domingo, 9 de agosto de 2020


El jovenismo y la decadencia de lo viejo en la sociedad contemporánea
Oscar Yescas Domínguez
09 de agosto de 2,020

Los rituales y la cultura humana
La desaparición del ritual de la novatada en la Unison
La decadencia de los rituales en tiempos de pandemia del covid-19
El jovenismo hipervalorado y el menosprecio a lo viejo
Conclusiones

Los rituales y la cultura humana
La sociedad humana ha atravesado miles de años de evolución para llegar al estado actual en el que se encuentra en la época del posmodernismo. En ese trayecto muchos crímenes se cometieron a nombre de la existencia de algún dios, de la defensa de lo que concebían como democracia o simplemente por ambición y deseos de poder. Dentro de estos crímenes se encuentran aquellos que llegaron formar parte de rituales sangrientos que pretendían acabar con el enemigo o con algún “mal” identificado previamente. Recordemos que a nombre de Dios se han realizado verdaderas masacres como la que aconteció en el continente americano con la llegada de los europeos que se dedicaron a saquear riquezas de los nativos indígenas de los diferentes países de América.
En el caso de América del norte los inmigrantes europeos provenientes de Inglaterra, España y Francia, cometieron uno de los mayores genocidios asesinando a millones de nativos miembros de varias naciones indígenas que formaban parte los primeros pobladores de América. Los rituales indígenas fueron borrados de la cultura norteamericana y los pocos sobrevivientes indígenas relegados en reservas indias, fueron educados en la nueva cultura norteamericana que contenía nuevos rituales.
En el caso de América latina los españoles hicieron los mismo con los indígenas latinoamericanos, realizando asesinatos en masa, violaciones de mujeres indígenas, saqueo de las riquezas pertenecientes a los pueblos indígenas, destrucción de templos indígenas y castigando todo tipo de expresión de cultura indígena.
Se calcula que a la llegada de los españoles había en México más de 600 millones de indígenas, número que se redujo drásticamente por la matanza efectuada por las tropas españolas que combatían “con Dios de su lado”. Los rituales realizados por los indígenas fueron consideradas como “brujerías o actos del diablo” por los españoles y fueron reprimidos.
Los indígenas sobrevivientes fueron obligados a renegar de sus tradiciones, rituales y cultura pasando a ser “evangelizados” por medio de la tortura para aceptar la religión católica, quien se negaba a aceptar la nueva religión era asesinado inmediatamente.
Los rituales indígenas tales como las limpias tradicionales fueron proscritas durante mucho tiempo. Las mujeres sanadoras o chamanes fueron quemadas en la hoguera por ser consideradas brujas y mujeres del demonio.
Podemos ver entonces que rituales los ha habido a lo largo de toda la historia de la humanidad, ya que le proporcionan sentido a nuestras vidas, nos indican cuando celebrar un nacimiento, cuando y cómo festejar un cumpleaños, cuándo llorar la muerte de alguien en un funeral, etc. Algunos rituales han sido y continúan siendo totalmente injustos, como por ejemplo el derecho que ejercían los reyes en la edad media de tener relaciones sexuales el día de la boda con la mujer que se casaría con algún siervo de su reino. Otros realmente crueles como por ejemplo la mutilación genital femenina que todavía se practica en algunos países de África para evitar que la mujer sienta placer sexual y se proyecta como meta el año 2,030 para terminar con esta inhumana práctica que existe todavía en pleno siglo XXI.

La desaparición del ritual de la novatada en la Unison
En un pasado no muy lejano fui partícipe de la desaparición de un ritual que se caracterizaba por humillar a los nuevos jóvenes universitarios sonorenses con las llamadas “novatadas”. En 1972 ingresé a estudiar a la Escuela Preparatoria de la Universidad de Sonora, con mis 17 años acababa de obtener un forzado permiso de mis padres para dejar crecer mi cabello tan largo como quisiera, lo cual representaba un gran triunfo en una sociedad conservadora y autoritaria en la que iniciaba el florecimiento del movimiento hippie y la expansión de la música del rock con mensajes de amor y paz.
Ser amante de la música de rock que escandalizaba a los adultos por la libertad de movimientos en su baile, implicaba el deseo de tener el cabello largo por parte de los hombres para diferenciarse de una gran mayoría que usaba el cabello corto y el uso de minifalda o pantalón por parte de las mujeres, por lo que el haber actuado con rebeldía obstinada obligó a mis padres a aceptar mi derecho a traer el cabello largo, o cual me hacía sentir libre y feliz de la vida al sentir mi cabello tocando mis hombros. Pero la fuente principal de mi satisfacción y felicidad era porque acababa de ingresar a la Universidad de Sonora, cumpliendo el sueño de mi padre quien era obrero en la Compañía minera de Cananea y quien no quiso que sus hijos siguieran sus pasos e ingresaran a trabajar como mineros, decidió mudarnos a la capital del Estado para que todos pudiéramos realizar estudios universitarios y ser profesionistas y no trabajadores asalariados. Ese fue el legado que quiso darnos y lo aprovechamos con creces ya que para mí en aquel entonces ser estudiante universitario representaba un sueño compartido hecho realidad.
