograrse cuando se perciba la necesidad de realizar una verdadera lucha política.

En base a lo anterior, podría decirse que la versión contemporánea de la historia de Sísifo tiene otro nombre y se llama neoliberalismo, cuya sola existencia genera un sufrimiento colectivo que afecta a millones de personas en el mundo entero que viven en condiciones de pobreza, marginación y exclusión. Cada día aumenta el número de personas, grupos y comunidades que son víctimas de injusticias y violaciones de sus derechos humanos, laborales y sociales, porque la desigualdad social es por esencia, una violación constante de derechos, por lo que los frentes de lucha y resistencia surgen cada día por doquier y en este contexto, nunca como antes había adquirido tal validez la expresión popular que dice “La lucha es continua”, porque no se trata de lograr el triunfo de una lucha en forma aislada, ya que todos los problemas sociales están conectados entre sí debido a que surgen por las contradicciones de un sistema que prioriza la maximización del beneficio económico para unos cuantos y genera el empobrecimiento masivo de una mayoría de la población.

Un claro ejemplo de que la lucha es continua se observa en México, en el 2,018 pueblo mexicano decidió por abrumadora mayoría terminar con 70 años de dictadura perfecta del Prian y darle la oportunidad a un movimiento de regeneración nacional recién institucionalizado como partido político (Morena), que postuló a Andrés Manuel López Obrador como candidato a Presidente de la República, quien contendía por tercera vez en unas elecciones presidenciales. El pueblo mexicano empujó la piedra de Sísifo una vez más durante la campaña electoral, denunciando y superando los innumerables intentos de fraude que intentaron cometerse logrando llevar la roca hasta la cima y sacar del poder al Prian para entregarlo a Amlo y Morena. En el titánico esfuerzo de subir la roca a la cima, el pueblo mexicano no se percató de que individuos desertores del Prian se subieron a nuestras espaldas y con nuestro apoyo llegaron a la cima del poder, montados en la roca que empujaba el pueblo mexicano, para ocupar puestos de poder político disfrazados de Morenistas.

Una vez en el poder, los elementos oportunistas continuaron realizando prácticas de corrupción, haciendo oídos sordos a los reclamos de grupos que luchaban por las injusticias previas del Prian, cometiendo nuevos abusos y empezaron a distanciarse de quienes los llevaron al poder. La situación actual de México es muy diferente a la situación que el pueblo mexicano esperaba tener hace dos años. Ha habido grandes avances que son innegables en la implementación de programas que benefician a las mayorías populares, se ha combatido a la corrupción, obligado a pagar impuestos millonarios a grandes empresarios, etc., pero persisten grandes injusticias sin resolver, no se ha terminado con la corrupción y se dio un divorcio entre gobernantes y gobernados que se dio en varios municipios del país gobernados por Morena, por lo que junto a los avances obtenidos en estos dos años, también se puede observar una decepción colectiva de los ciudadanos porque las expectativas de cambio generadas con Morena hace dos años han sido truncadas por elementos prianistas incrustadas en posiciones de poder representando a Morena. Entre otros ejemplos de fallas en la justicia podemos mencionar los siguientes:

Los trabajadores de la sección 65 del sindicato nacional de mineros de Cananea Sonora, llevan 13 años en huelga sin poder solucionar su conflicto con el poderoso Grupo México que continúa explotando a sus trabajadores, contaminando el aire que respiran los habitantes de esa población minera que ven impotentes cómo su ciudad y alrededores está desapareciendo por la destrucción del hábitat provocada por las perforaciones mineras que utilizan fuertes explosivos en sus exploraciones y observan con gran decepción la contaminación del medio ambiente por la enorme cantidad de desechos tóxicos generadas por la operación de la compañía minera, desechos que ya en más de una ocasión han sido derramados en el Río Sonora, afectando a varios municipios sonorenses.

Los habitantes de las riveras del Río Sonora que fueron afectados por el derrame de miles de litros de productos contaminantes en el nacimiento del Río Sonora por parte de la empresa del Grupo México, siguen padeciendo en su salud las consecuencias de la contaminación del Río Sonora y no han recibido la ayuda prometida porque el Grupo México forma parte de los delincuentes de cuello blando del poder corporativo y siguen actuando con total impunidad.

