viernes, 9 de diciembre de 2022

 

De la guerra fría a la guerra comercial

(Parte dos del libro La totalitaria Mano invisible del Mercado)

Oscar Yescas Domínguez

09/diciembre/2022

Después de que terminó la segunda guerra mundial, la humanidad se dividió en dos grandes bloques conocidos como Este y Oeste: por un lado, se encontraba el bloque capitalista encabezado por Estados Unidos y con gran influencia en Europa occidental. Por el otro lado quedó el bloque socialista, representado por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y con gran influencia en Europa del Este. Estados Unidos y la URSS se desarrollaron como grandes potencias mundiales que representaban sistemas económicos y políticos totalmente diferentes que los enfrentaban entre sí, por lo que surgió una rivalidad que le dio un carácter bipolar al nuevo orden mundial que surgió en la postguerra.

Detrás de la aparente paz mundial que el mundo disfrutó en la segunda mitad del siglo XX, estuvo la presencia de lo que se denominó la “guerra fría”, que consistió en décadas de operaciones de confrontación encubierta entre Estados Unidos y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. Fueron aquellos años en los cuales tuvieron lugar varias acciones de espionaje, sabotaje, detención e intercambio de prisioneros entre ambas potencias, acciones que mantuvieron al mundo entero en estado permanente de tensión, ante las frecuentes amenazas de un nuevo conflicto bélico internacional que implicaría el uso de nuevo armamento más mortífero y la posibilidad del uso de armas nucleares que provocarían muertes masivas y la destrucción de amplias zonas geográficas de nuestro planeta.

Estados Unidos y la URSS invirtieron miles de millones de dólares y rublos en una carrera para ganar la primacía en armamento más destructivo, para conquistar el espacio y para obtener una mayor influencia y control social sobre el resto del mundo. Fueron más de tres décadas de espionaje, intrigas, traiciones, simulaciones, engaños, sabotajes y decepciones, en las que se invirtieron grandes cantidades de dinero y murieron miles de personas, no sólo quienes participaban en labores de espionaje y contraespionaje, sino que también fueron asesinadas miles de personas que participaban en movimientos de liberación nacional que fueron reprimidos y sofocados en nombre de “la libertad y la democracia”.

Pero la serie de cambios sociales que se iniciaron en la década de los sesentas, con la irrupción de movimientos juveniles que surgieron en todo el mundo y luchaban en contra de una ideología autoritaria, en contra del racismo, para conquistar derechos civiles, mayor libertad sexual y derechos para las mujeres, lograron atravesar fronteras y en la década de los setentas, surgieron nuevos movimientos colectivos, en contra de la guerra de Vietnam, por la democratización de las universidades públicas, etc.

La oleada de protestas juveniles atravesó “la cortina de hierro” simbolizada en el muro de Berlín y se presentó en el interior de la URSS en la primavera de Praga, con el surgimiento de un movimiento que buscó modificar los aspectos totalitarios y burocráticos que el régimen soviético tenía en ese país y avanzar hacia una forma no totalitaria de socialismo, exigiendo mayores libertades civiles, legalización de la existencia de partidos políticos, reconocimiento de sindicatos representativos de los trabajadores, democracia electoral y mayor libertad política.

A medida que avanzaban los años, se intensificaban las protestas a nivel mundial y en el caso de la URSS, las protestas se extendieron en varias repúblicas socialistas como Alemania, Hungría, Checoslovaquia, etc., por lo que empezaron a surgir fisuras que se transformaron en verdaderas grietas que terminaron por romper el control social sobre la población de varias repúblicas soviéticas y en el caso de Alemania, después de un fallido golpe de Estado en contra de Mijail Gorvach (ocurrido entre el 19 y 21 de agosto de 1991) que impulsó las políticas de Perestroika y glassnot (reestructuración y transparencia) y fue el último gobernante de la URSS, las presiones populares provocaron la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989, que funcionó como efecto dominó al acelerar el proceso de desintegración de la URSS y el 25 de diciembre de ese mismo año Gorbachov hizo el anuncio oficial de la desaparición de la antigua Unión Soviética.

