sábado, 28 de marzo de 2020


Covid19, desigualdad y cambio social
Oscar Yescas Domínguez
25 de marzo del 2,0120

La dictadura del Mercado
La ideología de la desigualdad social
El enemigo invisible
¿Cómo será el mundo después del covid-19?

La dictadura del Mercado

Hace algunos meses, mientras atravesábamos una de las mayores crisis del capitalismo que ha condenado a millones de personas a vivir en la miseria y mientras el planeta estaba al borde de una catástrofe ecológica, para un grueso de la población en nuestras sociedades parecía mucho más sencillo aceptar la idea del fin del mundo como se ha pronosticado varias veces que imaginar la posibilidad de un cambio de sistema de producción, es decir, de un cambio de sistema social diferente al capitalismo.
Para la mayoría de las personas el capitalismo neoliberal se presentaba como algo real e inmodificable, percibíamos nuestra vida cotidiana de una manera acrítica y veían al capitalismo como la forma superior de organización social de la humanidad y como la única forma de vida social posible.
Se percibía al socialismo como un fracaso social del cual no valía la pena hablar (la mayoría de las personas que desprecian al socialismo como forma de vida, no tienen una opinión documentada acerca del mismo, solo muestran una actitud de rechazo). Esta percepción generalizada estaba acompañada de la presencia de un fuerte conformismo social generalizado y de la ausencia del ejercicio de la crítica social. No en balde hemos estado seducidos por el influjo hedonista de la sociedad de consumo, que nos ha conducido a tal grado de confusión de que pensamos que la felicidad es conseguir dinero para comprar todo lo que queramos comprar.
Ante nuestros ojos la desigualdad social que nos rodeaba era invisible, a pesar de estar frente a nuestro ojos el sufrimiento de millones de personas, el incremento de gente deambulando en las calles mendigando, o el aumento del comercio informal propiciado por la falta de empleo, con esta actitud de negar lo evidente confirmábamos aquella premisa de que vemos lo que queremos ver.
Pero la desigualdad social se ha ido incrementando de manera alarmante en los últimos años, al grado de que no es exageración la afirmación de que vivimos un momento histórico en el cual vemos niveles de desigualdad social nunca antes vista en la historia de la humanidad.
Desde hace varias décadas diversos pensadores contemporáneos de ciencias sociales, académicos universitarios, luchadores sociales, activistas políticos y un sinnúmero de personas hemos tratado de poner en la mesa de discusiones el tema de la desigualdad social, sin tener mucho éxito.
Podemos mencionar entre muchos esfuerzos colectivos con esa intención al movimiento de la Pedagogía de la Liberación liderado por Paulo Freire, el de la Teología de la Liberación representado por Camilo Torres, Leonardo Boff, Monseñor Romero y otros, la Psicología de la Liberación con Ignacio Martín-Baró, la Psicología Comunitaria Latinoamericana con Maritza Montero y recientemente la Pedagogía crítica revolucionaria liderada por Peter McLaren y Henry Giroux, etc.
Todos ellos son tan sólo algunos nombres que sobresalen de un “mar de fueguitos” como diría Eduardo Galeano, que en su momento intentaron compartir su llama revolucionaria levantando la bandera de los excluidos para enfrentar a un sistema social excluyente que prioriza el beneficio económico por encima de la atención a las grandes necesidades sociales y que relega en el olvido y la invisibilidad social a quienes se encuentran en calidad de “consumidores defectuosos” como los definió Zygmunt Bauman.
Estamos haciendo referencia a quienes de manera masiva se fueron incorporando en las últimas décadas a formar parte de la población de habitantes de nuestra tierra que vive en condiciones de pobreza y miseria, es decir, los millones de pobres que existen en el mundo entero. Aquellos que fueron motivo de inspiración y compromiso social para un sinnúmero de artistas y cantautores que dejaron de lado el beneficio económico para usar su talento en favor de los desfavorecidos: Víctor Jara, Violeta Parra, Alí Primera, Oscar Chávez, Gabino Palomares, Amparo Ochoa, etc.
Décadas de movilizaciones colectivas en la búsqueda de un cambio social que no ha fructificado del todo porque lamentablemente la lucha por la democracia, la libertad e igualdad que se perseguía en el siglo pasado, se debilitó con la caída del muro de Berlín, la internacionalización del modo de producción capitalista y el surgimiento de la globalización que degeneró en una dictadura del mercado impuesta por los propietarios de las grandes corporaciones transnacionales que lograron crear un poder corporativo que puso de rodillas a Presidentes de varias naciones al lograr un divorcio entre la política y la economía.
Los Estados perdieron soberanía y poder económico, con el surgimiento de la globalización nuestros dirigentes políticos se sometieron a los “cambios en el Mercado” que promueve la privatización de los servicios públicos y el debilitamiento y extinción de instituciones gubernamentales que tenían como misión la procuración del bienestar social de la población.