Los padres de los 49 niños fallecidos en el incendio ocurrido el 5 de junio del 2,009 en la guardería ABC y de los más de 70 niños que resultaron lesionados, continúan exigiendo justicia, sin que reciban un trato digno de los funcionarios responsables de la atención a víctimas de violaciones a los derechos humanos, por lo que se encuentran acampando fuera del edificio de la Secretaría de Gobernación exigiendo a los funcionarios responsables de la atención a las víctimas de violaciones a sus derechos humanos una atención digna y la reparación integral del daño a las víctimas. Ante el mal trato recibido de Alejandro Encinas SubSecretario de Derechos Humanos y su equipo de trabajo, han instalado un antimonumento colocando 49 pequeñas cruces que simbolizan los 49 niños y niñas fallecidos hace once años.



Los padres de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa desaparecidos el 26 de septiembre del 2,014, después de seis años, siguen exigiendo la aparición con vida de sus hijos desaparecidos en un operativo policiaco-militar, sin que las autoridades den un informe claro de que fue lo que sucedió. En verdad, son incontables las violaciones a los derechos humanos que se han ido acumulando a lo largo de décadas de corrupción, injusticias e impunidad, tanto en México como en Latinoamérica.


En México las cifras de feminicidio, violaciones, desapariciones y abusos de mujeres se ha disparado en los dos últimos años. Tan solo durante esta pandemia han sido asesinadas más de 3,000 mujeres en sus hogares, la ONU informa que el índice de feminicidios creció de de 7 a 10 asesinatos diarios de mujeres en tres años.

Miles de trabajadores jubilados de Teléfonos de México que ya disfrutan de su jubilación, enfrentan hoy la amenaza de perder un gran porcentaje de sus pensiones para destinar ese monto a la compra forzada de acciones de la empresa, con el argumento de que si no se hace está en peligro de desaparecer. Los trabajadores de Teléfonos de México se encuentran en lucha para defender su derecho a la jubilación y su Contrato Colectivo de trabajo que se ve amenazado por la parte patronal.

Estas son sólo una muestra pequeña de las diferentes luchas que están realizándose actualmente por parte de la población en México. Nos sirven de muestra para fundamentar la afirmación de que la roca de Sísifo sigue rodando cuesta abajo aplastando con su peso a innumerables víctimas en nuestro país y nos muestran que estamos muy lejos de cantar victoria y dejar de luchar por la defensa de derechos humanos, por demandas de justicia social, en contra de la corrupción y castigo a la impunidad. En éstas movilizaciones y en otras más se fundamenta la validez de la expresión: “La lucha es continua”.



El individuo en la posmodernidad

Vivimos momentos de confusión, de incertidumbre porque el mundo tal y como lo conocíamos está cambiando constantemente justo frente a nuestros ojos, padecemos una dinámica permanente de cambios sociales en la cual todo cambia tan rápidamente que no sabemos que sucederá mañana, lo único que no cambia es la premisa de que todo está cambiando. Estos cambios afectan de manera particular a las instituciones que eran la base del Estado del bienestar social, enfrentan un proceso de debilitamiento y se dirigen a una inminente desaparición ante el empuje de un impulso privatizador que acompaña a la globalización. Habitamos un mundo en el cual los políticos gobiernan a ciegas, sin rumbo fijo, porque sus decisiones están determinadas por el vaivén de un mercado cambiante, movido por los hilos del poder corporativo. Los Estados Nación se convierten en piezas de un juego de ajedrez manipulado por el Dios Mercado que se presenta como la nueva religión en este siglo XXI.

En el momento histórico que nos tocó vivir, la revolución tecnológica y la globalización han modificado la realidad social a la que estábamos acostumbrados, nos encontramos dentro de una economía globalizada que irrumpe con fuerza golpeando a los Estados nacionales, debilitando el poder de las instituciones gubernamentales que se muestran incapaces de controlar la economía en el contexto de la globalización y obligan a los Estados a abandonar su función de garantizar el bienestar social de los ciudadanos para atender las necesidades del mercado.

