lunes, 30 de octubre de 2023

                     La ceguera moral ante el conflicto Israel-Palestina

Oscar Yescas Domínguez

30 de octubre de 2023

Vivimos un momento histórico en el cual dedicamos buena parte de nuestro tiempo libre al entretenimiento viendo series y películas de televisión en la privacidad de nuestra casa, una característica destacable en estos productos de esparcimiento es que en gran parte de sus contenidos aparecen múltiples escenas de violencia con tal frecuencia que hemos llegado a un punto en el cual nos hemos insensibilizado, al grado de que en la mayoría de las ocasiones presentamos una ausencia de reacción ante la visión de fuertes escenas de violencia física, sexual o asesinatos, porque sabemos que es sólo una actuación. En un segmento de la población (sobre todo jóvenes), se presenta una inclinación a invertir su tiempo libre en videojuegos, en los que la violencia es el ingrediente principal de sus contenidos, por lo que la falta de reacción a la violencia es mucho mayor en estos casos y la línea que separa la realidad de la ficción se torna mucho más delgada.

En los guiones de producciones de películas, series de televisión y videojuegos, se escriben historias que inducen a pensar que el mal se presenta en personas que son diferentes a nosotros, que la maldad está fuera de nuestra naturaleza y que las cosas malas les suceden a otras personas por algún motivo que ellos provocaron, por lo que es común que las personas lleguen al extremo de pensar que jamás seremos víctimas de algún acto de violencia y mucho menos aceptable la idea de que seremos nosotros quienes realicen actos de violencia que dañen a otras personas.

Pero no se ponen a pensar que la falta de reacción al sufrimiento ajeno, la ausencia de empatía que se muestra en la vida real ante las personas que se encuentran mendigando en las calles, o ante las personas que son objeto de violencia de cualquier tipo, representa una faceta del mal contemporáneo porque se aproxima al comportamiento del psicópata que no siente ninguna emoción o sentimiento hacia las demás personas. Es una violencia pasiva que podría denominarse crueldad, porque muestran una gran insensibilidad hacia el dolor ajeno y con la indiferencia y pasividad colectiva se permite que los actos de maldad, injusticia y abusos sigan ocurriendo, porque la mayoría de las personas reaccionan ante las injusticias, sólo cuando son golpeadas en forma directa por ella.

En estos tiempos de grave crisis social donde la desigualdad social crece cada día más y millones de personas son empujadas a vivir en la pobreza y una inmensa mayoría vive en condiciones de austeridad extrema, la mayoría de las personas que vive en una creciente precariedad, vive su cotidianeidad como si estuviésemos en una sociedad donde todo es normal. Aceptan como natural lo inaceptable, lo anormal como normal, lo enfermo como algo sano, perciben como algo normal la existencia de la prostitución, muestran indiferencia a la violación de niños tanto por clérigos como por millonarios para satisfacer sus caprichos sexuales, padecen o conviven con personas que padecen de diferentes tipos de adicciones: al alcohol, a las drogas, al sexo, a la televisión, a la pornografía, al teléfono celular, a la ludopatía, etc.

Como la mayoría de las personas comparte estos comportamientos, piensan que sus comportamientos son normales y no se dan cuenta de que estamos ante evidencias claras de que vivimos en el contexto de una sociopatología, es decir, nos encontramos en el marco de una sociedad enferma que produce individuos moralmente insensibles, y son aquellas personas que no tienen ninguna consideración hacia el bienestar de otras personas, a quienes sólo les interesa su bienestar individual y no les importa el sufrimiento ajeno por lo que no aparece ningún atisbo de crítica a la situación de desigualdad social en la que vivimos y la existencia de este tipo de personas es la manifestación más evidente de la insensibilidad moral colectiva que se caracteriza por un tipo de comportamiento cruel, que raya en lo inhumano porque muestra una gran insensibilidad hacia el sufrimiento humano, es la ceguera moral que nos advirtió el sociólogo polaco Zygmunt Bauman y es el resultado del alto grado de individualismo que no contempla ninguna regulación moral.