Ese fue el momento histórico en el cual desapareció el orden mundial bipolar que se mantuvo durante más de tres décadas de coexistencia de una guerra fría entre las dos potencias mundiales que conformaron Estados Unidos y la URSS. Al desaparecer la Unión soviética, desaparecieron con ella las esperanzas de centenares de movimientos de liberación social en el mundo entero que veían a a URSS como un modelo de inspiración ideológica, por lo que se creó un vacío ideológico a nivel mundial provocando un desencanto y desilusión en las luchas por un cambio de sistema social, o cual permitió el fortalecimiento de un nuevo orden mundial de carácter unipolar, que se basaba en el poderío militar, económico y comercial de una sola nación: Estados Unidos.

La desaparición de la URSS y el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información (descubrimiento de internet, surgimiento de teléfonos celulares) permitieron la expansión de una economía de libre mercado a nivel mundial encabezada principalmente por grandes empresas estadunidenses que ampliaron su zona de influencia para conquistar nuevos mercados internacionales, para aumentar la maximización de sus beneficios económicos a través de un aumento de la explotación laboral y explotación de recursos naturales de terceros países.

El capitalismo representado por la nación estadunidense se levantó sobre las ruinas del bloque socialista, erigiéndose como el sistema social triunfante, manejando la bandera de la libertad y democracia, promoviendo el modelo de sociedad-empresa, impulsando la economía de libre mercado a nivel mundial, creando un nuevo orden mundial unipolar que sometía al resto del mundo a las exigencias económicas, políticas y comerciales del nuevo imperio mundial que representaba el poderío militar, económico y comercial de Estados Unidos.

La alegría con la que se festejó el “aparente” triunfo del capitalismo sobre el socialismo, ocultó la información acerca del hecho de que la transición del socialismo al capitalismo en las antiguas repúblicas que formaban parte de la URSS, significó la muerte masiva de millones de personas durante la década de los noventas, porque de un día para otro, perdieron sus empleos, desapareció el sistema de salud pública gratuita que los protegía, se les suspendieron las becas que les garantizaba obtener educación pública básica y superior, perdieron las casas que habitaban y que el gobierno socialista les otorgó, desapareció la ayuda gubernamental para alimentos, apoyos sociales, etc.

Millones de personas en Europa occidental quedaron abandonados a su suerte porque desapareció el Estado de Bienestar social que les proporcionaba el Estado soviético, por lo cual miles de seres humanos murieron de hambre, por enfermedades que no pudieron atender, por desnutrición, otros optaron por delinquir y terminaron muertos o en la cárcel capitalista, mientras que miles más se vieron obligadas a prostituirse para poder sobrevivir en la economía de “libre mercado” y quedaron atrapadas en las nuevas organizaciones de delincuencia organizada que surgieron con el capitalismo.

Junto a la tragedia social que implicó la invasión capitalista en países socialistas, surgió el fenómeno de la globalización que consistió en la expansión de la economía de libre mercado que es la base del sistema capitalista, a través de la firma de tratados internacionales entre bloques de naciones, que incluyeron la apertura de las fronteras entre países para permitir el libre tránsito de las mercancías, la eliminación de impuestos de los Estados-Nación por la exportación e importación de productos, la ausencia o disminución del Estado en el control del comercio internacional, etc.

Pero más allá de estos acuerdos comerciales, la globalización creó las condiciones para el surgimiento de un mundo unipolar en el cual Estados Unidos afianzaba su poder militar, económico y político a nivel mundial. La globalización incluyó la invasión comercial de grandes compañías multinacionales en una gran cantidad de países del mundo entero, incluida Latinoamérica, por lo que podría afirmarse que desapareció la guerra fría, pero ésta se sustituyó por una guerra comercial en la cual el pez más grande se comió al pez más chico.

Con la globalización se dio una competencia desleal entre las grandes corporaciones internacionales y las micro, pequeñas y medianas empresas de varios países del mundo. En el caso de Latinoamérica, en la década de los noventa, la mayoría de las empresas eran micro o pequeñas empresas administradas por pequeñas familias, que de un día para otro se vieron compitiendo contra grandes compañías extranjeras que se instalaron en sus territorios nacionales, en sus ciudades, ofreciendo nuevos y mejores productos con precios más bajos, personal más capacitado, manejando un gran capital que les permitió realizar una guerra de precios para hacer quebrar la competencia y conquistar la preferencia de los consumidores.