La ideología de la desigualdad social

A lo largo de las últimas décadas hemos experimentado una serie de cambios sociales que han repercutido en cambios en nuestras condiciones de vida, cambios en nuestra ideología, forma de pensar, sentir y actuar. De manera lamentable podemos decir que uno de esos cambios que se han dado de manera imperceptible, es el hecho real que hemos llegado a aceptar en nuestra percepción individual que los seres humanos somos diferentes unos de otros y llegado al punto de aceptar que no todos somos iguales, que algunos seres humanos tienen más valor que otros, que si nosotros tenemos lo indispensable para vivir, no nos importa que otros más, una inmensa mayoría esté padeciendo privaciones, estén con hambre y vivan en condiciones de miseria. Es decir, hemos perdido el valor de la igualdad social como aspiración humana.
La ideología de la desigualdad social reemplazó a la ideología de la igualdad social sin que tomáramos consciencia de este cambio ideológico en nuestras vidas y de manera paulatina se ha ido asentando y extendiendo en el reino del Dios Mercado, en la medida que éste expande sus dominios satisfaciendo la voracidad de las grandes corporaciones a quienes no les interesa la salud física y mental de las personas y tampoco les interesa provocar verdaderos ecocidios con el daño al medio ambiente que provocan al explotar nuestros recursos naturales de manera desmedida y brutal.
Es la naturaleza del sistema social llamado capitalismo que apuesta a la muerte al reducir a los seres humanos a la condición de consumidores que viven en una sociedad donde impera el consumo, para mantener el equilibrio producción masiva-consumo masivo. El Dios Mercado es excluyente, no acepta a cualquiera, nos impone una condición para disfrutar de sus beneficios: que tengamos dinero para realizar el consumo a través de un proceso de intercambio.
Esta ideología de la desigualdad social nos inyecta dosis diarias de conformismo, obediencia y sumisión en la medida que aumenta nuestra obsesión por el hedonismo y aumentamos nuestro consumo. Nos engaña con una farsa de democracia y libertad, pero ya no habla de igualdad, porque no le conviene que pensemos que todos somos iguales, al contrario al convencernos de que algunas personas somos más importantes y valiosas que otras, logra que todos quieran ser parte de los afortunados que disfrutan una vida de riquezas y llega al grado de confundirnos al aceptar la idea de que la felicidad se encuentra en un centro comercial, donde podemos comprar todo lo que queramos, siempre y cuando tengamos tarjetas de crédito o billeteras abultadas con dinero dentro de ellas.
El culto al dinero como supremo valor ha traído como consecuencias una grave crisis de valores con lo que pierden vigencia y firmeza valores como solidaridad social, empatía, colaboración, etc.
La idea de progreso suena muy bonita cuando pensamos en todos los avances de la ciencia y la tecnología, pero no nos hemos detenido a pensar que este progreso no es para todos. En nuestra ingenuidad (o más bien en la forma perversa cómo se maneja el capitalismo), hemos llegado a pensar que quien tiene éxito económico es un “triunfador” y lo merece y quien no lo tiene, quien vive en condiciones de pobreza, hambre y miseria, es porque es un “perdedor”.
Nos manipulan de una forma tan magistral al inculcar el conformismo social en esta sociedad de consumo que la inmensa mayoría de personas que viven en condiciones de pobreza piensan que viven de esa forma porque se lo merecen, porque no aprovecharon las oportunidades “ que nos da la vida”.
Mientras tanto, en pleno siglo XXI continúa aumentando la desigualdad social, incrementando en forma escandalosa e inocultable a nivel mundial el número de personas que viven en condiciones de pobreza extrema (más bien el término correcto es “sobreviven”), ante la indiferencia absoluta de aquellos que mantienen un nivel de vida que les permite cumplir su rol de consumidores y sobre todo de aquellos que en un número más reducido cada día, concentran la mayor cantidad de riqueza producida en el mundo.
El gran problema es que millones de personas han llegado a aceptar como algo “normal” el que haya ricos excesivamente ricos y pobres extremadamente pobres, que existan niños que tienen grandes cantidades de juguetes, mientras que millones de niños padecen hambre, sufren desnutrición, abandonan la escuela para trabajar, etc. De esta forma es como se fortalece la ideología de la desiguadad social en nuestra vida cotidiana.
Poco a poco va cambiando nuestra ideología, demostrando con ello que el neoliberalismo no es sólo un sistema económico que promueve la desigualdad social, sino que también es un sistema ideológico que está logrando que millones de personas abandonen valores que otras generaciones lograron construir a través de grandes luchas sociales: igualdad social, justicia social, democracia social, solidaridad, etc.
Debemos tomar consciencia de que aceptar este tipo de cambios es aceptar perder derechos y prestaciones sociales que se van perdiendo cada día por la guerra no declarada en contra de nuestras poblaciones por parte de un poder corporativo que actúa como un cártel de delincuencia organizada y que está conformado por los Directivos de organismos financieros internacionales, Directivos de grandes corporaciones, Presidentes de varios países, Dirigentes de Partidos políticos, Legisladores, Directivos de bancos y Directivos de grandes medios de comunicación.
Debemos tener presente que la desigualdad social es una violación de la dignidad humana porque niega la posibilidad de todos los seres humanos desarrollen sus capacidades. La desigualdad social adopta muchas formas y en las más extremas mata, reduce la esperanza de vida. Podemos encontrar desigualdad social en muertes prematuras, en la mala salud que padecen millones de personas, en la discriminación, en la exclusión del conocimiento o de la vida social, en la pobreza que genera impotencia social, falta de orgullo y confianza en uno mismo, en la pérdida de oportunidades, etc.
Por todas esas razones, el aceptar el crecimiento de la desigualdad social sin protestar implica condenar a las siguientes generaciones a un futuro de incertidumbre, implica de hecho robarles su futuro a nuestros niños y jóvenes, heredarles una vida de sufrimientos. Las reformas laborales implementadas en varios países de Latinoamérica trajeron como consecuencia la eliminación de derechos laborales y prestaciones sociales en cada país, eliminando la estabilidad en el empleo y la pérdida de ingresos económicos para los trabajadores en beneficio de las grandes corporaciones aún cuando esto implique perjudicar la calidad de vida de nuestras poblaciones.

