En
defensa de la vida
Oscar
Yescas Domínguez
16 de diciembre de 2,020
Fotografía "El arte de la vida tomada por Roman Shatsky con integrantes del ballet Nacional de Sakartvelo (Georgia)
Mi
hijo y yo teníamos la costumbre de abrazarnos y darnos un beso en la
mejilla cada vez que nos veíamos, aún de adultos lo seguíamos
haciendo inclusive en público, sin importarnos que personas ajenas
vieran besándose a dos hombres adultos. Este ritual terminó cuando
comenzó la pandemia del covid-19, por lo que desde hace diez meses
no he podido abrazarlo a pesar de vivir en la misma ciudad. Pasé
cinco meses sin verlo por estar ambos respetando el confinamiento
voluntario y siguiendo las indicaciones de las autoridades de salud.
En una ocasión vino a casa a recoger un taladro que me pidió
prestado, la imagen de su visita después de meses sin vernos no la
olvidaré nunca: él en la entrada de la cochera de mi casa y yo en
la puerta de entrada a la misma, separados por una distancia de cinco
metros, ambos cubiertos con cubrebocas resistiendo el impulso de
darnos un fuerte abrazo y un beso como lo hemos hecho desde que él
era un niño.
Después
del saludo me pidió dejar el taladro en una distancia intermedia
entre ambos para no acercarnos uno al otro, así lo hice y retrocedí
unos pasos, tuvimos una breve conversación haciendo las preguntas
triviales de siempre: ¿Cómo has estado?, ¿te estás cuidando?,
pero la mayor cantidad de mensajes se encontraba en nuestras miradas
porque nunca dejamos de hacer contacto visual, mientras mi esposa lo
saludaba desde el interior de nuestra cas a través de una ventana,
nuestras miradas fueron prolongadas cargadas de gran emoción y
finalmente tomó el taladro, se despidió agitando su mano y se
marchó rumbo a su casa. No fuimos a verlo el día de su cumpleaños
en el mes de mayo porque en esas fechas la curva de contagio se
encontraba en un punto elevado y nos pareció que lo más prudente
era continuar el confinamiento voluntario, pero en cambio él sí
vino a verme en mi cumpleaños de noviembre, cuando se flexibilizaron
las instrucciones y se permitió salir de casa. Pero aún así, ni
siquiera en ese día especial hubo un abrazo entre nosotros, para mí
era suficiente su presencia y seguimos el protocolo al pie de la
letra, solo nos quitamos el cubrebocas durante la cena y cada quien
comiendo a una distancia prudente uno del otro mientras charlábamos
animadamente.
Ese
es un comportamiento normal en el contexto de una crisis sanitaria y
en algún momento llegué a pensar que la mayoría de la gente
actuaba igual que yo, cuidando su salud y la de los demás usando
cubrebocas, procurando no salir de casa y guardando distancia, etc.
Pero la realidad me hizo sentir como un iluso, un soñador o alguien
que vive diferente a una gran mayoría de personas, porque la
pandemia ha crecido a niveles inesperados debido a que miles de
personas no toman este tipo de precauciones. La falta de precauciones
sanitarias ha provocado que una gran cantidad de la población se ha
contagiado al grado de que México ha llegado a ocupar el número 12
de países con mayor número de contagiados a nivel mundial. Desde el
inicio de la pandemia hasta este mes de diciembre han muerto miles de
personas que pudieron haber salvado sus vidas si hubieran permanecido
en sus casas, salido sólo en caso necesario, usado cubrebocas y
guardado distancia física al estar con otras personas.
Esta
navidad será una navidad triste para miles de familias que
extrañarán a los ausentes, sobre todo a aquellos que fallecieron
por haberse contagiado del covid-19. En varios hogares habrá dolor
en lugar de felicidad en estos días que se supone son de reunión e
integración familiar.
En
este contexto puedo decir con toda sinceridad que me considero una
persona afortunada de llegar al mes de diciembre con vida y con buena
salud, más afortunado me siento por el hecho de que mis hijos,
esposa y miembros de mi familia extensa no formen parte de las
estadísticas de bajas fatales en esta pandemia. Sin embargo debo
decir que este sentimiento placentero no me impide empatizar con
quienes no han tenido la misma suerte y se encuentran lamentando
profundamente la muerte de centenares, de miles de personas que
fallecieron dejando una estela de dolor detrás de ellos por haber
sido contagiados por el coronavirus, o que están convaleciendo por
este virus.