En este contexto socio-histórico, nuestras vidas cotidianas se caracterizan por la familiarización con escenas de violencia que provienen de dos fuentes: una de ellas es a través de los medios masivos que proporcionan entretenimiento. A través de la televisión nos ofrecen una gran variedad de “entretenimiento” en forma de películas y series de televisión, en ambas el ingrediente principal que atrae más público es la violencia a la que se clasifica como “acción y aventuras”.

Los asesinatos sin motivo alguno son frecuentes, la promoción de la búsqueda de “dinero fácil” a través de la violencia es parte de un guion añejo, las escenas de prostitución y reducción de la mujer a objeto sexual, el uso del lenguaje vulgar y las escenas de asesinatos fríos que ocurren mientras se escucha música de fondo y se observa el rostro de placer del asesino mientras totrura o asesina, son realmente patéticas y causan una enorme daño psicológico en la audiencia porque se acostumbra a la violencia al grado de presentar ausencia de reacción a la misma, pero el mayor daño se presenta en menores de edad que han crecido teniendo la televisión a su lado e inclusive en sus propias recámaras. En estas condiciones surge una incapacidad para distinguir la violencia real de la violencia ficticia.

La otra fuente de familiarización de la violencia contemporánea que proviene de los medios masivos de información se presenta cuando se distorsiona la información que proporcionan en los noticieros y presentan un cuadro informativo que presenta la tendencia de dirigir un sentimiento de aceptación o de condena hacia la violencia que ocurre en la situación internacional. Lo vimos claramente al inicio de la guerra en Ucrania, cuando los medios masivos de información presentaron a Rusia como el mal encarnado, como “villano” de la película que invadió un pequeño país, violando su soberanía y asesinando soldados ucranianos de manera impune, creando una rusofobia en buena parte de la población mundial.

Millones de personas reaccionaron expresando solidaridad a Ucrania, poniendo la bandera de ese país en los muros de sus redes sociales y pidiendo “rezar por Ucrania”. Los medios masivos de información ocultaron que la guerra en Ucrania no comenzó el 24 de febrero del 2022, sino que en realidad comenzó en el 2014, cuando ocurrió un golpe de Estado financiado y apoyado por Estados Unidos que tenía planeado rodear de bases militares a Rusia en cada país con el que compartiera fronteras, para lanzar una ofensiva final y acabar con su eterno enemigo, al que muchos siguen confundiendo con un país soviético, comunista.

Estando a sólo meses de cumplir dos años de guerra, el conflicto de Ucrania ha pasado a segundo término en el interés de los medios masivos de información por el estallido del conflicto entre Israel y Palestina. Pero mucho antes de que fuera desplazado del centro de la atención, los medios masivos perdieron de manera progresiva su interés en mantener como tendencia central de sus contenidos la información sobre la guerra en Ucrania, por tres razones fundamentales.

La primera es que a pesar del apoyo financiero y militar de Estados Unidos y los países de la Unión Europea y la OTAN, Ucrania está perdiendo la guerra ante el impresionante poderío del ejército ruso que ha tenido la oportunidad de ser el primer país que utiliza la inteligencia militar en el uso de instrumentos bélicos en una guerra real, lo cual le ha dado una enorme superioridad militar.

La segunda razón es que a lo largo del conflicto, las mentiras se han debilitado ante las evidencias y el gobierno de Ucrania es exhibido como uno de los gobiernos más corruptos de la historia, al desviar grandes cantidades de dinero recibido por las potencias mundiales para los bolsillos de los funcionarios de gobierno y militares del ejército. Una muestra de esta corrupción la dio la propia esposa de Vlodomir Zelenzky en su reciente visita a Nueva York, porque mientras el Presidente de Ucrania se reunía con políticos y funcionarios de alto nivel del gobierno de Estados Unidos para solicitar (una vez más) mayor apoyo financiero y militar para “asegurar” su triunfo en la guerra que sostiene en contra de Rusia, la primera dama de Ucrania se paseó por las tiendas más lujosas de Nueva York en la cuales realizó compras de souvenirs y ropa de marca gastando más de un millón de dólares en tan sólo unas cuantas horas.

