miércoles, 6 de mayo de 2020


El compromiso social del trabajador intelectual
Oscar Yescas Domínguez
6 de mayo de 2,020

A manera de prólogo:
Este artículo está dirigido a todo el público en general, así que el título no debe desanimar a algún potencial lector que crea que es un artículo escrito sólo para intelectuales, parto de la premisa de que el conocimiento científico debe socializarse y compartirse con la mayor cantidad de gente posible. Está escrito con un estilo de redacción que permita que cualquier persona pueda leerlo sin dificultad alguna, pero sí debo decir que lo escribí teniendo en mente dos objetivos: Primero: invitar a los trabajadores intelectuales (trabajadores de la educación, científicos, académicos universitarios, investigadores, activistas sociales y profesionistas en general)  a generar un cambio de actitud en el sentido de demostrar mayor compromiso social en el momento histórico que nos tocó vivir y segundo: contribuir al proceso de empoderamiento individual y grupal de los integrantes de nuestras comunidades sociales al crear las condiciones para generar consciencia de la situación histórica que estamos viviendo, argumentando nuestra condición de sujetos sociales históricos, para que podamos contribuir a hacer realidad el lema Juntos hacemos historia y ligando la teoría con la práctica podamos construir una realidad más justa, donde predomine la democracia realmente participativa y predomine la igualdad social.

