Covid19,
desigualdad y cambio social
Oscar
Yescas Domínguez
25
de marzo del 2,0120
La
dictadura del Mercado
La
ideología de la desigualdad social
El
enemigo invisible
¿Cómo
será el mundo después del covid-19?
La
dictadura del Mercado
Hace
algunos meses, mientras atravesábamos una de las mayores crisis del
capitalismo que ha condenado a millones de personas a vivir en la
miseria y mientras el planeta estaba al borde de una catástrofe
ecológica, para un grueso de la población en nuestras sociedades
parecía mucho más sencillo aceptar la idea del fin del mundo como
se ha pronosticado varias veces que imaginar la posibilidad de un
cambio de sistema de producción, es decir, de un cambio de sistema
social diferente al capitalismo.
Para
la mayoría de las personas el capitalismo neoliberal se presentaba
como algo real e inmodificable, percibíamos nuestra vida cotidiana
de una manera acrítica y veían al capitalismo como la forma
superior de organización social de la humanidad y como la única
forma de vida social posible.
Se
percibía al socialismo como un fracaso social del cual no valía la
pena hablar (la mayoría de las personas que desprecian al socialismo
como forma de vida, no tienen una opinión documentada acerca del
mismo, solo muestran una actitud de rechazo). Esta percepción
generalizada estaba acompañada de la presencia de un fuerte
conformismo social generalizado y de la ausencia del ejercicio de la
crítica social. No en balde hemos estado seducidos por el influjo
hedonista de la sociedad de consumo, que nos ha conducido a tal grado
de confusión de que pensamos que la felicidad es conseguir dinero
para comprar todo lo que queramos comprar.
Ante
nuestros ojos la desigualdad social que nos rodeaba era invisible, a
pesar de estar frente a nuestro ojos el sufrimiento de millones de
personas, el incremento de gente deambulando en las calles
mendigando, o el aumento del comercio informal propiciado por la
falta de empleo, con esta actitud de negar lo evidente confirmábamos
aquella premisa de que vemos lo que queremos ver.
Pero
la desigualdad social se ha ido incrementando de manera alarmante en
los últimos años, al grado de que no es exageración la afirmación
de que vivimos un momento histórico en el cual vemos niveles de
desigualdad social nunca antes vista en la historia de la humanidad.
Desde
hace varias décadas diversos pensadores contemporáneos de ciencias
sociales, académicos universitarios, luchadores sociales, activistas
políticos y un sinnúmero de personas hemos tratado de poner en la
mesa de discusiones el tema de la desigualdad social, sin tener mucho
éxito.
Podemos
mencionar entre muchos esfuerzos colectivos con esa intención al
movimiento de la Pedagogía de la Liberación liderado por Paulo
Freire, el de la Teología de la Liberación representado por Camilo
Torres, Leonardo Boff, Monseñor Romero y otros, la Psicología de la
Liberación con Ignacio Martín-Baró, la Psicología Comunitaria
Latinoamericana con Maritza Montero y recientemente la Pedagogía
crítica revolucionaria liderada por Peter McLaren y Henry Giroux,
etc.
Todos
ellos son tan sólo algunos nombres que sobresalen de un “mar de
fueguitos” como diría Eduardo Galeano, que en su momento
intentaron compartir su llama revolucionaria levantando la bandera de
los excluidos para enfrentar a un sistema social excluyente que
prioriza el beneficio económico por encima de la atención a las
grandes necesidades sociales y que relega en el olvido y la
invisibilidad social a quienes se encuentran en calidad de
“consumidores defectuosos” como los definió Zygmunt Bauman.
Estamos
haciendo referencia a quienes de manera masiva se fueron incorporando
en las últimas décadas a formar parte de la población de
habitantes de nuestra tierra que vive en condiciones de pobreza y
miseria, es decir, los millones de pobres que existen en el mundo
entero. Aquellos que fueron motivo de inspiración y compromiso
social para un sinnúmero de artistas y cantautores que dejaron de
lado el beneficio económico para usar su talento en favor de los
desfavorecidos: Víctor Jara, Violeta Parra, Alí Primera, Oscar
Chávez, Gabino Palomares, Amparo Ochoa, etc.
