domingo, 2 de diciembre de 2018


La esperanza en el poder en México
Oscar Yescas Domínguez
2 diciembre 2,018

       Al igual que millones de mexicanos invertí buenas horas de este primero de diciembre en atestiguar el cambio de la historia en México, siguiendo puntualmente las transmisiones por televisión de las diferentes ceremonias en las que Andrés Manuel López Obrador tomó protesta como presidente de México.
       No formé parte de los afortunados que tuvieron oportunidad de viajar a la Ciudad de México para ser testigos directos del gran momento histórico que estamos viviendo en México.
       De esa manera compartí con muchos mexicanos el enorme placer de ver a Enrique Peña Nieto quitarse la banda presidencial y ser entregada la misma a Andrés Manuel. Quizá algunos consideren atrevido de mi parte decir simplemente Andrés Manuel, pero en verdad les digo, es tal la cercanía que siento con “Andrés Manuel” que no solo considero que en realidad me representa y lo reconozco como “mi” presidente, sino que al mismo tiempo lo he llegado a considerar un compañero sobresaliente en la lucha por el cambio social de México y las actitudes y comportamiento demostradas en su trayectoria han ganado mi confianza de tal forma que difícilmente puedo referirme a él con un dejo de formalidad, pero siempre lo hago con un gran respeto a su persona. En cierta forma, AMLO me recuerda a Salvador Allende a quienes sus colaboradores se referían a él como “compañero presidente”.
       Obviamente no resto importancia al hecho de que a partir de ayer es nuestro presidente, pero siempre he estado en contra de las formalidades de los títulos previos como presentaciones de las personas. Así que considero un acto de congruencia prefiero evitar el culto a la personalidad derivada del uso del “Sr. presidente” o el uso del “Sr. Rector” que he visto predominar durante muchos años en la Universidad de Sonora.
Pero el asunto realmente importante es que mi percepción de AMLO (así con sus siglas se oye más objetivo) es más que la de un Presidente, es también la de un líder social que ejerce una gran influencia sobre millones de personas (dentro de las cuales me incluyo), en una interacción caracterizada por el respeto, la humildad, el compromiso social y la honestidad. Su sólo nombre evoca una imagen anticorrupción y en contra de la impunidad con la cual millones de mexicanos nos identificamos.
       Este tipo de interacción es única ya que no puede observarse en otros mandatarios tanto de México como del extranjero. Tan sólo vean lo ridículo que sería que me refiriera a Enrique Peña Nieto como “Enrique”, francamente paso sin ver, porque lo que EPN me inspira es solo rechazo, repulsión y desagrado. Todo lo contrario a lo que AMLO inspira en mí y creo que no sólo en mi persona, sino también tiene ese efecto en millones de personas. Es lo que se ha dado en llamar “el efecto AMLO”.
       Esta imagen que tenía de AMLO, previa a la ceremonia de su toma de protesta como Presidente en la Cámara de Diputados y su discurso en el Zócalo capitalino, se reforzó, creció y fortaleció al final del día, por el contenido del discurso, por la forma como se manejó durante el mismo y sobre todo por la congruencia mostrada de principio a fin de la jornada.
       En el caso de Andrés Manuel puede decirse que la forma es contenido, digo esto por el hecho de que ha ignorado el lujo, la seguridad y el protocolo desde que se le otorgó la constancia de presidente electo, actitud  que ha mantenido y el día de ayer continuó demostrando al viajar en su modesto Jetta desde su domicilio hasta el Congreso de la unión sin guaruras de por medio.