La profecía de Umberto Eco hecha realidad
Cada día recibimos un verdadero tsunami de noticias debido a la dinámica de cambios sociales en la que nos encontramos inmersos, este alud de noticias en plena era de la información genera un ambiente de incertidumbre y en forma paradójica un incremento de la ignorancia colectiva en tiempos de la era de la información.
Este incremento se da debido a cada día se reduce el tiempo promedio de atención que prestamos a la información que nos llega, dejando como resultado que tengamos la sensación de que sabemos de todo cuando en realidad lo ignoramos, ya que miramos una nota informativa leemos su encabezado y pasamos a la siguiente nota sin preocuparnos de leer el contenido de la misma o cuando mucho, leemos un par de párrafos y abandonamos la lectura y con sólo mover nuestro dedo pasamos a otra nota informativa. De esta manera llegamos a estar en una condición en la que sólo tenemos una ligera noción de los acontecimientos sociales que suceden en el momento histórico que vivimos y de igual forma de varios temas, sólo porque dimos un vistazo a su encabezado, pero en verdad no tenemos el conocimiento real del tema.
Mientras esto sucede en tiempos en los que predomina la incertidumbre, la confusión y todo cambia repetidamente, cada vez es más claro que los grandes medios masivos de difusión sirven a intereses de los grupos de poder económico ya que tienden a distorsionar los hechos acontecidos en nuestra realidad inmediata para influir en la “opinión pública” en un intento de generar actitudes de conformismo social que favorezcan a los intereses de los grupos que tienen el poder económico.
En esta mitad del 2,020 lo estamos viendo con claridad la guerra sucia que la derecha y los grupos de poder económico están realizando en contra del gobierno legítimo de Andrés Manuel López Obrador, intentando crear un clima de inestabilidad social con la intención de recuperar el poder político y seguir saqueando los recursos de nuestra nación. La crisis sanitaria que ha creado la expansión del covid-19 ha sido el pretexto mayor para cuestionar al nuevo gobierno intentando lograr una inestabilidad social, pero no les ha funcionado.
El desarrollo tecnológico ha cambiado nuestras condiciones de vida, sobre todo la telefonía celular y las redes sociales que han convertido a cada poseedor de un celular en un potencial periodista o informador social que cree que puede interactuar como analista político, experto en feminismo, en Psicología social, en epidemiología, etc., opinando y siente que tiene la autoridad para opinar sobre cualquier tema externando ideas sin procesarlas previamente, llegando al extremo de vomitar palabras en ideas inconexas, aderezadas con epítetos peyorativos, descalificando apriori las respuestas que recibe y que difieren con su forma de pesar.
Lo vemos en la cotidianeidad de la crisis sanitaria que nos obliga al confinamiento social ya que el tiempo dedicado a estar en redes sociales ha aumentado considerablemente. Sucede un hecho de importancia pública y se escriben en redes sociales un alud de opiniones de quienes están conectados.
Todo esto nos recuerda la afirmación que hizo Umberto Eco “internet da voz a una legión de idiotas” y lo podemos comprobar al encontramos con opiniones sin fundamento alguno, con expresiones de intolerancia, racismo, xenofobia, machismo, etc. Algo en verdad lamentable porque las redes sociales nos servirían para dialogar y mejorar nuestra comunicación. Pero esto no sucede porque el intercambio de impresiones y opiniones degenera en intercambio de insultos y el diálogo no sucede, porque el verdadero diálogo sucede cuando las personas que piensan de manera diferente pueden intercambiar sus pensamientos con absoluto respeto entre sí y utilizando argumentos en sus intervenciones. Es decir, no importa que tengamos diferente percepción de una misma situación, mientras exista el respeto y la cortesía en el diálogo y se utilicen argumentos, podremos crecer juntos en el conocimiento mutuo que tengamos sobre determinado tema, aprendiendo unos de otros, porque nadie tiene la verdad absoluta y de esta manera podríamos llegar a consensos.
¿Quiénes pueden hablar con propiedad y conocimiento acerca de nuestra realidad social tan compleja que nos tocó vivir? Creo que todos tenemos el derecho de expresar con libertad nuestra forma de pensar y podemos tener una opinión personal acerca del mundo que vivimos, pero para tener una opinión objetiva y poder lograr una comprensión mayor en la percepción de nuestra realidad de forma tal que logremos construir puentes de comunicación y podamos coincidir no sólo en la forma de abordarla y describirla, sino también en la necesidad de su transformación, debemos utilizar argumentos que provengan del conocimiento científico y que fundamenten nuestras posturas, no con la intención de “ganar el debate”, porque no estamos en una competencia, al menos esa es mi postura personal, sino más bien con la meta de contribuir con nuestro grano de arena en la transformación de la realidad social haciendo valer el lema “Juntos hacemos historia”.
De lo que se trata es de generar consensos y no disensos en momentos de crisis social que obliga a construir vínculos de colaboración y en ese sentido el conocimiento científico que nos aportan las ciencias sociales nos permite construir ese diálogo que necesitamos aún cuando partamos de posturas diferentes sobre un tema específico que estemos analizando, precisamente porque la educación nos permite lograr lo que se concibe como la meta final de la humanidad: generar un conocimiento de la realidad social y compartir ese conocimiento con los demás para lograr la transformación de la realidad social, en un proceso colectivo de construcción de una mejor realidad donde predomine la democracia, la justicia y la igualdad social.
En momentos en los que el espectro del autoritarismo recorre el mundo entero, se necesitan escuchar voces con autoridad moral que puedan disminuir la incertidumbre que genera el caos en nuestra sociedad. Esta autoridad moral es de tipo intelectual, y es aquí donde adquiere importancia la contribución de las ciencias sociales que de manera conjunta aportan desde diferentes disciplinas el material necesario para la construcción de un verdadero conocimiento científico que ayude a clarificar nuestras ideas sobre los problemas que estamos atravesando. Las ciencias sociales surgieron en algún momento histórico determinado como disciplinas de ayuda para resolver problemas sociales. La teoría se nutre de la práctica y la práctica retroalimenta la teoría. La teoría nos sirve en estos momentos de grandes cambios sociales provocados por la participación social en movimientos colectivos, para generar cambios planeados que permitan consolidar un proceso de transformación social. ¿Quiénes manejan la teoría?
Es en este punto cuando surge la importancia de la participación social de los trabajadores intelectuales, ya sea los trabajadores de la educación o profesionistas que lograron el dominio en el uso del método científico, en la discusión colectiva de los problemas locales, nacionales o globales que afectan nuestra vida privada y pública.
La realidad contemporánea es compleja porque la globalización ha convertido nuestra realidad en una realidad mundial, inmersa en una dinámica de cambios sociales constantes y necesitamos cambiar los enfoques localistas y dejar de estar adaptándonos a los cambios sociales para asumir un rol participativo en el proceso de construcción de nuestra identidad como sujetos históricos que construimos la historia en forma consciente decidiendo con nuestra participación social el rumbo que tendrá la misma, es decir, construir el mundo que queremos y deseamos para nosotros y para las siguientes generaciones.