Décadas
de movilizaciones colectivas en la búsqueda de un cambio social que
no ha fructificado del todo porque lamentablemente la lucha por la
democracia, la libertad e igualdad que se perseguía en el siglo
pasado, se debilitó con la caída del muro de Berlín, la
internacionalización del modo de producción capitalista y el
surgimiento de la globalización que degeneró en una dictadura del
mercado impuesta por los propietarios de las grandes corporaciones
transnacionales que lograron crear un poder corporativo que puso de
rodillas a Presidentes de varias naciones al lograr un divorcio entre
la política y la economía.
Los
Estados perdieron soberanía y poder económico, con el surgimiento
de la globalización nuestros dirigentes políticos se sometieron a
los “cambios en el Mercado” que promueve la privatización de los
servicios públicos y el debilitamiento y extinción de instituciones
gubernamentales que tenían como misión la procuración del
bienestar social de la población.
La
ideología de la desigualdad social
A
lo largo de las últimas décadas hemos experimentado una serie de
cambios sociales que han repercutido en cambios en nuestras
condiciones de vida, cambios en nuestra ideología, forma de pensar,
sentir y actuar. De manera lamentable podemos decir que uno de esos
cambios que se han dado de manera imperceptible, es el hecho real que
hemos llegado a aceptar en nuestra percepción individual que los
seres humanos somos diferentes unos de otros y llegado al punto de
aceptar que no todos somos iguales, que algunos seres humanos tienen
más valor que otros, que si nosotros tenemos lo indispensable para
vivir, no nos importa que otros más, una inmensa mayoría esté
padeciendo privaciones, estén con hambre y vivan en condiciones de
miseria. Es decir, hemos perdido el valor de la igualdad social como
aspiración humana.
La
ideología de la desigualdad social reemplazó a la ideología de la
igualdad social sin que tomáramos consciencia de este cambio
ideológico en nuestras vidas y de manera paulatina se ha ido
asentando y extendiendo en el reino del Dios Mercado, en la medida
que éste expande sus dominios satisfaciendo la voracidad de las
grandes corporaciones a quienes no les interesa la salud física y
mental de las personas y tampoco les interesa provocar verdaderos
ecocidios con el daño al medio ambiente que provocan al explotar
nuestros recursos naturales de manera desmedida y brutal.
Es
la naturaleza del sistema social llamado capitalismo que apuesta a la
muerte al reducir a los seres humanos a la condición de consumidores
que viven en una sociedad donde impera el consumo, para mantener el
equilibrio producción masiva-consumo masivo. El Dios Mercado es
excluyente, no acepta a cualquiera, nos impone una condición para
disfrutar de sus beneficios: que tengamos dinero para realizar el
consumo a través de un proceso de intercambio.
Esta
ideología de la desigualdad social nos inyecta dosis diarias de
conformismo, obediencia y sumisión en la medida que aumenta nuestra
obsesión por el hedonismo y aumentamos nuestro consumo. Nos engaña
con una farsa de democracia y libertad, pero ya no habla de igualdad,
porque no le conviene que pensemos que todos somos iguales, al
contrario al convencernos de que algunas personas somos más
importantes y valiosas que otras, logra que todos quieran ser parte
de los afortunados que disfrutan una vida de riquezas y llega al
grado de confundirnos al aceptar la idea de que la felicidad se
encuentra en un centro comercial, donde podemos comprar todo lo que
queramos, siempre y cuando tengamos tarjetas de crédito o
billeteras abultadas con dinero dentro de ellas.
El
culto al dinero como supremo valor ha traído como consecuencias una
grave crisis de valores con lo que pierden vigencia y firmeza valores
como solidaridad social, empatía, colaboración, etc.