La nueva realidad que enfrentó la humanidad después de la caída del muro de Berlín fue el surgimiento de una guerra comercial  en la que participaban varias naciones dentro de una competencia por el mercado mundial, impulsada por la revolución científico-técnica que permitió lo impensable antes de ese momento: una producción masiva de mercancías, que hizo surgir la necesidad de crear un consumo masivo de los productos para mantener el ritmo de producción masiva y consumo masivo. Esta producción masiva requirió del uso de recursos naturales finitos para proporcionar una promesa de felicidad infinita lograda a través de un constante consumo de productos.

Los gobiernos de los Estados-Nación que se vieron bajo la influencia del nuevo orden unipolar encabezado por Estados Unidos, no solo aceptaron la inversión extranjera que destruyó parte de la economía nacional de sus países, sino que la estimularon ofreciendo exención de pago de impuestos, terrenos gratis que incluían todos los servicios (electricidad, agua, pavimentación), oferta de mano de obra barata, etc. Todo esto y más ofrecieron para concretar la promesa del establecimiento de empresas extranjeras en territorio nacional, porque partieron de la idea de que la llegada de grandes empresas a su países contribuiría a lograr un mayor desarrollo social porque significaría crear nuevas fuentes de empleos.

Pero mientras implementaban políticas gubernamentales de apoyos a las grandes corporaciones, las peticiones de ayuda de los propietarios de las micro y pequeñas empresas fueron ignoradas por los gobiernos nacionales, provocando con esta asimetría una seria crisis económica y social, porque la competencia desleal y falta de apoyo gubernamental provocó el cierre de miles de micro, pequeñas y medianas empresas en varios países de Latinoamérica y del mundo entero, provocando con ello un aumento inusitado del desempleo, empujando a millones de personas a vivir del comercio informal, viviendo en condiciones de precariedad y pobreza en las grandes ciudades.

Como parte del nuevo escenario social y con la constante dinámica de cambios sociales, surgió un nuevo elemento que vino a transformar aún más el escenario internacional: el desarrollo de las nuevas tecnologías de la información, que crearon las condiciones para que el poder económico de las grandes corporaciones aumentara exponencialmente y se impusiera por encima del poder político, ya que estas nuevas tecnologías le permitieron al poder corporativo contar con la capacidad de realizar transferencias de grandes cantidades de dinero de un país a otro con el simple clic en un teléfono celular y esta facilidad para mover grandes capitales fue utilizada como instrumento de presión hacia los gobiernos de los Estados-Nación, para obligarlos a aceptar la imposición de políticas económicas neoliberales que incluyeron reformas a las constituciones nacionales que eliminaban de un plumazo derechos laborales, prestaciones sociales y derechos humanos de la población, que fueron conquistados a través de grandes luchas de trabajadores durante el siglo XX.

La corrupción generalizada al interior de los gobiernos de los Estados-Nación, fue otro factor que permitió la consolidación del nuevo orden unipolar que se basó en la explotación de los recursos naturales de países con menor desarrollo para crear una riqueza económica de países con mayor desarrollo económico y tecnológico, abriendo con ello una gran brecha, entre el norte donde se encuentran ubicados países que han sobresalido en base a tres formas de dominación: capitalismo, colonialismo y patriarcado y los países que conforman el Sur global descrito magistralmente por Boaventura de Souza Santos en su libro Epistemologías del Sur, donde describe al Sur como un amplio campo de experiencias y aprendizaje de luchas sociales en aquellos países que han sufrido genocidio, epistemicidio, esclavismo y que representan una pluralidad de naciones ubicadas en varias partes del mundo Asia, África, Australia, América Latina, etc.