Estoy
plenamente consciente de la enorme desigualdad social que existe en
nuestra sociedad ha sido una de las principales causas del incremento
de las estadísticas de afectados por el covid, ya que esa ha sido la
causa principal de que millones de personas no pudieran guardar
confinamiento voluntario, porque la pandemia nos reveló que quedarse
en casa es un privilegio de clase que no todos pueden disfrutar. Pero
también estoy seguro de que miles de personas han demostrado una
gran irresponsabilidad social al salir innecesariamente de sus casas,
arriesgando sus vidas, negándose a guardar distancia prudente o a
usar cubrebocas a nombre de una libertad individual, o simplemente
argumentando que el virus no existe.
Por
este motivo, al igual que miles cuando llego a salir de casa, siento
el temor de ser contagiado por este virus a través de alguien que no
ha tomado las precauciones necesarias para cuidar su salud y la de los
demás. La existencia del covid-19 está más que comprobada, pero
aún así todavía hay gentes que niegan que existe, especulan sobre
una conspiración internacional para reducir la población mundial y
lo que es peor es que no siguen las instrucciones de las autoridades
de salud. Creo que cada quien es libre de pensar y creer lo que
quiera, pero la realidad innegable es que en las últimas semanas se
han disparado en forma dramática las cifras de contagio del covid en
el mundo entero, de tal forma que las cifras de contagio diarias
contabilizadas superan en mucho a las cifras diarias que se
informaron en los días que se consideraron ser de mayor peligro en
meses pasados.
Lejos
quedó la ilusión de “aplanar la curva de contagio”, en
realidad nunca se logró llegar a tal meta, lo que sí se logró fue
una ilusoria disminución del número de casos, que llevó a tomar la
decisión de levantar temporalmente las restricciones para permitir
la movilidad social y “recuperar la economía”, a
sabiendas de que levantar las restricciones sociales para la apertura
de comercios, fábricas, negocios, etc., sólo arrojaría como
resultado un mayor número de contagiados. Pero eso no importó, lo
que se necesitaba era continuar manteniendo el ritmo de una
producción masiva y un consumo masivo de productos, bajo el
argumento de “salvar empleos”, cuando que la intención
oculta era continuar obteniendo un beneficio económico para las
grandes compañías corporativas ignorando deliberadamente la
prioridad de salvar vidas. El “apagón del sistema”
estaba afectando a las grandes empresas porque detuvo el consumo y
con ello les impedía continuar con la obtención del beneficio
económico.
Las
autoridades sanitarias no aprendieron de la experiencia de otros
países y en lugar de aplicar medidas de restricción social, a
nombre de la democracia hacen “llamados de consciencia”
para que la ciudadanía asumiera voluntariamente comportamientos
socialmente responsables, cuando la experiencia reciente que esto no
sucedió y no sucederá. Como resultado de ignorar la prioridad de
salvar vidas y privilegiar la economía, el día de hoy nos
encontramos con un panorama incierto en el que lo único seguro es
que las estadísticas de contagiados y fallecidos siguen aumentando a
nivel mundial.
En
el caso de México vemos con pesar que ya se ha llegado a la cifra de
1,277,499 casos de personas contagiadas y 115,769 personas fallecidas. Mientras que a nivel mundial hay 73, 973,293 casos de contagio y 1,646,739 personas fallecidas en
diferentes países por la misma causa: el virus del covid. Recordemos
que en todas cifras estadísticas, siempre hay una cifra negra, los
números reales que por lo regular son mayores a los números
oficiales. Estas cifras cambian cada día aumentando en forma
intermitente, cualquiera puede checarlo, a veces es un ligero aumento
de los números, pero en otros días y sobre todo en fechas
especiales como lo fueron el día de las madres, el día de muertos,
o cualquier fecha que forme parte de los rituales de nuestra cultura,
y que esté relacionado con el consumo como forma de celebrarla, las
cifras aumentan en forma escandalosa.