¿Quién es el trabajador intelectual?
En una sociedad en crisis como la que estamos viviendo en la que existe un permanente crecimiento de una enorme desigualdad social, se presentan una serie de violaciones a los derechos laborales, humanos y sociales. Uno de estos derechos que son violados para una inmensa mayoría de la población es el derecho a la educación. La aplicación de políticas neoliberales ha intentado privatizar todos los derechos sociales y las prestaciones que otorga el Estado a sus ciudadanos.
Por ese motivo, en los últimos años la educación pública ha sufrido intentos de destrucción y reducción de múltiples formas en diferentes países. En el caso de México, durante el sexenio de Enrique Peña Nieto se intentó aplicar una Reforma educativa que en realidad era una reforma laboral y atentaba contra los intereses de los trabajadores de la educación. La combatividad de miles de maestros mexicanos impidió que se aprobara dicha ley, aún a pesar del despido masivo de maestros, algunos muertos y cientos de heridos.
Sin embargo, se logró convertir a las Universidades públicas que antes tenían un compromiso social y estaban vinculadas a la comunidad, en Universidades-empresas que forman cuadros de profesionistas preparados para atender las necesidades de las empresas privadas y cambió su función social dejando de lado la atención de las necesidades de las comunidades. Hoy en día el concepto de vinculación social que predomina en la mayoría de las universidades, es la vinculación Universidad y empresas.
La desigualdad social impide cada vez más que nuestras juventudes ingresen a las universidades, por motivos económicos o por filtros que reducen el ingreso miles de jóvenes que ven violado su derecho a la educación. Por estos motivos son contados los jóvenes que logran acceder a los recintos universitarios a estudiar una profesión, es más reducido el número de estudiantes que logran terminar sus estudios y mucho menor todavía el número de egresados de las universidades públicas que logran encontrar trabajo relacionados con la profesión o disciplina en la que fueron formados.
La mayoría de la población se encuentra en una lucha diaria por sobrevivir enfrentando cotidianamente condiciones de marginación, explotación y exclusión social. Un inmenso porcentaje de la ciudadanía no posee el hábito de la lectura y una gran mayoría de estudiantes universitarios sabe leer pero no sabe estudiar, es decir, no analiza, no reflexiona sobre sus lecturas, solo intenta memorizar para dar la respuesta correcta a sus maestros y si logra terminar sus estudios, no tendrá la capacidad suficiente para ejercer su profesión, porque no aprendió a pensar por su propia cuenta
El desarrollo tecnológico ha contribuido a afectar el hábito de la lectura porque las nuevas generaciones prefieren invertir tiempo en “estar conectado” en redes sociales a leer un buen libro o a estudiar.
Bajo estas condiciones sociales deberíamos responder a la pregunta ¿Quién puede ser un trabajador intelectual? La representación social común que el ciudadano promedio se hace acerca del intelectual consiste en construir una imagen de alguien que por motivos de trabajo o decisión personal dedica la mayor parte de su tiempo a la lectura de libros, que tiene poco contacto social y (no siempre) se dedica a la redacción y publicación de artículos y libros.
Según el filósofo griego Cornelius Castoriadis el intelectual “Es o son aquellos que cualquiera que sea su oficio procuran rebasar su esfera de especialización y se interesan activamente en lo que acontece en su sociedad. Son aquellos que merced al uso de la palabra y la formulación explícita de ideas generales, pudieron intentar influir sobre la evolución de la sociedad y el curso de la historia”.
En mi opinión personal creo que un intelectual puede ser cualquier persona que se dedique con pasión a la lectura de libros de literatura y ciencia, que intente reflejar ese conocimiento aplicándolo en cambios en su comportamiento individual y reflejarlo en la realidad inmediata que vive y sobre todo que intente vincularse con los problemas sociales que rodean su comunidad al desarrollar una identidad como sujeto social con historicidad, es decir, con capacidad para contribuir a transformar la realidad social mediante su participación en movimientos colectivos 
De manera específica, desde mi opinión, son trabajadores intelectuales aquellos académicos, docentes, investigadores, científicos y profesionistas que realizamos un trabajo intelectual y que comparten como objeto de estudio la realidad social con todos los problemas sociales que presenta y estudia el comportamiento humano en sus múltiples expresiones y sobre todo que hacemos labores de difusión del conocimiento científico para contribuir a un empoderamiento comunitario.