Una tercera razón por la que el interés sobre el conflicto entre Rusia y Ucrania disminuyó mucho antes del 7 de octubre cuando militantes del grupo Hamas invadieron territorio ocupado de Israel, es que la noticia dejó de ser noticia, provocó saturación de información y agotamiento informativo en millones de personas que perdieron interés en la guerra de Rusia contra Ucrania y siguen viviendo sus vidas en forma “normal”.

En este contexto estalla el conflicto entre Israel y Palestina y se repite de nuevo la historia, con la salvedad de que no estamos frente a una guerra entre dos ejércitos equipados por ambas partes. Lo que estamos observando es un nuevo nivel de un conflicto que tiene 75 años de origen, cuando la ONU decreta que el pueblo israelí se asiente en territorio palestino y a lo largo de todas estas décadas, los diferentes gobiernos israelíes han realizado una guerra de exterminio, en la que ha realizado el desalojo de asentamientos humanos del pueblo palestino para construir ciudades israelíes.

Durante todos estos años de violencia en contra del pueblo palestino, los medios masivos de información han mentido al mundo entero y han logrado que la población mundial se acostumbrara “al eterno conflicto entre israelíes y palestinos”, que en un sentido estricto ha consistido en una eterna matanza de hombres, mujeres, jóvenes y niños palestinos civiles, desarmados, por parte de un ejército que cuenta con el apoyo de Estados Unidos, moderna tecnología y equipo bélico de avanzada que se utiliza para reprimir, asesinar y detener a palestinos que usan piedras para defenderse de los tanques y fusiles de asalto del ejercito israelí.

Pero los medios manejan la versión de que el conflicto entre Israel y Palestina empezó el 7 de octubre con la incursión armada de centenares de militantes de Hamas al territorio ocupado por Israel y la violencia que cometieron en contra de soldados y ciudadanos israelíes se percibe como “una provocación violenta”, narrativa que se usa para justificar la excesiva violencia del Estado de Israel que en sólo tres semanas ha asesinado a más de 7,000 civiles palestinos, un 70% de ellos mujeres y niños, dentro de estos últimos se cuentan 3,000 niños asesinados.

Considerando que los medios masivos de información utilizan la mentira para distorsionar la realidad y presentar la versión del grupo hegemónico y que en todo conflicto bélico la primera baja es la verdad, para contrarrestar la manipulación social y posicionarse ante este conflicto cuya envergadura y rápido crecimiento al involucrarse terceras fuerzas, más allá de israelíes y palestinos, debemos partir de una premisa científica que consiste en la necesidad de ubicar todo comportamiento social en un contexto sociohistórico que nos permita comprender las motivaciones que dan origen a ese comportamiento.

En el caso del grupo Hamas, debemos tomar en cuenta que son hombres palestinos que vivieron su infancia y juventud en el contexto de una guerra constante y asimétrica en contra de su pueblo, muchos de ellos perdieron a sus familias a manos del ejército israelí, o ellos mismos fueron objeto de la violencia del Estado de Israel y el hecho de que decidieran formar un cuerpo armado se debe a que Palestina no tiene reconocimiento como Estado palestino, en consecuencia, no tiene ejército, ni armamento, su fuerza proviene de los integrantes de su pueblo.

El pueblo palestino ha vivido décadas de violencia del Estado Israelí al ser expulsados de sus casas, sufriendo destrucción de sus casas, padeciendo la expropiación de sus tierras y siendo objeto de interminables persecuciones. La violencia genera violencia y las intifadas (protestas colectivas del pueblo palestino), han sido consecuencia de décadas de opresión del Estado de Israel que se ha apropiado de más del 70% del territorio original de Palestina.

Con esta información queda claro que el conflicto entre Israel y Palestina no comenzó este 7 de octubre, si realmente queremos entenderlo debemos conocer su historia. Pero vivimos en una sociedad en la que prevalece la ignorancia y el desconocimiento de la historia es una expresión de ésta, por lo que se repiten los comportamientos que surgieron al inicio de la guerra entre Rusia y Ucrania: millones de personas en el mundo entero colocan la bandera de Israel en los muros de sus redes sociales y piden “orar por Israel” usando sus teléfonos celulares desde la comodidad de sus hogares.