El enemigo invisible

Nos encontrábamos en estas condiciones enfrentando grandes dificultades para impulsar un cambio social que rompiera los crímenes de la paz que denunciara en los setentas el Psiquiatra italiano Franco Basaglia en su libro con ese título (Los crímenes de la paz), haciendo referencia a que la paz social de que disfrutamos en nuestra vida cotidiana se basa en el ejercicio de varios crímenes que se cometen e su nombre (muertes prematuras, desnutrición infantil, pobreza, etc.), cuando de repente, un microorganismo logra lo que miles de luchadores sociales intentaron revelar incitando a la rebelión durante décadas: visibilizar la desigualdad social, evidenciar las injusticias sociales generadas por la desigual distribución de la riqueza social, evidenciar la necesidad de un cambio de sistema social.
En un momento histórico en el cual la desigualdad social llega a niveles nunca antes vistos en la historia de la humanidad, a nivel mundial estamos padeciendo la pandemia del corona virus que ha agudizado la crisis sistémica expresada en una crisis política, ecológica y económica que padecemos, al agregarle una crisis de salud sin precedente alguno.
La pandemia del covid-19 deja al desnudo la infraestructura de los sistemas de salud en el mundo, exhibiendo el abandono y la corrupción de que fueron objeto. Nos enseña que el camino que estaba siguiendo nuestra sociedad, la mercantilización de todo tipo de productos y servicios vía la privatización de los servicios públicos (dentro de ellos los servicios de salud pública) nos estaba conduciendo a la autodestrucción.
La infraestructura hospitalaria de los Estados se muestra insuficiente para dar cobertura de servicios médicos en diferentes países del mundo, principalmente de Europa. Mientras que en aquellos países donde se privatizó el sistema de salud, la pandemia avanza en forma incontenible. De manera contradictoria, aquellos políticos que el día de ayer exigían la privatización de los servicios de salud pública para convertirlos en negocios rentables, el día de hoy exigen que sea el Estado y los sistemas de salud pública quienes atiendan la demanda de servicios médicos de los miles de contagiados por el covid-19.
La implementación de políticas neoliberales son cuestionadas por un enemigo invisible que amenaza con la muerte a todos aquellos que encuentre a su paso, sobre todo aquellos que experimentan problemas de salud, porque el covid-19 no es mortal por sí mismo.
Por si esto fuera poco, la estrategia de aislamiento social para evitar una mayor propagación del virus covid-19 que implica que cada ciudadano se quede en su casa sin salir de ella durante semanas, ha evidenciado la enorme desigualdad social que existe en el sistema capitalista.
El virus del covid-19 arrasó con la ceguera ideológica que nos impedía ver que existe gente sin hogar, nos ayudó a ver a la gente que deambula por nuestras calles pidiendo ayuda para comer, nos permite ver a quienes antes eran “invisibles socialmente”, aquellos niños de la calle que sobreviven limpiando vidrios de automóviles en las esquinas de nuestros cruceros, nos restriega en los rostros la evidencia de que no todos estamos en las mismas condiciones, que hay gente que se puede quedar en casa tranquilamente sin salir durante semanas, pero que hay una gran mayoría que no sobrevivirían si no salen de su casa en busca de dinero para comprar comida o en busca de comida. Y que ante la disyuntiva de contagiarse o morirse de hambre, prefieren correr el riesgo y salir a las calles.
La ideología de la desigualdad social se muestra en toda su crudeza y todo aquello de valor material que antes llenaba nuestras vidas y de lo cual estábamos tan orgullosos de poseer, en realidad no nos sirve para cuidar de nuestras vidas. Me refiero a la ropa lujosa y de marcas reconocidas que compramos a altos precios para lucir ante los demás, el día de hoy está bien resguardada en nuestros clósets porque no podemos salir. La gran cantidad de calzado que tenemos en casa se encuentra igualmente bien guardado porque no podemos salir de nuestras casas.