En estas condiciones sufrimos un proceso de desocialización que afecta el proceso de construcción de nuestra personalidad psicosocial, ya que en una gran parte del mundo actual se debilitan cada vez más los controles sociales y culturales, debido a que las instituciones que actuaban como agentes socializantes muestran hoy grandes signos de agotamiento y pérdida de influencia social. Las categorías de desarrollo y subdesarrollo han perdido significado y la globalización invade el espacio público y penetra en los espacios privados a través de la televisión, teléfonos celulares, computadores y redes sociales. La globalización está en todas partes pero no pertenece a ningún lado, hace desaparecer las sociedades frente a nuestros ojos y nos coloca frente a una masificación mundial de una cultura que fragmenta nuestra personalidad creando falsos sentimientos de pertenencia a una cultura mundial que no existe, al mismo tiempo que debilita nuestras raíces culturales, al perder fortaleza los vínculos entre el individuo y la sociedad.

En la mayoría de los países los políticos incrustados en el poder miran hacia un mercado mundial cambiante porque es de donde provienen los hilos que manipulan sus decisiones y rigen su comportamiento, mientras que la ciudadanía voltea su mirada hacia su vida privada y busca la satisfacción de sus necesidades inmediatas, en un proceso en el que experimenta una frustración cada vez mayor en la medida que aumenta la desigualdad social. Las personas no tienen forma de orientarse y en sus vidas sólo tiene significado ganar dinero para participar en la dinámica de producción masiva-consumo masivo. La democracia representativa que se ha practicado en occidente ha demostrado su fracaso desde finales del siglo pasado y sin embargo, todavía hoy permanece vigente porque no se ha logrado concebir la necesidad de construir una democracia participativa en la que cada ciudadano identifique el vínculo entre su vida privada y la implementación de políticas públicas. El impacto negativo que tiene en el proceso de construcción de nuestra personalidad psicosocial la crisis de las instituciones, se agrava con el exceso de tiempo que dedicamos a ver televisión, ya que vemos a través de ella la violencia presente en la series de televisión, con la misma indiferencia con la que vemos la existencia de los grandes problemas sociales contemporáneos, una indiferencia acompañada de una ceguera moral colectiva que se caracteriza por una insensibilidad hacia el sufrimiento ajeno y con esa misma indiferencia vemos a la política como algo ajeno a nuestras vidas privadas.

Diariamente recibimos un baño diario de “cultura mundial” a través de las series que seguimos en la televisión porque son creadas en diferentes países, mientras en nuestro entorno inmediato nos vemos privados de espacios públicos, la desigualdad social nos hace perder oportunidades de educación, salud, trabajo, vivienda, etc. De igual forma al sumergirnos en las redes sociales y en nuestra zona de confort, nos vemos impedidos de desarrollar y practicar normas y habilidades sociales, por lo que nos tendemos a encerrarnos en un hedonismo permanente, lo cual tiene como resultado inmediato la creación de una gran indiferencia hacia la política. Todo objetivo colectivo ha desaparecido cada quien se ha reducido a su existencia privada, llenándola de significados con ocio prefabricado por el mercado. De esta manera, todo lo anterior influye para que se debilite la definición del sentido de nuestras vidas, impide el crecimiento de nuestra autoaceptación y frena el sentimiento de pertenencia a los grupos sociales y comunidades de los cuales formalmente formamos parte.

Vivimos entonces en un proceso de involución histórica y social en el cual la situación social e histórica ya no nos define, en la era de la posmodernidad nuestra identidad está basada en la experiencia personal y colectiva, el tsunami de información que recibimos nos hace olvidar los acontecimientos en un breve lapso de tiempo. La memoria colectiva cede su paso a la búsqueda del hedonismo en el individuo contemporáneo, que en plena era de la información muestra una gran ignorancia sobre lo que está sucediendo a su alrededor, lo cual de manera inevitable nos hace recordar aquella consigna que se manejaba en la década de los setentas cuando la juventud de aquella época luchaba contra el autoritarismo y por el acceso libre a la información, bajo la consigna: “El conocimiento es poder”, era una de las consignas que nos llevaba a leer con avidez libros de filosofía, sociología, psicología, etc.

En pleno siglo XXI, conocido como “la era de la información”, vemos que las nuevas generaciones tienen acceso a todo tipo de información gracias al desarrollo tecnológico, a la telefonía celular y a las redes sociales, pero en esta “sociedad red” como la denominó el sociólogo español Manuel Castells, lo que predomina es la ignorancia colectiva que queda manifiesta en redes sociales donde todo mundo opina sobre cualquier tema como si fuera un experto. Umberto Eco definió magistralmente la situación actual al señalar que “internet le ha dado voz a legiones de idiotas”, porque cualquiera que tenga un teléfono celular, acceso a internet y a redes sociales puede opinar sobre cualquier tema. Resulta entonces que es más nocivo el exceso de información que la falta de información, porque ante el tsunami de información que recibimos diariamente, el tiempo de atención que prestamos a cada noticia, se reduce cada vez más rápidamente. Vemos una nota unos segundos y pasamos inmediatamente a la siguiente nota y realizamos en forma repetida ese proceso. Nos quedamos con la impresión vaga de que “estamos informados”, cuando en realidad no sabemos en detalle qué es lo que está sucediendo, pero sentimos que podemos opinar sobre aquello que no sabemos.