La ausencia de los trabajadores intelectuales en nuestra vida cotidiana
Vivimos tiempos difíciles, el momento histórico que nos tocó vivir se caracteriza por encontrarnos en una sociedad en crisis permanente. Enfrentamos diversos problemas en cada día, el autoritarismo sigue invadiendo nuestra vida cotidiana, la desigualdad persiste, la frustración de millones de personas les empuja a generar adicciones (al alcohol, al tabaco, a las drogas, a la tv, al sexo, ludopatía, etc.) o a incurrir en comportamientos delictivos o antisociales. El despojo de nuestros derechos por parte del poder corporativo que impone políticas neoliberales continúa y se producen protestas colectivas que surgen como llamaradas de inconformidad, pero son como el “mar de fueguitos” que nos decía Eduardo Galeano, esos fueguitos arden con gran intensidad, pero se acaban al poco tiempo. Los vemos en el día internacional de la mujer, en el primero de mayo o en cualquier violación masiva de derechos humanos, laborales o sociales.
Vivimos una época de incertidumbre social, de inseguridad y de ignorancia colectiva en el contexto de la sociedad de la información. En los años setenta los jóvenes de aquella época luchábamos por el derecho a la información, hoy tenemos un tsunami de información todos los días, parece que es peor el exceso de información que la falta de la misma. 
 Se necesita una orientación social, para entender qué es lo que está pasando, todo mundo opina pero la mayoría de las opiniones están basadas en la desinformación. Se necesita escuchar voces autorizadas que ayuden a entender qué es lo que está pasando y esas voces autorizadas son de aquellas personas que a diferencia de una inmensa mayoría tuvieron la oportunidad de acceder al conocimiento científico, que manejan una metodología científica que bien empleado nos ayudaría a analizar con mayor claridad los problemas sociales que estamos enfrentando y poder encontrar alternativas de solución a dichos problemas. Es decir, necesitamos que se escuche la voz de los intelectuales.

El Club de los privilegiados
Pero aquí enfrentamos un gran problema, el mismo filósofo griego Cornelius Castoriadis nos comenta que “un fantasma recorre el mundo de los intelectuales: el espectro del autoritarismo”. Esto lo podemos confirmar cuando vemos hoy en día que los trabajadores intelectuales (académicos universitarios, investigadores, científicos sociales, etc.), han dejado a un lado la crítica social, ignoran la problemática social, no la relacionan con su trabajo como docente y perciben el acceso al conocimiento científico como una forma de mejorar su situación personal elevando su nivel académico estudiando Maestrías y Doctorados, motivados por ambiciones personales de mejorar sus ingresos económicos y en ningún momento se plantean la posibilidad de utilizar sus conocimientos para compartirlos con la comunidad y contribuir al cambio social porque no existe un ingrediente fundamental: el compromiso social.
En base a mis 33 años de experiencia como profesor-investigador de tiempo completo en la Universidad de Sonora, puedo confirmar que una gran mayoría de académicos universitarios exhiben una ausencia de compromiso social y de ética en el marco de la crisis que experimenta nuestra sociedad contemporánea. Algunos académicos se especializan tanto que se convierten en especialistas enajenados por perderse en reduccionismos científicos y no contemplar la perspectiva sistémica en sus investigaciones.
El intelectual comprometido del siglo pasado con gran compromiso social y utilizando la crítica social tanto dentro como fuera del salón de clase pertenece a una especie que tiende a desaparecer y en su lugar emergen o se transforman en intelectuales más especializados, que actúan y trabajan con bajo perfil social, sin externar su opinión profesional sobre los problemas sociales,  mientras la desigualdad social y la crisis de nuestra sociedad aumenta cada día y con ella, aumenta el sufrimiento colectivo de quienes pasan a vivir en condiciones de precariedad.
Puedo afirmar que en el caso de Psicología en la Universidad de Sonora se extingue en los alumnos desde su ingreso su original motivación de estudiar Psicología “para ayudar a los demás”, por otro tipo de motivación “la de ser investigadores” de temas sin relevancia social y ejercer sin ningún compromiso social. Se ha llegado al punto de pensar que los intelectuales son una clase aparte del resto de ciudadanos, pero en la realidad contemporánea el uso y manejo del conocimiento no garantiza el acceso al poder.