Las imágenes del trayecto en su vehículo recibiendo muestras de apoyo popular, aprecio y cariño de la población que realmente me impresionaron y creo que, si yo hubiese estado en el DF, también me hubiera colocado en alguna calle por donde pasaría para demostrarle mi apoyo y aprecio.
       Este es el gran logro de Andrés Manuel (bueno más bien, uno de sus grandes logros), el haber unido a la población mexicana en torno a un proyecto de nación encabezado por él, que poco a poco se ha ido estableciendo en el conjunto de representaciones sociales de los mexicanos y por esto mismo, no olvidemos que detrás de él, nos encontramos millones de mexicanos  dispuestos a participar en la construcción de la Cuarta Transformación de México, listos para defender lo que estamos cambiando y para luchar contra todo tipo de regresión política por parte de las fuerzas conservadoras.
       No es algo exagerado decir que la identidad del mexicano se ha reforzado con AMLO, ya que el sentimiento de pertenencia a nuestras comunidades y al país entero, se ha fortalecido sin duda alguna gracias a él. A diferencia de Peña Nieto que nos provocaba vergüenza, pena y rabia el hecho de que “el idiota del pueblo” estuviese ocupando la silla presidencial, el día de hoy millones de mexicanos podemos decir abiertamente que sentimos un gran orgullo y satisfacción por tener un Presidente como Andrés Manuel.
       La trayectoria política de AMLO y su comportamiento actual refrendado en la ceremonia de ayer, tanto en el discurso en La Cámara de Diputados como en el Zócalo capitalino, nos permite predecir el predominio de un liderazgo horizontal, en la que las grandes decisiones serán sometidas a consulta popular, lo que garantiza por un lado, ahuyentar el fantasma del autoritarismo (tan pregonado falsamente por la derecha mexicana) y crear las condiciones para garantizar la participación social de la población mexicana en la reconstrucción de nuestro país.
       Este es otro de los grandes logros de AMLO, despertar la consciencia de la población acerca de la necesidad de participar activamente en los asuntos sociales y políticos para defender nuestros derechos. La imagen de AMLO ha actuado, funcionado y servido como un imán, como elemento de cohesión, que permitió que más de 30 millones de mexicanos nos uniéramos para votar el primero de julio en una sola dirección y llevarlo al poder.
       Esa participación social es la que ahora nos demanda AMLO, cuando nos pide que “no lo dejemos solo”, que sin nosotros las fuerzas conservadoras “lo avasallarían” y reconoce que nos necesita en la lucha contra los dinosaurios cuando nos dijo que, con nosotros, las fuerzas conservadoras “le harían lo que el viento hizo a Juárez”.
Esta solicitud del primer mandatario de nuestro país debe hacernos reflexionar sobre el binomio que nos propone construir durante el tiempo que dure su gestión presidencial: mandar obedeciendo. Me pregunto ¿Cuándo un Presidente inicia su gestión como gobernante diciendo “yo, ya no me pertenezco, les pertenezco a ustedes”? La verdad no registro algún antecedente de algo así en la historia, no sólo de México, sino del mundo entero.
Por mi parte puedo decir que sentí sus palabras expresadas con autenticidad, algo que no es común en un político. La verdad es que Andrés Manuel no es un político común, se puede percibir su falta de ambición del poder para simplemente ejercer el poder. Se puede observar su compromiso social cuando habla de encabezar un gobierno en el que los pobres serán primero.
       ¿Qué se siente estar en el segundo día del inicio de la cuarta transformación en México? Todo aparenta ser igual en nuestra vida cotidiana: mismos precios caros en los productos que compramos, mismo precio de la gasolina y en los Estados donde sigue gobernando el Pri, como en Sonora con Claudia Pavlovich, sigue imperando la corrupción, siguen en sus puestos los mismos funcionarios corruptos, etc. Seguimos padeciendo la pesadilla del Pri a nivel local.
       Lo diferente el día de hoy es que la esperanza del cambio se ha concretado a nivel nacional y el apoyo federal que alimentaba la corrupción priísta ha terminado y empieza una era de austeridad y transparencia en el manejo de los recursos públicos, lo cual nos coloca en una posición de poder denunciar cualquier acto de corrupción que veamos en nuestro entorno local, con la confianza de que seremos escuchados y de que ya no habrá impunidad.
       Debemos estar conscientes de que el cambio esperado con Andrés Manuel López Obrador como Presidente de México no se dará en un solo día, llevará tiempo implementar sus 100 propuestas de gobierno. La paciencia que nos pide para lograr el cambio social debe ser verdadera, porque no es un mago y la implementación de cambios en las políticas gubernamentales será de arriba hacia abajo, como bien lo dijo AMLO.

       He leído comentarios en redes sociales y visto en televisión entrevistas a diversas gentes que le piden a AMLO “que cumpla lo que prometió” ahora que está en el poder. Una petición que suena válida para todo político que recién llega al poder presidencial, pero que en el caso de AMLO debe ir acompañada de la plena comprensión de que él llegó al poder gracias a una enorme participación social que involucró a todos aquellos que votamos por él en las pasadas elecciones.
       Gracias a esos 30 millones de votantes logramos cambiar la historia de México y hoy somos privilegiados testigos y participantes de que Juntos estamos haciendo historia. Este cambio social y político logrado el primero de julio pasado nos proporcionó un empoderamiento social nunca visto, al observar que “sí se puede” cambiar la historia de nuestro país, si los hacemos en forma consciente, colectiva y organizada.
Pero me da la impresión de que esta petición que se le hace a AMLO, pasa por alto que lograr el cambio social en un país como lo es México, no puede ser lograda por la acción de una sola persona, por más poder que ésta tenga. Debemos comprender que generar el cambio social en nuestro país, debe considerar una corresponsabilidad existente entre el nuevo gobierno y del pueblo mexicano en su conjunto.