La felicidad duró pocas semanas y el entusiasmo cedió lugar a una auténtica preocupación y enojo porque se anunció la fecha de la tradicional novatada para “dar la bienvenida a los alumnos de nuevo ingreso a la Universidad de Sonora”. Esta novatada era una especie de ritual por la que habían pasado nuestros compañeros de grados superiores y la realizaban estudiantes de carreras universitarias, mayores que nosotros obviamente y consistía en concentrar a los alumnos de nuevo ingreso en la preparatoria de la Universidad de Sonora, para proceder a desnudarlos parcialmente, bañar sus cuerpos con agua y pintura para rociarles harina. A todos los novatos se les amarraba con una cuerda y se les hacía caminar descalzos por todo el interior del campus universitario, recorriendo el edificio principal, el parquecito que hoy es la plaza del estudiante y llegar hasta el Estadio Castro Servín, mientras les arrojaban huevos durante el camino y se burlaban de ellos.
Pero lo realmente insoportable e inaceptable para varios de los que recién ingresábamos a la Unison en aquel entonces es que antes del desfile de la humillación a los hombres nos cortaban el cabello hasta dejarnos totalmente pelones en un acto de sumisión total. Eso fue la chispa que encendió la llama de la rebeldía en varios de nosotros que llegamos luciendo nuestro cabello largo y un día antes de la novatada esperada por muchos, varios alumnos nos reunimos y expresamos nuestra preocupación y rechazo a ser objeto de esta práctica humillante. De las palabras surgieron las ideas y propuestas para enfrentar con valor y en forma unida a quienes intentaran realizar la novatada con nuestros cuerpos.
Al día siguiente muy temprano en la mañana se presentaron en nuestra escuela preparatoria estudiantes de Derecho, Economía, Ingeniería y Agricultura y Ganadería para llamarnos y divertirse a nuestras costillas. La mayoría de estudiantes de nuevo ingreso no entró a la clase de las siete de la mañana para estar juntos y preparados para lo que sucediera.
El entusiasmo con el que llegaron los responsables de humillarnos se enfrió al vernos formando una valla en las escalinatas del segundo piso donde nos concentramos un numeroso grupos de alumnos de nuevo ingreso y les manifestamos nuestra negativa y rechazo a ser objeto de una novatada. Varios de ellos nos pedían a gritos que bajáramos que nada podíamos hacer porque era una “tradición” realizar la novatada con los nuevos alumnos.
Nosotros reiteramos que no aceptaríamos y mientras hablábamos mostrábamos en nuestras manos algunos palos de trapeadores cortados a la mitad que les pedimos al personal que realizaba la limpieza. Debajo nuestro había como cerca de 70 estudiantes de mayor edad que nosotros y que procedían de varias carreras, quienes seguían gritando llamándonos cobardes y que no merecíamos ser búhos de la Unison si no aceptábamos ser objeto de la novatada. Mientras nos hablaban pidiendo que bajáramos nos enseñaban enseñaban tijeras, sogas, bolsas conteniendo harina, latas de pintura, camisetas rasgadas y sucias que pretendían ponernos mientras desfiláramos por la universidad.
A los gritos respondimos con el diálogo argumentando en nuestra defensa una severa crítica revolucionaria a la práctica de la novatada a la cual calificábamos como contraria a la dignidad humana y contraria a la unidad de los estudiantes universitarios, la calificábamos como una falta de respeto violatoria de todo tipo de derechos y que ese tipo de prácticas no deberían existir dentro de una universidad en la que se respiraba un ambiente de libertad y democracia.
Les manifestábamos que ingresamos a la Unison para formarnos como profesionistas y ayudar a nuestras comunidades y no estábamos dispuestos a ser objeto de abusos y humillaciones. En aquel entonces no había internet, smartphones ni redes sociales, eran afortunados quienes tenían televisión, por lo que los jóvenes dedicábamos nuestro tiempo libre (que era mucho) a escuchar música y a leer libros de Psicología, Filosofía, Antropología, Literatura, etc.
Por esas razones el diálogo que mantuvimos en contra de quienes querían cortar nuestro cabello, desnudarnos y humillarnos, tuvo en su contenido aportaciones implícitas de Herbert Marcuse, Erich Fromm, Louis Althousser, Michel Foucault, Carlos Marx, etc. Fue un diálogo en el que fue notoria la diferencia entre ambas generaciones.
