En
busca de la política
Oscar
Yescas Domínguez
14
de abril del 2022
Introducción
En
busca de la política
Un
mundo lleno de contradicciones
La
perversión de la política
El
sentido de la política
Conclusiones
Introducción
Desde
hace varias décadas hemos estado viviendo en un Estado de crisis, la
letra “E” escrita en mayúsculas no es un error, fue un acto
intencional, porque no me refiero a un estado de cosas, sino que hago
referencia a los Estados- Nación que surgieron después de que cayó
la Monarquía como sistema social de gobierno durante las inolvidables jornadas de lucha de la revolución francesa que tuvo lugar del 5 de
mayo de 1789 al 9 de noviembre de 1799. Aquellos diez años de lucha
que se dieron enarbolando la consigna Libertad, igualdad y
fraternidad, lograron lo que parecía imposible: terminar con un
sistema de gobierno desigual e injusto.
La
libertad para vivir libremente, sin opresión alguna dentro de
una sociedad democrática, la igualdad buscaba que cada
persona fuera tratada igual ante la ley y la fraternidad contenía
el mensaje de que todos debían ser amables y solidarios con los
demás, ya que en aquellos momentos todos eran socios en la
construcción de un nuevo orden social en el que se buscaba
seguridad, libertad y justicia social.
Después
de esos largos años de lucha finalmente la Monarquía fue eliminada
como sistema de gobierno y con ella cayeron las instituciones que
apuntalaban la Monarquía como sistema de gobierno, entre ellas la
Iglesia católica que legitimaba la desigualdad social utilizando la
religión para manipular y hablar en nombre de Dios afirmaban que
la nobleza tenía sangre azul y su linaje era bendecido por Dios.
Desde
el momento que cayó la monarquía, hombres y mujeres conquistaron su
libertad y dejaron de obedecer a la nobleza y a los sacerdotes, para
empezar a construir un nuevo sistema de gobierno que tardó varios
años en configurarse, tiempo durante el cual la sociedad estuvo en
un estado de interregno, que significa un vacío de poder, porque el
viejo sistema de la Monarquía no desapareció de un momento a otro,
los Monarcas ya no gobernaban y el nuevo sistema social que se estaba
construyendo como forma de gobierno social, todavía no terminaba de
ser construido para tomar el lugar que la Monarquía dejó como
sistema social de gobierno.
Fue
en aquellos tiempos cuando surgió el Estado-Nación como forma de
gobierno y su construcción se logró gracias a la participación de
miles de ciudadanos que colaboraron en crear acuerdos sociales
mediante la creación de nuevas leyes y nuevas instituciones que
actuarían en armonía entre sí para colaborar en lograr la misión
principal del nuevo gobierno: La defensa del bienestar social de la
población.
Para
evitar que prevaleciera la anarquía como forma de gobierno y que se
desatara una guerra de todos contra todos, surgió la idea de crear
un contrato social, basado en la obra de Jean-Jacques Rousseau
(1762) quien fue un precursor de la Revolución francesa y cuyo
pensamiento central consistió en que el contrato social es
voluntario, el individuo cede parcialmente sus derechos, poder y
propiedad, pero a cambio recibe de vuelta mucho más. Bajo estas
premisas se procedió a la construcción de un Estado que estuviera
formado por instituciones que garantizarían la paz social, la
democracia, la justicia y toda la población aceptó ser parte de un
nuevo sistema de gobierno, respetar las leyes, normas y reglas
sociales contempladas en las constituciones elaboradas en cada
Estado-Nación, a eso se le llamó Estado de derecho.
Esta
idea se inspiró en el libro de Thomas Hobbes: El Leviatán (1651)
en el cual analizó la naturaleza del ser humano como un ser
social y concibió la figura de un gigante, con rostro inexpresivo
reflejando una sensación de frialdad, llevando en una mano una
espada. La imagen del Leviatán muestra una enorme figura humana que
representa al gobernante soberano, compuesto de numerosos cuerpos.
Esta figura simboliza que el poder del Leviatán es tan grande que la
libertad del individuo desaparece en él.
Este
gigante metafórico se alimentaba de la participación social de los
ciudadanos que aceptaban el nuevo orden social y sus cuerpos pasaban
a alimentar y dar fuerza a este Leviatán. El Estado moderno surgió
entonces con la institución que tenía el monopolio de la coerción
lícita para castigar a los infractores de las leyes que fueron
creadas para garantizar la seguridad, democracia, justicia y la
igualdad social.
Pero
en años recientes algunos autores nos advirtieron de que nuestra
sociedad estaba desapareciendo, que se acercaba a su fin, así lo
hizo Alain Touraine y Zygmunt Bauman, argumentando la ruptura entre
la economía y la política, es decir, el divorcio entre el poder
corporativo y el poder político, que aumentó la crisis económica y
política que estamos padeciendo. La pérdida de contenido de las
instituciones sociales y de los sistemas de control social y
gubernamental en el contexto de la economía de libre mercado. Esta
situación fue interpretada por Alain Touraine como el fin de las
sociedades (2,016).
El
surgimiento de naciones como potencias económicas quebrantó la
armonía en el escenario internacional al configurar una nueva
geopolítica y aprovechando la globalización para difundir una
economía de libre mercado que despojó de gran parte de la soberanía
a los Estados-Nación que hoy ven movilizados por fuerzas exteriores
y determinados en la elección de las políticas a seguir, limitando
la participación democrática de sus ciudadanos en la toma de
decisiones y afectando su función de guardián del bienestar social
de la población.
El
día de hoy (abril del 2022) enfrentamos nuevamente el final de una
era con el surgimiento de la guerra entre Rusia y Ucrania, un
conflicto bélico en el que están involucrados varios países y que
amenaza prolongarse y expandirse con la intervención directa de
otras naciones, como la acción de Alemania de expropiar el gas ruso
y las acciones de países miembros de la OTAN de congelar bienes y
cuentas bancarias de ciudadanos y gobierno ruso, violando con ello
acuerdos y leyes internacionales.
Estamos
siendo testigos del surgimiento de un nuevo orden mundial, en cuya
creación solo participan las élites políticas, financieras y
corporativas que sólo buscan sus beneficios particulares y en este
proceso los más afectados que son la población de diferentes
países, cuya ciudadanía no tienen participación alguna. En el
nuevo orden mundial no hay conocimiento público de la estructura que
tendrá y las consecuencias que tendrá para la población mundial y
por ello podemos afirmar que nos encontramos nuevamente en un
estado de interregno a nivel mundial, ya que la incertidumbre
hacia el futuro es lo que caracteriza al momento histórico que
estamos viviendo.
A
la crisis social y económica del sistema capitalista que se ha
prolongado durante décadas y a la desigualdad social que ha
provocado la economía de libre mercado, se agrega el día de hoy el
temor de que la guerra se expanda a otros países y provoque efectos
negativos en la economía mundial y lo que es peor, existe el temor
fundamentado de que utilicen armamento nuclear para disuadirse entre
sí los países participantes, lo cual traería consecuencias
negativas inimaginables, para nuestros pueblos y para nuestro
planeta.
Otra
consecuencia negativa del momento que estamos viviendo es que surge
la posibilidad de que los gobiernos que fueron elegidos en forma
democrática, se conviertan en regímenes totalitarios y terminen con
la democracia como estilo de vida a nivel mundial al plegarse a los
intereses de las grandes potencias mundiales, lo cual representaría
un grave retroceso en la construcción de la democracia y de las
conquistas obtenidas por movimientos colectivos en el pasado.