Estamos inmersos en un proceso de desocialización en el cual se observa una grave crisis de debilitamiento de las instituciones que antes participaban en el proceso de socialización, por lo cual se requiere una nueva resocialización que combata los efectos nocivos de la dependencia hacia la tecnología y fortalezca la capacidad crítica de los individuos privatizados como los denominó el filósofo griego Cornelius Castoriadis.

En estas condiciones no es exagerado decir que nos encontramos en una situación social de incertidumbre similar a la que se vivió durante el proceso de transición que se dio entre el fin de la monarquía y el inicio del Estado moderno, aquellos momentos en los que el discurso dominante que incluía referencias a Dios y la religión perdía sentido ante el surgimiento de una nueva forma de gobierno basada en la irrupción de un nuevo paradigma social en la que los seres humanos se reconocían a sí mismos como seres históricos que podían construir una nueva realidad social en la que existiera igualdad social y libertad para todos. En aquel entonces surgió un nuevo paradigma económico-social en el cual surgieron nuevas figuras sociales como la burguesía y el proletariado, los sindicatos y las huelgas, la estratificación social, movilidad social, etc.

Debemos tener claridad sobre el hecho de que nos encontramos viviendo un momento histórico en el cual está desapareciendo la modernidad que consistió en la creación de una sociedad nacional, en un Estado nacional basado en un estado de Derecho en el que existía un sentimiento de pertenencia a una sociedad o nación, en la cual se respetaba la libertad, la justicia aceptación de derechos contemplados en una constitución elaborada democráticamente, que garantizaba un bienestar social vigilado por el Estado moderno que se basaba en una soberanía popular.

Este orden social está siendo destruido poco a poco en el contexto de la globalización por la acción de las grandes corporaciones transnacionales que crecieron de una forma inusitada adquiriendo un gran poder y se presentan como el surgimiento de un nuevo poder mundial conocido como el poder corporativo, que apoyándose en organismos financieros internacionales han estado aplicando políticas neoliberales en todos los países buscando la maximización del beneficio económico para los grandes consorcios.

Para lograr este objetivo no han dudado en forzar la modificación de las constituciones en diferentes países eliminando derechos laborales y prestaciones sociales, desapareciendo instituciones públicas que prestaban servicios públicos, modificando constituciones para eliminar derechos laborales y prestaciones sociales con la finalidad de privatizar esos servicios públicos y maximizar los beneficios económicos para el grupo que concentra la mayor riqueza social y promueve el crecimiento de la desigualdad social en su beneficio particular. Para lograr este objetivo que provoca un sufrimiento colectivo similar al castigo de Sísifo, juega un papel importante la corrupción que forma una parte estructural del sistema capitalista y por eso las instituciones de gobierno continúan invadidas por la corrupción, especialmente las dedicadas a la impartición de justicia.

La aplicación de estas políticas neoliberales ha contribuido al aumento de la desigualdad social en las últimas décadas lo que ha generado una mayor inconformidad social de una inmensa mayoría que no alcanza a comprender que en nuestro sistema social, todos los problemas sociales están conectados entre sí y que sus problemas privados tienen un origen público que se encuentra en la implementación de políticas neoliberales que tienden a afectar o desaparecer derechos laborales, prestaciones sociales, privatizar espacios públicos, adelgazar al Estado obligándolo a abandonar su papel de protector del bienestar social y reducirlo al rol de administrador que asegura las condiciones para mantener el enriquecimiento del poder corporativos, por todo lo anterior es que surgen cada día nuevos frentes de lucha que actúan como un “mar de fueguitos” incendiarios.