Debemos tener presente que en una guerra, la primer baja es la verdad, porque la desinformación rodea el antes, durante y después del conflicto bélico. Primero, se oculta la verdad para justificar el inicio de la guerra, durante el desarrollo del conflicto, se utilizan varias armas y el uso de la mentira es una de ellas para reducir el apoyo que pueda recibir de otras partes, crear animadversión y desmoralizar al enemigo. Un ejemplo de falsas noticias fue la historia que recibió amplia difusión acerca de que Hammas decapitó a decenas de bebés en su incursión del 7 de octubre, pero luego se confirmó que fue una falsa noticia, pero el daño ya estaba hecho porque todavía hay gente que cree que esa historia es verdad.

Después del conflicto, se reescribe la historia con la versión del vencedor, la humanidad ha tenido muchos ejemplos de epistemicidios después de cada colonización en la que se elimina la historia y cultura del pueblo oprimido, para imponer la cultura del país opresor y en este caso nos encontramos con el colonialismo moderno de Israel que a lo largo de 75 años ha despojado durante a Palestina de más del 70% de su territorio original y ahora no sólo intenta expulsarlos de la franja de Gaza, tratándolos como subhumanos o en las palabras de Nathanyahu: “como animales”, sino que pretende exterminarlos como pueblo, para quedarse con la totalidad del terreno de lo que antes era Palestina, acción que justifican con la versión religiosa de que son “el pueblo elegido de Dios”.

Motivados por la distorsión de la información millones de personas son objeto de manipulación y proceden a participar en un “activismo de sofá” apoyando el ataque de Israel sobre la franja de Gaza, condenando a los militantes de Hamas, mostrando una indiferencia criminal sobre el hecho de que la respuesta de Israel es desproporcionada y se muestran como individuos moralmente insensibles al guardar silencio sobre los más de 7 mil palestinos asesinados en estos últimos 20 días, más de 3,000 víctimas fueron niños que fallecieron por los bombardeos de la aviación del ejército de Israel, que ha reaccionado a la incursión de Hamas con gran desproporcionalidad y ha dejado caer en Gaza una cantidad de bombas en territorio palestino que son el equivalente a la mitad de una bomba nuclear, mientras la ONU muestra una vez más parcialidad en su actuación, al limitarse a hacer un llamado al alto al fuego, un llamado que todos sabemos que no será escuchado por Israel ni Estados Unidos, que está involucrado en el conflicto al incorporar militares estadunidenses que sustituyen a militares israelíes que presentan un “desgaste psicológico”.

Mientras la maquinaria bélica cobra un gran número de víctimas por la asimetría de los contendientes, ya que Israel tiene reconocimiento como Estado, cuenta con un gran ejército y Palestina no es reconocido como Estado y no cuenta con ejército, por lo que no es una lucha entre iguales, Israel sigue bombardeando la franja de Gaza para preparar las condiciones y dar la orden de que sus tropas terrestres ingresen a un territorio palestino completamente destrozado, sin importarles el sufrimiento colectivo que provocan con sus ataques.

El mundo entero está viendo en vivo y en directo una guerra dispareja, en la que la mayor parte de los caídos son civiles, hombres, mujeres y niños que son víctimas de los ataques aéreos de la aviación israelí y ante este conflicto se observan dos tipos de reacciones en el mundo entero: Por un lado una gran cantidad de personas deja de reaccionar a los horrores de la guerra porque la cultura de masas nos ha adiaforizado, es decir, los medios masivos de difusión que presentan un exceso de violencia en sus contenidos, han provocado una retirada temporal y parcial de la sensibilidad colectiva, generando una actitud de aceptación de la violencia de una parte de la humanidad.