Son áreas geográficas donde residen masas heterogéneas de poblaciones subalternas conformadas por obreros desempleados, campesinos sin tierra, habitantes de favelas, organizaciones ecologistas, juventud marginada, LGTBI, que tienden a organizarse porque han sufrido sistemáticamente acciones de injusticia, de opresión, despojo de sus identidades, derechos ancestrales y violaciones a sus derechos humanos, etc., por parte del capitalismo, el colonialismo y el patriarcado.

La globalización, la economía de libre mercado y el neoliberalismo han sido el marco socioeconómico que permitió que en las últimas tres décadas la desigualdad social mundial aumentara a niveles nunca antes vistos en la historia de la humanidad, porque la característica principal del mercado es la exclusión de quienes no pueden participar en el proceso de intercambio y por ese motivo el mercado es excluyente, elimina la igualdad social al permitir que un reducido porcentaje de la población mundial concentre la mayor parte de la riqueza social producida, mientras que una amplia mayoría de la población mundial es empujada a vivir en condiciones de precariedad y pobreza por la implementación de políticas neoliberales que disminuyen progresivamente su capacidad adquisitiva (topes salariales, aumento de precios, pérdida de derechos laborales y prestaciones sociales, etc.).

Es importante destacar que en esta nueva fase de la historia de la humanidad, el Estado de bienestar social que surgió después de la caída de la monarquía hace más de 200 años y que tenía como misión garantizar el bienestar social de la población, entró en una fase de agotamiento y sometimiento a las exigencias de un nuevo poder corporativo transnacional que actúa como un nuevo tipo de delincuencia organizada denunciada por Peter McLaren en su texto Pedagogía crítica revolucionaria, que incluye la complicidad de directivos de grandes empresas multinacionales, Directivos de instituciones financieras internacionales (FMI, BM), Directivos de instituciones internacionales (Presidentes de varias naciones, legisladores de varios partidos en diferentes países, Presidentes de partidos políticos, propietarios de grandes medios de comunicación masiva, dirigentes sindicales, etc.).

Todas estas fuerzas actúan desde el poder en forma homogénea para garantizar las condiciones que permitan mantener el equilibrio entre una producción masiva y un consumo masivo, que asegure la maximización de los beneficios económicos del poder corporativo, sin importar que en este proceso millones de personas sean empujadas a vivir en condiciones de precariedad constante o de franca pobreza y miseria.

La caída del muro de Berlín representó además del momento histórico en el cual surgió el nuevo orden mundial unipolar, el inicio del surgimiento de un nuevo marco ideológico a través del cual se crearon e impusieron nuevas reglas del juego en la economía mundial que afectaron las relaciones internacionales a nivel macro y las relaciones interpersonales a nivel micro, con el surgimiento de un nuevo paradigma social: la primacía del Mercado, que significó el debilitamiento del poder político representado en la figura del Estado-Nación, ante el poder económico representado por el poder corporativo.

Con las nuevas reglas del juego del comercio internacional, el destino de la humanidad ya no dependería de la voluntad de los gobernantes, sino que se sometía a las leyes del Mercado y se justificaba este sometimiento apelando a “la mano invisible del mercado” como sistema regulador y discurso encubridor de un capitalismo que entraba en una etapa de capitalismo salvaje, al justificar el enriquecimiento de unos cuantos y el aumento en la muerte de millones de personas como algo “natural”, porque no tienen la capacidad económica para formar parte del mercado y son prescindibles al presentarse como “consumidores defectuosos”.

En este nuevo orden mundial, las decisiones del destino de la humanidad la tomarían en adelante un pequeño grupúsculo de personas que integran delincuentes de cuello blanco pertenecientes a organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización de Naciones Unidas, etc., instituciones que son controladas y están al servicio de las grandes corporaciones y de esta manera se construyó un nuevo juego ideológico de sometimiento social que se difundió en todo el mundo, que tiene como base un conformismo social generalizado, el alejamiento de la política por parte de la población y que no acepta la crítica social como parte de su naturaleza social.