El fortalecimiento ciudadano y la transformación social

La transformación de una realidad social es el resultado de un cambio social en el cual los protagonistas del cambio son los integrantes de las comunidades que conforman esa sociedad. El cambio social implica generar un cambio de una situación social considerada deficitaria a una nueva condición social que esté fortalecida y en este cambio los integrantes de las comunidades deben asumir un rol central. Para lograr esta transformación es necesario contar con una condición suficiente que es la acción colectiva, unida y organizada de los miembros de nuestras comunidades. Es decir, se necesita de una masa crítica de personas que actúen en forma unida y organizada, realizando un conjunto de actividades que les permita lograr un objetivo común el cual es en este momento histórico la reconstrucción del edificio social que estamos habitando.

La intervención grupal es el medio inmediato para generar consciencia y el método de aprendizaje social que permite lograr nuevas formas de percepción, pensamiento y comportamientos orientados al desarrollo de acciones colectivas. Todos pertenecemos a diferentes grupos simultáneamente y la instancia grupal se presenta como el instrumento más pertinente para que los individuos puedan desarrollar un sentimiento de pertenencia a varios grupos, a una comunidad que enfrenta los mismos problemas en sus vidas privadas, problemas que pueden ser solucionados a través de acciones colectivas de participación social.

En el marco de una sociedad que presenta una enorme desigualdad social que afecta a millones de personas, no es necesario preguntar si se desea lograr un cambio social, la respuesta afirmativa es evidente. Lo que sí necesitamos reflexionar es acerca de sobre qué es lo que se quiere cambiar y la respuesta a esta pregunta sólo puede construirse en forma grupal o colectiva por parte de los integrantes de nuestras comunidades. Para lograr construir esa respuesta y generar una serie de acciones orientadas a lograr el cambio que se ha identificado, se requiere de un diagnóstico de la situación social en la que se encuentran nuestras comunidades y este diagnóstico incluye la descripción del concepto de realidad social, la identificación del proceso de construcción social de la realidad por parte de diferentes grupos sociales, reconociendo las principales características de la misma, para reconocer sus fortalezas y debilidades y proceder a la elaboración de planes concretos que permitan construir una nueva realidad social a través de una participación social en la que los integrantes de nuestras comunidades juegan el rol de actores principales. Debe quedar claro que sin la participación social de los integrantes de las comunidades, no podrá lograrse un verdadero cambio social, por lo que la discusión grupal debe incluir las diferencias entre los conceptos “democracia representativa” y “democracia participativa”.

Una premisa que debe tomarse como punto de partida es la concepción de la realidad social como una creación humana, que está siempre abierta al cambio social, porque los seres humanos somos seres históricos que construimos la realidad social a través de nuestra integración y participación en los diferentes grupos sociales, organizaciones y comunidades de las cuales formamos parte. El cambio social es un proceso en el cual se necesita dar una transformación individual como punto de partida para construir una transformación social. Es decir, debemos cambiar nuestras percepción de la realidad en la que nos encontramos, modificar nuestras actitudes hacia la participación en política y crear nuevos valores que incluyan una mayor sensibilidad y empatía social hacia el sufrimiento ajeno

La necesidad de construir una transformación de la realidad social en la que vivimos se presenta como una exigencia social necesaria por las condiciones de exclusión, marginación y pobreza en la que viven millones de personas que sufren una constante violación de sus derechos humanos. En este proceso de transformación social se pone énfasis en construir una simetría del poder en nuestra sociedad que permita devolver el poder al pueblo a través de la educación en la construcción de una democracia participativa, un poder colectivo que permitirá enfrentar al poder corporativo que es el principal beneficiado de las políticas neoliberales que generan la desigualdad social y que son la causa del sufrimiento colectivo de la población de nuestros pueblos latinoamericanos.

En el proceso inicial de transformación social pueden participar agentes externos a las comunidades actuando como agentes de cambio social, pero la idea principal es posibilitar el aumento del poder de los actores sociales que sean miembros del objeto grupal de intervención, quienes desplazarán progresivamente a los agentes externos en su proceso de crecimiento y autoaceptación como sujetos con historicidad, es decir, como sujetos que pueden cambiar la historia de su realidad social inmediata.

