jueves, 27 de septiembre de 2018


La “revolución sexual” de la pornografía
Oscar Yescas Domínguez


Durante la convulsionada década de los sesentas se iniciaron una serie de movimientos sociales que protestaban contra el racismo, exigían mayor democracia, más libertad menos autoritarismo, igualdad entre hombres y mujeres, luchaban por derechos para homosexuales y lesbianas, etc.
En las décadas de los setentas y ochentas estos movimientos contestatarios continuaron y el entorno social experimentó una serie de cambios radicales que vinieron a revolucionar las condiciones de vida, los procesos de trabajo y las relaciones interpersonales. En gran medida, varios de estos cambios obedecían al surgimiento de una nueva crisis de la ideología dominante de corte autoritario, enfrentada a un incremento de la movilización de grandes masas de la población que exigían una mayor participación en las diferentes instancias de la vida social, sobre todo en el proceso de toma de decisiones.
El momento cumbre de las protestas a nivel mundial se dio en 1968, cuando  miles de jóvenes de varios países (Francia, Checoslovaquia, Estados Unidos, México, etc.,) se movilizaron simultáneamente para cuestionar el metaaprendizaje adquirido en su formación como profesionales de línea vertical, adiestrados en el manejo de un estilo de liderazgo basado en una filosofía autócrata.
El movimiento juvenil de vanguardia que tuvo sus máximas expresiones en el hippismo norteamericano, en las protestas contra la guerra en Vietnam, en la difusión de la música de rock y en el surgimiento de una cultura "underground" que rechazaba los valores establecidos del "american way of life", resultó ser un verdadero movimiento contracultural, de corte antiinstitucional y creador de su propia cultura que incluía valores que rechazaban el materialismo vulgar inherente al consumismo.
       Todos estos movimientos sociales se caracterizaban por la irrupción de la palabra de las masas en contextos anteriormente vedados, lo cual puso en crisis a la ideología social que confundía autoritarismo con buen liderazgo por lo que tenían como denominador común la lucha en contra del autoritarismo prevaleciente en aquella época en la que se inculcaba ante todo la obediencia de parte de los hijos para con sus padres, de parte de la mujer para con su marido, de parte de los alumnos hacia su maestros, etc.
       Dentro de estos movimientos destacó el de liberación sexual, que se le denominó la “revolución sexual” porque incluía una redefinición de las figuras masculina y femenina, un cambio de lo que se consideraba “ser hombre” y “ser mujer”. Buscaba romper los roles sexuales rígidos y estereotipados prevalecientes y lograr una igualdad de derechos sociales, civiles y sexuales, pero sobre todo luchaba en contra de la represión de la sexualidad que existía en aquella época.
       Fueron verdaderos movimientos contraculturales que se oponían a la cultura dominante y provenían de grupos sociales emergentes que construían una identidad propia en la medida que crecía la participación en estos movimientos contestatarios.
       Era un contexto histórico sociocultural en el cual el ejercicio de la sexualidad era aceptado socialmente solo si realizaba dentro de la institución del matrimonio.    Las relaciones sexuales prematrimoniales no eran aceptadas socialmente y las mujeres que llegaban a practicarlas eran desvalorizadas ante los demás.
La llamada revolución sexual se caracterizaba por la irrupción de los jóvenes en la escena social exigiendo la libertad para elegir donde, cuando y con quien ejercer libremente su sexualidad. Sus demandas incluían la libertad de elegir su guardarropa sin ser cuestionados, donde las mujeres pudieran usar minifalda o pantalones cortos, lo hombres el cabello largo sin ser tratados como afeminados.
Este movimiento social sin fronteras  se dio en forma masiva e imparable al grado de generar una contracultura que se oponía a la cultura conservadora y autoritaria y que enarbolaba la libertad de expresión, de vestimenta, de orientación sexual y libertad para ejercer la sexualidad en forma autónoma sin restricciones, como las demandas legítimas de parte de un sector amplio de la juventud de aquella época.