¿Cómo será el mundo después del covid-19?

No sabemos con precisión siquiera cuanto durará esta crisis sanitaria, mucho menos sabemos cómo será el futuro que nos espera cuando acabe la pandemia. Lo que sí es cierto es que el mundo ya no será el mismo. Debemos hacernos a la idea de que no volveremos a la normalidad que existía antes del covid-19, porque el virus covid-19 se convirtió en un virus ideológico que nos ha hecho pensar que no podemos seguir el rumbo que el mundo tenía antes de la pandemia. Este virus nos ha hecho pensar que es posible lo que antes se consideraba impensable e imposible: construir una sociedad alternativa, una sociedad que en tiempos globales actúe en forma global.
El covid-19 nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre la impertinencia de continuar con un sistema que promueve la desigualdad social, es una señal de que necesitamos un cambio radical en nuestra forma de vivir. El mundo ya no será igual cuando acabe la pandemia, ¿Cómo será el mundo que nos espera? Esto depende de la forma como actúen nuestros gobiernos ante esta crisis sanitaria, pero fundamentalmente dependerá de nosotros el construir una nueva sociedad que sobreviva a esta epidemia.
Los gobiernos de Asia oriental han demostrado un mejor manejo de la crisis del covid-19 que el resto del mundo. La clave de su éxito radica en dos factores, uno cultural, la tendencia a la obediencia en una sociedad cultural donde predomina el autoritarismo y el uso de la tecnología en aquellos países, en donde tienen cámaras de vigilancia digital por todos lados, lo que les ha permitido detectar a tiempo posibles casos de contagiados por Corona virus, porque los dispositivos tecnológicos les han permitido conocer con exactitud todos los contactos que tuvo un potencial infectado de virus.
Los proveedores chinos de telefonía móvil y de internet han compartido los datos de sus clientes con los servicios de seguridad y con los ministerios de salud. En estas condiciones el Estado sabe donde está, con quien está, qué compra, a donde se dirige cada usuario de telefonía móvil. En las condiciones de epidema sanitaria la vigilancia digital se vuelve aliada en el combate al virus en un sistema en el cual los ciudadanos depositan su confianza en su gobierno.
Lo cual no sucede en países del mundo occidental, la mayoría de los ciudadanos desconfía de las autoridades de su propio país. Una notable excepción ha sido México, país en el que la tasa de contagiados y de muertos por el covid-19 se mantiene muy baja. La estrategia de las autoridades de salud en México parece que están resultando ser efectivas según las estadísticas, inclusive la Organización Mundial de la Salud (OMS) tomó como modelo a seguir el plan de México para enfrentar la contingencia sanitaria.
Lo que ha hecho México es aprender de la experiencia de otros países, algo que los virus no pueden hacer pero los seres humanos sí podemos aprender de la experiencia de los demás. En México se aplica la máxima de que la finalidad última de la humanidad es compartir el conocimiento adquirido. Aprender de la experiencia de los demás está salvando vidas en México. Otro factor a nuestro favor es la confianza de los mexicanos hacia el gobierno mexicano que los representa.
Las crisis representan oportunidades para que las autoridades implementen políticas que se justifican como necesarias en estos contextos, pero que a la larga termina perjudicando a las personas, es la doctrina del shock planteada por Nahomi Klein. En todo el mundo cada país enfrenta un escenario complejo debido al covid-19, un escenario global que requiere de soluciones globales, no del cierre de fronteras como se ha estado actuando. Para salir de la crisis se requieren acciones colectivas, pero hasta el momento no se han dado señales en ese sentido.
El neoliberalismo demostró que no es una alternativa viable para millones de personas y la crisis sanitaria nos coloca en una posición en la que tenemos que tomar una decisión. Aceptar una vigilancia autoritaria en el futuro que nos espera o impulsar un empoderamiento ciudadano.
Las decisiones que tomen los gobiernos y sus pueblos determinará el futuro que nos espera después de esta epidemia. En los últimos años los políticos han dejado de lado la ciencia en sus procesos de toma de decisiones y han inhibido la participación social. Hoy no estamos en condiciones normales, necesitamos fundamentar cada decisión con criterios científicos y con respaldo popular.
Es tiempo de un despertar social, por nosotros, por nuestros hijos, por las siguientes generaciones, por dignidad, por la defensa de la vida y por otras muchas más razones que nos deben ayudar para levantar la voz. Otro mundo es posible, todo depende de que nosotros decidamos si aceptamos que termina la igualdad social y reine la desigualdad, o defendemos nuestros derechos laborales, sociales y humanos.
Empecemos por aprovechar la oportunidad que nos brinda el aislamiento social reflexionando acerca de cómo nos concebimos a nosotros mismos, ¿Cómo individuos aislados? O ¿Cómo individuos que forman parte de una comunidad? Necesitamos reconstruir el tejido social que décadas de neoliberalismo se encargaron de destruir al promover el desarrollo de una ideología individualista y competitiva que barrió con nuestros sentimientos de solidaridad y empatía social.
Necesitamos reconstruir nuestra autoimagen como sujetos históricos que en su vida cotidiana estamos haciendo historia. La historia no son los eventos del pasado solamente, la historia es lo que estamos haciendo aquí y ahora. Esta reflexión nos debe conducir a un empoderamiento individual al reconocernos como sujetos sociales que podemos tomar el control de nuestras vidas y contribuir con nuestro esfuerzo individual a definir el rumbo que tendrá la historia en un futuro.
Necesitamos tomar consciencia de que nosotros somos los principales actores en la película de nuestra realidad social. Necesitamos revalorarnos a nosotros mismos y tomar consciencia de estamos inmersos en un construccionismo social, que significa que la historia la hacemos nosotros en forma colectiva, la historia no la hacen nuestros gobernantes ni los políticos, juntos hacemos historia. La historia la construimos realizando grandes cambios sociales cuando participamos en los diversos movimientos colectivos que luchan en contra de las injusticias, en contra de la corrupción, en contra del autoritarismo.