Lejos
de espantarnos por las cifras tan altas y decidir encerrarnos a
piedra y lodo en nuestras casas, debemos asumir una actitud de
percibir a estos números como una invitación a reflexionar, acerca
del porqué hemos llegado a esta situación, si consideramos que la
protección en contra del covid-19 es relativamente sencilla en la
medida de que incorporemos a nuestro repertorio de hábitos conductas
como usar el cubrebocas de manera permanente cuando salgamos de casa,
guardar distancia física cuando estemos cerca de otras personas,
limpieza frecuente del espacio en que habitamos, lavado de manos
frecuente, etc., tomaremos consciencia de que es responsabilidad
colectiva el reducir estas cifras lo antes posible.
Para
comprender estos comportamientos colectivos debemos recordar que
antes de la pandemia, nuestra sociedad estaba sumida en una crisis
que se agudizaba cada vez más y que se manifestaba en tres
dimensiones fundamentales: Una crisis económica originada
por la implementación de políticas neoliberales en los últimos 30
años, prácticas de corrupción en las esferas de gobierno y en los
partidos políticos, que dieron como resultado un crecimiento
inaudito de una enorme desigualdad social con niveles nunca antes
vistos en la historia de la humanidad y que se reflejaba en el
aumento rápido de millones de personas que pasaban a vivir en
condiciones de pobreza y miseria, mientras que unos cuantos
millonarios se hacían cada vez más ricos a costa del
empobrecimiento colectivo. Las modificaciones a las constituciones de
varios países permitieron la eliminación de derechos laborales y
prestaciones sociales lo cual aumentó las condiciones de pobreza,
miseria y explotación laboral para millones de personas, lo cual
creó el ambiente ideal para el surgimiento de problemas sociales
como delincuencia común, delincuencia organizada, drogadicción,
alcholismo, prostitución, etc.
Por
otro lado se observaba una crisis política en la que los
Estados-Nación experimentaban una crisis de liderazgo en la medida
que las instituciones que forman parte de las estructuras del Estado
moderno presentaban una enorme distancia entre el discurso y la
acción, mostrándose debilitadas y con tendencia a desaparecer ante
el empuje de políticas neoliberales impuestas por los organismos
financieros internacionales que forzaban a los Estados a desaparecer
instituciones públicas para proceder a la privatización de los
servicios que éstas prestaban y permitir el surgimiento de compañías
privadas que lucrarían con servicios que antes proporcionaba el
estado, servicios como salud, educación, esparcimiento, deporte,
etc.
El
sector salud fue uno de los más afectados en varios países, porque
se buscaba la privatización de los servicios de salud que
proporcionaba el Estado, por lo que los hospitales públicos
sufrieron abandono del Estado, disminución de presupuesto para su
funcionamiento, recortes de personal, etc. Estas medidas permitieron
que el sector salud se sumiera en una crisis profunda y disminuyera
su capacidad para ofrecer servicios eficientes de salud a la
población.
Junto
a las anteriores crisis, se encontraba otra de diferentes dimensiones
pero con impacto mayormente dañino: una crisis ecológica que
es producida por las grandes corporaciones transnacionales que
realizan una explotación irracional de los recursos naturales para
poder mantener el equilibrio entre una producción masiva de
mercancías y productos y lograr una maximización de un beneficio
económico a través del fomento de un consumo masivo. La maquinaria
capitalista basada en la propiedad privada de los medios de
producción necesitaba manipular al ser humano contemporáneo para
disminuir su condición de homo sapiens y reducirlo a la
condición de homo consumens y
poder mantener el ritmo de producción masiva y consumo masivo.
A
esta explotación irracional se suma la producción de toneladas de
basura que genera una sociedad que estimula el consumo constante como
sustituto de la felicidad humana, creando un placer efímero al
comprar algún producto nuevo que tiende a llenar temporalmente el
vacío existencial generado por el fetiche de las mercancías, placer
que desaparece y surge de nuevo el impulso incontrolable por una
nueva compra, a la vez que se desechan aquellos artículos que ya no
cumplen su valor de uso, generando con ello una mayor contaminación
de mares, ríos , lagos y lagunas, a la vez que son la causa
principal del cambio climático y la desaparición de ecosistemas
afectando la calidad de vida del ser humano y la desaparición de
centenares de especies de animales.