La
idea de progreso suena muy bonita cuando pensamos en todos los
avances de la ciencia y la tecnología, pero no nos hemos detenido a
pensar que este progreso no es para todos. En nuestra ingenuidad (o
más bien en la forma perversa cómo se maneja el capitalismo), hemos
llegado a pensar que quien tiene éxito económico es un “triunfador”
y lo merece y quien no lo tiene, quien vive en condiciones de
pobreza, hambre y miseria, es porque es un “perdedor”.
Nos
manipulan de una forma tan magistral al inculcar el conformismo
social en esta sociedad de consumo que la inmensa mayoría de
personas que viven en condiciones de pobreza piensan que viven de esa
forma porque se lo merecen, porque no aprovecharon las oportunidades
“ que nos da la vida”.
Mientras
tanto, en pleno siglo XXI continúa aumentando la desigualdad social,
incrementando en forma escandalosa e inocultable a nivel mundial el
número de personas que viven en condiciones de pobreza extrema (más
bien el término correcto es “sobreviven”), ante la indiferencia
absoluta de aquellos que mantienen un nivel de vida que les permite
cumplir su rol de consumidores y sobre todo de aquellos que en un
número más reducido cada día, concentran la mayor cantidad de
riqueza producida en el mundo.
El
gran problema es que millones de personas han llegado a aceptar como
algo “normal” el que haya ricos excesivamente ricos y pobres
extremadamente pobres, que existan niños que tienen grandes
cantidades de juguetes, mientras que millones de niños padecen
hambre, sufren desnutrición, abandonan la escuela para trabajar,
etc. De esta forma es como se fortalece la ideología de la
desiguadad social en nuestra vida cotidiana.
Poco
a poco va cambiando nuestra ideología, demostrando con ello que el
neoliberalismo no es sólo un sistema económico que promueve la
desigualdad social, sino que también es un sistema ideológico que
está logrando que millones de personas abandonen valores que otras
generaciones lograron construir a través de grandes luchas sociales:
igualdad social, justicia social, democracia social, solidaridad,
etc.
Debemos
tomar consciencia de que aceptar este tipo de cambios es aceptar
perder derechos y prestaciones sociales que se van perdiendo cada día
por la guerra no declarada en contra de nuestras poblaciones por
parte de un poder corporativo que actúa como un cártel de
delincuencia organizada y que está conformado por los Directivos de
organismos financieros internacionales, Directivos de grandes
corporaciones, Presidentes de varios países, Dirigentes de Partidos
políticos, Legisladores, Directivos de bancos y Directivos de
grandes medios de comunicación.
Debemos
tener presente que la desigualdad social es una violación de la
dignidad humana porque niega la posibilidad de todos los seres
humanos desarrollen sus capacidades. La desigualdad social adopta
muchas formas y en las más extremas mata, reduce la esperanza de
vida. Podemos encontrar desigualdad social en muertes prematuras, en
la mala salud que padecen millones de personas, en la discriminación,
en la exclusión del conocimiento o de la vida social, en la pobreza
que genera impotencia social, falta de orgullo y confianza en uno
mismo, en la pérdida de oportunidades, etc.
Por
todas esas razones, el aceptar el crecimiento de la desigualdad
social sin protestar implica condenar a las siguientes generaciones a
un futuro de incertidumbre, implica de hecho robarles su futuro a
nuestros niños y jóvenes, heredarles una vida de sufrimientos. Las
reformas laborales implementadas en varios países de Latinoamérica
trajeron como consecuencia la eliminación de derechos laborales y
prestaciones sociales en cada país, eliminando la estabilidad en el
empleo y la pérdida de ingresos económicos para los trabajadores en
beneficio de las grandes corporaciones aún cuando esto implique
perjudicar la calidad de vida de nuestras poblaciones.