Los de nuevo ingreso argumentábamos con ideas y razonamientos la negativa a la novatada y la defensa de nuestros cuerpos como un acto de libertad, porque estábamos dentro de una institución donde existía la pluralidad de ideologías y explicábamos que en eso consistía el concepto de universidad, el respeto a todas las ideologías y opiniones y que nuestra opinión unánime era de un total rechazo a aceptar la novatada como tradición de una cultura universitaria.
Fue una experiencia realmente enriquecedora al interior de la Universidad de Sonora, porque mientras quienes insistían en hacernos objeto de la novatada utilizaban como argumento principal que “era una tradición que no podíamos cambiar”, “que ellos pasaron por lo mismo y que nosotros debíamos seguir su ejemplo”, etc. Los que estábamos arriba y en contra de la novatada tomábamos la palabra en orden y cada uno argumentaba la contradicción evidente entre la realización de un acto de humillación que buscaba crear sumisión y la misión de una universidad pública que pretendía formar profesionistas con el lema “El saber de mis hijos hará mi grandeza”, por lo que humillar a alguien no proporcionaba ninguna sabiduría y constituía un acto de barbarie y autoritarismo.
Los estudiantes de Agricultura eran los más agresivos ante nuestra negativa, algunos enfrente de nosotros algunos escalones abajo, ante el fracaso de sus “argumentos” abrieron sus latas y nos arrojaron pintura, pero como estaban debajo de nosotros les resultó peor para ellos porque fue como si escupieran al cielo ya que la pintura no llegó a nosotros porque dimos unos pasos hacia atrás y la pintura terminó cayendo sobre otros compañeros de ellos que estaban justo debajo de nuestros pies.
Para ese momento los alumnos que rechazábamos ser objeto de novatada éramos mucho más que 100, es decir, más numerosos que los que estaban debajo intentando humillarnos y poco a poco la diferencia se hacía más grande porque se sumaban a nosotros alumnos que ya habían pasado por la novatada en años anteriores y nos apoyaron en la demanda de terminar con esa práctica porque describieron sus vivencias y sentimientos sufridos por ellos.
La discusión duró en promedio dos horas en un ambiente en momentos tenso, de gran seriedad y en otros momentos no faltaba quien dijera algún chiste o una burrada y todos reíamos mientras seguía aumentando el número de estudiantes que se manifestaban en contra de las novatadas en la Unison. Finalmente, ante la diferencia en la correlación de fuerzas, la cordura prevaleció y el ya para ese momento pequeño grupo de estudiantes de varias carreras de la Unison que querían “continuar con la tradición de las novatadas”, anunció que desistiría de su intento de realizar la novatada y se dispersó alejándose a regañadientes del edificio de la preparatoria de la Unison entre gritos de alegría y festejos de quienes nos opusimos a continuar con la práctica bárbara de las novatadas en la Universidad de Sonora. Cabe mencionar que la Escuela Preparatoria de la Unison llegó a tener una población estudiantil de cerca de seis mil alumnos en tres turnos, por lo que era la población mayoritaria de la comunidad estudiantil en aquellos tiempos.
Fue un momento histórico para la Unison, una gran victoria de la razón sobre la sinrazón, el triunfo de la rebeldía contra la sumisión y humillación y fue el momento en el cual a partir de esa fecha desapareció el absurdo y cruel ritual de las novatadas en la Universidad de Sonora.

La decadencia de los rituales en tiempos de pandemia del covid-19
No todos los rituales de nuestra sociedad contemporánea tienen implicaciones negativas, los hay aquellos que son motivo de festejo y alegría, por ejemplo las fiestas de bienvenida al que va a nacer (babyshowers), los cumpleaños, lo bautizos, las peticiones de matrimonio, las bodas, etc. Pero hoy en día la situación es muy diferente con respecto a los rituales, en su último libro el filósofo coreano radicado en Alemania Byung-Chung Han titulado La desaparición de los rituales nos recuerda el papel que juegan los rituales en nuestras vidas en la medida que proporcionan estabilidad, sentido a nuestras vidas, significado a nuestra existencia y este autor nos alerta acerca de la inminente desaparición de la mayoría de los rituales en en el marco de la pandemia del coronavirus que afecta a la mayoría de los países en este planeta, por el confinamiento voluntario en el que hemos estado sometidos durante los últimos meses que impide y limita el contacto social.
La desaparición de los rituales es algo innegable que está aconteciendo en nuestros días y esto nos afecta en la medida de que contribuye a crear una sensación de lenta agonía cada día que pasa, sobre todo cuando tomamos consciencia de que la normalidad que teníamos antes del covid-19 jamás regresará y nos encontramos en ese estado de interregno que significa que el mundo tal y como lo conocemos está desapareciendo, pero todavía no surge el mundo nuevo que lo va a sustituir.
Los días pasan y se acumulan formando largos meses en confinamiento voluntario generando una sensación creciente de incomodidad sobre todo para aquellos que no saben estar encerrados en sus casas. Hemos llegado a un punto en el cual se ha perdido la capacidad para distinguir en qué día de la semana nos encontramos porque todos los días son iguales ya que no podemos salir como lo hacíamos antes del covid-19. Los días que transcurren han perdido significado y no tiene sentido mencionar si es viernes, lunes o miércoles.