A
estas tres crisis (económica, política y ecológica) se sumó una
crisis inesperada: la crisis de salud provocada por el
surgimiento del coronavirus y su rápida expansión por el mundo
entero tomando las características de una pandemia se debe a la
globalización presente en nuestras vidas que implica un mayor
intercambio comercial a través de la importación y exportación de
productos en el mundo entero. Esta pandemia representa la mayor
crisis de salud que se registra en la historia de la humanidad y es
responsabilidad colectiva participar activamente en su contención y
desaparición y la manera de hacerlo es atender los llamados de las
autoridades de salud de salir de casa lo menos posible, usar
cubrebocas y guardar distancia, etc.
A
diez meses del surgimiento de la pandemia los pronósticos iniciales
de las autoridades sanitarias de que se superaría la misma en 4 o 6
meses, quedaron rebasados por una triste realidad en la que se
observa un alarmante e incontrolable crecimiento de las cifras
diarias de casos de covid. Desde un principio las autoridades
sanitarias mexicanas dijeron que para controlar esta pandemia “todo
dependería del comportamiento de la gente durante la misma”.
La
repetición continua de la información sobre las instrucciones para
los ciudadanos acerca de cómo evitar el contagio del covid-19,
parece que tuvo un efecto contrario en algunas personas que actuaron
como si padecieran de disonancia cognitiva, en el sentido de
que mostraron un comportamiento contrario al que se les estaba
solicitando. Se pidió quedarse en casa guardando un confinamiento
voluntario y miles de personas salieron a las calles con el menor
pretexto. Se les pidió usar cubrebocas de manera permanente y
cientos de personas se negaron a usarla y miles la usan de manera
incorrecta, caminando en calles con el cubrebocas debajo de su
barbilla, con la nariz descubierta, etc. Se les pidió guardar
distancia física al salir y en los comercios se pintaron cruces y
señales para que cada persona se colocara encima de ellas y de esa
manera guardaran distancia con el resto de las personas reunidas en
ese lugar, sin embargo, la gente está más atenta a mirar sus
celulares o platicar entre ellos sin siquiera mirar las marcas en el
piso que les indican donde deberían colocarse para guardar distancia
y en consecuencia no respetan el llamado a guardar distancia física.
Mientras tanto en colonias de varias ciudades se escucha la música y
las risas de personas divirtiéndose en algún domicilio de nuestras
ciudades, desoyendo el llamado de las autoridades de no realizar
reuniones en domicilios con cantidades mayores a diez personas. ¿Cómo
puede llamarse a esta conducta de no respetar las instrucciones de
las autoridades de salud?, ¿Rebeldía sin causa?, ¿Ignorancia
colectiva?, ¿irresponsabilidad colectiva?,¿Disonancia cognitiva?
La
pandemia nos ha permitido visualizar con mayor claridad los problemas
estructurales que antes estaban velados para una inmensa mayoría: la
desigualdad social, la pobreza familiar, el problema ecológico
provocado por un impulso irracional hacia el consumo, el peligro de
continuar con un sistema económico que está devastando al planeta
con su lógica de producción masiva-consumo masivo. Cerrar
comercios, restaurantes, cantinas, gimnasios, parques, etc, de manera
temporal es buena medida pero es insuficiente, de igual forma se ha
comprobado que la repetición continua de cifras y estadísticas en
el incremento de los casos no aumenta el conocimiento, no fomenta el
aprendizaje, ni cambia los comportamientos.
En
estos días de diciembre cercanos a nochebuena y navidad se renueva
la discusión sobre tomar una decisión entre dos opciones: ¿Salvar
vidas o salvar la economía? Miles de personas salen a
aglomerarse en los comercios para realizar compras y “prepararse”
para nochebuena y navidad. ¿En qué momento quedó registrado en
nuestras mentes que forzosamente debemos obsequiar un regalo costoso
para demostrar el amor que tenemos hacia nuestros seres queridos?