El
enemigo invisible
Nos
encontrábamos en estas condiciones enfrentando grandes dificultades
para impulsar un cambio social que rompiera los crímenes de la paz
que denunciara en los setentas el Psiquiatra italiano Franco Basaglia
en su libro con ese título (Los crímenes de la paz), haciendo
referencia a que la paz social de que disfrutamos en nuestra vida
cotidiana se basa en el ejercicio de varios crímenes que se cometen
e su nombre (muertes prematuras, desnutrición infantil, pobreza,
etc.), cuando de repente, un microorganismo logra lo que miles de
luchadores sociales intentaron revelar incitando a la rebelión
durante décadas: visibilizar la desigualdad social, evidenciar las
injusticias sociales generadas por la desigual distribución de la
riqueza social, evidenciar la necesidad de un cambio de sistema
social.
En
un momento histórico en el cual la desigualdad social llega a
niveles nunca antes vistos en la historia de la humanidad, a nivel
mundial estamos padeciendo la pandemia del corona virus que ha
agudizado la crisis sistémica expresada en una crisis política,
ecológica y económica que padecemos, al agregarle una crisis de
salud sin precedente alguno.
La
pandemia del covid-19 deja al desnudo la infraestructura de los
sistemas de salud en el mundo, exhibiendo el abandono y la corrupción
de que fueron objeto. Nos enseña que el camino que estaba siguiendo
nuestra sociedad, la mercantilización de todo tipo de productos y
servicios vía la privatización de los servicios públicos (dentro
de ellos los servicios de salud pública) nos estaba conduciendo a la
autodestrucción.
La
infraestructura hospitalaria de los Estados se muestra insuficiente
para dar cobertura de servicios médicos en diferentes países del
mundo, principalmente de Europa. Mientras que en aquellos países
donde se privatizó el sistema de salud, la pandemia avanza en forma
incontenible. De manera contradictoria, aquellos políticos que el
día de ayer exigían la privatización de los servicios de salud
pública para convertirlos en negocios rentables, el día de hoy
exigen que sea el Estado y los sistemas de salud pública quienes
atiendan la demanda de servicios médicos de los miles de contagiados
por el covid-19.
La
implementación de políticas neoliberales son cuestionadas por un
enemigo invisible que amenaza con la muerte a todos aquellos que
encuentre a su paso, sobre todo aquellos que experimentan problemas
de salud, porque el covid-19 no es mortal por sí mismo.
Por
si esto fuera poco, la estrategia de aislamiento social para evitar
una mayor propagación del virus covid-19 que implica que cada
ciudadano se quede en su casa sin salir de ella durante semanas, ha
evidenciado la enorme desigualdad social que existe en el sistema
capitalista.
El
virus del covid-19 arrasó con la ceguera ideológica que nos impedía
ver que existe gente sin hogar, nos ayudó a ver a la gente que
deambula por nuestras calles pidiendo ayuda para comer, nos permite
ver a quienes antes eran “invisibles socialmente”, aquellos
niños de la calle que sobreviven limpiando vidrios de automóviles
en las esquinas de nuestros cruceros, nos restriega en los rostros la
evidencia de que no todos estamos en las mismas condiciones, que hay
gente que se puede quedar en casa tranquilamente sin salir durante
semanas, pero que hay una gran mayoría que no sobrevivirían si no
salen de su casa en busca de dinero para comprar comida o en busca de
comida. Y que ante la disyuntiva de contagiarse o morirse de hambre,
prefieren correr el riesgo y salir a las calles.
La
ideología de la desigualdad social se muestra en toda su crudeza y
todo aquello de valor material que antes llenaba nuestras vidas y de
lo cual estábamos tan orgullosos de poseer, en realidad no nos sirve
para cuidar de nuestras vidas. Me refiero a la ropa lujosa y de
marcas reconocidas que compramos a altos precios para lucir ante los
demás, el día de hoy está bien resguardada en nuestros clósets
porque no podemos salir. La gran cantidad de calzado que tenemos en
casa se encuentra igualmente bien guardado porque no podemos salir de
nuestras casas.
¿Cómo
será el mundo después del covid-19?
No
sabemos con precisión siquiera cuanto durará esta crisis sanitaria,
mucho menos sabemos cómo será el futuro que nos espera cuando acabe
la pandemia. Lo que sí es cierto es que el mundo ya no será el
mismo. Debemos hacernos a la idea de que no volveremos a la
normalidad que existía antes del covid-19, porque el virus covid-19
se convirtió en un virus ideológico que nos ha hecho pensar que no
podemos seguir el rumbo que el mundo tenía antes de la pandemia.