Atendiendo
las lecciones del pasado, cuando mediante un esfuerzo colectivo se
construyó el Estado moderno que hoy agoniza en el contexto de la
economía de libre mercado, se requiere un despertar social de los
ciudadanos que se refleje en un aumento en su participación en la
discusión colectiva en ámbitos públicos, de los problemas que
afectan a nuestras comunidades, una toma de consciencia de la
necesidad de participar en la toma decisiones colectivas que permitan
solucionar estos problemas, a esto se le llama una democracia
participativa. Ante la amenaza del regreso del totalitarismo,
debemos construir y reforzar la democracia participativa que implica
la participación de la población en asuntos de interés local,
nacional e internacional, para que quienes nos representan en las
debilitadas instituciones del Estado moderno, voten tomando
decisiones que realmente representen a quienes dicen representar. Hoy
más que nunca debemos dejar atrás la democracia representativa y
evitar que sigan votando a nuestro nombre tomando decisiones que
afectan a la mayoría de la población, en este siglo XXI surge la
necesidad de construir un moderno Leviatán que simbolice el
empoderamiento ciudadano y la manera de lograrlo es a través de la
participación de la ciudadanía en política nacional e
internacional actuando en forma unida, organizada y colectiva.
En
busca de la política
Durante
algunos años acostumbraba decir al inicio de cada año “sorpréndeme
año nuevo”, pero dejé de hacerlo porque la realidad nos ha
golpeado con sorpresas que son realmente inaceptables, inesperadas e
indeseadas y por esos motivos dejé atrás esa costumbre. La última
vez que lo hice fue al inicio del 2020 cuando dije luciendo una
amplia sonrisa: “sorpréndeme 2020” y la sorpresa no tardó en
llegar con la llegada de la pandemia del covid que dejó millones de
muertos en el mundo entero y que nos obligó a encerrarnos en
nuestras casas por temor al contagio y provocó un apagón total del
sistema económico y comercial internacional.
En
el inicio del 2021 debida a la experiencia anterior y porque los
pronósticos para ese año señalaban que la pandemia continuaría,
guardé un prudente silencio pero eso no impidió que el mundo entero
viera con gran sorpresa la toma del Capitolio por parte de una
multitud de simpatizantes de Donald Trump, quienes arengados por éste
último se lanzaron sobre el emblemático edificio gubernamental como
si fuera el enemigo a combatir e ingresaron escalando paredes,
rompiendo ventanas, puertas y derribando todo lo que se atravesaba a
su paso para lograr el objetivo de impedir la reunión que
ratificaría el triunfo de Joe Biden y la derrota de Donald Trump.
Los irresponsables llamados de Trump a sus seguidores para que
tomaran el edificio dejaron como saldo una persona muerta por un
disparo de guardias de seguridad y un país dividido entre aquellos
que piensan que se cometió un fraude electoral y los que defienden
la legalidad de los comicios presidenciales.
En
este año 2022, nuevamente hice mutis y evité solicitar sorpresas al
año nuevo, pero en el inicio de este año la realidad nos golpea
duramente y pone a prueba nuestra capacidad de asombro, ahora con el
estallido de una guerra entre Rusia y Ucrania. Una guerra provocada,
alentada y anunciada con anticipación por ´los medios de
comunicación occidentales, porque semanas previas al estallido de la
guerra, Estados Unidos y los países miembros de la Otan enviaron a
Ucrania toneladas de armamento con valor de miles de millones de
dólares y alentaron al Presidente de Ucrania para que solicitara su
ingreso como país miembro de la Otan, a pesar de que sabían que
Rusia se opondría porque comparte frontera con Ucrania y al
ingresar a la Otan, Estados Unidos estaría en condiciones de
colocar una base militar en suelo ucraniano. Con el surgimiento de
esta guerra en Europa se introduce un nuevo elemento en la situación
mundial que trae consigo consecuencias que no podemos imaginar en
estos días.
Como
cualquier persona con orientación humanista, condeno la guerra en
todos sus aspectos porque no hay justificación alguna para asesinar
personas y menos en forma colectiva como sucede en las guerras, pero
como escritor, como pensador autónomo e independiente, lo que más
condeno es el asesinato de la verdad, el uso de la mentira y
del engaño para manipular la opinión pública como lo están
haciendo los medios de información occidentales que brindan
información parcial y descontextualizada para provocar reacciones de
rechazo a Rusia.
Pero
no debemos olvidar que esas mismas voces que hoy se alzan para
condenar a Rusia por invadir Ucrania, guardaron un cómplice silencio
durante la guerra que realizó Estados Unidos en contra del pueblo de
Irak, de Afganistán y de otros países. Muestran con ello una doble
moral, esta doble moral que muestran quienes hoy exigen mayores
sanciones hacia Rusia no sólo les quita autoridad moral para emitir
juicios sobre lo que está sucediendo en Ucrania, sino que favorecen
a la industria armamentista que aumenta sus ventas porque los países
miembros de la OTAN aumentan su presupuesto militar y llaman a una
unidad nacional en contra de la guerra a Ucrania, permitiéndoles desviar la atención para evitar la sublevación de sus propios
pueblos en contra de las consecuencias de la crisis mundial del
sistema en que vivimos, que se manifestaron en el 2019 con el
estallido de revueltas, rebeliones y movimientos colectivos que
lucharon contra la implementación de políticas neoliberales que
violaban derechos humanos y laborales.
Pero
no es mi intención debatir sobre la guerra entre Rusia y Ucrania,
retomo esa horrible experiencia que están viviendo miles de personas
en aquella parte del mundo para alertar sobre la posibilidad de que
éste conflicto no sólo se prolongue durante años, sino que existe
el peligro de que se amplíe con la participación de otros países
que tienen armamento de última generación con mayor capacidad de
destrucción y cuentan con arsenal nuclear que de usarse nos llevaría a la aniquilación de buena parte de la humanidad, por lo que no
debemos repetir el error que cometimos con la pandemia del covid-19
en sus inicios, cuando pensábamos que jamás llegaría a nuestras
tierras y olvidamos que el mundo es cada vez más chico y existe una
interdependencia e interinfluencia a nivel mundial, de tal forma que
lo que pase en el otro lado del mundo, tarde o temprano llegará a
afectarnos.
Este
es un peligro que debe mantenernos en estado de alerta porque debemos
tener presente que la guerra significa entre otras cosas, el
fracaso de la política, representa el fracaso de la política
diplomática entre los países involucrados y sobre todo el fracaso
de los organismos internacionales que fueron creados para evitar el
surgimiento de nuevos conflictos bélicos y hoy están siendo
utilizados de manera parcial en este conflicto.
Pero
también debemos estar conscientes de que con el surgimiento de esta
guerra nos encontramos en un momento que pasará a la Historia como
el fin de una era unipolar, con el final de la época en la
que Estados Unidos tenía la supremacía sobre el resto de naciones
en del mundo y en estos momentos deja de ser el policía mundial,
Estados Unidos deja de ser el país que dirige la economía mundial y
esto se refleja en el hecho de que el dólar tiende a dejar de ser la
moneda de cambio internacional y lo estamos viendo ante la exigencia
de Rusia que se niega a recibir el dólar y el euro como forma de
pago de su petróleo y exige que se pague en rublos.
Estamos
presenciando el surgimiento de un nuevo orden mundial, ya que
se están presentando grandes cambios en la geopolítica
internacional, en la cual surgen nuevas voces provenientes de
gobiernos de diferentes países y continentes que rechazan la
hegemonía estadunidense en la economía y política internacional y
esto lo confirma el propio Joe Biden, quien declara que está
surgiendo un nuevo orden mundial e insiste en que este nuevo orden
debe ser liderado por Estados Unidos.