La función social de los trabajadores intelectuales
Para comprender la función social de los trabajadores intelectuales, debemos contextualizar el momento histórico que nos tocó vivir que es el de una sociedad inmersa en una crisis económica, política, ecológica y sanitaria. Una sociedad que se caracteriza por tener un sistema económico y político que genera una enorme desigualdad social que viola derechos humanos, laborales y sociales, al mismo tiempo que provoca una explotación irracional de los recursos naturales creando verdaderos ecocidios. Los trabajadores intelectuales realizan sus funciones en este contexto de crisis y desigualdad social y por lo mismo, de manera inevitable llega el momento en el que en sus funciones se enfrentan a la disyuntiva de elegir entre dos opciones.
La primera opción es actuar como funcionarios del consenso, intentando crear un consenso de aceptación y adaptación social con quienes trabajan, actuando como técnicos del saber práctico, individualizando los problemas sociales y contribuyendo con su accionar a mantener el control social en esta sociedad en crisis.
La segunda opción es actuar en este contexto de crisis como un verdadero agente de cambio social, creando consciencia entre las personas con las que trabaja, estimulando el desarrollo de un pensamiento autónomo, utilizando la crítica social para formar otros agentes de cambio social que permitan la transformación de esta sociedad inmersa en una crisis permanente, en otra sociedad donde exista homeostasis social basada en el ejercicio de la democracia participativa, la prevalencia de la justicia y la existencia de igualdad social.
Para lograr lo anterior debemos tomar en cuenta que dentro de las creaciones humanas hay una que no debemos olvidar y mantener siempre presente: nuestra capacidad de cuestionar, de criticar, de razonar, de dialogar con fundamentos científicos, filosóficos y políticos. Como dice el filósofo griego Cornelius Castoriadis: “esto significa que la historia no es hecha por Dios”, la historia es una creación humana y podemos cambiar el rumbo de la historia, creando nuevas instituciones que contribuyan a rescatar el bienestar social perdido por la implementación de políticas neoliberales que sólo han dado como resultado el surgimiento de un nuevo poder: el poder corporativo. 
Hoy en día, la tecnología nos permite la autoeducación, podemos usar internet y redes sociales para estudiar cualquier disciplina, materia o tema, en estas condiciones debe quedar claro que la ignorancia es una cuestión de elección personal, porque la vivimos en la era de la información. Si comprendemos esto nos situaremos como autores críticos y contribuiremos a que el mundo sea de otro modo muy diferente a lo que es hoy.