La globalización pasó de ser sólo un proceso económico centrado en buscar condiciones que facilitaran el comercio internacional, a constituirse como un proyecto político ideológico que impulsaba un nuevo modelo de desarrollo socioeconómico denominado neoliberalismo, que de entrada elimina la igualdad social, elimina derechos laborales y prestaciones sociales conquistadas en el siglo XX por la acción de movimientos colectivos, procede a la privatización de todo tipo de servicios que antes eran públicos, para convertirlos en nuevas fuentes de enriquecimiento privado, somete a la humanidad a una especie de darwinismo social, responde a los intereses de los grupos que controlan las finanzas de las compañías transnacionales y tiene como objetivo garantizar la maximización del proceso de acumulación del capital en manos privadas y el debilitamiento de los Estados-Nación para terminar con el Estado de bienestar social.

Para lograr este objetivo, se impulsaba una especie de terrorismo de pensamiento único, que consiste en promover un no-pensamiento que es el abandono de la capacidad de actuar como homo sapiens, para asumir un pensamiento unidimensional centrado en la búsqueda del placer a través del consumo, promoviendo la identidad del homo consumens, de tal forma que el desarrollo del pensamiento neoliberal indujo a la población de todo el mundo a pensar que no se puede hacer nada para lograr un cambio de sistema social, que el capitalismo es la máxima forma de organización social y que nada puede hacerse para detener la explotación irracional de recursos naturales, la explotación laboral y los daños al medio ambiente.

El neoliberalismo creó entonces una percepción social de ausencia de aternativas, creó la idea de que con el fin del socialismo soviético y de la caída del muro de Berlín, sólo quedaba la opción del capitalismo, un capitalismo voraz, antisocial que es el neoliberalismo dominado por el capitalismo financiero. Con el surgimiento del nuevo orden mundial unipolar, la humanidad entró en un retroceso a nivel mundial, una involución en la cual el capitalismo es cada vez más desigual, más racista y más sexista. Por esta razón, la resignación, el conformismo y la indiferencia hacia la política paralizó a mucha gente, que por otro lado, fue seducida por la promesa de que la felicidad se encontraba en un constante consumo que se incrementaba en fechas especiales de cada año para realizar compras masivas.

Obviamente en la medida que la globalización avanzaba, que el neoliberalismo destruía derechos, prestaciones sociales y debilitaba al Estado de bienestar social, crecía la resistencia a su avance en la forma surgimiento de nuevos movimientos colectivos que surgieron para recuperar los derechos que les estaban siendo arrebatados a una inmensa mayoría de la población.

Si el siglo XX ha sido considerado por investigadores sociales como “el siglo de los movimientos colectivos” por la presencia de varios movimientos sociales protagonizados por la clase trabajadora organizada en sindicatos y población en general que lograron conquistar varios derechos laborales que pasaron a formar parte de contratos colectivos de trabajo, en pleno siglo XXI estamos viviendo una especie de Deja Vú porque estamos viendo que surgen nuevos movimientos de resistencia a la implementación de políticas neoliberales que intentan privatizar derechos como educación, salud, jubilación, entro otros y surgen en defensa de derechos laborales y prestaciones sociales que el neoliberalismo y autoridades gubernamentales pretenden arrebatar a trabajadores, pensionados, jubilados y población en general.

Este es el marco social que predijo el filósofo griego Cornelius Castoriadis cuando dijo a finales del siglo pasado que el siglo XXI iniciaría con el enfrentamiento de dos fuerzas a nivel internacional. Por un lado, se encuentra el poder corporativo que busca una mayor maximización de sus beneficios económicos a través de la privatización de los servicios públicos, debilitando al Estado del bienestar social para ampliar su mercado y aumentar sus beneficios económicos. En esta cruzada presiona para implementar reformas en las constituciones, reformas que significan la mutilación de contratos colectivos de trabajo, el sometimiento y control de los sindicatos que opongan resistencia y si es necesario, presionar para la desaparición de los sindicatos.

En el contexto de la economía de libre mercado, los políticos no gobiernan para los ciudadanos que los llevaron al poder, sus decisiones son controladas por los propietarios de las grandes corporaciones internacionales que conforman un poder corporativo que no reconoce fronteras porque se extiende a nivel internacional. Las grandes corporaciones internacionales gobiernan el mundo entero y se encuentran en una situación en la que no aceptan regulaciones de ningún Estado-Nación.