En ese sentido creo importante que esa misma exigencia de congruencia y de crítica hacia el nuevo gobierno la canalicemos hacia nosotros mismos y nos preguntemos hasta qué punto estamos comprometidos a formar parte del cambio social que ese está dando en México. Es evidente que AMLO no podrá cambiar todo por sí solo, en verdad requiere de nuestra participación social y por eso mismo necesitamos adoptar un cambio de actitud y vernos como seres sociales, como individuos que pertenecemos a una comunidad, como ciudadanos de un país en transición
Nos encontramos en un momento histórico en el que el tipo de transición social que estamos iniciando requiere de una participación social colectiva para consolidar los cambios que se irán perfilando en el ámbito de lo social y colectivo en forma gradual. La consolidación de los cambios sociales requiere de una participación social similar o mejor y mayor de la que se dio el primero de julio cuando 30 millones de mexicanos logramos echar al Pri y al Pan fuera del poder político en México.
De manera paralela, debemos introducir cambios en nuestra autoimagen, en nuestra percepción de los demás y en la percepción de la realidad en su conjunto. En principio, debemos construir dentro de nosotros una identidad como agentes de cambio social que en forma individual y colectiva avanzaremos en la transformación política, económica y cultural de un país que estuvo sometido durante décadas a la opresión económica y política por parte de un sistema al que se denominó “La dictadura perfecta”.
Necesitamos participar en una “revolución de las conciencias” que nos permita superar la ideología individualista, competitiva, conformista y sumisa en la que nos mantuvieron durante años. Afortunadamente parte de los cambios sociales que estamos viviendo es el de un despertar social de millones de mexicanos que descubren que tienen derechos sociales, laborales y sexuales que han estado siendo violados de manera sistemática, por lo que se ha incrementado su participación social exigiendo respeto a los mismos.
Pero debemos reconocer que generaciones enteras de mexicanos crecimos bajo una cultura que llegó a considerar la corrupción como "algo natural" en el quehacer de la política. Una serie de viejos dichos reforzaban esta percepción social: “el que no transa no avanza”, “A mí no me den nada, sólo pónganme donde hay para disponer”, etc. Por esto mismo, amplios sectores de la población se alejaron de la actividad política, asqueados y hartos del oportunismo político y cuando mucho, solo se limitaban a participar políticamente mediante el voto electoral.
Pero hoy las condiciones han cambiado, el pueblo mexicano ha despertado y tomado conciencia de que la política es importante en nuestras vidas, de que debemos participar activamente en asuntos de interés social y político. La participación electoral fue solo un paso que nos condujo a abrir las puertas para llegar al poder político. Necesitamos continuar con nuestra participación para lograr cambios culturales de gran envergadura.
Con los cambios en el nivel político hemos recuperado la confianza en los Senadores y Diputados como representantes populares. Pero lo más importante es que hemos recuperado la confianza en nosotros mismos como sujetos que podemos exigir a nuestros representantes una rendición de cuentas.
Estamos en condiciones de maximizar la comunicación entre nuestros representantes en la Cámara de Diputados y en la Cámara de Senadores. Debemos retomar la experiencia del pasado de no caer de nuevo en la democracia representativa, que consistía en participar en elecciones para elegir representantes en los órganos de gobierno y después nos olvidábamos de ellos, o ellos se olvidaban de nosotros.
Hoy requerimos construir una democracia participativa en la que exista un verdadero compromiso social por parte de nuestros representantes en la Cámara de Diputados y en la de Senadores, así como un compromiso social de la ciudadanía en la discusión colectiva de los problemas que nos aquejan y en el incremento de una participación social en los asuntos que nos convoque el nuevo gobierno. Algunos de ellos serán a través de consultas nacionales pero habrá necesidad de ampliar nuestra participación
Pero lo más grave es que hemos perdido la confianza en nosotros mismos, al pensar que la corrupción y la impunidad es algo natural, que forma parte de nuestra cultura y que es normal que haya ricos y que haya pobres.
       Las experiencias del pasado nos llevaron a desvirtuar la percepción que de nosotros tenemos al pensar que no podíamos hacer nada para cambiar esta sociedad injusta y nos limitábamos con lamentarnos de la situación y tratar de pasarla lo mejor posible para nosotros y nuestras familias.
       Llegamos a perder el control de nosotros mismos al dejarnos manipular por quienes ejercían el liderazgo formal en las diferentes instituciones de nuestro país y que decían que nos beneficiaban cuando en realidad nos perjudicaban con los cambios a la Constitución mexicana aprobando reformas que afectaban nuestros derechos como seres humanos.