Por la manipulación de la información, la ignorancia colectiva y la ceguera moral, una gran parte de la humanidad ve con una indiferencia criminal el genocidio del pueblo palestino a manos del ejercito israelí que justifica el uso de una violencia desproporcionada con el argumento del derecho a su defensa, mientras deja caer bombas que destruyen edificios habitacionales, mezquitas, escuelas, hospitales y matan hombres mujeres niños, ancianos, porque las bombas no distinguen entre militantes de Hamas hombres, mujeres civiles o niños indefensos y acaban con la vida de todos los que estén cerca de donde caen las bombas.

Esta actitud de indiferencia social y de aceptación de la guerra como parte de la vida contemporánea, es un reflejo de la pérdida de nuestra capacidad para reaccionar ante la violencia y de una grave falta de empatía social hacia quienes son víctimas de ella. Esta insensibilidad e incapacidad para indignarse ante lo que suceda fuera de nuestro entorno individual, es el resultado de la adiaforización de la que somos objeto dentro del capitalismo.

La adiaforización es un término acuñado por Zygmunt Bauman que refiere a la “acción y efecto de hacer que un acto se vuelvan moralmente neutros o irrelevantes” y hoy en día la adiaforización se presenta como una tendencia a ubicar ciertos comportamientos humanos fuera del ámbito de la evaluación moral y se llega al extremo de considerar algunos actos sociales (incluida la corrupción, la violencia, el asesinato, etc.) como actos neutros que escapan de la clasificación moral de “buenos o malos”, “justos o injustos”, “morales o inmorales” y reflejan el grado de degradación humana al que llegamos en el contexto de la sociopatología capitalista. La adiaforización colectiva que padecemos en nuestra sociedad contemporánea, impide que se condene como algo injusto, inmoral los crímenes de guerra que el Estado de Israel está cometiendo en contra del pueblo palestino.



Pero no solo son los individuos quienes se muestran moralmente insensibles ante el genocidio del pueblo palestino a manos el Estado de Israel, son los gobiernos de los países que integran la ONU, la UE, la OTAN y otras organizaciones internacionales que en el caso de la guerra entre Rusia y Ucrania, tomaron partido a favor de Ucrania, condenaron públicamente la invasión de Rusia y participaron en los intentos de aislar comercialmente a ese país aplicando más de 3,000 sanciones comerciales, bloqueando su espacio aéreo a la aviación comercial rusa, por lo que el silencio que muestran hoy ante las graves violaciones a los derechos humanos por parte de Israel, muestran una falta de integridad moral y una grave contradicción entre el discurso y la acción.

La ignorancia colectiva hacia el hecho de que vivimos en un mundo globalizado en la que se ha creado una estrecha interdependencia entre todas las naciones del mundo, que aumenta el riesgo de expansión internacional del conflicto entre Israel y Palestina, impide también que se fije un posicionamiento sobre el mismo. Una señal de alarma es que a tan sólo 21 días de guerra entre Israel y Palestina, el conflicto se ha extendido hacia otras naciones, porque se han involucrado militarmente varias naciones: Estados Unidos, Siria y Líbano y ha despertado reacciones diplomáticas de otros países como Irán, Emiratos Árabes Unidos, Turquía, Rusia, etc.

El nivel desproporcionado en el uso de la fuerza militar de Israel y el alto número de muertes de civiles palestinos ha provocado el involucramiento de varias naciones por lo que crece la amenaza de ampliar la zona de guerra hacia otros países y llevar la zona de oriente medio a una guerra que no se limitará a ese espacio del mundo, sino que podría ser el inicio de una tercera guerra mundial que sólo provocaría una gran destrucción.

Por otro lado, nos encontramos con la ventaja del desarrollo tecnológico que permiten que las redes sociales rompan el cerco informativo que han creado los monopolios de los medios masivos de información, por lo que en estos momentos “un fantasma recorre el mundo entero”: es el fantasma de la indignación mundial por el genocidio palestino a manos del Estado Israelí. Se han presentado movilizaciones masivas en varias partes del mundo exigiendo un alto al fuego, pidiendo el reconocimiento a Palestina como un Estado, se ha expresado una condena internacional al bombardeo israelí y se pide un alto al genocidio del pueblo palestino.

