The
angry horn
Oscar
Yescas Domínguez
5
marzo 2,018
Es
difícil
Es realmente difícil, cada día lo es más el conducir por las calles de nuestra ciudad, cada vez está más lejana aquella grata sensación que producía conducir un vehículo en buen estado por las avenidas principales de nuestra ciudad.
Es difícil porque no falta que se nos cruce en nuestro camino algún palurdo que te avienta el vehículo cuando cambia de carril sin avisar previamente. Al parecer un gran número de conductores ignora para que existen y por qué motivo fueron diseñadas las luces direccionales de los automóviles.
Es realmente difícil, cada día lo es más el conducir por las calles de nuestra ciudad, cada vez está más lejana aquella grata sensación que producía conducir un vehículo en buen estado por las avenidas principales de nuestra ciudad.
Es difícil porque no falta que se nos cruce en nuestro camino algún palurdo que te avienta el vehículo cuando cambia de carril sin avisar previamente. Al parecer un gran número de conductores ignora para que existen y por qué motivo fueron diseñadas las luces direccionales de los automóviles.
En sus cabezas no existe relación alguna de la necesidad de encender la luz direccional para avisar a los demás conductores que va a a cambiar de carril, o que girará en tal o cual sentido. Simplemente se avientan como “el borras” esperando que el otro se haga a un lado para que quepa su vehículo.
Tampoco falta aquel otro palurdo que va circulando lentamente por el carril de alta velocidad entorpeciendo el tráfico y aumentando la posibilidad de provocar algún accidente. Un buen número de conductores de nuestra ciudad ignora que existe un carril de alta velocidad (el izquierdo) en el cual puede uno conducir a la velocidad promedio establecida y que el carril de la derecha es para conducir a baja velocidad para aquellos que no tiene prisa.
Es difícil disfrutar el conducir por nuestras calles porque se encuentra en forma frecuente automóviles viejos y en mal estado que circulan en forma ilegal sin portar placa alguna. Son los llamados “carros chocolates” considerados basura en Estados Unidos y que en lugar de destruirlos son traídos de contrabando a nuestro país.
El problema con este tipo de automóviles es diverso, por un lado, son autos a los cuales no se les da mantenimiento por lo que circulan como locomotoras emitiendo una gran cantidad de humo por sus tubos de escape, contaminando el aire y poniendo en riesgo nuestra salud.
Además de lo anterior, la mayoría de los conductores de este tipo de vehículos no recibieron cursos de manejo ni tampoco de reglamento y leyes de tránsito, por lo que circulan con un total desconocimiento de como conducir con responsabilidad social.
Es difícil, porque si se produce un accidente con algún auto de este tipo, el conductor del mismo puede darse a la fuga sin problema de identificación alguna, evadiendo su responsabilidad en el pago de daños materiales o su responsabilidad penal en caso de heridos o víctimas fatales.
Es difícil, realmente difícil conducir por nuestras calles cuando se observa que el respeto, la cortesía y la amabilidad están ausentes en la mayoría de los conductores. Soy norteño de nacimiento, mucho más norteño de quienes nacieron aquí en la capital de Sonora ya que nací en Cananea, que está ubicada más al norte de nuestra ciudad.
Digo lo anterior para que no me tomen a mal lo que voy a decir a continuación: en ninguna ciudad he visto tanta agresividad, tanta grosería, tanta falta de respeto a los demás, como la que observo en una gran parte de conductores de esta hermosa ciudad.
Es difícil, realmente difícil disfrutar lo que antes me proporcionaba tanto placer: manejar mi automóvil. Diariamente toco la bocina de mi claxon en varias ocasiones, para reclamar a quien se mete en mi carril sin avisar, para despertar al conductor de adelante que no avanza cuando el semáforo se pone en verde, porque está texteando en su teléfono celular, para llamar la atención al vehículo que circula a mi lado y que invade ocasionalmente el carril por donde conduzco acercándose peligrosamente a mi vehículo, etc.
Tengo un amigo estadunidense Ronald Griffin, conductor de trailers en su país, que me bautizó con el mote de angry horn (claxon enojado), porque una vez que vino a visitarme observó y contó las veces que toqué el claxon mientras conducía.
Es difícil, cada día lo es más ver con impotencia la total impunidad con la que se violan las leyes de tránsito en nuestra ciudad. Cualquiera podría preguntar: ¿Y la policía de tránsito de Hermosillo? Yo les respondería: buena pregunta y agregaría otras más: ¿Dónde están?, ¿Qué hacen?
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