Referencias:

1.- Yescas, Oscar Psicología, ideología y cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/08/psicologia-ideologia-y-cambio-social.html

2.- Yescas, Oscar: Por una Psicología socialmente sensible
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/11/por-una-psicologiasocialmente-sensible.html

3.- Yescas, Oscar: La inexorable evanescencia de nuestras vidas en el capitalismo
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/la-inexorable-evanescencia-de-nuestras.html

4.- Yescas, Oscar: Por una conducción científica de nuestras organizaciones
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/por-una-conduccion-cientifica-de.html

5.- Yescas, Oscar: El Dios Mercado: La religión del siglo XXI
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/el-dios-mercado-la-religion-del-siglo.html

6.- Yescas, Oscar: Introducción a la Psicología Comunitaria Latinoamericana
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/introduccion-la-psicologia-comunitaria.html

7.- Yescas, Oscar: Psicología, obediencia y cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/07/psicologia-obediencia-y-cambio-social.html
8.- Yescas, Oscar: La revolución de las consciencias
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/la-revolucion-de-las-consciencias-oscar.html

9.- Yescas, Oscar: Ser diferente: La alternativa hacia el cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/serdiferente-la-alternativa-hacia-el.html

10.- Yescas, Oscar: Revolución y cambio social en México
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/revolucion-y-cambio-social-en-mexico.html

11.- Yescas, Oscar: El Agente de cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/01/el-agente-de-cambio-social-oscar-yescas.html

12.- Yescas, Oscar: Apostemos por el cambio social en México
https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/08/apostemos-por-el-cambio-social-en-mexico.html

13.- Benach, Joan: Doctrina del shock. El relato oficial del corono virus oculta una crisis sistémica.

14.- Noha Harari, Yubal: El mundo después del corona virus
15.- El COVID-19 mutó para convertirse en una amenaza política: Análisis de Žižek, Byung-Chul Han, Naomi Klein y Harari

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