       La cerrazón y el autoritarismo con el que fueron recibidas las demandas de la juventud de aquella época solo lograron expandir las expresiones de protesta y radicalizar algunas posturas de tal forma que  algunos comportamientos se retomaron como parte del nuevo estilo de vida en franca provocación a las figuras de autoridad.
       De esta forma, el usar el cabello largo por parte de los hombres era una manifestación de rebeldía ante la autoridad y no tenía ninguna relación con la finalidad estética con la que hoy se usa el cabello largo en los jóvenes contemporáneos. El uso del cabello largo por parte de los jóvenes enfrentó respuestas represivas por parte de padres de familia, maestros de escuelas y policías que detenían a los jóvenes en las calles solo por el hecho de traer el cabello largo.
El usar minifalda o pantalones por parte de las mujeres también fue rechazado y reprimido por las respectivas figuras de autoridad en los diferentes ámbitos de convivencia social, pero la rebeldía juvenil se sostenía y con el paso del tiempo se lograron imponer lo que en aquellos tiempos se consideraban “modas pasajeras” pero que el tiempo ayudó a demostrar que en realidad eran expresiones contraculturales que venían a establecerse de manera permanente en el repertorio de comportamientos sociales.
En el contexto del conservadurismo en el inicio de la segunda mitad del siglo XX, la virginidad era un valor muy apreciado socialmente, de tal forma que la figura de la mujer joven se valoraba en función de si su himen permanecía intacto o había sido desflorado. Las mujeres que no eran vírgenes se les consideraba indignas de ser llevadas al altar y contraer matrimonio con ellas porque la ausencia de virginidad era considerada como sinónimo de promiscuidad sexual o de “mujer fácil”.
Como integrante de aquella generación que vivió su juventud en la década de los setentas, participé activamente en los movimientos juveniles de aquella época y compartí con miles de amigos, compañeros, conocidos y desconocidos el deseo de cambiar el mundo que nos rodeaba. Deseábamos cambiar el mundo y deseábamos ser agentes activos de la transformación social, marcando la diferencia con las generaciones que nos antecedieron.
       Con ese objetivo en mente elegí estudiar Psicología, para actuar como agente de cambio social utilizando la ciencia y el método científico para contribuir a la transformación de nuestra realidad social.
Ese ha sido la motivación que ha guiado mi comportamiento durante las últimas décadas y con esa intención durante los últimos diez años he publicado infinidad de artículos con el objetivo de participar en la lucha ideológica, romper la hegemonía de la ideología de la clase dominante y lograr la concientización de la población acerca del origen social de sus problemas personales y contribuir a su empoderamiento individual, grupal y comunitario.
Una y otra vez he comprobado que la palabra escrita es mucho más eficaz que el uso de las armas para lograr la liberación social, para contribuir al cambio de los individuos, de los grupos, de las organizaciones y de las comunidades.
       En este proceso de producción de artículos y su posterior publicación he percibido que los artículos que son más leídos y que despiertan más interés son aquellos en los que toco el tema de la sexualidad humana. Esto fue mucho más claro cuando publique mi último artículo en mi blog personal titulado: “La prostitución: ¿un mal necesario?”
ya que en solo cinco días de haber sido publicado este artículo lleva hasta el momento que escribo estas líneas, 814 lecturas por parte de quienes siguen mi blog.
       Observando el polígono de frecuencias de las visitas a mi blog veo que en estos últimos los accesos a mi espacio virtual en la blogosfera se dispararon en forma considerable y buena parte de ese aumento cuantitativo se concentraron en el artículo que menciono.
Con estas cifras en mente confirmo que el tema de la sexualidad humana siempre despierta un interés inusitado  en todas las personas, pero al mismo tiempo, veo que este interés continúa manteniéndose reservado, oculto, disfrazado, no reconocido porque aunque parezca increíble, el tema de la sexualidad humana sigue siendo considerado tabú en pleno siglo XXI.