En
la construcción de este nuevo orden mundial se percibe una lucha por
el poder mundial que trae consigo la amenaza de un regreso del
autoritarismo como forma de gobierno en varios países. Por todos es
sabido que en las guerras hombres y mujeres jóvenes salen a pelear
contra otros hombres y mujeres jóvenes de otros países, que no se
conocen entre sí y que pelean arriesgando sus vidas porque siguen
órdenes superiores de políticos y militares. Pero cabe hacer una
pregunta pertinente: ¿Quiénes deciden ir a la guerra?
No son los pueblos quienes deciden tomar las armas para pelear con
otros pueblos, las guerras son decididas por unos cuantos en un
proceso autoritario y antidemocrático.
A
pesar de que afirman que viven en sociedades democráticas, los
líderes de los gobiernos que participan en las guerras no
acostumbran consultar a su ciudadanía acerca de si aceptan
participar una guerra en contra de otro país, simplemente toman
decisiones que afectan a millones de personas en forma directa o
indirectamente, ya sea por provocar su muerte con el uso de armas de
destrucción masiva o por los recortes a presupuestos de salud,
educación, vivienda, pensiones, etc, para desviar grandes cantidades
de presupuesto público para fines militares. Por estas y otras
razones, las guerras representan un acto de alto grado de
autoritarismo y que pone en peligro la democracia como estilo de vida
en los países que se involucran en las guerras.
Aquellos
que dejan sus vidas por pelear en las guerras jamás participaron en
tomar la decisión de iniciar una guerra, simplemente fueron
enrolados en un conflicto que no provocaron y llevados al frente de
batalla mediante el uso de la mentira y del engaño, tal y como está
sucediendo en esta guerra entre Rusia y Ucrania, ya que la primera
baja antes de que iniciara el conflicto fue la verdad que fue
sustituida por el uso de la mentira y esto se puede comprobar en
las diferentes versiones que se contradicen al intentar explicar los
actos de genocidio que están ocurriendo en aquella nación de Europa.
Los
únicos beneficiados de las guerras son dueños de las compañías
transnacionales que se dedican a la producción de armamento y las
compañías que se dedican a “seguridad y recuperación” de
zonas dañadas, porque lo que podemos afirmar que las guerras son un
espectacular negocio en el cual se invierten miles de millones de
dólares y también significa “oportunidades
de trabajo” para miles de mercenarios de diferentes países
que tienen como modo de vida ser contratados para asesinar gente en
varios países.
Vivimos
tiempos peligrosos en los que el mundo entero enfrenta la posibilidad
de la expansión de la guerra entre Rusia y Ucrania, del surgimiento
de nuevas guerras en el mundo entero, lo cual representa un verdadero
peligro para la humanidad, porque las grandes potencias mundiales
cuentan con armamento nuclear por lo que con este nuevo escenario y
la amenaza de su expansión surge el temor de que los conflictos
escalen al grado de que alguno de los contendientes se incline por
usar armas nuclear como ya lo hizo Estados Unidos dos veces en el
siglo pasado.
La
situación internacional representa también un peligro para la
democracia y la libertad como estilo de vida, para ser sustituidos
por el surgimiento de regímenes totalitarios que usando la mentira y
el engaño convoquen a una “unidad nacional” en la que la
existencia de ciudadanos bien informados que ejerzan sus derechos a
usar la crítica social sean vistos como un “peligro social” y se
impidan aquellos ejercicios de democracia participativa que impulsen
a sus gobiernos a impedir que el fantasma de la guerra y sus
consecuencias económicas, políticas y ecológicas continúe
creciendo.
La
sola existencia de una guerra afecta a millones de personas en el
mundo entero, quienes ya han sufrido los efectos de una prolongada
crisis económica internacional, que los ha sumido a vivir en el
marco de una enorme desigualdad social y el discurso de la guerra les
impedirá alzar la voz para luchar por la recuperación de sus
derechos que les han sido eliminados por la implementación de
políticas neoliberales.
Desde
hace décadas hemos estado padeciendo otro tipo de guerra en nuestras
vidas cotidianas, una guerra no declarada por el poder corporativo y
permitida por el poder político de nuestros países que consiste en
una constante ofensiva en contra de los trabajadores y población en
general, al eliminar derechos y prestaciones a trabajadores y
jubilados lo que representa una escalada de violación a derechos
humanos, laborales y sexuales y nos exige asumir una posición
definida a favor de quienes son objeto de tales violaciones.
Recordemos
que desde hace varios años los trabajadores del mundo entero están
enfrentando una ofensiva sin precedentes en todos los países del
mundo occidental contra todas las conquistas de la clase obrera
afectando los derechos a la salud que garantizaban los sistemas de
salud en cada país y el derecho a la jubilación que garantizaban la
supervivencia de los trabajadores en su vejez, poniendo en riesgo las
vidas de millones de trabajadores activos y jubilados en el mundo
entero.
Este
nuevo orden mundial que se está configurando y decidiendo en las
altas esferas del poder tendrá consecuencias que en este momento no
podemos imaginar, pero lo que sí podemos predecir es que si continúa
la guerra y llega a escalar con el involucramiento de otros países,
se dará un retroceso en las libertades y derechos sociales que hoy
disfrutamos y que fueron conquistados a través de grandes luchas
sociales, porque esta tendencia hacia un modelo autoritario
representa un peligro para la consolidación de la democracia en todo
el mundo, principalmente en aquellos países que recientemente
dejaron atrás gobiernos autoritarios como sucedió en México, en
Bolivia, en Chile y está sucediendo en Colombia, países cuya
población eligió la democracia por la vía electoral como
herramienta para lograr un cambio social a través del respeto al
voto participando en jornadas electorales.
Con
los elementos anteriores enfrentamos un escenario preocupante en el
cual debemos tener presente que las guerras no solo representan el
fracaso de la política, sino la ausencia total de la misma, y el
surgimiento de otra guerra en el ámbito internacional permite que se
fortalezca el totalitarismo como forma de gobierno que representa una
amenaza para la democracia como forma de vida, por lo que es cada vez
más imposible permanecer indiferente o neutral ante el surgimiento
de este nuevo orden mundial, lo que nos obliga a asumir una postura
definida sobre la situación internacional y nacional, para lograr
esto, lo que tenemos que hacer es analizar el significado real de
la política y la promesa que ésta contenía desde el momento de su
surgimiento.
La
incertidumbre que hemos padecido desde hace varios años
aumenta en nuestros días con el surgimiento de la guerra en el
escenario internacional. No sabemos lo que nos espera en el futuro,
la única certeza que tenemos es que lo que suceda en el corto
plazo dependerá de nosotros porque estamos enfrentando la
disyuntiva de aceptar pasivamente que quienes manejan la política
internacional y nacional, sigan decidiendo por nosotros,
manteniéndonos en una tendencia que aumenta la precariedad en
nuestras condiciones de vida y conduciéndonos por un camino que
solo nos lleva a la destrucción, o aceptamos que tenemos libertad
de pensamiento y usamos esa libertad para actuar con autonomía para
construir una identidad como sujetos activos que participan en
política para defender y recuperar derechos violados.
La
toma de consciencia del vínculo que existe entre lo personal y lo
político, entre lo público y lo privado, nos permitirá crear un
empoderamiento popular que nos permita, no sólo luchar por la
defensa y recuperación de nuestros derechos humanos y laborales,
sino que también podamos manifestarnos en contra de las guerras y
luchar para construir un mundo nuevo en el que realmente exista
democracia y justicia social. Nos
encontramos en un momento histórico en el cual los temores de la
guerra se han concretado y necesitamos comenzar a abrir brecha por un
camino que nos conduzca en busca de una verdadera política que
esté basada en la democracia participativa, que incluya
consultas ciudadanas para garantizar la participación ciudadana en
la toma de decisiones de gran relevancia social que contribuyan a
solucionar los problemas que afectan a nuestras comunidades.