Violar las normas sanitarias para arriesgar la vida en una misión
que tiene como objetivo la compra de algún regalo para nuestros
seres queridos suena como algo totalmente irracional y absurdo. No
necesitamos medir nuestros sentimientos con el precio de los regalos
que obsequiemos, tampoco necesitamos cumplir con un ritual de
obsequiar un regalo en estas fechas navideñas.
Tan
solo pensemos en aquellas miles de familias que pasarán por primera
vez nochebuena y navidad sin la presencia de uno o más seres
queridos porque fallecieron por el covid-19. Estar vivos en estas
fechas es ya de por sí un regalo suficiente y debemos apreciar tal
obsequio para no dejarnos manipular por la publicidad y la
mercadotecnia que intentarán convencernos para comprar varios artículos y “obsequiar felicidad a nuestros seres queridos”. La
felicidad no se encuentra en las cosas materiales, se encuentra en
las relaciones que entablamos con otras personas, que pueden ser
nuestros abuelos, padres, hermanos, tíos, tías, sobrinos, etc.
Por
otro lado, es normal que tengamos deseos de reunirnos con nuestros
seres queridos, sobre todo aquellos a quienes vemos una sola vez al
año, precisamente en estos días de diciembre en nochebuena, navidad
y año nuevo, pero lo más sensato en estos momentos es mostrar
nuestro amor hacia los mismos evitando recibir en nuestras casas a
personas que no vivan con nosotros, es decir, evitando tener
reuniones familiares. Será sin duda alguna una de las navidades más
tristes que hayamos tenido, pero si deseamos cuidar nuestra salud y
la salud de los demás, evitemos encuentros familiares y mantengamos
contacto con ellos a través de videollamadas, teléfono o mensajes de
texto.
Debemos
reconocer que el consumo colectivo que caracteriza a nuestra sociedad
contemporánea está destruyendo la tierra y provocando una crisis
ecológica que afecta la existencia de varias especies de animales y
a toda la raza humana. No es suficiente con decir que todos estamos
dentro del mismo barco que se llama Tierra, o sea nuestro planeta.
Todos somos habitantes de la misma tierra, pero algunos van en
camarotes de lujo, otros están en cubierta, o muchos mas viajan en
el cuarto de máquinas y otros van de polizontes ocultos en las
lanchas salvavidas. Es decir, no estamos en condiciones de igualdad
social, unos cuantos que viven “la gran vida consumen más,
producen más basura y ocasionan más daño a nuestro medio ambiente,
otros apenas tienen para sobrevivir y son los más indefensos ante
enfermedades oportunistas que los ponen en la primera línea de
personas que pueden ser afectadas por el covid-19, pero es indudable
que todos debemos contribuir a que nuestro mundo sea habitable.
Si
vivimos nuestras vidas sin límites en el consumo y en nuestra
libertad individual, disfrutaremos de una libertad que perjudica las
condiciones de vida del medio ambiente y de la salud de las demás
personas. El consumo exagerado produce una contaminación masiva y
destruye ecosistemas, afectando una vida vivible y al generar una
gran cantidad de basura estamos afectando nuestras vidas y las vidas
de los demás en nombre de una libertad absurda, que va en contra de
la colectividad.
Muchas
personas se oponen a asimilar en su repertorio de comportamientos las
conductas de usar cubrebocas, guardar distancia, quedarse en casa,
etc., a nombre del ejercicio de su libertad
individual. La libertad así concebida se valora por encima
de cualquier otro valor, incluso del valor a la vida misma, la propia
y la de otras personas. La recuperación parcial de algunas
partes del planeta como resultado de la reducción del consumo
durante esta pandemia, nos muestra que todas las personas debemos
contribuir a disminuir nuestros patrones de consumo y contaminación
y contribuir a salvar nuestro medio ambiente y mejorar la salud
pública.
Las
restricciones que impone la pandemia tienen como objetivo proteger
nuestras vidas y las vidas de otras personas, pero al mismo tiempo
estas restricciones nos dan la oportunidad de construir una mirada
diferente sobre nosotros mismos, acerca del mundo y sobre la
necesidad de cambiar nuestros estilos de vida. Un punto sobresaliente
es la necesidad de reconocer que nuestras vidas están en estrecha
interdependencia con las vidas de otras personas, así se encuentren
en el punto más alejado del planeta. La rápida expansión de la
pandemia es un claro ejemplo de ello. Otro punto que resulta imposible
ignorar es que nuestro comportamiento individual afecta la salud
de los demás y el comportamiento de los demás afecta mi salud
personal. Estamos juntos en esta pandemia y sólo podemos salir
bien librados si actuamos juntos en forma colectiva y organizada
demostrando un aprendizaje al desarrollar comportamientos socialmente
responsables, ya que nuestras vidas dependen de como actúe cada
quien.