Este virus nos ha hecho pensar que es posible lo que antes se
consideraba impensable e imposible: construir una sociedad
alternativa, una sociedad que en tiempos globales actúe en forma
global.
El
covid-19 nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre la
impertinencia de continuar con un sistema que promueve la desigualdad
social, es una señal de que necesitamos un cambio radical en nuestra
forma de vivir. El mundo ya no será igual cuando acabe la pandemia,
¿Cómo será el mundo que nos espera? Esto depende de la forma como
actúen nuestros gobiernos ante esta crisis sanitaria, pero
fundamentalmente dependerá de nosotros el construir una nueva
sociedad que sobreviva a esta epidemia.
Los
gobiernos de Asia oriental han demostrado un mejor manejo de la
crisis del covid-19 que el resto del mundo. La clave de su éxito
radica en dos factores, uno cultural, la tendencia a la obediencia en
una sociedad cultural donde predomina el autoritarismo y el uso de la
tecnología en aquellos países, en donde tienen cámaras de
vigilancia digital por todos lados, lo que les ha permitido detectar
a tiempo posibles casos de contagiados por Corona virus, porque los
dispositivos tecnológicos les han permitido conocer con exactitud
todos los contactos que tuvo un potencial infectado de virus.
Los
proveedores chinos de telefonía móvil y de internet han compartido
los datos de sus clientes con los servicios de seguridad y con los
ministerios de salud. En estas condiciones el Estado sabe donde está,
con quien está, qué compra, a donde se dirige cada usuario de
telefonía móvil. En las condiciones de epidema sanitaria la
vigilancia digital se vuelve aliada en el combate al virus en un
sistema en el cual los ciudadanos depositan su confianza en su
gobierno.
Lo
cual no sucede en países del mundo occidental, la mayoría de los
ciudadanos desconfía de las autoridades de su propio país. Una
notable excepción ha sido México, país en el que la tasa de
contagiados y de muertos por el covid-19 se mantiene muy baja. La
estrategia de las autoridades de salud en México parece que están
resultando ser efectivas según las estadísticas, inclusive la
Organización Mundial de la Salud (OMS) tomó como modelo a seguir el
plan de México para enfrentar la contingencia sanitaria.
Lo
que ha hecho México es aprender de la experiencia de otros países,
algo que los virus no pueden hacer pero los seres humanos sí podemos
aprender de la experiencia de los demás. En México se aplica la
máxima de que la finalidad última de la humanidad es compartir el
conocimiento adquirido. Aprender de la experiencia de los demás está
salvando vidas en México. Otro factor a nuestro favor es la
confianza de los mexicanos hacia el gobierno mexicano que los
representa.
Las
crisis representan oportunidades para que las autoridades implementen
políticas que se justifican como necesarias en estos contextos, pero
que a la larga termina perjudicando a las personas, es la doctrina
del shock planteada por Nahomi Klein. En todo el mundo cada país
enfrenta un escenario complejo debido al covid-19, un escenario
global que requiere de soluciones globales, no del cierre de
fronteras como se ha estado actuando. Para salir de la crisis se
requieren acciones colectivas, pero hasta el momento no se han dado
señales en ese sentido.
El
neoliberalismo demostró que no es una alternativa viable para
millones de personas y la crisis sanitaria nos coloca en una posición
en la que tenemos que tomar una decisión. Aceptar una vigilancia
autoritaria en el futuro que nos espera o impulsar un empoderamiento
ciudadano.
Las
decisiones que tomen los gobiernos y sus pueblos determinará el
futuro que nos espera después de esta epidemia. En los últimos años
los políticos han dejado de lado la ciencia en sus procesos de toma
de decisiones y han inhibido la participación social. Hoy no estamos
en condiciones normales, necesitamos fundamentar cada decisión con
criterios científicos y con respaldo popular.