La sensación de incomodidad por el encierro y aislamiento social aumenta porque enfrentamos la ausencia de festejos de aquellas fechas significativas que funcionaban como rituales y servían de pretexto para tener reuniones sociales: cumpleaños, bautizos , quinceañeras, bodas, aniversario de bodas, despedidas de soltero, etc., y hoy en día la situación se complica porque no podemos cumplir con uno de los rituales más significativos que es la despedida de nuestros muertos. Una vida desprovista de significado es incapaz de durar como una vida verdadera.
Esto provoca que la monotonía se apodere de nuestra vida cotidiana y que algunas personas se vean más afectadas que otras. Para algunos no tendrá ninguna importancia el no distinguir diferencia alguna entre un día lunes, viernes o domingo, pero para otros que han perdido un familiar cercano, conocido o amigo, el no poder verlos en el hospital y despedirlos a través del ritual del funeral les puede generar síntomas de gran tristeza y depresión.
Un tema del cual no se habla en redes sociales y deberíamos ventilar cuanto antes es acerca de la recuperación psicológica de los familiares de fallecidos del covid-19. Aquellas personas que de la noche a la mañana vieron a sus familiares enfermos, los trasladaron a hospitales y ya jamás pudieron volverlos a ver porque fallecieron al interior de los mismos y ni siquiera pudieron cumplir con el ritual de despedida a través del funeral, precisamente porque velar el cuerpo de fallecidos por covid-19 representaba un riesgo potencial a la salud de familiares y amistades. La muerte se apodera de la vida descomponiéndola y quitándole significado para los sobrevivientes.
Esta es una de las partes más dolorosas de la pandemia que estamos padeciendo, el no poder decir adiós a quienes se nos adelantan, al dolor de no poder ver a nuestros fallecidos se suma el gran dolor de no poder despedirlos porque sus cuerpos son cremados inmediatamente y se prohíbe la ceremonia de velarlos en la funeraria como medida de prevención de nuevos contagios, al igual que no se permiten reuniones mayores de diez personas. Con estas medidas desaparece el ritual de despedida de nuestros muertos aumentando el dolor de los sobrevivientes.
Los estragos físicos del covid-19 ya son por todos conocidos en la medida de que ha circulado de manera profusa información acerca de los síntomas y padecimientos asociados al coronavirus. Pero a pesar de que podría decirse que las cifras de contagiados, fallecidos y recuperados del covid-19 oscilan y en ocasiones bajan, debemos tener presente que los estragos en nuestra salud psicológica todavía no se han cuantificado ya que no son visibles en la misma magnitud de los estragos en nuestra salud física.
Todos sabemos que alguien enfermo de covid-19 presenta agotamiento, debilidad, incapacidad para respirar y falta de energía para realizar tareas rutinarias. Cuando alguien presenta esos síntomas se sugiere acudir al médico a recibir un diagnóstico oportuno y recibir tratamiento farmacológico.
Pero ¿Qué pasa con las personas que sobreviven la muerte de un familiar cercano o una persona muy querida? Enfrenta un daño psicológico y requiere de ayuda psicológica, pero lamentablemente no existe en nuestra cultura esa apertura de reconocer que tenemos un problema que con la ayuda de un psicólogo podríamos solucionar. Todavía en pleno siglo XXI persiste la falsa creencia de que acuden al psicólogo aquellos que padecen de locura o “males mentales” irremediables.
Decirle a alguien que necesita ayuda psicológica se corre el riesgo de que esta sugerencia sea tomada como un insulto a su integridad personal. Todos tenemos problemas, algunos los resolvemos por nuestra cuenta pero otros para ser solucionados requerimos de ayuda especializada y los psicólogos somos profesionales de ayuda para que a través de nuestras intervenciones con los individuos, grupos, organizaciones y comunidades puedan identificar los problemas que les están afectando y encontrar formas de solucionarlos. La mejor terapia es la terapia grupal, la terapia individual ya no es tan efectiva porque se ha reconocido nuestra condición de seres sociales.
Debemos poner en el tapete de la discusión la exclusión, marginación y aislamiento que reciben aquellas personas que han sobrevivido al covid-19, es una realidad vergonzosa porque refleja un alto grado de ignorancia y temor. Conozco casos de personas que sobrevivieron al covid-19, su cuerpo queda en estado de debilidad pero libre del covid-19 y sufren el rechazo social, pierden amistades, son excluidos socialmente y algunos llegan al extremo de ser despedidos como sucedió con el atleta sonorense que enfermó de covid-19 y fue despedido de su trabajo en el instituto del deporte en Sonora.