Debemos
dejar atrás aquellos tiempos en los que cada quien actuaba por su
cuenta sin importar o considerar si su comportamiento afectaba a
otras personas. En estos momentos está claro que compartimos el
mismo aire, el mismo espacio y los mismos riesgos. Por lo tanto
debemos dejar de actuar como si nuestras vidas estuvieran separadas y
nuestras vidas personales fueran prioritarias. Vivimos en un mundo
cada vez más pequeño que muestra una gran interdependencia y esto
nos impide decir “es mi vida personal y yo decido que hacer con
ella”.
Debemos
aprender a convivir con el resto de las personas que nos rodean y
actuar de forma que logremos que vale la pena vivir. La vida que
vivimos nunca es una vida aislada, nunca es exclusivamente nuestra en
un sentido individual, la personalidad psicosocial que todos tenemos
que consiste en una determinada forma de pensar, sentir y actuar de
manera diferente a los demás, la hemos construido gracias a la
interinfluencia e interdependencia con figuras significativas de
personas en los distintos grupos sociales a los que pertenecemos o
hemos pertenecido.
Si
podemos concebir la vida como el conjunto de vivencias que
experimentamos con otras personas en un espacio histórico-temporal
determinado, podremos decir entonces que la vida es el
lugar donde se dejan de lado los etnocentrismos, el mundo no gira
alrededor de nuestra vida personal, nosotros giramos en el mundo en
forma colectiva con otras personas con las que compartimos vivencias,
espacios, aire, etc.
Hoy
podemos afirmar que de los factores que permitieron llegar a este
elevado número de cifras sin duda alguna la desigualdad social que
impidió seguir las instrucciones de las autoridades sanitarias de
guardar confinamiento voluntario y otro factor derivado de la misma
es que millones de personas presentaron predisposición para contraer
el virus por un estado de salud deficiente: hipertensión, diabetes,
desnutrición y otro tipo de enfermedades generadas por vivir en
condiciones de miseria, pobreza y exclusión social.
Pero
también puede afirmarse que uno de los factores principales que han
permitido incrementar las cifras de casos de contagiados y muertes
por covid, ha sido la irresponsabilidad social de millones de
personas que se negaron a seguir las instrucciones de las autoridades
de salud de quedarse en casa y sólo salir en caso necesario, que se
resistieron a usar cubrebocas a nombre de la defensa de una libertad
individual. Junto a esta irresponsabilidad social se puede incluir
una ignorancia colectiva que indujo a miles de personas a continuar
sus vidas como si no hubiese pandemia, saliendo de sus casas,
recibiendo visitas, realizando fiestas o reuniones privadas en la
clandestinidad, etc.
La
pandemia obliga a reconocer las diferencias sociales y desigualdades
económicas, por lo cual debemos ser más solidarios con otras
personas, porque estamos vinculados con los demás en formas
complejas que ni siquiera imaginamos a través de algo que se llama
“tejido social”. Las vidas más amenazadas por la pandemia
son las vidas de los pobres, los que viven en condiciones de miseria,
que no tienen dinero para comprar comida y tampoco tienen cobertura
médica.
En
estas fechas decembrinas, a diez meses de la pandemia, el saldo de
víctimas es demasiado alto como para ignorar la necesidad de
realizar un aprendizaje social. Fomentar el consumo permitiendo la
apertura de comercios e industrias en lugar de reactivar la economía
sólo pone en peligro a una gran cantidad de personas, sobre todo a
aquellos que tienen predisposición por problemas en su salud
(diabetes, hipertensión, desnutrición, etc.). La economía se está derrumbando porque estamos comprando sólo lo que necesitamos, hemos dejado de comprar lo que consideramos no esencial y deberíamos adoptar esta actitud hacia el consumo como un hábito permanente. Cambiemos la forma de
expresar nuestros sentimientos hacia nuestros seres queridos y en
lugar de obsequiar objetos, regalemos calidad de tiempo en su
compañía.