Esto es lo que se conoce como “empoderamiento ciudadano”, que debe incluir las siguientes condiciones: Un respeto a la diversidad y autonomía de las personas y las comunidades objeto de intervención, construir la percepción social de que los integrantes de las comunidades son quienes tienen el control del proceso de cambio social y una unión inseparable entre la teoría y la práctica. De esta manera, el sujeto de intervención se convierte en el sujeto de la acción, en investigador de su propia realidad ejerciendo la crítica social y desarrollando un pensamiento autónomo que le permita reconocer los efectos que la implementación o la ausencia de implementación de políticas públicas provoca en sus vidas privadas. Se logra identificar el vínculo entre lo público y lo privado, entre lo personal y lo político y la necesidad de participar en política para lograr la transformación de la realidad social.

El ejemplo más práctico es la creación de organizaciones de vecinos en cada colonia, impulsar reuniones vecinales para analizar las condiciones en las que viven, identificar los problemas que afectan a los habitantes de ese sector y tomar acuerdos para encontrar soluciones a los problemas detectados.

Conclusiones

“Si no somos capaces de pensar en una vida mejor, no tendremos una vida mejor y si no somos capaces de hacer unas cuantas cosas que irrespeten nuestra rutina, no tendremos una vida mejor” (Irma Serrano-García-Ricardo Vargas Molina. 2,013).

En pleno siglo XXI todos estamos interconectados y somos interdependientes, lo que pasa en un lugar del globo tiene un impacto en todo lo demás. La pandemia del covid-19 es un claro ejemplo de esta interconexión que nos mantiene unidos a través de la globalización. El problema es que esta interdependencia no generará una uniformidad cultural, a pesar de enfrentar una masificación cultural. Nuestra supervivencia depende de si cooperamos o luchamos entre nosotros, porque debemos tener presente que todos estamos dentro del mismo barco y debemos cambiar el rumbo que sigue esta nave llamada realidad social en el marco del capitalismo contemporáneo, porque seguir manteniendo el ritmo de una producción masiva y un consumo masivo, basada en la explotación humana, sólo está provocando la destrucción de ecosistemas, agotamiento de recursos naturales en el planeta, cambio climático y contaminación de ríos, mares y lagos.

Enfrentamos una realidad en la que la desigualdad social genera una gran variedad de casos de injusticia social ante los cuales lo menos indicado es guardar un cómplice silencio ante la impunidad vigente, por lo que es pertinente romper la ceguera moral que nos impide expresar solidaridad y experimentar una empatía social hacia buena parte de la población que sufre las violación de sus derechos humanos y comprender el dolor que las injusticias cometidas contra ellas les provocan, lo cual es un motivo más que suficiente para que con toda libertad podamos alzar la voz compartiendo el grito de demanda de justicia que elevan diferentes sectores que se encuentran en lucha actualmente.

La descripción objetiva de la realidad circundante nos permite comprender que los problemas locales tienen un origen global, por lo que ante el silencio que reciben las demandas de justicia social de diferentes colectivos en lucha y ante las agresiones a los intereses de los trabajadores cuando se intenta mutilar contratos colectivos de trabajo y desaparecer prestaciones como el derecho a la jubilación, el derecho a la salud, el derecho a la estabilidad social, etc., se requiere plantear la unidad en la acción de los diferentes grupos sociales y movimientos colectivos sociales que se encuentran luchando en estos momentos.

Los diferentes partidos políticos que han logrado el poder se apartaron de dichos movimientos y enfrentan una crisis de credibilidad por esta indiferencia social mostrada sin recato a los colectivos en lucha, por lo que voltear la mirada a los mismos en busca de soluciones a las problemáticas sociales que afectan a las comunidades no es recomendable. Lo pertinente es eliminar cualquier vínculo de dependencia hacia organizaciones que han lucrado políticamente con el capital político de los movimientos sociales y construir una autonomía ciudadana creando nuevas organizaciones civiles que permitan consolidar un proceso de empoderamiento de nuestras comunidades. Debido al origen global de los problemas locales que enfrentan nuestras comunidades, se debe construir la unidad en la acción y fortalecer un vínculo entre las diferentes luchas sociales que están presentando los diferentes colectivos que están actualmente movilizándose y presentando resistencia a la implementación de políticas neoliberales en diferentes países de Latinoamérica.

¿Cuáles podrían ser esos motivos que unirían a poblaciones enteras de varios países en una lucha internacional? El motivo principal sería la lucha en contra de la implementación de las políticas neoliberales que impulsa el poder corporativo a nivel mundial y que tienden a modificar las constituciones de varios países para eliminar la estabilidad en el empleo, la antigüedad, el derecho a la jubilación, el derecho a la salud, promover la corrupción, incremento de la impunidad y de las injusticias sociales, etc. Estas políticas son las responsables del aumento de la desigualdad social a niveles nunca antes vistos en la historia de la humanidad. En el mundo entero millones de personas pasan a vivir en condiciones de pobreza extrema mientras que un 1% de la población mundial aumenta cada día la concentración de la mayor cantidad de riquezas sociales.