Los Estados-Nación aceptan su sumisión al poder económico, lo vimos con el comportamiento que mostraron los políticos de gobiernos de varios países durante la pandemia del covid-19, cuando prefirieron salvar la economía en lugar de salvar la vida de millones de personas al no decretar el confinamiento forzoso y el cierre de empresas durante las fechas que duraron los picos de la pandemia.

En este fin del 2022, estamos viendo nuevamente este comportamiento de quienes nos gobiernan porque a pesar de que empiezan a repuntar casos de covid19 y de influenza, las autoridades sanitarias levantaron la imposición del uso de cubrebocas en lugares cerrados, para permitir que la población realice sus compras navideñas y promover con ello el consumo masivo que requieren las grandes empresas para mantener el equilibrio con una producción masiva, que es la base de la economía de libre mercado.

La otra fuerza social internacional descrita por Castoriadis, está conformada por los trabajadores organizados en sindicatos de varios países, por una ciudadanía que se organiza creando movimientos colectivos para luchar en contra de las políticas de privatización, en defensa de los derechos a la educación, a la salud, a las pensiones, a una jubilación digna, en demanda de justicia social y por un castigo a quienes participan desde el poder público en actos de corrupción.

Es un movimiento que se observa en varios países del mundo, que hasta este momento ha luchado en forma dispersa, como fueguitos aislados (retomando la expresión que usó Eduardo Galeano en su libro de Los abrazos cuando le preguntaron a un personaje que visitó la Luna ¿Cómo se veía la tierra desde esa altura).

Pero en la medida que avanzan los estragos del neoliberalismo, poco a poco se van creando las condiciones para construir la unidad en la acción de todas las expresiones de resistencia y se avanza en la creación de condiciones que permitan terminar con la desventaja de luchar en forma dividida en contra de un poder económico que muestra tener el control de los políticos que nos gobiernan, de las instancias de impartición de justicia y de las instituciones de control financiero internacionales.

Es en ese contexto de consolidación de movimientos de resistencia a los efectos negativos del neoliberalismo, que en los últimos años los pueblos han encontrado en la vía electoral la forma de expresar su insatisfacción social con el modelo económico neoliberal, votando por candidatos que muestran distancia con el poder corporativo y compromiso social con las necesidades de sus pueblos. Así pasó en el 2018 en México con Andrés Manuel López Obrador, en el 2022 con Gabriel Boric en Chile, en Colombia con Gustavo Petro y en Brasil con Luis Ignacio Lula Da Silva.

Pero más allá de las luchas electorales, si alzamos nuestra mirada más allá de las fronteras de nuestro país, podremos ver que estamos viviendo un momento histórico de gran complejidad porque el sistema unipolar en el que estábamos viviendo, está desapareciendo ante el debilitamiento del poder económico de Estados Unidos, por los efectos negativos de la pandemia que provocó un apagón general del sistema capitalista, afectó el suministro de las cadenas del comercio internacional, agudizó la crisis económica mundial y provocó cambios en el comportamiento de consumo de millones de personas en el mundo entero, al racionalizar el proceso de toma de decisiones al momento de hacer compras, de tal forma que el consumo ha disminuido en los años recientes y las grandes empresas han reducido sus ganancias e intentan reducir costos despidiendo a miles de empleados y cerrando fuentes de trabajo.

Por si fuera poco lo anterior, el mercado mundial se encuentra desarticulado ante las sanciones comerciales que Estados Unidos, la Unión Europea y la Organización del Atlántico Norte están implementando en contra de Rusia como castigo por su incursión y guerra en contra de Ucrania. El efecto no deseado de estas sanciones comerciales se ha traducido en una progresiva desindustrialización de los países europeos que el verse privados del petróleo y gas ruso, están enfrentando una grave inflación, acompañada de fuertes aumentos de precios en el costo de electricidad, desabasto de gas licuado, aumento de gasolina que desató un aumento generalizado del precio de todo tipo de productos.

El resultado no se limita a nuevas crisis en las cadenas de suministro de comercio internacional, sino que enfrentamos un escenario global en el cual el mercado está desarticulado y en el escenario internacional se producen alianzas entre países que surgen como nuevas potencias emergentes que reclaman la construcción de un mundo y pretenden conquistar un lugar privilegiado en el nuevo orden mundial multipolar que está en proceso de construcción.