Un
mundo lleno de contradicciones
Aparte
del mar de incertidumbre que enfrentamos en nuestras vidas
cotidianas, debemos reconocer que vivimos también en un mundo lleno
de contradicciones que tienden a negar la naturaleza humana, por
ejemplo, podemos ver que mientras en el mundo entero millones de
personas padecen hambre y miles de gentes fallecen por enfermedades
relacionadas con el cáncer u otras enfermedades que son curables,
vemos que por otro lado, se reduce el presupuesto a salud pública,
educación pública y el pago de pensiones y jubilaciones.
Esto
sucede aún en países como México que no tiene una tradición de
militarismo, estamos viendo que el ejército tiene más presencia
cada vez más en la sociedad mexicana. En otros países se destina
cada vez más una mayor cantidad de presupuesto para la industria
bélica, lo cual ha permitido la creación de armamento de última
generación con mayor capacidad de destrucción y se ha llegado al
extremo de desarrollar armas biológicas que tienen una mayor
capacidad para provocar muerte y destrucción masiva.
Podemos
constatar que el grado de desarrollo que ha alcanzado la tecnología
podría producir alimentos como para terminar con el hambre en el
mundo, sin embargo, como vivimos en un sistema capitalista en el cual
existe la propiedad privada sobre los medios de producción, millones
de personas viven en pleno siglo XXI en condiciones de pobreza
extrema porque las grandes empresas prefieren tirar alimentos a la
basura antes que regalarlos a quienes padecen hambre, porque realizar
esa actividad “contribuiría a bajar los precios de las mercancías
y eso significaría pérdidas económicas”, lo que en realidad
quiere decir, que disminuirían su porcentaje de ganancias Bajo esas
premisas millones de “consumidores
defectuosos”, es decir, millones de personas que viven en
condiciones de pobreza, son considerados “población prescindible”
para la economía de mercado, sufren de exclusión social y
abandonados a su suerte.
A
nuestra sociedad contemporánea se le ha llamado la “sociedad de
la información” porque gracias a internet, redes sociales y
telefonía celular, cualquier persona puede acceder a todo tipo de
información con el solo clic de un teléfono. Cualquiera puede
aprender un nuevo idioma usando su teléfono o computadora, se puede
aprender sobre cocina, mecánica, filosofía, psicologia, política e
inclusive hasta se puede aprender en internet cómo construir una
bomba que podría matar a cientos de personas.
Pero
a pesar de estas oportunidades de aprendizaje que nos brinda la
tecnología estamos observando que también podría decirse que
vivimos en la “sociedad de la ignorancia”, porque la
abundancia de información afecta nuestra capacidad de percepción de
tal forma que el tiempo dedicado a prestar atención a la información
que aparece en las pantallas de nuestros teléfonos, computadoras y
televisores, ha disminuido considerablemente desde aquellos “15
minutos de fama” que buscaban las personas en la década de los
setentas, a tan sólo unos segundos de atención que prestamos en
nuestros días a una nota informativa, un video o un mensaje y
después perdemos interés y procedemos a pasar a la siguiente nota.
Vivimos
en “la sociedad del espectáculo” en la cual la imagen
tiene primacía sobre el mensaje escrito y desde el surgimiento de la
televisión hemos visto una reducción de la capacidad de pensar para
privilegiar el gusto por la imagen. Diversos estudios antropológicos
señalan que cada sociedad promueve una cultura que le permite
construir al tipo de individuo que necesita para seguir funcionando y
millones de personas están abandonando su condición de “homo
sapiens” para convertirse en homo videns,
cuya actividad se limita a ver la pantalla del televisor participando
en un maratón de series televisivas, fijar nuestra vista y atención
a la pantalla de nuestros teléfonos celulares con una actitud pasiva
y la perspectiva de que las personas dejen sus teléfonos y
televisores para tomar un libro y dedicar un tiempo a su lectura,
desaparecen cada día más, por lo que la capacidad de desarrollar un
pensamiento autónomo disminuye con el paso del tiempo y la capacidad
de ejercer un pensamiento crítico está ausente en millones de
personas.
Por
estas condiciones nos encontramos con la enorme contradicción de que
existen millones de analfabetos funcionales en el
mundo, es decir, personas que saben leer pero que no leen jamás un
libro en todas sus vidas y la ausencia de hábitos de lectura
disminuyen las posibilidades de desarrollar un pensamiento autónomo,
no logran construir una libertad de pensamiento y de seguir así,
jamás llegarán a ser individuos autónomos y estarán condenados a
ser sólo seguidores y repetir los discursos que escuchan de otras
personas, ya que no desarrollaron la capacidad de pensar por sí
mismos y no tienen la libertad de pensamiento
En
la sociedad red, tal como se ha definido a la sociedad en la que
estamos conectados a través de redes sociales, millones de personas
carecen de autoestima, no encuentran sentido a sus vidas, viven una
permanente insatisfacción y tratan de cubrir el vacío en sus vidas
con algún tipo de adicción. Otras personas se limitan a ignorar los
problemas que ocurren en sus comunidades, refugiarse en redes
sociales y buscar figuras públicas para tomarlos como modelos a
seguir, imitando sus comportamientos, repitiendo lo que otros dicen y
lo que en casos extremos obedeciendo lo que otros les piden que
hagan. Esta es la razón por la que existen numerosos “influencers”
que tienen miles de seguidores en el mundo entero, aún cuando su
discurso sea totalmente intrascendente, vacío de contenido y
desconectado de una realidad sumergida en una crisis social.
En
estos tiempos de guerra entre Rusia y Ucrania que alimenta el temor
de una guerra mundial, aumenta el número de personas que está más
dispuesta a aceptar que el mundo pueda dejar de existir por el
estallido de una guerra nuclear y continúan sin aprender que tenemos
la capacidad para cambiar el sistema económico y social en el que
vivimos si logramos organizarnos, si actuamos en forma masiva y unida
para construir un mundo mejor a través de una verdadera democracia
participativa.
Millones
de personas ignoran que una pequeña acción individual realizada por
miles de personas podría contribuir a cambiar nuestras vidas. Les es
imposible aceptar la idea de que podemos construir un empoderamiento
colectivo que nos ayudaría a resolver los problemas sociales que
enfrentamos en nuestras comunidades.
Parte
del problema que enfrentamos es que la mayoría de las personas
ignora que tiene derechos humanos que están siendo violados
impunemente y no nos damos cuenta de que esto sucede porque lo
estamos permitiendo con nuestra pasividad, conformismo e indiferencia
social. En la medida que cada persona adquiera consciencia de sus
derechos humanos, que tiene capacidad para empoderarse a sí misma,
que aumentando su participación social en la discusión de asuntos
públicos, puede contribuir a un empoderamiento social, aumentarán
las posibilidades para que podamos lograr una verdadera
transformación social y construir un mundo mejor al que estamos
viviendo en estos momentos.
Pero
esto no sucede porque aceptamos como algo normal vivir en un mundo
dividido en el cual existe una una enorme desigualdad social, que por
sí misma constituye una gran violación de derechos humanos para
millones de personas que viven en condiciones de pobreza extrema,
miseria y padecen exclusión social. Mientras aumenta el número de
millones de consumidores defectuosos en el mundo entero, vemos que al
mismo tiempo disminuye el número de multimillonarios que forman
parte de un porcentaje reducido de la población (menos del 1% de la
población mundial), quienes incrementan en forma escandalosa sus
fortunas y viven una vida de derroche y lujos, porque son quienes se
benefician de la desigualdad social que promueve la economía de
libre mercado, son aquellas personas vinculadas al poder corporativo
quienes maximizan sus ganancias económicas gracias a la
privatización de servicios públicos que afecta a la población y
que se observa en todo el mundo.