De la misma forma que está claro que las cifras de la pandemia se elevaron estratosféricamente por la imprudencia, ignorancia y rebeldía sin sentido de miles de personas que no siguieron los protocolos sanitarios, que no se quedaron en casa cuando debían hacerlo o que simplemente ignoraron las indicaciones de las autoridades sanitarias, hoy vemos que estos mismos factores provocan discriminación y doble sufrimiento para quienes lograron sobrevivir a esta nueva enfermedad.
En esa misma línea de pensamiento no podemos dejar de mencionar el menosprecio, discriminación, rechazo y hostigamiento que han sufrido personal médico y de enfermería por parte de vecinos y amistades, quienes los ven como potenciales portadores del covid-19 y han optado por correrlos de sus vecindarios o manifestarles rechazo a su presencia. La ignorancia triunfa sobre la ciencia en aquellas personas que actúan de esta forma ya que en lugar de reconocer el heroísmo, entrega al trabajo y fortaleza de quienes han salvado vidas arriesgando su propia existencia, la gente ignorante prefiere actuar de manera egoísta y con gran insensibilidad y falta de empatía social.
De esta manera vemos que la pandemia remata la desaparición de los rituales y golpea nuestra percepción de la realidad en la medida que nos hace perder el sentido de nuestra existencia. Byun-chul Han nos recuerda con énfasis que “los rituales son en el tiempo lo que la vivienda en el espacio”. Es decir, los rituales ordenan el tiempo y este ordenamiento (babyshower, nacimientos, cumpleaños, bautizos, quinceañeras, bodas, funerales, etc.) hace que nuestras vidas tengan sentido para cada uno de nosotros y la pandemia nos está arrancando este sentido de nuestras vidas, porque pasan largas semanas, prolongados meses y todavía no vemos claro cómo serán nuestras vidas en el futuro a corto plazo.
Tan es así que no sabemos cómo será el futuro para nosotros y para nuestras familias, que ni siquiera sabemos si estaremos vivos para esta próxima navidad o si llegaremos a festejar el próximo año nuevo 2,021, porque vivimos tiempos en los cuales la muerte asoma cada día con el rostro de familiares, conocidos, vecinos, etc.
Las redes sociales se encargan de avisarnos de los muertos de cada día, porque los familiares de los fallecidos utilizan este medio que se ha convertido en el más importante en términos de socialización, tal y como lo describía el sociólogo Manuel Castells cuando nos decía que “la socialización se da hoy en día en internet a través de las redes sociales”.
El principal medio de contacto social hoy en día se da a través del uso de nuestros teléfonos celulares, las reuniones y contactos sociales que antes se realizaban en centros comerciales, cafés, bares, restaurantes, etc., han desaparecido y hoy en día las redes sociales han asumido una nueva función: la de ser obituarios, las iglesias ya no anotan a quienes fallecen, los periódicos han perdido su sección necrológica y las redes sociales se apoderan aún más de nuestras vidas en esta pandemia porque son la única forma segura de comunicación masiva.
El jovenismo hipervalorado y el menosprecio a lo viejo
Otros de los rituales que están desapareciendo es el de la transición de niño a joven, de joven a adulto y de adulto a viejo. En varias culturas existían ciertos rituales o ceremonias para señalar el paso de una etapa de desarrollo psicológico a otro. En ese sentido se acostumbraba llevar a cazar al adolescente para probar su hombría, o se le dejaba solo en el monte o la selva para que sobreviviera por sus propios medios. En culturas más recientes los padres llevaban a sus hijos con prostitutas para que tuvieran su primera relación sexual. Los hombres se hacían adultos cuando terminaban su servicio militar, pero éste dejó de existir hace muchos años y las mujeres se hacían adultas cuando se casaban y contraían matrimonio.
Durante miles de años siempre existieron rituales de iniciación para los jóvenes, ser joven significaba “alguien que aún no ha sido iniciado”, ser joven significa hoy “alguien que no es adulto aún”. Pero hoy en día los jóvenes gozan de mayor libertad que las generaciones anteriores, ya no se le imponen ritos de iniciación para marcar el paso de la juventud a una vida adulta y esta ausencia de rituales ha dado como resultado un estado de adolescencia permanente de varios jóvenes que no maduran con el paso de los años y creen que se merecen lo mejor simplemente por el hecho de ser jóvenes.
Hoy en día la juventud se encuentra hipervalorada, todo mundo quiere ser joven, o al menos lucir como joven. Algunos ocultan su edad, otros ocultan sus canas, vivimos en una sociedad capitalista que se basa en el equilibrio entre una producción masiva utilizando la ciencia y la tecnología en el proceso de la producción y que requiere de un consumo masivo de mercancías para seguir con el balance producción masiva-consumo masivo.
Para lograr este equilibrio estimula el consumo de forma tal que a lo largo de los últimos cincuenta años ha logrado transformar a nuestros ciudadanos quitándoles su capacidad de homo sapiens, convirtiéndolos en homo videns y finalmente en homo consumens.