Millones
de personas esperan volver a la normalidad que existía antes de la
pandemia, sin saber que en realidad esa normalidad fue la que dio
origen a la pandemia. Es una normalidad que encubría los problemas
estructurales relacionados con la explotación humana en ambientes
de trabajo, la explotación irracional de recursos naturales, el
consumo masivo de mercancías que generaba toneladas de basura y
provocaba destrucción ambiental. Una normalidad que encubrió el
desmantelamiento del sistema de salud pública en varios países
debido a la implementación de políticas neoliberales que intentaron
privatizar esos servicios.
La
pandemia expuso que la normalidad liberal pone en peligro de
supervivencia a los seres humanos al mismo tiempo que destruye el
ambiente a través de la explotación irracional de recursos
naturales y la contaminación que produce. La nueva normalidad que
debemos construir es la realización de un esfuerzo educativo que nos
permita comprender que la pandemia surgió por la llamada
“normalidad” que existía antes de ella, que en realidad era un
infierno para millones de personas, no podemos regresar a ese tipo de
normalidad que provocó revueltas populares en varios países, es la
normalidad de la pobreza, del hambre, de la miseria colectiva, etc.
La
educación debe cambiar no sólo ampliando la distancia física entre
pupitres o normalizando la educación a distancia, sino cambiando los
contenidos para incluir enfoques críticos sobre la realidad social y
la promoción de una educación que incluya una igualdad social como
meta a alcanzar, explicando las relaciones de poder asimétrico
vigentes en nuestra sociedad y la necesidad de construir un poder
simétrico en el cual se de un empoderamiento colectivo de los
individuos y de las comunidades. No debemos permitir que después de
esta pandemia se implemente un gatopardismo que consiste en cambiar
todo para que todo siga igual. No será suficiente con lograr ciertas
concesiones y seguir permitiendo que el capitalismo siga con una
explotación sin precedentes de la naturaleza como el
neoextractivismo que destruye ciclos vitales de restauración de
recursos naturales, la minería a cielo abierto, la agricultura
industrial, el uso de insecticidas, la contaminación de ríos, mares
y lagunas, etc. La crisis ecológica y el calentamiento global es lo
que permite el surgimiento de virus y que estos pasen de los animales
a los seres humanos.
La
nueva normalidad debe incluir la discusión sobre el papel que juegan
las grandes corporaciones en nuestras vidas y el poder que ejercen
sobre los dirigentes políticos al obligarlos a implementar políticas
neoliberales que violan derechos ya consagrados en las constituciones
de nuestros países.
Pero
debemos tener presente que la nueva normalidad se caracterizará por
encontrarnos en una pandemia intermitente, es decir, estaremos en
condiciones de confinamiento temporal, desconfinamiento y nuevos
confinamientos. La pandemia no terminará con el fin del año 2,020, la tendremos presente en nuestras vidas en el 2,021.
Por
todas las razones anteriores debemos empezar la discusión acerca de
la necesidad de construir otro modelo de sociedad que no se base en
la producción masiva y consumo masivo, es decir, en otro modelo que
no sea el neoliberalismo que tanto daño ha provocado en los últimos
40 años. El modelo actual ya demostró su inoperancia y perjuicio
social, la pandemia demostró que el neoliberalismo no tiene
fundamento ético, social y político, por lo que el escenario de un
cambio social se presenta como una necesidad urgente y necesaria.
Esta
necesidad nos debe ayudar a terminar con la creencia creada durante
el neoliberalismo de que padecíamos una ausencia de alternativas, de
que después de la caída del muro de Berlín y el desplome de la
Unión soviética sólo quedaba la opción del capitalismo que hoy es
un capitalismo financiero. La pandemia nos abrió los ojos acerca de
que podemos salir del confinamiento político en el que nos tenía
sometidos el neoliberalismo.