Desde una perspectiva psicosocial puedo decir que este interés generalizado en los temas relacionados con la sexualidad humana se genera por la necesidad social que existe acerca de información científica y objetiva sobre la misma, es decir, existe una demanda social implícita de información sobre la sexualidad humana. También podría decirse que este interés obedece a que existe una insatisfacción generalizada en la práctica sexual contemporánea.
Lamentablemente esta demanda social implícita de educación sexual encuentra el silencio y negativa de las instituciones gubernamentales y educativas, para incluir programas de educación sexual en los diferentes niveles de educación formal y esto sucede porque lamentablemente el tema de la sexualidad humana sigue generando incomodidad, porque  el sólo hecho de conversarlo sigue siendo considerado tabú por un sector amplio de nuestra sociedad.
Esto lo he comprobado de manera reiterada en los cursos que sobre educación sexual he estado impartiendo en el departamento de psicología y Comunicación de la Universidad de Sonora, cuando veo las dificultades, turbación, ansiedad e incomodidad que los estudiantes muestran al tocar el tema de la sexualidad.
Esto sucede en parte porque en nuestro sistema educativo formal los temas de educación sexual se encuentran ausentes o revisados de manera ligera o incompleta. Así podemos ver que cuando se incluyen contenidos sobre sexualidad humana en ciertos programas educativos, éstos se enfocan a la difusión de un modelo de  sexualidad reproductiva y se limitan a la promoción de información sobre métodos anticonceptivos.
Un primer vistazo a este panorama nos podría conducir a la afirmación de que ante la existencia de esta demanda de información sobre sexualidad humana no existiera educación sexual, afirmación que es parcialmente cierta ya que de manera más precisa podríamos decir que no existe educación sexual formal, pero debemos reconocer que sí existe un tipo de educación sexual que es informal.
¿Por qué digo esto?, porque se observa que existe por un lado esta demanda implícita de educación sexual en todos los niveles y por otro lado se observa en medios masivos de difusión, revistas, internet y redes sociales un alud de mensajes con contenido sexual.
Recordemos que existen dos tipos de aprendizaje, el aprendizaje formal que se realiza en las instituciones de educación formal (Primaria, Secundaria, preparatoria, Universidad, etc.). Son instituciones diseñadas para proporcionar educación formal a nuestras comunidades, basadas en experiencias estructuradas de aprendizaje, es decir, mediante programas diseñados en base a tecnología educativa.
Es un tipo de aprendizaje que implica la presencia de un experto (el maestro), una institución educativa (la escuela o universidad),  el uso de libros y la aplicación de un sistema de evaluación.
Por otro lado, existe un aprendizaje informal que consiste en el hecho de que aprendemos en cualquier lugar, con cualquier persona y en cualquier momento. Este aprendizaje se puede dar en casa, en la calle, con los grupos de amigos, observando la televisión, navegando en internet, etc.
Continuando con el tema del aprendizaje de la sexualidad, podríamos decir que en contexto actual del desarrollo tecnológico que implica la  proliferación de teléfonos celulares, redes sociales e internet, las nuevas generaciones de adolescentes y jóvenes, aprenden la mayor parte de su conocimiento sobre sexualidad a través de a través de internet debido a que como plantea el sociólogo Manuel Castells: “La sociabilidad se da hoy en internet”.
El problema radica en el hecho de que en la web se difunde un modelo de la sexualidad humana que se restringe a un modelo genital, ya que la  difusión de material sexualmente explícito, conocido comúnmente como pornografía, reduce la sexualidad humana es al sexo, a la actividad sexual, al ayuntamiento de genitales.
Dejan de lado los un enfoque integral de la sexualidad humana que contempla aspectos biológicos, psicológicos y sociales.
Cualquier persona puede comprobar que existe una cantidad infinita de páginas que nos proporcionan un alud de información de tipo sexual. Basta con ingresar a la web y de manera hasta involuntaria se topa uno con páginas dedicadas al sexo.