Toda sociedad se basa en el desarrollo de una cultura que la define, nuestra sociedad contemporánea es una sociedad de consumo que no requiere que sus ciudadanos piensen por su cuenta, necesita explotar imágenes visuales y promueve figuras ideales de lo que es ser hombre y lo que es ser mujer y estas figuras ideales representan figuras jóvenes, saludables, atléticos, bien vestidos, cuya aspiración máxima es lucir bien con los productos que nos venden en el mercado. Parafraseando a Gilles Lipovetsky en su libro De la Ligereza “El jovenismo es la tendencia dominante en el espíritu de nuestra época”. Toda nuestra cultura se orienta a enaltecer la juventud y menospreciar lo viejo.
Nuestra sociedad promueve como valor máximo la juventud y nos vende productos para obtener la “eterna juventud”, lo cual nos da un rasgo que caracteriza a la sociedad contemporánea que consiste en que hoy se valora menos, mucho menos a la vejez. En las sociedades tradicionales los ancianos de las aldeas y pequeños pueblos eran las máximas autoridades porque representaban la experiencia acumulada, la sabiduría se encontraba de lado de la experiencia y ambas se encontraban en las personas de mayor edad.
Pero hoy la valoración y respeto a los viejos ha desaparecido ante el empuje de la hipervaloración de lo joven. Es lo que se ha dado en llamar el jovenismo, término acuñado por el filósofo Alan badiou y que se refiere al culto generalizado a la juventud que viene a reemplazar al culto a la sabiduría, y respeto a la experiencia de los más viejos.
El poder en nuestra sociedad todavía se encuentra en manos de adultos pero el jovenismo se presenta como una nueva ideología y forma parte de una publicidad engañosa que intenta tomar a los jóvenes como modelos para comercializar un sin fin de productos que nos dicen nos mantendrán jóvenes aún cuando seamos viejos. Estamos en un momento de la historia en la que los viejos queremos seguir siendo jóvenes y los jóvenes no quieren asumir las responsabilidades de ser adultos y mucho menos desean envejecer, aún cuando inviertan su tiempo de juventud de maneras improductivas, lo cual los condenará a una vejez sin sustento ni patrimonio alguno.
Esta ideología del jovenismo afecta a varias generaciones y se refleja en una obsesión por mantener una juventud corporal, realizando ejercicios, sometiéndose a dietas, llevando una vida saludable en todo momento, pero olvidando por completo la sabiduría que proporciona la experiencia y la vejez que son muy superiores como valores al hecho de tener una apariencia juvenil, porque son producto de la autoaceptación y nos permiten ejercer una mejor influencia sobre quienes nos rodean y sobre nuestros seres queridos.
El mundo actual que brinda gran valor a la imagen nos empuja a permanecer en forma como parte del imperativo de quienes envejecen, pero no estimula el desarrollo del pensamiento autónomo, inhibe el hábito de la lectura y reprime el ejercicio de la crítica social.
La desaparición de los rituales ha creado una diferencia muy sutil entre los jóvenes y los adultos. Ser joven era sinónimo de desventaja hace algunas décadas, pero hoy ser joven es tener el futuro por delante nuestro, aún cuando ni siquiera tengamos una respuesta a la pregunta ¿quién soy?
Si se le pregunta a un joven que responda a esa pregunta, proporcionará descripciones de los roles que desempeña en la vida social (ser estudiante, hijo de mamá y papá, trabajador en un empleo parcial, novio, etc.). Difícilmente aportará una descripción de sí mismo en términos de rasgos psicológicos y en estos tiempos de incertidumbre no podemos esperar una respuesta coherente a la pregunta que nos hacían a nosotros en nuestra juventud: ¿Cómo y donde te ves dentro de cinco años?
La desaparición de los rituales en nuestra sociedad ha llevado a que ser joven hoy en día permita disfrutar de libertades que los jóvenes de otras generaciones no tuvimos o no conocimos, en ese sentido los jóvenes de hoy en día son afortunados. Pero también encontramos que los jóvenes modernos son demasiado sensibles, todo les molesta o les afecta al grado de que se les ha dado en llamarlos “la generación de cristal”. Creen que tienen derecho a todo porque los padres les dieron todo lo que les pedían intentando que sus hijos no sufrieran las privaciones que ellos tuvieron cuando fueron jóvenes. Pierden la delgada línea que separa el proteger a sus hijos de consentirlos en demasía y los hijos pueden pasar toda su vida viviendo en casa de sus padres sin responsabilidad ni madurez alguna.
Al no haber iniciación a la vida adulta, los jóvenes corren el riesgo de permanecer en un estado de adolescencia infinita, de padecer una perpetua inmadurez psicológica, baja autoestima porque no han logrado satisfacer sus necesidades de logro y presentan una ausencia de responsabilidad social, familiar e inclusive individual.