La transformación de nuestra realidad social debe buscar un cambio en las relaciones de poder , de tal forma que termine con la verticalidad que presenta el ejercicio del poder actualmente y se construyan relaciones de poder horizontales, basadas en la construcción de valores que incluyan solidaridad social , sensibilidad social, empatía social y un sentimiento de pertenencia del individuo con la comunidad. Necesitamos construir un nuevo paradigma en el cual se incluya al ser humano con plena consciencia de su historicidad, es decir, su capacidad para cambiar la realidad social en la que vive y con ello cambiar el rumbo de la historia.

La expresión “la lucha es continua” nos permite comprender que las luchas sociales no deben darse en forma separada y aislada de otras luchas sociales que tienen lugar en un mismo espacio territorial, ya sea una ciudad, un Estado o una nación completa. Es importante retomar la validez de esta expresión en un momento histórico en el cual algunos filósofos y sociólogos han declarado que debería suprimirse del vocabulario expresiones como “agente social”, movimiento social y sobre todo “sujeto social”. Porque se refieren a nociones ya superadas de la consciencia y la acción política.

La expresión la lucha es continua (sin acento) se refiere al hecho de que la persona que se identifica a sí mismo como luchador social o agente de cambio, tiene un grado de consciencia social que le permite ver la interconexión que existe en las diferentes luchas sociales que suceden en un momento histórico determinado y que la solución a las mismas es un triunfo parcial pero no definitivo, ya que la lucha tiene como meta lograr un cambio del sistema social. Quien tiene claridad de que la lucha es continua sabe que no debe limitarse la lucha sindical a la lucha económica, sino que debe clarificarse que toda lucha social es en realidad una lucha política y por ello debemos buscar una verdadera transformación de la sociedad en que vivimos.

La expresión la lucha es continua refleja la toma de consciencia de que todas las luchas sociales son políticas y representan caminos particulares que deben conducir a la lucha por un verdadero cambio social, una lucha que no se limita a lograr triunfos parciales como aumentos salariales o el logro de justicia en un caso particular, sino que de lo que se trata en realidad es de recorrer un largo y sinuoso camino en el que nos encontraremos con otras personas luchando con banderas particulares enfrentando problemas que tienen como denominador común las contradicciones del sistema social capitalista.

En este camino nos encontramos con las víctimas de todas aquellas injusticias sociales que han surgido en el contexto del surgimiento de un poder corporativo que representa al poder económico que se ha divorciado del poder político y sacado ventaja al doblegar a los representantes de un Estado debilitado y adelgazado cada vez más por las demandas de privatizar los servicios públicos y el abandono de parte del estado de su función de procurar el bienestar social de la población.

Esta inmadurez e incapacidad para actuar como ciudadanos responsables se muestra también en el terreno de la política y debemos analizarla porque nos encontramos en períodos de campaña electoral informal, es decir, no se han iniciado formalmente los períodos de campaña para las elecciones del 2,021, pero en los hechos ya estamos viendo en redes sociales, prensa y televisión nombres de precandidatos y aspirantes a cargos de elección popular que intentan aprovechar la falta de memoria e inmadurez política de ciertos sectores de la ciudadanía para generar simpatías hacia ciertos personajes promoviendo rostros sonrientes de potenciales candidatos que hacen continuas promesas de cambio social.

La teoría del liderazgo situacional nos permite comprender el papel que juegan líderes y seguidores (ciudadanos y autoridades gubernamentales) en la pandemia actual. El liderazgo se define como la capacidad para influir sobre varias personas para que realicen un conjunto de actividades que les permitan alcanzar objetivos comunes. Todos formamos parte de esta sociedad en la que vivimos, la sociedad influye en el individuo y el individuo influye en la sociedad a través de su participación en los diferentes grupos formales e informales a los que pertenece.