Más de 30 ciudades en Estados Unidos, en París, en Estambul, en México, Italia y prácticamente en todo el mundo, un amplio sector de la población está exigiendo que la ONU convoque a una reunión que exija un alto al fuego, por el cese al cerco que impide llevar ayuda humanitaria al pueblo palestino de la franja de Gaza, por la anulación de la expulsión masiva del pueblo palestino y que inicien negociaciones para encontrar una solución que detenga el fuego del ejército israelí, haga retroceder el colonialismo de territorio palestino, se reconozca a Palestina como un Estado y se logren acuerdos de paz. Lo que más resalta es que en el mismo corazón de Israel, un gran número de habitantes de ese país, se han movilizado exigiendo el alto al fuego en contra del pueblo palestino y la dimisión de Benjamín Netanyahu.

Estas movilizaciones representan un alimento a la esperanza de que la humanidad no ha perdido su condición humana, es decir, que gran parte de la población mundial todavía es capaz de experimentar sentimientos de solidaridad con el oprimido, de exigir justicia cuando se cometen actos injustos, de empatizar con el dolor ajeno. Pero sobre todo de tener presente que actuando en forma colectiva, unida y organizada, los pueblos pueden detener a uno de los ejércitos más fuertes del mundo y echar abajo a los dirigentes de los Estados totalitarios que ven en las guerras el negocio que les reditúa mayores ganancias, al aliarse con las grandes corporaciones transnacionales que se dedican a la producción de armamentos.

Hemos llegado a un punto en el que las armas deben ser silenciadas, para privilegiar el uso del diálogo y de la negociación, para lograr un cese total y definitivo al fuego entre ambas partes y que los gobiernos realicen recortes militares y aumenten el presupuesto de gasto social. Tenemos que aprender el arte de vivir con las diferencias, aceptar que es posible beneficiarnos unos de otros con nuestras diferencias.

Si no hay respuesta a la demanda internacional de alto al fuego, exijamos a nuestros gobiernos realmente nos representen en este conflicto rompiendo relaciones diplomáticas con Israel, que apliquen sanciones comerciales contra ese país como lo hicieron en forma unida en contra de Rusia, que bloqueen comercialmente al Estado genocida, como lo ha hecho Estados Unidos en contra del pueblo cubano durante varias décadas, que apliquen éstas y otras sanciones mientras sigan persistan en seguir cometiendo un genocidio en contra del pueblo palestino,

El futuro de la humanidad se decide en Oriente medio, de la movilización internacional depende que continúe la matanza de civiles, se expanda el conflicto con el involucramiento de otros países, regresemos a un estado de barbarie y entremos a una espiral de destrucción sin límites, o que avancemos garantizando la paz en esa región utilizando la mediación y el diálogo para que se logre justicia para ambas partes y una condición ineludible para lograr la paz es la creación de un Estado laico y democrático, la creación de una sola Palestina que contemple en igualdad de circunstancias los derechos del pueblo árabe y del pueblo judío, en todo el territorio de Palestina y el enjuiciamiento a quienes cometieron crímenes de lesa humanidad.

Lograr esto no es un sueño imposible, si cada persona tuviera consciencia de que realizando una pequeña acción en forma organizada y unida con millones de personas, podríamos lograr grandes cambios en el mundo entero y el día de hoy la prioridad es detener el genocidio del pueblo palestino a manos del Estado de Israel y parar el ritmo vertiginoso de la espiral que conduce a la internacionalización del conflicto.

Finalmente, debo decir que debemos terminar con la ceguera moral que nos hace ver como parte natural de nuestras vidas cotidianas la presencia de guerras, la explotación humana, la destrucción de la naturaleza, la creación de campos de concentración, de muros que nos separan en el contexto de una globalización que nos une cada vez más. Debemos recuperar nuestra capacidad de ejercer la crítica social y terminar con la “época de diletantes” en la que existe un dominio de los mediocres que tienen capacidad para silenciar a las personas que alzan la voz con argumentos para cuestionar la forma en que nos gobiernan.


Yescas, Oscar: Israel y Palestina: ¿diálogo para lograr la paz o barbarie global?

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