Vivimos una época de conformismo generalizado en todas las esferas de la vida social, debemos empezar por utilizar la capacidad que tiene la sociedad de cuestionarse a sí misma. La capacidad de crítica contiene la idea de autonomía, de crítica y autocrítica y esta creación propia de los seres humanos nos permite construir la democracia. Una sociedad democrática es una sociedad autónoma y no puede existir una sociedad autónoma sin individuos autónomos, es decir, sin individuos que tengan un pensamiento autónomo, pensamiento propio, que piensen por su cuenta y no se limiten a repetir lo que otros dicen.
La participación del trabajador intelectual en los movimientos sociales debe incluir el compartir el conocimiento científico, con las comunidades, con los docentes y activistas sociales, asumiendo una actitud de humildad y partiendo de que el intelectual es sólo otro ciudadano más participando socialmente y sobre todo que sus conocimientos no lo colocan encima del resto de la sociedad. De esta forma, el intelectual puede ser objeto de crítica y retroalimentación al recibir las opiniones de los demás en un proceso de enriquecimiento práctico y teórico.
El intelectual con compromiso social debe utilizar un lenguaje accesible para la mayoría, de tal forma que sus planteamientos teóricos puedan ser comprendidos por personas que no tuvieron oportunidad de realizar estudios universitarios. A esto se llama socializar el conocimiento científico.
Los trabajadores intelectuales debemos desarrollar nuevas habilidades, una de ellas es aprender a hablar en diferentes niveles y con diferentes auditorios.
La labor del intelectual es impulsar un proyecto contrahegemónico, de tal forma que debemos comprender y explicar como son construidos los proyectos hegemónicos y cómo surgen y se mantienen las posiciones dominantes. Debemos aprender a utilizar todos los recursos que la tecnología pone a nuestra disposición, internet, redes sociales, Twitter, Whatsapp, Zoom, etc.
La función social del intelectual debe ayudar a construir comunidades o espacios democráticos en nuestra vida cotidiana, estimular la participación individual en asuntos públicos. Clarificar el vínculo entre lo personal y lo político, enseñar cómo las políticas públicas afectan las vidas privadas y de ahí motivar a incrementar la participación en política en los miembros de nuestras comunidades. En el salón de clase, en asambleas sindicales, en la creación de organizaciones civiles y representantes de colonias.
Estos espacios nos permiten intervenir en diferentes aspectos de nuestra vida cotidiana, ya que no podemos ser críticos de una realidad si actuamos como si nada sucediese en la vida cotidiana. Debemos romper con la acriticidad de la vida cotidiana que logra que la mayoría de las personas vean como algo “normal” sus condiciones de opresión y sometimiento.
Los intelectuales debemos tener presente lo que dijo Carlos Marx: nuestra tarea no se limita a comprender nuestra realidad, nuestro compromiso social implica contribuir a la transformación del mundo.
Los trabajadores intelectuales debemos evitar pensar que podemos encontrar la verdad de la sociedad en la teoría y no en el movimiento efectivo de la actividad de los integrantes de esa sociedad. Debemos privilegiar el aspecto creativo del movimiento histórico, salir del encierro teórico y participar e incorporarnos a los movimientos sociales actuando como un ciudadano más y no como un ser privilegiado.
Nuestra función como trabajadores intelectuales es describir la realidad en forma crítica, tomando en cuenta que el mundo no es un libro de texto, nosotros los intelectuales hacemos libros de texto sobre la realidad, pero la realidad es cambiante y no basta con escribir libros, se necesita promover la identidad de agentes de cambio social en cada ciudadano. Debemos tomar como punto de partida que estamos en una sociedad en crisis, una crisis que afecta a millones de personas, cuyas vidas están siendo destruidas.
Si los trabajadores intelectuales no describimos en forma crítica esta realidad y los efectos de la desigualdad social, estaremos actuando de forma tal que contribuiremos a reproducir la dominación y subordinación que permite el control social en favor de los grupos de poder.
Nuestra tarea como intelectuales y docentes es enseñar cómo actuar en el contexto de una sociedad en crisis, visibilizando las acciones de lucha social para impulsar el empoderamiento de los ciudadanos y que puedan tener confianza en sí mismos y la seguridad de que el mundo puede ser transformado si se actúa en forma colectiva, organizada y unida.
Debemos actuar de tal forma que enseñemos que la historia de la humanidad no se limita a hechos del pasado, sino que la historia es también lo que se está haciendo o sucediendo el día de hoy y que con nuestra participación social podemos construir la historia del día de mañana. Es decir, juntos, todos los días estamos haciendo historia.
La responsabilidad de los trabajadores intelectuales es rescatar los espacios públicos, defender los espacios públicos porque son el contexto donde surge la democracia. El neoliberalismo ha privatizado los espacios públicos y nos sumergió en el ámbito de los privado y buscando la desaparición de los espacios públicos para evitar las discusiones públicas que son la base de la democracia.
Los trabajadores intelectuales debemos unir el pensamiento crítico con la acción colectiva, la responsabilidad social, el conocimiento y el poder para sumar esfuerzos en la transformación de esta sociedad donde predomina la desigualdad. A los intelectuales sobre todo académicos nos hace falta lo que decía Ignacio Martín-Baró cuando criticaba la Psicología social norteamericana aplicada en latino américa en la década de los setentas: "un baño de realidad", dejar nuestras poses de divas académicas y bajar de la nube del teoricismo para aplicar la teoría en la práctica. Como decía Kurt Lewin "nada hay más práctico que una buena teoría".
Los intelectuales tenemos la enorme responsabilidad de oponernos a la implementación de políticas neoliberales y a todo acto de autoritarismo provenga de donde provenga, construyendo espacios democráticos donde se promueva la cultura política en nuestra vida cotidiana.
Los intelectuales comprometidos socialmente necesitamos un vocabulario nuevo para enlazar la esperanza, la participación social, y la exigencia de democracia. Con este nuevo vocabulario nos permitirá desarrollar una forma de leer de manera crítica y nos permitirá involucrarnos con los movimientos sociales que buscan lograr un cambio social.
Los académicos e intelectuales tenemos la enorme responsabilidad de oponernos al neoliberalismo trayendo de vuelta la discusión sobre lo público. Es necesario traer de vuelta la cultura política democrática al quehacer diario.

Castoriadis, Cornelius: El intelectual como ciudadano
Yescas, Oscar: En defensa de la Universidad Pública y de una educación emancipadora 29 julio 2,015

Yescas, Oscar: El Maestro luchando también está enseñando
25 de mayo del 2,016

Yescas, Oscar: Universidad empresa o Universidad pública. El dilema en la Unison 25 abril 2,014

Yescas, Oscar: Reflexiones sobre educación y juventud actual. 11 de julio del 2,013

Yescas, Oscar: El Club de los privilegiados 29 de julio del 2,018

2 comentarios:

  1. Muy apreciado y respetado intelectual Yescas: ha Sido muy placentero leer su valiosa publicación del año pasado y vigente por algunos más, le invito a que se sume a impartir "Introducción a las Ciencias sociales" a estudiantes de 1er. Semestre, si no lo hace (yo le digo como), al menos ésta será una lectura de análisis obligada para mis alumnos. Mil gracias por su valiosisimo esfuerzo e ideas que comparto (excepto la del nuevo vocabulario).

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  2. muy interesante-colega-tocayo!!!

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