En
este contexto podemos decir que la peor contradicción que estamos
viviendo en estos tiempos de crisis social a nivel internacional,
es que a pesar de que estamos padeciendo una constante precarización
de nuestras condiciones de vida (debido a una constante disminución
de nuestra capacidad adquisitiva) y de una constante violación de
derechos humanos, condiciones que serían motivo suficiente para
salir de nuestra zona de confort y luchar por la recuperación de
nuestros derechos, somos nosotros mismos quienes nos ponemos una
mordaza en nuestras bocas y nos creamos obstáculos que nos impiden
luchar por una verdadera transformación social, cuando tomamos
acuerdos en los diferentes grupos a los que pertenecemos, en el
sentido de “no hablar de política” con el argumento de
“evitar divisiones o discusiones interminables”.
Esto
se observa principalmente en la mayoría de los grupos sociales,
sobre todo en la enorme cantidad de grupos de whatsapp que existen y
en la participa una gran mayoría de las personas en los cuales se
toma el acuerdo de “no discutir sobre política” en sus
contenidos, a nombre de no crear división entre sus integrantes.
Esta regla nos afecta considerablemente porque nos impide realizar
una discusión de asuntos públicos desde una perspectiva política y
con este silencio autoimpuesto y aceptado por la mayoría, se
contribuye a aumentar el número de analfabetos políticos, es
decir, de aquellas personas que ignoran el sentido de la política y
no quieren saber nada de política y que por ello, son más
susceptibles a ser objeto de manipulación política en en tiempos de
elecciones.
La
perversión de la política
Con
la aceptación de la regla de “no hablar de política” en los
grupos a los que pertenecemos, se acepta la imposición de un candado
en la comunicación social que nos impide analizar con un pensamiento
crítico la realidad desigual en la que estamos viviendo y sobre
todo, se deja afuera la posibilidad de tomar consciencia de que
podemos construir un empoderamiento colectivo que sería capaz
luchar por un verdadero cambio social y lograr una verdadera
transformación social.
Mantener
el tema de la política como si fuera un tabú sólo beneficia a
quienes siguen aumentando sus riquezas por la enorme desigualdad
social que padecemos y son aquellos que forman parte del poder
económico, es decir, los dueños de las grandes compañías
transnacionales y sobre todo, favorece a quienes se aprovechan de la
ignorancia política de la población, aquellos que viven de la
política y que han encontrado en su participación en partidos
políticos una vía rápida para lograr un enriquecimiento económico
participando “en esa política”.
Son
aquellos que utilizando el disfraz de “luchadores sociales”,
actúan sin escrúpulos ni principios cambiando de un partido a otro,
de una ideología a otra, buscando acceder al poder político a
través de triunfos electorales, son aquellos a los que en México se
conoce como “chapulines políticos”, que el día de ayer
militaban en diferentes partidos de la actual oposición y hoy en día
se presentan como más morenistas que el Presidente López Obrador.
Los
oportunistas vividores de la política trabajaron activamente en las
pasadas campañas electorales buscando el voto del pueblo y al lograr
el triunfo electoral obtuvieron puestos de alto nivel en las
estructura del nuevo gobierno en algunos de sus tres niveles,
percibiendo grandes cantidades de dinero por concepto de sueldos y
una vez lograda su meta personal, se olvidan de las promesas y del
discurso que utilizaron en sus campañas políticas, cuando hablaban
de construir una “democracia
participativa” y sobre todo se olvidan de los habitantes de
aquellas comunidades a las que visitaron para pedir su voto, para
dedicarse a disfrutar del poder que obtuvieron gracias al voto de la
población que depositó en ellos su confianza (una confianza que fue
nuevamente traicionada) y que quedaron en el olvido sufriendo una
nueva decepción de los políticos, de los partidos políticos y de
lo que ellos consideran que es “la política”.
Para
comprender este proceso podríamos retomar lo que el psicólogo
francés Serge Moscovici
(1981) nos plantea en su libro La era de las multitudes,
donde nos dice que las masas forman movimientos colectivos para
luchar por sus derechos y llegar al poder, se unen a movimientos
colectivos y participan masivamente en jornadas electorales para
apoyar algún partido político en el que depositan sus esperanzas de
cambio social. Ese
partido político llega a conquistar el poder político gracias a los
votos de gran parte de la población y sus representantes depositan
ese poder en un pequeño grupo de personas, quienes terminan cediendo
ese poder a una sola persona. Las masas se encuentran cautivas por
sus dirigentes y la persona que obtiene el poder termina por dar la
espalda a quienes lo encumbraron y ayudaron a llegar al poder,
gobernando por su cuenta sin tomar en cuenta las necesidades del
pueblo que lo eligió.
Esa
misma historia sucedió en varios países de Latinoamérica de forma
repetida y en el caso de México no fue la excepción con los
diferentes gobiernos del PRI que conformaron una “dictadura
perfecta” durante más de 70 años utilizando prácticas de
fraude en las elecciones. Las mismas operaciones las realizó el PAN
cuando ascendió al poder, dejando al descubierto que el PRI y el PAN
eran lo mismo, por lo que en el lenguaje popular se les identifica
como “el prianismo”. La historia de nuestro país nos muestra una
y otra vez, que la mayoría de quienes se dedican a la política la
han usado para llegar a conquistar el poder político y una vez
estando en él se olvidan de sus promesas de campaña y se dedican a
enriquecer sus fortunas personales.
Los
beneficiarios de esta forma pervertida de hacer política se
sostenían en el poder cambiando de un puesto a otro en cada cambio
de sexenio, aprovechando el alto grado de abstencionismo electoral de
buena parte de la población que no veía sentido a votar porque
sabía de antemano que se cometería fraude electoral y se daría el
triunfo a personajes de dudosa trayectoria. Este abstencionismo
electoral era el resultado de la decepción colectiva que provocó el
comportamiento de “los políticos”, también era resultado del
analfabetismo político imperante en buena parte de la población que
“no deseaba saber nada de política”, así como una
errónea estrategia para expresar la inconformidad social
participando en las votaciones anulando los votos con leyendas,
poniendo nombres de personas que no estaban registrados en las
boletas electorales y que sólo tuvo como resultado la anulación de
esos votos. Lo
cierto es que los partidos políticos, el comportamiento de los
representantes de esos partidos, los gobernantes emanados de los
partidos políticos con registro y los Senadores y Diputados que
formaron parte del poder político, contribuyeron a generar una
crisis de credibilidad social hacia “la política” en México.
Recordemos
que el sistema capitalista en que vivimos se encuentra sumido en una
profunda crisis económica, política, ecológica y sanitaria. En la
parte de la crisis política se encuentra el origen de esta
desconfianza a “la política”. La crisis política significa que
las instituciones que son el baluarte de nuestro sistema social
atraviesan una grave crisis de credibilidad porque presentan una gran
distancia entre el discurso y la acción, para comprender mejor en
qué consiste esta crisis, podríamos decir que enfrentamos una
crisis en la relación dirigente-dirigido, es decir, una crisis de
liderazgo social.