Necesitamos
reconstruir las formas de hacer política, rebasar la democracia representativa y construir una verdadera democracia participativa en
donde los individuos nos reconozcamos como sujetos históricos, que
estamos construyendo la historia en nuestra interacción cotidiana en
los diferentes grupos, organizaciones y comunidades a las que
pertenecemos y que en consecuencia, podemos cambiar el rumbo de la
historia en la medida que incrementemos nuestra participación social
y desarrollemos un empoderamiento individual y colectivo.
La
construcción de este empoderamiento nos permitirá cambiar la
relación asimétrica que existe entre el poder corporativo, el poder
político y la voluntad popular. Debe terminarse con la fragmentación
de las luchas y movimientos colectivos que hoy existen, para
construir un movimiento unitario, un frente de todos estos
movimientos que estén integrados por sujetos políticos globales que
visualicen la articulación que existe entre los problemas locales,
nacionales y sus raíces globales. Los partidos políticos son
importantes, pero más importantes son los movimientos colectivos,
debe haber una correlación entre ambos para lograr la construcción
de la democracia en las calles, universidades, fábricas, familias,
centros de trabajo, etc.
La
nueva realidad debe caracterizarse por la consolidación de una
democracia participativa, en la que todos los ciudadanos participemos en la discusión de los problemas colectivos relevantes en nuestra vida pública, no debemos limitar la participación en contiendas electorales. Si se limita la democracia a la
participación electoral, la democracia dejará de existir, esta participación debe darse también impulsando y apoyando políticas públicas de protección social que rompan con el cerco neoliberal.
La nueva realidad debe excluir los crímenes de la paz que se cometen en nombre de una paz social caracterizada por miles de muertes por hambre, desnutrición, enfermedades que podrían curarse si se obtiene atención médica y medicinas en forma oportuna. Esta nueva realidad debe darse a través de la construcción de un nuevo sistema social que no contemple la explotación desmedida de los recursos naturales, ni la explotación laboral extrema. Sólo a
través de una democracia participativa podremos tomar el rumbo de nuestra existencia bajo nuestro control y evitar seguir por el camino a la autodestrucción y muerte que nos conduce el neoliberalismo. En la medida que nos concibamos como seres sociales que pertenecemos a comunidades y manejemos mas el lenguaje del "nosotros" por encima del uso del "yo", estaremos en condiciones de
realizar una efectiva defensa de la vida que está amenazada no sólo
por la pandemia, sino también por un capitalismo feroz que sólo tiene como meta hacer más ricos a los ricos a través de maximización del beneficio económico manteniendo un equilibrio entre producción masivo y consumo masivo. De nosotros depende no solo salir de esta pandemia con vida, reducir los números de contagiados y fallecidos, también depende la construcción de un mundo mejor al que tenemos hoy y superior al que prevalecía en la normalidad previa a la pandemia del covid-19.
Boaventura
De Souza, Santos: Las tres salidas de la epidemia
http://www.correodelorinoco.gob.ve/boaventura-de-sousa-santos-pandemia/
Butler,
Judith: La pandemia, el futuro y una duda: ¡qué es lo que hace que
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https://www.lavaca.org/notas/judith-butler-la-pandemia-el-futuro-y-una-duda-que-es-lo-que-hace-que-la-vida-sea-vivible/
Massimo
Paolini: Romper la normalidad: sobre la urgencia de cambios sociales,
económicos, ecológicos y educativos. Agosto 2,020
https://www.perspectivasanomalas.org/2020/08/17/romper-la-normalidad-sobre-la-urgencia-de-cambios-sociales-economicos-ecologicos-educativos/?fbclid=IwAR3X_8RG6yqVLsouxNEgKnJDcNXUVDcUwGGEBF-vb27ebBSupiPcnXAyjdQ
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Junio
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Oscar:El cambio cultural como asunto de vida o muerte durante el
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https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/10/elcambio-cultural-como-asunto-de-vida-o.html
Yescas,
Oscar: El castigo de Sísifo en la posmodernidad
https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/11/elcastigo-de-sisifo-en-la-posmodernidad.html
Yescas,
Oscar: La transformación social desde una perspectiva científica
https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/09/latransformacion-social-desde-una.html
Yescas,
Oscar: La ignorancia como fuerza alimentadora del covid-19
https://oscaryescasd.blogspot.com/2020/07/laignorancia-como-fuerza-alimentadora.html