Por el contrario, los viejos hoy en día sufren el infortunio, pasan su vejez como desgracia porque se ha perdido el respeto a las personas mayores y se les percibe como una carga para la sociedad. Los organismos financieros internacionales presionan a los gobiernos de varios países para que baje el porcentaje de las pensiones, aumente la edad para jubilarse o de plano elimine las jubilaciones como parte del paquete de prestaciones laborales. Es el neoliberalismo que ve a los viejos como elementos improductivos y que no aportan finanzas “en tiempos de crisis”

Conclusiones
El tema de la juventud y el deseo de pertenecer a ella siempre estarán vigentes y formarán parte de las expectativas de toda persona. La juventud es el “divino tesoro” que todos deseamos tener a nuestro lado, pero en los tiempos actuales la juventud enfrenta tiempos difíciles porque vivimos en un ambiente de incertidumbre constante en el cual es difícil imaginar un futuro con estabilidad.
Pertenezco a una generación que en su juventud enfrentó a la generación de adultos, cuestionando con argumentos el autoritarismo con el que estábamos siendo formados en cada ámbito de convivencia social (hogar, escuela, trabajo, etc.). Fuimos parte de una rebelión juvenil que inició una cauda de cambios sociales que cincuenta años después continúa sorprendiéndonos cada día que pasa. Nos tocó vivir una “lucha entre generaciones”, jóvenes contra adultos, cada grupo defendía sus posturas.
Pero aquella juventud que se rebeló atendiendo el llamado de John Lennon de desconfiar de los mayores de treinta años, teníamos causas justas por las cuales luchar y nuestra lucha en ningún momento incluyó faltar al respeto a nuestros mayores por el simple hecho de ser más viejos que nosotros.
Hoy en día a mis 64 años he llegado a la conclusión que sentirse joven o viejo es simplemente una cuestión de actitud, más que un rasgo biológico. Conozco gente mayor que yo que tiene una eterna alegría y entusiasmo por vivir, luciendo en todo momento un carácter jovial que contagia una sensación de bienestar a quienes están a su alrededor.
Pero también he conocido jóvenes que actúan como si tuvieran más de sesenta años y se la pasan quejándose de lo que no tienen sin valorar aquello y a quienes está y se encuentran a su alrededor. El entusiasmo por la vida no debe disminuir con el paso de los años. Debemos educar a nuestros jóvenes en la misma forma que el antiguo filósofo griego Sócrates intentó corromper a los jóvenes de su época y lo cual fue el motivo que causó su muerte.
Sócrates fue condenado a muerte bajo el cargo de corromper a la juventud, pero el sentido de corrupción en aquel tiempo no estaba al dinero, en realidad Sócrates reprochaba a sus colegas-rivales el que pidieran un pago por compartir sus conocimientos y ese cuestionamiento fue lo que le valió ser condenado a muerte.
La llamada corrupción de Sócrates consistió en promover una concepción del amor que iba más allá de la expresión sexual. Promovía una clase de amor sexuado pensado que incluía un componente intelectual y espiritual, utilizando la seducción de las palabras con un lenguaje enriquecido por las lecturas que alimentaban su intelecto. Al igual que en aquella lejana época, los jóvenes de hoy en día están siendo educados para obtener un poder que puedan utilizar sobre los demás.
Lo que debemos hacer es educarlos para generar un desinterés en la búsqueda y obtención de poder y la manera de hacerlo es partiendo de la respuesta a la pregunta ¿Qué es un vida verdadera? Hoy en día vivimos una crisis de valores dentro del sistema capitalista que intenta convertir todo en mercancía. La necesidad de vender los excesos de producción llevó a la creación de nuevos rituales que justificaban un consumo por considerar ciertos días como “especiales”.
Esta crisis de valores hizo desaparecer el significado de la mayoría de los valores tal y como nos lo demuestra el filósofo griego Cornelius Castoriadis en su texto El avance de la insignificancia. El formar a nuestros estudiantes jóvenes en el desarrollo de actitudes competitivas e individualistas cuya concepción de la felicidad es obtener poder y riquezas materiales sólo provoca corrupción y una vida falsa porque se basa en la satisfacción de las necesidades inmediatas e impide la construcción de una verdadera felicidad que incluya el desarrollo de comportamientos auténticos, pensamientos autónomos y vocación de servicio público o sentido de responsabilidad social.
Debemos alertar a nuestra juventud acerca de que en sus vidas se enfrentarán a una disyuntiva:
1.- Dejarse llevar por la pasión inmediata y tendencias hedonistas que los empujen a ver todo como un juego, a buscar siempre el placer, estar detrás de las aventuras, tomando la vida como un juego placentero permanente y sin pensar acerca de su futuro como personas. Esto los conducirá a vivir una vida sin significado alguno, tendrán una existencia sin sentido y siempre estarán aburridos o insatisfechos. Recordemos que una vida desprovista de significado es incapaz de durar como una vida verdadera. La mayoría de las personas están en una búsqueda constante de significado para sus vidas sin comprender que nuestros actos personales son las que le dan significado a nuestras vidas.