Las
instituciones que se encuentran en crisis son las dependencias
gubernamentales que han dejado atrás la misión de procurar el
bienestar social y han olvidado la filosofía de servicio público
que les dio origen y sus dirigentes se han dedicado a desviar el
presupuesto público para enriquecer fortunas personales. Los
partidos políticos se encuentran sumidos en una grave crisis porque
una vez en el poder, se olvidan de aquellos que les otorgaron su voto
electoral y participan en actos de corrupción. Los sindicatos de
trabajadores atraviesan también por una grave crisis porque sus
dirigentes no cumplen con su función de liderazgo en la defensa de
los intereses de los trabajadores que representan.
Gran
parte de la población muestra una gran desconfianza hacia los
partidos políticos, a los políticos y a la política, porque tienen
la errónea percepción de que lo que hacen los políticos es “la
política”. La mayoría de las personas cuando piensa en la
política la primera palabra que asocia es la palabra corrupción, la
existencia de partidos políticos que se movilizan y voltean a ver a
nuestras comunidades sólo en período de elecciones para solicitar
el voto de los ciudadanos y una vez que conquistan el poder, el
comportamiento de los políticos se caracteriza por actos de
corrupción, abandono de causas sociales, indiferencia a reclamos de
movimientos colectivos y con la mirada puesta en las siguientes
elecciones para seguir permaneciendo en el poder y vivir del
presupuesto público.
A
nivel mundial vemos que la crisis de credibilidad hacia la política
surge porque predomina la democracia representativa,
que es en realidad una pseudodemocracia que consiste en tener un día
de libertad: el día de las elecciones y que por ello, se limita a la
democracia electoral que se ejerce cuando la población tiene la
oportunidad de elegir a los próximos gobernantes y representantes
legislativos. Durante el período electoral los aspirantes a puestos
de elección popular en lugar de definir por qué asuntos votar, se
limitan a decir en sus campañas “vota por mí”.
La
política que impulsan los políticos se dirige a convencer a la
ciudadanía de que hay “expertos en política”
a quienes deben confiar la solución de sus asuntos públicos y
privados. Cuanto más crece el analfabetismo político, más se
retira la gente de la actividad política y más se aprovechan los
oportunistas de la política para tomar la delantera bajo el
argumento de que “la gente no hace nada”, mientras que la gente
tiende a pensar “no se puede hacer nada, siempre es lo mismo, más
vale no meterse en política”. La perversión de la política trae
como resultados que se dé una contraeducación política que
pretende que la gente se habitúe a olvidarse de sus
responsabilidades como ciudadanos, conformarse con sus condiciones de
vida y acostumbrarse a que otras personas decidan en su nombre.
Los
oportunistas de la política visitan las comunidades más alejadas,
realizan actos públicos para llamar a participar en las elecciones y
solicitar el voto popular a su favor. Pero una vez que obtienen el
triunfo, jamás vuelven a acudir a las comunidades que visitaron y a
quienes les hicieron promesas de cambio social. Una vez en el poder
tomaban decisiones a nuestro nombre, sin jamás consultar las
opiniones de aquellos que dicen representar, por lo que en la
realidad no actúan como los representantes del pueblo ya que su
principal objetivo es llegar al poder, permanecer en él y volver a
él si acaso lo llegan a perder.
De
esta democracia representativa es de la que se han aprovechado los
llamados “políticos profesionales”, con sus acciones han
pervertido a la política y han reducido el significado de este
concepto a la participación electoral, a la toma del poder político
y con su comportamiento han decepcionado a la población al dedicarse
a realizar actos de corrupción al acceder al presupuesto público y
enriquecer sus fortunas personales desviando grandes partidas
presupuestales, descuidando con ello la atención a las necesidades
sociales que afectan la calidad de vida de la población.
El
significado de la política
Los
cambios sociales que se han presentado durante las últimas décadas
han puesto en evidencia la necesidad de construir nuevos paradigmas
que nos permitan comprender la nueva realidad que estamos enfrentando
en la construcción de un nuevo orden mundial, necesitamos paradigmas
que nos ayuden a identificar a los nuevos actores sociales y a
analizar en forma diferente los nuevos conflictos que se están
presentando(Alan Touraine, 2,005). La comprensión de la realidad
compleja que estamos viviendo debe ser una de las prioridades en
nuestras vidas porque enfrentamos la amenaza de la
internacionalización de la guerra, el fantasma del autoritarismo que
podría representar un grave retroceso en la construcción de una
democracia social.
Necesitamos
utilizar una perspectiva teórica que nos ayude a comprender la
acción humana, porque es la acción vinculada al ejercicio del
pensamiento libre, lo que nos permitirá lograr una mejor comprensión de la acción humana, cuando los seres humanos actuamos libremente
como sujetos activos y con libertad de pensamiento, es cuando se
encuentra el sentido real a la política.
No
es fácil lograr una comprensión de la compleja realidad social en
la que nos encontramos, porque la sociedad de consumo ha creado una
mundialización de la cultura de consumo, promoviendo comportamientos
hedonistas en busca del placer efímero y esto ha provocado que se
deje atrás al homo sapiens y con ello han mermado nuestra capacidad
de pensar por nuestra cuenta ya que estamos viendo hecha realidad la
profecía que Herbert Marcuse nos aportó en su libro “El
hombre unidimensional”(1975), ya que enfrentamos la
mundialización de la cultura del consumo y el desarrollo del homo
consumens que actúa siguiendo la corriente del conformismo, de la
obediencia y el alejamiento paulatino de la política.
Pero
analizar la realidad no es una tarea imposible y se facilita si
empezamos a actuar como sujetos libres, empezando por desarrollar un
pensamiento autónomo que nos permita ejercer la crítica social,
empezando por cuestionarnos a nosotros mismos y los contenidos del
contrato psicológico que tenemos con la vida que estamos teniendo.
Pero debemos tener presente que realizar la crítica social no es
fácil en una sociedad en la que predomina un pensamiento único
orientado al fortalecimiento del homo consumens. Pero aún con todas
estas dificultades es posible y necesario construir una libertad de
pensamiento para llegar a convertirnos en individuos autónomos, en
personas que podamos ejercer la crítica social de la realidad en que
vivimos y que tengamos la libertad de realizar acciones colectivas
que contribuyan a la construcción de un poder social informal capaz
de transformar la realidad en que vivimos.
Necesitamos
empezar a pensar por nosotros mismos utilizando nuestro criterio
personal para lograr una comprensión de lo que sucede a nuestro
alrededor y en este proceso llegaremos a reconocer que pensar y vivir
son exactamente lo mismo. En ese camino lograremos reconocer el
vínculo que existe entre lo personal y lo político, para estar en
condiciones de desarrollar nuestra libertad de pensamiento y
vincularla a nuestra libertad de acción aumentando nuestra
interacción social con quienes nos rodean y padecen los mismos
problemas sociales que nos afectan en lo particular a través de la
participación social.
A
través de la interacción social desarrollamos la pluralidad en el
pensar, que es la base del pensamiento crítico y podremos comprender
que lo político no se forma sólo desde la acción, sino que la
pluralidad de pensamientos es una condición de la acción y una
condición del acto de pensar. Aprendemos de los pensamientos y
acciones de los demás, al mismo tiempo que les enseñamos nuestros
pensamientos y formas de actuar, a esto se le llama interinfluencia
social que nos permite comprender que todos aprendemos y enseñamos
simultáneamente.
El
término política ha perdido su significado real y se utiliza el día
de hoy en forma despectiva y su sola mención despierta rechazo en
buena parte de la población y la construcción de este rechazo
social a la política es lo que permite ocultar la función de
liberación social que podría suceder si se revelara su real
significado. Este rechazo a la política es el primer obstáculo que
se enfrenta en la búsqueda del significado de la política: los
prejuicios en contra de ella que están basados en la ignorancia
sobre la misma. En lugar de alejarnos de la política debemos
clarificar el sentido de la experiencia en política y liberarnos de
los prejuicios y juicios previos que en las últimas décadas se han
relacionado con la política.