Es
tiempo de un despertar social, por nosotros, por nuestros hijos, por
las siguientes generaciones, por dignidad, por la defensa de la vida
y por otras muchas más razones que nos deben ayudar para levantar la
voz. Otro mundo es posible, todo depende de que nosotros decidamos
si aceptamos que termina la igualdad social y reine la desigualdad, o
defendemos nuestros derechos laborales, sociales y humanos.
Empecemos
por aprovechar la oportunidad que nos brinda el aislamiento social
reflexionando acerca de cómo nos concebimos a nosotros mismos, ¿Cómo
individuos aislados? O ¿Cómo individuos que forman parte de una
comunidad? Necesitamos reconstruir el tejido social que décadas de
neoliberalismo se encargaron de destruir al promover el desarrollo de
una ideología individualista y competitiva que barrió con nuestros
sentimientos de solidaridad y empatía social.
Necesitamos
reconstruir nuestra autoimagen como sujetos históricos que en su
vida cotidiana estamos haciendo historia. La historia no son los
eventos del pasado solamente, la historia es lo que estamos haciendo
aquí y ahora. Esta reflexión nos debe conducir a un empoderamiento
individual al reconocernos como sujetos sociales que podemos tomar el
control de nuestras vidas y contribuir con nuestro esfuerzo
individual a definir el rumbo que tendrá la historia en un futuro.
Necesitamos
tomar consciencia de que nosotros somos los principales actores en la
película de nuestra realidad social. Necesitamos revalorarnos a
nosotros mismos y tomar consciencia de estamos inmersos en un
construccionismo social, que significa que la historia la hacemos
nosotros en forma colectiva, la historia no la hacen nuestros
gobernantes ni los políticos, juntos hacemos historia. La historia
la construimos realizando grandes cambios sociales cuando
participamos en los diversos movimientos colectivos que luchan en
contra de las injusticias, en contra de la corrupción, en contra del
autoritarismo.
Referencias:
1.-
Yescas, Oscar Psicología, ideología y cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/08/psicologia-ideologia-y-cambio-social.html
2.-
Yescas, Oscar: Por una Psicología socialmente sensible
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/11/por-una-psicologiasocialmente-sensible.html
3.-
Yescas, Oscar: La inexorable evanescencia de nuestras vidas en el
capitalismo
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/la-inexorable-evanescencia-de-nuestras.html
4.-
Yescas, Oscar: Por una conducción científica de nuestras
organizaciones
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/por-una-conduccion-cientifica-de.html
5.-
Yescas, Oscar: El Dios Mercado: La religión del siglo XXI
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/el-dios-mercado-la-religion-del-siglo.html
6.-
Yescas, Oscar: Introducción a la Psicología Comunitaria
Latinoamericana
https://oscaryescasd.blogspot.com/2017/10/introduccion-la-psicologia-comunitaria.html
7.-
Yescas, Oscar: Psicología, obediencia y cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/07/psicologia-obediencia-y-cambio-social.html
8.-
Yescas, Oscar: La revolución de las consciencias
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/la-revolucion-de-las-consciencias-oscar.html
9.-
Yescas, Oscar: Ser diferente: La alternativa hacia el cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/serdiferente-la-alternativa-hacia-el.html
10.-
Yescas, Oscar: Revolución y cambio social en México
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/06/revolucion-y-cambio-social-en-mexico.html
11.-
Yescas, Oscar: El Agente de cambio social
https://oscaryescasd.blogspot.com/2019/01/el-agente-de-cambio-social-oscar-yescas.html
12.-
Yescas, Oscar: Apostemos por el cambio social en México
https://oscaryescasd.blogspot.com/2018/08/apostemos-por-el-cambio-social-en-mexico.html
13.-
Benach, Joan: Doctrina del shock. El relato oficial del corono virus
oculta una crisis sistémica.
14.-
Noha Harari, Yubal: El mundo después del corona virus
15.-
El COVID-19
mutó para convertirse en una amenaza política: Análisis de Žižek,
Byung-Chul Han, Naomi Klein y Harari
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