La economía de libre mercado se resquebraja por las sanciones comerciales en contra de Rusia y por el descontento popular que se manifiesta en varias partes del mundo por parte de los excluidos del sistema basado en el criterio de “tanto tienes, tanto vales”. El orden mundial unipolar tiende a desaparecer, la sociedad tal y como la conocíamos está dejando de existir y en su lugar surgen potencias mundiales emergentes que se oponen a la hegemonía estadunidense y reclaman hacer escuchar sus voces en el concierto mundial y participar en la construcción de un nuevo orden mundial multipolar.

Nos encontramos viviendo en un estado de “interregno” a nivel mundial, en el sentido de que no está claro quien está dirigiendo, quien dirige ya no tiene influencia sobre los que supuestamente dirige porque su capacidad de liderazgo ha disminuido y los dirigidos ya no reconocen a quien antes los dirigía. Es un momento histórico de grandes cambios sociales, estamos ante la construcción de un nuevo orden mundial que sin duda alguna será un nuevo orden multipolar, en la que participen representantes de varias naciones para definir las características del nuevo mundo que regirá durante las próximas décadas.

En este proceso, los movimientos de resistencia al neoliberalismo y de liberación nacional, los habitantes del Sur no debemos permitir que sean los políticos quienes definan las características del nuevo orden mundial, porque sin importar el país, Estado Unidos, Rusia, China, Alemania, Francia, los políticos que los representan, seguirán sirviendo a los intereses del poder corporativo. Es el momento de terminar con la fragmentación de las luchas de resistencia en contra del neoliberalismo y crear organizaciones realmente representativas de trabajadores, pensionados, jubilados y población en general, para unir nuestras voces y hacernos escuchar de tal forma que los derechos colectivos sean respetados.

La posibilidad que se abre de construir un nuevo mundo, nos brinda la oportunidad de participar en este proceso a través del aumento de nuestra participación social, democratizando la democracia a través de la democracia participativa. No debemos limitar la democracia a la democracia electoral porque estaríamos asesinando a la democracia. La democracia debe ser un estilo de vida y las condiciones actuales exigen el surgimiento de sujetos políticos globales que identifiquen el vínculo que existe entre los problemas privados y las causas globales.

El modelo de sociedad empresa que evolucionó con el capitalismo se ha establecido en la forma de vida contemporánea, pero la construcción y funcionamiento de empresas no necesariamente debe funcionar como la han estado haciendo en el sistema capitalista. Otro mundo es posible y para poder construir un mundo mejor, así como los cambios sociales nos exigieron el manejo de nuevos conocimientos y habilidades tales como el manejo de un segundo idioma y el dominio de habilidades de computación e informática, un reto que se presenta ante nosotros en forma individual y colectiva, es una reconceptualización de lo que entendemos por política.

Los diversos movimientos colectivos que enfrentan con acciones de resistencia los efectos negativos del neoliberalismo y luchan por la recuperación de derechos laborales, de salud, educación y pensiones, nos permiten obtener un aprendizaje de las luchas sociales y construir un nuevo paradigma social, en el cual nos reconocemos como sujetos políticos, asumir nuestra identidad de agentes de cambio social que luchan por la existencia un mundo en el cual se recupere la igualdad social perdida en el contexto de la economía de libre mercado.

Finalmente, debemos considerar que el entramado de la sociedad contemporánea se encuentra en el contexto de una economía de libre mercado, que tiene como fundamento la existencia de una cadena internacional de comercio que genera un vínculo de interdependencia internacional y debemos agregar a esa consideración el reconocimiento de que vivimos en una sociedad que existe gracias al funcionamiento de un sinnúmero de organizaciones formales que brindan productos y servicios para satisfacer nuestras necesidades, lo cual nos presenta como una necesidad prioritaria para el diseño de un nuevo modelo social, el tener un conocimiento adecuado del impacto que tiene la mercadotecnia en nuestras vidas personales y como sujetos sociales.

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