Otra
tarea que debemos realizar es evitar confundir la política con la
construcción de ideologías (izquierda, derecha, centro), ya que
esta confusión inhibe la pluralidad ideológica, reduce la
espontaneidad de la acción social al dividirnos unos a otros y con
ello se confunde la relevancia política de la pluralidad humana y el
valor de la acción política para la construcción de una democracia
social en donde coexistan diferentes formas de pensamiento..
En
la construcción del pensamiento crítico como condición previa a la
acción, es importante aceptar la pluralidad en el pensamiento
colectivo como un fundamento en la construcción de una democracia
social en la cual la política necesariamente debe ser incluyente y
no excluyente. Por estas razones, en la construcción de nuestra
autonomía individual y de la libertad de pensamiento, debemos
cambiar
nuestra percepción actual de lo que entendemos por política, dejar
atrás aquella percepción limitada de la política como la libertad
para participar en elecciones cada tres o seis años y reconocer que
podemos construir una nueva concepción de la política a través del
aprendizaje obtenido en nuestra participación en las acciones
sociales, sobre todo de en aquellas luchas sociales nos permite
construir una perspectiva crítica no sólo de la política, sino de
la realidad social en la que nos encontramos.
Debemos
comprender también que la indiferencia hacia la vida pública, la
falta de sensibilidad social o ceguera moral, el desarrollo de una
ideología individualista y el creciente analfabetismo político, son
las condiciones que favorecen el surgimiento de abusos de autoridad,
liderazgo autoritario y crean las condiciones para que se presente la
amenaza del totalitarismo. Por
estas razones se puede afirmar que en los liderazgos autoritarios y
la existencia de actos de corrupción, existe una corresponsabilidad
colectiva de la humanidad en la medida que con el abstencionismo, la
indiferencia y la inactividad, se impide la participación social y
se está contribuyendo a tolerar actos de corrupción, prácticas
autoritarias y la amenaza del totalitarismo, tanto en el escenario
internacional como en nuestras vidas cotidianas.
La
ausencia de un pensamiento libre permite que en un gobierno
totalitario las masas siguen ciegamente a sus líderes actuando sin
ejercer su capacidad de análisis, exhiben poca tolerancia a la
crítica adversa y ante la falta de argumentos reaccionan atacando a
quien piense de manera diferente. Un ejemplo de este tipo de reacción
lo pudimos observar en los simpatizantes de Trump que tomaron el
edificio del Capitolio en Estados Unidos en el inicio del 2,021.
Este
es el fundamento en el que se basa el llamado a aumentar nuestra
participación ciudadana en la discusión colectiva de los asuntos
públicos y construir una nueva política que sea significativamente
diferente a “la política que hacen los políticos”. La filósofa
alemana Hanna Arendt (2,008) nos describió que la política
representaba una promesa para la humanidad en el sentido de que “la
política debe ser el esfuerzo colectivo de una gran pluralidad de
seres humanos para vivir juntos y compartir la tierra en un ambiente
de libertad garantizada”,
esta autora señala que es en la acción humana
donde la política encuentra su sentido, ya que la experiencia
política más importante es la de la acción porque es la mejor
forma de aprender de política: aumentando nuestra participación
social..
Por
su tendencia a la interacción social, por actuar en compañía de
aquellos a quienes se reconocen como iguales a uno, por aventurarse
en algo nuevo cuyos resultados son todavía desconocidos, la política
requiere de un compromiso personal y social de los ciudadanos que
desean mejorar sus condiciones de vida. Por eso es que la política
se da en el espacio público en forma transparente, porque es en
el ágora donde se deben discutir y analizar los problemas sociales
que afectan a las colectividades, la política no se discute o se
decide en grupos pequeños o en lugares cerrados, la verdadera
política se construye en espacios abiertos contando con la
participación social y sobre todo con respeto a la pluralidad para
garantizar la democracia.
Es
en la acción colectiva que se realiza en el espacio público donde
debe existir y manifestarse la pluralidad que consiste en aceptar la
discusión con diferentes formas de pensamiento político. Es de esta
forma como se construye el diálogo social y “el verdadero diálogo
se da cuando dos o más personas que piensan de manera diferente, se
sientan a dialogar con una actitud de intentar comprender los
argumentos que el otro esgrime con la intención de comprender su
postura” (Zygmunt Bauman, 2,014). En esa pluralidad de ideologías,
libertad de pensamiento y de acción se basa la construcción de la
democracia social en donde los seres humanos actuando pluralmente
construyen la democracia.
Bajo
las anteriores consideraciones, Hanna Arendt aporta su definición de
política en los siguientes términos: “El conjunto de
condiciones bajo las cuales hombres y mujeres en su pluralidad, en su
absoluta distinción los unos de los otros, viven juntos y se
aproximan entre ellos para hablar con una libertad que solamente ellos mismos pueden otorgarse y garantizar mutuamente”.
Mientras
que el filósofo griego Cornelius Castoriadis pensaba que la
“política debe ser entendida como la actividad colectiva lúcida
y explícita que se ocupa de instaurar instituciones deseables”,
es decir, se trata de la acción de discutir en forma colectiva en el
ámbito de lo público a través de la participación ciudadana
acerca de cómo debería ser una sociedad donde exista la justicia y
la democracia social.
El
sentido de la política se encuentra cuando tomamos consciencia de
nuestra autonomía individual y colectiva, desarrollamos nuestra
libertad de pensamiento y acción, construimos un sentimiento de
pertenencia a nuestras comunidades y nos sumamos a la discusión
pública de asuntos que afectan a las comunidades, participando en la
toma de decisiones colectivas y nos comprometemos a actuar en forma
unida, organizada y colectiva en las acciones que tiendan a lograr la
solución a los problemas de nuestra sociedad.
En
lugar de preguntarnos ¿por qué debe interesarnos la política?, la
pregunta obligada sería: ¿por qué no debería interesarme porque
es el tema crucial de nuestra existencia, porque define lo permitido
y lo prohibido de nuestras conductas, define las relaciones
económicas y el sistema de poder en que vivimos, la política es la
esencia de nuestras vidas, por lo tanto, debemos preguntar a quienes
no están interesados en la política: ¿por qué no le interesa la
política. (Michel Foucault, 1971)
Conclusiones
El
agotamiento ideológico, la perversión de la política y el
analfabetismo político nos impide centrar la atención en lo que es
realmente importante: vivimos una crisis mundial sin precedentes que
amenaza extenderse con el surgimiento de la guerra en el escenario
internacional. La desigualdad social sigue creciendo a nivel mundial,
estamos padeciendo un ambiente social de incertidumbre y lo único
seguro es que vamos por un camino que nos conduce a una
autodestrucción de nosotros mismos y del planeta en su conjunto, ya
sea por estar viviendo en un sistema socioeconómico que nos impulsa
a vivir en búsqueda de un placer en base a un consumo infinito, en
un planeta que tiene recursos finitos, o por la expansión de la
guerra a nivel internacional.
La
única alternativa que podría salvarnos es el desarrollo de una
crítica potente al sistema social en el que vivimos y este ejercicio
de crítica social sólo puede provenir de ciudadanos autónomos, de
la actividad libre de la gente, del aumento de la participación
ciudadana. Esto nos obliga a rediscutir el problema del rol de los
ciudadanos y de la capacidad que tienen cada uno de ellos para
abandonar el conformismo generalizado, exigir el respeto a sus
derechos humanos y cumplir con sus deberes en el contexto de una
democracia participativa.