Las autoridades ocupan puestos de liderazgo social formal y la población o ciudadanos somos los seguidores. Se supone que vivimos en una sistema democrático que nos permite elegir a nuestras autoridades o líderes a través de elecciones democráticas. Eso nos da la ilusión de esperar el ejercicio de un liderazgo democrático, pero la experiencia es que la democracia occidental se basa en una democracia representativa, en la que los funcionarios electos de manera democrática, al ocupar puestos de poder se olvidan de aquellos que con su voto les dieron ese poder.

Mucho se ha insistido en la necesidad de educar a la población en la construcción de una democracia participativa, pero este discurso solo se retoma en período de campañas electorales, cuando los candidatos introducen este concepto en sus discursos de campaña. Pero la verdad es que la construcción de una democracia participativa requiere de un verdadero aprendizaje de la ciudadanía sobre la necesidad de participar en política y no solamente en período de campañas electorales.



La verdadera transformación social de la realidad sólo se logrará cuando se produzca un empoderamiento ciudadano que construya una democracia participativa en donde cada integrante de nuestras comunidades se vean a sí mismos como agentes de cambio social y construyan organizaciones realmente representativas de los ciudadanos y que se comprometan a la defensa colectiva de derechos colectivos. Debemos construir organizaciones de vecinos en cada colonia, formar frentes de organizaciones que actúen en forma unida, colectiva y organizada. En los sindicatos debe impulsarse un proceso de democratización que termine con el control de los trabajadores por parte de dirigentes sindicales que defienden los intereses de la parte patronal. Sólo el pueblo salvará al pueblo, sólo el pueblo terminará en con castigo de Sísifo que padece por la implementación de políticas neoliberales impulsadas por un poder corporativo que debemos enfrentar con el poder popular que surja del empoderamiento ciudadano. Recordemos que en el siglo pasado se registraron grandes movimientos colectivos que conquistaron derechos y prestaciones sociales que hoy nos están quitando. El poder corporativo y la derecha política está actuando en forma organizada y unida para intentar conquistar el poder político, esa misma organización y unidad en la acción es la que debe mostrar la ciudadanía en la defensa de sus derechos humanos, laborales y sexuales.


Byung Chul Han: El capitalismo necesita que todos seamos iguales

https://www.bloghemia.com/2020/11/byung-chul-han-el-capitalismo-necesita.html

Cabrera, Víctor: El cambio social como propósito de la acción comunitaria

https://www.coursehero.com/file/45524032/ensayo-el-cambio-social-desde-la-perspectiva-comunitaria1doc/ Noviembre 2,004

Camus, Albert: El mito de Sísifo. Alianza editorial. Barcelona, 1985

Castoriadis, Cornelius: El individuo privatizado (1997)

http://magma-net.com.ar/privatizado.htm

El castigo de Sísifo

https://es.wikipedia.org/wiki/S%C3%ADsifo

ONU: Feminicidios en México crecieron diariamente de 7 a 10 en tres años

https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2020/03/05/onu-feminicidios-en-mexico-crecieron-de-7-a-10-diarios-en-tres-anos-8647.html

https://www.infobae.com/america/mexico/2019/05/30/feminicidio-en-cifras-rojas-en-mexico-asesinan-diariamente-a-nueve-mujeres/

Serrano-García, Irma/Vargas Molina, Ricardo: La Psicología comunitaria en Amércia latina

https://www.buenastareas.com/ensayos/la-Psicolog%C3%ADa-Comunitaria-En-Am%C3%A9rica-Latina/45705178.html

Touraine, Alan: ¿Podremos vivir juntos? FCE México, 2,001

https://readwritesoar.com/podremos-vivir-juntos-alain-touraine-pdf.html

Touraine, Alan, Un nuevo paradigma social para comprender al mundo de hoy. Ed. Paidós, Barcelona, 2,005

https://vensociolib.blogspot.com/2009/02/un-nuevo-paradigma-para-comprender-el.html

Yescas, Oscar: Poder corporativo vs. Poder popular

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/08/podercorporativo-vs_20.html

Yescas, Oscar: La transformación social desde una perspectiva científica

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/09/latransformacion-social-desde-una.html

Yescas, Oscar: La historicidad y el fortalecimiento comunitario

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/10/lahistoricidad-y-el-fortalecimiento.html

Yescas, Oscar: La construcción social de la democracia

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/07/laconstruccion-social-de-la-democracia.html

Yescas, Oscar: El neoliberalismo y su impacto en las universidades públicas

https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/10/elneoliberalismo-y-su-impacto-en-las.html