En tan sólo pocos años el desarrollo de la tecnología nos ha abierto numerosas fuentes de información con contenido sexual. Estas fuentes de información están accesibles a todo tipo de público y los principales usuarios de internet y redes sociales son adolescentes, jóvenes y adultos.
En este contexto de desarrollo de la tecnología con su fluidez de la información y acceso masivo a la misma, cabría plantear las siguientes preguntas:
¿Este alud de imágenes de contenido sexual que nos proporciona internet representa una continuación de la revolución sexual iniciada en los setentas?
¿Contribuye la difusión masiva de este tipo de información a satisfacer la demanda social que existe sobre información científica de la sexualidad humana?
¿El material sexualmente explícito (pornografía) que circula en internet puede ser considerado parte de una educación sexual?
Mi respuesta ante estas interrogantes es totalmente negativa para cada una de ellas porque lo que estamos recibiendo a través de estos medios de difusión de material sexualmente explícito es un modelo reducido de la sexualidad humana a su expresión genital.
La llamada pornografía no representa revolución sexual alguna y lo que en realidad provoca es el uso de la sexualidad como una mercancía más que se vende, en donde la figura de la mujer se reduce a la condición de un objeto sexual que es valorado en función del tamaño de sus senos, glúteos y disponibilidad sexual.
Representa en los hechos una enajenación de la sexualidad y está muy lejos de representar un modelo científico de la sexualidad y con la difusión de materiales sexualmente explícitos solo contribuye a agudizar los problemas que presenta en nuestra sociedad contemporánea el ejercicio de nuestra sexualidad: violencia hacia las mujeres, violación de niñas y mujeres, acoso sexual callejero, feminicidio, enfermedades de transmisión sexual, embarazo en adolescentes, madres solteras, actitudes homofóbicas, etc.
Es un verdadero problema colectivo cuya solución requiere de una responsabilidad social que es compartida por padres de familia, autoridades educativas y educadores.
Los padres de familia deben responsabilizarse del uso que sus hijos le dan a sus dispositivos móviles y a internet, deben abrir puentes de comunicación con sus hijos para tocar el tema de su desarrollo psicosexual y dejar que la principal fuente de información sexual siga siendo internet. Deben tomar conciencia de que en su vida cotidiana actúan como modelos de aprendizaje sexual donde sus hijos aprenden a comportarse como hombres o como mujeres.
Las autoridades educativas no deben seguir ignorando esta demanda social de impulsar programas de educación en sexualidad en todos los niveles del sistema de educación formal y deben tomar cartas en el asunto preparando las condiciones para presentar una oferta educativa. Los planes de estudio deben incluir materias relacionadas con la educación sexual en todos los niveles.
Las autoridades gubernamentales deben impulsar programas de capacitación en educación sexual como acción obligatoria en todas las instituciones gubernamentales y organizaciones privadas.
En el caso de los educadores nos toca reconocer esta demanda social sobre la sexualidad humana para prepararnos y plantearnos la necesidad de formar educadores sexuales que actúen como agentes de cambio social y satisfagan esta demanda de educación sexual que experimenta nuestra comunidad.
La tarea es colectiva, no es responsabilidad exclusiva de un solo sector y actuando de esta manera podremos reducir los efectos negativos de la difusión de un modelo genital de la sexualidad, para promover el conocimiento de un modelo integral de la sexualidad humana que tenga como parte de sus objetivos centrales cambiar las figuras que hoy se conocen como lo que significa “”ser hombre” y “ser mujer”, difundir la existencia de los derechos sexuales que tiene toda persona y reconocer que en nuestra sociedad existe una amplia diversidad sexual
Sólo de esta manera podremos contribuir a lograr una cultura de respeto, de equidad de género y terminar con la discriminación sexual que hoy existe. Finalmente quiero decir que la foto que acompaña este artículo es la del grupo que actualmente cursa la materia Educación en sexualidad humana, que imparto en la universidad de Sonora en el semestre 2,018-2

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