La concepción de la vida como fuente de placer y diversión constante lleva a convertir nuestra existencia como una línea constante del tiempo que se divide en tiempos buenos y divertidos o tiempos malos y aburridos.
2.- Construir una vida basada en el éxito constante que no se refiere precisamente al éxito económico sino al logro constante de pequeños triunfos basados en el esfuerzo personal y que se van acumulando como peldaños progresivos que nos llevan a una posición elevada en términos sociales al conquistar el respeto y reconocimiento de los demás a nuestra persona y nuestra actuación como seres sociales. En esta alternativa se encuentra el logro de autoconocimiento y autoaceptación, el manejo de información y conocimientos que nos permite comprender de manera objetiva la compleja realidad en la que nos encontramos y sobre todo el deseo de transformar la realidad social actuando como agentes de cambio social para construir una sociedad más equitativa, justa y democrática, partiendo de la premisa de que la felicidad personal no puede existir en una sociedad donde existe un sufrimiento colectivo por la presencia de una enorme desigualdad social.
Los jóvenes deben ubicarse en el “aquí y ahora” con pleno conocimiento de que con sus comportamientos están construyendo su futuro “allá y entonces” y si desean un futuro con estabilidad económica y social deben dejar pasar la tentación de “quemar la vida” dejando que el tiempo se les escurra entre sus dedos y se vaya como la mugre por el lavadero y deben reconocer que está en sus manos el “construir una vida” con su esfuerzo personal que les proporcionará felicidad y sensación de logro al cosechar triunfos con su comportamiento cotidiano al aprovechar en forma productiva su tiempo libre y hoy en el marco de la pandemia tienen mucho tiempo libre.
La juventud actual debe dejar de vivir en una especie de carpe diem que significa vivir el momento presente sin pensar en el futuro que les espera.
Toda experiencia es una experiencia de aprendizaje y aprendemos en cualquier lugar, con cualquier persona y a cualquier hora. Debemos empezar a vivir nuestras experiencias cotidianas con una apercepción que significa una percepción atenta, clara y consciente. Una fuente de aprendizaje que es menospreciada actualmente es la sabiduría y experiencia de la gente mayor, adulta, vieja, son aquellas personas que han atravesado por muchas situaciones y que saben mucho más que aquellos que son menores de edad y debemos recuperar y manifestar el respeto a nuestra gente adulta. Ser viejo no es sinónimo de inservible, sino más bien significa ser un maestro de la vida, una vida que los jóvenes están empezando a vivir y para la cual les será de gran ayuda la orientación de los viejos.
No permitamos que se presente una nueva lucha entre generaciones y continúe ese menosprecio a los viejos y la hipervaloración de los jóvenes. Todos tenemos cabida en este mundo, todos somos gente valiosa y todos podemos aprender y enseñar a los demás al mismo tiempo en base al reconocimiento de la interinfluencia que existe en las relaciones interpersonales.
1.- Badiou, Alan: La verdadera vida. Un mensaje a los jóvenes. Malpaso ediciones. Barcelona, 2,017

2.- Lipovetsky, Gilles: De la ligereza. Ed. Anagrama. Barcelona, 2,016

3.- Yescas, Oscar: tesis de licenciatura en Psicología: Consideraciones sobre la problemática sexual juvenil”.
Universidad Veracruzana, 1984.
4.- Una mujer cumplió treinta años y decidió hacerle un funeral a su juventud

5.- Midorexia: la razón por la que algunas actúan como chavas aunque estén rucas

6.- Byung-Chul Han: La desaparición de los rituales. Ed. Herder Barcelona, 2,020

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  1. Excelente bro, siento feo por aquellos que, como mencionas en una parte de tu escrito no supieron o no saben permanecer en casa, y algunos ya no siguen con nosotros,,por otro lado y en mi opinión, pienso que la falta de respeto a las personas mayores (como tu servidor) no dejará de darse ya que muchos coetáneos se encargaron de mal educar a sus críos, por consentirlos con el "falso" argumento de darles todo lo que a ellos (nosotros) nos faltó ,y así, dándole todas las facilidades y comodidades han creado a personas que en un futuro no tan lejano (para los que hoy son jóvenes) será muy duro para ellos,pues están acostumbrados a que papi o mami,,les resuelva todo... Muy bueno hermano... Cuidense mucho.

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    1. Gracias por tus palabras, comparto tu percepción, consentir se confunde con proteger y se condena a una adolescencia interminable a los jóvenes de hoy. El sufrimiento alecciona y ayuda a madurar. Te agradezco tus palabras querido hermano Peter y te mando fuerte abrazo, que te pido hagas extensivo a tu hermosa familia¡

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