Por eso me parece pertinente retomar algo que ya he escrito en varios de mis artículos. “Cabría en este punto precisar algunas cosas sobre el término liderazgo. En Psicología definimos al liderazgo como "la capacidad para influir sobre otras personas en la realización de un conjunto de actividades que permitan alcanzar objetivos comunes.
La percepción popular piensa que el liderazgo es una capacidad individual para influir sobre otras personas, pero en realidad el liderazgo es un proceso de interacción social. Para aclarar esto me permitiré abundar con un ejemplo. Anteriormente se pensaba que en las relaciones interpersonales existía un proceso de comunicación unilateral, en la cual un emisor enviaba un mensaje hacia un receptor que recibía el mensaje y ahí terminaba la comunicación.
Pero los estudios en Psicología social demostraron que en las relaciones interpersonales efectivamente hay un emisor que envía un mensaje hacia un receptor, pero que el receptor, reacciona al mensaje enviando su respuesta actuando como emisor, hacia el emisor que lo recibe en calidad de receptor.
¿Qué significa esto? Que todos somos emisores y receptores simultáneamente, es decir que todos nos influimos unos a otros, que existe un proceso de interinfluencia interpersonal y que el liderazgo es un proceso de interacción social, no solo una cualidad que posee un individuo en lo particular, sino que todos podemos influir en los demás.
Si partimos de que el liderazgo es un proceso de interacción social, más que una cualidad individual y si recordamos que existe un proceso de interinfluencia en las relaciones interpersonales, que influimos a los demás y somos influidos, entonces podemos concluir que TODOS ejercemos un liderazgo en algún momento, en alguna situación o en algún grupo.
Si aplicamos esto a nuestra actividad cotidiana en los roles que desempeñamos en los diferentes grupos sociales a los que pertenecemos, entonces nos damos cuenta que también podemos influir en el liderazgo de los mismos. Este reconocimiento debe elevar nuestra autoestima y seguridad interna para aumentar nuestra participación en los diferentes grupos sociales a los que pertenecemos” (La revolución de las consciencias
       Las condiciones del momento histórico que estamos viviendo exigen la realización de grandes cambios sociales, pero al mismo tiempo requieren de la implementación de cambios en la esfera individual, en nuestras formas de pensar, sentir y actuar. Sólo la participación social logrará consolidar la Cuarta transformación que inicia en nuestro país y a través de esta participación social desarrollaremos esa revolución de las consciencias que se requiere para consolidar el vínculo entre gobierno y representados, es decir, gobierno y pueblo.
Con el cambio de una actitud individualista por una percepción de sujetos sociales que pertenecemos a una comunidad social y país, lograremos construir una nueva figura del mexicano ¿y por qué no?   Del individuo latinoamericano, una nueva figura del hombre y mujer basadas en una relación de respeto mutuo y que se caractericen estas nuevas imágenes del hombre y de la mujer por una gran sensibilidad social y sobre todo por una gran participación y compromiso social. Una nueva figura basada en una nueva identidad social que incluya un sentimiento de pertenencia a los diversos grupos sociales a los que estamos integrados, así como a las organizaciones formales a las que pertenecemos formalmente.
Una identidad social basada en un sentimiento amplio de pertenencia a un país y sobre todo, una identidad latinoamericana que nos permita integrar a los pueblos que pertenecemos a América Latina y poder utilizar el lenguaje de "nosotros", dejando atrás el uso del "yo".
Todo esto sucederá en la medida que recobremos la confianza en nosotros mismos, que nos demos cuenta de que tenemos una capacidad para contribuir a un cambio social, y sólo lo lograremos cuando identifiquemos y terminemos con nuestras inseguridades personales, con nuestros complejos individuales, con nuestra timidez y sobre todo con nuestra indiferencia social, todo lo cual ha sido construido por haber recibido una educación basada en el autoritarismo, por vivir en una sociedad que promueve el consumo como modelo "vida ideal", utilizando figura del hombre y la mujer que promueven la discriminación y generan inseguridades individuales.
Somos afortunados por vivir este momento histórico, continuemos haciendo valer la premisa “Juntos hacemos historia”, recordando que la historia no ha terminado, la historia la estamos construyendo cada día con nuestra participación en los diferentes ámbitos de convivencia social de nuestra vida cotidiana.

De nosotros depende el rumbo que siga la historia y hoy las condiciones actuales nos permiten ser optimistas porque lo que ayer era utopía, hoy lo vemos hecho realidad: la esperanza ha llegado al poder en México y todos somos parte de esa esperanza.

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