Aristóteles
se preguntaba y respondía “¿quién es el ciudadano?, es
aquel que es capaz de gobernar y ser gobernado”. Aquel que ejerce
sus derechos y cumple con sus responsabilidades como ciudadano. Actuar
en política presupone dos tipos de habilidades: saber llegar al
poder y saber gobernar. Todo mundo es capaz de gobernar, la política
no es un asunto de especialistas, no existe una ciencia de la
política si partimos de la premisa de que la política y la
democracia se basan en un principio mayoritario y se fundamentan en
la participación de la ciudadanía.
Los
intelectuales de izquierda han eludido durante mucho tiempo el
problema de la política y han comulgado con la idea de que el cambio
social debe provenir de un salvador de la humanidad o del país,
depositando sus esperanzas en un individuo político o en un partido
político, pero han dejado ausente la tarea de realizar una educación
política dirigida a los ciudadanos en general. La realidad es que
son los pueblos quienes deben y pueden reivindicar sus derechos
democráticos a través de la unión de esfuerzos, unidad en la
acción y actuando en forma organizada.
La
construcción de la democracia es un asunto de educación de los
ciudadanos, la forma de construirla es participando en política y
para lograr esta participación ciudadana, se requiere de una
educación política de los ciudadanos y la mejor educación en
política es la participación activa en la discusión colectiva de
los asuntos de interés público, es decir, a través de las luchas
sociales por la defensa o recuperación de derechos violados.
Pero este aprendizaje social de las luchas sociales debe incluir como
contenidos principales el aprendizaje de la anatomía de la sociedad
humana, intentando responder a preguntas tales como: ¿Qué es
nuestra sociedad?, ¿en qué modelo social estamos viviendo?, ¿Cómo funciona nuestro sistema social?,¿qué tipo de sociedad queremos?.
En
esta educación política aprenderíamos a tomar consciencia de que
no vivimos en forma aislada, sino que estamos interactuando con otros
dentro de una comunidad y que tenemos libertades y derechos, por lo
que debemos aprender a autolimitarnos en forma individual y en forma
colectiva. La educación política nos ayudará a comprender que el
sistema social en el cual estamos viviendo es un sistema que nos está
conduce al abismo, porque no sabe autolimitarse, nos enseña a vivir
en una sociedad que promueve el consumo infinito dentro de un planeta
que tiene recursos finitos.
En
el contexto de un sistema de producción masiva que fomenta un
consumo masivo, que se basa en una explotación irracional de los
recursos naturales, nos está llevando a la autodestrucción y con el
surgimiento de la guerra en el escenario internacional que plantea el
surgimiento de un nuevo orden mundial, no se limita a responder a la
pregunta ¿Qué debo hacer?, porque no se trata de una existencia
individual, ya que debemos plantear nuestra existencia como
individuos que formamos parte de una sociedad que está en crisis y
el sistema como tal está violando el contrato social ya que las
instituciones no están funcionando y existe la amenaza del regreso
del autoritarismo. Por esas razones, la pregunta debería plantearse
en términos plurales: ¿Qué podemos hacer para evitar nuestra
autodestrucción y construir un mundo mejor?
La
situación internacional y nacional nos obliga a poner en la mesa de
discusión el tema de la política, por lo que debemos dejar atrás
actitudes de rechazo a hablar de este tema y comprender la necesidad
de analizar la realidad que estamos viviendo para asumir una posición
mas comprometida socialmente y aumentar nuestra participación
ciudadana en la búsqueda de un cambio social, para crear un
empoderamiento colectivo que ayude a evitar que se creen las
condiciones para el surgimiento de un sistema totalitario y en su
lugar se consolide la democracia como sistema de vida que implica el
compromiso individual y colectivo de construir una verdadera
democracia participativa.
La
solución a nuestros problemas depende de nosotros, nadie vendrá
resolver los problemas que nos están afectando, recordemos
que una verdadera transformación social se logra cuando los
integrantes de las comunidades se convierten en actores
políticos, que participan en la toma de decisiones que permitirán
lograr una transformación social.
Eso es lo que tenemos que hacer, dejar nuestra pasividad, superar la
indiferencia hacia la política, reconocer que nuestros problemas
personales son políticos, es decir, tienen origen en la política y
la política incluye la participación colectiva en asuntos públicos
y de ser necesaria realizar movilizaciones colectivas, en forma
organizada y unida.
Podemos
cambiar esta situación, combatir la desigualdad social y construir
una verdadera democracia si construimos una identidad social donde
cada
individuo se vean a sí mismo como agentes de cambio social,
reconociendo
el poder que tienen en forma individual al influir sobre otras
personas con nuestra presencia y actuación y en forma colectiva, al
participar en acciones comunitarias que permitan avanzar en la
consolidación de una democracia realmente participativa.
Nuestra búsqueda de la política termina al reconocer el significado
real de la política y nos ayuda a reconocer el camino a seguir
identificando el rol que deben tener los
ciudadanos en la lucha por la defensa de sus derechos humanos,
laborales y sociales que están siendo violados en varios países del
mundo. Este
rol deseado es el rol de actores políticos que actúan como agentes
de cambio social, de
luchadores sociales en defensa de sus derechos participando en forma
masiva, organizada y unida en acciones que procuren la defensa del
bienestar social. Aceptando nuestra
condición de actores políticos, dejaremos de ser ciudadanos sin
brújula que actuamos sin encontrar el sentido a nuestras vidas y
lograremos construir ese empoderamiento individual y colectivo que se
necesita para lograr una verdadera transformación social. La
construcción de la democracia entonces es un asunto de ciudadanos,
la política es la forma de construirla y se construye a través de
la participación activa de los integrantes de nuestras comunidades
en los asuntos públicos y la participación social es una necesidad
ineludible para todo ciudadano hoy en día.
El futuro de la humanidad y de nuestras vidas está en nuestras
manos, de nosotros depende el rumbo que tome la historia en el futuro
a corto plazo.
Arendt,
Hanna: La promesa de la política. Editorial
Paidos, Ciudad de México, 2,016
Barcelona, 2,018
Bauman,
Zygmunt: En busca de la política. Fondo de cultura económica,
México, 2015
Baumant,
Zygmunt: Estado de crisis. Editorial Paidós. México, 2016
García
Dora Elia: Hanna Arendt, el sentido de la política. Editorial
Porrúa, México, D. F. 2007
Birulés,
Fina: Hanna Arendt: El orgullo de pensar. Editorial Gedisa,
Barcelona, 2018.
Castoriados,
Cornelius: Ciudadanos sin brújula. Ediciones Coyoacán, México,
2017.
Castoriadis,
Corneluis: Los dominios del hombre: La encrucijada del laberinto.
Editorial Gedisa, Barcelona, 2005
Chomsky:
la guerra de Rusia contra Ucrania aceleró el reloj del juicio final
https://www.jornada.com.mx/2022/04/04/politica/011n1pol?fbclid=IwAR09Sl8fu4sv-uOuT5pfY3RWcuUWtVLsKZoqmMO7kBwGiiHvugPgLJCnF1Q#.YksKXZDjzJM.whatsapp
Foucault,
Michel: ¿Por qué me interesa tanto la política?
https://eltilodeolivos.com.ar/por-que-me-interesa-tanto-la-politica/?fbclid=IwAR2QuXo59Fsmu9CFQoTon_Pspl--ku_-vD5QdBpgMlDFFQJf_cBAfbzOrS0
Touraine,
Alan: Un nuevo paradigma para comprender el mundo de hoy. Editorial
Paidós. Barcelona, 2,005